miércoles, 29 de febrero de 2012

BOF cap 5


Shahara se detuvo en la puerta de la habitación del hospital de su hermana, la que tanto le había costado en maneras que Tessa no tenía ni idea. Tessa yacía en la cama muy pálida y débil. Su pelo rubio estaba despeinado y las magulladuras todavía estropeaban la belleza de su rostro. Diferentes tipos de monitores sonaban y zumbaban. Uno estaba destinado a monitorear sus riñones, que habían sido dañados durante la paliza, pero Shahara no estaba segura acerca de los demás. Todo lo que sabía era que la aterrorizaban.
Pero aún más horroroso que su presencia era el temor de que los doctores ordenaran quitarlos por falta de pago y condenaran a Tessa a una lenta y agonizante muerte como su madre había sufrido.
A los veinticuatro años, Tessa era casi el duplicado exacto de su padre. Cuando no tenía dolor, sus ojos verdes brillaban con vida y su rizado y rubio cabello a menudo estaba revuelto. Shahara había pasado incontables horas con Tessa de niñas experimentando con diferentes cremas y geles de pelo para tratar de dominarlo en un estilo. Finalmente, habían admitido la derrota y, simplemente, lo dejaron crecer largo.
Shahara tragó saliva. Amaba a sus hermanos más que a su vida.
Todavía ignorante de su presencia, Tessa estaba acostada en su cama mientras su novio, Thad, se sentaba a su lado sosteniéndole la mano. Sólo unos centímetros separaban sus rostros y él le acariciaba tiernamente la mejilla con la mano izquierda.
Un dolor extraño se apretó contra su pecho mientras los observaba. Cómo deseaba tener a alguien que la mirara de esa manera. Que tocara su mejilla y la hiciera sonreír aún cuando su vida se caía a pedazos.
Pero los sueños eran para los tontos. Nada en la vida duraba.
Observándolos, empezó a sentirse como una intrusa.
¿Qué estaba haciendo aquí?
Tessa no necesitaba a su mojigata hermana alrededor. Además, hacía que Thad se pusiera sumamente nervioso. El siempre actuaba como si tuviera miedo de que ella fuera a lanzarlo al suelo, lo esposara y lo arrestara.
Retrocediendo, se volvió para salir.
—¿Shay? —llamó Tessa—. ¿Eres tú?
Tomando un profundo aliento, se obligó a volver y entrar en la sala.
—Hola —se inclinó a besar la frente de Tessa—. Quería ver cómo estabas. Y —sostuvo en alto la bolsa de plástico en su mano—, te traje algunas cosas que pensé que podrían ayudarte a sentirte mejor.
Cogiendo la bolsa, Tessa se volvió radiante.
Shahara apartó la mirada de su maltratado rostro cuando la rabia azotó a través de ella. No podía soportar pensar en alguien lastimando a su hermana de esa manera. Dios ayudara a esas bestias cuando ella pusiera sus manos sobre ellos.
Y se las pondría. No había ninguna duda al respecto.
Thad sonrió cuando Tessa sostuvo en alto la harapienta muñeca de su infancia.
—¿Trajiste a Molly?
Shahara se encogió de hombros.
—Sé que no duermes bien sin ella cerca.
Su hermana sonrió cálidamente.
—Gracias. Eres la mejor hermana.
—No dejes que Kasen te escuche o te dará un puñetazo.
Tessa se rió.
Una enfermera entró con un inyector.
—Es hora de inyectarle en sus órganos vitales. ¿Hacen el favor de esperar fuera?
Shahara encabezó la salida.
Cuando Thad abrió la puerta para ella, su mano rozó su hombro. Ella se apartó inmediatamente.
—Lo siento —murmuró él una tímida disculpa.
Avergonzada por su acción, Shahara puso dos metros de distancia entre ellos.
—Está bien.
Permanecieron de pie en lados opuestos del pasillo durante varios incómodos minutos antes de que Thad hablara de nuevo.
—Entonces, ¿de dónde has sacado el dinero?
Ella observó cómo un grupo de médicos y enfermeras conferenciaban por el pasillo y trató de imaginarse a Syn con su aire letal en un grupo tan refinado, vestido con sus batas.
Simplemente, no se lo imaginaba.
—Caillen les pagó.
—No, no a los prestamistas. Para el hospital. Caillen me dijo que no tenía el dinero para ambos.
Frunciendo el ceño, ella volvió toda su atención a él.
—No han cobrado todavía —estaba esperando el pago de Merjack.
—Eso no es lo que me dijeron. Traté de pagar una parte cuando llegué, pero la oficinista me dijo que el resto se había pagado en su totalidad.
Ahora eso no tenía sentido.
—Deben de haber cometido un error.
Él se encogió de hombros.
—Tal vez. Como no soy de la familia, no me quiso decir nada más.
¿Podría Caillen haber conseguido el dinero y simplemente no tuvo tiempo de decírselo?
Excusándose con Thad, fue a comprobarlo.
Para su alivio, la cola dentro de la espartana oficina era corta y sólo tuvo que esperar cinco minutos antes de que la cansada cara de una empleada hiciera el gesto hacia delante.
Shahara se acercó a la alta venta hasta su cintura.
La mujer parecía aburrida e irritable como si hubiera estado mucho tiempo por aquí y quisiera volver a casa.
—¿Nombre del paciente?
—Tessa Dagan.
Ella lo introdujo.
—¿Y en qué puedo ayudarla?
—Necesito saber cuánto le debemos.
—¿Y usted es?
—Seax Shahara Dagan. Yo soy la responsable de la factura.
La mujer resopló como si le molestara la presencia de Shahara.
—Ya he pasado por esto con un hombre. ¿No puede la gente entender? La cuenta está pagada. Usted no debe nada. 
Shahara miró a la empleada de facturación con incredulidad. No podía ser.
—Eso no puede estar correcto. Por favor. Compruébelo de nuevo.
La mujer giró la pantalla de su ordenador para que mirara de frente a Shahara.
—Puede comprobarlo por usted misma. La cuenta de Tessa Dagan fue pagada en su totalidad hace tres días por Sheridan Belask. También dejaron un saldo a su favor en caso de que necesitáramos más por sus tratamientos, y le dio a ella y a su familia crédito para la cafetería y la tienda del hospital por si necesitaran algo.
Shahara palideció. ¿Sheridan Belask?
¿Syn?
¿El hombre, cuya localización había entregado a los oficiales Ritadarion había pagado por el tratamiento de su hermana?
De repente, las paredes de color gris claro a su alrededor parecían demasiado cerca, demasiado brillantes. Se sentía como si alguien acabara de darle un debilitante golpe en el estómago.
¿Cómo podría Syn haber hecho tal cosa después de que ella hubiera ido tras él?
¿Por qué habría hecho esto?
No tenía sentido. Nadie haría una cosa así. La bondad no estaba en la naturaleza de las personas. Nunca.
Sobre todo, de alguien con el brutal pasado de Syn.
No, debía querer algo de ella. Algo más que sólo su juramento. Eso era todo. Eso tenía sentido.
Menos mal que había hecho su trato con Merjack porque C.I. Syn habría venido al  final para el reembolso. Sin lugar a dudas.
¿O no?
—Gracias —se dio la vuelta y salió de la oficina.
Pero ¿y si estaba equivocada?
No estás equivocada. Violó y asesinó a esa pobre chica a sangre fría, viste lo que dijo su padre.
Sus compañeros rastreadores no estarían aterrados de él sin causa justificada.
Y su propia interacción con él había demostrado lo fría y peligrosa que puede ser una persona.
Nadie realiza una buena acción, sin esperar el pago por ello. Gaelin le había enseñado eso. Y ella había aprendido bien la lección.
Con su mente dando vueltas, no se molestó en detenerse y despedirse de Tessa. Por el momento, no podía enfrentarse a nadie. Sobre todo, a su dulce hermana que nunca entendería por qué había roto su palabra y delatado a Syn. Incluso si significaba la vida de Tessa.
Yo no rompí mi juramento. Técnicamente. Ella juró no acecharlo. No había jurado no llamar a las autoridades y decirles dónde encontrarlo.
Estás discutiendo sobre semántica.
Tessa sería la primera en darle una paliza, pero Tessa podía permitirse el lujo de la ingenuidad. Ella no podía.
Como en un sueño, volvió a casa.
Shahara abrió su puerta y vio a Kasen sentada en su sofá, comiendo ruidosamente su último puñado de copos de cereales, mientras miraba un pequeño visor de mano.
El cabello rubio rojizo de Kasen estaba recogido apretadamente en una cola de caballo enroscada alrededor de su nuca. De todos sus hermanos, Kasen era la única que compartía su color de ojos, que había llegado a ellos a través de su abuelo materno. De huesos grandes y robustos, Kasen era bastante bonita en el exterior, pero su grosera personalidad era a veces bastante difícil de soportar.
—¡Eh, hermanita! —dijo Kasen de modo ausente mientras continuaba mirando su espectáculo.
—¡Eh, Kase!
A pesar de que amaba a su hermana, quería que Kasen se fuera. Realmente no tenía ganas de tratar con ella ahora.
Kasen frunció el ceño.
—Pareces como si te hubiera mordido un lobo y hubieras pisado mierda en el lado equivocado de una montaña. ¿Qué pasa?
Acabo de enviar a un hombre a prisión, el cual me ha sacado de apuros y encima me siento como una mierda.
Eso era algo que no podía compartir con Kasen y su sarcástica personalidad.
Así que negó con la cabeza mientras dejaba caer su blaster en la encimera de su cocina. Kasen no era alguien para confiar. Dejaba cosas como esta a Caillen. Pero ni siquiera él podría ayudarla en este momento, porque si se atrevía a contarle lo que había hecho, pediría su cabeza. A él no le gustaba la idea de que ella fuera una rastreadora para empezar, pero su desesperada situación financiera le había hecho aceptar. Si alguna vez se enteraba de que ella había aceptado la misión de trabajar sola para detener a un hombre de la reputación de Syn, se volvería loco.
Kasen volvió a comer.
—Entonces, ¿cómo es que conoces a Syn?
Shahara se quedó helada ante la inesperada pregunta. Levantó la vista de su portátil, preguntándose cómo supo Kasen de su encuentro.
—¿Qué quieres decir?
Kasen señaló con un crujiente copo de cereal la chaqueta que Syn le había prestado. La cual, estaba todavía colgada en el respaldo de la silla donde ella la había colocado después de que él saliera de su piso hacía ya tres días.
—Conozco esa chaqueta. Es una de la misma clase. Syn la compró hace tres años, en alguna casa de subastas de renombre. Dio algo así como cuatro mil créditos por ella. Fue la chaqueta que el Alto Comandante Gillian llevaba puesta cuando firmó el tratado que puso fin a las Guerras Coloniales.
Shahara miró la chaqueta, impresionada por el precio. ¿Cuánto dinero tenía Syn?
Pero entonces, ¿cuánto tiempo le llevó robar esa fortuna?
Kasen excavó alrededor de la bolsa, recogiendo las migajas.
—No puedo creer que la hubiera dejado fuera de su vista. Es realmente posesivo cuando se trata de sus cosas. Peor de lo que Cai es con nosotras —mostró una sonrisa de ensueño que estaba en desacuerdo con su cáustica personalidad—. Syn es un gran tipo, ¿verdad?
Shahara arqueó una ceja y miró a su hermana, quien había vuelto a ver su programa. Kasen nunca había respetado a nadie, y la admiración en su voz cuando hablaba de Syn no era algo que necesitara escuchar en este momento.
Limpió el zumo derramado que Kasen había dejado sobre la encimera y trató de parecer despreocupada mientras sonsacaba a su hermana más información.
—¿Lo conoces bastante?
—Lo conocí hace unos cuatro años. Él y Cai son amigos desde hace mucho. Se conocieron a través del amigo de Caillen, Darling. Y según lo que Darling dijo, Syn prácticamente lo crió y todavía cuida de él —lanzó el último bocado dentro de su boca—. Syn es el amigo que siempre está pagando nuestras multas y sacando a Cai de la cárcel después de sus peleas. Demonios, incluso pagó la reparación de mi nave la semana pasada después de que tuviera aquella carrera con los oficiales Gondarion.
Shahara se congeló al darse cuenta de quién era Syn. Caillen nunca había mencionado a su misterioso amigo y benefactor por su nombre. Él siempre había dicho que ella no lo aprobaría si lo supiera, por lo que ella nunca había insistido en el tema.
Ahora deseaba haberlo hecho.
Cuanto más pensaba en ello, más rabia sentía. Syn tenía que haber sabido quién era ella.
¿Por qué no le había mencionado el hecho de que él era amigo de Caillen? ¿Su benefactor?
¿Su jefe?
¿Tal vez porque estabas tratando de matarlo?
Como si eso importara. ¿Y por qué no le había cogido su listado y le preguntó al respecto?
Porque él amenazó a Caillen y tú estabas asustada. . .
Obligándose a calmarse, dijo tan informalmente como pudo:
—Syn no me dijo que os conociera.
Kasen resopló.
—No me digas. Es tan posesivo como Caillen en lo que se refiere a ti, estoy segura que Syn se imaginó que Caillen le arrancaría la lengua sólo por hablar contigo.
Mordiéndose el labio, ella consideró la amenaza de Syn contra la vida de Caillen. ¿Había sido una estratagema o Syn podría herir a Caillen?
—Syn me dijo que podría hacerle daño a Cai.
Kasen se rió tan fuerte que se atragantó. Después de toser varias veces, se aclaró la garganta.
—¿Syn herir a Cai? Deja los alucinógenos, hermana. Syn antes se cortaría sus propias pelotas que hacerle daño a Cai… Estoy segura de que fue una broma. Syn tiene un extraño sentido del humor. Lleva un tiempo acostumbrarse a él.
No podía creerlo. Kasen debía estar equivocada. Tenía que estarlo.
—Oye, ahora —dijo Kasen, como si se le acabara de ocurrir una idea—. De cualquier manera, ¿por qué estabas con Syn? —Su rostro se puso serio y frío—. No le harías nada, ¿verdad?
Tratando de actuar tan despreocupadamente como fuera posible, Shahara escurrió su trapo de lavar platos.
—¿Qué quieres decir?
Kasen se acercó a la encimera y la miró.
—Sabes lo que quiero decir. Tú no te lías con hombres y, definitivamente, no con gente como Syn, tú los cazas —su mirada se intensificó—. Si le has hecho algo, te juro que te haré trizas.
Se quedó boquiabierta ante la amenaza de su hermana.
—¿Le escogerías por encima de mí después de todo lo que he hecho por ti?
—No, yo te quiero. Pero el culo de Cai y el mío estarían asándose en prisión si no fuera por él. Syn incluso asumió la culpabilidad por mí cuando me pillaron robando archivos, y cubrió mi rastro para que no me arrestaran.
—¿Tú hiciste qué?
—No te atrevas a enfadarte conmigo —señaló con un huesudo dedo a la cara de Shahara—. He tenido suficiente de tus lecciones de moral. Tessa necesitaba el dinero y tú no lo tenías, como de costumbre. Hice lo que tenía que hacer para ayudar. Además, ya recibí mi cuota por parte de Syn. No necesito oír más sermones.
Kasen se rascó su nariz.
—Al igual que Caillen, me canso de estar siempre pidiendo dinero prestado a Syn para pagar las cosas. Incluso si Syn no dice nada, todavía no me gusta —se echó a reír—. Claro que yo no gané tanto robando. Yo la lié y no traté de meter a Syn en un problema peor.
Shahara parpadeó. No podía creer lo que estaba escuchando.
¿Syn había pagado el hospital por Caillen? Honestamente, no podía entender a alguien siendo tan amable. No, a menos que él sacara algo con ello.
—¿Por qué Syn os ayudó a los dos? ¿Qué hacéis Caillen y tú para él? 
Ella se encogió de hombros.
—Nada, realmente. Syn nunca nos pidió la devolución del dinero ni nos pidió que hiciéramos nada por él, ahora que lo pienso, nunca le pide nada a nadie. Caillen hace algunos viajes para él de vez en cuando, pero Syn siempre le paga por ello. Personalmente, creo que Syn tiene más dinero del que sepa cómo usar. 
Otro pensamiento desgarrador se le ocurrió a Shahara.
—¿Te acuestas con él?
Kasen resopló.
—Oh, por favor, ojalá. Es magnífico y desgarraría hasta el diablo y volvería. Daría cualquier cosa en el universo por un bocado de ese mortífero Syn. Pero nunca ha estado interesado en mí, y la última vez que di un paso hacia él, Caillen casi me sacó el brazo de sitio. Lección aprendida. Syn está fuera de los límites.
Shahara se mordió el labio mientras procesaba ese último trozo de información.
¿Qué había hecho?
Arrestaste al mejor amigo de tu hermano. ¡Idiota!
Tenía la terrible sensación de que había cometido un espantoso error. Uno, por delatarle. Dos, por firmar un acuerdo con el diablo para ayudar a su familia.
Si la mitad de lo que Kasen había dicho era cierto, Caillen nunca la perdonaría por haberle hecho esto a su amigo. Un amigo que los había ayudado a todos ellos en los últimos años…
¿Qué iba a hacer? No quería que Caillen la odiara. Ni siquiera Kasen, para el caso.
Ellos eran su familia.
La única familia que jamás tendría. No podría herirles más de lo que una madre podría herir a sus propios hijos.
Qué manera de devolverle el favor a un hombre por ayudarte. Gah, vaya mierda como ser humano.
Con sus pensamientos dando vueltas, sintió una repentina necesidad de estar sola. Tenía que pensar en esto. Encontrar alguna manera de salir del lío que había creado.
Lanzó el trapo en el fregadero.
—Tengo que hacer algunos recados. Si te vas antes de que yo regrese, bloquea la puerta.
—Trae más cereales mientras estás fuera.
Shahara apenas oyó el murmullo de su voz en sus oídos. No podía aceptar esta última misión. De alguna manera, de una forma u otra, debía encontrar un modo de lograr que la relevaran de su contrato de millones de crédito.
Como si liberarla fuera posible. Merjack era un canalla de primer orden y había insistido en que ella cumpliera su contrato hasta el final o perdería su licencia.
Entonces, ¿dónde la dejaba eso?
En la cuneta con el resto de las ratas.
Disgustada, Shahara recorrió con la mirada el exterior de la prisión más dura en el Universo Ichidian. Dentro de los casi siete metros de altura de los blancos muros salpicados de manchas, residían los criminales más peligrosos que alguna vez hubiera existido.
Nunca en su vida había estado más asustada. Todavía no podía creer que estuviera haciendo esto. ¿En qué estaba pensando cuando aceptó el trato?
En la vida de Tessa.
Y en el dinero, por supuesto. Pero ahora, mirando hacia arriba, al campo de fuerza que rodeaba los altos muros, el dinero simplemente no parecía tan importante. Sobre todo, cuando estaba a punto de arriesgar su vida.
Sólo un desliz, y estaba segura de que Merjack la arrojaría dentro de una celda con Syn.
O peor aún, Syn le cortaría la garganta.
Suspiró con cansancio.
—Maldición, Caillen —susurró ella—. Realmente desearía que eligieras una clase mejor de amigos.
Con su garganta tensa, caminó por el frío y gris pasillo, donde seis guardias armados la miraron con recelo.
Tranquila, chica. Nada de movimientos bruscos.
Los hombres de este calibre eran como animales. Atacaban siempre que detectaban debilidad.
Frunciéndoles los labios, se acercó a la base donde examinaban a la gente en busca de armas y credenciales. Tenía que permanecer serena si quería terminar esta misión viva.
Estarás completamente por tu cuenta. Nadie te reconocerá mientras trabajes con nosotros. Serás un fugitivo huido, al igual que Syn, hasta que regreses con él y el chip. Sólo entonces serás absuelta de este asunto. No falles.
Porque si lo hiciera, también la ejecutarían. Caray con los medios de presión que estaban utilizando con ella.
Cerró los ojos y deseó no haber oído nunca el nombre de C.I. Syn.
—¿Documentos? —preguntó el guardia.
Se los entregó. Le había llevado cuatro días obtener los documentos falsificados que necesitaba para liberar de la cárcel a Syn. Y cada día que pasaba, temía más y más por su vida. Especialmente si Caillen se enteraba alguna vez.
Si sólo Tessa aprendiera la lección sobre apostar y olvidara los planes para enriquecerse rápidamente…
Sí, como si eso fuera a suceder alguna vez. Gracias papá por esa lección de vida.
Una vez que los guardias la autorizaron, se dirigió hacia la oficina del asistente del alcaide y pulsó el timbre de entrada.
—¿Sí? —una brusca e irritada voz preguntó por el interfono.
—Estoy aquí para el traslado de un prisionero.
Sonó un chasquido y la puerta de acero gris se abrió. Esto fue todo. Sólo un paso más y no habría vuelta atrás. Con su corazón martilleando, entró en la verde oficina, el color recordándole al moho.
No había cuadros en las paredes, probablemente para evitar que algún prisionero los rompiera y utilizara el cristal o el marco como un arma. Dos marrones y acerados escritorios estaban colocados al lado de otro más grande que debía haber sido designado para el funcionario a cargo. Todos estaban fijados con pernos al suelo.
Ahora, sólo un hombre ocupaba la oficina. Un pequeño tipo grasiento que levantó la vista del primero de los dos escritorios más pequeños.
—¿Documentos? —extendió su frágil mano.
Ella se acercó a su escritorio y le entregó el disco que contenía las falsificaciones.
Él metió el disco en el lector y miró las órdenes durante un momento para después volver la mirada hacia ella.
—Estos son para Syn.
Mantén la calma, Shahara. No muevas un músculo de tu cara que no tengas que mover.
—Sí, lo sé. A él también lo quieren en Gouran por la violación y asesinato de la Princesa Kiara Zamir. Estoy aquí para escoltarle durante el juicio. 
El hombrecito se ajustó las gafas sobre la nariz y frunció el ceño.
—Al Ministro Merjack no le gustará esto. Creo que deberíamos esperar hasta que él vuelva mañana, antes de que soltemos a C.I. Syn para usted.
Shahara se encogió de hombros.
—Bien. Puede llamar al Presidente Zamir y decirle que usted ha autorizado el retraso. Estoy segura de que lo entenderá. Después de todo, era su única hija.
El hombre tragó saliva, sus ojos ampliándose por el miedo del notablemente brutal presidente y comandante militar de quien se rumoreaba que una vez hubo destripado a un hombre por mirar fijamente a su hija mientras cenaban.
—Nosotros… no queremos alterarlo, ¿verdad? 
—Yo sé que no lo quiero molesto conmigo. Pero usted es la autoridad a cargo aquí. ¿Cómo se deletrea su nombre?
Él reordenó varios papeles encima de su escritorio como si dudara, pero finalmente alcanzó su enlace.
—Alcaide Traysen, tengo aquí a Seax Dagan, quién está esperando transferir a Syn hacia Gouran. Necesito su aprobación, señor.
—Llegaré de inmediato.
Shahara tomó una profunda respiración aliviada. Hasta ahora, todo iba según lo planeado. Sólo unos pocos minutos más y estaría a salvo fuera.
Pero qué largo estaba resultado ser cada segundo… Cuando Traysen apareció, se recordó a sí misma no admitir que se conocían de ninguna manera.
Él la ojeó con una fría y alerta mirada.
Sin decir una palabra de saludo, lo siguió por una serie de cerrados y vigilados pasillos, hasta que entraron en el área de detención.
Examinando la instalación, no pudo aplastar su repugnancia sobre las condiciones de vida de los prisioneros. Cuanto más bajaban en el interior de la instalación, peores eran las condiciones en cada celda, las cuales eran literalmente agujeros en la mampostería. Los orificios eran apenas lo suficientemente grandes como para un niño pequeño, nunca prestando atención a los hombres y mujeres que se vieron obligados a vivir dentro de ellos.
Los olores sin identificar la invadieron hasta que casi no pudo respirar. Los excrementos humanos ensuciaban no sólo los suelos de las celdas, sino que también se derramaban en los pasillos.
Poca o ninguna luz alcanzaba a los prisioneros quienes gemían y suplicaban por la muerte y misericordia mientras ellos pasaban.
La Seax en ella se rebeló contra sus inhumanas condiciones y juró que se encargaría de que el consejo supervisor fuera notificado de esta violación. Nadie, a pesar de sus crímenes, debería tener que vivir como hacían estas personas.
¿Cómo trabajaba Traysen aquí día tras día y no informaba de ello?
—Merjack me ordenó mantener a Syn encerrado aisladamente —Traysen abrió una puerta blindada que condujo a un área subterránea. Un veloz y frío viento sopló por las escaleras, congelándola—. Te advierto, es un resistente hijo de puta.
—¿Merjack?
Traysen negó con la cabeza.
—Syn. Nunca he visto a nadie como él en mi vida y pensé que lo había visto todo en mi trabajo. No estoy bastante seguro si una cosita como tú podrá manejarlo.
—He manejado a peores —dijo Shahara con una confianza que no sentía.
La última vez que ellos la habían enredado no había ido del todo bien para ella.
Sólo esperaba que esta vez tuviese mejor suerte.
Y ahora mismo, no estaba segura si Syn no la mataría al verla. ¿Quién podría culparlo? A ella le costaba mucho trabajo imaginarse al inmaculado Syn residiendo en un lugar tan sucio como este.
Las celdas de abajo, adonde Traysen la guiaba, estaban hechas de titanio en lugar de piedra. Despejadas y aceradas paredes de cristal sellaban el frente de las celdas y le permitían ver en su interior, pero ningún sonido audible podía ser escuchado. Los prisioneros, varones y hembras, estaban desnudos y encadenados a pilotes en el suelo de titanio o fijados a la pared o el techo. El estómago de Shahara se revolvió de horror. Dada su condición y helada temperatura, no sabía qué les impedía morir congelados.
En el momento en que se acercaron a la celda de Syn, hizo todo lo posible por no vomitar. Sus manos estaban encadenadas juntas sobre su cabeza, y la otra cadena suspendida del techo lo mantenía a medio metro sobre el suelo. Más cadenas estaban aseguradas a sus pies en un corto tramo para impedirle ser capaz de patear.
Cada músculo de su torso estaba tensamente estirado por la posición poco natural. Debía estar matándolo.
Contusiones y laceraciones marcaban cada centímetro de su desnudo cuerpo, y su largo y enredado pelo ocultaba su rostro de ella. Se mordió los labios mientras la culpa roía su conciencia.
Todo esto era culpa de ella. ¿Cómo podía haber sido tan estúpida?
Ellos también lo habían golpeado. Sólo podía imaginar cuánto dolor debía estar soportando.
—¿Cuánto tiempo ha estado así?
—Algunas horas. Liberad el gancho que le sujeta —dijo Traysen a su comunicador de mano—. Y enviadme refuerzos —la miró antes de agregar—, un montón de refuerzos.
En lugar de ser bajado lentamente, Syn cayó al suelo como un saco de verduras. Ella hizo una mueca.
Él yació en el suelo, inmóvil. Su corazón dejó de latir. No parecía estar vivo. ¿Lo habían matado?
Ocho guardias se les unieron un instante antes de que la estrecha puerta de cristal se levantara. Lentamente, los guardias entraron en la celda.
—Un hijo de puta realmente resistente —repitió Traysen antes de moverla a un lado de la puerta como si la protegiera de algo.
Cuando agarraron las cadenas de Syn, éste brincó a la vida, atacándoles a golpes. Con el puño envuelto en la cadena, derribó al primer guardia con un toque, luego se fue tras el segundo. Durante varios segundos, se defendió bien. Sin embargo, con las manos y los pies encadenados juntos, no tenía bastante movilidad para acabar con ellos.
Los guardias lo derribaron a golpes de garrote, derrumbándolo de nuevo sobre el suelo.
Shahara se clavó las uñas en la palma de sus manos, tratando de evitar gritarles para que detuvieran esto.
Si lo hiciese, arriesgaría ambas vidas.
Firme. Tómatelo con calma.
Sin embargo, no podía soportar ver a un indefenso hombre ser golpeado y simplemente no hacer nada. ¿Cómo lograba Traysen parecer tan estoico?
Finalmente, los guardias soltaron las cadenas de las piernas de Syn y le tiraron un par de pantalones. Con sus piernas libres, él renovó su lucha con vigor y determinación. Mientras luchaba contra los guardias, lo arrojaron hacia atrás contra el cristal y Shahara vio las heridas frescas del látigo cruzando su espalda. La piel en carne viva y la sangre. 
La bilis le subió por la garganta.
Cuando ellos le dieron la vuelta para desencadenar sus manos y esposárselas a la espalda, no pudo reprimir un jadeo. Moretones y sangre cubrían su rostro. Había sido golpeado tan duramente, que apenas podía abrir su ojo izquierdo, pero cuando finalmente la vio allí de pie, se precipitó hacia ella.
—¡Varisha, espolin krava!
Traysen la escudó con su cuerpo. Shahara no conocía el idioma utilizado por Syn, pero estaba segura de que no estaba saludándola con un “Hola, ¿cómo estás? Encantado de verte otra vez”.
Los guardias lo golpearon con sus garrotes hasta que dejó de moverse.
—Llévenlo a mi nave —ordenó ella, tratando de actuar como si nada de eso la molestara.
Pero en su interior, moría un poco cada vez que lo golpeaban, y su conciencia se agarró con duras e implacables garras.
Uno de los guardias lo cogió de sus pies mientras que el otro lo cargaba por sus hombros.
—Esperad —Traysen le entregó una pequeña pistola inyectora.
—¿Qué es esto?
—Ayudará a revivirlo cuando llegues a donde vayas.
—¿Es adrenalina?
—No, es seranac.
Ella arqueó una ceja. La seranac era una potente droga que actuaba en el hipocampo y la corteza cerebral frontal. En un interrogatorio médico, afloraban los recuerdos y nublaba la capacidad de una persona para separar el pasado del presente. También causaba alucinaciones, ya que la persona no podía distinguir una de la otra, y podría quedarse atrapado en el pasado y pensar que le estaba ocurriendo en el presente. Y, puesto que tenía un estimulante, podría ser más peligroso para todos los involucrados.
Generalmente la persona era sujetada mientras le era administrada.
—¿No tiene algo un poco más seguro?
—Aquí no, y esto es mucho más seguro que la adrenalina, ¿puedes imaginártelo con ella? —se estremeció y le indicó el inyector con un movimiento de su barbilla—. Eso es lo único que tengo que pueda reanimarlo. Pero no te preocupes. Es una pequeña dosis. No durará más de unos minutos, lo suficiente como para meterlo en algún lugar y que vuelva a estar inconsciente otra vez.
Él tenía razón sobre la adrenalina. Con una inclinación de cabeza, ella se lo deslizó en su bolsillo y siguió a los guardias.
El camino para salir de las instalaciones pareció durar una eternidad. Cada minuto, casi esperaba que alguien se abalanzara sobre ellos y exigiera sus cabezas.
Por suerte, nunca sucedió y, por fin, llegaron a la bahía de aterrizaje.
Los guardias se deshicieron rudamente de Syn en la parte trasera de su caza. El más alto de ellos también se tomó un momento para añadir un par de golpes al cuerpo inconsciente de Syn antes de salir.
—Eso es por cortarme, sucio perro bastardo —gruñó.
Cuando se volvió hacia ella, Shahara reparó en el alargado corte irregular a lo largo de su mandíbula que Syn que le debió haber hecho.
Mientras lo golpeaban y estaba atado con cadenas. . .
Estás muerta cuando él se despierte.
Con una mano temblorosa, cogió su copia de las falsificadas órdenes de transferencia y subió a bordo.
Casi esperaba que Syn se abalanzara sobre ella otra vez, pero se dio cuenta de que todavía estaba inconsciente. Dando un suspiro de alivio, esperaba que se quedara de esa manera hasta que pudiera llegar a casa y atender algunas de sus heridas. Lo último que cualquiera de ellos necesitaba era una pelea que sólo lo lastimaría más.
Sacudió la cabeza con arrepentimiento. ¿Cómo había llegado a esta situación?
¿Cómo había entregado ella un hombre a esas bestias? Incluso si él era un preso, no se merecía esto.
Su madre estaría muy decepcionada. Y si se supiera la verdad, estaría más que un poco decepcionada de sí misma.
Pero peor que su culpa era la cuestión de lo que él haría cuando se despertara y se encontrara de regreso en su casa.
¿Qué tipo de venganza buscaría?
Bueno, esperaba ganar, asumió, pero algo en su interior lo negó. Nunca había luchado contra nadie que pudiera soportar una paliza tan bien.
Su corazón se encogió de temor, programó las coordenadas y emprendió el vuelo.
No tardó más que un par de horas en regresar a su casa.
Des esposar sus manos y lograr sacar a Syn fuera de su nave no era tarea fácil.
—Gah, ¿podrías ser más grande? —cuando se acercó a ayudarlo a salir, se dio cuenta de que estaba ardiendo en fiebre.
Genial, simplemente genial. Forcejeó tirando de su enorme forma del asiento trasero.
Fue inútil. Iba a tener que usar la droga a pesar de que algo le dijo que sería una estupidez.
Pero si no lo hacía, tendría que dejarlo en su nave, lo cual tendría a algún entrometido avisando a los guardias.
—Aguántalo —sacó el inyector y le disparó en el brazo.
Tal vez no fuera tan malo y tuviera felices recuerdos de su infancia.
No con tu suerte, nena.
Tardó varios minutos antes de que se reanimara.
Él parpadeó, abriendo sus hinchados ojos tanto como pudo.
—¿Talia? —susurró como un niño asustado.
—Sheez, ya estás alucinando.
Esto era lo último que necesitaba. Un hombre dos veces su tamaño soñando quién sabe qué. Esperabas que no estuviera teniendo un sueño violento, al menos no hasta que pudiera conseguir meterle dentro y poner una distancia segura entre ellos.
Pero su estado semiconsciente le hizo más fácil sacarlo de su nave. Él se apoyó pesadamente contra ella. Miró a su alrededor, hacia los pisos vecinos, esperando que nadie los viese y llamara a los guardias locales.
¿Cómo demonios explicaría esto?
Con un suspiro, tiró de él hacia su apartamento.
—¿Dónde vamos? —preguntó él en un temeroso susurro, mientras se apoyaba más en ella—. Sabes que nos encontrará de nuevo. Se volverá más loco si huimos. Tal vez deberíamos esperar a que vuelva. Si está borracho, podemos escondernos y no nos verá.
—Sí —lo llevó a su casa y hacia su cama—.¿Por qué sólo no te tumbas aquí y esperas? —retiró la sábana y le ayudó a acostarse.
Él se acurrucó como un niño.
Shahara fue al fregadero y cogió un tazón de agua tibia y un paño limpio.
Para cuando regresó a la cama, Syn se había girado sobre su espalda y parecía estar dormido. Probablemente era lo mejor. Necesitaba descansar tanto como fuera posible. Tenían un largo viaje por delante y no demasiado tiempo para completarlo.
Tan suavemente como pudo, limpió la sangre seca del lado de su llena y sensual boca.
Su mandíbula de acero.
Su larga y aguileña nariz.
Una gran contusión se había formado sobre el ojo izquierdo, inflamándolo hasta cerrarlo. Mientras continuaba limpiándolo, observó otro moretón en su frente, como si alguien le hubiera golpeado de cabeza contra una pared.
Repetidamente.
—Ciertamente, te dejaron hecho un asco —susurró, pasando el paño sobre el área descolorida de su cuello.
Demasiado bien podía detectar el contorno de los dedos de alguien mientras habían tratado de estrangularlo.
—Guau, yo no soy la única que saca lo peor de ti. ¿Qué? ¿Cabreas a todo el mundo que conoces?
Pero bromas aparte, no podía entender su estado.
¿Por qué le habían golpeado así? No era como los tipos de castigo que se utilizaban por mal comportamiento. Había sido completamente y brutalmente interrogado. Por los cortes y moretones, parecía que habían utilizado cada sonda conocida para causarle tanto daño y dolor como fuera posible.
¿Por qué Merjack, Ministro de Justicia del Imperio Ritadarion, haría tal cosa?
¿Qué había en ese chip que valía la pena matar a un hombre? Merjack había dicho que era una cuestión de seguridad internacional, pero. . .
Esto era ridículo.
Tiernamente, Syn se acercó y le ahuecó su mejilla. Shahara se detuvo y encontró su mirada, sorprendida por la gentileza de sus dedos contra su piel.
Amor y protección ardían brillantemente en las oscuras profundidades, dejándola sin aliento.
—Lo siento, Talia —dijo en voz tan baja que no estuvo segura de haberlo oído—. Hice todo lo que pude. Te juro que me aseguraré de que nadie te haga daño nunca más. Cuando sea lo suficientemente grande, voy a sacarnos de aquí. Te lo juro. Estarás a salvo entonces. Sólo por favor, no llores.
El corazón de Shahara se sacudió al darse cuenta de que él pensaba que era otra persona. Su hermana, por como sonaba.
—No voy a llorar más.
Él pareció conseguir algún consuelo de sus palabras. Con un profundo suspiro, fue a la deriva de vuelta a la inconsciencia.
Agradecida por el alivio temporal, Shahara le quitó los pantalones y comenzó a limpiar la suciedad y la sangre de su cuerpo.
Su moreno pecho estaba desnudo con duros y bien formados pectorales que se tensaban y flexionaban bajo sus manos. Bien definidos y magullados bíceps y tríceps advertían de fuerza extrema, como hacían los apretados músculos de sus antebrazos y los tendones de sus largas y delgadas manos.
Sus anchos hombros convergían hacia la tabla de lavar de su estómago y las estrechas caderas. En el lado izquierdo de su estómago, justo al lado de su ombligo, fluía una vieja cicatriz de un cuchillo o una daga. Se estremeció ante la idea de cuánto debió dolerle tal herida.
Tan suavemente como pudo, lo giró hacia un lado para lavarle la sangre de su espalda. Apretando los dientes con una inesperada cólera, ni siquiera podía empezar a contar cuántos latigazos más habían sido añadidos.
Sus sábanas estaban arruinadas. No es que realmente importara. Se trataba de una banal preocupación dado su estado.
Cómo deseó poder permitirse el diclofenaco para paliar los rojos e inflamados cortes ayudándolos a sanar y eliminar el escozor. ¿En qué había estado pensando Merjack? Así golpeado, Syn tardará semanas antes de poder moverse otra vez.
Si es que no moría. . .
Con ese pensamiento en su mente, comenzó a lavar la sangre de su cabello lo mejor que pudo. Nunca había visto un cabello tan oscuro y su suavidad la sorprendió. Era la única cosa de él que era suave. El resto de su cuerpo era como bobinas de acero.
Tan suavemente como pudo, lo volvió a girar sobre su espalda y, a continuación, escurrió el paño.
Volviéndose hacia él, su mirada descendió hasta su. . .
Su rostro estalló en llamas. Había estado haciendo su mejor esfuerzo para no mirar, pero ahora que lo había hecho, era cuanto podía ver.
Soltó un bajo y apreciativo aliento. Estaba muy bien formado por todas partes.
¡Basta! ¿Qué pasaba con ella? No tenía ningún interés en la anatomía masculina y, sobre todo, no en esta.
Alcanzando su sábana, rápidamente lo cubrió y continuó hacia zonas más seguras de su cuerpo.
Deslizando el paño sobre los diminutos pelos de su pierna, no pudo dejar de notar los tensados músculos. Incluso en descanso, mantenían la promesa de agilidad y velocidad. Como un corredor de maratón.
Era un hombre tan fuerte y sin embargo, sintió una profunda vulnerabilidad en él, de la que estaba segura sentiría vergüenza si supiera lo que le había dicho, a su enemigo. Ese era el papel que se había arrojado sobre sí misma y, sin embargo, una parte de ella lo rechazaba.
¿Qué te importa?
Pero, lo hacía. Por razones que no podía ni siquiera imaginar, no quería que él la odiara.
Estoy loca…
Devolviendo el recipiente y el paño a la cocina, abrió el sobre que el asistente del alcaide le había entregado que contenía sus efectos personales. Dentro, había una medalla religiosa de plata que se utilizaba para proteger a los niños.
Preguntándose si era de él o de su hijo, volvió a la cama y la ató alrededor de su cuello.
Cuando se apartó, Syn agarró su muñeca. Shahara se aterrorizó por su fiero agarre, sorprendida de que pudiera encontrar tal fuerza después de esa paliza.
—¿Qué estás haciendo aquí? ¿Viniste a regodearte?
Ella tembló ante el crudo odio en su voz.
—Yo nunca me regodearía.
Ella vio la cólera escurriendo de él.
—¿Por qué me traicionaste? —preguntó, su voz investigando, suplicando.
—Necesitaba el dinero para mi hermana.
Su mirada se oscureció y su agarre se volvió brutal.
—Te di todo lo que siempre quisiste, todo lo que pediste y ¿así es como me lo pagas? Jodida perra. . . ¿Qué hice para herirte a ti o a Paden? ¡Dímelo!
Shahara se dio cuenta de que no estaba hablando con ella. Todavía estaba atrapado en los demonios que lo torturaban.
Su agarre se tensó en su brazo hasta que gritó de dolor.
—Syn, por favor. Vas a hacerte daño. Por favor, recuéstate y duerme.
De alguna manera, su súplica lo alcanzó y se recostó.
—¿Por qué me quitaste a mi hijo? —susurró débilmente—. Era todo lo que alguna vez tuve. El único que me amó y tú le hiciste odiarme. ¿Por qué me hiciste eso después de todo lo que te di? Yo no soy mi padre. Nunca te habría lastimado. Nunca te herí. Yo no soy mi padre…
Le dio una patada a las sábanas y trató de levantarse.
—¡Syn! Necesitas descansar. 
Negó con la cabeza.
—Tengo que llegar hasta Nykyrian. Tengo que advertirle.
Nykyrian… era la otra persona que aparecía en el contrato Gourish por violar y asesinar a Kiara Zamir.
—¿Advertirle sobre qué?
—Kiara está usándole. Ella conseguirá que lo maten. Estúpido idiota. No le ama. Ella está mintiendo. ¿Por qué no me escucha?
—¿La mataste para protegerle?
Él la miró.
—¿Quién eres?
—¿Mataste a Kiara Zamir?
Él no contestó, mientras intentaba apartarla.
Shahara se mantuvo firme.
—No puedes levantarte. Necesitas permanecer aquí.
Él miró alrededor de su apartamento.
—¿Dónde estoy?
—¿Dónde crees que estás?
—Quiero a mi hermana —la angustia en su voz le hizo un nudo en su pecho—.¿Por qué tuvo que dejarme? —un tic apareció en su mandíbula—. Porque no soy digno —su tono era profundo, como si estuviera citando a alguien—. No podía soportar mirarme.
Por último, cerró sus ojos.
Shahara suspiró de alivio, con la esperanza de que él no tuviera más de estos episodios.
Gracias por la droga, Traysen…
Se quedó despierta toda la noche, bañándolo en gel de serin, tratando de bajarle la fiebre. Mientras mantuvo su solitaria vigilia, seguía pensando en sus palabras.
¿Quién era este hombre? Tenía tantos secretos, tantos demonios, que la hicieron parecer débil en comparación. ¿Por qué su esposa se había llevado a su hijo?
Eso explicaba por qué Syn no tenía fotos más recientes. Debía mantenerse al día con su familia desde la distancia. Lo que significaba que aún los quería.
No puedo creer lo mal que he jodido todo esto… Cerrando los ojos, deseó poder borrar el dolor que había causado. Era evidente que él tenía suficiente como para no cargar con la miseria que ella había añadido a su vida.
Ella se desperezó para aliviar el dolor de los músculos de su espalda. Al final, había hecho lo que debía y no había vuelta atrás. Todo lo que podía hacer por ahora era velar porque no sufriera más de lo necesario.
Como una Seax, ella le debía eso.
Justo antes del amanecer, la fiebre bajó. Shahara lo cubrió con una gruesa manta, antes de irse hacia el sofá.
Tan pronto como cerró los ojos, se quedó dormida.



Shahara se despertó con un sobresalto. Miró alrededor de su casa, tratando de averiguar qué la había asustado. Cuando su mirada se posó en la cama vacía, tuvo un momento de severo pánico.
¿Dónde estaba Syn?
En respuesta, la puerta de su cuarto de baño se abrió. En toda su desnuda gloria, Syn se apoyó pesadamente contra el marco de la puerta. Aunque debilitado, llenaba la habitación con un aura de puro y masculino poder.
Mientras avanzaba hacia la cama, cada músculo de su cuerpo ondulaba como una sinfonía para los ojos. Nunca en su vida había visto a un hombre con un cuerpo mejor y si las cosas fueran diferentes. . .
Sí, claro. No harías nada.
Sus mejillas estaban grisáceas con los inicios de la barba y los cortes en las mejillas y los labios ponían en ridículo la hermosura que ella sabía que poseía.
Su mirada se deslizó sobre él y no pudo reprimir el escalofrío que se propagó a través de ella. Tenía una figura imponente y tuvo que estar de acuerdo con Kasen. Incluso golpeado y desaliñado, era magnífico.
Por la expresión de su cara, podría decir cuánto dolor estaba soportando.
Fue a ofrecerle su ayuda, pero él la saludó con un feroz gruñido.
Dio un paso atrás, dándose cuenta de que estaba lúcido y furioso.
—¿Qué estoy haciendo aquí? —gruñó.
Ella hizo caso omiso de su pregunta.
—Necesitas volver a la cama y descansar.
Aunque sus ojos todavía estaban hinchados, pudo ver la dura mirada que él mantenía sobre ella.
—¿Por qué? ¿Así poder curarme, para después devolverme a los Rits?
Con la garganta tensa, recordó la mentira que había creado.
—Lo siento por eso. Fue un error. Pero como puedes ver, lo arreglé.
—Tienes mi eterna gratitud —el sarcasmo en su voz la cortó en profundidad.
Ella se lo merecía. Después de todo, ¿cómo se sentiría si estuviera en su lugar?
Por lo menos no había saltado a por su garganta. Eso era una mejora.
—¿Puedo ofrecerte algo? —Se dirigió a la cocina—. Algo para beber. ¿Comer? 
Él dejó escapar un sonido, que ella asumió que era un irritante bufido, antes de que  sacara una manta de su cama y se arrastrara hacia el sofá.
—Sí, necesito un poco de algo tan potente que me emborrache de un solo trago, seguido de analgésicos. Colocando la manta alrededor de él, se sentó y se frotó las manos sobre la barba de su cara.
Syn maldijo cuando accidentalmente se golpeó con la mano sus hinchados labios. Condenado Merjack. Iba a matarlo por esto.
Y con ese pensamiento, miró a Shahara, quien lo ojeaba nerviosamente.
Sí, debes estar nerviosa, nena.
Debería matarla también. Pero, por el momento, necesitaba de todas sus fuerzas sólo para moverse. Había olvidado todo el daño de la paliza.
Tomó una profunda respiración. Un intenso dolor cortó cruzando su pecho. ¡Tienes mejor criterio que respirar así, idiota! ¿Cómo demonios se le había olvidado el dolor?
Shahara lo vigilaba con recelo, aún no estaba segura de si estaba fuera de peligro. Una vez más, él volvió su oscura e indagadora mirada sobre ella mientras se pasaba los dedos por su espeso y negro cabello peinándoselo. Extrañamente, sus propios dedos le dolieron con el recuerdo de lo suave que su pelo había sido.
—¿Por qué me liberaste? —preguntó al fin.
—Ayudaste a mi hermana. Gracias, a propósito.
Bueno, pareció aceptar su explicación. Después de un largo minuto, la miró.
—¿Cómo lo hiciste?
Paralizada por el juego de sus músculos de acero, le tomó un momento registrar su pregunta. Hizo una pausa.
—¿El qué?
—Sacarme.
Ella fue a traer su cepillo para el pelo. Cuando se lo entregó, sus dedos se rozaron, enviando un extraño cosquilleo a su estómago.
Atribuyéndolo al hecho de que nunca antes había hablado con un hombre desnudo en su apartamento, dio un paso atrás y se aclaró la garganta.
—Falsifiqué los documentos de tu transferencia.
La expresión de su rostro hizo que sus entrañas se arrugaran.
—¿Qué nombre usaste para mi liberación?
—El mío.
La maldición que él gruñó causó que sus mejillas llamearan. De inmediato se levantó, y rápidamente se sentó de nuevo con un gemido.
Ella puso una distancia segura entre ellos.
—¿Cuánto tiempo hemos estado aquí? —preguntó entre dientes.
—¿Cuántas preguntas vas a hacer?
Incluso desde la distancia, ella podía sentir el calor de su mirada.
—Si usaste tu verdadero nombre en los documentos, ¿cuánto tiempo crees que pasará antes de que los Rits vengan a llamar a tu puerta para preguntar sobre mi paradero? Merjack no me dejará ir alegremente.
—Oh, Dios mío —murmuró ella.
Ni siquiera había pensado en eso. Qué descuido. Si no tenía cuidado, revelaría lo que pensaba y sería atrapada con seguridad.
Syn volvió los ojos hacia el techo.
—Por Dios, mujer, ¿no pudiste, al menos pensar en ello?
—Bueno, discúlpame. Normalmente no saco a la gente de la cárcel. Yo soy la que los meto allí. 
Con una mueca de disgusto, Syn se empujó fuera del sofá.
—Tenemos que salir de aquí antes de que nos encuentren.
—¿Y dónde vamos?
—Donde sea.
Cruzó la habitación, horrorizada por su sugerencia.
—No quiero salir de mi casa. Tengo cosas que atender. Personas a quien cuidar.
Él la agarró por el brazo, su mirada marcándola con calor.
—Bueno, ¿cómo te propones cuidar de ellos en un agujero similar al que me encontraste? —la miró de arriba a abajo con esa maligna sonrisa que estaba aprendiendo a despreciar—. Y créeme, querida, son mucho más duros con una mujer de lo que fueron conmigo. Los guardias normalmente no violan a prisioneros varones. Pero seguro que ellos disfrutarán de una cosita como tú.
Su estómago se revolvió por sus palabras y, por un momento, pensó que podría vomitar.
Syn hizo una mueca, como si el dolor acuchillara a través de él.
—Tenemos que salir de aquí. ¡Ahora!
Corriendo hacia su mesita de noche, ella sacó sus armas y el módulo para su caza.
—Vamos.
—Sólo hay un problema —él dejó caer la manta y se quedó de pie en su habitación completamente desnudo—. Necesito algo para vestirme.
Una vez más el calor le cubrió sus mejillas. ¿Cómo en el universo podía ella haber olvidado su desnudez en un tiempo tan corto?
Dando un paso a su alrededor, revolvió en su armario y sacó alguna ropa de Caillen que había dejado allí para cuando se quedaba a pasar la noche. Se la entregó a Syn para luego dar un paso dentro de su sala de estar y cerrar la cortina, dándole privacidad mientras esperaba en el sofá.
—Maldita sea, Caillen —gruñó Syn varios minutos más tarde—. Debes calzar el mismo número de botas que tus hermanas.
Soltó un feroz gruñido y ella no pudo contener la risa. Pobre Caillen.
—Si mis heridas no me matan, lo harán estas apretadas botas —justo cuando él abrió su improvisada cortina, un golpe en su puerta la sobresaltó.
Ella se quedó fría.
—Oh Dios, están aquí…
Syn agarró su blaster.
De repente, una voz familiar llamó a través de la puerta.
—¿Shay? ¿Estás en casa?
El alivio la recorrió al reconocer la voz de su hermana. Al abrir la puerta, tiró de Kasen hacia dentro.
—¿Qué ocurre?
—Acabo de oír en el escáner de Caillen que el gobierno Ritadarion está enviando agentes hacia aquí para encontrarte. Y estaba… —su voz se desvaneció cuando miró tras Sahara y vio a Syn cerca del sofá.
—Oh —articuló Kasen.
—Tenemos que irnos —Syn le entregó el blaster a Shahara—. ¿Ya han ido a mi casa?
Kasen se encogió de hombros.
—Sonaba como si fueran, pero no estoy segura.
Él gruñó desde el fondo de su garganta.
—Creo que conozco un lugar donde no nos encontrarán.
Kasen frunció el ceño.
—¿Dónde vamos?
Syn le lanzó una sincera y encantadora sonrisa.
—Tú, mi curiosa amiga, irás a esperar a Caillen mientras yo llevo a Shahara a una zona segura.
Kasen dejó escapar pequeños bufidos por la irritación.
—¿Dónde vais a ir?
—Si te lo dijera, no sería seguro.
—Sí, pero…
Syn perdió la paciencia con ella.
—No hay tiempo para explicar. Vete a casa, Kasen. Ahora.
Shahara elevó una ceja ante la fiera voz que él utilizó y, por primera vez en su vida, su hermana obedeció.
Syn tiró de ella fuera de la puerta de su apartamento y bordearon el lateral de su edificio.
Ella trató de liberarse.
—Podrías aflojar tu agarre en mi brazo. No es muy probable que salga corriendo a cualquier lugar.
—Lo siento —la soltó.
Un instante después, el dolor regresó cuando él la tomó de nuevo del brazo.
—Qué…
—Shh —la arrastró hacia abajo, al lado de un conjunto de cercos de protección—. Apóyate contra la barrera —susurró.
Sin dudarlo, ella obedeció.
Justo cuando estaba a punto de preguntarle qué pasaba, vio a los guardias Ritadarion.
Su corazón golpeaba con fuerza. Los habían encontrado. Y peor aún, bloqueaban la entrada a la bahía de aterrizaje que compartía con dos de sus vecinos.
Su garganta se secó y quiso maldecir.
Estamos atrapados.

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