miércoles, 29 de febrero de 2012

BOF cap 12


Una vez llegaron al cuartel general de su compañía, Shahara se sorprendió por su tamaño. La estación espacial giraba lentamente en el centro de la galaxia donde los gigantes cargueros intergalácticos podrían acceder a todas las rutas principales.
La estación tenía, probablemente, una docena de espigones que llegaban al interior del espacio para permitir a los cargueros atracar e interconectarse en antecámaras de descompresión, donde los pasajeros y los suministros pudieran ser cargados y descargados.
Las plataformas de aterrizaje más pequeñas estaban construidas de tal forma que las naves más pequeñas pudieran ser colocadas sobre el suelo en redes propulsoras y no pudieran interferir con sus equivalentes mayores. Era realmente una obra sobresaliente de ingeniería y vanguardia.
—Embarque preciso —Shahara leyó el logotipo del lateral de la estación—. Bonito nombre.
—Gracias. Nuestro lema es Se feliz con nuestro servicio o te mataremos.
Ella le sonrió burlonamente por su sarcasmo mientras Vik se movía energizado y bostezando.
Cuando se acercaron a una de las bahías más pequeñas, ella admiró las limpias líneas de la obra y el tamaño de la tripulación en esta única terminal.
—Este lugar debe tener un gran coste por sí solo.
—Y vale cada crédito.
Ella soltó un bajo silbido.
—¿Cómo en el universo, pudiste permitirte alguna vez comprar algo como esto?
Syn condujo el caza en un suave aterrizaje.
—Después de que mi ex-perra me cogió todo lo que tenía, pedí dinero prestado a Nykyrian para comprar una nave de carga usada. Comencé desde abajo, vigilando mi retaguardia y, después de años de trabajo muy duro y sólidas inversiones, he acumulado lo que ves. 
Ella entrecerró los ojos con suspicacia.
—¿Y cuánto de ello obtuviste por acceder a los datos protegidos de tus competidores?
Él encontró su mirada de manera uniforme.
—Sólo les golpeo cuando vienen a por mí primero.
Ella lo miró dubitativamente.
—Palabra —dijo él, alzando la mano en un símbolo Ritadarion de honor—. Con mucho gusto admitiré todos los crímenes de los cuales soy culpable. Pero no voy a admitir algo que no hice —su mirada la quemaba—. He perdido un montón de negocios por sus robos. Cada vez que pienso que tengo un sistema a prueba de hackers, viene algún pequeño mocoso con mis códigos. Cuando los encuentro, les hago pagar por ello. 
Puso el bloqueo al caza y tiró del engranaje de la cabina para abrir.
—Y suelo enviarles un pequeño código de error de paso simplemente para cagarme y reírme mientras reparo el daño que me hicieron.
Ella no podía dejar de sonreír. Simplemente, se veía demasiado adorable.
—Si tú lo dices, entonces te creo.
Syn salió del caza, mientras que Vik se transformaba de nuevo en un pájaro. Hizo una pausa para volver su mirada hacia ella.
—¿Vienes o soy demasiado corrupto para ti?
En lugar de seguir su ejemplo, ella saltó por el lateral.
Syn hizo una mueca.
—Destrozarás tus articulaciones haciendo eso.
—No soy una vieja.
Pero su cabeza no lo apreció en lo más mínimo. De hecho, era lo único que podía hacer para no lloriquear del nuevo dolor que dividía su cabeza.
Debí haberlos matado…
No deberías haber bajado de un salto, idiota.
Él le lanzó una sonrisa de complicidad.
—Apuesto a que esa cabeza tuya odia tus agallas ahora mismo.
—Cállate —luego añadió con irritación—. Idiota.
Él sonrió mientras la conducía a la salida de la bahía y por los pasillos de la estación.
—Vivo para tus palabras de cariño.
Poniendo los ojos en blanco, le siguió por el pasillo, tocándose la venda que él había envuelto alrededor de su cabeza. Había hecho un gran trabajo con su lesión teniendo en cuenta lo poco que había tenido con qué trabajar. Había debido ser impresionante como cirujano.
Shahara se volvió para mirar a su alrededor. La estación entera estaba limpia y blanca, con un olor antiséptico que picaba la nariz. Doce cargueros de diferentes tamaños y estilos se acoplaban junto a dos cazas pequeños.
Cargadores y varios robots mecanizados recogían el cargamento de una de las naves, mientras que los cebadores conducían un tanque sobre el carguero.
Todo funcionaba tan bien que la asombraba. Cada vez que Caillen o Kasen volaban, corrían en círculos tratando de gorronear papeles, fuel para los distribuidores y cargamento. Syn había estado fuera más de una semana y, aún así, todos se ocupaban de su trabajo sin titubear.
—Estoy impresionada —dijo alcanzándolo—. Ladrón, médico, miembro del Sentella y un cargador. Eres un hombre con muchos talentos.
—Sí, bueno, es fácil conseguirlos cuando no tienes ninguna distracción.
—¿Por ejemplo?
—Rastreadoras curiosas que hacen demasiadas preguntas.
A medida que salían de la bahía, una trabajadora uniformada se acercó.
—Frion Syn —dijo, con la pantalla táctil en la mano—. ¿Qué quiere que le hagan a su caza?
Syn la miró sobre su hombro.
—Que alguien la cargue de combustible y la deje en el puerto principal de Rook.
—Sí, señor —les dejó solos.
Shahara estaba pasmada por sus órdenes.
—¿Lo devuelves?
Syn se tensó ante la duda en su voz.
Afróntalo, rata. Naciste ladrón y morirás ladrón. Nadie te verá como algo más. Tendría que haber hecho las paces con eso hace años. Sin embargo, no impidió el dolor que sentía por su incrédula pregunta. Por alguna razón desconocida, esperaba algo mejor de ella.
—No tengo ninguna razón para mantenerlo. No me pertenece.
Shahara se cuestionó el dolor en su voz.
—Vamos, mi oficina está por aquí.
Preguntándose si realmente lo habría herido, caminó por el alfombrado pasillo. A lo largo de su lado derecho estaban las ventanas que daban hacia el espacio. Era una vista impresionante, incluso con las brillantes luces fluorescentes que la deslucían.
Mientras caminaban, pasaron varios trabajadores, pero ninguno de ellos le dirigió una palabra a Syn. Se limitaron a asentir con la cabeza en reconocimiento mientras continuaban con sus quehaceres.
Por fin, Syn se detuvo y presionó los controles para abrir una puerta. Pulsando abrir, se mostró una oficina aproximadamente cuatro veces el tamaño de su apartamento.
Shahara contuvo la respiración cuando las luces se encendieron y miró fijamente al paraíso.
—Whoa —murmuró ella.
Syn la guió hacia el interior.
—Vamos, no te hará daño.
Shahara entró en la habitación quedándose con la boca abierta mientras examinaba el contenido y luchó contra el impulso de quitarse las botas antes de profanar la blanca y perfecta alfombra.
A su inmediata derecha había una pequeña unidad de cocina con una mesa de mármol negro y una silla acolchada. A su izquierda, había tres grandes escritorios de cristal,  con diferentes tipos de terminales y otros aparatos electrónicos que ni siquiera pudo comenzar a identificar. Un gran mapa electrónico de las estrellas colgaba en la pared detrás del escritorio más grande. Y, por supuesto, caras obras de arte estaban colocadas alrededor.
Junto con otro caro piano.
Delante de ella, había un enorme asiento acolchado que miraba hacia una sólida pared de cristal. Estrellas y gases centelleaban y se arremolinaban en las profundidades del espacio con distintos colores pareciendo un jardín viviente. Se sentía como si estuviera fuera, en el espacio, y no en una estación en absoluto.
Syn tomó la mochila de su hombro.
—¿Tienes hambre?
Su estómago rugió en respuesta.
—Adivino que sí.
Dejó caer sus mochilas sobre su escritorio antes de encaminarse hacia la cocina.
—Este lugar es enorme —ella se acercó al mostrador de la cocina.
—Es mejor que donde crecí, eso seguro —se detuvo frente a un procesador de comida, y luego tiró de ella para que viera lo que estaba haciendo—. Aquí hay una lista de los diferentes menús. Elije lo que desees simplemente presionando —tocó la pantalla y el artículo que había elegido brilló inmediatamente, entonces cambió de pantallas—. Cuando eliges un plato, te muestra los ingredientes y puedes añadir o eliminar lo que quieras.
Estaba impresionada por el dispositivo.
—Wow, esto es de alta tecnología.
—Sí, bueno, no sé cocinar mejor que tú y esto era mucho más barato que contratar a un cocinero que andaría holgazaneando por ahí.
Shahara le mostró una sonrisa maliciosa.
—Nunca he probado antes los alimentos sintéticos, ¿cómo son?
Él le lanzó una mirada burlona.
—Teniendo en cuenta lo que me diste de comer esta mañana, ¿por qué incluso cuestionarlo?
Él tenía razón.
Luego continuó:
—La mayoría de las veces no se puede ver la diferencia, pero mantente alejada del pescado. Sabe a goma.
—De acuerdo.
Syn le mostró dónde guardaba los cubiertos y la ropa de cama, y luego la dejó jugar.
—¿Quieres algo? —preguntó ella mientras él se dirigía a su escritorio.
—No gracias, no tengo hambre.
Asintiendo con la cabeza, volvió a jugar con el menú. Esto era la cosa más estupenda que jamás hubiera visto. Había comida de toda clase de planetas y culturas.
Lo que daría yo por tener esto en mi casa. Seguro que costaba más que su edificio entero, pero aún así…
Syn comenzó filtrando su correo de voz.
Shahara los escuchó y enseguida se aburrió. Todos ellos eran de clientes que deseaban contratarle o discutir embarques, vendedores tratando de concertar citas, pilotos pidiendo trabajos o sus empleados con problemas diversos.
Sacando su comida del pequeño cubículo de más arriba donde apareció, se trasladó a la mesa. Cuando apartó la solitaria silla, hizo un sorprendente descubrimiento.
Todo en esta oficina estaba diseñado para una sola persona.
Todo.
Miró a su alrededor para asegurarse de que no llegaba a conclusiones precipitadas, y, efectivamente, sólo había un sillón, una silla y la butaca en la que él estaba ahora mismo sentado.
Él estaba completamente solo.
Su corazón se encogió por él. No es que ella nunca hubiera hecho antes esta conexión, pero no había sido hasta ahora que las completas implicaciones la golpearon que realmente entendió lo que significaban.
Y fue una compresión brutal.
No hubo ningún mensaje preguntando qué estaba haciendo o molestando con cháchara amigable. Nadie más que cualquiera de las personas que habían pasado por el pasillo. Había estado fuera durante más de una semana, había sido torturado, golpeado y casi matado, y no había nadie preguntando dónde había estado. Nadie se preocupaba de que algo pudiera haberle ocurrido a él.
Debo advertirte, que morirás de hambre mucho antes de que me echen de menos y se les ocurra venir aquí a ver si estoy bien. Sus palabras resonaban en su cabeza. No había estado bromeando esa noche en su apartamento.
Eso era lo que quiso decir con no tener distracciones. Nadie se molestaba en hablar con él. Pasar tiempo con él.
Estaba solo.
Aunque Caillen y él eran amigos, realmente no pasaban mucho tiempo juntos.
Y pensar que ella había pasado años lamentándose del hecho de que no podía tener cinco minutos de paz sin que uno de sus hermanos le llamara o pasara de visita.
Si alguna vez había salido sin comunicarles exactamente dónde estaba y cuándo iba a volver, se turnaban para saltar sobre ella.
Syn nunca había conocido eso.
Nadie le echaba de menos. A excepción de Vik, que yacía al lado del ordenador en el que trabajaba Syn. Qué triste que lo único para añorarle no fuera más que un robot que había creado en su infancia.
Porque no tenía ningún otro amigo…
Shahara se tragó el repentino nudo de su garganta. Que sólo debía estar. Qué trágico que un hombre con tanto para dar no tuviera más que extraños a quien dárselo.
—¿Qué haces en vacaciones? —preguntó ella antes de que pudiera detenerse.
Él detuvo la grabación y levantó la vista de las notas que estaba tomando.
—¿Qué?
Sintiéndose un poco avergonzada, se aclaró la garganta antes de volver a hablar.
—Simplemente me preguntaba lo que alguien con tu dinero hacía en ocasiones especiales.
Con una aburrida expresión, él respondió secamente.
—Bebo.
Y regresó a su trabajo.
Mordiéndose los labios, Shahara volvió a mirar su comida y se dio cuenta de que no tenía hambre, después de todo.
Dios, cómo quería caminar hacia él y abrazarlo. Para hacerle saber que él no tenía por qué estar así de solo. Sería tan fácil y, sin embargo, era demasiado difícil para ella. Nunca sería capaz de darle ese consuelo.
Después de todo, no era su sitio. Eran desconocidos atrapados en una situación desesperada. Ella no era nada para él.
Pero mientras le observaba, se dio cuenta de que no quería ser nada cuando se trataba de él. Quería ser como su hermano y llamarle amigo.
Había visto lo suficiente para saber que él era el mejor amigo que nadie jamás pudiera tener.
Por fin las llamadas se detuvieron. Syn le dio la espalda y comenzó a martillear en un arcaico teclado.
Shahara apartaba los alimentos alrededor del plato mientras miraba alrededor de la habitación otra vez. Su mirada se detuvo en el piano. Realmente debía gustarle tocar, ya que era propietario de dos de ellos. Pero eso también le parecía incongruente.
¿Cuándo había aprendido? ¿Quién le había enseñado?
—¿Cuándo es el cumpleaños de tu madre?
Ella se volvió para mirar a Syn.
—¿Qué?
—El cumpleaños de tu madre. ¿Cuándo es? 
Sus defensas entraron en hiperimpulsor.
—¿Por qué quieres saberlo?
Él dejó escapar un sonido de total irritación.
—¿Después de todas tus preguntas, no vas a responderme simplemente a una? —negó con la cabeza—. Estoy dejando un mensaje codificado para Caillen. Pensé bloquearlo con algo que él supiera. 
Shahara lo barrió con una escéptica mirada.
—¿Me estás diciendo que el gran ordenador ladrón no puede encontrar un simple cumpleaños?
Él bufó.
—Sí, puedo acceder a sus registros médicos, pero sería mucho más rápido si simplemente me lo dices.
—25.03.8510.
—Gracias.
Shahara llevó su plato al fregadero, a continuación, tomando su bebida, se acercó al escritorio.
—¿Qué estás haciendo de todos modos?
—Nada.
Mientras examinaba en lo que había estado trabajando se quedó sin aliento.
—¿Es eso tu testamento?
Él oscureció la página.
—No es nada.
Colocando su vaso sobre la mesa, Shahara se quedó aturdida por sus acciones.
—¿Por qué se lo dejas todo a Caillen?
Syn comenzó a alejarse.
Ella se acercó y le agarró del brazo.
—¿Por qué?
—No tengo a nadie más a quien dejárselo —dijo él, apartándose de su agarre.
—¿Qué pasa con Nykyrian?
—Él no necesita más dinero, ni tampoco Darling.
Con sus rasgos impasibles, se trasladó de pie ante las ventanas y se quedó mirando fijamente hacia la oscuridad. Shahara se preguntó con qué frecuencia hacía eso, y algo en su interior le dijo que lo debía hacer bastante.
Ella sufría por él. Sufría por una forma de aliviar el dolor que lo obsesionaba.
¿Cómo sería estar completamente solo? ¿No tener a nadie con quien hablar sobre los problemas? ¿Nadie con quien compartir los cumpleaños?
Él había vivido de esa manera la mayor parte de su vida. Sí, tenía amigos, pero todos ellos viviendo una vida independiente.
Queriendo consolarlo, fue a su lado.
—Cuéntame sobre el asesinato de Kiara Zamir. ¿Cómo estabas involucrado?
Su mandíbula empezó a tensarse.
—No te estoy acusando —dijo ella rápidamente—. Sólo quiero saber cómo llegaron a culparte por ello.
Su mandíbula se relajó un poco.
—Es simple realmente. Fuimos contratados para protegerla. Debido a su pasado con La Liga, Nykyrian tiene un montón de enemigos que quieren matarlo. Uno de ellos aceptó el contrato sobre Kiara y Kip sólo era el bono extra.
—¿Kip?
—Mi apodo para Nykyrian. En fin, la manteníamos en su apartamento cuando uno de los asesinos y su equipo se presentó allí. Tuvimos que trasladarla antes de su padre pudiera aprobar la nueva ubicación. Ni qué decir que él reaccionó exageradamente con nosotros por trasladarla sin su conocimiento. 
—¿Dónde te la llevaste?
—A casa de Nykyrian. Es donde ambos están ahora mismo, cohabitando en éxtasis suicida. Jodidos idiotas.
Ella no entendía el problema, si es que era todo lo que había.
—¿Por qué Nykyrian no la devuelve?
La mirada que le lanzó fue escalofriante.
—Él preferiría morir antes que renunciar a ella. Están enamorados.
¿Podría haber más odio añadido en su tono?
—¿Y tú quedaste atrapado en medio?
Él asintió con la cabeza.
—Firmé el contrato y asumí la responsabilidad de la princesa. En la mente de su padre, soy tan culpable de su secuestro como lo es Nykyrian.
—¿Qué pasa con los cargos de violación?
—Eso me desconcierta, pero supongo que en su mente somos tan bajos que si la tenemos, debemos ser suficientemente animales para violarla. El motivo de tolerar eso, es que somos escoria sin escrúpulos.
Odiaba el hecho de que tuviera razón. Para la flor y nata, eran basura, apenas un paso por encima de los roedores.
—Seguramente puedes explicárselo.
Él resopló.
—¿Alguna vez has tratado de razonar con un aristo? La misericordia y  la comprensión no son exactamente cosas por las que ellos se preocupan. Están matando a la plebe.
Desde luego, eso era bastante cierto.
—¿No estás enfadado?
—Cada minuto de mi vida, pero no hay nada que pueda hacer al respecto. Es lo que es. Al igual que no puedo dejar de ser perseguido y torturado, porque conozco un secreto sobre otro aristo —su mirada la atravesó.
Ella apartó su mirada, avergonzada de lo equivocada que había estado para hacerle lo que hizo.
—Voy a llamar a Caillen —dijo él en voz baja—. ¿Quieres hablar con él?
Antes de que ella pudiera responder, él agregó,
—Pensándolo bien, déjame llamarlo primero y después le llamas tú. Le daría un ataque si supiera que estamos juntos, y estoy demasiado cansado para ocuparme de sus tonterías ahora mismo.
Shahara asintió con la cabeza por su sabiduría y lo miró mientras hacía la llamada. Suspiró cuando la línea zumbó. Como de costumbre, Caillen no estaba en casa.
—Hey, Cai —dijo Syn mientras dejaba un mensaje—. Quería que supieras que ya me he encargado de pagar esta semana y te he dejado una gran bonificación. Si necesitas más, simplemente cógelo del fondo para gastos comunes y lo resolveremos más tarde. No quiero que hagas otra carrera a través de Solaras. Condenado muchacho, consíguete un cerebro. Mantente a salvo y te pondré al corriente en breve —cortó la transmisión—. ¿Quieres llamar?
Ella negó con la cabeza.
—Voy a esperar.
Si llamaba inmediatamente después de Syn, podría sospechar. Sobre todo si Kasen le había dicho que los había visto por última vez a los dos juntos.
Eso podría resultar realmente sangriento.
Syn dejó escapar un largo suspiro.
—Estoy seguro de que estás cansada, así que sígueme hasta el dormitorio.
Él se acercó a la puerta de al lado de la cocina y presionó los controles.
Una vez más, se quedó con la boca abierta. Una cama de tamaño gigante, de madera de ébano, estaba colocada junto a otra ventana con una vista impresionante. La colcha de seda color crema y las almohadas parecían tan suaves como una nube.
El cabecero de la cama estaba tallado elaboradamente haciendo juego con el diseño geométrico de la madera de ébano de la cómoda y la mesita de noche. Había también más pinturas en las paredes, los originales, estaba segura.
Él entró en la habitación y abrió otra puerta a la izquierda.
—El cuarto de baño está aquí. Encontrarás un montón de toallas y jabón. Realmente no tengo nada para que uses para dormir, pero si quieres ropa limpia, puedes coger prestada una de mis camisas del armario. 
Metiendo su cabeza en el interior del cuarto de baño, vio la lavadora de tamaño personal y secadora contra la pared.
—¿Necesitas algo más?
Sólo tú, pensó ella, pero sabía que nunca podría decirlo en voz alta.
—Creo que lo tengo todo.
—Muy bien, estaré fuera revisando los datos sobre los Rits y sus actividades, si me necesitas.
Y luego se fue.
Shahara se sentó en la cama y se preguntó cuántas noches había estado Syn aquí acostado, solo, y observando la silenciosa tranquilidad del espacio. ¿Lo calmaría? ¿O simplemente le haría sentir aún más solo?
—Oh, ¿qué importa? —susurró—. Él tiene su vida y tú la tuya.
Y ellos dos nunca podrían estar juntos. Ella ni siquiera podría presentarse como candidata a un hombre para que la tocara.
Así que, ¿por qué continuaba imaginando fantasías sobre ellos juntos?
Simplemente no estaba destinado a suceder.
—Al menos tienes una familia —dijo ella con un suspiro.
Pero ahora mismo, eso no era en absoluto reconfortante.
Syn oyó a Shahara moverse en su habitación, y eso le puso tan duro que podría clavar una alcayata de acero con su erección. Ella había dejado la ducha hacía unos minutos y estaba seguro de que estaba buscando en su armario. Una imagen de su mojado y desnudo cuerpo brilló ante sus ojos y maldijo.
—Céntrate, rata —gruñó, volviendo su mirada a sus abandonadas lecturas—. Hay un montón de información para cubrir y no queda mucho tiempo.
Sin embargo, su mente lo torturó con pensamientos de ella debajo de él hasta que temió que perdería la poca cordura que le quedaba.
¿Qué estaba mal con él? Había intentado esto antes y mira lo que había sucedido. Su corazón se quedó destrozado.
Su pasado nunca le permitiría existir y para siempre lo separaría de cualquier otra persona.
Caillen no te ve de esa manera, tal vez ella no lo hará tampoco.
Se detuvo ante el pensamiento. Era cierto. Ni Kasen ni Caillen nunca arrojaban su pasado sobre él. Lo trataban como un amigo.
Y si ellos podían, tal vez, sólo tal vez, también podría Shahara.
—Detente —gruñó para sí mismo—. No hagas esto. Estás siendo estúpido.
Porque al fin y al cabo, ellos no sabían tanto de él como Shahara. Ellos sólo conocían una versión muy saneada de su pasado.
Diablos, en cuanto a eso, también ella sólo conocía una saneada versión.
Aun así, no pudo acallar la vocecita en su cabeza que le rogaba que se arriesgara una vez más.
Horas más tarde, Shahara se despertó con el sonido más hermoso que jamás había escuchado. Flotando a través del aire, podía oír una suave melodía que susurraba a su alrededor, adulándola y serenándola.
Entonces se dio cuenta de que no era un sueño. Abriendo los ojos, ladeó su cabeza para percibir todas las tensiones de la embrujadora melodía. Interpretada con tal pasión y destreza que se le hizo un nudo en la garganta.
Con curiosidad, se levantó de la cama y fue a investigar. La habitación exterior estaba a oscuras a excepción de dos velas eléctricas que parpadeaban al lado del piano. Syn estaba sentado sobre el banco, con sus manos volando sobre el teclado mientras tocaba con los ojos cerrados. Las sombras jugaban contra su tenebrosa piel, haciéndolo aún más peligroso de lo habitual.
Se había cambiado la ajustada camisa negra y llevaba una holgada de color crema muy similar a la que ella había elegido para dormir. Con la luz de las velas a su alrededor, se recortaba una imagen deslumbrante.
Ella lo miró con asombro. ¿Dónde había aprendido a tocar así?
Repentinamente, él abrió los ojos y saltó sorprendido. La música al instante se detuvo.
—Ah, cielos —dijo con voz entrecortada—. Me diste un susto de muerte. Pensé que estabas dormida.
—Lo estaba.
Él cerró la tapa sobre el teclado.
—Lo siento. Pensé que había reducido el volumen para no molestarte.
—No me has molestado —le aseguró ella—. Simplemente quería escuchar más. Fue increíble.
Él le ofreció una sonrisa tímida.
—No realmente, pero gracias.
Sin pensarlo, Shahara fue a sentarse junto a él.
—Yo siempre quise tocar uno de estos. Mi tío tenía uno en su casa, y cada vez que íbamos a visitarle siendo niños, me gustaba tocarlo.
En aquel entonces habría dado cualquier cosa por poder tocarlo como él lo hacía.
—¿Por qué no tomaste lecciones?
Ella lo miró secamente.
—Lo siento, pregunta estúpida.
—¿Cómo aprendiste a tocarlo?
Encogiéndose de hombros, él alcanzó un vaso de vino y tomó un sorbo.
—Demasiado tiempo libre. Aprendí solo.
Ella sacudió la cabeza.
—Parece algo extraño para…
—Una rata callejera, ladrón, basura…
Ella le interrumpió con un gruñido.
—No. Iba a decir para que un hombre como tú lo quisiera hacer. ¿Qué te hizo querer aprender? 
Él hizo una pausa como si estuviera pensando en algo de su pasado antes de responder.
—Había una mujer que vivía frente a nosotros cuando yo era un niño. Ella daba clases por las tardes y me sentaba en el porche y simplemente la escuchaba tocar. Fue la cosa más hermosa que jamás hube escuchado. Como un trozo de cielo. Mi padre odiaba la música, por lo que a mí me pareció aún más dulce. Después de que empezara a trabajar para Kip, pasé por delante de una tienda un día y vi el mismo que tengo en mi apartamento en el escaparate —cerró los ojos y apretó los dientes, como si estuviera disfrutando del recuerdo—. Era la cosa más hermosa que jamás hubiera visto. Así que lo compré sin pensarlo dos veces y luego me senté allí hasta que hube aprendido a tocarlo. 
—Así que ¿Mara no consiguió todo entonces?
El dolor titiló profundamente en sus ojos y ella odió haberlo causado inadvertidamente.
—No, lo abandoné y lo dejé con ella. Sin embargo, Kip. . . se lo compró y me lo devolvió. Dijo que sabía lo mucho que significaba para mí y que no iba a dejar que esa puta se lo vendiera a otra persona.
La emoción irregular en su voz trajo un nudo a su garganta.
—¿Le quieres?
—Como a un hermano. Él es la única persona en quien puedo confiar plenamente a mi espalda. 
Y por eso estaba dispuesto a morir antes que llevar a Kiara a casa de su padre y limpiar su nombre. Ahora tenía sentido para ella. Él no le haría daño a su amigo por nada.
Incluso si debía morir. . .
La luz de las velas titiló contra el líquido borgoña de su vino y brilló en sus fascinantes ojos. Él se aclaró la garganta y Shahara se dio cuenta de dónde estaba sentada.
¿Qué le había hecho desviarse para estar tan cerca de él?
Sin embargo, no parecía equivocado o aterrador para ella. De alguna manera, se sentía natural estar al lado de él.
—¿Te importa?—preguntó, al tocar la tapa.
—No, adelante.
Ella la abrió y se quedó mirando las teclas de color negro.
—Espera —dijo él, elevando el volumen—. Golpea las notas con tu corazón.
Syn observó cómo tocaba las teclas y establecía una inconexa melodía. Quizá fuera el vino -y había bebido mucho-, o el aroma de las lilas que desprendía su pelo, o tal vez sus anteriores pensamientos, pero algo envió ola tras ola de calor a su ingle. Y cada minuto que ella pasaba sentaba junto a él llevando nada más que una de sus camisas, más incómodo se le hacía simplemente sentarse y no tocarla.
Él cambió de posición ligeramente, sus pantalones repentinamente más tirantes.
Ella frunció el ceño cuando golpeó un desagradable acorde.
Él tomó otro trago de vino y dejó el vaso a un lado.
—Aquí —dijo él, señalando el punto en el teclado—. Esta es la C —le enseñó cómo arquear los dedos y alternarlos en una escala simple.
Ella copió sus movimientos y, finalmente, compuso algo armonioso.
—¡Lo hice!
Cuando ella le miró, su mirada centelleó y su aliento se atrapó en su garganta.
La luz de las velas ardía en el fondo dorado de sus ojos, atrapando la ruda chispa de vitalidad que resplandecía en lo profundo de su alma. La delgada camisa que llevaba puesta se marcaba tensamente sobre sus endurecidos pezones y sus pechos sueltos cimbraban con su excitación. Dioses, era hermosa.
Su sonrisa desapareció lentamente. Su respiración se aceleró y se humedeció los labios.
Syn se tensó, con su control deslizándose mientras observaba su lengua lamer lo mismo que él desesperadamente deseaba saborear.
¿Era una invitación? La última vez que la había besado, ella había tenido tanto miedo que vaciló en intentarlo de nuevo.
Pero, mientras la miraba, un hambre feroz se apoderó de él y supo que moriría si se alejaba insatisfecho.
Shahara abrió ligeramente su boca. Quería mendigar un beso, pero las palabras estaban alojadas en su garganta. Y justo cuando estaba segura de que él nunca accedería, él bajó su cabeza y tomó posesión de sus labios.
Esta vez no hubo pánico. En lugar de eso, él deslizó sus labios suavemente sobre los suyos, mientras que su mano derecha subió para ahuecar su nuca. Shahara gimió por la sensación. Cuánto deseaba a este hombre.
Por primera vez desde Gaelin, quería conocer cómo sería el placer entre un hombre y una mujer.
Aún cuando la idea casi la abrumaba por el miedo, sabía que Syn era el único en quien podría confiar. Nunca le haría daño. Y sabía que nunca se sentiría así de nuevo con cualquier otro hombre.
Sólo él la hacía sentir segura.
Protegida.
Nunca tendré esta oportunidad de nuevo.
Retirándose, se quedó mirando profundamente en esos oscuros ojos que ocultaban un incalculable dolor.
—Enséñame, Syn —susurró contra sus labios—. Muéstrame que no tiene que doler.
Sus ojos reflejaron sorpresa.
—¿Qué?
—Quiero que me hagas el amor.

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