miércoles, 29 de febrero de 2012

BOF cap 10

Syn la mantuvo contra su pecho. Tan cerca, que podía oír el palpitar de su corazón y sentir la rigidez de su cuerpo. Aunque debería tener miedo de lo que estaba a punto de suceder, encontró su presencia tranquilizadora.
Otra puerta se abrió justo delante de ellos y Shahara oyó varias voces femeninas susurrando en un lenguaje parecido al que usaba Syn.
El hombre se detuvo.
—¿Qué estás haciendo aquí? —una de las mujeres demandó en un tono fiero, intimidante.
Al principio Shahara pensó que les hablaba a ellos, hasta que oyó al hombre desconocido responder.
—Vi a un asesino entrar aquí. Lo estoy buscando.
—Pues no lo harás en nuestros terrenos privados. Vete.
Dos sacerdotisas pasaron por su escondite sin verlos. Cuando una tercera hizo una pausa a su lado, Syn extendió la mano y tocó su brazo.
La sacerdotisa los recorrió con la mirada, entonces jadeó. Cerrando la boca, dio un paso más allá de su alcoba para poder escudarlos con su cuerpo. Ella se aclaró la voz.
—Ocupaos de que este hombre sea echado a la calle. Aseguraos de que nunca vuelva a deshonrar nuestro templo.
Una vez que las puertas se cerraron detrás del hombre y las dos sacerdotisas, la que quedaba se volvió hacia ellos y le sonrió tiernamente a Syn.
—Dios mío, hijo, el problema es definitivamente tu compañero.
Syn soltó a Shahara y se enderezó como un niño culpable confrontando a un padre furioso. Él agachó la cabeza y ella elevó una ceja curiosa. Había visto a Syn enojado, herido y afligido. Pero la vergüenza era una emoción nueva y se preguntó qué había sobre la sacerdotisa que le hacía sentir de esa manera.
—Lo siento, Madre Anne. No debí haber venido mientras me perseguían. Estuvo mal guiarlos hasta aquí. Pero no sabía a dónde más ir.
La sacerdotisa le tocó la mejilla.
—Nunca lamentes necesitar ayuda, hijo. Todos lo hacemos en algún momento.
Pero la vergüenza aún ardía en sus ojos oscuros y eso hizo a Shahara querer consolarlo.
Ella desvió su mirada hacia la sacerdotisa y su túnica de oro. Brillaba en la luz tenue como la llama vibrante de una vela y a su vez se veía tan suave como una nube. Su porte regio como el de una reina, el cabello gris trenzado y envuelto alrededor de la corona de su cabeza.
Aunque la sacerdotisa fuera probablemente treinta o más años mayor que Shahara, conservaba la mirada de una adolescente vibrante. Algunas arrugas surcaban su rostro amable, señalando los años de risas que había vivido.
No era extraño que Syn confiara en ella. Era difícil no confiar en alguien con semejantes ojos amables.
La mirada aguda de la madre Anne se posó a ella.
—¿Y a quién has traído contigo?
—Shahara — contestó ella.
La madre Anne esbozó una sonrisa que iluminó cada esquina de su cara.
—Eres tan bella como un ángel. Nunca dejes que nadie te diga lo contrario —volviéndose a Syn, le dirigió una mirada reprobadora—. Desearía que hubieras venido en mejores circunstancias. Por años he querido mostrarte lo que hacemos con todo el dinero que donas.
Syn se vio avergonzado.
—No tengo necesidad de supervisarlo, Madre. Sabía que haría el bien con eso.
Acompañándolos hasta la puerta de la alcoba, ella metió sus manos temblorosas en sus mangas y los guió el resto del camino del vestíbulo hasta el templo. Syn abrió las puertas de madera gruesas que conducían a un patio maravilloso.
Shahara contempló un jardín tranquilo. Las flores crecían en todas partes con tan pintoresca generosidad, que la aturdió. Las aves cantaban dulcemente mientras las campanillas se balanceaban en el viento, haciendo un sonido rítmico que susurraba serenidad. Vik estaba sobre una rama, mientras les observaba silenciosamente con la cabeza ladeada.
Una fuente, con olas burbujeantes, marcaba el centro del patio y, justo a algunos centímetros de distancia, vio un enorme laberinto hecho de setos que subían mucho al lado izquierdo del jardín.
La madre Anne los condujo hacia él.
—Sabes, Sheridan, recién hemos abierto otra casa con tu última donación, en Kildara esta vez. Ahora tenemos más de trescientos niños sin hogar viviendo aquí en el Talia Wade Memorial.
Shahara se sobresaltó ante sus palabras. ¿Exactamente cuánto dinero les había dado él para que pudieran proveer a tantos?
Syn no dijo nada.
La madre Anne le sonrió.
—Cada noche les hacemos ofrecer una oración por ti, hijo.
Syn sacudió la cabeza y alguna emoción extraña revoloteó en sus ojos.
—No para mí, Madre. Mi alma se perdió hace mucho tiempo. Solamente hazlos orar por Talia.
La madre Anne frunció su boca y Shahara podría decir que deseaba discutir, pero lo pensó mejor. Así que pasaron junto a la fuente camino al laberinto hecho de arbustos de brillante verde.
—¿Anne? — espetó una voz airada.
Syn se movió rápidamente y tiró de Shahara detrás de un arbusto alto. Colocó un dedo en sus labios para advertirle que se callara.
—Sí, Madre Superiora — contestó la Madre Anne.
—Por favor envía a Omera al sanatorio. Hay un paciente que necesita de  sus talentos especiales.
—Sí, Madre Superiora. Me encargaré de ello inmediatamente —la madre Anne dio un paso hacia su escondite.
Syn negó con la cabeza.
—No puedo creer que ella esté todavía viva.
La madre Anne apretó los labios.
—Sí, y la vejez no le ha dulcificado en lo más mínimo. Si te atrapa en nuestro santuario esta vez, exigirá tu sangre.
—Estoy seguro de eso —él miró a Shahara—. Necesitamos llegar a las catacumbas.
Shahara se quedó boquiabierta mientras una oleada de aprensión la atravesaba. Sólo podía imaginarse una cripta con huesos apilados y cuerpos cayendo.
—¿Catacumbas? Como esas en las que se entierra a la gente, ¿catacumbas?
Él puso los ojos en blanco.
—No me digas que una rastreadora tan feroz, una seax jurada nada menos, está asustada por una pequeña tumba. Dios... —él miró hacia la Madre Anne y se sonrojó— misericordioso —se corrigió—. ¿Hay algo que no te de miedo?
—Tú, por ejemplo —ella espetó—. Y no me da miedo la tumba. Yo... simplemente no quiero entrar en ella.
La mirada en su cara le dijo lo que pensaba. Yo o los Rits. Bueno, en este momento, definitivamente se inclinaba por los Rits.
La madre Anne sonrió reconfortante.
—Estarás bien, hija. Sheridan conoce el camino mejor que nadie.
¿Se suponía que eso debía tranquilizarla?
Entonces notó que Syn no corrigió a la Madre por usar su nombre real.
Muy interesante...
La madre Anne dio un paso rodeando a Shahara y colocó un beso tierno en la frente de Syn.
—Camina con Dios, hijo. Recuerda que siempre estará contigo.
Syn asintió con la cabeza.
—Gracias, Madre Anne. Por todo.
Él indicó a Vik que les siguiera. Entonces, tomándola de la mano, condujo a Shahara por el laberinto.
Con cada paso que daban a través de los verdes arbustos sinuosos, la aprensión crecía en su pecho.
—Syn... a mí en realidad no me gusta estar cerca de los muertos. He enterrado a demasiados integrantes de mi familia. No creo que pueda hacer esto.
Syn hizo una pausa justo afuera de la entrada de mármol mientras oía la nota en su voz. Se volvió a ella con una maldición escaldando por su garganta, pero cuando la afrontó, murió. El miedo se reflejaba en las doradas profundidades de sus ojos, más brillante que las llamas eternas que ardían a cada lado de la puerta de las catacumbas.
—¿Tú no tienes miedo? — le ella preguntó, su voz demasiado parecida a la de una niña pequeña.
Él negó con la cabeza.
—Los muertos no te lastimarán, Shahara. Sólo los vivos pueden hacerlo.
—Pero Syn...
Él soltó su mano y le quitó un mechón de cabello extraviado de su mejilla.
—Escúchame, juro que no hay nada que temer ahí dentro. Solía vivir en las catacumbas y son el lugar más seguro que existe en este planeta.
Sus palabras la conmocionaron tanto que olvidó su miedo.
—¿Qué hiciste qué?
—Él vivió aquí cuando era niño — dijo Vik mientras se les unía y volaba dentro de la entrada. Abriendo la boca, encendió una luz para que ellos vieran en la oscuridad.
Syn le tendió la mano a ella.
—Estarás bien. Lo prometo.
Reuniendo coraje, ella tomó su mano y le dejó conducirla dentro de esa pesadilla.
Una vez dentro, decidió que él tenía razón. No era tan malo. Tan lejos como la luz la llevaba, todo lo que podía ver eran placas de bronce colocadas en las paredes de mármol negro veteado. Simplemente parecía un corredor interminable del gobierno, no una tumba secreta.
Menos mal. Ella sólo odiaba el pensamiento de lo qué les ocurría a las personas cuando morían. Más aún si se trataba de su familia.
El silencio susurró en sus oídos, roto ocasionalmente por del viento, el clic de sus botas contra el piso cerámico y el sonido metálico de las alas de Vik.
Para su eterno alivio, ningún cuerpo o hueso podía verse. Y aparte de la frialdad, no había ningún parecido con un altar mortuorio.
Syn apretó su mano reconfortante.
—Te dije que no había nada que temer.
No dispuesta a admitir en voz alta que tenía razón, ella le preguntó:
—¿A dónde vamos?
—Hay una entrada secreta que desemboca cerca un puerto espacial. Fue construido hace cuatrocientos años durante las Guerras Religiosas, cuándo el templo fue usado como puesto militar. Supongo que esperaremos ahí hasta que oscurezca, luego saldremos y buscaremos una manera de salir de este lugar.
Pasaron varios corredores interconectados. Shahara resistió el impulso de desviar la mirada, no fuera a ser que viera algo que destruyera su coraje. Fijó su mirada en el piso directamente enfrente de ellos.
Syn los guió por los corredores como un profesional.
—¿Exactamente cuántas sacerdotisas están sepultadas aquí? — preguntó ella, notando las filas interminables de placas.
—Alrededor de treinta y dos mil.
Sus ojos se ampliaron.
—¿Las contaste?
—Pasé mucho tiempo aquí cuando era niño.
Vik hizo sonido de acuerdo.
—Él solía creer que eran sus guardianas que le cuidaban.
Syn lanzó una mueca malvada en disgusto con el pequeño robot.
—Gracias, Vik. ¿Quieres castrarme un poco más?
—Está bien. Tienes muchos otros momentos más bochornosos.
—Sí, y para tu propia seguridad personal, no querrás hablar de ellos.
Shahara sacudió la cabeza ante sus pullas.
—Vosotros dos discutís como un viejo matrimonio.
Syn no respondió cuando finalmente llegaron al final del corredor. Se arrodilló y limpió el polvo de una grieta apenas perceptible en el mármol.
—Tal parece que todavía puede abrirse.
Cambiando su posición, él se sentó.
—¿Vas a quedarte allí o qué?
Ella se sentó enfrente de él y envolvió los brazos alrededor de su pecho. Cuando se apoyó contra la pared, el frío penetró en cada parte de su cuerpo. Había un poco de brisa que susurraba a través del corredor, cortando sus huesos.
—Hace un poco de frío aquí dentro ¿verdad?
Él le dirigió una media sonrisa extraña antes de extender sus brazos y piernas ampliamente.
—Bueno, ya sabes lo que dicen sobre conservar el calor corporal.
Ella dudo de la sensatez de sentarse en el círculo de sus brazos. Si fuera cualquier otro, lo habría destripado por la sola proposición, pero después de todo lo que habían pasado, encontró su cuerpo moviéndose hacia él por propia voluntad.
Se tensó por un momento.
—No te lastimaré —dijo él, su voz tranquilizadora—. Simplemente finge que soy Caillen.
Sí, claro. Caillen nunca se había sentido tan bien. Y la corriente de calor atravesaba su cuerpo... sería asqueroso si fuera Caillen el que la hiciera sentir así.
Shahara se relajó contra su pecho y dejó al perfume y el calor del cuerpo de Syn, penetrar en ella. Él apoyó los brazos sobre sus rodillas dobladas y ella se encontró anhelando que los pusiera a su alrededor, abrazándola apretadamente.
Su aliento sopló en su mejilla, agitando su pelo y provocando un cosquilleo en sus brazos.
Syn observó la manera en la que sus pechos se apretaban debajo de la tela delgada de su camisa negra. La boca se  le hizo agua, ansiando sólo un pequeño bocado de la suave carne caliente que había vislumbrado cuando se había encontrado con su desnudez. Era todo lo que podía hacer para mantener su mano lejos del apretado pico.
Nunca en su vida había deseado tanto a una mujer. Si tan sólo ella cooperara, realmente disfrutarían de las próximas horas de espera.
En ese instante supo que iba a tenerla. Que debía tenerla.
Pero no aquí en el frío suelo como algún animal satisfaciendo una comezón básica. Ella merecía algo mejor que eso.
Primero, tenía que encontrar alguna manera de hacerla confiar en él. Para someterla voluntariamente a su contacto. Ella tenía terror de los hombres, su beso se lo había demostrado.
Pero por el momento, no estaba aterrorizada de él.
Ella frunció el ceño mientras miraba su brazo donde su manga se había deslizado hacia atrás, mostrando un vislumbre de su tatuaje. Tiró el puño más arriba, sus dedos ligeramente rozando contra su piel.
—Las palabras están en Ritadarion, ¿verdad?
—Sí.
—¿Qué dice?
Syn vaciló mientras recordaba el origen de su tatuaje. Lo que significaba. Desde que había dejado la prisión, sólo Nykyrian, Digger, y Mara alguna vez lo habían visto entero... además de Merjack y sus guardias, pero ellos lo habían ignorado.
No obstante, esos bastardos probablemente eran analfabetos.
Mara nunca preguntó por lo que decía. Todo lo que hizo fue fastidiarle para que se lo quitara porque le asqueaba.
Los hombres decentes no se marcan a sí mismos, Sheridan. ¿Qué te poseyó para hacer algo tan grande? Realmente, deberías quitártelo antes que uno de los administradores del hospital lo vea. ¿Te imaginas lo qué dirían?
Pero él había logrado mantenerlo escondido de todas las personas "decentes" del hospital donde había trabajado. Infiernos, podía habérselo quitado, pero le recordaba su pasado y eso lo mantenía con los pies en la tierra.
Nykyrian nunca había comentado sobre las palabras en absoluto, aunque podía leerlas. Quizá porque comprendía el significado subyacente sin que hablaran de ello. Su amigo fue misteriosamente astuto sobre ello.
—¿Syn?
Él aspiró profundamente antes de contestarle.
—Dice... —él apretó los dientes, entonces terminó—. "Nadie es Perro"
Ella arqueó una sola ceja.
—Está bien... ¿Te importaría explicarte?
Él le miró de frente por un breve instante.
—Estaba preso, Shahara. Creo que puedes imaginar por qué está ahí.
Shahara oyó la nota triste de sus palabras. Apoyándose contra su pierna, unió su mirada con la de él y vio el daño que había profundamente dentro de sus ojos.
—¿Que sucedió?
Él apartó la mirada.
Ella le agarró la barbilla y le obligó a mirarle.
—No pensaré mal de ti, Syn. Sé lo que se siente estar herido tan profundamente que piensas que nunca sanarás. Luchar todos los días con recuerdos que esperas poder purgar de tu mente, sin lograrlo.
—Tú ya crees que soy escoria.
—No —dijo ella honestamente—. No lo hago —tal vez lo hizo al comienzo, pero rápidamente aprendió que había bastante más de él que lo que había escuchado.
Syn dejó escapar un suspiro cansado mientras recordaba su pasado y la humillación que aún le desgarraba cada vez que bajaba la guardia. Había peleado tan duro y no había sido suficiente...
—Fui atacado la primera noche que estuve en prisión. Como tú, no pude pelear en su contra en ese momento. Pero al día siguiente, uno por uno, los cacé y maté a los tres con un cuchillo que le había robado a otro preso. Orius, otro prisionero que cumplía cadena perpetua, estaba tan divertido por eso que me obsequió con el tatuaje como una advertencia para cualquier otro que quisiera meterse conmigo. Él me dijo que siempre lo llevara con orgullo.
El corazón de Shahara se torció ante lo qué le describió.
—¿Cuántos años tenías?
Él la miró inexpresivamente y ella comprendió que debió haber sido la primera vez que fue encarcelado. Dio un respingó ante sus amargas palabras.
—Lo siento tanto, Syn. Nadie debería tener que sufrir eso y especialmente no un niño.
—Sí, bueno, no era la primera vez que había sido violado. Solamente fue la última.
Su estómago se revolvió ante su seco tono.
—¿Qué?
Un tic recorrió su mandíbula.
—Sabes quién fue mi padre, Shahara. Lo que él era. ¿Crees realmente que sólo habría vendido a mi hermana?
Por un momento no pudo respirar mientras esas palabras se estrellaron contra ella. Honestamente, nunca le había pasado por la cabeza que su padre hubiera sido tan desgraciado.
Pobre Syn.
Ella puso la mano en su mejilla.
—¿Lo supo Digger?
Él negó con la cabeza.
—No se lo dijimos. No podía hacer nada. Si hubiera intentado detenerlo, mi padre le hubiera matado.
Las lágrimas ardían en sus ojos mientras comprendía el verdadero horror de su pasado. Uno que ridiculizaba el de ella. Colocando su mano sobre su brazo donde estaba el tatuaje, apoyó la cabeza contra su pecho y lo abrazó cerca.
—Lo siento tanto.
Syn quedó aturdido por su abrazo. Sobre todo, se escandalizó por la sinceridad de su tono. Su cuerpo hizo erupción con el calor.
—Nunca le he dicho a una sola alma nada de esto. Sólo Talia alguna vez lo supo —y él no tenía ni idea de por qué lo había compartido con ella.
Quizá porque había pasado por lo mismo. Supo, como él, que no habían hecho nada para provocarlo. Algunas personas eran simplemente basura, crueles que hacían presa de otros por ninguna otra razón que el hecho de que podían infligir dolor.
Al final, él estaba agradecido de ser diferente a su padre. Nunca comprendió por qué algunas personas actuaban de esa manera, ni había encontrado alegría alguna en lastimar a alguien más.
Cerrando los ojos, él la abrazó contra su pecho y dejó que el duce perfume de su pelo lo apaciguara.
—¿Qué hay sobre ti? ¿Qué le hiciste a tu asaltante?
—Lo maté —ella levantó la mirada hacia él—. Supongo que significa que tampoco soy la perra de nadie.
Él le dirigió una media sonrisa.
—Supongo que no.
Shahara escuchó el latido fuerte de su corazón debajo su oreja. Era la primera vez, aparte de Caillen, que permitía que un hombre la abrazara.
Y se sentía realmente bien.
Pero todavía había una parte de ella que temía lo qué él podría hacerle. Una parte que esperaba que se convirtiera en un monstruo.
—¿Cómo lo hiciste? — preguntó ella, intentando distraerse de ese pensamiento.
Él frunció el ceño.
—¿Hacer qué?
—¿Aprender a confiar y estar íntimamente con alguien después de lo que te ocurrió?
—¿Quién dice que lo hice?
Ella frunció el ceño.
—Estabas casado. Yo sólo asumí que confiaste en ella.
—Y no le conté nada sobre mi pasado. Sabía que no podría manejarlo y tenía razón. Ella se casó con un personaje que creé y no con la persona que fui o soy. Pensó que era el hijo huérfano de un respetado hombre de negocios que vivía de un fideicomiso y que había tenido una infancia insípida y aburrida —él suspiró—. Fue la infancia que habría querido tener. Completamente fabricada para que otras personas no supieran la verdad sobre mí.
—Pero, estabas con ella. Yo no puedo soportar que me toquen. El pensamiento del sexo todavía me aterroriza aunque sé que no se supone que sea violento o doloroso. Es sólo que no puedo resignarme a estar así con otra persona.
Sus facciones se suavizaron.
—Creo que es diferente porque no fui atacado por una mujer... al menos no hasta ti. Nunca realmente asocié los dos y honestamente, tampoco puedo soportar que me toque un hombre. Ni aun casualmente para saludar.
Entonces Mara había llegado y por primera vez fue capaz de disfrutar completamente. Había encontrado placer compartiéndose a sí mismo con ella y asegurándose de que nunca dejara su cama sin múltiples orgasmos.
Hasta que se había enterado de su adulterio. Eso le había destrozado más que nada.
Pero no quería pensar en ello. Hacía mucho tiempo... Y todavía le pinchaba el alma profundamente cada vez que recordaba. ¿Por qué no había sido suficientemente bueno para ella? ¿En qué fue deficiente que ella necesitó encontrar a otro hombre para satisfacerla?
Queriendo distraerse, echó la cabeza hacia atrás.
—¿Por qué no me cuentas una historia para matar el tiempo?
Ella le miró ceñuda.
—¿Qué?
—Caillen dijo que solías inventar muchas historias para contarle antes de acostarse. Dijo que eras la mejor en eso.
Shahara sonrió levemente, recordando cuántas historias solía demandar Caillen de ella.
¡Por favor, Shay, hazme una chistosa!
Extrañaba esos días de su hermano menor haciendo títeres de sombra sobre la pared para ilustrar sus cuentos.
—Ha pasado mucho tiempo desde que pensé en alguna. No creo que pueda hacer más.
—¿Por qué lo dejaste?
Ella se encogió de hombros.
—Después de que mi padre murió, no hubo más historias que contar. Es sólo que parecía demasiado trivial perder el tiempo mientras tenía preocupaciones más grandes como alimentar a tres hermanos hambrientos.
Syn estiró una mano hacia arriba. Ella se tensó, medio esperando que le tocara, pero en lugar de eso él hizo una pausa momentáneamente, y entonces se rascó la barbilla. Luego la posó sobre su rodilla.
—Te dije que no te lastimaría.
—Lo sé. Solamente que es difícil.
Repentinamente, su mano estaba en su mejilla, alisando un rizo hacia un lado.
—¿Tienes miedo de mí?
—Sí —ella contestó honestamente.
Su blaster apareció en sus manos. Ella hizo una mueca ante él.
—¿Para qué es esto?
—Si te lastimo, puedes matarme.
Ella se mofó.
—Esto es estúpido —intentó devolvérselo.
Él lo empujó de nuevo a sus manos. Su mirada se cruzó con la suya y la sujetó paralizándola. Por una vez no hubo mofa en sus ojos, ni parecieron ser tan glaciales.
—El miedo nunca es estúpido.
—Eso no es lo que dijiste antes.
Él se rió y ella se maravilló de lo rico que sonaba el eco a su alrededor.
—Bueno tenía que traerte aquí dentro por tu propio bien. Además, funcionó.
Shahara colocó su blaster junto a su pie y se relajó, permitiéndole continuar alisando el pelo de la parte de atrás de la cabeza. Los escalofríos se extendieron sobre ella y pensó sobre su fuerza. Desde que todo comenzó, él había sido increíblemente valiente.
¿Exactamente qué se necesitaba para asustarlo?
—¿A qué le tienes miedo?
—A nada.
—¿Nada? —ella era escéptica sobre eso—. Seguramente le temes a algo.
Syn se lamió los labios resecos mientras su mirada se arrastraba sobre sus pechos y hasta las piernas que Shahara había cruzado enfrente de ella. La manera en la que estaba sentada, sus muslos abiertos, invitando a su mano a tocar la parte más íntima de su cuerpo.
Él se sintió endurecer hasta el punto del dolor. Lo que no daría por arrastrar sus dedos sobre sus pechos, su estómago apretado y descenderlos rápido directamente en...
Maldita sea muchacho, mete tu cabeza en el juego. Si no se detenía, reventaría las costuras.
Aclarándose la voz, se conformó con arrastrar sus dedos sobre sus suaves labios, abiertos.
—La única cosa que queda que no he enfrentado es la muerte y, después de todo lo que he pasado, probablemente sería un alivio. Así que no, honestamente no hay nada que quede que me asuste.
Shahara pensó en eso un rato mientras su cuerpo se volvió líquido en sus brazos.
¿Cómo se sentiría no temer nada? Sus numerosos miedos la devoraban constantemente.
—Cuéntame una historia, Syn. Cuéntame cómo un niño de diez años sobrevive solo en un mundo como el nuestro.
Su cuerpo se volvió rígido y su mano se dejó de mover.
—Esa es una vieja historia que es mejor olvidar.
Repentinamente supo que era a lo que le temía.
—Me mentiste. Tienes miedo. Temes permitirle a alguien acercarse a ti, ¿verdad?
—Eso es ridículo. Tengo un montón de personas que están cerca de mí.
—Nómbrame a una persona en la que confíes. Una que sepa todo sobre ti.
El silencio le respondió.
—¿Y bien?
—Nykyrian.
Ella negó con la cabeza.
—No. Acabas de decirme algo que él no sabe sobre ti. ¿A cuántas otras cosas no le has contado?
Syn dejó caer su mirada al suelo mientras comprendía la verdad.
—Tienes razón. Por regla general, no dejo que las personas se acerquen demasiado a mí.
—¿Y por qué es eso?
—Porque cuando me miran, no me ven. Sólo ven al hijo de mi padre.
Shahara tuvo que esforzarse para oír esas palabras. Aun con la luz tenue podía ver el tormento en sus ojos.
—No te hago responsable por los crímenes de tu padre. Y quiero conocerte. Quiero saber por qué tú, quien tiene más raciocinio que nadie que alguna vez haya conocido, nunca te has convertido en el animal que fue tu padre.
Él le ofreció una sonrisa extraña.
—Podría haber jurado que tú me acusaste de eso.
—Bueno, digo un montón de cosas que no quiero decir y tú estás intentando cambiar de tema.
—Está bien, estupendo — dijo él, sus ojos se volvieron opacos—. Quieres oír una historia, entonces una historia tendrás.
Tragando saliva, él elevó su mirada al cielo raso.
—Hubo una vez un niñito que nació en un  frío día lluvioso de padres que aprendieron a odiarse mutuamente. A él se le dijo que su madre había sido una buena chica que se enamoró de un mal muchacho que la arruinó. Pero la verdad es que ella era igual de despiadada.
Su voz impasible desgarró a través de ella y notó la manera en la que él omitió referirse a ellos como sus padres. Era como si recitara un libro que una vez hubiera leído, o estuviera hablando sobre un desconocido.
—Un día, la madre intentó matar al bebé y el padre la golpeó tanto, que ella se fue.
Shahara se congeló mientras recordaba lo qué Digger le había dicho.
—¿Cómo sabes eso?
—Mi padre me lo escupía a la cara cada vez que se disgustaba conmigo. “Bastardo sin valor. Debería haber dejado que tu madre te ahogara, en lugar de salvarte”.
Su voz sonaba vacía, pero ella sabía lo que él tuvo que sufrir por eso.
—Odias a tu madre, ¿verdad?
Él bajó la mirada hacia ella y suspiró.
—No la conozco lo bastante bien como para odiarla. El único recuerdo que tengo de ella fue cuando me arrojó por la puerta y amenazó con echar a los ejecutores sobre mí si alguna vez ensombreciera su umbral otra vez.
Ella quiso llorar por la crueldad de su madre.
—¿Qué paso después de que tu padre fue ejecutado?
Él aspiró profundamente.
—Tú sabes la respuesta. Fui encarcelado.
—Todavía no comprendo cómo pudieron hacerte eso. ¿No podían ver que tú eras diferente?
Él negó con la cabeza.
—El hijo no era tan diferente de su padre en aquellos tiempos. Todo lo que él conocía era la violencia. Cómo recibir y dar dolor. El muchacho estaba enojado y amargado,  y azotaba a alguien lo suficientemente estúpido como para meterse en medio. Créeme. Ese pequeño bastardo derribó a tres pedófilos adultos sin siquiera sobresaltarse. Les cortó la garganta y los apuñaló hasta que estuvieron muertos a sus pies...
No era una hazaña fácil y eso decía bastante para lo que él hizo.
Pero no cambiaba el hecho de que Syn no era de sangre fría o cruel.
Ella lo sabía mejor.
Como Digger le dijo, sólo los había atacado después de que lo trataron brutalmente.
—El muchacho no escuchaba a nadie. Ni siquiera a los guardias, y debido a que las palizas no reprimían sus respuestas insolentes, comenzaron a encerrarlo a él solo. Un día cometieron el error de escoger una celda con un cerrojo electrónico. Él había sido bien adiestrado e inmediatamente lo desactivó y salió de allí.
—Debió haber sido tan duro estar por tu cuenta.
Él se encogió de hombros.
—Pudo ser peor.
—¿Peor? —preguntó ella con incredulidad—. Dormiste debajo de contenedores.
—Digger te dijo eso, ¿eh?
Ella asintió.
—Bueno, todavía podría seguir preso para ser violado y golpeado, así que confía en mí. Los contenedores no fueron tan malos.
¿Cómo podía aceptar tanto? ¿Cómo podía no odiar a su madre por rechazarlo?
Hasta el día de hoy una parte de ella despreciaba a su padre por su descuido y poca atención y él nunca le había hecho pasar por nada parecido a las cosas que Syn había sufrido.
—¿Así que, cómo terminaste aquí?
—Abordé el primer barco que pude encontrar con una escotilla abierta —él sonrió amargamente—. Imagino que debí haber revisado su bitácora para ver a dónde se dirigía. No es que importara. Eso era donde había estado viviendo con mi padre así que no estaba acostumbrado a algo mejor.
Shahara se apoyó contra su rodilla para poder ver mejor su cara.
—¿Cuándo conociste a la Madre Anne?
—¿Quién está contando esta historia?
—Lo siento. Tú.
—Está bien —le dijo, volviendo a apoyar la cabeza contra la pared—. Una vez que el niño llegó, se dio cuenta de que la supervivencia no iba a ser fácil por su cuenta. Pero aprendió lo suficiente de su padre como para conseguir lo que necesitaba.
—¿Robaste?
—Todo lo que no estaba soldado al suelo. Al niño no le importaba a quién le robara siempre que lograra escapar. Y un día, cometió el error de levantar la cartera de un hombre que podría aventajarlo.
—¿Te atrapó?
—No, justo cuando estaba a punto de alcanzarlo, él se escondió en un edificio vacío, lo atravesó corriendo y salió en el área deportiva. Transitó alrededor de máquinas y escombros hasta que encontró un túnel que se dirigía a la entrada de las catacumbas.
—¿El hombre no te encontró?
—No —él dijo, intercambiando pronombres—. Vagabundeé aquí abajo durante horas hasta que comprendí que aquello uno, era una tumba, y dos, el hombre no entró detrás de mí. Después de dormir aquí algunas noches, se hizo evidente para mí que nadie venía nunca. Éramos simplemente yo y los muertos.
—¿Así que hiciste esto tu hogar?
—¿Qué puedo decir? —Él le mostró su hoyuelo—. Fue la casa más limpia y segura que alguna vez había tenido.
Ella tembló ante el pensamiento.
—Todavía no me has dicho cómo conociste a la Madre Anne.
Él extendió la mano y toqueteó su mejilla, sus dedos calientes un contraste extremo con el aire helado. Ella cerró los ojos, saboreando su contacto y su olor.
—Un día una de las sacerdotisas murió y la trajeron aquí abajo. Permanecí escondido hasta que se fueron y, después de que me había quedado dormido, la Madre Anne y la Madre Omera regresaron para conducir los Ritos Finales.
Ella abrió sus  ojos.
—¿Te encontraron?
Él asintió.
—Su bondad cambió mi vida. Me hicieron pasar a sus cámaras privadas y me bañaron y alimentaron. Fue la primera vez en mi vida que tuve un lugar seguro para quedarme, donde nadie intentó lastimarme.
Ella respingó ante el pensamiento.
Él movió su mano sobre su cuello donde rozó la parte de atrás de sus dedos contra su carne, haciéndole pequeñas cosas malvadas a su cuerpo. Otra vez comenzó el latido errático.
—Las Madres me enseñaron a rezar y perdonar. Me mostraron que algunas personas pasan sus vidas intentando ayudar a otros, y que ese pequeño grupo no son nada estúpido o débil. Que no todo el mundo era utilizado.
—¿Por eso es que tú eres piadoso con ellos ahora?
—Sí. Es lo mínimo que puedo hacer. Les debo todo.
—¿Así que te criaron en sus cámaras?
—No completamente —él movió la mano abajo de la línea de su mandíbula, enviando oleadas de placer a través de ella. Sus dedos se arrastraron sobre sus labios, sus párpados cerrados y luego abajo a un lado de su cuello. Ella inhalo un suspiro desgarrado de placer.
Cuando Syn continuó, su voz fue una octava completa más profunda.
La Madre Superiora me encontró y tuvo un ataque de cólera. Los hombres no tienen permiso de tomar los votos sagrados y ella consideró mi presencia una profanación para el templo.
—¿Qué hiciste?
—Me mude de nuevo a las catacumbas.
Ella se encogió ante eso.
—No, no lo hiciste.
—No tuve alternativa. Pero esta vez, al menos tuve mantas y una almohada. Las Madres me traían una comida caliente por la noche y me ayudaron a inscribirme en la escuela local.
Ella se distrajo por su toque mientras él arrastraba las puntas de sus dedos de nuevo a través de sus labios y debajo de su pelo.
—¿Usaste tu nombre real?
—Difícilmente. Dejé de utilizar Wade el día que mi padre fue ejecutado.
Ella todavía no sabía de dónde venía C.I. Syn.
—¿Fueron las Madres las que te llamaron Syn?
Él se rió, sus labios peligrosamente cerca de los de ella.
—No. Por una obvia razón, se negaron alguna vez a usarlo.
—¿De dónde vino entonces?
—Dada mi ascendencia y mi joven ocupación, parecía ser el único nombre apropiado.
Ella negó con la cabeza ante él.
—Tú vales mucho más que eso.
Él se movió para besarla.
Tanto como ella quería su beso, no quiso distraerlo. No mientras él realmente estaba hablándole sobre su pasado.
Retrocediendo, ella preguntó.
—Así que, ¿qué significa realmente C.I.?
La decepción parpadeó en sus ojos y él se recostó con un suspiro.
—Certificablemente Insano.
Ella puso los  ojos en blanco.
—¿Por qué no me lo dices?
—Es demasiado embarazoso.
Cruzándose los brazos sobre su pecho, ella se recostó y le miró desde debajo de sus pestañas.
—No puede ser peor que Gildagard.
Él frunció el ceño.
—¿Gildagard? ¿Qué infiernos es eso?
Ella bufó ante su desdén.
—Es mi nombre real, tonto. En honor a mi abuela materna — dijo ella con una sonrisa—. Mi padre odiaba tanto el nombre, que comenzó a llamarme a Shahara cuando todavía era una niña que empezaba a caminar.
Su rica risa la calentó.
—Gildagard Dagan. Tienes que admitir que es bastante horripilante.
Sí, lo era, pero no se lo concedería a él.
—Ahora que he confiado mi máxima vergüenza...
Él negó con la cabeza.
—Antes me entregaría yo mismo a los Rits.
—¿Qué tan malo puede ser?
—Realmente malo.
Con eso, ella supo que nunca obtendría una respuesta directa de él. Así que cambió el tema.
—Está bien, si las Madres se encargaron de ti, ¿entonces cómo volviste a robar?
—¿Cuántas preguntas vas a hacer?
Ella se encogió de hombros.
—Cuántas horas dices que nosotros...
—Dios mío, mujer. ¿Nadie te dijo alguna vez que los hombres tienen una cantidad específica de palabras para cada día y si no dejo de hablar, mi lengua estallará?
Ella bufó.
—¿Aprendiste eso de Caillen o él de ti?
Él esbozó una sonrisa que envió una corriente de excitación a través de ella.
—Te dije que era universal.
Ella le hizo un pequeño mohín que usaba en Caillen para hacerle cambiar de forma de pensar.
—Por favor termina de contarme tu historia.
Él besó la punta de su nariz, entonces retrocedió a una distancia segura.
—La escuela era cara y las Madres sustraían fondos en mi beneficio. Comencé a temer que fueran atrapadas y castigadas. Así que decidí utilizar el único regalo que mi padre me había dado.
—¿Robando para las grandes compañías?
Él asintió.
—La vergüenza sobre ti.
—Lo sé. Pero si conocieras a la Madre Superiora, sabrías por qué empecé. Si ella alguna vez las hubiera atrapado, las habría arrojado a prisión sin pensárselo dos veces. Y por experiencia personal, te puedo asegurar que no habrían sobrevivido ni cinco minutos.
—Pero lo hiciste.
—¿Qué puedo decir? Soy un bastardo rudo.
Sí, lo era.
Y tal vez fue su historia o su proximidad, Shahara no estaba segura de lo que la había hecho repentinamente tan audaz. Pero antes de que pudiera detenerse, ella extendió la mano y tocó la barba crecida en su mejilla que aún tenía un débil descolorimiento por su paliza.
Él mordisqueo juguetonamente sus dedos.
Avergonzada, dejó caer la mano y pensó distraerse.
—¿Así que, cómo conociste a Nykyrian Quiakides?
Él recogió su mano y jugueteó con sus dedos. El movimiento circular de su pulgar contra su piel envió olas eléctricas arriba de su brazo y directamente al centro de su cuerpo.
—Fue herido en una misión que salió mal y le fui a hurgar en el bolsillo. Iba a matarme, pero cuando se dio cuenta de que era simplemente una sórdida rata hambrienta, me lanzó su cartera y me dijo que parecía como si la necesitara más que él.
Ella frunció el ceño ante lo qué él describió. Nykyrian era un asesino adiestrado en la Liga... alguien que no conocía cualquier clase de compasión. Todos los asesinos matan sin arrepentimiento o vacilación.
—Estas tomándome el pelo otra vez, ¿verdad?
—No.  Lo juro. Supe que él moriría por sus heridas e iba a dejarle, pero no pude. No después de que fuera tan amable conmigo... las Madres me habían enseñado a no darles la espalda a las personas, especialmente a esas que me ayudaron. Antes de que pudiera recapacitar, le lleve a donde me quedaba y cuidé de sus heridas.
—¿Un asesino?
Él asintió con la cabeza.
—Porque salvé su vida, él pagó para que yo fuera a la escuela.
—¿Por la bondad de su corazón?
—Sí y no. También trabajé para él.
—¿Y qué hacías tú?
—Le ayudaba a reunir información de sus objetivos. Provisto con algunos juguetes que él usaba para rastrear y pelear. Todo legal —Syn subió su mano a la boca y comenzó a chupar la yema de su dedo índice. Su lengua se deslizó pecaminosamente por su carne, haciéndole cosas terribles a su voluntad—. Y él pagaba un sueldo malditamente bueno.
—Que te mantuvo apartado de las calles.
Él asintió.
—Cuéntame sobre Sheridan Belask. ¿Cómo encaja en todo esto?
Su cuerpo entero se volvió rígido. Sus ojos volvieron a ser fríos y él alejó su mano.
—¿Qué?
Una oleada de vergüenza la consumió.
—Vi tu certificado de cirujano.
Su respiración se intensificó con la cólera que ardía en sus ojos.
—¿Por qué estabas hurgando en mis cosas? –y antes de que ella pudiera hablar, él respondió—. Esa fue una pregunta estúpida. Estabas buscando un arma.
Shahara asintió con la cabeza.
—¿Así que cómo te convertiste en Sheridan Belask?
Algo extraño paso entre ellos entonces, un parpadeo de calor compartido que no podía definir. Shahara comprendió entonces que probablemente era la única persona a la que alguna vez le había contado sobre esa parte de su vida.
La hacía sentir tan...
Ella no supo que palabra usar. Todo lo que sabía era que a pesar de cómo habían llegado a estar juntos y lo que podría ocurrir en los próximos días, se alegraba de estar aquí con él en este momento.
Syn levantó su mano otra vez y rozó un beso a lo largo de sus dedos antes de morder las puntas de los mismos.
—Siempre estuve interesado en la química y biología, así que comencé a hacer cursos. Un día uno de mis profesores sugirió que pensara en una carrera en medicina.
—Y te convertiste en médico.
—Bueno, no fue tan fácil —él aspiró profundamente y movió su mano hacia su trenza. Shahara observó cómo él la rozaba contra la palma de su mano, para luego enredar sus dedos en ella—. Sabía que no quería ser un ladrón el resto de mi vida. En primer lugar, mis actividades eran un camino de regreso a los Rits y tenía que permanecer en movimiento. Además, los ladrones tienen cortísimas expectativas de vida. Así  que después de un tiempo comencé a pensar en lo que el profesor me había dicho.
Él rozó su trenza en la punta de su nariz.
—Comenzó a parecer una gran oportunidad. Toda mi vida, todo lo que alguna vez había deseado ardientemente era respetabilidad.
—Y los médicos son siempre respetados.
—Exactamente —él alzó su pelo hacia la cara y corrió la punta de su trenza a través de su barbilla. Si ella no tuviera mejor criterio, pensaría lo estaba saboreando.
—¿Cómo te metiste en la escuela? ¿No se requieren partidas de nacimiento o registros?
—Nykyrian falsificó todo lo que necesitaba. Usó sus contactos en la Liga para darme una identidad completamente nueva.
—Ah. ¿Y qué pasó que dejaste todo atrás?
Él dejó caer su pelo.
—Fui descubierto.
—¿Por?
—No tiene importancia.
Y aunque anhelara una respuesta, la nota en su voz le dijo que hasta ahí llegaba su confianza en ella. Había excedido su cuota de palabras.
Pensó en señalar que a su lengua le faltaba explotar, pero recapacitó.
Además, él le saldría con otra réplica de chico listo.
Aunque probablemente sabía más de lo que alguna vez le había dicho a alguien, todavía se sentía afuera. Se preguntó lo que se necesitaría para abrir la brecha en sus defensas, para hacerle confiar otra vez.
Pero entonces, confiar en ella probablemente sería lo peor.
—Ahora que me he expuesto mi sórdido pasado ante ti, quiero que respondas a una pregunta.
Ella alzó sus cejas.
—Bueno.
—¿Cómo terminó la hija de un contrabandista de quinta categoría como una seax entrenada? Creí que un seax sigue una ascendencia estricta.
—Lo hacen. Mi tío por mi lado materno era un seax y él me eligió para entrenarme cuando era solo una niña que empezaba a caminar.
—¿Por qué no Caillen?
Ella se detuvo justo antes de confiar un secreto que ni siquiera Caillen sabía de su nacimiento. Aunque Syn le había dicho tanto de sí mismo, no podía decirle que Caillen era un huérfano que habían adoptado. Su hermano no tenía recuerdos de eso y para su familia nunca había importado que él no compartiera su sangre.
Excepto por el asunto del entrenamiento seax.
Así que ella le dio una verdad alterna.
—Él no pensó que Caillen tuviera el espíritu de un guerrero.
Syn se rió.
—No, supongo que no lo tiene. Es parecido a una especie de piloto–mosca volando por la entrepierna.
Ella se unió a su risa.
—Ciertamente lo es. Juro que debería haberlo castrado cuando llegó a la pubertad. Gah, ha sido insoportable desde el momento que descubrió que las chicas servían para algo más aparte de arrojarles piedras.
—El apodo de Darling para él es promiscuo.
—Como el nuestro.
Él comenzó a estirarse hacia ella otra vez, pero algo le hizo retroceder la mano.
—¿Y cómo es que decidiste convertirte en una rastreadora?
Shahara pensó de nuevo en su infancia y suspiró.
—Creo que lo hice en parte por fastidiar a mi padre. Siempre odió a los rastreadores. Decía que estaban demasiado pagados de sí mismos para su gusto. Y también, por todas las ocupaciones que me dejo tras su muerte, no sólo me permitía defender mi juramento como una seax, sino que también pagaba mejor. Y me dio un horario libre que me permitió estar en casa cuando Tessa y Kasen me necesitaron.
Él asintió.
—Solía envidiar la manera en la que vosotros cuatro uníais esfuerzos para sobrevivir. Pero los últimos años de deudas de juego de Tessa me han hecho darme cuenta de lo afortunado que fui de nunca tener a nadie de quien cuidar.
La molestó que él supiera tanto acerca de su familia. La ponía en una terrible desventaja.
—Debo admitir que hubo un par de veces que realmente pensé en escapar. Era demasiado joven para tener tanta responsabilidad, pero sabía que si los entregaba al gobierno, seríamos separados y no podía soportar el pensamiento de que abusaran de ellos del mismo modo que hicieron conmigo. Sin mencionar, que no podría sobrevivir sin ellos y aunque Caillen podría habérselas arreglado bien sin nosotros, no creo que Kasen o Tessa hubieran sobrevivido por su cuenta.
—No, ni aún ahora pueden sobrevivir por su cuenta.
Eso era muy cierto.
—Creo que la cosa más dura para mí fue observar a Caillen darse de baja en la escuela para ayudarme. Era tan listo y conseguía tan buenas notas que sé que podía haber ido a la universidad y hacer algo grande con su vida. En lugar de convertirse en un contrabandista de bajo rango como nuestro padre.
—Él no es de bajo rango. Es uno de los mejores pilotos que tengo.
Ella sonrió.
—Gracias.
Él inclinó su cabeza.
—Personalmente, creo que deberías haber hecho a Kasen bajarse de su culo perezoso y trabajar.
—Eso es rudo —ella increpó con un ceño—. Sabes que a ella en realidad le gustas.
—Sí, bueno, considerando que soy una de las extremadamente pocas personas que ella puede soportar por más que tres segundos, eso no dice mucho.
Su ceño fruncido se hizo más hondo.
—Ella ha tenido momentos duros, especialmente con el asma y la diabetes. Hay tanto que no puede hacer y debe evitar fatigarse. ¿Quién la puede culpar de ser un poco difícil?
—¿Difícil? —él se atragantó—. Ella cogió el último cheque del salario de Caillen y se lo gastó por completo en unos zapatos y vestido nuevos.
Shahara jadeó.
—Dime que no lo hizo.
—Sí, lo hizo. Pensé que Caillen iba a matarla y casi le ayudé.
Shahara se frotó los ojos mientras un sordo dolor empezaba en sus sienes. Kasen nunca crecería. Y tampoco lo haría Tessa.
—Supongo que es culpa mía. Tessa tenía sólo diez años y Kasen ocho cuando nuestro padre murió. Temí tanto que fueran obligadas a crecer antes de tiempo como me pasó a mí que los sobreprotegí y nunca los dejé tomar ninguna responsabilidad en absoluto —Shahara dejo salir un aliento cansado.
Él le cogió la barbilla en la mano y la obligó a mirarle.
—Nunca deberías disculparte por amar a alguien demasiado.
—No, pero temo que pueda haber arruinado sus vidas.
—Tampoco deberías hacerte responsable de sus defectos. Esos son sus problemas, no los tuyos.
Shahara le ofreció una tímida sonrisa, pensando en lo que le dijo. Tal vez Syn tenía razón. Quizás era hora de que dejara de cubrirles las espaldas todo el tiempo y los dejara caer de vez en cuando.
Por varios segundos, estuvieron callados.
Hasta que Vik se elevó y alzó el vuelo. Él zumbó pasándolos.
—Hay pisadas acercándose y se dirigen directamente hacia nosotros.

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