ZEUS LE LANZÓ UNA MIRADA SARCÁSTICA mientras se paraba justo delante de él
y tiraba del cinturón de la bata en un nudo apretado.
—Estás loco.
Extrañamente, había una serena tranquilidad en el interior de Jericho, que no reaccionó
al ser acosado. Qué extraño. Normalmente, tras tal rapapolvo, estaría yendo por la
garganta de Zeus.
Quizá Delphine estaba influyendo en él, porque juraba que podía oírla diciéndole que
se calmara.
—No —dijo lentamente—. La única locura sería que me ignoraras. Los Skoti y los
Oneroi necesitan sus emociones para luchar efectivamente contra Noir.
Zeus sacudió la cabeza.
—Se volverán contra nosotros. Puedes fiarte de mí en eso.
¿Tan estúpido podría ser un dios? ¿Estaba ciego?
—En caso de que no lo hayas notado, ya lo han hecho. Y están apartando de tu panteón
a un dios cada vez. Los Oneroi y los Dolophoni no son nada más que, perdona el juego de
palabras, un mal sueño.
Jericho cruzó los brazos sobre el pecho, muy seguro.
—Si les devuelves sus emociones, su lealtad al panteón quizás triunfe sobre su lujuria y
ambición actuales. Además, Noir no tendrá nada que ofrecerles. La única razón por la que
ahora no tienen emociones es porque las prohibiste. Restaurarlas es la única esperanza que
tienen.
Zeus curvó el labio.
—¿Cómo lo sabes?
—Todavía estás vivo en este momento, ¿verdad? Aunque no he soñado con nada más
que con matarte durante todos estos siglos. Aunque te odie con cada pedazo de mí,
todavía estás vivo a causa de la lealtad que te tengo por ser griego. Y al odio que siento
por Noir por haber tratado de utilizarme. Eso es lo que necesitamos para volver a
despertarlos.
Zeus bufó.
—Ninguna de ellas me motiva para reponerlas.
—Entonces dime qué lo hará.
Zeus entrecerró los ojos mientras lo consideraba. Jericho juraba que podía oír los
engranajes girando en la mente del Dios.
—¿Qué me estás ofreciendo exactamente?
No lo hagas, idiota. Dile que su vida.
Pero sabía que las amenazas no le conseguirían lo que necesitaba. Zeus era el único que
podía levantar la prohibición. Este no era el tiempo ni el lugar para la arrogancia ni la
bravuconería.
Hazlo por el futuro de Delphine...
Lo estaba pidiendo por la libertad de ella. Su vida. De algún modo lo hacía más fácil
para él.
—Lo que sea para acabar con la maldición que nunca les deberías haber dado.
Zeus ladeó la cabeza como si oyera los pensamientos de Jericho. Su mirada se oscureció
amenazadoramente.
—¿Esto es por la pequeña Oneroi que envié tras de ti, verdad? No te importan los otros.
Sólo quieres liberarla —se rió en tono burlón—. Vaya. El poderoso Cratus ha caído por un
común dios del sueño. Enviarte ese culito caliente funcionó realmente.
—No la llames así —gruñó Jericho.
Era todo lo que podía hacer para no atacarle. Delphine no era un objeto y maldita sea si
permitía que Zeus la redujera a uno.
Zeus se rió otra vez, haciendo que Jericho quisiera arrancarle la arrogancia con un
puñetazo en la cara.
—Crees que si recupera las emociones te podrá amar, ¿verdad? Que se preocupará por
ti. Nike me contó que ella sería una debilidad que no podrías negar. Y tenía razón. No hay
nada como una cara bonita para debilitar a un hombre, especialmente a uno al que se le ha
prohibido el sexo tanto como a ti.
Esa era probablemente la última cosa que Zeus le debería haber recordado, porque en
este momento estaba conteniendo su genio por un margen muy estrecho.
—Déjala fuera de esto.
Por suerte, el dios sabía cuando echarse atrás.
—Bien. Me has pedido un favor y te lo otorgaré con una condición.
—¿Y es?
—Una vez tengamos a los Skoti controlados, serás mi obediente esclavo durante el resto
de la eternidad.
—Que te jodan.
La respuesta de Jericho voló fuera de su boca antes de poder detenerla. ¿El bastardo no
estaba en sus cabales? ¿Pensaba realmente Zeus que sería tan tonto otra vez?
Zeus se encogió de hombros como si el destino de todo su panteón no descansara en su
decisión.
—Entonces ningún trato. Sólo espero que tu pequeña Oneroi sea mejor combatiente que
ellos. De otro modo...
Jericho estaba espantado ante su indiferencia.
—¿Eres completamente estúpido? Si Noir consolida su posición sobre los gallu
gobernados por los Skoti, estaréis condenados. Todos estaremos condenados.
—Mis sueños están protegidos, una precaución que tomé hace mucho tiempo. Mi único
temor es Noir, y contigo fuera del camino, es una herramienta menos que tendrá —Zeus
sonrió burlonamente—. Sí, quieres fastidiarme y luchar por él, pero no lo harás. No ahora.
No después de que has visto a tu hermosa Delphine. ¿No la dañarás, verdad?
—Cállate.
—¿Por qué? ¿La verdad te ofende?
Rugiendo con ira, extendió las alas y agarró a Zeus por la garganta.
El dios no se estremeció mientras Jericho lo sostenía contra la pared.
—Sigue. Mátame —aguijoneó—. Devuelve mis poderes a La Fuente. Pero si no los
puedes manejar, y ambos sabemos que no puedes, irán a Noir y le harás más poderoso. O
peor, reventarán el universo y matarán a todo ser vivo. ¿Es eso lo que quieres?
Jericho apretó su puño, queriendo matar el bastardo. Quería bañarse en su sangre y
probar sus entrañas.
—Te odio.
—Ódiame todo lo que quieras. Pero es tu decisión al final. Puedes ayudarles aceptando
mis demandas, o negándote y mirándoles caer ante Noir y Azura. ¿Cuál será?
Jericho sacudió la cabeza, tratando de comprender las razones de Zeus y su egoísmo.
—¿Cómo puede no importarte lo que les suceda?
—No estoy exento de compasión, pero nunca he eludido lo que debe ser hecho. Jamás.
Maté a mi propio padre para gobernar este panteón. ¿Piensas por un minuto que vacilaría
en matar al resto de este panteón para proteger mi lugar como rey?
Jericho apretó la garganta mientras se imaginó a Zeus yaciendo muerto a sus pies. Pero
al final, supo que Zeus tenía razón. Con su corazón humano, no podría absorber esos
poderes. Los mataría a ambos y otorgaría los poderes a Noir.
O les destruiría a todos.
—Así que, ¿qué va a ser, Cratus?
DELPHINE SE CONGELÓ MIENTRAS ALGO DOLOROSO REVENTABA dentro de
ella. Sentía como si el corazón le hubiera estallado y enviara fuego a través de sus venas.
Gritando, cayó de rodillas, agarrándose el pecho. Cada aliento le cortaba. Cada latido del
corazón era agonizante.
¿Qué demonios le sucedía?
Aterrorizada de que fuera un nuevo ataque de Noir y su ejército, miró alrededor del
vestíbulo donde los otros Oneroi y Skoti también se retorcían de dolor. Ninguno de los
Dolophoni parecían estar afectados por ello.
—¿Qué está sucediendo? —preguntó a M’Adoc.
M’Adoc jadeaba y gemía.
—Lo ha hecho. Son nuestras emociones siendo desbloqueadas.
¿Podía ser…?
Fue sólo cuando el ardor se detuvo y las emociones desbloqueadas barrieron por ella
que se dio cuenta exactamente de qué hueca había estado siempre. Todo a su alrededor
era más vibrante y nítido. Cada sonido, cada sabor. La luz era cegadora mientras las
emociones la inundaban. Odio. Amor. Simpatía. Temor. Tristeza. Felicidad. Se reía y
lloraba. Se avergonzaba queriendo gritar de alegría.
—Respira —le dijo en la oreja M’Adoc—. Déjalo asentarse.
Lo intentó lo mejor que pudo, pero era tan difícil. Al igual que para Azura que, aún
habiéndolas desbloqueado, esto no era nada comparado con lo que sentía ahora. La diosa
sólo debería haber desbloqueado la parte humana, porque no había comparación con esto.
—¿Cómo las manejan los humanos?
—Algunos las manejan mejor que otros, y están más acostumbrados a ellas ya que las
tienen desde que nacen. Te acostumbrarás a ellas también... al final.
Él parecía haberse recuperado.
Ella era otro asunto. Era todo demasiado crudo.
Hasta que Jericho apareció. Un grito resonó de los Oneroi y Skoti que le daban la
bienvenida, pero no les prestó atención. Su mirada era sólo para ella mientras avanzaba en
su dirección.
Las lágrimas enturbiaron su visión mientras él la levantaba en sus brazos.
—Gracias —suspiró.
Inclinó la cabeza antes de destellar fuera del vestíbulo hacia el cuarto de ella.
Ella le puso la mano en la cara, descansando el pulgar en el parche que él había
reemplazado. La alegría y el amor que sentía por él eran increíbles. Nunca en su vida se
había sentido así.
—¿Cómo le has convencido?
—No te preocupes por ello, no es importante.
Sí, lo era. Él no tenía la menor idea de lo que significaba para ella comprender
finalmente la parte que siempre había estado bloqueada. No es de extrañar que los Oneroi
se hubieran vuelto Skoti. La sensación era tan vertiginosa e intoxicante. Quería
experimentarlo todo. Sentir todas las emociones tan profundamente como fuera posible.
—Eres asombroso, mi Jericho.
Jericho se congeló ante las palabras, que le cortaron profundamente en el corazón.
—¿Qué has dicho?
—Eres asombroso.
—No, ¿qué me llamaste?
Ella le sonrió.
—Mi Jericho.
Era extraño cómo el pensamiento de pertenecer a Zeus le disgustaba hasta un nivel de
cabreo que apenas podía comprender. Pero ser poseído por ella...
Sería el cielo.
Cerrando los ojos, la besó profundamente, necesitando sentirla en sus brazos. Por ella
había canjeado dos veces su libertad. Pero por lo menos ahora sabía una sola verdad.
Ella lo valía.
NOIR SE TENSÓ RÍGIDAMENTE MIENTRAS SENTÍA LA PODEROSA onda que
penetraba en su reino. Apestaba al Olimpo. Sobre todo, hedía a Zeus.
¿Qué había hecho ese bastardo?
No fue hasta que miró a los Skoti a su lado, cuando lo comprendió. Zeus los había
liberado. Las emociones regresaban a ellos.
Un grito jubiloso sonó mientras se abrazaban los unos a los otros como hermanos
perdidos hace mucho tiempo.
Azura apareció a su lado.
—¿Qué demonios es esto?
Noir curvó el labio con repugnancia.
—Los habitantes de Olimpia. Intentan una nueva táctica —pasó delante de ella donde
sus demonios miraban alrededor, aturdidos—. ¡Gallu! Convertid a cualquier habitante del
Olimpo que podáis encontrar. ¡Ahora!
Los gallu atacaron, pero los Skoti, que ahora estaban en pleno control de sí mismos, se
defendieron con una habilidad sin precedentes. Las drogas que había utilizado para
entumecerlos habían desaparecido de sus sistemas en el instante en que sus emociones
regresaron.
Azura se giró hacia él con temor en los ojos.
—Esto no es bueno.
—No te asustes. Es un revés temporal y nada que no podamos vencer.
Noir utilizó sus poderes de sellar su reino. Aunque no podía evitar que los Skoti se
fueran, podía evitar que alguien, o algo, entrara.
Por ahora eso evitaría que los atacaran hasta que encontrara un modo de contrarrestar
este último giro. Jericho era ingenioso, le daría eso. Pero no era contrincante para Noir.
Noir sabía cómo motivar a las personas.
Y ahora tenía a Kessar y a sus gallu...
Iba a ganar esto sin importar a quién tuviera que matar.
—ASÍ QUE LA PROFECÍA ES VERDAD.
Vestido con pantalones azules y una camiseta azul oscuro, Zeus se giró ante el sonido
de la voz resonante de Hera. Había estado planeando volver al vestíbulo donde los otros
Dioses estarían cenando ya, pero esto lo detuvo de golpe.
—¿Qué estás haciendo aquí, Hera?
Su mujer se manifestó justo delante de la puerta que iba de su dormitorio al pasillo
principal. Alta con pelo castaño oscuro, era una de las diosas más hermosas. E, incluso
aunque la engañaba de vez en cuando, sabía que no tenía igual. Sinceramente, era
exquisita y valiente. Su pareja perfecta.
—Sólo quería decir lo sorprendida que estoy de que hayas consentido alegremente a
una profecía contra la que luchaste tanto por evitar.
—No sé de qué estás hablando.
—Oh, vamos, amor. Sabes exactamente de lo que hablo. Es eso contra lo que has estado
luchando desde el día en que desterraste las emociones de todos los Oneroi. Ambos
sabemos que no fue el sueño. Ningún Oneroi jugó con tu sueño. No se habrían atrevido,
no importa cuánto les enfadaras. Fueron las palabras de Tiresias lo que te hizo masacrar y
subyugarles a todos.
Respirando con jadeos, la miró. ¿Cómo se atrevía a traer esto a colación? Era algo que
había relegado al pasado distante. Algo que le había hecho más que cuidadoso hacía
siglos. La profecía había sido evitada y el mundo volvió a la normalidad.
Pero Hera continuaba, inconsciente de su ira creciente.
—El cinco de junio, un niño nacido de hombre y de los Dioses celestiales convocará a
los más grandes Titanes y depondrá al poderoso Zeus. En sus manos gira la voluntad de
los Destinos, y el gran Kosmetas de los habitantes de Olimpia no lo será más. Ella
esgrimirá el último poder y andará entre el mundo de los hombres y de los sueños. Su
amor, su compasión, serán el final de la orden del Olimpo y un Titán los gobernará a todos
otra vez.
Era la maldición que su padre le había concedido después de que Zeus le castrara.
Serás arruinado, y yo reiré mientras caes…
La furia de Zeus estalló.
—Para —gruñó, preparado para arremeter contra ella.
Hera fue implacable.
—Sabes que es verdad. El día que Tiresias te contó que el bebé Oneroi había nacido, el
único que un día te destronaría, llamaste a las Furias y a los otros para perseguirlos
reclamando que habías sido asaltado en un sueño. Te aseguraste especialmente que esas
hijas mestizas que habían sido profetizadas para ser las que nos reemplazaran fueran
matadas brutalmente. ¿Qué fue lo que dijiste?, “No dejes a ninguna viva”, así que los
Dolophoni y los otros empaparon la tierra de rojo con la sangre de los niños híbridos.
Nadie se atrevió a cuestionar al gran Zeus, cuya palabra es ley. Pero ambos sabemos la
verdad. No querías desterrar sus emociones y masacrar a sus hijas por un sueño que
nunca ocurrió. Querías mantener tu lugar como el rey de los Dioses.
Se mofó de ella.
—No te vi defendiéndolos entonces.
—¿Cómo podría haberte detenido? Eras un dios poseído, y no era lo bastante estúpida
para impedirte el paso. Sólo Cratus lo fue, y ese bebé por el que enviaste a todos a la
muerte… ¿Sabías que sobrevivió?
Zeus se congeló ante la pregunta.
—¿Qué? Es imposible. Dolor me juró que había matado al bebé. Torturó a Leta con
cuentos de cómo su hija había muerto. Con qué alegría la había masacrado.
—Dolor quiso causarle sufrimiento y mató a una niña, correcto. Pero no era ella. Su
bebé vivió.
En ese momento, Zeus quiso matar a su mujer.
—¿Por qué no me lo dijiste? ¿Cómo puedes haber mantenido esto en secreto?
—No lo he sabido hasta ahora.
—¿Qué quieres decir?
—El demonio con el que volvieron, Asmodeus. Tuve una charla agradable y larga con
él acerca de los planes de Noir y el futuro del demonio aquí entre nosotros en el Olimpo.
Me contó que oyó por casualidad como Jaden le decía a Cratus que Delphine es la hija de
Leta y su marido humano. Es el bebé que Cratus fue enviado a matar. El bebé que se negó
a asesinar.
—No...
Zeus se tambaleó hacia atrás cuando las implicaciones le golpearon completamente.
¿Cómo podía no haberlo visto?
Porque la profecía nunca quiso ser frustrada.
Soy el rey de los Dioses...
Nadie era más poderoso que él. Ni esas tres rameras llamadas Destino. No sería
derrocado por alguna abominación humana mestiza.
Era Zeus. El rey de todos los Dioses del Olimpo y de todo el poder que les pertenecía.
Pero lo que le hizo rugir de furia fue el conocimiento de que había puesto sin saberlo a
Delphine junto a Cratus. Había sembrado las semillas de su propia destrucción.
A causa de Nike. Esa pequeña puta pagaría su parte de esto. Si él sobrevivía.
No es demasiado tarde.
No, todavía podría parar todo. Cratus tenía un corazón humano y estaba atado a Zeus.
Nike estaba atrapada en las manos de Noir. Podían fácilmente dejarla morir.
En cuanto a Delphine...
Se encontró con la oscura mirada de Hera.
—Los dos necesitan ser sacrificados.
—De acuerdo.
Él arqueó la ceja, sorprendido por su apoyo. Normalmente luchaba contra sus edictos.
—¿Estás de acuerdo?
—Ciertamente no quiero ser reemplazada por una bastarda medio-humana. Somos los
gobernantes del Olimpo y, por la Fuente y todo su poder, que así seguiremos. No importa
lo que nos cueste.
Una lenta sonrisa se extendió por la cara de Zeus. Era bueno tener a su mujer de su lado
en una discusión por una vez.
—Entonces convoca a las Phonoi.
Asesinato, Muerte y Matanza, eran un trío de diosas que prosperaban al tomar vidas.
Sin conciencia o misericordia, atacarían. Y lo mejor de todo, sabían cómo matar a un dios y
no reventar el universo.
Zeus se rió al pensar en soltar su destrucción.
—Tengo una nueva víctima para ellas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario