miércoles, 29 de febrero de 2012

BOF cap 20

Shahara se detuvo en la calle, fuera del restaurante, donde se suponía que debían reunirse.
Syn llevaba tres minutos de retraso.
Revisando la multitud, no vio señal alguna de un rastreador y Vik ya le había confirmado que no había visto nada, tampoco. Así que ¿dónde estaba Syn? ¿Qué estaba haciendo?
¿Le habían capturado?
O peor, ¿matado?
El terror le atravesó tan brutalmente ante la mera idea de su muerte que casi la hizo caer de rodillas. ¿Y si moría por culpa de ella? ¿Podría soportarlo?
Realmente nunca había considerado la posibilidad. Pero ahora mismo la miraba fijamente a la cara y la abofeteaba con fría realidad.
Él podría no volver. Y sería por su culpa.
Trató de calmarse, pero la agonía de tratar de imaginarse volviendo a su vida sin él era insoportable. ¿Cómo puedo amar a tal gilipollas arisco?
Sin embargo, lo hacía. Y si moría intentando ayudarla…
Las lágrimas llenaron sus ojos. No podía quedarse aquí, esperando que se reuniera con ella mientras él podría estar sangrando y necesitando su ayuda.
Hizo un gesto a Vik para que bajara del árbol donde estaba posado para poder echar un ojo. Tan pronto como se puso sobre una valla cercana, tomó una decisión.
—Voy a volver por Syn.
Él ladeó su cabeza de pájaro.
—Eso no es lo que él dijo.
—No me importa. Está ahí fuera solo y…
—¿Nunca puedes seguir instrucciones?
El alivio la desgarró cuando oyó esa voz sexy y profunda de barítono. Antes de poder evitarlo, se volvió y abrazó a Syn fuertemente. Vik salió disparado al cielo con un fuerte sonido de protesta ante las muestras humanas de afecto que lo cegaban.
Syn se quedó atónito ante su inesperado recibimiento. Pero lo que le derribaba era lo fuerte que le abrazaba y el hecho de que ella realmente temblaba en sus brazos. Como si hubiera estado asustada de que le hubiera pasado algo.
Dioses, se sentía bien. Demasiado bien. Cerrando los ojos, tomó una profunda inspiración y dejó que el aroma de su cabello le sacudiera hasta la médula de su ser. Si sólo pudiera quedarse aquí así, pero lo sabía mejor.
Tenían un trabajo que terminar.
—Estoy sangrando sobre ti, bebé. Por mucho que esté disfrutando esto, puedes no querer abrazarme demasiado cerca.
Ella se apartó con un jadeo.
—¿Qué?
Él alzó la mano para mostrarle dónde uno de sus perseguidores le había cortado con un cuchillo.
—Necesita alguna sutura, pero viviré. Sólo que duele como el infierno.
Shahara estaba horrorizada por la manera en que la sangre goteaba desde su mano a la acera. Syn había envuelto un trozo de tela alrededor de su mano, pero ya estaba empapado.
—¿Estás seguro de que no te has abierto una vena?
Él le dirigió una mirada cómica.
—Lo siento. Olvidé que eras médico. Se ve mal.
—Bueno, no es un arañazo. Pero está bien. Terminemos esto y atendamos las heridas después.
Le atrajo de nuevo contra ella y le sostuvo durante un minuto más.
Él apretó el brazo a su alrededor y se deleitó con el calor de su cuerpo contra el suyo.
—Sigue con esto y voy a pensar que estabas preocupada por mí o algo así.
—Estaba preocupada por ti, gilipollas. No lo hagas otra vez.
Él farfulló.
—Perdona, pero no hice esto. Debes dejar ese blaster en su cartuchera. Quiero decir, maldita sea, mujer, ahora sé de dónde sacó Caillen su impulsividad.
Ella le tiró de la oreja.
—No me gusta preocuparme por la gente que quiero. Ahora ¿necesitamos llevarte a un hospital y atender tu herida?
—No. No tenemos tiempo —quitó la mano herida de la cara de ella y activó su enlace—. Vik, vigila por mí. Vamos a entrar.
—Lo haré, jefe —voló más alto para conseguir un mejor punto de observación.
Syn la tomó de la mano y la condujo a través de la concurrida calle al campus principal de la universidad.
Shahara se sentía un poco incómoda mientras miraba a su alrededor a todos los estudiantes. Algunos que se apresuraban a clase mientras otros se sentaban solos o en grupos en el suelo donde estudiaban. Una parte de ella deseaba haber sido capaz de hacer eso. Le hubiera gustado ir a una escuela como esta. Debido a su familia, ni siquiera había terminado la escuela elemental.
Pero Syn lo había hecho. Y no podía dejar de advertir cuántas estudiantes femeninas se detenían para mirarle mientras pasaban. O peor, codearse las unas a las otras para mostrarles a sus amigas. Aquello le hizo preguntarse lo mujeriego que había sido cuando era estudiante, especialmente dado que parecía ajeno a la conmoción que estaba causando.
—¿Te gustaba la escuela? —le preguntó.
—En realidad no.
—¿Por qué no? Parece que habría sido divertido.
—Estaba demasiado asustado de ser expuesto como el hijo de Idirian Wade, recuerda, mi padre no había muerto hacía tanto tiempo cuando comencé en la universidad. Sus demasiados públicos juicio y ejecución habían sido acaloradamente seguidos y constantemente debatidos en mi campus. Por no hablar de que realmente no encajaba con los chicos con los que iba a la escuela. La mayoría de ellos provenían de agradables familias relativamente normales. Estar cerca de ellos sólo me recordaba lo mal que había sido jodido por mi nacimiento y mis padres. Así que les evité cuanto pude.
—Lo siento.
—No es nada por lo que tengas que sentirlo. Es lo que es.
Tal vez, pero todavía era injusto.
—¿Crees que saben lo afortunados que son?
—Algunos lo saben. La mayoría lo dan por sentado y piensan que sus padres se lo deben. No tienen ni idea de por lo que el resto de nosotros debemos pasar sólo para comer. Recuerdo a una chica que conocí en la facultad de medicina que tenía una crisis por el hecho de que su padre no le pagaría su tarjeta de crédito después de haberse comprado un nuevo guardarropa. Cuando le pregunté por qué no se conseguía un trabajo y lo hacía ella misma, me miró como si me hubiera crecido otra cabeza.
Entró en un gran edificio blanco que parecía antiguo y opresivo. Demasiado estéril para su gusto, le siguió hasta la guía de direcciones que estaba modelada como una mujer humana real. Era hermosa de un modo sin emociones generado por ordenador.
—¿Puedo ayudarle?
—Estoy buscando la oficina de la Dra. Whelms
—Dra. M. Whelms. Departamento de arte, planta alta. 516. Actualmente está recibiendo. Por favor, consulte con su secretaria a su llegada. Que tenga un buen día.
Shahara abrió el camino hacia los ascensores. Entraron y él pulsó el botón de la planta. Había otros dos estudiantes en el ascensor que les miraban nerviosamente.
Sus acciones la divirtieron. No tenían ni idea de lo peligrosos que eran ella y Syn realmente y los estudiantes salieron corriendo del ascensor tan pronto como pudieron.
En cuanto las puertas se abrieron en la planta superior, Shahara se apresuró al escritorio de la secretaria. Estaban tan cerca ahora que podía saborearlo y estaba ansiosa por conseguir ese chip y salvar a su hermana. Por primera vez, se estaba sintiendo realmente optimista.
La secretaria, una bonita mujer que no parecía mayor que los estudiantes de aquí, levantó la vista desde su libro electrónico de citas.
—¿Puedo ayudarle?
—¿La Dra. Whelms?
—Justo detrás de usted.
Se volvieron al unísono.
Syn se detuvo cuando vio a la profesora dentro de su oficina, inclinada sobre su libro en su escritorio de metal. No podía ver su cara, pero había algo extrañamente familiar en sus gestos que le molestaba en la parte posterior de su mente. La conocía, sólo que no podía ubicarla.
No vayas allí…
No sabía qué causaba esa sensación, pero su cuerpo literalmente se agitó en rebelión.
Shahara no esperó. Se dirigió directamente hacia la profesora.
—¿Dra. Whelms?
Cuando levantó la mirada, Syn podría haber jurado que alguien acababa de derribarlo de un golpe debilitante directo a sus intestinos. No era de extrañar que su cuerpo se hubiera revelado.
Destino, eres una gran maldita perra…
Y así era la mujer frente a él.
Su hermosa frente estaba marcada por la sorpresa y el desprecio, una combinación única que sólo Mara podía llevar con tal maestría.
—¿Sheridan?
Shahara se congeló cuando la profesora utilizó el nombre real de Syn.
¿Cómo sabía…?
Y entonces cayó en la cuenta. A pesar de que la belleza que tenía delante era mayor, no había duda en que eran los ojos y el pelo de la elegante mujer que había estado en la foto con Syn y su hijo.
Esta era su ex esposa.
Su estómago se tensó y, durante un momento, pensó que estaría enferma. En persona, Mara era incluso más hermosa y graciosa. Sus fotos definitivamente no le hacían justicia.
Syn no habló mientras sus ojos le disparaban veneno.
—¿Qué estás haciendo aquí? —exigió Mara mientras se ponía rápidamente de pie.
Él se movió hacia la horrible estatua que descansaba en lo alto de su estantería.
—Necesito ver esto durante un momento, literalmente.
Mara se precipitó rodeando su escritorio para enfrentarle. La repugnancia se filtraba por cada poro cuando pasó una mirada despectiva por su cuerpo.
—Fuera de aquí. ¡Ahora!
Shahara retrocedió torpemente mientras miraba a la mujer que habría matado de haberla encontrado. Una mujer que había dilapidado el bien más preciado del universo y se lo había lanzado a la cara del hombre que se lo había dado.
No eres una mujer, Mara.
Eres una zorra manipuladora.
Syn trató de pasar a su alrededor.
—Sólo déjame verlo durante un minuto y me iré.
—¿Por qué? ¿Vas a robarlo? Debería advertirte que no vale mucho. Probablemente casi tanto como tu vida.
Un tic se movió en la mandíbula de él.
—No quiero entrar en esto contigo, Dra. Whelms.
Ella levantó una arrogante ceja.
—No esperabas que mantuviera tu alias, ¿verdad? O peor, tú nombre real. Quería un nuevo comienzo y así lo hice.
—Realmente me importa un bledo lo que hagas o dejes de hacer.
Mientras discutían, Shahara caminó por detrás de Mara y cogió la estatua. Era una pieza pesada, de unos setenta y seis centímetros de altura, tallada en piedra. Y tan fea que era indescriptible. Sin duda sólo un ciego podría haberla tallado. 
Tal vez tallarla fuera lo que había hecho la persona ciega.
No era de extrañar que el artista nunca se hubiera molestado en firmarla. Ella tampoco habría admitido crearla.
Mientras buscaba en las grietas cinceladas, se dio cuenta de que no había lugar para esconder nada.
A excepción de…
Miró la base negra. Alguien había pegado algo en el fondo…
Tenía que estar ahí. Era el único lugar donde podría haberlo escondido. Usando las uñas para apartar la tela, se apresuró a buscar.
—Oí que mataste a alguna pobre mujer. Secuestrándola, también, ¿verdad? —Mara continuó despotricando hacia Syn—. Eres igual que tu patético padre. Dos Wades en una vaina.
Shahara levantó la mirada y vio el dolor que esas palabras le causaban.
Para su crédito, sólo se mostraba en sus ojos. El resto de él estaba frío de furia.
—Siempre sabes justo lo que decir para cabrearme a fondo.
—No eres nada más que una basura de alcantarilla de baja estofa.
Shahara agarró la estatua más fuerte y trató de no escuchar nada más. Justo cuando estuvo segura de que no podría combatir más la urgencia de golpear a Mara en la cabeza con ella, su dedo tocó un pequeño disco redondo del tamaño de su uña. 
Con un suspiro, apartó el fieltro y lo encontró. El alivio la atravesó con tal ferocidad que quiso gritar.
Finalmente…
—¿Syn?
Él se encontró con su mirada.
Ella alzó la barbilla.
—¡Lo tengo!
Mara se volvió hacia ella con una amarga mirada.
—¿Tener qué? ¿Qué tipo de contrabando es este? —buscó su enlace sobre el escritorio.
—Siempre fuiste una perra letal —gruñó él, apartándole la mano del enlace y empujándosela a su espalda—. Alerta a seguridad y te juro por mi alma que te arrancaré ese frío corazón con mis manos desnudas.
—Eso es lo que tu padre hubiera hecho, ¿verdad?
La acorraló entre él y el escritorio mientras la barría con un gruñido.
—Mejor agradece que no sea mi padre. Él te habría cortado la garganta el día que descubriera el pedazo de mierda mentirosa que eres en realidad. Pero por suerte para ti, no quería privar a mi hijo de su madre.
—No es tu hijo. Gracias a los dioses. Él odia cada aliento que tomas.
—Ni siquiera podías dejarme eso, ¿verdad, puta?
Mara le abofeteó. Con fuerza.
—Cómo te atreves a insultarme. Tu clase de inmundicia ni siquiera se merece respirar mi aire. ¡Ahora fuera!
Y en ese instante, Shahara vio la verdad en los ojos de Syn. Mara realmente no significaba nada para él en absoluto. La odiaba.
Su mirada se volvió muerta, se apartó de Mara y le tendió la mano.
—Vamos. Vayamos en busca de tu hermana.
Shahara comenzó a tomarle la mano, entonces se detuvo. Syn podría haber obtenido clase yendo a la escuela y teniendo dinero, pero ella nunca lo había tenido.
Antes de poder replantearse sus acciones, abofeteó a Mara tan fuerte como pudo en su perfecta cara. E incluso eso era un castigo nimio para todo lo que le había hecho a Syn.
Mara cayó al suelo, sollozando.
Pero no tuvo piedad de ella.
—Syn puede ser demasiado caballero para golpearte, pero yo no. No sólo estoy avergonzada de llamarte humana, estoy completamente disgustada de que compartamos el mismo sexo. ¿Quieres saber la verdad? La única inmundicia en esta habitación eres tú y eres la que no se merece respirar nuestro aire. La decencia no tiene nada que ver con el derecho de nacimiento. Se trata de actos y, confía en mí, eres la más baja forma que nunca he conocido y he conocido a la peor escoria imaginable. Pero preferiría sentarme a la mesa con ellos que contigo cualquier día.
Se volvió hacia Syn, que dio un paso atrás con los ojos desorbitados, como si temiera que ella pudiera golpearle a continuación. Agarrándole de la camisa, le sacó de la habitación.
Syn estaba atónito y sorprendido por lo que Shahara había hecho. Nadie nunca lo había defendido de esa manera. El hecho de que ella lo hiciera…
Podría besarla.
—Maldita sea, Shay… maldición.
Ella suspiró mientras las puertas del ascensor se cerraban tras ellos.
—Lo sé. No soy una dama.
Él le ahuecó la mejilla en su mano y le inclinó la cara hasta que lo miró.
—Eres más dama que cualquier mujer que haya conocido. Y me gustaría tener a una como tú que a mil Maras en cualquier momento. Gracias.
Ella esbozó una sonrisa que le entibió.
—No hay de que… ¿Crees que ha llamado a seguridad?
—Sí.
—Tenemos que correr tan pronto se abran las puertas, ¿verdad?
Él se rió.
—Siempre.
Efectivamente, las puertas se abrieron para mostrar a cuatro guardias de seguridad esperándoles.
Syn dejó escapar un suspiro cansado mientras se guardaba el chip en el bolsillo.
—Tú derribas a dos y yo me quedo con los otros.
—Está bien.
Se dirigió a los dos más lejanos mientras él cogía a los dos más cercanos. Ella sorprendió al primero con una patada en la ingle que lo tiró y al segundo con un golpe en la garganta y un palmetazo en los oídos.
Sonó una alarma.
Syn dejó a sus dos víctimas en el suelo y la agarró de la mano para tirar de ella a través del edificio hacia el patio. Era un escape cercano, pero de nuevo, salieron del campus y volvieron al hangar antes de que nadie más los encontrara.
Desafortunadamente, salir del hangar no era tan fácil ya que lo habían cerrado negándose a darles luz verde para el vuelo.
Sentada en el caza mientras Vik se sacudía en sus brazos, miró a Syn.
—¿Qué vamos a hacer?
—Apuesto nuestras vidas que no quieren cerrar este hangar durante unas pocas semanas para hacer reparaciones.
Se le cayó el estomago al suelo ante su tono de voz. Tenía una sensación de malestar sabiendo lo que quería decir.
—No lo hagas.
Las palabras apenas habían abandonado sus labios antes de que Syn encendiera los motores.
—Abrid las puertas o las derribaré a tiros —le dijo al controlador.
—Apaga tus motores. ¡Ahora!
Syn no vaciló.
Shahara se mordió el labio para evitar gritar en señal de protesta mientras él habría fuego sobre las puertas. Vik realmente rezaba en su regazo.
—Syn… no vamos a conseguirlo.
Él no se echó atrás.
De repente, las puertas se abrieron de golpe y voló a través de ellas.
Shahara echó la cabeza atrás y gimió en voz alta mientras trataba de calmarse.
—Realmente odio cuando haces eso.
Él rió.
—Sí… prefiero estar borracho cuando lo hago. Es más fácil de esa manera.
—Borracho o sobrio, tienes más pelotas que cualquier hombre que nunca haya conocido.
—Nunca has volado con tu hermano.
Tenía un buen punto. Caillen estaba justo a un lado de la locura. Y la mayoría de los días ni siquiera era un paso completo.
Pasándose las manos por el pelo, ella le miró.
—Así que ¿cuál es el plan ahora?
Él despejó la órbita antes de responder.
—Saludar a Merjack.
Ella le miró mientras ponía la frecuencia para llamarle. Respondió casi de inmediato.
La voz de Syn era engañosamente tranquila.
—Tengo el chip.
—Buena rata —su tono estaba lleno de desdén—. Veo que finalmente has entrado en razón dándome lo que quiero.
Los ojos de Syn se endurecieron.
—¿Dónde hacemos el cambio?
—Primer punto en la plaza Ritadaria de Olten. Esta noche a las ocho.
—Espera —dijo Shahara, inclinándose hacia delante para dejar que Merjack la viera—. Yo llevaré el chip y tú mejor lleva a mi hermana allí.
Una lenta sonrisa curvó sus labios cuando la vio.
—Bueno, bueno, la rastreadora finalmente se muestra. Muy bien. Te veré a ti entonces —cortó la transmisión.
Syn volvió su mirada asesina hacia ella.
—¿Qué estás haciendo?
Si sólo lo supiera… pero su principal objetivo era mantenerle fuera de la cárcel.
—No puede capturarte si no estás allí.
Sus facciones se suavizaron.
—No, pero puede llevarte.
—No lo hará.
—¿Qué te hace estar tan segura?
—Confía en mí —dijo ella, esperando poder hacer otro trato con Merjack antes de que fuera demasiado tarde.
Si no, Syn probablemente la mataría él mismo.
Shahara comprobó su cronómetro mientras esperaba en la hora y lugar designados. Eran casi las ocho y media y aún no había llegado Merjack.
¿Qué podría mantenerle apartado?
Los viejos muelles ajados no eran un lugar para estar a esta hora. Un frío terrible se filtraba en cada parte de ella, entumeciéndole las manos y la cara, incluso los muslos. Los dientes le castañeteaban, se frotó las manos enguantadas entre sí, tratando de conseguir al menos un poco de sensibilidad en las puntas de los dedos. Cuando los sopló, su aliento formó un círculo brillante alrededor.
Tal vez venir por aquí no había sido una buena idea después de todo.
¿Podría haberle pasado algo a Merjack? Había estado tan ansioso de tener el chip que no podía creer que no hubiera estado allí en el momento en que ella había aterrizado, esperándola. De hecho, eso era lo que había esperado.
Pero esto… esto desafiaba la lógica.
Frunciendo el ceño, comprobó su cronómetro de nuevo. Esperaría hasta las nueve, siempre que no muriera de la exposición, luego volvería…
El tiempo se arrastraba mientras se paseaba, buscando en cada sombra, esperando que se volviera Merjack. Sin embargo una y otra vez se decepcionaba.
Finalmente, las nueve llegaron y se fueron.
¿Significaba eso que Tessa estaba muerta?
¿O algo peor? ¿Había detectado a Vik, que estaba vigilándola, y decidido no seguir adelante con aquello?
Aterrada de todos los escenarios que terminaban con Tessa o Syn muriendo, Shahara regresó lentamente a la lanzadera en espera y a su habitación de hotel.
No le tomó demasiado tiempo llegar. Vik se quedó fuera mientras subía las escaleras para encontrar a Syn.
Él estaba sólo en la habitación, trabajando en su ordenador. Se puso de pie tan pronto como la vio y cruzó la distancia entre ellos.
—¿Y bien?
La mirada esperanzada en su rostro no hizo nada para mejorar el nudo en su estomago. Frustrada, suspiró.
—No se presentó.
Los ojos de él se oscurecieron.
—¿Qué quieres decir con no se presentó?
¿Qué le había vuelto loco? Era su hermana la que estaba en peligro y era ella la única que había estado congelándose sus mejores partes fuera durante la última hora.
—Nadie vino.
La sangre desapareció de la cara de él.
—Queridos dioses, Shahara… dime que no lo hiciste.
Se le detuvo el corazón de terror.
¿Había adivinado su misión real?
—¿No hacer qué? —preguntó lentamente y el nudo de su estomago se tensó mientras temía su respuesta.
Un golpe atronador sonó en la puerta.
—Mantenlos fuera de aquí —Syn corrió hacia el dormitorio.
Shahara comenzó a ir tras él, pero las puertas cedieron y una docena de guardias entraron con sus armas apuntando directamente hacia ella. Los puntos de mira laser bailaron sobre su cuerpo.
Se quedó quieta instantáneamente, poniendo las manos en alto para evitar que la dispararan.
Merjack entró en la habitación para mirarla.
—¿Dónde está la rata? —dijo con sorna.
Antes de poder responder, Syn salió de la habitación y les lanzó una bomba de humo. Con un ruido ensordecedor y una chispa blanca, detonó. El humo lo oscureció todo y los sonidos desgarradores le llenaron los oídos.
Fuera de la niebla, una mano la agarró por el brazo.
—Vamos —dijo Syn, arrastrándola y alejándola de los hombres.
Se fueron por el pasillo. Cuando se apresuraron por las escaleras, una explosión de color naranja chisporroteó justo a la izquierda de la cara de Syn, fallando apenas.
Aterrada de que mataran a Syn, Shahara lo detuvo. Si seguían corriendo, Merjack y su grupo les arrasarían por el hueco de las escaleras. Ella lo sabía.
—Tenemos que correr.
—No, Syn. Te matarán. No hagas eso. No quiero verte morir en mis brazos. Por favor.
Syn hizo una mueca hacia ella cuando esas palabras le desgarraron. El hecho de que se preocupara…
Se volvió con las manos en alto para que pudieran apresarlo.
Merjack se aproximó con una sonrisa maligna.
—Bonito movimiento con la cobertura de humo, rata, pero completamente ineficaz —bajó su blaster hasta que apuntó directamente al corazón de ella—. Ahora, tira el arma o mataré a la mujer.
Syn lo hizo sin vacilar.
El corazón de Shahara dio un vuelco cuando su blaster golpeó el suelo. Eso era, su peor pesadilla saliendo a la luz. Syn volvería a la cárcel.
Por favor déjame despertar…
Pero no lo hizo, y cuanto más cerca estaba Merjack, mas lamentaba el trato que había hecho.
Merjack se burló de Syn.
—Las manos tras la cabeza y de rodillas con los tobillos cruzados.
Ella oyó el enfado de Syn, la respiración entrecortada mientras hacía lo que Merjack había ordenado. Sabía lo mucho que le irritaba someterse voluntariamente a su custodia. Le dolía el corazón al verlo en ese estado de vulnerabilidad.
Aun así, no había temor ni sumisión en sus ojos, algo que encontraba increíble dada la severidad con la que había sido golpeado antes y cuanto quería Merjack ejecutarlo.
Era asombroso en su desafío.
Merjack volvió su mirada hacia ella.
—Ahora el chip, Seax Dagan.
Shahara se puso delante de Syn en un intento de protegerlo con su cuerpo.
—No tenías derecho a implicar a mi hermana —gruñó, queriendo destrozar a Merjack—. ¿Dónde está?
—Tiene buena salud.
—Mejor que así sea.
Y Shahara estaba lejos de estar aliviada por su seguridad. ¿Cómo podía confiar en un hombre tan cruel?
—Ahora dame ese maldito chip.
Mirando por encima del hombro, vio a Syn allí mirando al suelo. El aire a su alrededor estaba lleno de ira y repugnancia.
Ella volvió su atención a Merjack.
—¿Por qué necesitas a Syn?
Él la examinó con un despectivo labio curvado.
—Eres tan ingenua. Ahora dame el chip y hazte a un lado, seax, u os mataré a los dos.
Ella se rió oscuramente.
—No creo que seas tan valiente. Tu hijo puede ser presidente de tu diminuto planeta pequeño, pero ni siquiera él puede protegerte de mis hermanos si me mataras sin una orden para mi muerte.
El miedo parpadeó en sus ojos un momento antes de que Merjack tuviera el control sobre sí mismo.
Sosteniendo la idea de que su amenaza le hiciera detenerse, consideró luchar. Pero Merjack se había cubierto efectivamente. Y cuando miró por encima del hombro de él, observó a sus hombres emerger del humo, con los blasters dirigidos directamente hacia ellos.
No, no podía combatir contra un número tan grande. Ni siquiera Syn era tan bueno.
Por ahora, tenía que permanecer con vida. Viva podría hacer algo por él.
Tal vez.
—¿Vas a darme el chip, seax, o no?
Syn contuvo el aliento, esperando que ella decidiera. No podía comprender por qué se estaba siquiera molestando en hablar con Merjack.
¿Por qué no había luchado ella contra él antes de que sus hombres les rodearan?
Shahara sacó el chip de su bolsillo y se lo dio a Merjack.
—¡No! —gritó Syn, arremetiendo contra ella mientras se lo daba.
Alguien le pegó en la parte trasera de la cabeza. El dolor explotó, embotándole la vista, y cayó de bruces a cuatro patas.
Shahara ni siquiera se inmutó.
—Buen trabajo —felicitó Merjack al hombre que había golpeado a Syn. Se volvió hacia Shahara—. Ahora tu, seax. Creo que acordamos un millón de créditos a la entrega de Syn y el chip. ¿Debo acreditarlos a tu cuenta?
Syn no podía respirar al oír esas palabras.
No… ella no le habría hecho esto.
No lo haría. No su Shahara. No después de todo lo que habían vivido y compartido.
Pero mirándola, vio la verdad. Ella ni siquiera le miraba a los ojos.
Merjack enfundó su blaster.
—Te alegrará saber que liberamos a tu hermana esta mañana, justo como te prometí. Debería estar sana y salva en casa.
—Mejor que así sea.
Impresionado hasta el centro de su ser, Syn miró a Shahara.
¿Todo había sido una trampa? ¿Todo lo que habían compartido? ¿Cada palabra que había pronunciado?
¿Cada toque amable?
La incredulidad le desgarró.
Le había vendido desde el principio.
No era de extrañar que le hubiera llevado a su casa el primer día. Nunca había estado en ningún peligro real. Merjack había sabido que ella le cogería. Lo había planeado para que la llevara hasta el chip.
Y, como un tonto, había caído en la trampa. Cada pedazo de él.
Al igual que se había enamorado de ella. Soy la criatura más patética jamás nacida.
Y ella era peor que Mara. Al menos su ex esposa no le había matado. Sólo le había amenazado.
Shahara sabía que ese chip era lo único que podría intercambiar alguna vez para salvar su vida. Sin eso, su testimonio carecía de valor. Nadie creería a un ratero.
—¡Perra! —gruñó, lanzándose por su garganta.
Otro soldado le golpeó por detrás.
Shahara se adelantó y se puso sobre él.
Él levantó la vista hacia ella a través de la sangre que le picaba en los ojos del primer golpe y vio la dureza en su rostro.
Sólo por un instante, algo parpadeó en las profundidades de la mirada de ella que desmentía la frialdad de su voz. O tal vez sólo lo había imaginado, como había imaginado el hecho de que ella tuviera un corazón.
—¿Qué dijiste, Syn? Ambos nos usamos el uno al otro —se encogió de hombros—. ¿Qué puedo decir? Necesitaba el dinero.
La miró, odiándola por todo. Así que ese era el precio por su vida. Un millón de créditos. Supuso que debería sentirse honrado. Era un alto precio por un pedazo de mierda de rata de alcantarilla.
Pero era una ganga por el corazón que le había dado, por lo que le habría dado si sólo se lo hubiera pedido.
Uno de los guardias le puso los brazos contra la espalda y se los esposó, después le puso de pie. Le sacaron de la habitación hacia los ascensores.
Shahara se quedó de pie, mirándolos.
Merjack se rió mientras entraba en el ascensor con Syn y tres guardias.
—Siempre me ha gustado tratar con seaxs, ¿a ti no, rata? Son tan fieles a la letra de la ley.
Syn no podía hablar mientras miraba a la mujer a la que le había dado estúpidamente su corazón. La única mujer con la que se había engañado a sí mismo creyendo que se quedaría a su espalda y se la cubriría.
Al final, era justo como todos los demás.
¿Cuándo voy a aprender?
Bueno, las buenas noticias eran que nunca sería traicionado de nuevo. No viviría lo suficiente para eso.
Shahara miró las puertas cerrarse, después se hundió lentamente de rodillas. No era la manera en que se suponía que debía terminar. Había esperado convencer a Merjack de que había matado a Syn y contentarlo sólo con el chip.
Nunca había contado con que la siguiera de regreso al hotel y capturaran a Syn. ¡Maldita sea!
¿Qué había hecho? Cada parte de ella gritaba rebelándose por lo que había hecho. Syn era inocente y lo acababa de entregar a su verdugo.
Eso en cuanto a sus juramentos.
¿Qué he hecho?
Las lágrimas le llenaron los ojos, pero parpadeó apartándolas. No podía dejar que sus emociones la gobernaran. Sólo tenía un poco de tiempo antes de que Merjack supiera la verdad de lo que ella realmente había hecho.
Y cuando lo hiciera, los mataría a ambos. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario