jueves, 23 de febrero de 2012

OSN cap 7

Stryker respiró entrecortadamente cuando Zephyra se inclinó a observar sobre la
Sfora. Olía tan bien que, literalmente, se le estaba haciendo la boca agua. Trazó con una
larga uña las nubes. Escalofríos se elevaron por el cuerpo mientras la imaginaba
recorriéndolas por su piel. Estaba tan duro y necesitado que era todo lo que podía
hacer para no aferrarla y empujarla cerca de él.
Lo mataría si lo intentaba. Sin mencionar que nunca la había maltratado. Había
hombres a los que destriparía sin ninguna vacilación, incluso algunas mujeres, pero
cuando se refería a ella… no estaba seguro si alguna vez lastimaría a la mujer que había
amado tanto.
Zephyra se congeló cuando fue consciente del repentino bulto en los pantalones
de Stryker. Los sutiles cambios en la respiración. No podía recordar la última vez que
había tomado un amante. Pero como la experiencia había sido lo suficientemente
pobre, había decidido tomar el asunto en sus propias manos y no decepcionarse de
nuevo.
Stryker nunca la había decepcionado. Había sido más que un habilidoso amante.
Había sido uno considerado.
Tragando, se empujó hacia atrás. Al menos hasta que la mirada se alojó en los
labios.
—También te he extrañado —susurró, antes de poder evitarlo.
Stryker se inmovilizó. Esas simples palabras lo quemaron cuando vio la manera
en que los ojos se oscurecían. Incapaz de soportarlo, la atrajo contra él, así podía
besarla. En el momento que los labios tocaron los suyos y la lengua navegó a través de
los dientes, estuvo ciego de necesidad. Cegado por recuerdos tan dulces y preciosos que
nunca pensó volver a experimentar otra vez.
Poniéndola sobre su regazo, gruñó por lo bien que se sentía ahí. Era tan pequeña
que apenas pesaba nada. Su aroma lo intoxicaba.
Zephyra gruñó ante lo bien que sabía, ante lo fuerte que se sentía y lo duro que era
el esbelto cuerpo. Odiaba lo mucho que había extrañado eso.
Lo mucho que lo había echado de menos. No lo iba a negar.
Once mil años después, el hombre aún encendía en llamas los sentidos.
Necesitándolo con una furia que no quería entender, se sentó a horcajadas en su
regazo y se inclinó lo suficiente para sacarle la camisa por la cabeza.
Una esquina de la boca se torció en una sonrisa socarrona.
Ella posó un dedo sobre los labios.
—Una sola palabra y te juro que te arrancaré la lengua.
—Entonces, ¿no te he ganado todavía?
Arrojó la camisa al suelo.
—Esto no se trata de ganar algo. Se trata de lujuria. Te quiero completamente
fuera de mi sistema.
—¿Tú crees que esto lo conseguirá?
—Tan pronto me dé cuenta de lo malo que eres en la cama, no querré tocarte de
nuevo.
Se rió mientras se levantaba con ella envuelta a su alrededor y entonces le apoyó
la espalda sobre el escritorio.
—Ah, bebé, nunca he sido malo en la cama.
Se burló, aún cuando sabía por experiencia que nunca la había decepcionado.
Esperanzadamente, sin embargo, la racha podía haber acabado y haberse vuelto peor
con la edad…
Zambulló la cabeza hacia la de ella para besarla de nuevo, mientras recorría con
las manos su cuerpo. Se estremeció de placer, especialmente cuando sintió el tamaño
del bulto entre las piernas. Lo deseaba desesperadamente.
Stryker alcanzó un botón de la blusa en el momento que algo golpeaba la puerta.
Frunciendo el ceño, alzó la mirada para ver cómo se abría con estruendo. Davyn cayó al
suelo en un ovillo sangriento ante un grupo de veinte demonios que entraron a través
del umbral.
—Toc, toc —gruñó Kessar—. Parece que hay un nuevo poder en la ciudad y no
eres tú.
Stryker retrocedió y levantó a Zephyra del escritorio. Regresando la camisa al
cuerpo con sus poderes, se plantó entre Zephyra y los demonios.
—¿Qué infiernos está sucediendo?
—Selección natural.
Kessar lo atacó.
Stryker siseó cuando el dolor inundó su cuerpo. Pero no era un joven inexperto
desacostumbrado a luchar. Convocando su negra armadura corporal, dio vuelta al
escritorio y lo lanzó contra el demonio. Kessar la evadió antes de enviar otra descarga a
Stryker, quién se la devolvió con una de su propia cosecha. Ambos poderes se
enredaron en un arco de chisporroteante color. Pero cada segundo que lo atacaba, le
costó físicamente. Sintió como se drenaba su fuerza y, dado el número de demonios que
entraban, un Daimon agotado era uno muerto.
—Corre, Phyra —le ordenó sobre su hombro.
—No sin ti. —Antes que pudiera detenerla, añadió su descarga a los demonios,
haciéndolos retroceder—. Necesitamos salir de aquí. Ahora —dijo.
Stryker miró hacia donde estaba Davyn inconsciente en el piso.
—Tenemos que sacar a Davyn.
—Déjalo morir.
—No dejo a mis hombres detrás. —Al menos no a quienes le eran leales, en
realidad. Aquellos como Desiderius, quienes tenían una cuestionable lealtad, eran más
que rápidamente sacrificables para él. Pero Davyn nunca le había dado una razón para
dudar de su servicio y por esos hombres Stryker podía morir para protegerlos.
Ella le gruñó.
—Ve por él y date prisa.
En el momento en que fue hacia Davyn, Kessar atacó. Agarró a Stryker por la
cintura y lo arrojó contra el suelo. Maldijo, pateando a Kessar.
—Tú, inservible saco de mierda apestosa. Suéltame.
Uno de los otros demonios fue por él. Stryker lo esquivó y capturó con la mirada a
Zephyra que tiraba uno al suelo.
—No dejes que te muerdan. Te convertirás en uno de ellos si lo hacen.
Rió maliciosamente mientras los ojos cambiaban a un brillante amarillo enlazado
con rojo.
—Un poco tarde con tu advertencia. —Capturó al demonio que estaba cercano a
ella y le torció el brazo. Este cayó al suelo gritando antes que lo apuñalara entre los ojos
y lo matara—. He estado ahí, he hecho esto, y ansío su sangre más de lo que ansían la
mía.
Kessar y los otros retrocedieron cuando se dieron cuenta que estaban tratando
con algo más que un ordinario Demonio.
—¿Tienes a tu amigo? —El tono vil irritó a Stryker.
Stryker levantó a Davyn del piso y se lo echó al hombro.
—No huyo de locos como éste. —Empezó a perseguir a Kessar, entonces se detuvo
cuando vio el pasillo con los cuerpos amontonados de su ejército Daimon—. ¿Qué
demonios está pasando?
—Convirtieron a tus Daimons en demonios. Si quieres vivir, mejor sal de aquí.
—No huyo.
Lo agarró y lo forzó a enfrentarla.
—Todos huimos a veces. Abre el portal y sácanos de aquí. ¡Ahora!
Stryker gruñó antes de obedecerla. Hasta que supieran mejor qué era lo que
estaba pasando, tenía que escucharla, aunque no quisiera.
Lo empujó fuera de Kalosis de vuelta al templo, donde estaba Medea. Aparecieron
en la habitación de Medea, donde su hija estaba sentada ante el ordenador.
—Ponlo sobre la cama —ordenó Zephyra a Stryker.
—¿Discúlpame? —Medea lució horrorizada ante el prospecto mientras se
levantaba—. No quiero a ningún hombre desconocido en mi cama.
—Esas palabras hacen orgulloso a un padre. Gracias por educarla bien. —Tiró a
Davyn sobre el edredón rosa y lo dejó allí.
Zephyra se mofó.
—No empieces conmigo. Podría considerar arrojarte de nuevo con los demonios.
Stryker se enderezó para observarla.
—Lo que me lleva a la pregunta de la hora. ¿Exactamente qué eres?
Dejó escapar un largo suspiro antes de contestar.
—Bueno, además de estar enojada, soy parte demonio.
Esas palabras lo enfriaron. Se veía tan normal y aún así… con sangre de demonio
en ella, era tanto de lo que sería capaz.
—¿Cómo?
Se encogió de hombros.
—Fui mordida por un gallu, el mismo que era propietario de Jared. Él pensó
convertirme en su estúpida admiradora. Maté al bastardo.
Medea suspiró.
—¿Por qué no le dices la verdad, Mamá?
—¿Verdad? —preguntó Stryker con el ceño fruncido.
Zephyra maldijo mientras le lanzaba una mirada a su hija. Los ojos echaban fuego.
—Bien. Negocié mi humanidad para que Medea pudiera vivir más allá del
cumpleaños veintisiete.
—¿De qué estás hablando?
—A diferencia de ti —se mofó Zephyra—, no tenía una diosa Atlante dispuesta a
enseñarme cómo tomar almas humanas para vivir. Pedí a Artemisa intervenir en
nombre de Medea, pero se negó. Me dijo que no revocaría la maldición del hermano, ni
siquiera por su propia sobrina. Después de haber perdido a mi nieto y a mi yerno a
manos de humanos, no iba a dejar morir a mi bebé por culpa de Apolo, así que
convoqué a un negociador y le prometí mi alma si la protegía.
Sonaba demasiado fácil, sólo que había un problema. Los demonios negociadores
no responden a pedidos Daimon.
—No puedes hacerlo. Sólo un demonio podría.
Le lanzó una altamente sarcástica mirada de apreciación.
—Eres todo un cerebrito, bebé. Y pensar que creí casarme por esos fabulosos
abdominales. ¿Quién creyera que todo ese poder cerebral estaba enterrado debajo de
esos abultados bíceps?
Medea hizo un sonido sofocado antes de hablar otra vez.
—Le permitió a un demonio alimentarse de ella y convertirla para así poder
convocar al negociador.
La mirada de sarcasmo mezclada con irritación fue transferida a Medea.
Haciendo caso omiso de los aguijonazos de Zephyra, Stryker estaba asombrado
por la capacidad de amar. Lo conmovió profundamente que hiciera tan gran sacrificio
para proteger a su hija. Era esa profunda capacidad de preocuparse por los que amaba
lo que había hecho enamorarse de ella en la antigua Grecia.
—Después de ser convertida, me volví contra el demonio y lo maté. La belleza de
un gallu. Si matas al que te muerde, recuperas el autocontrol y mantienes los poderes
del gallu para arrancar. Es realmente una belleza, excepto por la irritante sed de sangre
que se sumó a la que ya tenía debido a Apolo. Pero la vida no es sino una serie de
compensaciones, ¿eh?
Tal vez, pero todavía quedaba una pregunta sin contestar.
—¿Y Jared?
—Fue ofrecido a mí por matar al demonio gallu. Tomé custodia de él y luego clavé
al demonio en la pared de su propia casa. Nadie me amenaza a mí o a mi hija. Nunca. Y
nunca seré la esclava de nadie. Nadie me controla.
Podía respetar todo eso. Había hecho peores cosas a quienes mataron a sus hijos.
Excepto por Urian.
Sin ganas de pensar en eso, entrecerró la mirada en Zephyra.
—Eso explica tu avanzada edad. —Los demonios, aún si eran mestizos o
convertidos, estaban exentos de la maldición de Apolo—. Pero, ¿qué hay de ella? —
señaló a Medea con un tirón de la barbilla.
Zephyra cruzó los brazos sobre el pecho.
—Tuve que negociar mi alma por su vida, la cual está ahora atada a la mía. Es
extraño cómo los dioses hacen eso. Sádico y frío, en realidad. Pero no importa. A
diferencia de nosotros, no tiene que alimentarse de humanos para vivir, aunque es
técnicamente una Apólita. Incluso puede tener más hijos si encontrara un hombre que
valiera la pena.
—Encontré uno —dijo Medea, con voz quebrada—. Los humanos lo destriparon.
Zephyra le tocó levemente el brazo.
—Lo sé, bebé. No lo dije fríamente. También le quería. —Miró atrás, hacia
Stryker—. Es por lo que me aseguré de asesinar a todos los descendientes de las
familias que tomaron su vida y por lo que saboreé cada una de las muertes.
Stryker le lanzó un antiguo saludo militar.
—Y es por eso por lo que te admiro tanto. Un código guerrero hasta el fin. —
Sangre por sangre. Vida por vida.
Esa era la única cosa que habían visto, ojo por ojo.
Davyn gimió desde la cama hasta que finalmente él fue hasta ella. Levantando la
cabeza, se enfocó en Stryker.
—¿A cuántos de nuestros hombres mataron?
—No lo sé. ¿Qué sucedió?
—War. —La voz era débil y tensa, como si el dolor lo estuviera partiendo.
Apartó el cabello de la cara antes de arrastrarse a una posición sentada.
—Les dijo a los demonios que no debían ser más subordinados tuyos. Que debían
sublevarse y asesinarnos a todos para tomar Kalosis. Dijo que sería el perfecto refugio
demonio, una vez que todos los Daimons se les diese muerte o fueran convertidos.
Stryker gruñó por lo bajo.
—Bastardo traidor.
Zephyra se burló.
—Tú eres quien lo soltó.
—Para matar a Nick y a Ash —dijo a la defensiva.
Arqueó una ceja burlona.
—¿Qué creíste que haría después de eso?
—Asumí que me mataría a mí, no a mi gente.
Zephyra rió sarcásticamente.
—El nombre del hombre es War. ¿No te dio una pista sobre su personalidad? Sería
equivalente a conocer a Peone y esperar que la diosa de la represalia te perdone y
alegremente te deje ir a vivir una vida feliz.
Medea se frunció.
—Pensé que esa era Némesis.
Zephyra le lanzó una cómica mirada.
—Guárdate tus dioses Atlantes, dulzura. Peone es la retribución por el asesinato.
Némesis es la diosa del balance. Castiga a los que tienen demasiada felicidad o a los que
se escapan después de joder a la gente. Gran diferencia entre las dos.
—Ah. No importa. —Medea dio un paso atrás.
Stryker inclinó la cabeza hacia Zephyra.
—Estoy impresionado que aún recuerdes a los viejos dioses. Pero eso no cambia el
hecho de que necesito regresar a Kalosis y sacar a esos imbéciles de ahí.
—¿Por qué eres tan suicida?
—No soy suicida. La que está tirada allí abajo era mi gente, y no voy a dejarlos
morir sin mi liderazgo. —Se desvaneció.
Zephyra se endureció ante la abrupta partida.
—¿Regresó? —preguntó a Davyn.
Asintió.
—A mi Señor le gustan los juegos, pero no cuando se refiere a invasores. Metió
dentro a los demonios y sin duda se siente responsable.
Trató de transportarse a Kalosis, pero como no tenía una invitación abierta, no
podía.
—Davyn, ¿puedes abrir un portal?
Cerró los ojos, luego meneó la cabeza.
—Stryker debió cerrarme por fuera.
—Maldito. ¡Jared! —gritó, llamándolo de la misión de encontrar y matar a Nick.
Apareció ante ella al instante.
—¿Akra? —preguntó, usando la palabra Atlante para designar al propietario o
ama.
—Necesito que vayas a Kalosis y evites que muera Stryker. Ayúdalo a deshacerse
de los demonios.
—Tu voluntad es la mía —dijo en el más sarcástico de los tonos.
Estaba, en realidad, sorprendida que estuviera dispuesto a obedecer sin
argumentar. Pero un instante después, había desaparecido.
Medea arqueó una ceja confundida.
—Pensé que tu intención era matar a Stryker.
—Ah, querida, después de todo lo que el hombre me ha hecho pasar, sólo yo
merezco el honor. Estaría condenada si dejara que un demonio que explota me vaya a
robar ese placer.
Stryker usó una descarga de fuego para carbonizar a los demonios que estaban
cerca mientras se unía a los hombres y mujeres que se los estaban quitando de encima.
—¿Dónde está Apollymi?
—Detrás de ti.
Giró para verla ahí con los ojos ardiendo en rojo.
—Necesitamos mantener tu seguridad —le dijo, no queriendo que alguno muriera
sin que antes se hiciera hecho cargo de eso.
Arqueó una ceja ante eso.
—¿Desde cuándo mi seguridad te preocupa? Creí que me querías muerta.
Era verdad, eso quería. Pero no en ese momento.
—Quiero renovar mi alquiler de vida. Al menos por dos semanas más.
—En ese caso… —Abrió los brazos y formó un remolino alrededor de los
demonios.
Chillaron y gritaron cuando fueron envueltos y levantados del suelo.
Un agujero apareció en la habitación, succionándolos hacia el centro. Un momento
después, todos habían desaparecido.
Esa era una muy seria y accesible habilidad.
—Y esa, mis amigos, es la diferencia entre una completamente experimentada
diosa y un semidiós —dijo él en voz baja.
Con una expresión irreflexiva, giró hacia Stryker.
—Y que lamentablemente no durará, porque alguien —lo miró con un fulgor
enfadado— les dio entrada a mi reino. Tal vez, debería alimentarlos contigo, después
de todo.
—Dame un par de horas antes de hacerlo. Ahora, necesito hacer un inventario del
daño hecho a mis hombres.
—¿Desde cuándo te preocupa lo que les haya pasado?
No contestó. Era verdad que le gustaba pretender que no tenía sentimientos en
absoluto. Que estaba por encima de algo tan lastimero como las emociones. Pero sabía
la verdad.
Sufría y se preocupaba aún cuando no quería. No importaba cuan fuerte lo
intentara, todavía era un hombre.
—Mis hombres me necesitan. —Pasó junto a un enfurecido Savitar, quién se
estaba dirigiendo hacia Apollymi.
—¿Por qué no te quedaste quieta? —le gruñó enojado Savitar.
Ella le lanzó una fría y arrogante mirada.
—Soy la diosa de la destrucción. ¿De verdad pensaste que me quedaría quieta
mientras se abrían paso a mordiscos a través de mi hogar? —Torció los labios—.
Necesito que envíes a Sin tras de ellos. Es un dios Sumerio, debería patrullar su propio
panteón y limpiar este desastre.
Savitar resopló.
—Sabes que si lo hago, tu nieta estará luchando a su lado, ¿no es así? La última vez
que peleó contra los gallu, casi la convirtieron en una de ellos.
Ella le siseó.
—¿Por qué tuvo que casarse con un inservible dios Sumerio? Bien. No les digas
nada. —Miró alrededor las ruinas—. Strykerius, espero que tú y tus hombres limpiéis
este desastre.
Stryker empezó a hablarle cortadamente, luego se detuvo. Enojándola no lograría
nada y tenía mucho por hacer.
—Sabes que esto no está acabado. War regresará.
—Sí, lo sé. Gracias por recordármelo. Mientras tanto, debemos hacer algunos
preparativos. ¿Alguno conoce algún buen exterminador?
Apenas habían dejado las palabras sus labios cuando Jared, viéndose mucho
mejor que la última vez que se encontraron, apareció al lado de Stryker. Vestido con
una chaqueta de cuero negro, abotonada camisa negra y vaqueros negros, los ojos de
Jared estaban cubiertos con un par de opacas gafas de sol. El cabello cobrizo estaba
peinado hacia atrás en una elegante cola.
El Sephiroth observó alrededor con el ceño fruncido.
—Parece que me he perdido la fiesta. Bien. Realmente no estaba de humor para
ocuparme de demonios esta tarde. Todavía no me he tomado el café.
Savitar hizo una mueca de desapruebo.
—¿Tomas café?
La cara era estoica.
—No, pero fue mi patético intento de humor.
—¿Qué estás haciendo aquí? —le preguntó Apollymi.
Era evidente por el tono que no apreciaba a una criatura no invitada invadiendo
sus dominios.
—Me ordenaron protegerlo a él —señaló con la barbilla a Stryker.
Apollymi plegó los brazos sobre el pecho.
—Bueno, pedí un exterminador y miren qué aparece. ¿Quieres ocuparte de War
por nosotros?
—No puedo.
Lució menos que complacida con la respuesta.
—¿Por qué no?
—Fuente Primaria —dijo secamente Savitar—. Jared fue creado para proteger
esos poderes. Nadie puede hacer que los mate.
Jared asintió.
—Exactamente. Ni siquiera mi propietario me lo puede ordenar.
Apollymi frunció el ceño.
—No entiendo. Puedes matar al Malachai. ¿No nacieron de los mismos poderes?
Jared suspiró.
—Los Malachai declararon enemistad a la Fuente, lo que significa, romper esos
lazos. Y porque amenazaron a la Fuente, los Sepherii fueron capaces de atacarlos y
matarlos. Hasta que War no haga alguna amenaza contra los poderes primarios, no
puedo tocarlo.
Una esquina de la boca de Savitar se torció.
—Bueno, no sirves para nada, ¿no?
Los rasgos de Jared se suavizaron.
—Ah, créeme, no podría estar más de acuerdo. Sólo agradece que no sea
contagioso.
Stryker los ignoró mientras consideraba lo que inadvertidamente había puesto en
movimiento por estar buscando venganza. Qué simple parecía todo. War mataría a Nick
y Ash, luego a él. Ahora había mucho más siguiendo desde allí.
—Debemos encontrar una manera de contener a War.
Savitar le lanzó una mirada cómica.
—Tú eres quien lo desató.
—Sip, bueno, avancemos en el juego de la culpa. Estaba teniendo pensamientos
suicidas y parecía una buena idea en el momento. En retrospectiva, no tanto.
—La mayoría de los errores lo son —dijo quedamente Apollymi—. No muchas
personas llevan a cabo pensamientos que saben que en realidad son estúpidos… los
imbéciles no están incluidos.
Savitar rió.
—Entonces eso te deja afuera, uh, Stryker.
Le lanzó una mirada a Savitar.
—Para que lo sepas, no somos amigos.
—Para que lo sepas, no me importa.
—Suficiente, niños —dijo Apollymi entre dientes—. En caso de que no lo hayáis
notado, tenemos una situación de importancia en juego. Tenemos que encontrar y
detener a War, acorralar a los gallu, proteger a Apostolos y sacar a Savitar de aquí.
—¿Por qué la última? —preguntó Jared.
—Porque lo detesto.
Savitar sacudió la cabeza.
—Yo también te odio, preciosa.
Se mofó de él.
—Ponte alguna ropa real. ¿Qué es eso que llevas puesto? ¿Viene eso en tamaño
para adultos?
Se vio altamente ofendido por el ataque hacia su ropa.
—Pantalones de combate y camisas Hawaianas son ropa real.
—No, en mi reino no lo son y abotona esa camisa.
—¡Hey! —espetó cuando la camisa se cerró sola—. ¿Sabes que hay mujeres que
pagarían por verme desnudo?
—Estoy segura que hay mujeres que pagarían por verte desnudo. Que pérdida de
pensamiento, pero no estoy en ese grupo. Ahora silencio mientras pienso.
Stryker estaba entretenido con el enfrentamiento. Nunca había visto a Apollymi
tan animada. O a Savitar tan nervioso. En cualquier otro momento, los provocaría hacia
una continuación, pero tenían mucho que hacer por su causa, como para representar a
Loki .
Jared dio un paso atrás.
—Mientras planean y conspiran, tengo un Malachai que asesinar. —Se desvaneció.
Savitar suspiró.
—Realmente no creo que Acheron vaya a aprobar esa acción.
—No —concordó Apollymi—. Te enviaría tras él, pero no quiero a Apostolos
enfadado conmigo.
Savitar soltó un prolongado suspiro.
—Sabes que tenemos que estar en guardia. El modus operandi de War es dividir y
conquistar. Vuelve a los amigos, enemigos.
Stryker puso los ojos en blanco.
—Bueno, dado que aquí los tres nos odiamos los unos a los otros, no tiene mucho
que pueda hacer.
Apollymi le lanzó una dura mirada.
—No te odio, Stryker. Nunca te habría traído a mi reino si así fuera. —Se
desvaneció.
Aturdido y desconcertado por las inusuales palabras, Stryker la siguió. La única
cosa que había aprendido a través de los siglos era que Apollymi era aún menos
sentimental que él.
Por otra parte, había otro lado de él en privado que nadie veía, lo que lo hizo
preguntarse qué secretos escondía.
Ella se había internado en el aislado jardín que estaba amurallado en mármol.
Rosas negras florecían en todo alrededor en recuerdo y desolación por el hijo que
nunca podía ver. Los dos guardaespaldas Carontes estaban parados a un lado como
estatuas. Pero en un parpadeo ocasional, era fácil creerlos muertos.
—¿Qué estás diciendo? —preguntó mientras ella tomaba asiento en el borde de la
piscina que fluía detrás, arriba del muro.
—Estoy cansada, Strykerius. —Se levantó para retirarse.
Hizo lo que no había hecho nunca. La sujetó para detenerla.
—Quiero una respuesta.
Se sacudió su contacto.
—Qué denso eres, niño. En todo tu odio, ¿nunca te has detenido a estudiar
detenidamente nuestra relación?
—Créeme, en estos últimos años no he hecho nada más. Me usaste y luego me
apartaste.
Sacudió la cabeza.
—Te adopté, Strykerius. Cuando tus hijos murieron, lloré contigo.
—Al diablo que lo hiciste.
Recogió hacia atrás la manga del vestido, mostrándole la muñeca. Había once
lágrimas negras tatuadas en su piel. Era una costumbre Atlante para recordar a los
amados que murieron.
—La primera al inicio es por mi hijo. El resto son por tus hijos.
Tocó el brazo, incapaz de creerle.
~ 104 ~
—¿Qué hay sobre Urian? Me dijiste que lo asesinara.
—Te dije que tu hijo tenía un secreto que deberías investigar. Que estaba
ocultándotelo de. Nunca fue mi intención que lo asesinaras. Eso fue por tu cuenta.
—No te creo.
—No tienes que hacerlo. Realmente no me importa. Debería terminar con
nuestras vidas en este punto, pero hasta no saber de hecho que War está contenido y
mi hijo a salvo. Estoy atorada aquí.
—Conmigo.
Los ojos de plata centellearon en la tenue luz. Pero vio el dolor que ella escondió
tan elegantemente.
—No dije eso.
—Lo hizo tu tono.
Dejó escapar un suspiro agravado.
—Eres tan ciego. Todo es blanco o negro. O te amo o te odio. Pero no es así como
va. La vida nunca es clara. Las emociones no son claras. —Lo tocó suavemente en la
mejilla—. Piensa, Strykerius. Tú y yo fuimos una fuerza aliada por miles de años.
Nosotros contra tu padre y Artemisa. Contra el ejército de Dark-Hunters y la
humanidad que ambos odiamos. Lo único que te prohibí tocar fue a Apostolos, y tú
sabes por qué. Es mi hijo. Pero, aún así, le di refugio a ti y a los tuyos. Te traje y te
enseñé cómo robar el alma de los humanos.
—Así podrías lastimar a mi padre por matar a Acheron.
Inclinó la cabeza respetuosamente.
—Eso es verdad. Originalmente, no podía ver nada más que mi propia venganza.
Pero vi como tus hijos crecían… como tú crecías, y los observé morir. ¿Me crees tan fría
como para que no me preocupara ni siquiera una vez?
—Sí, lo creo. Asesinaste a tu propia familia. A todos ellos.
Su cara se volvió de piedra. No la traicionaba ninguna emoción o pasión.
—Cargaba la misma furia que tú cargabas la noche que le cortaste la garganta a
Urian. No, cargaba aún más. La traición contra mí fue más grande que la de tu hijo
contra ti. Lo que Urian hizo, lo hizo por amor a una mujer. No estaba tratando de
lastimarte. Sólo estaba tratando de encontrar felicidad para los dos y no tratar de
reducirte. Lo que mi familia me hizo no fue más que un temor egoísta. Se unieron
contra mí para apresarme y asesinar a mi hijo. Eso fue imperdonable.
Hizo una pausa mientras el dolor en los ojos flameaba con brillo y vio lo mucho
que aún sufría por lo que había sucedido.
—Pero al igual que tú, una vez que todos desaparecieron y estuve sola, me
arrepentí de lo que había hecho. Extrañé a esa familia, aunque fuera lamentable, y
quise verla de nuevo.
Observó sobre su hombro donde los demonios seguían firmes.
—Si bien valoré a mi ejército Caronte, no era lo mismo que mi familia. —Volvió la
atención hacia él y la mirada se suavizó—. Y entonces este joven de cabellos rubios me
llamó mientras rogaba por poderes que salvaran a sus pequeños hijos de un injusto
destino. Me recordó a mi propio hijo y así le ofrecí lo que nunca había ofrecido a otro.
—La ternura se desvaneció bajo el frío semblante que le era familiar—. Até mi vida a la
tuya con el afán de salvarte. La única vez que estuvimos en desacuerdo fue cuando te
ordené que dejaras a Apostolos en paz y te negaste a hacerlo.
—Te equivocaste al no decirme que era tu hijo.
—Porque sabía que eso te lastimaría —dijo entre dientes apretados—. ¿Por qué
más guardaría un secreto así?
—Estabas tratando de controlarme.
—Nunca —dijo rudamente—. Te di libertad para que infligieras venganza sobre tu
padre. Abrí mi reino a los de tu clase y te permití que tomaras refugio aquí. Por cada
Dark-Hunter que asesinabas, cada vida humana que destruías, sentía tanto orgullo
como cualquier madre lo haría.
Aún así, se resistía a creerla. Lo había utilizado…
Y sin embargo, recordaba la manera en que había sido por siglos. Siempre dándole
la bienvenida en los aposentos privados. Siempre recibiendo su compañía.
Extrañaba eso más de lo que quería admitírselo a sí mismo.
—¿Por qué no me lo habías dicho antes?
Ella suspiró.
—Porque prefería que me odiaras por la muerte de Urian a que te odiaras a ti
mismo. Ningún padre debe sufrir nunca tal pesar.
—No te creo.
—Entonces no lo hagas. Ambos sabemos que la compasión no me sienta. Apenas la
entiendo. —Lo rastrilló con una mirada—. Apenas te entiendo. —Recogió la falda del
vestido negro y pasó ante él.
Stryker la observó mientras las palabras hacían eco en los oídos. Podía no
entender la compasión, pero sí sabía cómo amar. La inflexible protección y sacrificio
por Acheron estaban más allá del reproche. Era lo que había hecho saltar los celos de
Stryker y había hecho que se volviera contra ella.
Había querido que ella lo amara así.
Stryker se estremeció ante la innegable verdad. Había sido sacado del vientre de
su madre antes de haber nacido y entregado a los sacerdotes de Apolo para ser criado.
Aunque nunca habían sido crueles en lo que a él concernía, siempre le habían temido.
Nunca había conocido a una verdadera madre.
No hasta Apollymi.
Aún así, no estaba seguro si podía confiar en ella. ¿Se atrevería? A pesar de toda la
malicia, nunca había sabido que mintiera. Podía omitir cosas, pero no se escondía y
mentía…
Cerró los ojos, apretó los dientes mientras el dolor lo asolaba. Era difícil ser
responsable de tantos y no tener a nadie en quien confiar plenamente.
Dioses, estaba tan cansado de estar solo en el Universo. De mostrarse fuerte todo
el tiempo.
No queriendo detenerse en eso, abandonó el jardín para regresar donde los
hombres estaban todavía tendidos, heridos y muertos, por los que los quisieron
convertir.
—¿Estamos en guerra, mi Señor?
Miró a Ann, una pequeña y hermosa rubia Daimon y asintió.
—Los demonios ya no son bienvenidos aquí. Les tendimos nuestras manos en
amistad y nos pagaron con un derramamiento de sangre. —Poca sorpresa realmente,
un demonio era un demonio.
Debería haberlo sabido mejor antes que pensar que podían combinar fuerzas con
los gallu.
—Pero todo está bien. Lo que nos falta en números lo construiremos con malicia y
astucia. Somos Daimon y somos Spathi. Ahora les mostraremos a esos bastardos lo que
podemos hacer.
Los hombres gritaron con aprobación.
Savitar rió tras él.
Stryker le arrojó una mirada furiosa.
—¿Encuentras algo gracioso, Chthonian?
—Sip, así es. Encuentro histriónico que tu nuevo contrato de negocios en la vida se
llame War.
Le dio a Savitar una mirada que le permitía mostrarle lo que pensaba, no mucho.
—Al menos tengo un contrato de negocio.
—Cierto, pero ¿sabes cuál es el problema con los contratos?
—¿Cuál?
—Que por lo general, tarde o temprano, se agotan. Y si no prestas atención a la
letra pequeña, siempre terminas chamuscado.
—No me asustas.
—No quiero asustarte. Pero si fuera tú, no dejaría a mi mujer en la entrada
demasiado tiempo mientras pierdo el tiempo aquí abajo. War tiene una desagradable
manera de desbordarse dentro de áreas pacíficas, si es que entiendes lo que quiero
decir.
Un mal presentimiento recorrió a Stryker. Seguramente War no…
Por supuesto que podía.
El corazón le martillaba, Stryker sabía que tenía que ir por Medea y Zephyra antes
que fuera demasiado tarde.

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