lunes, 27 de febrero de 2012

BON cap 11

Nykyrian, Darling y Hauk estaban de pie en el cuarto principal de la casa de Nykyrian. Nykyrian continuaba dudando de su razón, por haber permitido que Kiara los acompañara a Tondara. Si tan solo ella no le hubiera suplicado con esos enormes ojos ambarinos, él hubiera sido capaz de ponerse de pie rápidamente, y hacerla quedarse atrás. Pero no podía.
—Tú consejo no ayudó —dijo Hauk oscuramente, mientras echaba un vistazo hacia las escaleras.
Nykyrian se dio la vuelta y vio que Kiara descendía. Como le había pedido, se había aplastado el cabello severamente hacia atrás de su rostro y había dejado que una coleta gruesa se arrastrara por su espalda en suaves rizos. El traje de batalla viejo y roto le agregaba pulgadas a su cintura, pero no borraba en lo más mínimo a su belleza.
—¿Qué más podemos hacer? —preguntó Darling, observando a Nykyrian como si conociera la respuesta.
—Pon algo encima de su cabeza —sugirió Hauk.
La cara de Kiara se tornó de un rosa brillante.
—Por qué no te pones algo sobre la cabeza tú, gran…
—Suficiente —dijo Nykyrian, interrumpiéndola antes de que dijera algo que enfureciera a Hauk—. ¡No te enfades!
Kiara lo miró confundida mientras Nykyrian pasaba al lado de ella, subía las escaleras y regresaba con una chaqueta de cuero gruesa.
—Me voy a parecer a un transbordador —dijo ella con mala cara—. Si llevo esto puesto, pareceré que peso tres veces mi tamaño.
Nykyrian pestañeó.
—Esa es la idea.
Kiara frunció los labios, ya no estaba tan segura de querer ir con ellos. Cuando Darling le había hablado sobre el tipo de club que era, su curiosidad había sido más fuerte que ella.
Mientras Nykyrian le ponía la chaqueta, deslizó la mirada sobre su cuerpo. Kiara ardió con el deseo. Nykyrian vestía con unos pantalones de cuero apretados y una chaqueta a medida sin una camisa debajo. Su carne morena y musculosa, le suplicaba a su mano que la tocaran. Si no fuera por Hauk y Darling, lo hubiera arrastrado por las escaleras para sosegar la necesidad ardiente que había dentro de ella. Se lamió sus labios resecos mientras se encontraba con los ojos de Nykyrian. El calor manchó las mejillas de Nykyrian al percatarse de su mirada hambrienta.
La risa de Hauk reverberó en el lugar.
—¡Esta puede ser la primera vez en mi vida que he visto a este muchacho ruborizarse! —Nykyrian lo miró con un ceño sombrío. Hauk retrocedió un paso, pero seguía sonriendo.
Murmurando una maldición en Andarion, Nykyrian desató el cabello de Kiara y le hizo tres trenzas, y luego la juntó en una sola. Le enderezó el cuello de su chaqueta y se enfrentó nuevamente a Darling y a Hauk.
—¿Ahora que piensan? —preguntó.
Hauk negó con la cabeza.
—Todavía sigo creyendo que ella es condenadamente atractiva. ¡Va a hacer que nos maten!
—Relájate —dijo Darling—. Shahara va allí todo el tiempo y nadie la molesta nunca.
Hauk resopló.
—Eso es porque ella te mataría con solo preguntarle como esta el clima.
Kiara levantó la mirada hacia Nykyrian, temerosa de que pudiera hacerles caso. Después de haber tenido una vida llena de restricciones a su libertad, quería ver desesperadamente una real cueva de contrabandistas y delincuentes.
Nykyrian agitó la cabeza ante Hauk.
—La vigilaremos de cerca —dijo él, tomando su mano.

* * * * *
 El tiempo pasó rápidamente para Kiara mientras llegaban al enorme planeta conocido como Touras y a la ciudad portuaria llamada Tondara.
Atracaron en la bahía más mugrienta que Kiara había visto en su vida. Cuando se levantó la compuerta, casi se ahoga con el penetrante olor de la basura podrida y olores de cuerpos. Quizá debió haber escuchado a Hauk y se debió haber quedado en casa después de todo. ¡Ese lugar era asqueroso!
Nykyrian la soltó.
—Tienes que saltar sola. Actúa como si supieras lo que estás haciendo y si alguien te mira, grúñele.
—¿Hablas en serio?
—Bastante.
Definitivamente quería irse a casa. Con un largo suspiro, saltó e hizo lo que le había dicho. Cuando sus pies cayeron sobre el pavimento, le produjo un dolor desagradable en sus rodillas.
Kiara chilló cuando varias especies sin identificar de bichos le pasaron por los pies, corriendo hacia un montón de basura cercano. Varios seres se volvieron para mirarla fijamente con mucho interés. Tragó saliva, levantando la mirada para ver a Nykyrian saltando hacia ella.
Él les puso un ceño feroz a los espectadores, y entonces murmuró entre dientes:
—Odio saltar hacia el pavimento. Eso acaba con mis rodillas.
Kiara sofocó una sonrisa. Darling y Hauk se les unieron.
—Aquí hay una multitud —dijo Darling, al observar las naves apiñadas dentro de la bahía.
Hauk estrechó los ojos.
—Creo que debemos retroceder antes de que nos pulvericen.
Nykyrian empujó a Hauk hacia la entrada.
Los miembros de Kiara temblaban al ver a los sucios individuos que los observaban mientras se acercaban a la puerta. Ellos parecían demasiado inclinados a clasificar a sus compañeros según su tamaño.
—No cruces la mirada con nadie —le advirtió Nykyrian, mientras envolvía un brazo posesivamente alrededor de ella.
Kiara asintió con la cabeza, un nudo de terror le bloqueaba el paso de sus palabras en su garganta. Cuando las puertas se abrieron, ella retrocedió. La música sonaba tan fuerte que hizo que su cuerpo se estremeciera en un segundo.
Su curiosidad se marchitó con una ola de pánico. Después de estar con Nykyrian y su grupo, había pensado equivocadamente que la mayoría de los contrabandistas eran similares a ellos, pero estaba en un error. Los hombres, mujeres y forasteros que se movían dentro del club oscuro eran los más rudos e intimidantes individuos que había visto alguna vez y no tenía duda de que cualquiera de ellos mataría a alguien con solo mirarlos con sospecha.
Las luces oscuras pestañeaban en el techo. El hedor del alcohol se alojó en su garganta. Las criaturas dieron volteretas unas encima de otras, empujándose, buscando pelea. Sus piernas temblaron.
Nykyrian pagó su entrada.
—No te harán daño mientras estés junto a nosotros —gritó él en su oreja, tratando de sobreponerse al ruido y guiándola hacia la muchedumbre.
Hauk le puso una mano en el hombro, permitiéndole saber que estaba detrás de ella. Literalmente.
—¡Hay una mesa adelante! —gritó Darling, apartando a la muchedumbre que lo rodeaba.
Kiara soltó un suspiro de alivio cuando llegó a la mesa indemne. Por lo menos en la sección de las mesas no estaba tan atestado de gente. Cuando todos se sentaron, una especie desconocida les trajo bebidas.
—Ella es nueva —ceceó entre labios burbujeantes—. ¿Qué le sirvo?
—Grenna —replicó Nykyrian.
La camarera parecía sonreír, pero Kiara realmente no podía afirmarlo al verle esos labios extrañamente formados.
—Es bueno verte de nuevo, guerrero. Me había empezado a preocupar de que alguien le hubiera dado un tiro de gracia a tus muchachos.
Nykyrian sonrió con afectación.
—Tú nos conoces bien, Vrasna.
Vrasna levantó la mirada hacia Nykyrian de una forma, que hizo que Kiara quisiera hundirse debajo de la mesa.
—¿Ella es tuya?
Nykyrian asintió con la cabeza.
Vrasna le apretó el hombro.
—Lo regaré por ahí.
Kiara observó la partida de la criatura.
—¿Qué es eso? —preguntó, reparando la forma elegante en la que Vrasna se movía en cuatro patas.
Nykyrian dibujó una pequeña sonrisa.
—Aunque no lo creas, ella es hembra —Nykyrian le dio su bebida.
Kiara tomó un pequeño sorbo, entonces abrió la boca como una tarta, cuando el líquido espeso le abrió un hoyo en su lengua. Las lágrimas picaron en sus ojos.
—Asqueroso, ¿no es así? —le preguntó Darling, mientras le daba su vaso de agua.
Agradecida por su preocupación, Kiara tomó un gran sorbo tratando de apagar el fuego en su boca.
—La encontré —le gritó Nykyrian a Hauk—. ¡Protege a Kiara con tu vida!
Kiara observó como Nykyrian los dejó, su corazón golpeaba de miedo y de preocupación. No sabía a quien perseguía, solo esperaba que Nykyrian no estuviera corriendo hacia el peligro.
Lo observó mientras cruzaba el cuarto y se encontraba con una mujer rubia sumamente atractiva. Sus ojos se estrecharon. Los celos royeron su interior tan ferozmente, que estuvo tentada de apartar a la muchedumbre para reclamarlo como suyo. Entonces, cuando Nykyrian llevó a la jovencita a la parte trasera, ardió mucho más.
La risa retumbante de Hauk invadió sus orejas.
—Relájate —dijo—. Nykyrian necesita información, nada más.
Su explicación, pensó Kiara, no la satisfizo aún.
Minutos después, Hauk se excusó para ir detrás de un viejo amigo. Darling se movió para sentarse al lado de ella. Le cubrió sus manos temblorosas con las suyas y le dio un tierno apretón para animarla.
—¡Darling!
Kiara saltó al escuchar ese sonido en su oreja. Un hombre alto, guapo, se sentó en una silla del otro lado de Darling.
—Te ves como el infierno, compañero.
Kiara estudió el hermoso rostro del hombre. Las cejas de color ébano se extendían sobre unos alegres ojos avellanos, paralelas a sus mejillas. Su cabello oscuro le llegaba hasta los hombros y lo llevaba atado con una coleta.
Él le susurró algo en la oreja de Darling, y luego le pasó revista. Una sonrisa seductora se dibujó en sus labios y Kiara se preguntó cuantas mujeres se habían desmayado por eso.
—Saludos, hermosa —él extendió su mano hacia ella.
Echándole un vistazo a Darling, Kiara esperó verificar su amistad con el hombre.
—Kiara este es mi mejor amigo, Caillen Dagan, extraordinario contrabandista y asesino de damas extremo —gritó Darling.
Con cautela, ella estrechó la mano de Caillen. Él levantó la mano hasta sus labios y le plantó un caluroso beso en sus nudillos. Al soltar su mano, la miró fijamente a los ojos, dibujando una sonrisa de una forma que Kiara estaba segura, habría echo desvanecer a las mujeres en sonrisitas.
—¿Kiara Biardi? —preguntó Caillen sorprendido.
Ante su asentimiento, su sonrisa se ensanchó.
—Guay. ¡Es un privilegio a un mayor, compartir estos tragos contigo!
Darling empujó el hombro de Caillen.
—No hagas eso con ella —le advirtió. Darling volvió su rostro hacia Kiara—. Caillen es bastante inofensivo, lo que pasa es que cree que todas las mujeres que respiran se mueren por arrastrarse a su cama.
—La mayoría lo hace —contestó Caillen con una risa contagiosa.
—¡Hola Caillen! —le dijo una atractiva pelirroja, mientras se apoyaba en el hombro de Caillen para besarle su mejilla.
Caillen arrugó su nariz y envió a la mujer a volar. Kiara miraba a Darling, mientras este le ponía una cara de incredulidad a Caillen.
—¡Creo que esta puede ser la primera vez desde que llegaste a la pubertad, que has permitido que una mujer bonita se escape sin que la molestes!
Caillen resopló.
—Sí, bueno, es que Lila es una mujerzuela ubicua. Alguien debería pintarle una x en su trasero y señalar este lado abajo.
Los ojos de Kiara se ensancharon ante su cruda respuesta.
Caillen se encogió de hombros, con esa irresistible sonrisa de nuevo.
—Lo siento por eso —le dijo a Kiara, antes de tomarse un trago del vaso de agua de Darling—. Tiendo a permitir que mis modales se resbalen en los momentos menos indicados.
De repente, se apoyó en la mesa y le brindó una mueca seductora.
—Espero que no seas la novia de Darling.
—Es la de Nykyrian —respondió Darling por ella.
El rostro de Caillen palideció.
—Me largo de aquí —dijo, mientras se ponía de pies. Se volvió y miró con sospecha a Darling—. Por qué no me dijiste que él estaba aquí, y que me le estaba lanzando a su mujer. Jesús, Darling, que estás tratando de lograr, ¿que me destripen?
Darling se encogió de hombros, dibujando una sonrisa en su rostro.
—Realmente, estoy disfrutando tu vergüenza.
—Ja, ja —ladró Caillen, ofreciéndole a Kiara una tímida sonrisa. Su cara se tornó seria—. Arturo le preguntó a Kasen por tí. Ella le dijo que estabas visitando a Ryn. No creo que le haya creído, así que vigila tu espalda.
—Lo haré.
Con una inclinación de cabeza hacia ellos, se internó en la muchedumbre.
Kiara observó la sonrisa en el rostro de Darling.
—Ese es un humano muy interesante.
Darling asintió con la cabeza.
—Vale su peso en alivio cómico.
Kiara retorció la pajilla en el vaso de Nykyrian con sus dedos.
—Pensé que Nykyrian era tu mejor amigo.
Darling se apoyó en el respaldo de su silla y estudio su cara.
—Nykyrian me protege y lo quiero por eso, pero él es demasiado serio. Por otro lado, Caillen toma la vida a paso largo, siempre con un chiste sobre ella —encogió los hombros y tomó su vaso de agua—. No se por qué, pero el simplemente me hace reír.
Kiara asintió, comprendiendo demasiado bien la importancia de reír.
—¿Tú y Caillen son amantes?
Darling negó con la cabeza y sonrió.
—No, Caillen es estrictamente heterosexual. —echó un vistazo alrededor de la muchedumbre—. ¿Todavía estás nerviosa?
Kiara respiró profundamente.
—Un poco —dijo, pero dentro de ella sabía que era mucho más.
Darling tomó su mano fuera de la mesa y rastreó la línea de sus dedos.
—Tocando —una malévola voz gruñó entre ellos.
Darling le soltó la mano y se puso de pies.
—¿Qué estás haciendo aquí? —chasqueó.
El hombre que los miraba con rabia era guapo y mayor. Unas líneas débiles estropeaban su boca cruel. Su pelo encanecido era castaño y corto, los ojos azules acerados los rastrillaban con una mirada fría.
—¿Te sientes heterosexual esta noche? —les sonrió con desprecio, agarrando a Darling por el brazo con un áspero asimiento que hizo que Kiara se encogiera en respuesta.
—¡Se suponía que no debías salir de casa hasta que te lo dijera!
Kiara tragó saliva, ese debía ser Arturo. Aterrada, miró en medio de la muchedumbre intentando encontrar a Nykyrian, a Hauk o a Caillen, pero no vio a nadie que le pareciera familiar.
—Por qué simplemente no te marchas —gritó Darling, con su temperamento fuera de control—. Te dije que no iba a regresar a casa.
La respuesta de Arturo fue un doloroso revés. Darling cayó contra la mesa, trastornado. Sin pensarlo dos veces, Kiara se levantó y empujó a Arturo apartándolo de Darling. Apenas si lo movió.
Con una maldición resonante, él la golpeó fuerte, lanzándola hacia un grupo de hombres. Ignorando el escozor de su mejilla, Kiara se levantó del suelo, pensando en regresar a la lucha, pero se encontró rodeada de un grupo de humanos apestosos.
—Perdónenme —dijo, intentando pasar a través de ellos.
—¿A dónde crees que vas? —le preguntó uno de ellos, con una sonrisa repulsiva.
—No creo que ella vaya a ninguna parte —le respondió otro, antes de agarrarla por la cintura y tirarla de vuelta al resto del grupo.
El terror la devoró, tenía que hacer algo. Kiara luchó contra el asimiento del hombre, arañándole las manos. Con una maldición acalorada, la lanzó sobre su hombro. Kiara chilló y gritó, pero no consiguió liberarse.
Al levantar la mirada, vio como Arturo arrastraba a Darling a través de la puerta trasera. Renovó su forcejeo con vigor. ¡Tenía que ayudarlo!
El hombre que la sostenía se burló de sus esfuerzos y la hizo rebotar fuertemente contra su hombro. Soltó su respiración con un ruidoso y doloroso jadeo. Ella le tiró del cabello y le arañó su cuello expuesto.
El hombre la sacó de la bahía de desembarco y la tiró en el suelo sucio dónde aterrizó de un fuerte porrazo. Kiara gimió ante el dolor que atravesó todo su cuerpo, sus costillas y espalda se arquearon hasta el punto que pensó que estaban rotas.
—Pagarás por esto, harita —gruñó el hombre, mientras sacaba una daga enorme de su bota.
Kiara se estremeció, en su mente veía a Chenz, viniendo detrás de ella desgarrándole el cuerpo con su cruel hoja.
Los demás hombres pertenecientes a su grupo la rodearon. No podía huir por ninguna parte. Tragándose el miedo, clavó los ojos en la hoja brillante. Esta brillaba mientras él la levantaba. Demasiado aterrada como para moverse, Kiara esperó su descenso. De repente, esta fue quitada de su mano.
—¿Qué crees que estás haciendo? —ladró Nykyrian, balanceando el cuchillo debajo de la barbilla del hombre.
Una gota de sudor se deslizó por la sien del hombre.
—Este es un problema de humanos, Andarion.
La mirada fría del rostro de Nykyrian hizo que un escalofrío recorriera la espina dorsal de Kiara.
—Ella es mi compañera, lacra. Lo que hagas con ella es mi problema.
Kiara miró como el hombre se estremecía sin control. Levantó la mirada hacia ella, luego hacia Nykyrian, y nuevamente hacia ella.
—¿Eres su compañera? —chilló.
—Sí —contestó Kiara con convicción, temblando del alivio de que Nykyrian hubiera salvado su vida. De nuevo.
Nykyrian arrastró el cuchillo debajo de la barbilla del hombre, dejando un pequeño sendero de sangre antes de extender su mano hacia Kiara. Agarrando gustosa, esa línea de vida, permitió que él la incorporara.
—Lo siento —dijo el hombre de prisa, limpiándose la sangre de su barbilla con el reverso de su mano—. Ella se chocó con nosotros. No tenía ni idea. Quiero decir… bueno…
—Yo sugiero que te marches —gruñó Nykyrian, mientras le mostraba sus dientes al hombre.
El grupo corrió tan rápidamente que Kiara no lo podía creer. Agitada con sus emociones, Kiara enterró su cabeza en el hombro de Nykyrian sonriendo de histérico alivio.
—¡Si les hubieras dicho buuu, creo que se habrían muerto del miedo!
Nykyrian la sostuvo contra sí, aliviándole el temblor de sus miembros con los brazos.
—¿Qué sucedió? —le susurró él contra su pelo.
Kiara soltó una respiración temblorosa.
—Hauk vio a alguien que conocía. Entonces Darling y yo estábamos hablando… Arturo se presentó. ¡Él tiene a Darling!
El cuerpo de Nykyrian se puso rígido.
—¿A dónde se fueron?
—Salieron por la puerta trasera.
Nykyrian la trajo de vuelta al club por el brazo y a travesaron la muchedumbre. Cuando encontraron a Hauk, Nykyrian lo agarró con una maldición furiosa. Luego salieron por la puerta trasera. Nykyrian caminó alrededor, examinando el área.
—Recuérdame después que te mate —le dijo él amargamente a Hauk, con la cara retorcida en un gesto de rabia.
—¿Qué sucedió? —preguntó Hauk confuso, al mirar a Kiara.
Nykyrian retorció su labio.
—Nada de gran importancia. Arturo tiene a Darling.
—¡Mierda! —Hauk se pasó la mano con impaciencia por el cabello—. ¿Adónde crees que fueron?
—No tengo ni idea.
Caillen salió corriendo a través de la puerta trasera.
—¿En dónde está Darling? —le preguntó a Nykyrian.
—Lo tiene Arturo.
Caillen soltó una maldición que hizo que Kiara se ruborizara.
—Kasen solo me dijo que los vio juntos hace un momento. Así que ayúdame, ¡porque voy a estrangular a esa mujer!
—¿Tienes idea a donde Arturo pudo haberlo llevado? —le preguntó Nykyrian a Caillen, mientras tomaba la mano de Kiara.
—Quizás.
Nykyrian tomó su intercomunicador y llamó a Rachol y a Jayne para que empezaran la búsqueda. Luego le entregó su intercomunicador a Caillen.
—Mantén contacto con ellos. Llevaré a Kiara a la casa, y luego me uniré a la búsqueda.
—¿Cómo nos mantendremos en contacto contigo? —preguntó Caillen, mientras se envolvía el intercomunicador en su cinturón.
—Yo tengo el intercomunicador de Darling en la casa.
La culpa carcomió a Kiara mientras Nykyrian la llevaba en su nave. Si ella no hubiera estado en problemas otra vez, Nykyrian hubiera podido salvar a Darling a tiempo.
—Lo siento —susurró ella, mientras despegaban de la bahía.
—Tú no hiciste nada —dijo Nykyrian con un suspiro—. Debí haberlo pensado mejor antes de dejar a Hauk con ustedes dos. A veces no piensa.
Kiara permaneció en silencio el resto del viaje, con sus pensamientos dando vueltas en torno a lo que había pasado. Rezó para que Darling estuviera bien.
Nykyrian la llevó corriendo a la casa, recogió el intercomunicador y se marchó antes de que pudiera desearle incluso suerte. Con el corazón pesado, se acostó en la cama.
Yació por horas mirando a las estrellas que brillaban sobre su cabeza, rezando porque todos estuvieran con vida. Cuando vio a la nave de Nykyrian sobrevolando en el techo, su corazón latió de alivio. Recogió su túnica y bajó las escaleras rápidamente para esperar que entrara a la casa. Las lorinas se enroscaron en sus piernas, maullando suavemente.
Un Nykyrian exhausto atravesó la puerta. Dejó caer su casco al suelo y abrió los brazos para recibir su abrazo firme.
—Lo encontramos —dijo él cansado.
—Espero que hayas hecho pedazos a Arturo.
Nykyrian le mostró una de sus manos. Los nudillos estaban hinchados y sangrientos.
—Hice mi mejor esfuerzo.
Kiara sonrió, mientras le apartaba un mechón de pelo de su rostro.
—¿En donde está Darling?
Nykyrian se apartó de ella y se dirigió a las escaleras.
—Se quedó con Jayne y su esposo.

* * * * *
Él hizo una pausa en su segundo paso y se volvió para mirarla a la cara.
—Te daría cualquier cosa si me llevas arriba.
Kiara sonrió.
—¡Vamos, soldado, Muévalo! —Kiara lo empujó de su trasero.
Un gemido se le escapó cuando su mano se resbaló entre sus muslos.
—Si sigues haciendo eso, podría revivirme después de todo.
—Escúchate —lo amonestó ella—. Me dices eso después de que perseguiste a esa rubia esta noche.
Nykyrian se tiró en la cama.
—Yo necesitaba información —bostezó sobre la almohada.
Kiara negó con la cabeza.
—Si el universo pudiera ver a Némesis ahora mismo, dudo que creyeran que eres una terrible amenaza.
Ella esperó su respuesta.
—¿Nykyrian? —Kiara se inclinó sobre él, y se dio cuenta que estaba dormido.
Una sonrisa se dibujó en sus labios. Darling le había dicho que solía cansarse así. Suspirando, apagó las luces. Kiara le quitó la ropa, las dobló pulcramente, y las puso en el armario.
Un caluroso hormigueo latió dentro de su pecho cuando lo miró a través de la luz tenue del cuarto. Se veía tan pacífico. Rezó para que tuviera una noche libre de pesadillas. Pero ella sabía que no iba a ser así.
Sabía que había noches en las que él realmente no dormía. En esas noches lo escuchaba llamar a su madre, maldiciéndola, llorando por ella, o a veces recordaba sus misiones y se despertaba temblando. Kiara se preguntaba si él recordaba sus sueños. Si lo hacía, nunca se lo había mencionado después.
Apartándole él cabello de su mejilla, besó el área rasposa. Nunca lo dejaría.
Kiara lo cubrió con una manta, se acomodó a su lado y envolvió los brazos sobre él. Con un suspiro de felicidad, se durmió.

* * * * *
 Kiara se estaba cepillando el cabello, sus mejillas ardían ante la mirada lujuriosa de Nykyrian. Él estaba apoyado en la cama, con una sonrisa inteligente dibujada en sus labios.
—¿Te diste cuenta que te casaste conmigo anoche?
Su mano se detuvo a medio camino.
—¿Yo qué?
Él asintió con la cabeza.
—En la ley de los Andarion, dos personas que profesan, sin ser forzados, que son pareja delante de otro individuo, están casados.
Una calurosa emoción se disparó a través de su cuerpo.
—¿Hablas en serio? —dijo ella casi sin resuello, mientras bajaba el cepillo.
Él apartó la mirada de ella, con una expresión estoica en el rostro.
—Me parece que quieres el divorcio.
Kiara se mordió su labio inferior, con una sonrisa dibujada en sus labios.
—Déjame pensarlo. Me gusta eso de ser la Tara de Némesis. —Kiara se sentó a su lado en la cama—. ¿Pero todo fue así de fácil?
Él le acarició la mejilla, dibujando un sendero ardiente a lo largo de su mentón.
—Así es. Los Andarions no realizan grandes ceremonias ilustres. —Él tomó un trago de su jugo.
Kiara le dio la espalda en un gesto falso de pretensión.
—Bueno, nunca pensé que el día de mi boda sería tan tranquilo.
Él sonrió.
—Un divorcio también es fácil de adquirir.
Ella negó con su cabeza, sus rizos revolotearon bajo su rostro.
—Ah no. ¡Tú estás unido a mí ahora!
La mano callosa de Nykyrian se movió de la taza a su mejilla. La expresión de su rostro era difícil de descifrar, y la preocupó.
—¿Qué sucede?
Él la besó en la coronilla.
—Creo que te llevaré a donde tu padre hoy.
La sorpresa la conmocionó. Miró sus encantadores ojos verdes, sin estar completamente segura de querer ir a casa.
—Mi padre te dispararía si se entera de que estamos casados —dijo ella con una sonrisa, mientras deslizaba una mano debajo de la manta.
Cuando su mano se cerró alrededor de él, Nykyrian expulsó su jugo por la nariz. Kiara sonrió.
—Eso fue muy cruel —la acusó.
Ella se mordió el labio, brindándole una sonrisa seductora.
—¿El matrimonio es legal sin la consumación?
Nykyrian puso el jugo sobre la mesa de noche. Antes de que Kiara pudiera pestañear, la tenía de espaldas en el colchón. Le dio la bienvenida a su beso, a la fuerza de sus manos sobre su cuerpo. Él le arrastró sus besos por la oreja, mordisqueando su lóbulo suavemente. Los escalofríos dispararon un calor blanco a través de su cuerpo.
Por todas partes que él la tocaba, ella quedaba anhelante de placer. Hundió sus talones en el colchón y arqueó su espalda para encontrarse con él. Nunca se había sentido tan deseada, tan viva.
Kiara recorrió con sus manos los planos de su espalda, percibiendo las cicatrices. Él le pertenecía y nadie se lo arrebataría nunca, se aseguraría de eso.
—Ahora —jadeó ella, mientras él le besaba los labios.
Obedeciéndola, le apartó las piernas con sus rodillas. Kiara gimió cuando entró en ella. Se deleitó con el placer de sentirlo y el conocimiento de que ambos se pertenecían mutuamente.
Su liberación llegó rápidamente.
—Te amo —le dijo ella, al acariciarle el cabello que tenía sobre el rostro.
Su respuesta fue un profundo y mágico beso.
Se quedó encima de ella, su cuerpo fuerte se amoldaba al suyo. Kiara se olvidó de su carrera, de su vida. Todo lo que quería era a Nykyrian.
Yacieron silenciosos durante varios minutos. Kiara sentía como su corazón volvía a latir normalmente. Besó la piel salada de su cuello, disfrutando del olor almizclado que hacía parte de él.
—¿Te importaría bañarte conmigo? —preguntó él.
Kiara sonrió.
—Me encantaría.
No tardaron mucho tiempo bañándose y vistiéndose. Casi demasiado pronto, abordaron la nave y se dirigieron a Gouran. Kiara tenía miedo de encontrarse con su padre. No sabía como reaccionaría él con sus noticias, pero estaba segura que no le iban a hacer ninguna gracia.
Cuando Gouran quedó a la vista, quería pedirle a Nykyrian que se diera la vuelta. Pero sabía que no podía hacerlo. Su padre estaba angustiado por ella. Rezaba para poder hacerlo razonar y que no metiera en la cárcel a Nykyrian cuando llegara. Cien naves los rodearon cuando entraron al espacio aéreo de Gourish.
—¿No crees que tu padre está un poco molesto? —preguntó Nykyrian.
Ella pudo haberlo notado sin necesidad de escuchar su sarcasmo. Kiara miró fijamente al tenebroso número de naves.
—Baje su escudo y apague su propulsor principal —pidió el director.
Nykyrian se tensó cuando una luz de advertencia les notificó que eran los objetivos de un sistema de armas de otra nave.
—No hay necesidad de tanta hostilidad —dijo serenamente.
—¡Conocerás mi hostilidad cuando aterrices, hijo de perra!
El grito atronador de su padre reverberó en sus orejas.
—Papá, todo está bien —dijo Kiara, rezando para que él se tranquilizara.
—¿Ángel? —su voz sonó temblorosa—. Gracias a Dios que estás viva.
El nudo que tenía en su estómago se apretó mucho más.
—Ves, todo está bien —le dijo ella a Nykyrian en voz baja, sin estar segura si sus palabras eran para tranquilizarla a ella o a Nykyrian.
Aterrizaron dentro de la bahía principal. Kiara tembló de aprehensión. Cuando su padre estaba enfadado, no era razonable. Observaba como mil armas eran apuntadas por una multitud de soldados que estaban en la bahía.
—¡Envía a Kiara abajo primero! —gritó su padre.
Las manos fuertes de Nykyrian desataron su casco y su cinturón de seguridad.
—Todo está bien —susurró él—. Haz lo que él dice.
Kiara asintió. Su cabeza estaba alarmada con el pánico, el miedo y la rabia, mientras descendía por la escalera de mano. Se acercó despacio a su padre, incapaz de creer que todos esos soldados estuvieran agrupados allí.
—¿Qué significa esto?
Tiarun le puso las dos manos heladas en sus mejillas, y le dio un abrazo fuerte. Ella también lo abrazó, pensando en que quizá él debía estar más tranquilo ahora que la había visto sana y salva.
—Papá, es tiempo de que detengas esto —miró a Nykyrian, quien estaba lejos de su nave con una pistola apuntada a su cabeza.
—Tienes razón, Ángel. —Él le sonrió—. Es tiempo de ponerle fin a esto. Alguien tiene que hacerlo.
Sus brazos se apretaron alrededor de ella mientras le hacía una señal a sus hombres.
—¡Dispárenle!
La orden de su padre la aterrorizó.
—¡No! —gritó ella, intentando liberarse.
El asimiento de su padre se incrementó y ella dio vueltas alrededor. Su padre la mantenía aferrada de sus brazos, impidiéndole correr hacia Nykyrian.
—¡No! —gritó ella de nuevo, pero nadie la escuchó. La luz hizo erupción dentro de la bahía. Nykyrian retrocedió por los disparos.
Kiara se heló. Ningún sonido salió de sus labios cuando se derrumbó en el suelo, con un grito de rechazo al interior de su alma, con las manos de su padre todavía cerradas a su alrededor, impidiéndole correr hacia su marido.
—Él está muerto —dijo un soldado, incorporándose del lugar en donde yacía Nykyrian.
Kiara no podía respirar. Quería morirse. Todo era un error, tenía que serlo. Los sollozos estremecieron su cuerpo, mientras una agonía insoportable desgarraba su alma.
—Dispongan del cuerpo —las tropas se despidieron. Kiara miró fijamente a su padre, incapaz de creer que fuera tan frío, tan cruel.
—Te odio —le gritó ella, cuando él se movió para ayudarla a levantarse. Se retorció inútilmente en sus brazos. A pesar de su renuencia a salir de la bahía, su padre la sacó de allí, olvidando su dolor.
Dos soldados se quedaron para hacer la limpieza en la bahía. Nykyrian hizo su mejor esfuerzo de no respirar profundamente. Nunca había estado más adolorido en su vida. Por lo menos le habían disparado cuatro tiros a quema ropa.
—Estamos muertos —susurró Tañeron—. Si Biardi se da cuenta de esto, me arrancará las pelotas.
Una vez más en su vida, Nykyrian le agradeció a Dios la lealtad de los miembros del OMG. En momentos como este, los espías eran sumamente valiosos.
—¿Ahora como rayos vamos a sacarte a ti y a tu nave de la bahía? —preguntó Tañeron, mientras le echaba un vistazo nervioso a la bahía.
Nykyrian cerró los ojos para soportar una ola de dolor.
—Dile a control, que vas a conducir a mi nave con control remoto, para librarte de mí —susurró.
Tañeron sonrió.
—Brillante.
Nykyrian luchó por permanecer flácido cuando lo recogieron y lo descargaron en el asiento de su nave. Los gritos de Kiara hacían eco en sus oídos y deseó poder encontrar una manera de contarle que estaba bien, en pocas palabras.
El dolor lo atravesó y por un momento, temió que pudiera desmayarse. Su nave anduvo tambaleándose mientras realizaban el despegue a control remoto.
Tanta sangre lo cubría, que no podía deducir en que lugar estaba herido. Esperó hasta que salió de órbita antes de sentarse y tomar el control de su nave. El dolor nubló su mente, embotando sus pensamientos. En cada segundo que pasaba parecía aumentarse cada vez más su agonía palpitante. Cuando llegó a casa, no podía casi moverse.
Nykyrian salió tambaleándose de su nave, mientras su vista se oscurecía. Tenía que llamar a Rachol para que sanara sus heridas. En la proporción en la que iba, se desangraría hasta morir en menos de una hora. A pesar del sudor que cubría su cuerpo, estaba frío. Abrió la puerta de su casa, manchando de sangre los controles manuales.
Se liberó del casco y lo dejó caer de sus manos entorpecidas. Las lorinas se acercaron, confundidas por el olor de la sangre. Tenía que conseguir ayuda. Tenía que volver con Kiara.
Nykyrian dio un paso adelante y cayó arrodillado.
Trató de levantarse, pero el dolor no se lo permitió. Tenía que moverse, debía hacerlo. Su último pensamiento consciente fue el de una pequeña bailarina quien le había prometido, que nunca lo abandonaría.

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