jueves, 23 de febrero de 2012

OSN cap 3

—Madre —repitió Stryker susurrando antes de que Kessar agarrara a la hija de
Zephyra. El demonio abrió los labios para probar su garganta. Stryker apenas tuvo
tiempo para detener al demonio antes de que la matara—. ¡Detente!
Los ojos rojos del demonio resplandecieron brillantemente antes de soltarla con
un gruñido.
—Deja que te maten entonces. No es como si me importara un bledo si vives o
mueres.
Zephyra corrió hacia Stryker, extendiendo su cuchillo hasta que se convirtió en
una espada y lo apuñaló. Stryker dio un paso atrás mientras utilizaba sus poderes para
manifestar una espada propia. Él bloqueó su espada con la suya. El sonido de acero
sonaba fuertemente, haciendo eco a través de la habitación, mientras ella lo
encontraba golpe tras golpe. Cada vez que se detenía, cada empuje. Estaba allí, como si
supiera exactamente lo que él iba a hacer.
Stryker sonrió. Había pasado mucho tiempo desde que había peleado con alguien,
aparte de Acheron, que pudiera igualar sus habilidades. Sin embargo, aquí estaba ella,
la hija de un campesino, luchando con la experiencia de un soldado entrenado. Se
preguntaba quien le había enseñado tan bien.
—Siempre supe que eras buena manejando la espada de un hombre, amor, pero
no tenía ni idea de que esa habilidad se extendía a las que están hechas de acero.
Ella gruñó un instante antes de patearlo, golpeándolo en las costillas.
Stryker gruñó por el dolor que ese simple golpe le causó. Pero siendo justos, ella
trataba de controlar su temperamento.
—Por lo menos esta espada no me decepciona. Y no me preocupa que se ponga
blanda.
—Yo nunca me puse blando contigo.
Ella puso los ojos en blanco, mientras él bloqueaba su ataque.
—Confía en mí, bebé, no eras tan bueno. Simplemente yo era mejor actriz que tú.
—¡Ew! —Gruñó su hija mientras le daba más espacio para luchar—. No te ofendas
mamá, pero no necesito saber detalles de tu vida sexual. Acaba de una vez con tus
bromas sexuales y con él, antes de que me quede sorda.
Los ojos de Zephyra se oscurecieron mientras un lado de su boca se convirtió en
una diabólica sonrisa.
—No debes ser tan mojigata, Medea. Después de todo, siempre quisiste conocer a
tu padre. ¡Feliz cumpleaños, bebé! Siento que la reunión sea tan corta. Pero confía en
mí, no es una gran pérdida.
Stryker se tambaleó sorprendido por las noticias. Desviando su atención de la
pelea, miró a su hija y a la asustada expresión que demostraba las diferencias sutiles
entre ella y su madre. Ese lapso le costó caro, ya que Zephyra lo apuñaló directamente
en el pecho, fallando por muy poco en su marca de Daimon... si lo hubiera apuñalado un
solo milímetro más arriba, se habría convertido en polvo.
Así como era, dolía como el infierno.
—¡Detente! —gritó Medea mientras corría hacia su madre y tiraba de ella.
Stryker maldijo mientras se cubría la herida con la mano y se tensaba de dolor.
Zephyra empujó a Medea, regresando hacia él. Él levanto su espada, listo para
luchar. Medea se sitúo entre ellos y obligó a su madre a alejarse.
—¿Es realmente mi padre?
Zephyra lanzó una estocada hacia él. Stryker rápidamente la esquivó. Sintiendo el
calor de la hoja, mientras le arañaba la mejilla antes de enterrarse en la pared tras él.
Furioso, fue tras ella.
Medea se giró hacia él con una expresión tan única de Urian que lo sorprendió
completamente.
Urian. Su hijo más preciado. El que había significado todo para él, y en ese
momento supo que Zephyra no estaba mintiendo.
Medea era su hija.
La realidad de eso lo golpeó tan violentamente que casi lo puso de rodillas. Tenía
una hija y estaba viva...
Medea tragó mientras lo estudiaba.
—¿Tú eres Strykerius? ¿El hijo de Apolo?
Stryker asintió.
Ella comenzó a avanzar hacia él pero su madre la agarró del brazo y la obligó a
detenerse.
—No te atrevas a abrazarlo. No después de que nos abandonó.
—¡Yo nunca hice eso! —le gruñó él—. Tú fuiste la que me mentiste y me dijiste que
habías perdido al bebé.
—Porque no quería atarte a mí. Quería que te quedaras porque me amabas. Pero
yo sola no era lo suficientemente buena para ti, ¿no es así? Tú fuiste arrastrándote
hasta tu padre ¿y para qué? ¿Para que él pudiera maldecir a todo aquel que tuviera una
gota de sangre Apólita en sus venas? Te dije en ese momento que tu padre no daba una
mierda por ti. Debiste haberme escuchado.
Ella había tenido razón, pero eso no disculpaba su mentira. Su traición era tan
grande como la de su padre.
—Tú me echaste.
Ella rodó sus ojos.
—Siempre fuiste un idiota.
Kessar rió en voz alta.
—Finalmente, alguien que está de acuerdo conmigo.
Stryker miró al demonio, de cuya presencia se había olvidado por completo.
—¿Por qué estás aquí todavía?
—El entretenimiento que se consigue con esto no tiene medida. Nunca he visto a
una mujer patearle el trasero a un hombre de esta manera.
Apenas había terminado de hablar cuando Medea estiró el brazo.
Algo negro voló de su mano y no fue hasta que se envolvió alrededor de la
garganta de Kessar y le tiró al suelo, que Stryker se dio cuenta de lo que era.
Asfyxen. Boleas, era mucho más pequeña y mucho más mortífera.
Medea caminó hacia el demonio como una verdadera guerrera. Agarró una de las
bolas que eran del tamaño de pelotas de golf negras y tiró del demonio hacia ella
mientras este luchaba por respirar, tratando de aflojar el cable que lo estrangulaba.
—Nunca subestimes a una mujer, demonio. En este mundo, nosotras mandamos.
Stryker sintió un escalofrío bajar por su columna vertebral. Ella era Urian...
Sólo que en versión femenina.
No podía estar más orgulloso.
Empujando a Kessar lejos de ella, retiró el cable del cuello con un elegante
movimiento.
—La próxima vez, piensa antes de perder la cabeza.
Los ojos de Kessar brillaban de ira.
—Tú y yo, bebé, vamos a bailar otra vez. Cualquiera de estos días.
Ella guardó el asfyxen bajo su manga.
—Yo pondré la música.
Kessar desapareció.
Medea se giró para mirarlos con una sonrisa satisfecha.
Stryker ocultó su diversión.
—Supongo que sabes que es el más peligroso de su especie.
—Él no es nada contra ella —le dijo Zephyra con orgullo—. Medea tiene poderes
que no podrías entender. Que no son de tu incumbencia.
Antes de Stryker pudiera abrir la boca para responder, ella lo noqueó. Vio
estrellas un instante antes de que la oscuridad se apoderara de él.
Zephyra sacó una daga de la bota, mientras se arrodillaba en el suelo al lado de
Stryker, con la intención de matarlo.
Pero, cuando estaba a punto de apuñalarlo, Medea capturó su muñeca.
—¿Qué estás haciendo?
La determinada mirada de Medea se encontró con la suya.
—Es mi padre. ¿Podría por lo menos hablar con él, antes de que lo mates?
Zephyra dio un bufido.
—Tu padre es un idiota, cariño. Tómalo de alguien que solía dormir con él. No te
estás perdiendo nada, y si no me dejas matarlo ahora, sólo va a ser para que tú lo mates
más adelante.
—Entonces déjame hacerlo más adelante. Quiero tener por lo menos cinco
minutos con él.
Zephyra liberó la mano del duro agarre de Medea.
—No seas ridícula. Artemisa lo quiere muerto. Si no fuera por ella, tú y yo no
estaríamos aquí. Tu padre —dijo escupiendo las palabras— nos abandonó.
—Ya lo sé. Me lo has dicho tantas veces que está permanentemente grabado en mi
cerebro. Sin embargo, él es una parte de mí y me gustaría despedirme.
—Realmente necesitas dejar de ver Oprah. Eres una niña abandonada. Actúa como
tal.
En un rápido y elegante movimiento Medea arrebató la daga de su mano y la
presionó contra la garganta de Zephyra.
—Tienes razón, mamá. Levántate y retrocede. Estoy tomando custodia de él.
Zephyra sonrió orgullosamente. Luego desarmó a su hija.
—Sólo recuerda, cariño, si bien puedes dominar demonios, no me dominas a mí. —
Inclinó la cabeza hacia abajo mientras sentía que sus ojos de daimon se ponían de un
vibrante color naranja.
Stryker se despertó con un profundo dolor atravesándole la cabeza. Durante un
momento no pudo recordar que había sucedido para causarlo. Pero cuando abrió los
ojos para encontrarse encadenado a una pared, se aclaró totalmente.
Furioso, se puso en pie y tiró de la delgada cadena que lo sujetaba a una argolla de
acero en la pared. Tenía bandas en cada muñeca y tobillo y aunque tenía libertad de
movimientos, no podía ir lejos.
Pero esto era infinitamente mejor que el hombre que estaba encadenado a la
pared frente a él. Alto y delgado, se veía igual a alguien que había sido obligado a
atravesar el infierno. Literalmente.
El sucio y enmarañado cabello castaño oscuro le caía por delante de los hombros.
Completamente desnudo, su cuerpo estaba cubierto de heridas y signos de mordiscos.
El hecho de que fueran visibles a través de los espesos tatuajes tribales negros que
marcaban su torso, brazos y muslos, sólo atestiguaban cuan profundos y viciosos eran.
Al contrario que Stryker, él estaba sujeto de pie, con los brazos estirados por encima de
la cabeza. Su cara de finos huesos estaba cubierta por una espesa y descuidada barba.
—¿Qué mierda te hicieron a ti?
El hombre se rió cuando giró las manos en las cadenas que sostenían sus muñecas
e inclinó la cabeza contra el muro para mirar a Stryker quien contuvo la respiración
ante la visión de sus ojos amarillos rodeados por una tenue banda de rojo sangre.
—Se alimentan de mí. Supongo que tú eres el segundo plato.
—No eres ni Daimon ni Apolita. No ganan nada alimentándose de ti.
Él se rió con amargura.
—Dile eso a ellos.
Stryker frunció el ceño cuando notó la delgada línea negra que rodeaba la
garganta del hombre. Era un collar de contención de algún tipo.
—¿Qué eres tú?
—Soy miseria.
No lo dudaba. El hombre había tenido más que su parte de ello.
—¿Tienes nombre?
—Jared.
—Yo soy…
—Strykerius pero prefieres Stryker. Odias a la diosa a la que sirves y buscas matar
a su único hijo y clamar venganza sobre el antiguo humano que mató a tu hermana.
Stryker se congeló cuando la criatura desveló sus planes.
—¿Cómo lo sabes?
—Lo sé todo. Siento cada latido del universo. Oigo cada grito de piedad y siento
cada lágrima de dolor.
Y le estaba asustando hasta sacarle toda la mierda de encima.
—Lo siento —dijo Jared—. Le hago eso a todo el mundo.
—¿Qué?
—Asustarlos.
—¿Puedes oír mis pensamientos?
“Los oí, antes de que los tuvieras”. Esta vez, no habló. Su voz era alta y clara en la
mente de Stryker.
—Mantente lejos de mi cabeza.
Jared le dedicó una insultante sonrisa.
—Créeme, me encantaría. Está llena de mierda. Pero estás demasiado cerca
físicamente de mí para bloquearlo. —Golpeó su cabeza contra el muro de piedra—. El
dolor es la única manera de mantener tus pensamientos fuera de mi cabeza.
—¿Es por eso que te golpean?
Él le dedicó una fría mirada.
—Mayormente lo hacen para divertirse.
Stryker honestamente sintió pena por la criatura, quien había estado en absoluta
agonía. Había algo en él que le parecía familiar y aún así no podía situarlo.
—¿Cuánto tiempo te han mantenido aquí?
Jared dejó escapar un cansado suspiro.
—Viene Medea.
Las palabras apenas habían salido de sus labios cuando la puerta se abrió para
mostrarla. Vestida con una blusa roja y jeans, era hermosa.
Un padre no podía pedir una hija más perfecta.
Una más cariñosa quizás, pero no una más hermosa.
Su mirada se dirigió a Jared, donde la simpatía apareció por un instante, pero
rápidamente se ocultó tras un muro de estoicismo. La expresión de Jared, sin embargo,
era enojada y desafiante.
Ella giró su atención a Stryker.
—Siento lo de tu actual posición.
Jared se burló.
—Síp, ella es como una canasta llena de simpatía. Sólo hace falta que me mires
para que sepas que tan profunda es.
—Cállate.
Un bozal de cuero apareció en la mitad inferior de su cara.
Jared gruñó mientras trataba de liberarse de sus cadenas para quitarse el bozal,
pero era inútil. Sus músculos se abultaban mientras luchaba contra sus ataduras.
—¿Eso es realmente necesario? —preguntó Stryker a su hija.
Ella ignoró los gritos de Jared y la pregunta de Stryker.
—Deberías estar más preocupado por tu propio bienestar.
—¿Por qué? ¿Tienes la intención de matarme?
—Estoy segura que Matera lo va a hacer en la primera oportunidad que se le
presente.
—Entonces, ¿por qué estoy aquí?
Cruzando los brazos sobre su pecho, levantó sus hombros despreocupadamente.
—Por curiosidad. Quería entender de donde vienen mis poderes y la mejor forma
de canalizarlos. Sé que no vienen de mi madre... Ella es psíquica, pero no tiene la
capacidad de convocar las cosas como yo puedo.
Sus palabras lo intrigaron. ¿Cuáles eran exactamente los poderes de su hija? ¿Y
qué tipo de cosas podía convocar?
“A mí”. Escuchó la voz de Jared en su cabeza.
Medea se giró hacia Jared y envió un rayo contra su pecho.
Él siseó de dolor mientras un círculo negro ardía y quemaba su carne. Su cuerpo
entero se tensó.
—Mantente fuera de esto.
Stryker apretó los dientes cuando una solitaria y roja lágrima resbaló por la
mejilla de Jared. Era extraño que llorara sangre. Stryker nunca había oído hablar de
una criatura como él. Pero independientemente de lo que fuera, Jared no se merecía
esto.
Stryker miró a su hija.
—Sabes, pese a la sangre fría que tengo, nunca he disfrutado de la tortura. O bien
mátalo o déjalo ir.
Ella sacudió la cabeza.
—Mi madre nunca permitiría eso.
—Entonces déjalo en paz.
—Realmente no te gusta la tortura, ¿verdad?
—No, no me gusta. Una cosa es golpear por ira, otra es causar agonía por gusto. Soy
un soldado, no un cobarde.
—¿Me estas llamando cobarde?
Miró a Jared, quien jadeaba para soportar el agonizante dolor de su herida. Su
pecho todavía estaba ardiendo mientras el rayo seguía quemado su piel.
—Siempre debes dar a tu oponente una oportunidad de defenderse. Dejar que el
mejor luchador gane, y si no eres tú, morir con dignidad.
Ella le frunció el ceño antes de girarse hacia su otro prisionero.
—¿Jared? ¿Me está mintiendo? —Ella levantó la mano y el bozal de cuero
desapareció.
—No —dijo, su voz tensa y débil—. Él vive bajo un espantoso código moral.
La criatura y sus poderes intrigaban a Stryker.
—¿Qué es él? ¿Tu detector de mentiras personal?
Ella le dio una débil sonrisa.
—Algo así.
Jared se burló.
—¿Por qué no le dices la verdad? Que yo soy tu perro al que mantienes
encadenado para que no se mee en tu alfombra.
Ella levantó la mano nuevamente y el bozal regresó para cubrir su boca.
—¿Por qué me provocas de esta manera?
Jared peleó contra sus restricciones mientras gritaba algo indescifrable.
Su fortaleza era admirable. Stryker incluso se percató del respeto que había en los
ojos de su hija hacia la criatura.
—Voy a suponer que vosotros, mis queridos enamorados, siempre peleais de esta
manera —le dijo Stryker.
Ella gruñó.
—Yo no peleo con él en absoluto. Es simplemente una herramienta de uso.
—¿Cómo lo usas?
Ella no respondió.
—Matera dice que debería dejarla que te matara por abandonarnos.
—¿Pero?
—Quiero entender cómo es que pudiste dejar a la mujer que amaste y nunca mirar
hacia atrás o lamentarlo. Encuentro ese tipo de egoísmo incomprensible.
Stryker se congeló mientras su acusación lo hería profundamente. ¿No se
arrepentía? Había lamentado la pérdida de Zephyra todos los días de su vida.
Pero había sido criado con la creencia de que el deber estaba antes que el amor.
Siempre.
Su padre le había ordenado que se divorciara de Zephyra y se casase con una
sacerdotisa, para cumplir con el destino que había planeado para él y él lo había hecho.
No, no era sólo eso. Zephyra había hecho de todo, menos patearlo fuera de su casa
cuando Apolo le dijo lo que pensaba de ella y de su humilde nacimiento.
—¿La hija de un pescador casada con el hijo de un dios?
—¿Estás loco? Hay putas en abundancia para ti, Strykerius. No te salvé de la
masacre para ver que te casas con esto y engendres niños inservibles de bajo
patrimonio genético.
Stryker debería haber defendido a Zephyra. Lo había sabido en ese momento. Sin
embargo, con sólo catorce años, aunque una edad aceptable para el matrimonio en el
mundo antiguo, aun había tenido miedo del poder de su padre. Temeroso de
decepcionar al dios que había significado el mundo para él.
—¿Entonces? —Le exigió Medea—. Respóndeme. ¿Por qué nos dejaste?
Stryker endureció su expresión. Ya no era un miedoso jovencito. Era un general de
once mil años.
—No respondo ante nadie, y maldita sea sí me justifico ante mi hija. Lo que pasó en
ese entonces es entre tu madre y yo.
—¿Estás dispuesto a morir entonces?
—Soy un guerrero, Medea. Acepté la muerte como inevitable en el momento en
que levanté mi primera espada para luchar. Maté a mi propio hijo porque me traicionó.
Parece de alguna manera apropiado que mi hija me mate por hacerle lo mismo. Mi
único arrepentimiento es no llegar a conocer a la hija que es tan similar a mí, que
podría ejecutarme rápidamente sin vacilaciones o pesar.
Ella levantó el brazo. Stryker esperaba que lo matara.
En lugar de ello, las cadenas que lo sostenían se soltaron de sus muñecas y tobillos.
—Ven conmigo.
Stryker la siguió mientras un nuevo plan se formaba en su mente.
Poco sabía ella, él no era un dócil cachorro dispuesto a ser comandado por
cualquier persona.
Cuando llegó a la puerta, se volvió para ver Jared colgando débilmente de sus
cadenas, el bozal firmemente colocado sobre sus labios. Una ola de simpatía lo recorrió.
“No sientas lástima por mí, Stryker. Yo no escogí estar aquí”.
Esas ominosas palabras hicieron eco en su cabeza, mientras seguía a Medea fuera
de la habitación y ella cerraba la puerta, impidiéndole ver a Jared.
—¿Es un prisionero?
—No, es un regalo.
—¿Un regalo?
Ella asintió sin dar más explicaciones.
—¿De quién?
Ella abrió una puerta y lo guió dentro de una fría y austera habitación.
—No hablamos de los detalles de la presencia de Jared aquí. Nunca.
Tal vez...
Medea empezó a caminar por el pasillo. Ahora que Stryker estaba fuera de la
habitación, sintió como sus poderes regresaban. Esa habitación debía de tener alguna
especie de encantamiento. Ahora que ya no estaba ahí...
Fortalecido, corrió hacia su hija y la agarró por detrás.
Con los ojos sumamente abiertos, ella gimió.
—Soy un líder, pequeña. No sigo a nadie. —Ajustando su agarre, la transportó
fuera del edificio y de vuelta a Kalosis.

No hay comentarios:

Publicar un comentario