domingo, 26 de febrero de 2012

BFI cap 4

Adron no podría haber estado más aturdido aunque ella se hubiera levantado y le hubiera abofeteado.
         -¿Cómo podrías? No me conoces aún.
         -Sí, lo hago. Intentas y escondes lo que eres, pero lo veo. Brilla a través de ti.
         Él la miro ceñudo.
         -¿Y eso es?
         -Que tienes buen corazón.
         -No tengo ningún corazón. Lo que tengo es un substituto mecánico que bombea la sangre en un cuerpo roto.
         Ella se levanto del sofá.
         Adron se sobresaltó cuando ella le tocó. Dios mío, como deseaba besarla. Ella le cogió de la mano e hizo que mirara la habitación.
         -Zarina me dijo que incluso algunas veces te duele sentarte, de modo que pensé hacer algunas modificaciones.
         Él clavo los ojos en el pequeño sofá nuevo. Era dos veces mayor que el antiguo y se parecía a una camita. Ella había amontonado algunas almohadas en él. Adron se sentó y se apoyó contra las almohadas, asombrado de lo bien que se sentía así.
Hasta que Livia se sentó a su lado. Al instante su cuerpo reaccionó a su cercanía.
-Me matas –susurró él.
-No quiero matarte –ella se inclinó hacia delante y capturó sus labios con los suyos.
Cerrando los ojos, él saboreó su sabor. En las últimas dos semanas había hecho poco más que soñar sus besos. Soñar con tocarla. Ella recorrió con sus manos su cuerpo, haciéndole arder aun más.
Y al tocar ella su erección, maldijo.
-Livia, detente. No puedo hacer el amor contigo.
Ella le sonrió dulcemente.
-No hay problema. Yo te hago el amor a ti.
Él frunció el ceño mientras ella comenzaba a desabotonarle la camisa.
Adron abrió la boca para protestar, pero entonces ella bajo la cabeza a su cuello. Siseó al sentir su lengua lamiendo su piel. Y mientras mordía y chupaba su carne, ella desabrochó sus pantalones, deslizando la mano debajo, y cogió con su mano su eje hinchado. Con la cabeza ligera, no podría hablar mientras ella le acariciaba. Ni moverse.
Adron tembló mientras ella dejaba una ardiente huella en su pecho con su boca. Lentamente, cuidadosamente. Su caricia le producía ampollas y profundizaba más allá de su piel. Tocaba su alma. Con sus ojos entrecerrados, la observó mientras lamía y mordisqueaba la carne de su estómago, y cuando lo llevó a su boca, pensó que moriría de placer.
Su oscuro cabello estaba derramado en su regazo y enterró la mano en sus suaves rizos. Adron apretó los dientes mientras su lengua y boca le masajeaban. Ella era implacable saboreándole.
¿Por qué hacía esto por él?
Te amo.
Las palabras le desgarraron. Ninguna le mujer le había dicho nunca eso. Solo ella. Y por su vida, no podía entender que había en el que ella encontrase amable. O simplemente deseable. La mujer estaba loca. Pero ella le tocaba en un nivel que era difícil de explicar. Un nivel nunca antes tocado. Echando la cabeza hacia atrás contra las almohadas, Adron gruñó mientras se liberaba dentro de su boca. Aún, ella no se apartaba. No hasta que el estuvo completamente débil y agotado. 
Él clavo los ojos en ella temeroso.
-No puedo creer que hicieras eso por mi.
-Te lo dije, Adron, te amo. Haría cualquier cosa para hacerte feliz.
-Entonces, bésame.
Ella lo hizo.
Livia gimió mientras él introducía la mano bajo su camiseta y suavemente apretaba su pecho. Reforzando sus brazos a cada lado de él, cuidadosamente lo montó a horcajadas asegurándose de no ejercer ninguna presión en su pecho o abdomen. El doctor había sido explícito en las advertencias.
Adron ahuecó con la mano la parte de atrás de la cabeza de ella mientras soltaba su protección.
-Amo la forma en que te sientes entre mis brazos –susurró contra sus labios-. Amo el modo en que tus mejillas se ruborizan y tus ojos brillan.
La  mano de él bajo rozando sus pechos, su estómago plano y el vello donde ella le deseaba.
-Y amo el modo en que te ves cuando llegas por mí.
Él le dio una tierna sonrisa.
-Haces que me sienta como un hombre de nuevo, Livia. Me curas.
Desvergonzadamente, ella se frotó contra él. Y cuando ella llego, gritó.
Adron sonrió entonces, y la sujetó cerca de él.
Pasaron el resto del día en la cama, en los brazos del otro, acariciando y siendo acariciados, y hablaron de nada de importancia. Fue el mejor día de la vida de Adron, y la mantuvo abrazada hasta las últimas horas de la mañana por miedo a que finalizara.

MMM


         A ese día le siguieron otros tres de alegría.
         Adron estaba todo el tiempo asombrado con el destino que había dejado caer a esta milagrosa mujer en su vida. Era divertida, inteligente e increíble de un modo que le causaba dolor. Como deseaba ser el esposo que ella merecía. Le atormentaba pensar como pasaría el resto de su vida atada a él.
         -Hola.
         Alzó la mirada del libro que estaba leyendo para verla a ella en la puerta. Su pelo aun estaba mojado por el baño y sus ojos brillaban de picardía.
         -Hola –dijo él reservadamente, dudando de que podría prever la mirada para él. Ella anduvo hacia la cama lentamente.
         -¿Te gustaría salir un poquito hoy?
         Sí, lo haría. Más de lo que ella sabría alguna vez.
         -No puedo.
         -Vamos, Adron. Dijiste que tu terapeuta dijo que necesitabas ejercicio.
         -Hoy no. Mi pierna esta demasiado tiesa. ¿Por qué no llamas a Zarina?
         -Porque prefiero estar contigo.
         La mujer era la mayor tonta que él había conocido nunca.
         Se sentó en la cama al lado de él.
         -Aquí –coloco las manos en la rodilla de él.
         Adron se tensó mientras el calor penetraba en su pierna.
         -¿Cómo haces esto? –pregunto mientras él dolor disminuía.
         -Mi madre me enseño. Viene de un largo linaje de sanadores –suavemente masajeó su rodilla y su pierna-. Desearía llevarte a ella. Podría curarte en un segundo.
         -¿De verdad?
         Ella le miro de reojo.
         -¿No me crees?
         -Solamente déjame decirte que tengo una gran dosis de escepticismo. Solo creo en lo que puedo ver y tocar.
         Ella puso los ojos en blanco.
         -¿Te sientes mejor ahora?
         -Si.
         -Entonces, ven conmigo.
         ¿Cómo podía decirle que no? Además, odiaba estar todo el tiempo en casa. Dejó la cama, pero no había ido muy lejos antes de que ella le detuviera.
         - Aún tienes que usar el bastón. No te quiero de regreso en el hospital.
         Él le gruñó mientras ella se lo daba.
         -Odio esa cosa.
         -Lo sé –ella le envolvió con sus brazos y lo sacó por primera vez desde que había vuelto del hospital.
         -¿Entonces, a dónde vamos? –pregunto él.
         Ella llamó a un transporte.
         -Quiero ir al parque.
         -¿Por qué?
         -Porque, y sé que esta es una idea nueva para ti, pero en verdad podríamos divertirnos.
         Él tocó su mejilla y miró sus ojos que brillaban de vida.
         -Nunca le he permitido a nadie hablarme como tu lo haces.
         -Eso es lo que Zarina dijo anoche. También dijo que estaba asombrada de que aún estuvieras vivo.
         Él se rió mientras subían al vehículo. Una vez que llegaron al parque, permitió que Livia le llevara hacia el estanque.
         -¿Te apetece probar un “Vapor de ruedas”? -`preguntó ella.
         -Soy demasiado viejo para un “Vapor de Ruedas”-
         -Tienes veintinueve, Adron. No eres un anciano ni con la imaginación más exagerada.
         -Soy demasiado viejo para un “vapor de ruedas” –repitió él-. Y si fuera contigo, de todos modos no podría manejar los pedales.
         -Yo lo haré.
         -No estoy indefenso.
         Ella le miro furiosa.
         -Lo sé. Está bien que los demás te ayuden de vez en cuando, Adron. ¿Por qué te da tanto miedo eso?
         Él apretó con fuerza los dientes, y apartó la mirada. Ella le cogió la barbilla con la mano y giró su cabeza para encontrarse con su mirada inquisitiva.
         -Respóndeme.
         La furia nubló su visión mientras la agonía en su interior se enroscaba.
         -¿Quieres saber que es lo que temo? Tengo miedo cada mañana cuando despierto de que ese sea el día en que ya no pueda moverme. Se que va a llegar. Es solo cuestión de tiempo hasta que no me quede otro remedio, como no sea tener a alguien que me arrope, que me alimente. Que me cambie el pañal. Y no puedo soportarlo.
         -¿Entonces, por qué no te matas?
         -Porque cada vez que pienso en hacerlo, puedo oír a mi familia rezando por mí mientras estaba en el hospital. Oigo a mi madre llorando, a mi padre rogando que no muera –él tragó-. Nunca les heriría a propósito de esa manera.
         El amor que había en sus ojos le quemó.
         -Eres el hombre más fuerte que he conocido.
         -Quieres decir el tonto más débil.
         Ella negó con la cabeza y le dirigió una tierna sonrisa.
         -Ven, esposo –ella le llevó hasta los vapores a ruedas.
         A regañadientes, él subió a uno y dejó que ella les llevase al centro del estanque.
         -Es un bello día, ¿no? –preguntó ella. Adron se tumbó y clavó los ojos en el cielo. El azul claro estaba cubierto por nubes suaves, blancas y se sentía bien el calor del sol en su piel.
         -Está bien.
         Ella puso los ojos en blanco.
         -Eres un gran pesimista.
         A pesar de sí mismo, Adron recorrió con una mano el brazo desnudo de ella que se encontraba descubierto gracias a su vestido sin mangas. Toco la débil cicatriz y frunció el entrecejo.
         -¿Quién te pegaba?
         -Mi papa.
-¿Por qué?
Ella se inclinó hacia adelante y susurró como si estuviera compartiendo un gran secreto con él.
-No suelo hacer lo que otras personas quieren que haga.
-Me di cuenta –pasó su mano por el cabello de ella-. Pero creo que me gusta eso de ti.
         Ella sonrió, y al momento el día se volvió más luminoso.
         Livia observó como Adron se encontraba recostado sobre los codos mientras la miraba. Su camisa blanca estaba tirante sobre los músculos de su estómago y pecho. Sus anchos hombros estaban echados hacia atrás y sus bíceps flexionados con la promesa de fuerza y poder. El viento jugaba con su cola de cabello rubio blanquecido. Dios, él era hermoso incluso con la cicatriz en su mejilla.
         -Dime algo –pregunto ella mientras paraba de pedalear-. ¿Por qué un heredero real estaba en la Liga?
         Él suspiró.
         -No fui un heredero hasta después de alistarme.
         El conocimiento la asombró.
         -¿No?
         -Tenía una hermana mayor –el dolor en su rostro era profundo, incluso mayor que el que se veía a causa de su cuerpo herido.
         -Lo lamento. Que le pasó?
         -Ella y mi padre pelearon sobre la elección de esposo de Thia. En un arranque de furia, ella salió del palacio y desapareció. Mi padre ha intentado encontrarla durante todos estos años, pero aún no hemos tenido ni una noticia suya.
         Ahora todo tenía sentido para ella. Esa era la verdadera razón de que él no se hubiera suicidado. Su familia ya había perdido a uno de ellos, y había visto su tristeza de primera mano. La había sentido él mismo.
         -La echas de menos –dijo ella, notando la agonía en sus ojos.
         -Bastante. Ella solía tumbarme en el suelo.
         Ella sonrió ante el tono azuzador en la voz de él.
         Él suspiró.
         -Era la mejor confidente que tuve mientras crecía. Podía decirle cualquier cosa y saber que nunca llegaría a oídos de mis padres.
         Ella extendió la mano y cogió la de él.-
         -Dime algo, Adron. Algo que nunca, compartiste con otra persona. Ni siquiera con Thia.
         -Soy a quien Zarina pegó al inodoro cuando ella tenía siete años.
         Livia se echo a reír.
         -Estoy serio.
         -Yo, también. Había tenido la intención de atraer a Jayce, pero ella salió corriendo de la habitación y se topó con él antes de hacerlo. El pobre Taryn terminó llevándose la culpa de esto.
         -¿Y nunca confesaste?
         -Si alguna vez hubieras visto a mi padre realmente enojado, sabrías la respuesta  a eso. Tenía solo trece años y mi padre era un gigante para mí por entonces.
         -¿Entonces, que pasó con Taryn?
         -Se le prohibió jugar a la pelota durante todo el verano.
         Livia frunció el ceño.
         -Ese no parece un castigo tan malo. ¿Por qué tenias miedo de reconocerlo?
         -Sabía que mi papá me castigaría el doble de fuerte no sólo por hacerlo, sino por dejar que otra persona cargara con la culpa. Mi papá es un verdadero creyente en la justicia –apretó su mano- Fue una cosa cobarde, lo sé, y pasé todo el verano quedándome en casa con Taryn para resarcirle.
         -¿Supo que lo habías hecho tú?
         Él negó con la cabeza.
         -No. Ese siempre ha sido mi secreto.
         Y también era el de ella ahora.
         -¿Y tu? –pregunto él-. Dime que te hizo correr al Golden Crona.
         Su cara se enrojeció.
         -Era horrendo. Mi padre iba a casarme con Clypper Thoran.
         -¿El Gobernador de Giradonal?
         -Si.
         Adron frunció el ceño mientras clavaba los ojos en ella.
         -Dios mío, ¿el tiene cuántos…? ¿Cien años?
         -Ochenta y dos.
         Su mandíbula cayó mientras se estremecía.
         -¿Tu padre iba a casarte con un hombre de ochenta y dos años?
Ella asintió con la cabeza.
         -Quiere un acuerdo comercial con ellos, y Clypper quería una esposa joven.
         -No es extraño que no te preocuparas por como estaba yo –dijo Adron con un bufido-. De una manera o de otra, ibas a terminar como la niñera de algún hombre.
         Entonces ella perdió los estribos con él.
         -Sabes, estoy cansada de que te tengas lástima a ti mismo, Adron. En lugar de pensar en todas las cosas que ya no tienes, deberías concentrarte en lo que tienes.
         -¿Y qué es eso?
         -Una familia que te quiere. Y aunque tu cuerpo esta dañado, tu mente no lo está.
         -Si, de acuerdo, pero estar atrapado en un cuerpo inválido es mi peor pesadilla.
         Livia le miró con furia.
         -Peor es estar mal de la cabeza. Mi mayor miedo es terminar como un vegetal en un cuerpo entero, sano. Entonces, desde donde estoy sentada creo que no tienes demasiado por lo que quejarte.
         Su ceño se hizo más profundo.
         -¿Por qué temerías algo parecido?
         -Vi morir a mi abuela de esa manera. Fue terrible. Ella estaba tumbada en una cama de hospital, enganchada a monitores y máquinas durante casi un año hasta que la dejaron morir.
         -¿Por qué lo hicieron?
-Porque no podían dejar ir –su mirada se hizo más intensa-. Si tu mente se va, Adron, ya no podrás estar conmigo. No podrías ver el cielo, ni oír a los niños reír ni nada. Estarías atrapado en una oscuridad fría y horrible.
         -¡De acuerdo! –dijo él, deseando que la conversación terminara. Era demasiado horrible para pensarlo-. Mostraste un buen punto –ella obviamente lo había pensado mucho-. Estás en lo cierto, soy un bastardo autocompasivo. Pero me esforzaré en serlo menos.
         -¿Lo prometes?
         -Con tal de que estés conmigo, sí.

MMM


         Las semanas pasaron mientras Adron intentaba mantener la palabra que le había dado a ella. Unos días eran más fáciles que otros. Y hoy era especialmente difícil.
         -Vamos, Adron –dijo su terapeuta mientras aumentaba el peso en su pierna-. Puedes levantarlo.
         Rechinando los dientes contra el dolor, odió el tono sobre protector que usaba Sheena siempre. Como si fuera una madre que tuviera que persuadir a un niño con ruegos.
         -Eso es. Estás bien. Eres un buen niño.
         -Vete al infierno –gruñó él.
         -¡Adron! –le dijo bruscamente Livia mientras se levantaba a su lado-. Compórtate.
         Adron frunció los labios. Esta era la primera vez que había permitido que Livia le acompañara a la terapia en el hospital. Y si ella seguía con ese tono, seria la última.
         -Está bien –dijo Sheena-. Me lo dice bastante.
         Livia extendió su mano y cogió la de él. El corazón de Adron latió aceleradamente ante la dulzura de su contacto.
         Dios mío, había llegado a necesitarla tanto. Se había vuelto dependiente de ella y aterrado por lo más mínimo.
         -Se agradable –dijo ella.
         Deteniéndose sobre su corazón, él asintió con la cabeza. Y entonces levantó la pierna.
         -Mira, sabía que podías hacerlo.
         Ignoró a Sheena.
         -De acuerdo, vamos a intentar algunos estiramientos.
         Adron soltó a Livia y se enderezó lentamente. Pero antes de que estuviera enderezado, sintió el familiar ardor en el pecho. Dos segundos después, su nariz comenzó a sangrar y escupió sangre.
         -Maldición –gruño él mientras Sheena agarraba una toalla.
         Él volvió a tumbarse mientras Sheena iba corriendo en busca de Theo.
         Livia apartó su cabello húmedo de su frente. La ternura de su caricia y su mirada le quemaron. Y le hicieron desear amarla como ella se merecía.
         -¿Estás bien? –preguntó ella.
         -Simplemente me destrocé otro órgano interno. Quién sabe cuál. Si tenemos en cuenta que todos están desechos, podría ser…
         Su voz se cortó mientras Theo entraba con una camilla y tres enfermeros.
         -Sabes, Adron –dijo Theo mientras los ordenanzas le cogían y lo ponían sobre la camilla-, si quieres pasar la noche conmigo, hay maneras más fáciles de conseguirlo. Solamente deberías preguntar.
         A él no le hizo gracia la broma de Theo.
         -Quiero ir a casa.
         -Quizás mañana –Theo le puso una máscara de oxígeno.
         Adron se la arrancó. Livia se la volvió a poner. Adron encontró su mirada.
         -Llamaré a tus padres –él sujetó su mano, ella caminaba al lado de la camilla mientras Theo le empujaba por los familiares vestíbulos.
         Cuando llegaron a la sala de exploraciones, Adron la soltó a regañadientes. El corazón de Livia era pesado mientras observaba como se cerraban las puertas detrás de él. Como deseaba tener los poderes de curación de su madre. Su madre podría curarle por completo. Ella también podría. En verdad, pero de hacerlo, le perdería para siempre.



MMM


         Adron pasó dos días en el hospital antes de que Theo le dejara ir a casa de nuevo.
         Mientras había estado en el hospital, Livia se había quedado durante todo el tiempo a su lado y aunque era egoísta de su parte, le gustó.
         Tan pronto como volvieron a su apartamento, fueron a la cama y no salieron a no ser que fuera para atender las necesidades básicas como el comer y el beber.

MMM

         Livia se despertó lentamente. Parpadeo para aclarar su visión para encontrarse tumbada en la cama, envuelta en los brazos de su marido. Adron aun dormía, pero aún y así, la sujetaba fuertemente como si temiera que ella desapareciera. Sonriendo, cogió su mano y depositó un beso sobre sus nudillos con cicatrices. Después, escuchó a alguien en el cuarto siguiente. Al principio, imaginó que era la mujer de la limpieza que venía dos veces a la semana, hasta que escuchó que Taryn llamaba a Adron.
         -Escucha, flor –dijo él abriendo la puerta-, necesito… -Taryn los vio a ambos acostados en la cama desnudos y se giró dándoles la espalda-. Lo siento, Livia –dijo él-. Imaginé que a las tres de la tarde ambos estarían levantados.
         Adron frotó la mejilla contra el hombro de ella mientras se despertaba.
         -Tengo que aprender a cerrar mi puerta –dijo él.
         Ella se rió.
         Taryn bufó.
         -Voy a salir y esperar hasta que os vistáis.
         Adron se pasó la mano por el pelo y ella sintió su erección contra la cadera.
         -¿Por qué no sigues andando hasta que llegues al otro extremo de la puerta principal?
         -Jajaja –dijo Taryn mientras cerraba la puerta-. A propósito, tu esposa tiene un gran cuerpo.
         El calor estalló en su rostro.
         Adron la miró ceñudo.
         -Da la orden, y lo mataré para ti.
         Ella le sonrió.
         -Está bien, si lo hicieras, Tiernan le echaría de menos.
         Adron se giró lentamente e intentó alcanzar su inyector y su medicina de la mesita de noche.
Livia se encogió de miedo al ver como él se pinchaba en el estómago. Como deseaba que no tuviera que hacerlo cada pocas horas. Por desgracia, tendría que hacerlo durante el resto de su vida. Con sus rasgos tensos, él abandono la cama y se vistió. Mientras él se iba a hablar con su hermano, ella se dirigió al cuarto de baño para una ducha. Se tomó su tiempo, dejando que el agua caliente cayera sobre ella, hasta que sintió a alguien mirándola. Girándose, vio a Adron apoyado contra la pared, clavando los ojos en ella.
         -Me asustaste .dijo ella mientras el agua caliente se deslizaba contra su espalda.
         -Lo siento, solo desearía poder unirme  a ti.
         Le asombraba lo bien que se sentía alrededor de él. Hacía mucho que había dejado de molestarla estar desnuda ante él. Como lo hizo la suya. De hecho, había aprendido cada hendidura y curva de su leonina carne. Cada cicatriz.
         Miró hasta la bañera que estaba a unos pasos.
         -¿Quieres que me una a ti?
         Él sonrió.
         -Si.
         Livia cortó el agua, después lleno la bañera de agua. Adron se metió primero, después tiró de ella sobre él.
         -¡Cuidado! –le aviso ella mientras el miedo la traspasaba-. No quiero herirte.
         -Nunca podrías herirme –dijo él, entonces reclamó sus labios con los de él.
         Livia gimió. Oh, pero nunca se cansaba de sus besos. Sus caricias. Echándose hacia atrás, Adron clavó los ojos en ella temeroso. Sus labios estaban hinchados por sus besos y sus mejillas enrojecidas por su barba. Él recorrió con su mano su piel lastimada.
         -Lo siento –dijo él, intentando coger su cuchilla de afeitar del hueco en la pared que había sobre su cabeza.
         Ella se sentó a su lado, observando como se afeitaba ceñuda.
         -¿No seria más fácil con un espejo.
         -Probablemente.
         -Entonces, ¿Por qué no usas uno?
         Él se detuvo y apartó la mirada de ella.
         -No me gusta mirarme en los espejos y juro que no es lo que quiero hacer a primera hora de la mañana.
         Ella cogió la hoja de afeitar de su mano y él se estuvo quieto, mientras ella afeitaba el lado de su cara en la que tenía una cicatriz.
         -Eres increíblemente guapo.
         Adron clavó los ojos en ella dudoso.
         -Cuando era joven, realmente era superficial con eso. Zarina solía bromear diciendo que un día la bestia Tourah iba a venir y robar mi cara –bajó la mirada al suelo-. Imagino que estaba en lo cierto. Él lo hizo.
         Livia enjuagó el jabón de su cara.
         -Sabes, hay una parte buena en todo lo que has sufrido.
         -¿Y es?
Ella vaciló mientras ordenaba sus pensamientos.
         -Dime la verdad, Adron. ¿Si Kyr no te hubiera dejado cicatrices, me hubieras llevado la noche del Golden Crona a tu casa? ¿Incluso me mirarías?
         Adron abrió la boca para negarlo, pero no pudo. Ella estaba en lo cierto. Era bella para él ahora, una parte vital de su vida, y aún y así nunca la hubiera mirado dos veces antes de que Kyr le hubiera dejado lisiado. Ese pensamiento lo cortó hasta el alma.
         -Deseo poder estar entero para ti –susurró él-. Deseo poder creer y bailar contigo, llevarte entre mis brazos y hacerte el amor de la manera en que deseo.
         -Y yo estoy agradecida simplemente por tenerte, por completo. No es tu cuerpo o tu cara lo que amo, Adron. Es tu corazón, tu alma y tu mente.
         Él tembló ante las palabras, después tiró de ella hacia él y la besó. Ella se movió con cuidado en su regazo.
         Adron mordisqueó sus labios mientras sentía como su mano se deslizaba sobre sus hombros, bajando por sus brazos. Ella alzó las caderas, introduciéndolo después en su cuerpo.
         Gimieron al mismo tiempo. Afirmando sus manos en los bordes de la bañera, ella le montó duro y rápido, encegueciendo su cuerpo a todo salvo el placer que le rodeaba. Y por primera vez, estuvo agradecido a Kyr. Gracias a él había encontrado a Livia. Que Dios le ayudara si algo le pasaba a ella. Era lo único que nunca podría perder. Lo único que realmente podría destruirle. Su garganta estaba tirante, la observó mientras ella llegaba al clímax entre sus brazos. El placer en su rostro lo desgarró. Y mientras sentía su cuerpo tirante a su alrededor, se entregó a su propia liberación.
         Livia colapsó contra su pecho, refrenándose apenas antes de lastimarle. Ella le sonrió, pero vio el modo en que su mirada cambió, como su cuerpo se quedaba rígido. Siempre le hería darse cuenta de lo débil que era su cuerpo. Daría cualquier cosa por quitar esa imagen de él para siempre. ¿Sacrificaría su vida?
         -Te amo –dijo ella.
         Como siempre, él no dijo nada mientras salía de ella.
         Livia suspiró. No había querido herir sus sentimientos. Pero era demasiado tarde, él había vuelto a cerrarse a ella.

MMM


         Cuando estuvieron vestidos, casi era la hora de cenar.
         -¿Quieres salir a comer?
         La pregunta de Adron la sobresaltó.
         -No, está bien.
         Él la miró con escepticismo.
         -Vamos, no puedes pasar tu vida encerrada en este apartamento.
         -¿Estas seguro de que te sientes bien para ello?
         -¿La verdad? Odio quedarme aquí dentro todo el tiempo. Nunca fui hogareño.
         No fueron lejos, solamente a algunos sectores hasta un restaurante antiguo y llamativo. Adron se sentó a su lado con su brazo alrededor de ella mientras esperaban su comida.
         -No me lo creo.
         Adron se quedo rígido al oír la voz.
         Livia vio a un hombre casi tan guapo como su marido que creyó que debía ser Jayce. Los ojos verdes de Jayce tenían una mirada calurosamente amistosa.
         Le tendió la mano a ella.
         -Debes de ser Livia.
         Antes de que ella pudiera moverse, Adron golpeó su brazo.
         -No eres bienvenido aquí. ¿Por qué no te vuelves al agujero del que saliste arrastrándote?
         -Oh, eso es verdaderamente original. Mira, ¿no podemos dejar esto atrás?
La respuesta de Adron fue tan cruda que enrojeció su rostro.
         Jayce se enfureció.
         -Maravilloso, revuélcate en la autocompasión.
         Él comenzó a marcharse.
         -Igual –gruño Adron-, vuélveme la espalda, cobarde. Es lo que siempre hiciste mejor.
         Jayce se giró y levantó de la silla a Adron. Livia se quedó sin aliento mientras se levantaba.
         -No vuelvas a llamarme cobarde. Tú, de todos los hombres, sabes que me opongo a esa palabra.
         -¿Por qué no? Es cierto, ¿no? Te atreves a llevar el uniforme de la Liga pero rompiste tu juramente a ellos y rompiste tu juramente a mi. No eres sino un cobarde.
Tras eso, todo ocurrió tan rápido que fue como un borrón.
         Jayce gritó, después giró.
         Adron le evitó y le dio un asombroso puñetazo contra la mandíbula. Adiestrado y afilado como un asesino, Jayce actuó por instinto mientras le devolvió el golpe. Un puñetazo directo al corazón de Adron.
         Livia oyó el terrible sonido de los huesos rompiéndose. La fuerza del golpe tiró a Adron contra la mesa. Antes de que llegase al suelo, Livia supo que estaba gravemente herido.
         -Oh, Dios mío, Adron –se quedo sin aliento Joyce mientras se arrodillaba a su lado-. Lo siento tanto. No quise hacerlo. Fui sin pensar. Oh, Dios mío, lo siento.
         Adron no podía responder. Livia observó horrorizada la palidez del rostro de Adron mientras su aliento sacudía su pecho. Nunca había visto miedo en los ojos de Adron, pero lo vio ahora y eso la asustó más que nada. Jayce pidió una unidad med tech, pero era demasiado tarde. La respiración de Adron iba volviéndose más débil.
         Comenzó a escupir sangre. Livia cogió su rostro entre sus manos. Adron tocó su brazo e intento memorizar sus rasgos antes de morir. Nunca debería haber provocado a Jayce. Su hermano siempre había dejado que su genio le pudiera. Pero ahora era demasiado tarde. Jayce finalmente había hecho lo que debió hacer cuando le encontró yaciendo. Le había matado.       
         Adron alzó y puso una mano en la cara de Livia. Su ángel de misericordia. Cuando deseaba morir, ella le había dado una razón para vivir. No quería dejarla. No podía soportar el pensamiento de no tenerla con él. Pero quería decir lo que significaba. Su cara desapareció, entonces todo se volvió negro.
-¡No! –gritó Livia mientras su mano caía de su cara-. No te atrevas a dejarme!
Jayce se puso en el suelo y se dispuso a hacerla una preanimación.
-Maldición! –el grito angustiado se desgarro a través de ella mientras Joyce se deba cuenta de que no podía hacerle un CPR. El cuerpo de Adron no podría resistirlo.
En ese instante, Livia hizo lo único que podía hacer. Se introdujo profundamente en su interior y exigió todo el poder que tenía. No le importaba el precio. No podía vivir sin Adron. Y si significaba su propia vida, que así fuera. Casi al instante, sus manos ardieron. Más calientes de lo habían estado nunca. Coloco sus manos contra el pecho de Adron y dejó que su fuerza vital entrara en él. Joyce se echó atrás mientras un resplandor cicatrizante y naranja rodeaba a Adron.


MMM


Adron se despertó con una sacudida. Al principio, pensó que estaba muerto. No había dolor en ninguna parte de su cuerpo. Su cuerpo se sentía extraño. Diferente. Se sentía entero. Entonces se dio cuenta de que Joyce estaba tocando su cara, y de que había un extraño peso sobre su pecho.
-¿Adron? –Jayce se quedo sin aliento por la sorpresa.
Bajando la mirada,  Adron se dio cuenta de que el peso sobre su pecho era Livia. Su corazón latía rápidamente, se enderezo con una agilidad que no tenía, que no había tenido en cinco años. Y en ese instante, supo lo que había hecho ella. Le había curado por completo.
Mientras tiraba de ella a su pecho, vio su mano cubierta de sangre. Las cicatrices se habían ido por completo. Ni tan siquiera habían quedado las cicatrices de sus nudillos.
-¿Livia? –pregunto él, sujetándola contra él.
Ella no respondió. Adron inclino la cabeza y vio la palidez fantasmal en su rostro.
-¿Livia? –intento de nuevo él, sacudiéndola con suavidad.
Ella no respondió. Los med techs entraron y la soltó con cuidado. Más asustado de lo que había estado nunca, los siguió desde el restaurante.


MMM


         Por primera vez en años, Adron se encontró en la antiséptica sala de espera mientras Livia era atendida por Theo. Finalmente entendió en parte lo que sus padres habían sentido durante sus distintas operaciones. El miedo y la incertidumbre le destrozaban. ¿Cómo de peor tendría que haber sido para su madre?
         -¿Adron?
         Alzo la mirada mientras su madre y su padre se unían a él. Kiera cogió su rostro y miró su mejilla.
         -¿Qué le pasó a tu cicatriz?
         -Livia le curó –contestó Jayce-. No se como lo hizo, pero un minuto él estaba prácticamente muerto y al siguiente, estaba perfectamente bien.
         -¿Qué ha dicho el medico? –preguntó su madre.
Adron se apartó de la caricia de su madre.
-Quiere hacerme pruebas después –no le importaba en lo más mínimo él mismo.
Livia era lo único que importa.
-¿Llamaste a sus padres? –preguntó su madre.
Su pecho se apretó al recordar.
-Lo intentó. Su padre me dijo que ella ya no era asunto suyo.
Kiera lo miro ceñudo.
-¿Cómo pudo?
Adron se encogió de hombros. Realmente no quería hablar en ese momento. Sin embargo, Livia era la única persona con la que le gustaba hablar, y punto.
Su padre sonrió mientras su mirada iba de Adron a Jayce.
-Es bueno veros en la misma habitación sin que haya derramamiento de sangre.
Adron intercambió una mirada cautelosa, avergonzada con Jayce. Jayce se alejó dándose la vuelta. Sus padres fueron a buscar algo para beber.
-Lamento todo esto –dijo Jayce cuando se quedaron solos.
Adron le miró furioso. Estaba cansado de las excusas de Jayce.
-Si me hubieras matado cuando debiste, nada de esto habría pasado.
Joyce frunció los labios mientras sus ojos despedían una fuerte furia.
-¿Me dices de verdad que tú hubieras podido matarme si me hubieras encontrado medio muerto e indefenso?
-En vez de ver tu sufrimiento, si.
-Entonces eres mejor asesino que yo. Porque nunca hubiera podido vivir conmigo mismo si hubiera matado a mi hermano.
-¿Adron?
Él alzo la mirada mientras Theo se unía a ellos.
Theo vaciló delante de él.
¿No es extraño esto? No estoy acostumbrado a hablar contigo mientras estas vestido y de pie.
-No tiene gracia.
Theo se veía nervioso.
-Lo siento, humor nervioso –se aclaró la voz y el terror se deslizó sobre Adron. Theo evitaba decirle algo malo.
-¿Bien? –le apremió Adron.
-Ella esta en coma. Lo que sea que hizo, le hizo mucho daño neurológico. Honestamente, nunca he visto algo como esto. Es como si su cerebro hubiera ardido.
Adron evitó un sollozo mientras pensaba acerca de la conversación que tuvieron. Este era su mayor temor. ¿Por qué lo había hecho ella? Por él… oh dios, no podía respirar por la agonía que sentía en su corazón. Deseaba gritar por la injusticia de esto. Lanzarse en insultos contra el mundo y todos.
Miró furioso a Theo.
-¿Va a despertar?
-Honestamente, no. Hay también mucho daño. En este momento lo único que la mantiene con vida son las máquinas.
Theo le dirigió una dura mirada.
-Mi opinión como profesional es que deberíamos apagarlas y dejar que la naturaleza siga su curso.
Adron se echó contra la pared mientras su corazón se rompía en mil pedazos. Sintió las lágrimas en sus ojos, sintió la amargura, que inflaba el sufrimiento en su interior. No podía dejarla ir. Pero entonces, tampoco podía dejarla vivir sabiendo que ella no deseaba eso. Y todo lo que sentía era un dolor tan profundo, tan grande, que podía en ridículo al que había tenido que aprender a convivir.
Agarró a Theo por la camisa.
-No te atrevas a dejarla morir. ¿Me oyes?
Theo se vio consternado.
-Su mente se ha ido ya.
-¿Solo la mitad, no?
-Pues bien, sí.
-Entonces aun hay una posibilidad –e incluso media posibilidad era mejor que ninguna-. Mantendrás su corazón latiendo hasta que vuelva.
-Lo haré lo mejor que pueda.
Y lo mismo haría él.
Soltando a Theo, Adron salió corriendo del hospital con una fuerza y habilidad que no había tenido en años. Livia le había dado una oportunidad para sobrevivir, y costase lo que costase, él iba a dársela a ella.

MMM

         -¿Qué hace aquí? –demandó saber el padre de Livia cuando Adron entró
 por la fuerza en la sala del trono donde él supervisaba a sus consejeros.
         Sin preocuparse por el cuarto lleno de hombres que le miraba boquiabierto, Adron se acercó a su suegro.
         -Tengo que ver a la madre de Livia.
         -Está prohibido.
         -Y un infierno. Livia se muere y su madre es la única que puede salvarla –la cara del padre era estoica, parecía que no le importaban las noticias.
         -Si muere, que así sea. Nos ha deshonrado con su desobediencia. Os dije a ti y a ella que nunca volviera con nosotros.
         -Necesito ver a su madre.
         -¡Guardias! –llamo él-. Sacadle de aquí.
         Adron luchó contra los guardias, hasta que pidieron refuerzos. Seriamente superado en número, luchó lo mejor que pudo, pero finalmente le cogieron.
         -No puede dejarla morir –dijo Adron mientras luchaba por liberarse.
         -Si querías que viviera, no deberías haberla avergonzado.
         -¡Maldito!
         Contra su voluntad, Adron fue sacado de la sala del trono, pero mientras luchó contra los guardias, vio a la joven hija de unos criados observándole con preocupación y compasión en el rostro.
         Adron encontró su mirada asustada.
         -Dígaselo a su madre, que Livia la necesita. Por favor.
         -¡Krista! –gritó el padre de Livia-. Sal de aquí.
         La chica se fue corriendo, y los guardias lo echaron del palacio.
         Adron golpeó la puerta cerrada con el puño. Bramó furioso.
         -¡Ayúdenme, porque si ella muerte, los veré a todos en sus tumbas!
         Pero nadie le escucho. Derrotado, se giro y se dirigió a pasar tanto tiempo con Livia como fuera posible antes de que la muerte se la robara.

MMM

         Adron se detuvo en la puerta de la habitación mientras escuchaba el familiar pitido y siseo de los monitores. Sólo que esta vez, no estaban conectados a él. Supo por experiencia que ella podía oírlos. Supo lo que ella sentía yaciendo allí incapaz de comunicarse. Sola. Asustada.
Deseó gritar. Su garganta estaba tirante, cruzó la habitación y se sentó sobre la cama a su lado.
-Oye, dulce –susurró él, cogiendo su fría mano. Ahuecó su otra mano contra el rostro de ella y se inclinó para rozar con sus labios la fría mejilla-. Por favor, abre los ojos, Livia –susurró mientras las lágrimas le cegaban-. Abre los ojos y mira lo que has hecho. En verdad estoy sentado aquí sin hacer un gesto de dolor. No hay ningún dolor. Pero lo sabes, ¿verdad?
Siguió el contorno de su mandíbula. Y entonces hizo algo que no había hecho durante mucho tiempo. Rezó. Rezó y deseo poder sentir sus dulces brazos abrazándole. Oír el bello sonido de su voz pronunciando su nombre.
Las horas fueron pasando mientras Adron se quedaba a su lado, hablando más de lo que había hablado nunca. Sentado a su lado, sujetó su mano contra su corazón y deseó que despertara.
-No sé por que te quedaste conmigo, Livia. Dios lo sabe, no valía la pena. Pero no quiero que me dejes solo ahora. Te necesito. Por favor, abre los ojos y mírame. Por favor.
-Puede oírte.
Adron se crispó al oír la voz a su espalda.
Asumiendo que era una enfermera, no se molestó en mirarla.
-Lo sé.
-¿Vas a desenchufarla?
Él se sofocó ante el pensamiento. Y por primera vez, entendió exactamente lo que había sentido Jayce cuando le encontró. Dios mío, había sido un gran tonto por odiar a su hermano por quererle.
-No puedo dejarla ir –dijo entre dientes-. No mientras haya una posibilidad.
-Es lo que ella quiere.
-Lo sé –lo sabía mejor que nadie. Había estado allí. La enfermera respondió y puso una mano sobre su hombro.
-Ella quiere que te diga que está contigo. Y que tengas valor para esto.
Frunciendo el ceño, se giró para encontrarse con una pequeña mujer cubierta por una capa que ocultaba por completo su identidad.
-¿Quién eres?
Ella bajó la capucha. Sus rasgos angelicales, la reconoció al instante. Era la madre de Livia.
Y vio los ojos verdes plateados de una raza que era más mito que realidad.
-¿Eres Trisani?
Ella asintió con la cabeza.
Adron se quedo boquiabierto al saberlo. Los Trisani eran legendarios por sus habilidades psíquicas. Y habían sido cazados casi hasta la extinción. Los que sobrevivían, permanecían cuidadosamente escondidos alejados de las grandes poblaciones donde podrían esclavizarlos o matarlos aquellos que o bien temían sus poderes o los deseaban.
Ella dio un paso hacía Livia y quito el IV de su brazo. Entonces, lentamente, uno a uno, desconectó todos los monitores.
-Es hora de levantarse, florecilla –susurró ella. Puso una mano sobre la frente de Livia.
Aturdido, Adron vio como los ojos de Livia se abrían.
-¿Mamá? –preguntó ella.
Su madre sonrió, entonces la besó en la frente. Pasó una mano sobre e cuerpo de Livia.
Adron se sentía débil mientras el alivio y la alegría se propagaban por su cuerpo. ¡Livia estaba viva! Su madre le cogió la mano y la de Livia y las mantuvo juntas. El corazón de Adron latió fuertemente cuando sintió el calor y la caricia que había creído perdida para siempre.
Livia pasó la mirada de él a su madre.
-Hiciste que Krista me enviara al Golden Crona, ¿no?
Su madre asintió con la cabeza.
-Estabais destinados –miró a Adron-. Y para responder a tu pregunta, sí, es permanente. Livia te curó, pero… -miró furiosa a su hija-. No debes volver a utilizar tus poderes. Tu parte humana no es lo suficientemente fuerte para ellos.
-Lo sé, pero no podía dejarle morir.
Su madre inclinó la cabeza.
-Ahora, tengo que volver antes de que se den cuenta de que no estoy.
Se detuvo un momento en la puerta y se giró.
-A propósito, es un niño.
Adron frunció el ceño.
-¿Qué es un niño?
-El bebé que ella espera. Felicitaciones, Comandante. En nueve meses, serás padre.

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