Nykyrian y Caillen estaban sentados en el cuarto del consejo de la base del OMG, revisando los datos que tenían sobre Oksana. Hauk caminaba de un lado a otro detrás de ellos, sus botas taladraban el suelo de porcelana con un sonido tenebroso que le carcomía la tolerancia de Nykyrian. Jayne y Darling estaban sentados en el cuarto, escuchándolos a él y a Caillen discutir sobre los procedimientos de la batalla.
Nykyrian apretó los dientes frustrado, se reclinó en la silla y miró fijamente las hojas de estadísticas que estaban frente a él. Un ataque frontal acabaría con la aniquilación completa y un ataque encubierto era igual de arriesgado. Los hombres de Aksel no se conocían lo suficiente como para descubrir a un extraño inmediatamente. A esa proporción, nunca lograrían sacar a Kiara con vida.
Caillen se reclinó en la silla, con una sonrisa dibujada en su rostro mientras tamborileaba sus dedos sobre la mesa.
—Sabes, he estado haciendo entregas en Netan Raananah. Si fuera a falsificar un embarque, podría meter de contrabando a tus hombres dentro de la basa de Aksel.
Nykyrian frunció el ceño.
—¿Cómo podrías evadir los escáneres?
Caillen inclinó la silla sobre sus piernas y se puso la mano detrás de la cabeza en una mueca arrogante que Nykyrian despreciaba, mientras una sonrisa se dibujaba en su cara.
—Vas a arrepentirte de todas las cosas sucias que has dicho sobre mi nave. El Malia, está equipado con artefactos especiales que ningún sistema existente puede rastrear. Tendrían que hacer una inspección personal para verificar mi cargamento —sonrió—. Recuerden chicos, ¡soy un contrabandista de tercera generación!
Hauk resopló.
—Sí bueno, una vez que estemos dentro, ellos no nos van a permitir salir de allí tan fácilmente. El Malia es demasiado frágil y lento como para huir de una nave luchadora.
Caillen se frotó la mandíbula mientras sopesaba las palabras de Hauk.
—Llevaremos dos luchadoras en la bodega, más los pasajeros.
Nykyrian asintió en acuerdo. Era el primer plan que habían propuesto, con el cual al menos tenían una oportunidad para respirar.
—Lo haremos, entonces.
Darling alzó una ceja hacia Nykyrian.
—¿No estás olvidándote de algo? ¿Cómo vamos a salir después de que entremos allí?
Nykyrian estudió la cara de Darling. Un millón de pensamientos pasaron por su mente.
—Es a mí al que ellos quieren. Tú y Caillen se quedarán a bordo del Malia y controlaran a los hombres de Aksel y a los corredores de la base. Hauk se ocupará de Kiara, la meterá en su nave y la llevará a un lugar seguro. Jayne los esperará para cubrirlos una vez que estén fuera de la órbita de Oksana.
—¿Y qué pasará contigo? —preguntó Hauk ásperamente.
—Yo soy el cebo. Volaré en dirección opuesta con mi nave. Todas las tropas de Aksel me seguirán. —Nykyrian estrechó los ojos hacia Hauk—. En ningún momento atacarás a ninguna nave. Mantendrás tus motores acelerados. Y dejarás que Jayne se ocupe de cualquier cosa que los siga.
Nykyrian volvió su mirada hacia Caillen.
—Tú y Darling necesitan utilizar el poder adicional del Malia, para asegurarse de que pueden sacarla lo más rápido que puedan pilotearla. Es demasiado grande para una pelea de perros.
Nykyrian echó la impresión de los exteriores hacia Darling.
—Aksel está reteniendo a Kiara probablemente en su oficina. Necesito una bomba muda. ¿Puedes hacerla en una hora?
—¿Mi pelo es rojo?
Nykyrian se incorporó.
—Entonces preparémonos.
Jayne, Caillen y Darling salieron. Hauk se quedó, con una expresión en el rostro que le recordó a Nykyrian la actitud fatal y oscura de Rachol. Ignorándolo, Nykyrian sacó su traje de Némesis del armario.
—No estás planeando regresar, ¿verdad?
Nykyrian hizo una pausa. Con un suspiro profundo, sacó sus botas del armario y las puso en el suelo.
—Soy bueno, pero no lo suficiente para sobrevivir al número de naves que estarán detrás de mí.
Hauk taladraba con sus dedos la superficie de la mesa en un ritmo pulsante que le hacía apretar los dientes.
—¿Por qué no envías a Kiara de regreso en el Malia y me dejas volar contigo para luchar?
Nykyrian se desabotonó la camisa.
—El Malia podría ser atrapado. Confío en que Darling y Caillen regresen a casa. Pero necesito asegurarme de que Kiara regrese a casa de su padre intacta.
—Prefiero que tú te mantengas con vida.
—Kiara es mi vida —susurró Nykyrian. Se sentó en una silla y se puso la cabeza entre las manos.
De esa forma todo tenía sentido. Si él moría, Kiara sería libre, él sería libre. Extrañamente, no sentía ningún remordimiento. De alguna forma sentía que hacía lo correcto.
Nykyrian miró el anillo que tenía en su dedo pequeño. Era el anillo que había comprado, antes de ir a ver a Kiara por primera vez, después de que su padre le había disparado. Era el anillo que había pensado entregarle como anillo de bodas, pero no fue capaz de hacerlo. Las filas de piedras de griata rojas, rodeaban la banda de oro, que brillaba con luz oscura.
Se sacó el anillo y se lo entregó a Hauk.
—Quiero que le entregues esto a Kiara.
Hauk lo revisó, y entonces lo miró con un ceño severo.
—Este es un anillo de bodas.
—Lo sé. Nos casamos según la costumbre Andarion hace algunos meses.
Hauk cerró los ojos y Nykyrian supo que él deseaba maldecir.
—Dependo de ti, para que te asegures de que ella sea reconocida como mi viuda. —Nykyrian se lamió los labios que tenía repentinamente secos—. Si yo no tengo la oportunidad, dile que la amo, que siempre la he amado.
Hauk tenía los ojos llorosos.
—No puedo hacer esto —dijo él con voz rota.
Nykyrian se tragó el nudo de su garganta.
—Hemos tenido demasiadas misiones juntos como para que te ablandes ahora.
Hauk apretó los dientes y apartó la mirada.
—Siempre planeaste regresar después de esas misiones.
Nykyrian se mofó.
—En realidad no. Esta es la primera vez en mi vida que quiero regresar con vida realmente. Es bastante irónico, ¿no te parece?
Hauk se metió el anillo dentro de su bolsillo.
—¿Qué quieres que le diga a Rachol?
Nykyrian dibujó una sonrisa afectada, mientras se quitaba las botas.
—Pregúntale donde infiernos se mete cuando más lo necesito.
Hauk estrechó los ojos, incrédulo.
Nykyrian sonrió entre dientes.
—Solo estoy bromeando. Si le dices eso, empezará a beber otra vez. Y como maneja la fuerza detrás del OMG, dejaré que él lo lidere. —Nykyrian se levantó y alcanzó su ropa—. También dile que las lorinas son suyas para que las consienta.
Hauk sonrió.
—¡Él podría desenterrar tu cuerpo solo para dispararte por eso!
Nykyrian hizo una pausa, ante ese pensamiento. Solo esperaba que Aksel dejara lo suficiente de él, para enterrar.
* * * * *
Caillen estaba sentado frente al panel de control del Malia, esperando en la oficina de aduanas para entrar a la base de Aksel. Sonrió ante las seis canastas de pulpas de frutas, que Nykyrian le había donado graciosamente, para hacer más creíble el engaño.
La luz estaba anaranjada sobre su tablero, advirtiéndole que los escáneres de prueba estaban encendidos. Al presionar una serie de botones, sonrió cuando sus artefactos de protección se encendieron.
—Tomen eso idiotas. —sonrió.
—El Malia está limpio —graznó la voz del director—. Aterrice en la bahía ocho.
Caillen obedeció. Amaba su trabajo. No había nada como el peligro extremo para lograr que la sangre bombee y los jugos del cerebro fluyan.
Varios soldados de a pie, esperaban abordar su nave. Caillen agitó la cabeza y volvió a verificar los controles de su panel de control.
Caminó hacia donde Nykyrian y los demás estaban ocultos, tratando de perder el tiempo. Entre más tuvieran que esperar los guardias, más ansiosos se pondrían. Era una táctica infantil, pero siempre servía con los centinelas. Con una oración para tener éxito, bajó la rampa muy despacio. Abrió la compuerta y miró fijamente al cañón de un rifle de láser.
—¿Algún problema? —preguntó serenamente.
—Estamos esperando a Quiakides —gruñó un soldado, a través de su casco.
Caillen estalló en carcajadas.
—¿Eres tú, Marek?
El soldado se movió un poco incómodo, antes de quietarse el casco.
—Sí.
Caillen empujó el cañón fuera de su rostro y regresó tranquilamente al interior de su nave. Los demás soldados entraron en filas y empezaron a revisar su cargamento.
—Cómprame esta pista. ¿Qué se supone que haría yo con Quiakides? ¿Alguien se ha molestado en informarte que él y yo no nos llevamos bien?
—Tu realizas misiones para él.
Caillen abrió la boca sarcásticamente.
—¡En serio! Haría misiones hasta para el demonio, con tal de que me pague a tiempo.
—Es por eso que estamos revisándote.
Caillen sonrió de nuevo.
—Es que acaso Quiakides no puede permitirse el lujo de pagarse un transporte mejor que este, como para subirse en este montón de basura en ruinas. Olvídate de la pista, cómprate un cerebro.
Marek miró alrededor de la nave.
—¿Dónde está Kasen?
Caillen se encogió de hombros.
—Está con Shahara.
Los demás soldados regresaron, agitando las cabezas.
—Está limpio.
Marek asintió con la cabeza.
—¿Estás buscando a Netan?
—Sí, ¿Dónde está?
—Está con Aksel —dijo Marek, mientras se volvía a colocar el casco—. Le diré que estás aquí.
Caillen inhaló profundamente, agradecido de que la artimaña hubiera funcionado.
—Hazlo. No suelo tener mucha paciencia. Si no viene rápidamente, me marcho.
Marek le hizo señas a sus soldados para que salieran de la nave.
—Eh —lo llamó Caillen traviesamente, al bajar la rampa detrás de él—. Espero que no te importe, pero voy a cerrar mis sistemas mientras espero. No puedo confiar en los mercenarios, todos ustedes están podridos.
Notó el gesto de rigidez de Marek, pero el tipo no le contestó.
Caillen sonrió de autosatisfacción. Cerró la compuerta, y corrió para liberar al grupo que estaba oculto detrás de los paneles de las paredes.
Darling avanzó para supervisar las comunicaciones.
—Tendrás que apresurarte —le dijo Caillen a Nykyrian, quien verificó el nivel de carga de su pistola de rayos—. Si Netan se queda a bordo demasiado tiempo, sospecharán.
Nykyrian asintió con la cabeza, con el estómago revuelto. Tenía que tener éxito. Mirando a Hauk, ambos tomaron posiciones en lados opuestos de la compuerta, preparados para saltar.
Su espera fue corta. Netan seguramente estaba de humor para desfallecer, porque, terminó extrañamente inconsciente.
Caillen abrió la compuerta solo lo suficiente para que Nykyrian y Hauk la atravesaran. El corazón de Nykyrian le latía fuertemente contra las costillas. Tenía que rescatar a Kiara.
Con extrema facilidad, salieron de la bahía y bajaron al corredor, Darling les daba instrucciones sobre el camino que debían seguir vía auricular, basado en un mapa que tenía dentro del Malia.
De alguna manera, la voz de Darling, que se transmitía a través del auricular le aliviaba la tensión. Nykyrian sabía que podía confiar en sus amigos para llevar a Kiara a un lugar seguro.
—Dos corredores más, la oficina de Aksel está a tu izquierda —le instruyó Darling.
Hauk se movió.
—¡Espera! —advirtió Darling.
El corazón de Nykyrian se detuvo de un golpe.
—Alguien está viniendo desde el corredor. Hay una puerta detrás de ti Kip, úsala.
Nykyrian encabezó el camino hacia el cuarto oscuro.
—Odio esto —le siseó a Hauk.
Hauk asintió con la cabeza.
Segundos después, la voz de Darling regresó.
—Todo está limpio. Muévanse.
Nykyrian abrió la puerta. Se dirigieron a la oficina de Aksel. Probó el código de seguridad en la puerta, pero no se abrió. ¡Maldición!
—¿Qué? —preguntó Hauk, mientras echaba un vistazo por el corredor.
—Aksel debió haber cambiado los códigos —sofocando su temperamento, Nykyrian rápidamente retecleó la clave y la puerta se abrió.
Nykyrian fue el primero en ver a Kiara. Su cara jubilosa lo miró con esos ojos llenos de adoración que le desgarraron el alma. Atravesó el cuarto y tiró de las cadenas para soltar el gancho del techo. Una ola de alivio lo recorrió cuando tomó las cerraduras y liberó sus muñecas de los puños de metal.
Sus ojos se endurecieron cuando notó la rasgadura en su vestido.
—¿Te hizo daño?
—No —sollozó ella, mientras lo abrazaba—. Él estaba esperándote.
Nykyrian la besó, apretó sus brazos firmemente alrededor de su cintura, agradeciéndole a Dios de que estuviera a salvo. Ella temblaba entre sus brazos como un gimfry asustado y él se juró una vez más que Aksel iba a pagarle por esto con su vida.
—Vamos, ¡no tenemos tiempo! —dijo Hauk detrás de él.
Nykyrian se apartó de ella. Hauk tenía razón. Se quitó la chaqueta, y la envolvió alrededor de Kiara.
—¿Dónde está Aksel? —preguntó Nykyrian.
—No lo sé —susurró ella, mientras le tocaba la cara—. Salió hace unos minutos.
Hauk se aclaró la garganta y tiró del hombro a Nykyrian.
—Necesitas ver esto.
Nykyrian se dio la vuelta y quedó aturdido. Por primera vez, se dio cuenta de que Driana estaba tirada en el suelo. Cruzó el cuarto y se puso al lado del cuerpo de Driana.
—Está muerta —confirmó Hauk, al inclinarse para tomarle el pulso.
Nykyrian volvió su mirada hacia Kiara, confundido ante la espantosa visión.
—¿Qué sucedió?
Kiara se cubrió sus labios temblorosos con las manos.
—Ella intentó matar a Aksel, y él la golpeó hasta matarla.
Nykyrian se acercó nuevamente a Kiara. Ella cayó contra él, estremeciéndose. La abrazó fuertemente, sabiendo que posiblemente era la última vez que podía tocarla.
—Estás a salvo, shona. Pero tenemos que darnos prisa.
Puso a Kiara en los brazos de Hauk y se ajustó el auricular.
—Darling, repórtate.
—El camino de regreso está limpio.
Él le asintió con la cabeza a Hauk.
—Llévala a casa.
Hauk vaciló. Con la mirada, Hauk le indicó a Nykyrian lo renuente que estaba al dejarlo que se defendiera solo.
—Camina en paz —dijo Hauk calladamente, antes de sacar a Kiara hacia el cuarto que estaba detrás de él.
Nykyrian pensó en esa antigua frase de la Liga. Finalmente pudo comprender como un asesino podía caminar en paz. Con un suspiro, le dio la bienvenida al letargo pacífico de la muerte. Les dio bastante ventaja. Hauk cuidaría de Kiara.
Esa era la única solución.
—Camina en paz —repitió y abrió la puerta. Nykyrian bajó por el corredor y se dirigió de regreso a la bahía.
—¡Kip, a tu derecha! —gritó la voz de Darling.
Nykyrian giró, y sacó su pistola de rayos. Pero era demasiado tarde. El disparo atravesó su hombro con una dolorosa abrasión. Al regresar el disparo, Nykyrian observó como se desplomaba el soldado.
Las alarmas sonaron y se encendieron alrededor de él. Nykyrian corrió a toda velocidad, intentando llegar a su nave antes de que el área de salida fuera sellada. El escudo de explosivos de la bahía se estaba cerrando. Rodando por el suelo, Nykyrian pudo pasar debajo del pesado acero antes de que la enorme puerta se cerrara con un sonoro porrazo.
Desgraciadamente, dejó de rodar justo frente a los pies de Aksel.
—Aún tan predecible —sonrió Aksel con desprecio, mientras pulsaba el botón de descargo de su pistola de rayos hacia atrás, observando con disgusto a Nykyrian—. Sabía que un día tu sentido del valor y de la justicia sería tu muerte.
Nykyrian se levantó lentamente.
—Kiara está a salvo —dijo Darling en su oreja—. Detonación en cuatro… tres…
—Eres tan decepcionante —dijo Aksel, mientras apuntaba con su pistola de rayos a la cabeza de Nykyrian.
El arma y el cargamento de explosivos se dispararon simultáneamente. Nykyrian evadió el tiro de la pistola de rayos y se lanzó sobre Aksel. Atrapándolo por la cintura, lo tumbó al piso. Aksel se levantó y le dio una patada a Nykyrian en la espalda. Aksel se lanzó sobre el en el mismo momento en que Hauk despegaba su nave.
Nykyrian se aprovechó de la distracción y le plantó un duro golpe en la mandíbula. Con una maldición, Aksel cayó de espaldas. No esperó a que se levantara de nuevo. Nykyrian cerró la compuerta del Maita. Tan rápidamente como pudo. Luego subió por la pequeña apertura que estaba debajo de la nave.
—¡Escudos! —gritó Caillen.
Nykyrian se quedó tumbado sobre el piso, el hombro le latía del dolor.
—Están corriendo hacia sus naves —advirtió Darling.
Apartando el dolor de su mente, sabía que tenía que despegar antes de que persiguieran a Kiara.
En segundos, abordó el Arcana y encendió los motores. Despegó y voló en dirección opuesta a Hauk.
—Las naves han cambiado su curso y están dirigiéndose hacia ti. Tres permanecen detrás de Hauk —dijo Darling—. Parece que nosotros estamos a salvo, vamos a salir de aquí.
El corazón de Nykyrian latió fuertemente. Sabía que Jayne podía ocuparse de tres naves sin problemas, pero sus escáneres brillaban casi blancos, por la cantidad de naves que lo perseguían a él.
—¡Ríndete! —gruñó la voz de Aksel, por el intercomunicador.
Nykyrian redujo su velocidad. Esto era lo que siempre había querido. Ser enterrado como un guerrero. Moriría como un hombre, en un breve estallido de luz.
—Creo que no.
—Te excedemos en número —dijo Aksel—. ¡Tengo veinte naves detrás de ti!
Nykyrian resopló con amarga diversión.
—¿Quieres que aplauda tus habilidades matemáticas? Tienes que atraparme primero, y no te creo capaz de eso —le espetó Nykyrian, sabiendo que Aksel rompería filas en su escuadrón y lo enfrentaría.
—Y tú que hablas de ser predecible —susurró Nykyrian, cuando la nave de Aksel rompió su formación y salió detrás de él.
Él le dio la vuelta a su nave y se preparó para luchar. Kiara estaba a salvo. Una lucidez helada, tranquila descendió sobre él. Aksel disparó primero.
Nykyrian apenas tuvo tiempo para evadir la explosión de color que pasó por su nave hacia la oscuridad del espacio. Le fueron disparados tres tiros más en una sucesión rápida. Nykyrian apretó el volante, el cuero de sus guantes crujió.
Otras tres naves estaban moviéndose. Tenía que destruir a Aksel primero. Solo entonces, Kiara estaría a salvo. Tomando la iniciativa, Nykyrian disparó con su cañón de iones.
En una breve llamarada de luz naranja, la nave de Aksel se desintegró. Nykyrian respiró profundamente. El resto de las naves lo rodearon.
* * * * *
Kiara se movió bruscamente en el regazo de Hauk.
—¡Tenemos que regresar! —gritó ella, le temblaban los miembros de miedo.
—¡Mis ordenes son llevarte a un lugar seguro! —reiteró él por quinta vez, y por quinta vez, Kiara quiso estrangularlo.
—¿Es que acaso no te importa?
Le dio un tirón al acelerador con sus manos, puso la nave de lado antes de responderle.
—Me importa más de lo que puedes imaginar, pero le hice una promesa, ¡y prefiero cortarme las venas antes de romperla! —con otro tirón enfadado, enderezó la nave.
Kiara se reclinó, sus lágrimas escocían sobre sus mejillas.
—Él está allí afuera, solo —susurró, sintiéndose un poco enferma del estómago.
—Jayne va a regresar por él. Estará bien.
Kiara escuchó la duda en sus palabras. Rezó tanto como pudo. Nykyrian tenía que regresar, tenía que hacerlo. Finalmente parpadeó, un poco aliviada cuando avistaron a Gouran.
—¿Comandante Biardi? —preguntó Hauk.
—Sí. —Kiara reconoció la voz angustiada de su padre.
—Tengo a Kiara, pero necesito un escuadrón de naves. Uno de nuestros pilotos está en peligro. Si le envió las coordenadas, ¿usted nos ayudará?
Un silencio respondió su demanda.
La furia de Kiara creció a alturas incontrolables.
—Papá, si me quieres un poco, harás lo que te pide.
—Muy bien.
Al unísono, ambos soltaron un suspiro de alivio.
Hauk programó la información en la computadora. Mientras se acercaban a la bahía de Gouran, pasaron al lado de un escuadrón de naves enviado para ayudar a Nykyrian.
Tiarun se encontró con ellos en el hangar, después de que aterrizaron. Kiara se tiró en sus brazos, agradecida por el apoyo, pero deseando que Nykyrian fuera quien la sostuviera.
Hauk saltó de su nave y se acercó a su padre, en firmes y depredadoras zancadas.
—Señor, requiero otra nave para unirme a sus tropas. No tengo el suficiente combustible para regresar en la mía.
Su padre la miró, apretando sus brazos alrededor de sus hombros. Para su alivio, él asintió.
—Hay tres naves totalmente cargadas al lado de la suya.
Hauk hizo una pequeña reverencia antes de alejarse de ellos.
—¡Hauk! —Kiara corrió detrás de él.
Él se detuvo y esperó hasta que ella se acercó. A Kiara le temblaban los labios mientras miraba fijamente sus ojos Andarion. Ella solo quería una cosa, solo deseaba algo.
—Tráeme a Nykyrian de vuelta.
Él miró a un punto más allá de su hombro, en donde estaba parado su padre. Metió la mano en su bolsillo, sacó el anillo de griata y se lo entregó.
—Nykyrian quería que te diera esto.
Kiara sorbió sus lágrimas mientras miraba fijamente el hermoso anillo de bodas que Hauk dejó caer en su palma.
—Él también me pidió que te dijera que te ama.
Sus lágrimas estallaron con un sollozo desgarrador.
—Por favor sálvalo —suplicó ella, tirando sus brazos alrededor del cuello de Hauk—. ¡Él tiene que volver a casa!
Hauk asintió, desenvolvió sus brazos y despegó en la nave que estaba más cerca.
Kiara deslizó el anillo frío en su tercer dedo, mientras sus miedos y preocupaciones la estrangulaban. El anillo le quedaba perfecto, igual que el amor de Nykyrian.
Se volvió y se unió a su padre, deseando ser una niña pequeña de nuevo, para que él pudiera hacerla sentir mejor besándole su herida y abrazándola. Pero para su profundo pesar, esos días hacían parte del pasado.
—Déjame llevarte a casa —susurró su padre, envolviendo un brazo sobre sus hombros.
Kiara negó con la cabeza.
—Tengo que saber que está pasando. Llévame a la torre de control.
A pesar de su mirada escéptica, él hizo lo que le pidió.
Kiara se sentó en silencio, escuchando las voces de los pilotos mientras se encargaban de los hombres de Aksel. Rezó por un milagro.
Hauk pensó que nunca llegaría a tiempo para la batalla. Y extrañamente, tuvo razón. Cuando se encontró con el escuadrón, la batalla había terminado. Su corazón latió fuertemente cuando inspeccionó las naves, buscando a Nykyrian.
Al intentar abrir su canal para preguntarle a Jayne por el destino de Nykyrian, avistó al Arcana. Cuatro naves de Gourish rodeaban la nave destrozada.
—¿Nykyrian? —su corazón se alojó dolorosamente en su garganta.
—…Bien… herido…
Frunciendo el ceño, Hauk revisó el daño que había recibido la nave de Nykyrian. Las chispas estallaban, solo para ser extinguidas por el vacío del espacio. Por lo que podía ver, parecía que solo un motor estaba funcionando. No tenía idea de que Nykyrian pudiera aterrizar la nave en esas condiciones.
—¿Necesitas una viga de tractor para ayudarte a aterrizar?
—No… nave… destruye…
Hauk apenas si podía entender las palabras rotas y alteradas. Soltó una maldición feroz, recordando que la nave no podía ser arrastrada. Si lo intentaban, se autodestruiría.
Una de las naves de Gourish casi impacta con la Arcana cuando se puso a su lado. Hauk apretó los dientes. Nykyrian no iba a ser capaz de regresar.
Nykyrian permaneció en silencio. Su sistema de comunicaciones no estaba funcionando correctamente y solo podía captar retazos de conversaciones de los pilotos que lo rodeaban. No podía creer que aún estuviera vivo. Después de que había asesinado a Aksel, el resto de sus hombres le habían hecho una docena de agujeros en su nave.
Una extraña catarsis se había formado en su mente después de la batalla, y de alguna manera sus pecados del pasado dejaron de molestarlo.
Miró fijamente su panel de control, el cual tenía encendida una luz de advertencia a bordo. Era un milagro que sus direccionales aún funcionaran para volar.
Pensó en Kiara y en su bebé. Si pudiera tener un deseo, sería ver a su bebé nacido, y abrazar por última vez a Kiara. Suspiró, se le formó un nudo en el pecho. Desde el principio, había sabido que algunas cosas no eran suyas para tenerlas.
El planeta apareció ante él.
Se pasó la mano por su brazo herido. La sangre empapaba su uniforme, pero ya no le dolía. Nykyrian miró fijamente a Gouran, preguntándose si Tiarun ordenaría que le dispararan antes de que se acercara a la bahía. La mayoría de los gobiernos lo harían. Era la práctica normal para prevenir que se dañaran sus valiosas bahías.
Nykyrian apoyó su cabeza en el asiento. Sus orejas reverberaban por la estática de la radio, pero aún así, pudo jurar que escuchó el dulce y tierno tono de voz de Kiara, gritando su nombre.
Se dispuso a entrar en la bahía, sus manos automáticamente realizaron el procedimiento de aterrizaje. Presionó los interruptores y tiró de los frenos, pero no pudo reducir la velocidad de la nave. Un frío lo invadió mientras entraba al hangar a toda velocidad.
En un último esfuerzo por salvar su vida, tiró del interruptor de expulsión que estaba sobre su cabeza. La fuerza de propulsión del asiento lo disparó hacia fuera, pero no fue suficiente para evadir al estabilizador trasero. El impacto lo envió directamente a la oscuridad.
Kiara se levantó con un grito, su mente era incapaz de creer lo que había visto con sus propios ojos.
La nave de Nykyrian impactó y abrió un agujero a través de la pared exterior de la bahía. Las ardientes llamas rojas y doradas lamieron la nave, a lo largo del suelo y las paredes de la bahía, mientras las explosiones hacían erupción en todo el lugar. Las unidades contra incendios descendieron para extinguir el fuego.
—Sabía que debía haber detonado esa nave —gruñó su padre al lado de ella.
Horrorizada, Kiara lo miró boquiabierta y salió corriendo del cuarto. Sus pies la llevaron hacia el calor de la bahía mientras se estremecía por las emociones que la desgarraban. La llama abrasadora, congestionó su nariz con su olor penetrante y le hizo llorar los ojos. Tosió, buscando entre los restos de la nave con ojos desesperados. Había pedazos de la nave de Nykyrian esparcidos por todas partes. Por un momento, pensó que se derrumbaría.
No había quedado nada entero. Nada. Kiara se arrodilló, agarrándose al borde de la pared hasta que se le durmió la mano. El dolor atormentó su alma y quiso morirse. Esto no podía ser real. ¡No se suponía que debía acabar de esa manera!
Su mirada flotó sobre los pedazos esparcidos, los restos encendidos, las llamas, debajo de la bahía hasta la abertura. Kiara parpadeó. No podía ser.
Sus esperanzas renacieron cuando vio a Nykyrian yaciendo en la abertura de la bahía. ¡Estaba vivo! Sacó fuerzas de una fuente desconocida, corrió hacia él.
—¡Oh, Dios! —jadeó, mientras se detenía sobre su cuerpo. Kiara se puso de rodillas a su lado, temerosa de tocarlo. Él yacía sobre su espalda, absolutamente quieto. Su casco estaba roto y abollado.
Kiara extendió una mano temblorosa para tocar la herida que tenía abierta en su costado. El pecho de Nykyrian no parecía estar moviéndose en absoluto. Había tanta sangre. Sus labios temblaron cuando cayó presa del pánico.
Hauk se arrodilló en el lado opuesto. No la miró mientras desabrochaba las hileras que aseguraban el casco de Nykyrian a su uniforme. Cuando se lo quitó, su mundo se tambaleó.
—¡No! —gritó, al observar el tinte azulado de la piel de Nykyrian. Asió su mano fría que de algún modo se había liberado de su guante, se la llevó hasta su pecho y limpió la sangre de su mejilla helada.
Una unidad médica los rodeó, forzando a Kiara a apartarse. Mareada, se tambaleó, su mente estaba demasiado agobiada por el pesar y el dolor como para pensar.
Hauk empezó a gritar, pero sus palabras eran inteligibles para ella, como si nada la afectara. Una niebla nubló su visión, sus oídos, y por un momento, se preguntó si esa sensación era lo mismo que morir.
De repente, su padre estaba allí, abrazándola.
Por alguna razón, sus lágrimas se detuvieron y una extraña lucidez invadió a su pesar mientras miraba a los médicos desgarrando el uniforme de Nykyrian y conectándole una serie de máquinas. Era como mirar a actores en una obra representando un libreto del que ella no conocía el final. Nada de lo que sucedía le parecía real.
Kiara miró a su padre.
—Debes llamar a sus padres e informarles —dijo, en una voz apagada—. Al emperador Aros y a la Princesa Cairistiona. Por favor díselos… Yo… yo no creo que pueda.
Por la expresión del rostro de su padre, Kiara se dio cuenta de que él pensaba que ella estaba loca. Quizá si lo estaba.
—Por favor llámalos —dijo nuevamente—. Tengo que ir con él —con el corazón roto en pequeños pedazos, Kiara entró a la unidad médica y los acompañó al hospital.
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