La mirada de Shahara quedó en blanco. Su mente le gritó que le matara, que lo hiciera mientras podía, pero seguía viendo la imagen de Syn cuando era un niño con aquella pequeña agarrándole. La mirada encantada en sus ojos mientras la sostenía, el moretón en su joven rostro, y ella simplemente no pudo apretar el gatillo.
Además, no era una asesina. Solo había matado a una docena de hombres en su carrera, todo en defensa propia. Cada caso le había dejado ásperas cicatrices en el alma y había jurado que nunca mataría de nuevo a menos que fuera absolutamente necesario.
Hoy, no tenía que hacerlo.
Con una fiera maldición, arrojó el arma y le soltó.
Syn yació en el suelo, dirigiéndole una mirada burlona que encontró difícil de tolerar.
¿Nada asustaba a este hombre?
¿Quería morir? Si ese fuera el caso, entonces estaba definitivamente en problemas. Un hombre con deseos de morir no podía ser controlado o intimidado.
—¿No tienes las agallas para hacerlo? —preguntó él con amargura.
Ella le frunció el labio.
—A diferencia de ti, no encuentro placer en matar gente.
Sin responder a sus palabras, se levantó del suelo y se dirigió al baño. Se dijo que se lo merecía, que él había herido a más gente en su carrera de la que ella podía contar y debía pagar por sus crímenes. Pero eso no limpiaba su conciencia o impedía que le molestara.
Había disparado a un hombre indefenso y roto el código de un seax. Estaba mal y no importaba que argumentos pudiera tener, en el fondo, sabía que no estaba justificado.
¿Cómo pude caer tan bajo para convertirme en uno de los monstruos que cazo? Caillen siempre decía que si una persona se quedaba demasiado tiempo en la oscuridad, ésta le absorbía.
Pero no quería ser una de los chicos malos. Determinada a redimir su crueldad, le siguió.
Al entrar al baño, su mirada se enfocó en la espalda desnuda y jadeó de conmoción.
Syn levantó la vista de la bolsa de medicinas en la que estaba hurgando y captó su mirada horrorizada en el espejo.
—¿Pensando en maneras de añadir más? —su tono era frío.
Lentamente ella sacudió la cabeza, todavía paralizada por las horribles cicatrices que se entrecruzaban por los musculosos planos de su espalda. Había visto a un montón de gente callejera golpeada por el látigo de vidrio del ejecutor, había recibido incluso un azote o dos por delincuentes desesperados, pero nunca hasta el extremo de lo que le había hecho perder la carne a él.
¿Cómo podía alguien sobrevivir a tal paliza?
No importaba lo mucho que lo intentara, no podía dejar de mirarle.
—¿Son de la cárcel?
Syn se limpió su hombro herido con un paño de olor penetrante.
—Algunas.
—¿Y las otras?
Él echó un vistazo por encima del hombro y captó la mirada de ella. Algo extraño y primitivo le oscureció los ojos antes de que se quedaran vacios.
—Mi padre —dijo simplemente.
Shahara se mordió el labio mientras Syn seguía atendiendo su herida. Apartó la mirada mientras recogía un cauterizador para sellarla e hizo su mejor esfuerzo para no oír el crepitar de la carne quemándose. Sabía por experiencia propia lo mucho que eso dolía. Pero hacerlo por si mismo… estaba impresionada.
Y horrorizada.
Todavía veía esas cicatrices. ¿Qué podía haber hecho posible que su padre le golpeara con tanta ferocidad?
—¿Te lo merecías?
Syn tiró el cauterizador, después se movió para quedar de pie justo ante ella. Podía sentir el calor de su cuerpo, oler el aroma masculino de su piel, y aunque estaba segura de que lo estaba imaginando, casi podía jurar que oía su corazón latir con fuerza.
Ella desvió su mirada de los músculos de acero de su pecho al vendaje sobre el hombro y finalmente al odio que brillaba en las negras profundidades de sus ojos. Eran tan fríos como el espacio.
—¿Por qué si no me iba a golpear?
La pregunta colgó en el aire entre ellos y dejó un silencio ensordecedor. Ella no sabía nada sobre su pasado salvo los tratados leídos y lo que su caja de oración contenía, lo cual no era mucho. No tenía familia. Ni conocidos o amigos.
El trabajaba ilegalmente para La Sentella , que era un servicio de asesinos independientes encabezado por Némesis, uno de los más temidos y fuera de la ley en el negocio. Pero la recompensa no definía cuál era el puesto de Syn ahí.
Por todo lo que sabía, él podía ser Némesis.
O algo peor.
Así que tal vez se lo merecía. Tal vez le habían dado su nombre porque había sido malvado desde el vientre y su padre había tratado de frenar sus impulsos criminales quitándoselos a golpes desde temprana edad.
Y sin embargo…
Vio la imagen del niño golpeado. El niño que había parecido asustado, no malvado.
—¿Qué hiciste para merecerlo?
Él hizo una pausa mientras guardaba el instrumental médico en su estuche. Sin mirarla, dijo en voz baja:
—Intenté evitar que vendiera la virginidad de mi hermana.
Una oleada de emociones le cerró la garganta y la ahogó. La lealtad de su acción le recordó a su propio hermano. Caillen moriría por protegerla.
Syn lanzó su camisa rota a la basura, después se movió pasando a su lado, hacia el dormitorio.
Ella siguió mirándole fijamente las cicatrices de la espalda. ¿Podría un niño que recibió tal paliza por el bien de otra persona, convertirse en la amenaza de la reputación de Syn?
Algunos psicólogos dirían que no. Era gente que había perdido su capacidad de simpatizar o preocuparse por otros, que se convertían en violadores y asesinos.
Sin embargo, no fue más allá del reino de la especulación de que él podría ser capaz de cometer esos crímenes atroces. Muchos asesinos en serie y violadores tenían amigos cercanos y cónyuges que nunca habían sospechado que poseían tales psicosis.
Un hombre no tenía una reputación tan letal sin razón…
Hasta que supiera mas, no tenía otro remedio que creer lo que decía su hoja de recompensa: C.I. Syn, despiadado y calculador. Mata sin remordimiento. Proceda bajo su propia responsabilidad.
Ella se había arriesgado mucho para venir tras él y el tiempo se estaba acabando para Tessa. Había fracasado en esta misión y necesitaba algo para conseguir el dinero para su hermana antes de que fuera demasiado tarde.
—Así que ¿cuánto tiempo vas a retenerme aquí?
Syn se metió la camisa limpia en el pantalón.
—Hasta que anules tu contrato sobre mí y me jures que nunca más me acecharás.
—¿Eso es todo?
—Eso es todo.
Cruzando los brazos sobre el pecho, le frunció el ceño.
—¿Confiarías en mi tan fácilmente?
—Infiernos, no —dijo con una mueca—. Lo único en que confío en la vida es joder a todo el mundo a mí alrededor. Pero si alguna vez oigo que vienes detrás de mí de nuevo, te entregaré a tu hermano en una caja.
Shahara se quedó helada de temor. Muy bien podía ver el cuerpo sin vida de su hermano. Era una visión que la había perseguido durante la mayor parte de su vida.
—¡No te atreverías!
—¿Qué no? —se movió hacia ella. Puso un brazo a cada lado suyo, presionando su espalda contra la pared. Tembló por su cercanía, y el crudo poder masculino que emanaba de cada poro de su cuerpo.
—Soy un asesino a sangre fría. ¿Recuerdas? —La examinó con una sonrisa maligna—. Créeme, bebé, soy despiadado y nada me gusta más que el sabor de la sangre. La tuya. La suya. La de cualquiera. No soy exigente.
Indignada, se abalanzó sobre él.
¡Nadie amenazaba a su familia! ¡Nadie!
Syn la cogió por las manos y le empujó la espalda contra la pared, presionándola con su pecho. Ella le miró fijamente, deseando poder romper su agarre y despedazarlo. Aun así, se negó a ser intimidada o amenazada por él.
—Escúchame condenado, si alguna vez tocas a un miembro de mi familia, vendré a por ti. No habrá agujero en el infierno que puedas encontrar lo bastante profundo para esconderte de mi ira.
Él se burló y después la soltó.
—Toma un número.
Se frotó las muñecas entumecidas y le miró. No importaba el costo personal, protegería a su familia. Malditos fueran su juramento y moral.
—¿Cuándo vas a liberarme?
Él se encogió de hombros.
—Ahora es tan buen momento como cualquiera.
La ira se desvaneció. Parpadeó, sin estar realmente segura que fuera tan fácil irse.
C.I. Syn, despiadado y calculador. ¿Era un truco para sacarla de su apartamento y así poder matarla y deshacerse de su cuerpo con mayor facilidad?
La idea daba que pensar.
—¿Me puedo ir ahora mismo? —preguntó con recelo.
—Sip... te llevaré a casa, y tan pronto como te vea retractarte del contrato, serás libre.
Oh si, bien… como si ella fuera a cometer ese error.
—¿Llevarte a mi casa para que puedas ver donde vivo? ¿Tan estúpida crees que soy?
Él le dirigió una mirada inexpresiva.
—Tienes en resumen, un pedazo de mierda de condominio en el 3642 de la calle Chiton, en la plaza Gareth en Boudran. Tu nave, la que es tan vieja como yo, con licencia a través de Guidry y Asociados y tiene dos embargos en su contra. Pagas novecientos créditos al mes para evitar el embargo por impuestos atrasados y todavía estas pagando las deudas de tu padre, incluyendo el coste de su funeral.
Se detuvo para darle una mirada burlona.
—¿Quieres que continúe? Recuerda, soy uno de los mejores ladrones que jamás haya vivido. No hay una maldita cosa que no pueda encontrar online sobre ti o alguien más, no importa lo fuera de la red que creas que estás. Y me enteré de todo sobre ti sin siquiera intentarlo demasiado. También puedo darte tus conversaciones y todo lo de tus tres hermanos, así como la mayoría de las contraseñas y códigos que usas para acceder a todo en tu vida y la de ellos.
Un escalofrió bajó por la columna vertebral de ella. ¿En que se había metido? Con esa clase de información, podría arruinarla y matarla.
Ella solo tenía una esperanza, aunque eso le destrozara los nervios.
—¿Se supone que debo creer que me llevarás a casa y me dejaras ahí sin matarme?
Una vez más la burlona sonrisa malvada.
—Te lo juraría, pero tengo la sensación de que no creerás en mi palabra. Piensa lo que quieras, pero realmente no tienes otra opción. Así que responde rápido antes de que lo reconsidere.
Ella apretó los dientes ante su oferta, odiando el hecho de que tuviera razón. No podía soportar que la manipularan, especialmente un criminal. Pero ¿qué otra cosa podía hacer que creerle?
No seas estúpida, niña. La única cosa en que puedes confiar es que la gente te joderá si les das la oportunidad. Es sálvese quien pueda.
Todo el mundo miente.
Incluso su propio padre…
—¿Qué pasa con mis armas? —preguntó al fin.
—Espérame en el salón, iré por ellas. Puedes tenerlas de vuelta una vez que hayamos llegado a tu casa.
Shahara no estaba emocionada con la idea de tenerlo en su casa.
Si solo hubiera otra manera de liberarse… Pero, desafortunadamente, la tenía completamente atrapada, y aun cuando ella le había disparado, él no cedió.
El tiempo se agotaba para Tessa. Tenía que salir de ahí. Ya había desperdiciado un día entero. Solo le quedaban dos. ¿Sería tiempo suficiente para encontrar otro trabajo que cubriera el costo?
Bueno, si le entregas, él no será capaz de hacer daño a Caillen.
¿O sí?
Él había escapado de la prisión antes. ¿Qué evitaría que lo hiciera de nuevo? La venganza era un gran aliciente. Ella lo sabía muy bien. Y cada molécula de su cuerpo le advertía que Syn era capaz de conseguir una venganza dolorosa.
Primero, ella necesitaba sus armas. Segundo, su libertad.
Sin una palabra, se volvió y lo dejó.
Syn suspiró ante su tormentosa salida. Realmente no le importaba si le odiaba o no, solo que renunciara a su afán de verlo en la cárcel. Habiendo pasado bastante tiempo ahí, no tenía deseos de pasar otro segundo de su vida así.
Hizo una mueca cuando los viejos recuerdos le picaron profundamente.
Entonces ¿qué hacemos con él? Nadie le aceptará en un hogar de acogida. No después de los crímenes de su padre. Todos están asustados.
Ponlo en la cárcel con el resto de los criminales. Bien podría acostumbrarse a eso ya que es probable que sea donde pase el resto de su vida de todos modos.
El punto clave fue que ni siquiera le habían puesto en un centro de menores. A la edad de diez años, y por ningún otro crimen que el hecho de haber nacido hijo de su padre, fue arrojado en una cárcel de máxima seguridad para adultos.
Todo porque su padre era un bastardo y la gente estaba tan asustada, que Syn era tan culpable como él porque compartía un vínculo genético con el monstruo.
Sí, estaba cansado de ser juzgado por algo que no podía cambiar.
Shahara era tan culpable como el resto y ahora mismo, no podía pensar en nada más dulce que sacarla del infierno de su casa para poder obtener algo de su bien merecido sueño.
Abrió la caja fuerte, con el brazo palpitando en protesta. Era una lorina letal y cuanto más pronto la expulsara de su vida, sería mejor para él.
Shahara se giró cuando la puerta se abrió. Una sonrisa de alivio le curvó los labios mientras reconocía su equipo en los brazos de Syn.
¿Podría ser posible que realmente la dejara ir? No podía creerlo.
No te emociones todavía. Aun podría ser un truco.
Enderezando la columna, se prometió a si misma mantenerse alerta y, si él intentaba algo, estaría preparada para ello.
—Aquí —le lanzó su gastada chaqueta de cuero.
Ella la atrapó contra su cuerpo y frunció el ceño.
—¿Qué es esto?
Él se encogió de hombros.
—Fuera hace frío. La necesitaras.
Shahara frunció el ceño ante el cambio en el hombre. ¿Cómo podía ser tan cruel en un momento, y tan atento al siguiente?
No se preocupó por esa respuesta, iba a irse a casa y era todo lo que importaba. Pronto Tessa estaría a salvo, también.
Syn ahogó su disgusto ante el condominio de Shahara. Aunque limpio, era un resumen de todo lo que había visto alguna vez. Las cerraduras de la puerta tenían un centenar de años y estaba seguro de que colapsarían incluso bajo el empuje de una brisa suave. Había un viejo sofá descolorido contra una pared gris con demasiados parches, y una raída manta azul que cubría los numerosos lamparones de su tapicería. Parecía que lo había reciclado de un vertedero.
Nada más que una sabana colgada de una cuerda separaba el dormitorio del resto del lugar. Él odiaba que alguien tuviera que vivir de esta manera, pero entonces, recordó un tiempo en que había vendido su alma para tener tanto como esto y llamarlo hogar.
Ignorándole, Shahara se movió hacia la desconchada mesa de la cocina a lo largo de la pared frente al sofá y encendió su ordenador portátil. Antes de que pudiera escribir su código, su enlace zumbó.
Al principio, lo ignoró.
—Shay, soy Kasen. Por favor cógelo si estas en casa.
Syn frunció el ceño ante la voz ansiosa de Kasen, preguntándose en que problemas estaba ahora.
Shahara lo miró con timidez antes de abrir el canal.
—Hey, Kase, ¿qué necesitas?
Syn actuó como si estuviera fascinado por las manchas del techo, lo que le dijo que ella tenía goteras a largo plazo, y no estaba interesada en su llamada lo más mínimo.
—¿Has oído de Caillen? Tuvimos una pelea la noche pasada después de mi carrera y se largó de nuevo. No sé donde está. Estoy preocupada.
—Espera, voy a comprobar mis mensajes —Shahara puso el silencio en el micro, después pulsó el botón de su buzón de voz.
Syn la vio observándole por el rabillo del ojo. La miró y rápidamente ella le dio la espalda. Suspiró ante su frialdad. Era una lástima que fueran enemigos. La mitad de su familia realmente le gustaba.
Mientras escuchaba los mensajes de ella, el dolor le golpeó en pleno pecho. El primero de tres mensajes eran cobradores amenazándola con pleitos legales. El cuarto era el más inquietante.
—Fria Dagan, no podemos aceptar tu nave como garantía de la factura de tu hermana. Ya no tienes uno, sino dos embargos contra ella. Si no tenemos el dinero para el final del día, no tendremos más opción que sacarla del hospital. Te sugiero que contactes con nosotros inmediatamente para hacer los arreglos del pago o recogerla.
Syn apretó los dientes de ira. Había luchado con ese tipo de basura de la administración del hospital en más de una ocasión y perdido. Para un establecimiento bajo juramento de ayudar a los necesitados, nunca dejaba de sorprenderle la frecuencia con que se negaban a ayudar a las personas que mas necesitaban atención.
¿Cómo podía alguien poner precio a la vida humana? La misma idea le daba asco. Una cosa era cazar y matar a los corruptos que se aprovechaban de los demás, otra era ir tras la gente decente cuyo único crimen era ser pobre.
Miró a Shahara y vio la caída derrotada de sus hombros. Ahora comprendía lo que la había motivado a ir tras él. No podía culparla en lo más mínimo.
—Hey, Trisa.
Era la voz de Caillen. Había una ternura en ella al hablar, que Syn nunca le había oído antes. Eso le dijo todo lo que necesitaba saber sobre su relación, porque en todas las veces que había estado alrededor de Caillen y Kasen, nunca supo que Caillen la usara con ella.
Shahara era particularmente valiosa para su hermano.
—Mira, estoy haciendo una ejecución de última hora para la Compañía Blairus para conseguir algo de dinero rápido y me iré durante un poco de tiempo. Si Kasen llama, no le digas donde estoy. Me pagan más por ejecutar a través del Sistema Solaras y es demasiado peligroso que ella me siga, sabes lo idiota que puede ser y no quiero tener que tratar con eso.
—Le pedí prestado algo de dinero a un amigo y pagué la deuda de Tessa con los prestamistas, deberías haberme dicho lo que pasó. No me gusta enterarme de mierda como esta de su novio. Sabes, soy adulto. De veras. Incluso me puedo poner las botas solo y todo hoy en día. Pero no te preocupes. Te prometo que pensaré alguna manera de pagar el hospital y transferirte el dinero tan pronto como pueda. También puedo dejar unos pocos créditos en la caja de las chucherías de mamá para ti. No pagues facturas con eso. Compra algo de comida. Estás malditamente demasiado delgada. Te veré cuando vuelva. Te quiero mucho.
Shahara miró por encima del hombro. Syn apartó la mirada rápidamente. Ella apagó la maquina y abrió el canal.
—Kase, está de sabático en reflexión.
—Eso es lo que me figuraba. Mientras esté bien, supongo que no estaré demasiado molesta. Te veré mas tarde.
Shahara apagó el enlace y se movió de vuelta al ordenador portátil.
—¿Escuchaste algo? —preguntó ella con irritación.
Syn suspiró. No era de extrañar que Caillen hubiera necesitado casi seis mil créditos.
—Mira, si necesitas un préstamo…
Ella frunció el labio.
—No de alguien como tú. Si quieres una prostituta puedes…
Él alzó la mano con disgusto.
—Era una oferta de buena fe —Dioses, era imposible—. No esperaría ningún pago distinto que dinero cuando lo tengas.
Los ojos de ella le lanzaron llamas doradas. Su pecho se agitó con la furia de su temperamento. Maldición, estaba hermosa cuando se enfadaba…
Syn dio un paso atrás, asustado de los pensamientos en su cabeza. Debía estar loco. Ella no quería saber nada de él, y especialmente no de esa parte de él, y estaba malditamente agradecido por ello.
—Solo retráctate del contrato y me iré de aquí.
—Bien —ella sacó las listas de recompensas. Con un golpe de su lápiz óptico, borró su nombre.
El temperamento de Syn se enfrió un poco al ver que una de sus amenazas había sido eliminada. Le entregó la daga Seax.
—Ahora quiero que me jures por esto que nunca volverás a cazarme de nuevo.
El odio ardía furiosamente en sus ojos. Agarró el puñal.
—Lo juro. Juramento de sangre. Nunca volveré a cazarte.
Interiormente Syn se encogió cuando ella apartó la mano y vio la sangre donde se había cortado. El doctor en él quería atender su herida, pero sabía que ella no tomaría nada de buena gana y no era de los que se imponían donde no se le quería.
Le dio el resto de su equipo y se marchó.
De alguna manera fue la caminata más larga de su vida cuando ella cerró su puerta dañada por el agua y salió del distrito de renta baja de su ciudad.
Gah, que tuviera que vivir aquí, como esto.
—¿Qué está mal en mi? —tenía suficientes problemas como para preocuparse por ella y sus facturas
Era su lealtad a Caillen, decidió. Tessa era su hermana, también.
Shahara miraba a la pantalla, con el corazón martilleando. No tenía nada que pudiera siquiera de cerca pagar lo que todavía necesitaba para mantener a Tessa en el hospital.
Tengo cuatro horas…
Una imagen de su madre moribunda se reprodujo por su mente mientras la veía yaciendo en la cama del hospital. Su madre había luchado tan valientemente, pero al final, no había sido suficiente.
No quiero dejarte, Shay. Lamento mucho no estar aquí para ti. Por favor cuida de tu hermano y hermanas por mí. Sé que es una cosa difícil lo que pido, pero tengo fe en ti para que los mantengas a salvo.
—No puedo hacerlo más, mamá —susurró, con la voz quebrada. Estaba demasiado cansada de toda esa responsabilidad. Solo quería un día en que no estuviera en la cama por la noche con un ataque de pánico y una mañana donde no se despertara con un nudo en el estomago mientras temía en que problemas podrían estar sus hermanos antes de la puesta de sol.
Una imagen de Tessa muriendo la desgarró.
La recompensa de Syn es suficiente…
Di mi palabra.
Su mirada se posó sobre la imagen que tenía en un marco junto a su ordenador. Eran ellos de niños. Caillen solo tenía cinco años y se estaban sosteniendo los unos a los otros, sonriendo brillantemente.
Extendió una mano y tocó la hermosa cara de Tessa.
La promesa a su madre era mucho más importante que un juramento hecho a un criminal.
Me odio por esto…
Cogiendo su enlace, hizo la única cosa que sabía que estaba mal y esperaba que, con el tiempo, fuera capaz de perdonarse a sí misma.
Horas después, Syn sonrió mientras apagaba su portátil. Se sintió mejor de lo que había estado en mucho tiempo. Por supuesto que Shahara querría su cabeza una vez que se enterara de lo que había hecho, pero no le importaba.
Lo que había hecho le hizo sentir bien.
Ahora, podía finalmente dormir un poco.
Bostezando, se dirigió a su dormitorio.
Un fuerte golpe resonó en su puerta. Solo un puñado de personas sabían donde vivía, y de ellas solo Caillen llamaba así. Debía haber vuelto temprano y se había enterado de lo que había hecho. Sin duda estaba enfadado.
Sin comprobar el video del pasillo, apagó el escáner y abrió la puerta.
No era Caillen. Hijo de… Nunca fallaba. Cada vez que dejas caer tus defensas, la jodes.
—Bien, bien, ¿qué tenemos aquí? —Uriah Merjack, el ministro de justicia Ritadarion, se burló.
Syn maldijo. Comenzó a sacar su blaster, pero la visión de cuarenta matones Ritadarion con armadura completa y armas apuntando a su corazón, cabeza y pecho le impidieron suicidarse. Los puntos rojos de sus objetivos bailaban sobre su cuerpo, dejándole saber exactamente donde seria disparado si intentaba escapar, y no era bonito.
Esto tenía que ser una pesadilla. No había manera de que pudieran haberlo encontrado aquí. Ninguna.
El contrato de arrendamiento ni siquiera estaba a su nombre. Estaba al de Nykyrian.
Syn tragó saliva, rezando para despertarse.
No lo hizo.
Y cuando uno de los matones se acercó y lo estampó contra la pared supo que era real. Todo tan real como el dolor punzante a lo largo de su mejilla y hombro.
Retorciéndole los brazos detrás de él, el guardia le esposó las muñecas.
Merjack le agarró por el pelo y le volvió para mirarle. Su gorda papada se sacudió por la risa mientras el feo bastardo se carcajeaba de satisfacción. Los años no habían sido amables con él.
Después de todo, la juventud tampoco fue del todo amable con él.
—He esperado mucho tiempo para encontrarte, rata. Ahora vas a desearle a Dios haber cooperado conmigo la primera vez.
Demasiado aturdido para pensar, Syn no podía hacer nada más que mirar el intenso odio en los ojos del ministro. Sabía la verdad sobre el pasado de Merjack y estaba más que seguro de que el ministro cumpliría su amenaza.
La risa demoniaca continuó llenándole los oídos. Merjack se volvió y miró a uno de sus soldados.
—Sacadle de aquí. Tenemos un largo interrogatorio por delante.
Porque Syn no le iba a dar lo que quería. Si lo hacía, el ministro le mataría.
Uriah Merjack miraba amenazadoramente a Syn, deseando por todo lo que era sagrado saber alguna manera de romperle.
Tan pronto como lo llevaron a una estéril habitación de interrogatorios en Ritadaria, había sido completamente desnudado mientras registraban su cuerpo en busca de armas y contrabando. Cada cavidad. Uno nunca podía ser lo suficientemente cuidadoso al tratar con un hombre tan astuto como este había demostrado ser.
Convencido de que no tenía manera de defenderse, Uriah entonces ordenó asegurarlo a una mesa de interrogatorio.
Eso había sido hacia nueve horas. En ese tiempo Uriah había intentado cada dispositivo de tortura conocido: sondas mentales, electrodos, sondas de orificio, sueros.
Finalmente decidieron prescindir de la mesa, y usar métodos más primitivos. Con las manos sujetas sobre su cabeza con una cadena y los pies con grilletes, Syn estaba sostenido contra la pared mientras intentaban sacarle a golpes y torturas la información.
La pared gris claro, así como todos ellos, fueron salpicados con su sangre.
Aun así no se rompió. ¡Maldición! Ni siquiera quería honrar sus esfuerzos con un grito o súplica.
Solo había otra persona con la que Uriah se había cruzado alguna vez con ese tipo de fortaleza.
—Justo como un maldito Wade —resopló en voz baja.
El alcaide, Traysen, se volvió hacia él.
—¿Qué fue eso, señor?
Uriah sacudió la cabeza al alcaide de la prisión, que había escuchado sus murmullos.
—Nada —se enfrentó al interrogador que estaba mostrando signos de la misma frustración. Ninguno de ellos estaba acostumbrado a tratar con esa maldita terquedad. La mayoría de la gente se rompía en la primera media hora. Lo máximo que alguien había durado hasta la fecha eran tres horas.
Excepto Idirian Wade…
Uriah miró al interrogador.
—¿Qué otros medios nos quedan?
El interrogador, un hombre fornido de cuarenta y tantos años que tenia la mejor reputación en la inducción de dolor de los mundos conocidos, se encogió de hombros.
—Señor, lo he intentado todo. Si me das un poco de tiempo para investigar, podría encontrar algunas formas antiguas de utilidad. Pero en este punto… Nunca he visto nada igual.
Uriah apretó los dientes con irritación. Por supuesto que no, porque siendo sinceros, la rata tenía la clave de su supervivencia mientras los otros criminales solo habían sido molestias. Si no conseguían romper al bastardo, Uriah y su hijo podrían pudrirse en una celda junto a él.
Así que ¿por qué debía ser tan fácil?
Cruzando el suelo, agarró a Syn por el pelo y le echó la cabeza atrás. La sangre se derramaba de un corte sobre un ojo y de su nariz y boca.
—Dime donde está el chip, rata.
—¿Todavía en el viejo ladrillo?
Furioso por otra replica sabelotodo, le dio un puñetazo en el riñón.
Tensándose por el golpe, Syn aspiró el aire entre los dientes ensangrentados e hizo una mueca.
—¿Quién te enseñó a pegar? ¿Tu abuela? —entrecerró esa demente y oscura mirada sobre él—. La única persona a la que vas a asustar con eso es a una niña de tres años.
Justo cuando se apartaba para golpearlo otra vez, el hijo de Uriah dio un paso delante de donde había estado apoyado contra la pared.
Alto y delgado con el pelo castaño corto, Jonas empujó a su padre un paso atrás, después apartó los mechones ensangrentados de pelo de la cara de Syn.
—Sé que esto tiene que estar matándote. Literal y figurativamente. ¿Por qué no nos evitas una gran cantidad de problemas y solo nos dices donde lo escondiste?
Syn sonrió fríamente, mostrando una boca llena de dientes ensangrentados. ¿De verdad creían que era lo suficientemente tonto para responder a eso? Si les daba ese chip, estaba muerto.
Mientras estuviera vivo, tenía una oportunidad para escapar.
Pero dioses, estaba cansado y le dolía tanto… Incluso parpadear ardía. Ninguna parte de él había quedado inviolada o sin dañar.
No, no era cierto. No habían asaltado lo que realmente le importaba.
Solo su ex esposa e hijo podrían afectarle allí.
Todo lo que Merjack y su plantilla podían golpear era la superficie, y eso podía asumirlo. Se sentía como una noche de fin de semana típica cuando su padre había estado borracho y estaba particularmente feroz. Si pensaban que podían romperle con estos insignificantes intentos, tenían mucho que aprender.
Solo su padre le había reducido alguna vez a lágrimas.
Y su hijo.
No, esto no era nada… al igual que él.
Syn se rió ante la patética oferta de Jonas.
—¿Por qué no intentas comprobar tu…?
Uriah volvió a darle un puñetazo. El dolor explotó cuando sintió sus costillas romperse.
—¡Padre, por favor! —Chasqueó Jonas—. No debemos matarlo. Aun no.
El interrogador se aclaró la garganta y se dirigió a Jonas.
—Señor presidente, puede ser demasiado tarde para eso. Sus heridas son extensas.
Jonas miró a Uriah, con las cejas unidas de preocupación.
—Debemos dejar esto y permitirle recuperarse antes de empezar a preguntarle otra vez.
Oh estupendo… Que amabilidad por su parte. No podía esperar.
Uriah asintió con la cabeza. La muerte de Syn sin ese chip era inútil para ellos. Cualquiera podría encontrarlo. Cualquiera podría tenerlo. Y ahora que Syn se enfrentaba a cargos de secuestro y asesinato en Gouran, era más que probable que entregara el chip al supervisor de justicia por una amnistía o al menos una condena más leve.
Dios les ayudara entonces.
¡Tenían que tener ese chip!
El pequeño bastardo podría arruinarles y maldito fuera si perdía la vida y la posición por algo tan bajo como un Wade.
Miró a los guardias y al interrogador antes de volver a poner la mordaza a Syn, para que no hablara con nadie más que ellos.
—Llevadlo a aislamiento y mantenedlo ahí hasta que yo diga lo contrario.
Los tres guardias lo desencadenaron de la pared. En lugar de caer como una persona normal, de alguna manera se las arregló para permanecer de pie mientras le esposaban las manos a la espalda.
La fuerza de Syn les impresionó.
Y antes de que se lo llevaran, le lanzó una fría y malvada mirada que era demasiado familiar. Una que hacía que el pelo de su nuca se erizara de miedo.
Pero entonces ¿qué había esperado? Syn era el hijo de Idirian Wade, el más enfermo y letal criminal que jamás había sido concebido.
Y los Wades no cedían fácilmente.
Jonas se volvió hacia él. Sus ojos azules reflejaban los mismos temores y preocupaciones que Uriah tenía.
—¿Qué vamos a hacer, padre?
—Relájate, Jonas. Eres uno de los más poderosos líderes de los Sistemas Unidos. La inquietud no te queda.
—Tampoco el juicio público y la ejecución.
—Puedo controlarle.
Jonas sacudió la cabeza.
—Eso es lo que decías cuando era solo un niño. Si no pudiste doblegarlo entonces, ¿qué infiernos te hace pensar que puedes romperlo veintitrés años más tarde? ¡Tenemos que tener ese chip! He llegado demasiado lejos para que una rata de alcantarilla me derribe ahora.
Uriah se pasó la mano por la mandíbula. Los Wades no eran ratas de alcantarilla. Eran tiburones. Y si uno no vigilaba su pierna, seria dolorosamente mordida.
Junto con otras cosas.
Sin embargo, la primera vez no supo que Syn era un Wade. Ahora estaba preparado. Después de todo, había sido uno de los que llevaron a su padre a juicio y ejecución. Una hazaña que le había valido el honor y la gratitud de todos los gobiernos.
Sabía que esperar de Syn ahora.
—Como dije, tengo el control de la situación. Pensaré en una manera de doblegarlo. No te preocupes —incluso mientras decía esas palabras, Uriah no podía reprimir el recuerdo de la ejecución de Idirian Wade.
Wade había entrado en la cabina de exterminio sin miedo o remordimiento. Nunca en su vida había visto a nadie tan tranquilo.
Tan puramente malvado.
Mientras el gas se filtraba en la habitación, Idirian le había mirado y sonreído como si dijera “Te tendré algún día”
Uriah había pensado entonces como ahora que seguramente un mal como ese no moriría.
Tal vez el hijo fuera la venganza sobre él después de todo…
—¿Señor?
Saltó ante el sonido de la voz del guardián Traysen. No se había dado cuenta de que se había quedado mientras Syn era llevado a su celda. Si hubiera sido cualquier otro hombre que Traysen, ahora estaría muerto. Pero Uriah había aprendido hacía mucho tiempo que la lealtad de este seax solo le pertenecía a él.
—¿Qué, Traysen?
—Creo que podría haber una solución.
Intercambió una mirada interesada con su hijo.
—¿Si?
—¿Recuerda a mi colega, Seax Dagan?
—¿La chica que nos lo entregó?
—Sí, señor. Creo que podría ser de utilidad de nuevo.
Jonas frunció el ceño.
—¿Cómo es eso?
—Creo que ella podría persuadirlo de que le entregara el chip.
Uriah se burló ante lo absurdo de eso.
—¿Cómo? Syn nunca confiaría en ella de nuevo después de lo que le hizo.
—Tal vez si, tal vez no. Pero si alguien en el universo existe que pueda lograr esta hazaña, es ella. Nunca he conocido a nadie con más recursos o astucia. Creo que si le da una oportunidad, probará que es más que digna.
Uriah no estaba convencido. No le gustaba tratar con gente desconocida que no podía controlar.
—¿Por qué haría esto por nosotros?
—Tiene una familia a la que necesita sustentar, uno de los cuales tiene un serio problema con el juego, y otro con necesidades medicas congénitas. Dagan está desesperada y es pobre, y necesita dinero. Por, digamos, un millón de créditos, estoy seguro de que haría cualquier cosa. Tampoco haría preguntas.
Jonas exhaló el aliento.
—No lo sé, padre. Es una Seax, atada a sus juramentos. ¿Por qué iba…?
—Traysen también es un Seax —dijo Uriah con una sonrisa—. Su lealtad puede ser comprada. ¿No es así, Traysen?
—Sí, señor. Todo el mundo tiene un precio. Solo es cuestión de llegar a éste.
Jonas cruzó la habitación para ponerse en pie directamente frente a Traysen para poder darle una mirada amenazadora.
—Mejor asegúrate de su codicia.
—Apostaría mi vida en ello.
—Bien, porque eso es exactamente con lo que pagaras, si estás equivocado —acariciándose la barbilla, Jonas volvió a mirar a su padre—. Hazlo entonces y esperemos que funcione.
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