Syn se volvió, listo para atacar.
Entonces se quedó boquiabierto de incredulidad total. No…
No podía ser…
—¿Vik?
El pequeño pájaro metálico estaba situado en el alfeizar, mirándole con frialdad. La pintura de Vik era iridiscente y brillante, algo que al androide nunca le había gustado, ya que decía que le hacía parecer un pájaro hembra.
—Me sorprende que recuerdes mi nombre —Vik se detuvo antes de añadir mordazmente—, gilipollas.
Syn se rió mientras rodaba apartándose de Shahara.
—Pequeña mierda espinosa, ven aquí.
Vik tomó tierra entre los dos en la cama. Se abrió, cambiando de la forma de pájaro a la de robot más tradicional. Con la mano, le pegó a Syn en el brazo.
—Pensé que ibas a regresar por mí.
—Lo intenté. Realmente lo hice pero, para el momento en que pude, me imaginé que te habías ido.
Vik silbó cuando miró a Shahara.
—¿Te miente así?
La boca de Shahara se movió mientras intentaba emplazar esta criatura en la vida de Syn.
—¿Quién, exactamente, eres tú?
Él literalmente se erizó. Su piel se alzó como pinchos antes de que bajara de nuevo.
—Oh, esto es genial. Tu novia ni siquiera me conoce —golpeó a Syn de nuevo—. Traidor.
Syn le cogió por el brazo y tiró de él hasta que lo tuvo colgando.
—Golpéame de nuevo y te pondré en una compactadora.
—Bien podrías. Eres un bastardo de ida y vuelta.
Shahara frunció el ceño.
—¿Qué sois vosotros dos el uno para el otro?
Syn lo puso de vuelta en la cama.
—Vik es una de las primeras cosas que creé cuando era un niño.
—Era tu compañero.
Él sonrió.
—Vik era mi compañero. Cuando mi padre solía enviarme a trabajar, Vik era mis ojos y mis oídos para asegurarme cuando entraba y salía.
—Sí, ¿y cómo me lo paga? Me abandona en la primera oportunidad que tiene.
—Eso no es verdad. Se supone que estabas vigilando para Digger.
Vik le ignoró.
—¿Llamó? No. ¿Me mandó un correo o siquiera un texto? No. Sólo se fue y me dejó para corroerme y morir —se volvió hacia Syn—. Realmente apestas como amigo.
—Apesto como amigo. Lo siento.
—Mmm-hmm. ¿Crees que puedes hablarme dulcemente? ¿Con quién has estado a la vez que conmigo de todos modos? ¿Algún dispositivo de baja tecnología a pilas? Espero que te haya dado calambre cada vez que lo tocaras.
Syn se rió.
—No hay nadie más, Vik. Eres el único androide que nunca podría tener.
Vik sacudió la cabeza.
—Mentiras, mentiras, mentiras. Sólo ruedan por tu lengua como la baba del hocico de un perro.
Shahara arrugó la nariz ante la gráfica imagen.
—Oye, si te hace sentir mejor, fui a prisión porque no te tenía a mis espaldas.
—Yo diría que te lo merecías, pero ni siquiera soy tan frío.
Shahara estaba fascinada por la inteligencia artificial. Era extremadamente sofisticada y muy bien programada.
—¿Cuántos años tenías cuando creaste… —se detuvo de decir “esto” ya que no quería ofender al androide— … a él?
—Siete, y he hecho algunas modificaciones con los años.
Guau. Estaba impresionada. Esto mostraba un nivel de habilidad que no tenía rival y habiendo sido tan joven…
Syn nunca había sido el niño típico.
—¿Hay algo que no puedas hacer?
Él le dirigió una mirada cómica.
—Encontrar a una mujer que no me apuñale por la espalda y me traicione. Oh espera, me apuñalaste en el brazo, ¿verdad?
Ella se lo merecía, y lo que más picaba era que de hecho era verdad. Pero no respondió, especialmente porque no lo había dicho en tono enfadado. Sólo lo había dicho de manera casual.
Vik se movió para sentarse en el brazo de ella.
—¿Quieres dejarle por un hombre real?
Shahara se echó a reír.
—No eres mi tipo, Vik.
Él chasqueó la lengua.
—Sí, es difícil para los de tipo carnoso admitir que nosotros somos mejores en la cama. Ya veo. Lo entiendo —inspiró—. No es como si no tuviera enamorada a una lámpara.
Syn sonrió.
—Sabes que te he echado de menos.
Vik le dirigió una mirada avergonzada, algo increíble dado las intrincadas complejidades de la programación por las que iban las expresiones faciales.
—Pero no lo suficiente como para volver.
—Estoy realmente arrepentido, Vik. No sabía que esto podría dañar tus sentimientos. Pensaba que te gustaba estar aquí con Digger.
—Está bien. Pero no eres tú. Es tan cauteloso y aburrido. ¿Trataste alguna vez de correr con un viejo? Echo de menos lo que teníamos —se detuvo antes de añadir—. ¿Puedo ir contigo ahora?
Syn vaciló. Por un lado, le quería un montón. Por el otro…
—¿Qué pasa con Digger?
—Él no hace mucho estos días. Por favor, Sheridan. No quiero quedarme aquí. Voy a corroerme y morir de inanición.
Eso era lo último que quería que le pasara.
—De acuerdo, pero no me llames Sheridan. No usaré ese nombre nunca más.
—¿Gilipollas? Ese vale para mí.
Syn puso los ojos en blanco.
—Syn. Llámame Syn.
Vik resopló.
—¿Syn? ¿Qué clase de nombre estúpido es ese?
—Mejor que Vik.
—En realidad no, pero de acuerdo. Si esos son los términos, me atendré a ellos —volvió a su forma de pájaro y voló sentándose en el alfeizar—. Por cierto, supe que estabas de vuelta cuando oí a algunos sacos de huesos hablando del precio de tu cabeza. Están reuniendo hombres para ir tras de ti. Tal vez quieras estar preparado.
Syn maldijo.
—Hay que levantarse y salir de aquí.
Y con eso llegó una ráfaga de preocupación por Digger. Preguntándose dónde estaba, Syn se dirigió a la habitación principal.
La habitación estaba vacía excepto por una pila de material oscuro y una nota sobre el sofá. La cogió y miró para ver a Shahara mientras venía para quedarse de pie en el marco de la puerta.
—Digger fue a comprar algo de comida.
Doblando la nota, la mirada de Syn cayó sobre las ropas. Tiró el conjunto más pequeño a Shahara antes de ver las botas negras.
—Aleluya —suspiro de alivio—. Por fin puedo ponerme en los pies algo que se ajuste.
—Nunca he visto a un hombre tan obsesionado con los zapatos. ¿Hay algo más sobre ti que debas decirme? ¿Algún otro fetiche extraño como llevar mi ropa interior?
Él resopló al recordar todas las veces en su infancia en las que se había cortado los pies debido a que había sido obligado a andar descalzo.
—Hey, donde crecí, los zapatos que ajusten son un raro lujo y desde que he crecido es una cosa a la que me he acostumbrado.
Tomó nota de las dos mochilas a los pies del sofá. Bien. Parecía que Digger había encontrado el equipo que necesitaban. Le echaría un vistazo con detalle más adelante. Justo ahora se estaba muriendo por lavarse. Y quitarse el desigual y áspero pelo de la cara.
—Me voy a la ducha. Digger dijo en su nota que te sintieras como en tu casa.
Shahara se hizo a un lado para dejarle pasar. Le miró caminar al baño y no se movió hasta que oyó correr el agua. Demasiado fácilmente, pudo imaginar su desgarrado cuerpo desnudo reluciente por el agua.
Recostada contra la pared, cerró los ojos y respiró profundamente para no caer en la fiera ola de deseo que la atravesó.
Lo que no daría por ser como Kasen. Su hermana se habría despojado de la ropa justo en ese mismo momento mientras se dirigía directamente hacia Syn y esa ducha.
Y estaba segura que era una visión maravillosa ver el agua goteando por sus rasgos cincelados, quedando en su hoyuelo. Ver su pelo negro húmedo curvándose en su cuello y anchos hombros. Ver el agua quedar cautiva del fino vello de sus piernas, y otros lugares más íntimos.
Seguir esas gotas con la lengua mientras chupaba los duros músculos que…
Dejó escapar un suspiro apreciativo.
Sería magnífico. Si tan sólo fuera diferente.
Sin embargo, no pudo apagar el fuego en su sangre. ¿Cómo sería hacer el amor con un hombre como él? ¿Sentir sus fuertes brazos abrazándola fuertemente mientras la besaba suavemente hasta que suplicara clemencia?
Shahara se mordió el labio de indecisión. ¿Toda esa bondad sólo era una ilusión?
¿Era Syn como Gaelin, engañándola con una fachada falsa, esperando hasta haber debilitado sus defensas antes de golpear?
Algo le decía que Syn no era así y, sin embargo, no se atrevía a confiar en él. No podría permitirse equivocarse de nuevo.
Suspirando, se apartó y fue a buscar algo para comer.
Muy poco tiempo después Syn se reunió con ella en la cocina.
—¿Qué huele tan bien? —preguntó él, caminando hacia el mostrador.
Shahara quiso responder, pero la visión de él limpio fue en lo único que pudo enfocarse.
El pantalón negro abrazaba sus caderas y otras partes de una manera que era casi obscena y dejaba muy poco a la imaginación. No es que tuviera que imaginarlo. Sabía muy bien lo que residía bajo ese apretado tejido.
La sangre le zumbaba en los oídos mientras su cuerpo se ponía al rojo vivo.
Se había pasado la camisa sobre sus musculosos hombros. Le recordaba a algún mítico dios emergiendo de la niebla. Perfecto en todos los sentidos. Nunca, jamás en su vida, había visto un hombre tan glorioso.
Cuando ella no respondió, Syn se volvió y la miró fijamente.
—¿Te importa si tomo algo?
Shahara se obligó a tragar.
—Adelante —desvió la mirada hacia su propio plato y esperó que no se diera cuenta del color en sus mejillas.
Cuando se volvió de espaldas a ella, no pudo resistir dar otro vistazo a su tentadora forma. Sin lugar a dudas, tenía el más bonito y firme culo que hubiera visto nunca. Y por primera vez en su vida adulta, no le importaría una porción saludable de ese trasero asado.
Una vez que tuvo su plato lleno, se unió a ella en la mesa. Tomó un mordisco, después hizo una mueca horrible.
Antes de que ella pudiera parpadear, se lanzó desde la mesa hasta la compactadora y escupió la comida. Molesta por su reacción ante su cocina, se puso una mano en la cadera y le dirigió una mirada de reprimenda.
—No es tan malo.
Cogiendo un vaso de agua, dio dos largos tragos profundos.
—No me sorprende que estés tan delgada. También moriría de hambre si tuviera que comer eso.
—Muchas gracias.
Él se volvió contrito.
—Lo siento. Podrías haberme advertido que era mortal.
Poniendo los ojos en blanco, Shahara tomó un bocado de sus huevos. Con toda honestidad, tuvo que estar de acuerdo con él. Los huevos estaban líquidos y salados, el bacón quemado y los panecillos no estaban tan mal. Siempre que se usaran como tope de puerta.
—Que puedo decir, Tessa y Caillen son los cocineros de la familia, no yo.
Syn agarró un pedazo de pan del recipiente de vidrio sobre el mostrador y se lo metió en la boca como si estuviera tratando de matar el sabor.
Probablemente estaría más ofendida si no hubiera crecido con Caillen siendo igual de cruel con ella cada vez que cocinaba.
—Así que, ¿cuál es nuestra agenda? –preguntó, cambiando de tema.
Él tomó otro trago.
—Primero, necesito que me ayudes a vendarme las costillas.
—¿El Prinapin no funcionó?
—El Prinapin es bueno para heridas leves, dolor y fijadores cosméticos. Pero no hace nada en lesiones más graves, como costillas rotas. Y la última cosa que necesitamos para mí es un pulmón perforado.
Ella dejó el tenedor y el plato a un lado.
—Entonces ¿qué vamos a hacer?
—Voy a cometer un suicidio.
Ella le miró conmocionada.
—No en sentido literal. Necesito volver a mi casa a por un par de cosas. Si conozco a los Rits, alguien estará allí vigilando. Así que necesito dejarte aquí e ir solo.
—Ahora espera un min…
—No discutas. He sido entrenado desde mi nacimiento para entrar en edificios sin ser visto. Tú, por otra parte…
—Hice un trabajo notable metiéndome en tu apartamento sin que me detectaras.
—Sí, pero quedaste atrapada.
No pudo discutírselo.
—No me llevará mucho tiempo, luego volveré a por ti.
¿Lo haría?
No lo sabía a ciencia cierta. Y no estaba segura de lo mucho que confiaba en él sobre esa cuestión.
—Bueno, creo que es la hora de mi ducha —dijo ella, echando mano de la ropa que había colocado en la silla a su lado—. Es decir, si dejaste algo de agua caliente.
—Regañona, regañona, regañona.
Shahara puso los ojos en blanco.
—Espera —dijo él, deteniéndola antes de que saliera de la habitación—. Mis costillas.
Alguna malvada parte de ella enterrada saltó de alegría por poder tocarlo tan íntimamente.
Shahara cruzó la habitación y tomó la venda blanca estéril y acordonada de su mano.
—¿Cómo lo hago?
Él abrió el rollo y sostuvo un extremo justo sobre su ombligo.
—Envuelve apretadamente mi caja torácica. Pero por favor, asegúrate de que no esté tan apretado que me corte la circulación.
Shahara hizo como le ordenó. Envolvió suavemente la venda alrededor de su torso, con los dedos rozando sus firmes músculos duros. A medida que sus manos se deslizaban sobre ellos, vio como se estremecían y retorcían en respuesta. Realmente tenía un cuerpo increíble…
Con la respiración entrecortada, hizo todo lo que pudo para no pensar en el deseo que le palpitaba como fuego en sus partes más intimas. O los escalofríos que se propagaban por su carne y le endurecían los pezones mientras sus dedos le rozaban la piel.
O sus propios pechos que le hormigueaban y se endurecían, rogando por su contacto.
Pero la peor y más tortuosa parte de todo era el paso que tenía que dar entre sus brazos cada vez que le pasaba el rollo por la espalda. Un paso que llevaba sus pechos contra su duro estomago.
Syn se humedeció los labios repentinamente secos mientras la veía trabajar. Le tomó cada pedazo del control que poseía no tomarla en sus brazos y probar sus labios. Puso las manos sobre el borde del mostrador y se aferró con tanta fuerza que los nudillos se le pusieron blancos y el mostrador le mordió las palmas de las manos.
Esto era una tortura aún peor que cualquier cosa que los Rits hubieran utilizado alguna vez con él. Infiernos, unas pocas horas de esto y estaría pidiendo clemencia.
Ella le miró y él vio el deseo ardiendo hondamente en las doradas profundidades de sus ojos. Con el control destrozado, bajó su cabeza a la de ella.
En lugar de huir, se inclinó hacia delante y entonces, justo cuando él pensó que saborearía el cielo, ella se apartó.
—Ya está —dijo ella con la voz tensa.
Con el cuerpo en llamas, no se atrevía a darle las gracias. Por el momento, era todo lo que podía hacer para no maldecirla. Sin duda, las costillas sin vendar habrían sido mucho menos dolorosas que el calor insatisfecho que le apuñalaba la ingle.
Ella miró brevemente sus pantalones apretados donde estaba segura que su excitación estaba completamente erecta, y su cara se volvió de un rojo brillante.
Sin una palabra, se giró sobre los talones y se fue para el cuarto de baño.
—No tardes demasiado —murmuró él, tratando de moverse a un punto más cómodo—. Definitivamente voy a necesitar una ducha de agua fría para acabar con este fuego.
Levantando su vaso de agua, Syn consideró tirárselo dentro de sus pantalones para ayudar a enfriar su lujuria. En cambio, tomó un profundo trago y fue al salón para mirar las mochilas e inspeccionar sus botas.
Mientras buscaba su equipo, sonrió ante la meticulosidad de Digger. No había dejado nada fuera. Cuando se trataba de robar, el anciano era el mejor en el negocio y sabía que cualquier buen ratero tenía que hacer frente a cualquier prueba.
Agradecido por ese hecho, Syn puso los paquetes a un lado, a continuación se puso las botas y la camisa.
La puerta se abrió. Digger se detuvo con el brazo lleno de comestibles.
—Me alegro de verte en pie.
—Me alegro de ser visto en pie —Syn le cogió las bolsas y las llevó a la cocina.
—Había esperado volver antes de que te levantaras. Tu novia dijo que no sabía cocinar, así que pensé en conseguirte algo sólido para tus costillas.
Syn se echó a reír.
—Me temo que llegas demasiado tarde. Ya me ha envenenado.
—Bueno, cuando una mujer se ve tan bien, no necesita cocinar, ¿verdad?
De acuerdo con él, Syn dejó las bolsas sobre el mostrador de la cocina.
—¿Oíste algo mientras estabas fuera?
—No —Digger sacó los comestibles de las bolsas y los guardó—. Hice algunas preguntas, pero lo único que contestó fue el silencio.
Syn se frotó la nuca.
—Sí, bueno, había dos tíos en la calle ayer que se querían hacer conmigo, y Vik dijo que había oído algunas cosas. Me imagino que sólo es cuestión de tiempo antes de que reúnan suficiente valor o alcohol para venir tras de mí.
—Maldita pena cuando un hombre no puede siquiera tener un minuto de paz —Digger le observó con una mirada indescriptible—. Pero supongo que estás acostumbrado a eso.
Sí, lo estaba. Syn le ayudó a guardar la comida.
El silencio se hizo entre ellos hasta que Digger se aclaró la garganta. Cuando Syn se dio la vuelta, se dio cuenta de la torpeza repentina.
—¿Qué?
Digger sacó una tabla de cortar y un cuchillo. Abrió un paquete de queso.
—Sé que has sido tú quien ha estado llenándome la cuenta.
—¿Qué cuenta?
Digger hundió el cuchillo en el queso, cortando una delgada rebanada.
—Ahora no me trates como a un tonto, muchacho. Nadie más se molestaría. Sé que has sido tú todos estos años. Y sé por qué enviaste a Vik conmigo. Quiero saber por qué.
Syn se apoyó contra el mostrador. Comenzó a mentir pero, ¿por qué? La verdad era que amaba a su tío. Siempre lo había hecho.
—Te lo debía.
Digger se burló.
—No me debes nada.
—Eso no es cierto. Me sacaste de la cárcel.
—Sí, pero ayudé a ponerte allí. Si hubiera sido un hombre, os habría llevado a ti y a Talia lejos de vuestro padre cuando vuestra madre se fue. Nunca debería haber permitido que vosotros dos os quedarais con él.
—No sabías de lo que él era capaz en lo que a nosotros concernía.
—Debería haberlo hecho.
Syn suspiró.
—Sí, bueno, si los “si” fueran caramelos y frutos secos, nunca hubiéramos tenido hambre.
Sonó un aplauso. Syn miró a la puerta para ver a Shahara allí de pie. Llevaba la misma ropa blindada negra que él, pero tenía que admitir que se veía mucho mejor en ella.
—Voy a tener que recordar eso.
Digger levantó la mirada.
—Sheridan me dijo que intentaste envenenarlo.
Ella le echó una mirada acusadora a Syn.
Antes de poder responder, Vik voló por la ventana y silbó tan fuertemente, que hizo que los tres retrocedieran.
—¡Vik! —espetó Syn—. Detenlo.
—Detén mi culo. Un grupo de vigilantes acaba de cruzar la calle. Vienen por ti y tu novia así que mejor corre o conseguirás ser salpicado.
Shahara lanzó una mirada frenética a Syn cuyo rostro estaba impasible.
—¿Qué hacemos?
Syn fue por los paquetes y se colgó uno sobre el hombro antes de lanzarle a ella el otro.
Digger bloqueó la puerta principal.
—Puedo aguantarles unos pocos minutos.
El corazón de Shahara latió con fuerza. Digger no duraría demasiado contra hombres jóvenes. Estaban condenados.
Syn la agarró de la mano y comenzó a tirar de ella hacia el dormitorio.
—¿Qué estás haciendo?
—¿Confías en mi?
Ella resopló.
—Ni siquiera un poco.
—Mejor aprende —dijo él antes de soltarla y abrir la ventana del dormitorio.
Cuando trepó, el pánico se apoderó de ella por lo que él quería hacer a continuación.
—Oh, no pienso subir ahí.
—Vamos, Shahara —se mantenía precariamente en la ventana que estaba a cinco pisos de altura—. No tenemos otra opción.
Ella sacudió la cabeza.
—¡No! —dijo enfáticamente.
Su oscura mirada se entrecerró mientras Vik volaba a través de la ventana. Descendió, después volvió a flotar por encima del hombro de Syn.
Vik revoloteó antes gritar:
—Están casi aquí.
—¡Shahara! —La mirada de Syn se volvió mortal—. Mueve el culo. Ahora. Tenemos que salir de aquí.
Pero no era tan fácil. No podía hacer lo que pedía. No podía.
—Me aterrorizan las alturas.
Él agachó la cabeza metiéndola.
—¿Tú qué?
Ella tragó cuando los viejos recuerdos surgieron. El dolor y el brazo roto, sobre todo el crudo miedo… Si no hubiera aterrizado sobre un montón de basura que había amortiguado su caída, habría muerto. Aún así, había resultado gravemente herida.
—Caí por la ventana de un segundo piso cuando era una niña y desde entonces me enferman las alturas, Syn. Mucho, muchísimo.
Sólo pensar en ello…
Quería correr.
Él dejó escapar un lento suspiro.
—Genial, déjamelo a mí el encontrar un rastreador en el universo asustado por un poco de altura —apretó los dientes, después volvió a mirarla—. Dame tu mano.
—¿Por qué?
Un fuerte ruido sonó contra la puerta delantera.
—Abre, viejo. ¡O la volaremos!
—Es a mí o a los Rits. ¿A quién eliges?
¿Eso era una elección?
Pero al final, sabía que tenía razón. Tenía que aspirar y ser una mujer.
—Elijo la opción tres —dijo ella, dándole la mano.
Syn la tomó en sus brazos.
—Agárrate muy fuerte y no mires abajo.
Shahara hizo lo que él dijo y se tragó el pánico. Los brazos fuertes se envolvieron a su alrededor como un manto protector un instante antes de que se dispararan hacia arriba a una velocidad vertiginosa.
Ella miró hacia arriba, a sus rasgos afilados.
—¿Qué de…?
—Es un cable de muelle —la alzó hasta el borde del techo.
Temblando, Shahara se arrastró a la seguridad e hizo su mejor esfuerzo para no pensar en lo lejos que estaban del suelo.
—¿Qué conseguimos?
—No mucho —Syn se subió por el borde y presionó el botón para rebobinar el cable al compartimento en su muñeca. Echó una mirada a los tejados de alrededor, después saco un bastón de un bolsillo exterior de la mochila de ella—. Coge uno de la mía.
Frunciendo el ceño, ella hizo como le habían ordenado mientras Vik volvía a hacer círculos sobre ellos con otro informe de que se acercaban más.
Syn presionó un botón en el centro del cilindro metálico de treinta centímetros y el bastón se expandió a un metro ochenta. Antes de poder preguntar para qué era, él saltó, usándolo como pértiga del borde de su edificio a la parte superior del otro.
La cabeza le dio un vuelco ante la sola idea.
Seguramente no pretendería…
—Vamos —dijo él, mirando hacia atrás, hacia ella.
Oh, infiernos no…
—¡Estás loco!
—Certificadamente loco —le dedicó una sonrisa encantadora—. Ahora muévete antes de que quedemos atrapados.
Voy a morir…
Ella oyó los blasters disparándose en el apartamento de Digger y supo que no tenía más remedio que seguirle.
Conteniendo la respiración, duplicó el salto con pértiga de Syn incluso aunque temía que sus miembros o la pértiga se vinieran abajo. Pareció que pasara una eternidad antes de llegar a su lado.
Él le dirigió una mirada de reprimenda.
—No fue tan malo, ¿verdad?
Ella le miró furiosa.
Con una risa irritante, dejó su lado y saltó sobre dos tejados más como un grácil bailarín.
Shahara le miró con envidia.
—Lo haces parecer tan fácil —exhaló—. Si caigo juro que te mataré.
Una vez que le alcanzó nuevamente, él retractó las pértigas.
—Recuerda dónde está esto. Es el mejor amigo que un ladrón jamás tuvo.
—No soy un ladrón.
—Oh sí lo eres, bebé. Me has robado a mí de los Rits. Y te aseguro que Merjack lo considera un crimen peor que un robo a gran escala.
—Realmente te odio. ¡Y deja de llamarme bebé!
Él la atrajo a su pecho de acero. Sus ojos brillaban de alegría y acercó la cara tan próxima a la suya que su aliento le hizo cosquillas en los labios.
—Mientras provoque alguna emoción fuerte en ti —dijo, frotando su nariz contra la de ella—, estaré feliz. Cualquier cosa que aparte la apatía.
La soltó y miró alrededor como si considerara sus opciones. Ella tenía que admitirlo, era una vista sexy mientras se quedaba de pie, alto y orgulloso, a la vez que examinaba los tejados que les rodeaban. Había una gracia callejera en su postura que la mujer en ella no podía dejar de apreciar.
Unos gritos estallaron cuando Vik descendió.
—Están sobre el otro tejado.
El pánico de ella aumentó. No había una puerta o cualquier otro medio de dejar el tejado sobre el que estaban.
—¿A dónde vamos a ir desde aquí?
Él se inclinó por un borde y miró hacia abajo.
—¿Cuánto pesas?
—Unos cuarenta y seis kilos, ¿por qué?
No respondió mientras presionaba las teclas de la computadora de su muñeca.
—¿Cómo vamos a bajar de este tejado?
Esa maldita sonrisa que estaba aprendiendo a despreciar regresó a su hermoso rostro.
—Realmente no quieres que te responda a esa pregunta.
Un escalofrío se deslizó por su espalda.
—¿Por qué?
Él abrió los brazos ampliamente.
—Ven con papá, querida. Vamos a dar otro paseo.
Ella sacudió la cabeza.
—Si crees que voy a escalar descendiendo por el lado de este edificio…
—No tenemos tiempo para escalarlo.
—Entonces ¿qué vamos a hacer?
Él abrió más los brazos y le guiñó un ojo. Un nudo horrible le creció en el vientre. Debía haber muerto y sido enviada al infierno.
Los disparos volaron a su alrededor.
Vik bajó en picado del edificio.
—Mejor que os deis prisa, saco de huesos.
—Vamos, Shahara.
Maldiciendo, se movió para quedar enfrente. Él sacó una correa.
—¿Qué estás haciendo? —le preguntó mientras él se la pasaba por las nalgas y la aseguraba contra él de la manera más distrayente.
—Abrázame fuerte.
Ella empezaba a despreciar esa frase. Obediente, le pasó los brazos alrededor de su cuello.
—Envuelve las piernas alrededor de mi cintura.
Ella le miró furiosa.
—No creo.
—No es sexual. Sólo hazlo.
Ella obedeció, luego deseó no haberlo hecho. Estaban atrapados en un abrazo tan íntimo que le puso fuego en las mejillas. Entre sus piernas, tocando cada parte de ella que rogaba por él, podía sentir los tensos músculos que se alineaban en su estómago. Sus pechos estaban presionados firmemente contra su pecho donde captaban la terrible palpitación del suyo.
¿Qué estaba haciendo? Nunca había tocado a un hombre así.
Y antes de poder finalizar ese pensamiento, él puso los brazos alrededor de su cintura y se acercó al borde del edificio.
—Oh Dios mío —gritó ella mientras caían hacia el callejón muy por debajo.
—Deja de gritar antes de que me perfores los tímpanos —sus brazos se apretaron alrededor de ella—. Sólo abrázame y reza.
Shahara hundió la cabeza contra su hombro y apretó las piernas fuertemente a su alrededor.
De repente, le oyó maldecir por encima del fuerte viento.
—¿Qué?
—Vamos a morir.
—¡Qué!
—Agárrate.
—Agárrate —repitió ella con incredulidad—. ¿Qué significa agárrate? —si le apretaba mas, le partiría en dos.
Entonces lo sintió. Finalmente iban frenando.
Con una última sacudida, dejaron de caer. O tal vez estaban muertos… Syn apretó los brazos alrededor de ella y cuando habló, había una nota de humor en su voz.
—Ya puedes abrir los ojos. Estamos a salvo. Pero puedes permanecer en mis brazos tanto tiempo como quieras.
Shahara le miró, con ganas de matarlo. Pero su cuerpo no cooperaba. Débil de alivio, todo lo que podía hacer era abrazarlo más fuertemente.
—Te odio, Convicto.
Él rió, haciendo que los músculos de su estómago la tocaran en sus lugares más íntimos.
Shahara sólo le miró.
—¿Cómo puedes encontrar esto divertido? Casi nos matas.
—¿Yo? Eres la que mintió sobre su peso.
—No lo creo. ¿Cuándo fue la última vez que te pesaste?
Él alzó una ceja.
—Tienes razón.
Ella se separó de sus brazos, después, le dio un puñetazo en el hombro.
—Podrías haberme dicho que tenías botas anti gravedad. Pensé que estábamos muertos.
—No quería decirte lo que estaba haciendo en caso de que decidieras no saltar.
—Eso es malvado.
—Lo superarás.
—Sólo después de matarte.
—¡Ahí están!
Levantaron la vista al unísono para ver a dos hombres corriendo hacia ellos. Syn la agarró por el brazo y se dirigieron en dirección opuesta mientras Vik volaba hacia sus perseguidores para ralentizarlos. Mientras corrían, Shahara decidió que no le gustaba estar en ese extremo de la persecución. En absoluto.
Prefería ser el cazador.
Syn la condujo a un callejón oscuro. Saltaron sobre contenedores de basura y vagabundos sin hogar, y entretanto, ella podía oír a sus perseguidores cada vez más cerca mientras Vik les insultaba y le disparaban. El corazón le palpitaba en los oídos. Syn se veía tan tranquilo mientras corría, controlando por encima del hombro de vez en cuando, que sentía ganas de estrangularlo.
De repente, una valla les cortó el paso. Ella comenzó a trepar sólo para encontrarse alambre de púas recubriendo la parte superior.
—¿Qué vamos a hacer?
—Suéltate.
Ella lo hizo y él la agarró.
Aterrada, Shahara miró detrás de él para ver dos hombres viniendo directos a ellos.
Syn sacó una lata del tamaño de una mano de su mochila, después se la lanzó a sus perseguidores. El humo explotó.
—Aguanta la respiración —dijo él, sacando su pértiga. La extendió a la mitad de su longitud y la utilizó para subir la parte inferior de la valla—. Pasa.
Ella se arrastró a través del espacio, después la aguantó para él. Con un movimiento agraciado él rodó bajo la cerca, retractó el bastón y lo volvió a introducir en la bolsa.
Ella oyó a sus perseguidores luchando a través del humo y disparando a Vik.
—¿Cuánto tiempo les contendrá?
—No mucho.
Agarrándola de la mano, se dirigió al templo cruzando la calle.
Ella corrió para seguir su ritmo.
—¿Qué estás haciendo?
—Confía en mí.
Abrió la puerta del templo y se deslizó dentro.
Con su estrecha confianza, ella le siguió.
En el interior del oscuro vestíbulo, bastidores de velas blancas apagadas se alineaban a lo largo de las paredes rosa pálido. Syn agarró dos y le dio una a ella.
—Sólo haz lo que yo.
Abrió la puerta tallada de madera de la capilla y caminó lentamente hacia el altar. Con las piernas temblando, le siguió preguntándose si los hombres habían visto dónde habían ido.
Y si lo habían hecho, ¿les seguirían?
Lo último que quería era un enfrentamiento dentro de un lugar santo.
Dándose cuenta de que estaban en un templo Kiloran, miró la estatuaria intrincadamente tallada de varios santos que estaban en pedestales cada pocos pasos. En realidad era muy hermoso y sereno.
Con sus tacones sonando ligeramente contra el suelo de madera, Syn la llevó más allá, hacia el altar recubierto de terciopelo, donde había una lámpara de aceite eterna. Se arrodilló ante ella y se golpeó la frente dos veces antes de tocarse el corazón. Entonces besó la vela y la encendió con la lámpara.
—Ahora tú —susurró.
Ella duplicó su gesto. Él puso una mano alrededor de la llama y caminó a un banco de oración a la derecha del altar, cerca de una pequeña puerta. Arrodillándose sobre el banco, puso la vela en un pequeño soporte.
Ella hizo lo mismo. Alrededor del elaborado y dorado templo, podía oír a la gente murmurando sus oraciones.
A todos excepto a Syn.
Con la cabeza inclinada tranquilamente, no hacía nada mientras parecía rezar. Hasta que observó que él tenía los ojos abiertos y parecía estar buscando discretamente algo en el templo.
La puerta de la capilla se abrió. Shahara volvió la cabeza para ver a uno de los hombres entrando.
—Syn… nos han encontrado.
Él miró a la puerta, después apagó la vela y la tomó de la mano. Shahara apenas tuvo tiempo de apagar la suya antes de que él la llevara hacia la puerta lateral.
El corazón le palpitaba dolorosamente en la garganta y la asfixiaba. Realmente no iba a llevarlos a través de las zonas privadas del templo, ¿verdad?
¿No era ilegal o algo así? ¿O al menos un pecado grave?
El frío y oscuro pasillo se extendía para siempre sin una puerta. Syn tiró de ella a lo largo hasta que llegaron a una pequeña alcoba. Envolvió los brazos alrededor de ella, atrayéndola a las sombras con él. Queriendo protestar, ella contuvo el aliento mientras oía la puerta abrirse y los pesados pasos aproximarse.
Entonces oyó el áspero sonido de un hombre tosiendo. Se le detuvo el corazón. Esta vez, habían sido definitivamente encontrados. No había ningún otro lugar más donde poder ir.
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