sábado, 25 de febrero de 2012

DW cap 18

JERICHO SE DETUVO EN LA ESQUINA DE ST. ANN Y ROYAL mientras él y
Delphine esperaban a que Acheron se uniera a ellos. ¿Qué diablos estaba pasando?
Habían sido unos días extrañamente tranquilos mientras esperaban por el siguiente
ataque de Noir. Sabían que estaba llegando y colgaba sobre ellos igual que un manto.
Pero incluso así, tenía la tranquilidad de saber que Delphine estaba a su lado y se
enfrentarían a lo que se interpusiera en su camino.
—¿Qué estáis haciendo aquí?
Se volvió ante el sonido de la voz de Jared, sorprendido de verlo en Nueva Orleáns. Esa
era la primera vez que había visto al Sephiroth desde que dejaron Kalosis.
—Estamos esperando a Ash —respondió Delphine—. ¿Qué estás haciendo tú aquí?
Jared indicó a una pareja por encima de su hombro.
—Canguro para Demonios.
Delphine frunció el ceño cuando vio a un hembra Caronte con largo pelo negro, vestida
como una humana gótica en una minifalda, corsé y leggins a rayas, con otro demonio
vestido como un chico de un mundo de fantasía. La hembra casi pasaba por humana
excepto por el par de cuernos rojos en su cabeza.
Al igual que el Caronte, el pelo del demonio era negro, un revoltijo de mechones con
unas gafas protectoras enterradas en ellos. Tenía una pequeña barba de chivo y unos
guantes negros sin dedos que sobresalían de su abrigo. Pero lo más peculiar era un
conejito rosa enganchado a su cadera por un cinturón y un mutilado osito Teddy atado del
otro lado.
Yeah, se veían extraños, no había duda.
Y estaban comiendo un helado de dos bolas y mirando escaparates igual que dos
estudiantes a los que el mundo les trae sin cuidado. Al menos hasta que el chico acabó con
una mancha de helado sobre la nariz. Riendo, la chica lo borró, lamiéndose después los
dedos.
—¿Quiero saberlo? —preguntó Delphine.
—No realmente. Pero mientras no se estén comiendo a los turistas o nativos, es una
buena cosa y no me estoy quejando. —Jared inclinó la cabeza hacia la calle detrás de él.
—Ahí está Ash.
Delphine se volvió para verle cruzando la calle a zancadas con una mochila negra al
hombro. Su largo abrigo negro ondeando fuera de sus viejos jeans y camiseta “Criado por
Murciélagos” para lucir sus Doc Martens borgoña. Sí, Delphine estaba enamorada de su
marido y lo consideraba el hombre más atractivo del universo, pero había algo en Ash que
hacía que una mujer tomase nota.
Ash sacó un reloj de bolsillo para mirar la hora cuando se unió a ellos.
—¿Qué estamos haciendo aquí? —preguntó Jared.
Ash volvió a meter el reloj en su bolsillo.
—Estamos esperando.
Eso no pareció apaciguar a Jericho.
—¿Por?
Un jaguar XKR plata líquida llegó volando sobre la calle para hacer un agudo giro. Este
frenó de golpe y derrapó hasta aparcar en un espacio detrás de un camión negro a un lado
de la calle a pocos metros de donde estaban ellos.
La única manera en que Delphine pudiera haberlo duplicado habría sido utilizando sus
poderes.
Como si de una señal, la puerta se abrió. Un alto, locamente guapo hombre de pelo
negro con llamativos ojos negros salió del coche. Pero no fue eso lo que hizo que fuera
consciente de él. Lo era el doble arco y flecha sobre su mejilla.
Era el signo de un Dark-Hunter.
Y cuando el hombre se unió a ellos, Delphine sintió el poder y el odio que estaban
arraigados en él. Raras veces lo había sentido tan igualados. Ese hombre… tenía algunas
de las más raras habilidades con las que nunca se había cruzado.
Dejó caer una apenas tolerante mirada sobre Acheron antes de mirar a Jared con
repugnancia.
—¿Por qué estoy aquí, Rex? —Su voz estaba teñida con un acento Cajún y arrastró la
última palabra como un espinoso insulto
Ignorándolo, Acheron frunció el ceño ante el coche.
—Diablos, chico, ¿cuán vago eres? ¿Por qué no caminas? Sólo estamos a unos pocos
bloques de tu casa.
Rotó los hombros en un casual, a la par que irritante, encogimiento.
—Me gusta mi coche.
Ash puso los ojos en blanco.
—Jericho. Delphine. Pensé que quizás quisierais conocer al gilipollas al estáis ayudando
a proteger. Nick Gautier, estos son Jericho y su esposa, Delphine.
Jericho se detuvo sorprendido.
—¿Este es el Malachai?
Ash sonrió ampliamente con maldad.
—En toda su “dolor en el culo” gloria.
Nick le lanzó una mirada a Ash.
—¿Estamos ya todos, Papi? ¿Puedo ir a jugar con mis amigos si prometo ser un buen
chico? Incluso intentaré llegar a casa antes del toque de queda.
Ash se rió diabólicamente.
—Oh, absolutamente, hijo. De hecho, aquí vienen tus nuevos compañeros de juego.
Delphine se volvió cuando una Hayabusa11 de cuello largo rugió bajando la calle con un
sonido que era todo poder y rapidez. Esta aparcó justo en frente del camión,
bloqueándolo, seguido por un Lamborghini Murciélago, y otra Gixxer Hayabusa que
aparcó frente a esa.
Delphine cruzó los brazos sobre el pecho cuando se quitaron los cascos para mostrar a
una mujer increíblemente sexy con increíble cabello castaño rizado. Concedido, Delphine
no se sentía atraída por otras mujeres, pero tenía que admitir que la mujer era
absolutamente despampanante. Su equipo de motorista sólo acentuaba sus esbeltos y
largos miembros, y tenía un caminar que decía que patearía el culo de cualquiera lo
bastante idiota para cruzarse con ella en la dirección equivocada.
Después de bajar la cremallera de su chaqueta para mostrar un top de tirantes rojo
sangre, se puso un par de opacas gafas de sol Versace.
La otra moto la montaba un hombre con el pelo negro corto y recortada barba, ajustada
en agudos ángulos que le recordaba a Delphine a Tony Starks en Iron Man. Con unos
músculos muy desarrollados, tenía un contoneo que decía que no aceptaba una mierda de
nadie ni de nada. Una pequeña fila de aros ascendían por su oreja izquierda y sus brazos
estaban cubiertos con coloridos tatuajes.
El Lamborghini era conducido por un hombre que se veía letal con liso y largo pelo
rubio que llevaba recogido en una cola de caballo. Más esbelto que la morena, todavía
tenía un aura que decía que estaba dispuesto a hacerse con cualquiera que viera como un
enemigo.
Delphine había estado rodeada de guerreros y dioses durante toda su vida, pero nunca
había visto nada igual a las actitudes de tíos malos de ese grupo.
Cerraron filas igual que una manada de fieros leones listos para patrullar la jungla. No,
no patrullar…
Conquistar.
Ash los presentó cuando se unieron a su pequeño grupo.
—Tíos, os presento a Samia, la más fiera amazona en su tribu.
La mujer inclinó la cabeza hacia ellos.
—La enorme montaña es Blade. El más sangriento señor de la guerra en Mercia.
Blade no los reconoció en absoluto. Parecía más bien medirlos para las bolsas de
cadáveres.
Ash indicó al alto rubio.
—Ethon es un antiguo Ateniense. Sólo luchó con una brigada de Espartanos. Durante
miles de años después de que murió, su nombre fue el equivalente del hombre del saco en
la antigua Esparta.
Ethon destelló una encantadora mirada.
—Todo en una jornada laboral es buena. Así que aquí estoy, ¿a quién tengo que matar
ahora?
—Abajo, chico. Tengo otros planes para ti.
Ethon frunció los labios como si le doliera.
—Maldición, Acheron. No me digas que finalmente me liberaste del infierno para no
matar nada. Eso no está bien.
Ash le palmeó el brazo.
—No te preocupes. Estoy seguro que tendrás pronto tu oportunidad para matar y
mutilar.
Alzó la barbilla hacia otro hombre que se dirigía hacia ellos.
Delphine se volvió y jadeó con fuerza ante el último guerrero que se unió a ellos. Un
poco más bajo que los otros, era Asiático y cada pedazo era tan devastador y letal.
—Raden —dijo Ash cuando se unió a ellos—. Un entrenado Shinobi que nunca
aprendió a dejar enfriar la sangre.
—¿Por qué debería? La sangre siempre sabe mejor cuando está caliente.
Delphine arqueó las cejas ante eso. Por su tono y la manera en que se lamía los
colmillos, no sabía si estaba bromeando.
Ash ignoró su comentario.
—Tafari, Roman, Cabeza y Kalidas se unirán después a nosotros.
—Roman —escupió Samia—. ¿Te has vuelto loco?
Ash le envió una fría y contundente mirada que era incluso más mortal de lo que
parecía el grupo.
—Te comportarás y te mantendrás alejada de él, así que, o me ayudas, Sam… o no te
gustará la repercusión.
—Espumajo romano de mierda.
Nick dejó escapar un aburrido suspiro y puso los ojos en blanco.
—Sabes, tengo un aterrador deja vu aquí. Y honestamente, no me impresiona. Debería
conocer a esos…
—Ni lo menciones —dijo bruscamente Ash, cortando su siguiente insulto—. En el país
de los chicos malos sólo tú has terminado así. Si los Dark-Hunters tuvieran presidiarios,
esos serían ellos. Conocidos como los Perros de la Guerra porque eso es lo que destacan,
son de sangre fría e intolerantes. —Le palmeó a Nick en la espalda—. Enhorabuena, tío,
esos son tus nuevos protectores. Y al contrario que los otros Dark-Hunters, no drenan
unos los poderes de los otros.
Nick bufó.
—¿Cómo es posible?
Blade agarró a Ethon y le dio un cabezazo. Normalmente cuando un Dark-Hunter
asaltaba a otro sentían el golpe diez veces peor que la persona que lo recibía. Pero Blade no
mostraba signos de ello.
—El dolor es mi mejor amigo.
Ethon lo golpeó con fuerza en respuesta. Su propia nariz explotó con sangre, pero la
mirada en su cara decía que realmente no le importaba cuanto se lastimara a sí mismo. Se
limpió la sangre mientras Blade hacía lo mismo.
Ash suspiró mientras sacudía la cabeza.
—No es que sus poderes no se drenen. Es que son tan poderosos para empezar, que no
lo advierten realmente de la manera en que lo hacen los otros. Y como has visto, tienen un
profundo apego masoquista muy parecido a Zarek.
Nick estaba horrorizado…
—Estás volviendo siete…
—Ocho —lo corrigió Ash.
Nick maldijo en voz alta.
—¿Ocho de esos perdedores sobre Nueva Orleáns? ¿Te has vuelto loco? ¿Cómo vas a
controlarlos?
Ash se encogió despreocupadamente.
—Eso es por lo que tengo a Jericho, Jared y Zarek.
Nick farfulló.
—¿Culo Psicópata?¿Trajiste a Culo Psicópata de vuelta?
—Es Señor Culo Psicópata para ti, chaval —dijo Zarek materializándose detrás de Nick
y poniendo una mano hostil sobre su cuello. Apretó lo bastante fuerte para retorcerlo y
sacar un gruñido a Nick.
—¿Quién está haciendo de niñera de quién?
Jericho bufó.
—Parece que voy a ser el único que os va a hacer a todos de niñera.
Delphine se rió ante su horrorizado tono.
—Está bien, dulzura. Me aprovisionaré de Tiritas.

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