Syn la contempló con total estupor por su petición. ¿Realmente quiso decirlo? Solo una mirada a sus ojos le dijo que era sincera.
No... Estoy soñando. O drogado.
Daño cerebral.
Algo está pasando porque yo definitivamente no oí lo que creo que oí.
No había manera de que Shahara Dagan le pidiera a un pedazo de mierda como él que hiciera el amor con ella. Eso sólo sucedería en las alucinaciones producidas por su ebriedad.
Estás borracho.
Sí, pero no tan borracho.
—Confío en ti para ahuyentar el miedo —dijo ella suavemente, acariciando un mechón de pelo de su oreja—. Muéstrame, Syn. Muéstrame lo que significa no tener miedo.
Eso fue suficiente incluso para desembriagarle. Su cuerpo reaccionaba en respuesta. Y antes de que pudiera discutir o escuchar a su conciencia en la cabeza, se levantó y la cogió en sus brazos. Reclamó sus labios una vez más.
Llevándola a la habitación en un tiempo récord, la colocó suavemente en la cama. Mientras la miraba a los ojos, quedó impresionado por su belleza.
Nunca antes había estado con una mujer como ella. Todas sus antiguas amantes habían conocido a muchos hombres antes que él. Pero Shahara era técnicamente una virgen.
Ella fue tomada, pero nunca había amado.
Su boca se secó con el pensamiento. ¿Quién era él para poseerla?
—¿Syn? —preguntó Shahara vacilante, mientras le observaba. La tristeza oscureció sus ojos y parecía como si él, el hombre que no temía a nada, le tuviera miedo. Ella extendió su mano y cogió la suya, entonces tiró hasta sentarlo a su lado—. ¿Estás bien?
—Necesito un trago.
Ella se rió de su irregular susurro.
—Te necesito.
Él estudió sus palabras un instante antes de reclamar sus labios con un hambriento beso que le dijo lo mucho que la necesitaba también.
Shahara tembló con su contacto y el conocimiento de que este hombre que no necesitaba a nadie, la necesitara a ella. Su cuerpo estaba ardía por las fuertes sensaciones que la recorrían. Le tocó su pelo suelto y el rostro, maravillándose por su primitiva fuerza masculina.
Por todo lo que él había pasado...
Y todavía estaba vivo y entero. Era un sobreviviente como ella.
No una rata, sino un lobo que luchaba por proteger su guarida y a los que les importaban.
Esta noche, ella quería cuidar de él.
Odiando la barrera de su camisa, se la sacó fuera de los pantalones y deslizó sus manos por debajo sobre los apretados músculos de su pecho, con cuidado de no lastimar sus costillas vendadas. Escalofríos se extendieron por su piel y sintió sus pezones endurecerse bajo sus palmas.
Syn regó besos bajando por la columna de su garganta y en ese instante ella pensó que se desmayaría de puro placer. Él la apoyó de espaldas contra el suave colchón. Sus sentidos se agitaron, deleitándose con su toque.
Hasta que él cambió de posición y ella sintió su bulto contra el muslo mientras la atrapaba contra la cama.
Syn la sintió tensarse debajo de él. Retrocediendo, vio el pánico parpadeando en sus ojos. Era su peso, se percató. Ella debía sentirse atrapada debajo, como sin duda lo había estado por su atacante.
Moviéndose a su lado, trató de imaginar lo difícil que debió ser para una mujer con su fuerza y autoestima encontrarse a sí misma débil e inútil contra alguien mucho más grande. Él sabía por experiencia propia lo terrible que era. Hasta el día de hoy, odiaba sentirse inmovilizado, y si alguien lo sujetaba a la fuerza por el cuello...
Se enfurecía de la peor manera.
—Lo siento —susurró él, deseando poder arrancar el corazón del bastardo que la atacó, por herirla tanto.
Ella parecía avergonzada hasta que él volvió a besarla. Cuando se apartó de nuevo, vio el deseo arder profundamente en sus dorados ojos.
Esa mirada lo dejó perplejo. ¿Por qué quería ella estar con algo tan sucio como él? De todos los hombres en el universo, ¿por qué una mujer como ella quería dormir con un ladrón que no tenía ningún futuro y el más sangriento de los pasados?
Desafiaba a su comprensión.
De repente, sus dedos comenzaron a acariciar su pecho y todos sus pensamientos lógicos desaparecieron. Todo en lo que podía centrar su atención era en el acalorado deseo que se extendía por cada fibra de su ser.
Rodando hacia un lado, tiró de ella encima de él, enterró sus manos en su cabello y besó sus labios.
Shahara le sonrió por su nueva posición, deleitándose con la sensación de sus estrechas caderas entre sus piernas. Era malvado y dulce. Algo así como él.
El pensamiento la hizo sonreír. Dulce... una palabra que realmente no encajaba con el depredador que sabía que él podía ser y sin embargo, no había otra manera de describir como la trataba. Y eso le hizo apreciarlo aún más.
Ella deslizó su camisa sobre su cabeza y se deleitó con la visión de él debajo. Sus ojos líquidos, él la miró con una expresión tan tierna que la dejó sin aliento.
Una sonrisa se dibujó en los labios de él, mostrándole su hoyuelo mientras alcazaba el medallón fuera de su camisa. Su cálida mano descansando entre sus pechos mientras lo estudiaba.
—¿Quieres que te lo devuelva?
Él sacudió la cabeza.
—Se ve mucho mejor colgando entre tus pechos.
Syn lo soltó, a continuación, ahuecó sus nalgas. Levantándose, le mordisqueó el cuello. Shahara gritó de placer. Nunca antes había sentido nada tan maravilloso.
—Ah, espera —gruñó él, yaciendo recostado contra el colchón con una mueca feroz—. Olvidé quitarme las botas.
Mordiéndose los labios, ella se deslizó hacia un lado. Él se incorporó y rápidamente se quitó las botas, y las arrojó al suelo.
Shahara se movió detrás de él. Apoyándose contra su musculosa espalda, le rodeó con sus brazos alrededor de su cintura e inspiró el aroma de su piel. Gah, se sentía increíble. Todo lo que quería hacer era aferrarse a él.
Syn gimió por el íntimo contacto de sus pechos contra su espalda, sus manos extendidas a través de sus pectorales. Dioses, que se mantuviera así para siempre...
—Puedes hacer esto toda la noche.
Para el resto de mi vida...
Shahara le retiró el pelo de su cuello hacia atrás y dejó un tierno beso a la derecha en el nacimiento de su cabello, mientras tocaba el vendaje que había envuelto alrededor de sus costillas más temprano. Luego, su mandíbula. Y su hoyuelo.
—Yo podría hacer esto —susurró ella, atrapando el lóbulo de su oreja entre los dientes.
Él se quedó abruptamente sin aliento.
Ella se deleitó en su poder sobre él. Embriagada de ello, encontró el coraje para deslizar sus manos sobre las suaves líneas de su piel desnuda, sobre el vendaje y hacia la línea de bello que partía de su ombligo hasta desaparecer en sus pantalones. Desatando los lazos, sumergió la mano más abajo, en el espeso valle de rizos hasta que encontró lo que buscaba.
Tan pronto como ella le tocó, Syn echó su cabeza hacia atrás con tanta fuerza que chocó con su frente.
—¡Ay! —replicó ella, alejándose de un salto.
Frotando la parte de atrás de su cabeza, él se volvió.
—Lo siento mucho, no esperaba que hicieras eso. Quiero decir, me alegro de que lo hicieras... deseaba que lo hicieras... pero no lo esperaba.
Su nerviosismo la hizo sonreír. Así que él podía perder la compostura. ¿Quién lo diría?
Pero no era cuando estaba bajo ataque o peleando. Era una mano tierna lo que lo dejaba fuera de combate de forma apropiada. Ella archivó ese conocimiento para el futuro.
—Está bien —le sonrió a pesar de que aún estaba viendo algunas estrellas—. Creo que voy a vivir.
Con una maliciosa sonrisa, Syn la acercó y comenzó a besarle la frente, donde accidentalmente la había golpeado.
Ella gimió de placer.
—Definitivamente me estoy sintiendo mejor.
Él le desabrochó su camisa y trazó un camino de besos hacia sus pechos. Ella se mordió los labios mientras su lengua le daba un golpecito en el tenso pico de su pezón.
—Creo que acabo de pasar de largo lo mejor y he llegado directamente a la gran categoría.
Él le pellizcó juguetonamente.
—¿Quieres probar el éxtasis?
Ella arqueó una ceja.
—¿Quieres decir que mejorará?
—Sólo espera.
Él se alejó para quitarse los pantalones.
La boca de Shahara se secó por el deseo y el pánico mezclados en su interior. Syn era magnífico. Y aterrador. Su corazón golpeaba con fuerza mientras consideraba la evidencia de su atracción por ella.
Estoy a punto de tener sexo...
Yo.
Tragó saliva y luchó contra el impulso de correr hacia la puerta. Así era. Ella no podía echarse atrás, y en el fondo, admitió que irse era lo último que quería hacer.
No, ella era fuerte. Quería esto.
Ella le quería.
Syn regresó a la cama. Vacilante, movió sus manos a la apertura de su camisa.
—¿Puedo?
Calentada por su pregunta, asintió.
Él se la quitó y la dejó desnuda a su mirada. Un escalofrío corrió por su columna mientras el aire fresco rozaba su piel desnuda. Se sentía terriblemente vulnerable y tímida.
Entonces Syn estaba allí, abrazándola. Una vez más él se dio la vuelta, colocándola sobre su pecho.
—Eres tan hermosa —susurró él, deslizando sus manos sobre ella.
El calor ruborizó sus mejillas cuando ella se inclinó para reclamar sus labios. Rastrilló su pelo, deleitándose en los hilos de seda que se deslizaron a través de sus dedos, cuando su propio pelo cayó en cascada hacia delante envolviéndose alrededor de ellos como una oscura cortina.
Él deslizó sus manos bajando por su espalda hacia sus nalgas. El fuego corría por sus venas y una dolorosa palpitación comenzó a borrar los recuerdos de la brutalidad de Gaelin.
A pesar de que una parte de ella estaba asustada, sabía que él era el único hombre que no le haría daño.
Y le ansiaba de una forma inimaginable.
Syn cerró los ojos mientras saboreaba su cuerpo. Nunca le había hecho el amor a una mujer que supiera algo sobre él. Al menos nada más allá de las mentiras que le hubiera dicho.
Pero Shahara había mirado en el abismo de su alma y vio al monstruo que se ocultaba ahí. Y no había corrido.
¿Por qué?
¿Qué la hizo capaz de ver al hombre cuando nadie más lo había hecho? En este momento, él le daría cualquier cosa.
Incluso su vida.
Estoy perdido.
Perdido de una manera que nunca había estado antes. Ni siquiera con Mara. Shahara le hizo querer ser algo más que un ladrón borracho y un asesino a sueldo.
Ella le hizo querer ser un héroe…
Echándose hacia atrás, miró sus ojos dilatados y vio el intenso placer en su cara. Y mientras la observaba, se dio cuenta de la verdad.
No estoy perdido. Me ha encontrado.
Ella lo había sacado de la oscuridad de su pasado y lo había introducido en una luz que nunca imagino que existiera. Aquí, en este momento, él entendió la intimidad de una manera que nunca había conocido antes.
Shahara lo conocía. Ella sabía de los horrores de su pasado. Las degradaciones y humillaciones que había sufrido, y aún estaba con él por voluntad propia. Cerrando sus ojos, saboreó la sensación de sus dedos contra su mejilla. Él cubrió su mano con la suya y se maravilló de cómo un toque tan suave podía ponerlo de rodillas.
Los golpes los podrían soportar. Pero era la suave mano de una mujer lo que realmente podría acabar con él.
¿Cómo era posible?
Soy un tonto.
Pero sólo por ella.
Shahara vaciló cuando vio la mirada de preocupación en su rostro.
—¿Pasa algo?
Él negó con la cabeza.
—No, en absoluto.
—Entonces, ¿por qué estás tan serio?
Syn se quedó sin aliento cuando su suave cadera rozó su polla y su cuerpo estalló con el placer. Por un momento, pensó que realmente podría correrse, pero se mordió los labios lo suficientemente duro para asegurarse de que el dolor retrasara su liberación.
Cuando finalmente pudo volver a hablar, su voz sonó ronca.
—No está dirigido a ti, amor. Simplemente estoy tratando de no avergonzarme a mí mismo.
—¿Cómo?
Él se rió al darse cuenta de que para una mujer que conocía su rumbo en el universo y podía manejar al más mortífero de los criminales, Shahara era terriblemente ingenua.
—¿Alguna vez has oído la expresión, las damas primero?
—Sí.
—Bueno, es más cierto en la cama que en ningún otro lugar.
—No lo entiendo.
Él la besó en la frente que estaba arrugada por la confusión.
—Confía en mí, dulzura, estás a punto de descubrirlo.
Shahara estaba completamente desconcertada, hasta que él frotó su mano contra la parte de ella que estaba en llamas. Se estremeció cuando sus dedos la acariciaron. Por un momento, se paralizó por lo bien que se sentía. Nunca había experimentado algo así.
Su mirada fija enlazó la de ella mientras él se giraba y se colocaba entre sus piernas. Una oleada de vergüenza la golpeó, pero antes de que pudiera moverse, él se deslizó en la cama hasta que fue capaz de sumergir su cabeza y tomarla en la boca.
Echando la cabeza hacia atrás, ella gritó por el puro éxtasis de lo que su lengua estaba haciendo.
—¿Syn? —jadeó ella.
Él le contestó raspando suavemente su barba contra su hendidura.
Un fuerte temblor la sacudió mientras él la lamía e incitaba hasta que su cuerpo estalló en el placer más increíble que jamás hubiera conocido.
Syn gruñó al sentir y degustar su orgasmo. Levantó la vista y se enorgulleció en el hecho de que le había dado algo que nadie más pudo. Con su respiración entrecortada, se deslizó hasta ponerse a su lado y acariciarle el pecho.
Shahara se quedó atontada, mientras Syn atraía su cuerpo sobre él y la besaba en los labios.
Él le mordisqueaba y bromeaba con ella.
—¿Te gustó eso?
Ella le mordió la barbilla.
—Ni siquiera un poco. Fue completamente horrible.
Él se rió de su sarcástico comentario. A continuación sus ojos se oscurecieron, mientras deslizaba su mano por su espalda, a la cadera.
—¿Estás lista para lo que sigue?
Él en su interior.
Mordiéndose los labios, ella se sintió abrumada por su bondad.
Porque él sabía exactamente lo que le habían quitado. A él también le habían robado su inocencia.
—Estoy lista.
Su mirada mantuvo la suya mientras levantaba sus caderas y la penetraba lentamente. Shahara se quedó sin aliento por el grosor anormal de su cuerpo llenándola. No dolió, pero no era precisamente cómodo.
—¿Estás bien? —Preguntó él, todo su cuerpo tenso.
Ella asintió.
Él ahuecó su cara entre sus manos.
—Está bien, amor. Ahora depende completamente de ti. Tú marcas el ritmo y yo lo seguiré.
—No lo entiendo.
Él levantó sus caderas, conduciéndose aún más profundamente en su interior. Ella se quedó sin aliento cuando una ola de intenso placer le atravesó el cuerpo. Lentamente, él le mostró el ritmo.
Syn observó cómo ella asumía el control y encontraba el ritmo más cómodo. Él le miró con los ojos entornados, sorprendido por su espíritu y pasión.
Este es el tipo de mujer que un hombre sueña mantener en su vida. El tipo de mujer que lucha por él defendiéndolo hasta el final.
Si tan sólo hubiera podido ser alguien diferente. Alguien que la mereciera.
Shahara se deleitó con su tacto, mientras él deslizaba su mano hacia abajo para acariciar su hendidura, ella se movía contra él. Ladeando su cabeza, saboreó la brutal sensación de su cuerpo dentro de ella y la dulce satisfacción que la azotó con cada embestida, con cada golpe.
De repente, olvidó todo el miedo que la había perseguido la mayor parte de su vida. Syn liberó la parte que había sido encerrada y ella quiso reírse por el triunfo. Ola tras ola de burbujeante felicidad surgió, hasta que estuvo segura de que no podría contener su risa.
Pero eso probablemente no sería una buena idea mientras estuviera haciendo el amor con él. Syn podría malinterpretar el origen de su humor.
Así que en lugar de eso, se inclinó y lo besó.
Él dejó de moverse y, antes de que pudiera terminar su beso, la recostó de espaldas contra el colchón.
Él abandonó sus labios cerniéndose sobre ella. En su vacilación, lo miró a los ojos y vio que estaba esperando asegurarse de que estaba bien. Ella sonrió, y de nuevo él la penetró y asumió el control de su juego.
El corazón de Syn se aceleró cuando ella clavó sus uñas profundamente en la piel de su espalda. Nunca en su vida se había sentido así. Ella no era alguna conocida que apenas veía, era una mujer de quien cuidaba, una mujer que había protegido. Una mujer que había luchado por él. Y la unión de sus cuerpos le dio más placer de lo que había creído posible.
Por primera vez en su vida, se sintió como si le importara a alguien. Que tal vez, sólo tal vez, la gente no tiene que utilizarse una a la otra.
Tal vez Shahara tuviera razón. Tal vez la vida era mejor que su cínico punto de vista.
Shahara vio el cambio en sus ojos y, si no lo conociera, casi podría jurar que vio brillar el amor hacia ella. Pero eso era ridículo. Él no la amaba. Él sólo estaba haciendo lo que le había pedido que hiciera.
Enseñándole que este acto no era algo que temer.
Syn gruñó en su oreja y luego enterró su cabeza en su cuello. Sonriendo, ella enlazó sus piernas y brazos a su alrededor mientras él aceleraba el ritmo. Un millar de llamas oscilantes bailaron por su cuerpo, cada una ardiendo más caliente que la anterior, mientras arqueaba su espalda atrayéndolo profundamente para aliviar el nuevo dolor que comenzaba a palpitar en su interior.
Ella apretó sus dientes necesitando la liberación, y cuando finalmente llegó, gritó de alivio. Apretó su agarre sobre él, mientras Syn continuaba impulsando su éxtasis hasta que ella estuvo dispuesta a pedirle clemencia.
Lo sintió estremecerse. Luego, al igual que ella finalmente comenzó a recuperar el control.
Él la sostuvo cerca hasta quedar totalmente agotado.
—Creo que acabo de morir —susurró él en su oído.
Apartándole su húmedo cabello de la frente, ella se echó a reír. Él la levantó y besó con ternura.
Cuando empezó a alejarse, ella se sacudió y siseó.
—¿Qué? —preguntó él, con el ceño fruncido por la preocupación.
—Mi pelo —dijo ella con voz entrecortada—. Estás... encima... mi pelo.
—Lo siento —él suavemente sacó las hebras de debajo de su cuerpo, luego se trasladó fuera de la cama y al cuarto de baño.
Shahara se frotó la escocedura de la cabeza mientras esperaba su regreso.
Después de unos minutos, regresó con una toalla caliente.
—¿Estás lastimada? —se volvió a subir en la cama.
—No.
Y ese hecho la sorprendió al recordar cuánto había sido lastimada físicamente después del ataque de Gaelin. Apenas había sido capaz de caminar y su cuerpo le había dolido durante toda una semana.
Pero ahora no hubo dolor. Todo lo que sentía era un placer indescriptible.
Él sonrió y retiró las sábanas. Suavemente, frotó el paño entre sus piernas, limpiando toda evidencia de su reclamación.
Mientras su mano la acariciaba, la atrajo hacia sí para otro beso. Shahara cerró los ojos, saboreando la sensación de su lengua mientras seguía incitándola. ¿Por qué había tenido miedo de esto?
Pero entonces lo supo. Otros hombres no habrían sido tan amables o comprensivos. Con un suspiro de satisfacción, decidió que esto no era tan malo después de todo.
Hasta que él se retiró otra vez.
—Tienes que dejar de hacer eso —refunfuñó ella.
La cama se sentía terriblemente fría sin él.
Él regresó unos minutos más tarde con su vino.
—¿Quieres un poco?
Ella tomó el vaso y bebió un sorbo mientras se reunía con ella. El sabor dulce y seco rodó a través de su lengua y disfrutó del lujo. Normalmente no bebía.
Uno, no quería que sus sentidos se adormecieran en el caso de que necesitara salir a trabajar de forma inesperada y dos, que no podía permitírselo.
Pero esto... esto era realmente bueno.
Syn amontonó las almohadas detrás de sí y volvió a recostarse. Dándole el vino, Shahara apoyó su mejilla contra su pecho para poder escuchar los latidos de su corazón. Mientras él le acariciaba suavemente el cabello, ella jugueteó con su venda.
—¿Estás bien? No te hice daño, ¿verdad?
Él se rió de su pregunta.
—Definitivamente no. Pero ahora que hemos terminado... recuerdo por qué me emborraché.
—¿Necesitas algún medicamento para el dolor?
Él negó con la cabeza.
—He tomado demasiado alcohol para eso.
Ella estaba perpleja por su elección.
—¿No hubiera sido más fácil tomar medicamentos que emborracharse?
—Sí, pero funciono mejor con la botella. Los medicamentos desordenan mis reflejos y hacen arrastrarse mi culo. Estoy tan acostumbrado a estar borracho que lo único que hace es adormecer el dolor.
Ella puso sus ojos en blanco.
—Estás tan lleno de mierda.
Él parecía ofendido.
—Sé que desafía la lógica, pero te aseguro que el alcohol no tiene efecto sobre mi tiempo de reacción. Tampoco afectaba a mi padre. Algún extraño defecto genético.
Sí, era raro. Negándose a pensar en eso, ella puso su cabeza sobre su hombro.
—Gracias, a propósito.
—Soy yo quien debe agradecértelo.
Ella pellizcó la carne de su brazo antes de levantar la vista.
—Sí, debes, ahora que pienso en ello.
Él sonrió y la felicidad en sus ojos trajo una repentina ola de culpabilidad y el dolor a su pecho.
¿Qué haría él cuando se enterara de su misión?
Matarte completamente.
Su garganta se secó repentinamente apartando a la fuerza ese pensamiento. Lo que le estaba haciendo estaba mal, pero no podría dejarlo ahora. Eso significaría su vida y las de sus hermanos si lo hiciera.
Sin embargo, mientras ella yacía con él, estaba empezando a creer que cualquier cosa podría ocurrir y tal vez, sólo tal vez, podría conseguir pasar a través de todo esto sin herirle aún más.
Tal vez le pueda ayudar...
Después de todo, él era inocente y, como seax, estaba obligada a ayudar a ponerlo en libertad. Haces que suene tan fácil. Sabía que no lo sería. Pero tenía que encontrar alguna manera de ayudarlo. Él se lo merecía.
Solo que no sabía cómo. Todavía. Pero, de alguna manera, en cierta forma, iba a averiguarlo.
Eso esperaba.
Él frunció el ceño.
—¿Qué estás pensando?
—¿Qué quieres decir? —respondió ella evasivamente.
—Simplemente se te veía tan seria de repente. Me preguntaba por qué.
—Oh —ella reclinó su cabeza sobre su hombro mientras preparaba la mentira que necesitaba—. Estaba pensando en mi hermano y hermanas. Nunca antes había pasado tanto tiempo sin hablar con ellos.
Bueno, era sólo una mentira parcial. Ella realmente se preocupaba por ellos.
Él terminó el vino antes de hablar de nuevo.
—Debe ser agradable.
—¿El qué? ¿Preocuparse por mis locos hermanos y los problemas que podrían traerme?
Ella nunca había pensado en eso como particularmente agradable.
Él dejó el vaso vacío en la mesita de noche.
—Tener a alguien preocupándose por ti cuando te vas. Saber que si algo te sucediera, realmente se acongojarían y no estarían a la espera de que tu testamento sea leído.
Un nudo se formó en su garganta, mientras pensaba en la soledad que componía su vida. No obstante, por lo general ella también estaba sola, incluso con su familia rodeándola, porque no la veían realmente. Sólo veían a su hermana mayor.
Para ellos era incapaz de ser una persona. Su única función era ayudarlos cuando lo necesitaban, para consolar sus lágrimas y animarles cuando la vida les daba una patada en el trasero. Nunca pensaron sus hermanas que ella pudiera necesitar ayuda. Que no le gustara estar sola y ser responsable todo el tiempo. Y mientras Caillen se fijaba mejor de lo que ellas lo hacían, todavía se apoyaba en ella como un hijo.
Esto hizo que se preguntara qué tipo de soledad era peor. O tal vez la respuesta no fuera ni una ni la otra. Ambos tenían con sus propios problemas y dolencias.
Syn se dio la vuelta y alcanzó la mesita de noche. Cogió un mando a distancia para apagar las luces.
—Gracias por una gran noche, Shahara —susurró él, acariciando su cabello—. Ahora tengo que dormir un poco o mañana seré aún más inútil.
—No eres inútil, Syn —dijo ella, pero él ya estaba profundamente dormido.
Ella estaba en el refugio de sus brazos y escuchó su lenta, constante respiración. Al cerrar sus ojos, dejó que sus pensamientos navegaran al pasado y a todas las veces que había soñado con tener un momento como este. Un hombre en quien pudiera confiar que la abrazaría sin causarle dolor. Ni en sus más locas fantasías habría soñado que el hombre que finalmente la abrazaría sería un convicto buscado con un pasado tan violento que era una burla de cualquier historia de terror que jamás hubiera escuchado.
Sin embargo, aquí estaba, y para su completo asombro, nunca se había sentido más segura.
Sí, la vida era extraña y estaba mal, pero esta noche...
Esta noche, con sus brazos rodeándola y su aliento cosquilleando su piel desnuda, todo parecía correcto.
Syn se despertó con un sobresalto, los sentidos alerta. Shahara se dio la vuelta y cubrió con una deliciosa y larga pierna sus muslos, endureciéndolo instantáneamente mientras sus senos se apretaban contra su brazo. Su íntimo contacto lo distrajo hasta que escuchó otro ruido.
Alguien estaba fuera de su oficina, buscando a tientas la secuencia de bloqueo. Lo que provocó que la sangre regresara urgentemente a su cabeza.
Apartándose de Shahara sin despertarla, alcanzó sus pantalones y se los puso. Abrió el pequeño cajón de su mesita de noche y sacó un blaster, y luego fue a ver a su intruso.
Como la rata que la gente lo llamaba, se movió silenciosamente cruzando la habitación hasta que presionó los controles de la puerta. Ésta se abrió mostrándole a un sorprendido amigo.
Caillen estaba al otro lado con un gesto perplejo.
—¿Qué haces? —Él hizo un gesto a la pistola en la mano de Syn—¿Vas a la guerra?
Syn bajó el Blaster.
—No sabía quien estaba rascando alrededor de mi puerta. Sonaba como alguien contra quien podría querer disparar.
—Sí, supongo que nunca se es demasiado cuidadoso. Pero, Dios, Syn, tienes que aprender a relajarte.
Él entró y empezó a buscar alrededor.
Syn frunció el ceño ante sus acciones. Había un aura extraña rodeándole, algo que nunca había visto antes. Si no lo conociera, pensaría que Caillen estaba nervioso.
—¿Pasa algo?
—Sí. Shahara falta sin previo aviso. Kase fue la última en verla y me dijo que estaba contigo. No la creí hasta que encontré tu chaqueta en casa de Shay. ¿Tienes algo que necesites contarme?
A Syn se le heló la sangre. Estoy tan jodido. ¿Cómo iba a explicarle esto a Caillen? El hombre explotaría, especialmente si se enteraba que ella estaba desnuda en su dormitorio.
Él se dio la vuelta y puso el blaster en el mostrador mientras trataba de pensar en algo que no hiciera que su culo fuera pateado por uno de sus mejores amigos.
—Sí, estaba con ella.
Cuando se enfrentó a Caillen de nuevo, un profundo ceño delineaba su frente.
—¿Qué le pasó a tu espalda? ¿Te arañó de nuevo una lorina?
Syn observó como emergía el reconocimiento en el rostro de su amigo. La furia deformó sus rasgos un instante antes que Caillen corriera al dormitorio.
—Puedo explicarlo —dijo Syn tras él.
Después de abrir la puerta, Caillen permaneció de pie en el umbral, con el rostro completamente blanco.
Syn miró de Caillen a Shahara, que todavía estaba durmiendo de espaldas a ellos. Y aunque las sábanas cubrían su cuerpo, estaban colocadas de tal manera que cualquiera podría darse cuenta que estaba desnuda.
—¡Cabrón! —gritó Caillen un instante antes de volverse y apartar a Syn de un empujón.
—No es lo que piensas.
Realmente lo era, pero…
Caillen le alcanzó con un gancho derecho en su mejilla izquierda. Cogido con la defensa baja, Syn se tambaleó hacia atrás, con el rostro punzando por el golpe.
Cuando Caillen retrocedió para otro puñetazo, Syn atrapó su brazo y se lo torció tras su espalda.
—¡Maldita sea, escúchame!
—¡Voy a matarte, pedazo de mierda! —Gritó Caillen—. ¿Me oyes, ladrón? ¡Voy a arrancarte el corazón y hacértelo tragar!
Shahara se sentó en la cama, sujetando la sábana para cubrir su cuerpo. Con sus sentidos aturdidos, ella le frunció el ceño a Syn.
—¿Qué estás haciendo? Suelta a Caillen.
Sin pensarlo, Syn obedeció. Caillen se dio la vuelta y lo derrumbó al suelo, y luego se sentó sobre su pecho. Syn bloqueaba sus golpes, pero no podía desalojar su peso.
—¡Basta! —Shahara salió de la cama y cogió a Caillen por la oreja. Ella tiró de él a sus pies.
Él maldijo, pero, para total sorpresa de Syn, no la golpeó por su agarre.
—¡Suéltame, no soy un niño!
—Entonces deja de actuar como uno —ella continuó agarrándolo por la oreja hasta que lo arrastró a una distancia segura—. ¿Qué crees que estás haciendo?
Con su rostro oscurecido, Caillen gruñó entre sus apretados dientes.
—Voy a matarlo por violarte.
Shahara provocó su suposición. Mirando a Syn que ahora estaba de pie, vio el daño en su rostro.
—Él no me violó, matón. Gah, ¿eres completamente estúpido? —ella soltó su oreja.
Caillen se volvió hacia ella con aturdida incredulidad.
—¿Quieres decir que tú te acostaste con él? ¿Por elección?
—No es que sea asunto tuyo, pero sí, lo hice.
Aún más rabia oscureció su frente y Shahara se preguntó por su origen.
—¿Cómo pudiste hacer tal cosa, Trisa? ¿Cómo has podido meterte en la cama con un vulgar ladrón? —él la miró de arriba abajo como si estuviera sucia—. ¿Cómo pudiste abrirte de piernas voluntariamente para un convicto? Dios mío, pensé que eras mejor que eso.
Frunciendo los labios con repugnancia, Caillen le dio una última mirada despectiva a Syn y entonces abandonó la habitación.
Shahara comenzó a seguir a su hermano, pero una mirada a Syn, y todos los pensamientos de calmar a Caillen dejaron de existir. Él parecía un niño perdido, desconcertado y herido. De repente, se dio cuenta de lo que las palabras de Caillen debieron haber significado para él.
—Syn —ella se movió para tocar su brazo—. No quiso decir eso.
Syn simplemente clavó los ojos en ella con su mirada embotada. Caillen lo había querido decir completamente. Después de todos estos años, finalmente supo por qué Caillen lo había mantenido lejos de sus hermanas. No era porque fuera su protector.
Caillen pensaba que él era basura y no quería ensuciar a sus preciosas hermanas con su presencia.
¿Cómo has podido meterte en la cama con un vulgar ladrón?
Durante todo este tiempo se había engañado a sí mismo con la creencia de que Caillen era en realidad su amigo, que su pasado no le importaba. Ahora sabía la verdad. Caillen, como todos los demás en su vida, lo había utilizado.
Dioses, era tan tonto.
—¿Syn?
Él la miró y se encontró con su preocupación. Frunciendo los labios, decidió que había terminado con eso. Él no necesita su compasión y sin duda alguna no la necesitaba a ella. Al infierno con todos ellos.
—No me toques —gruñó cuando ella levantó su mano hacia su cara—. Vete con tu hermano.
Él tiene tu devoción, yo no. Él nunca había tenido el cariño de nadie, a excepción de Talia, y ella le había abandonado por su padre.
Con ese pensamiento, empezó a ponerse el resto de su ropa. Muy bien, no necesitaba a nadie. Había vivido solo toda su vida. Estaba acostumbrado a ello.
Limpiaría su nombre para que ella pudiera volver a su vida y entonces él se desvanecería. Exonerando su nombre les daría incluso dinero por su rescate. Luego no le debería ni a ella ni a Caillen una maldita cosa.
Ella lo siguió, mientras iba en busca de sus botas.
—Syn, ¿hablarías conmigo, por favor?
Él se sentó en el borde de la cama y sacudió con fuerza sus botas.
—¿Qué quieres que diga?
—Caillen estaba molesto, ya sabes cómo se pone cuando está enfadado. Escupe todo tipo de estupideces. Se calmará y lo lamentara más tarde. Ya lo verás.
Él frunció los labios.
—No seas condescendiente conmigo. No soy idiota. Él quiso decir cada palabra.
Shahara quiso discutir, pero se dio cuenta que Syn podría tener razón. Ella no sabía realmente cuanto quiso decir Caillen. Pero si esos eran sus verdaderos sentimientos, después de todo lo que Syn había hecho por él, le daba vergüenza reclamar a Caillen como familia.
¿Cómo pudo su hermano herir así a Syn?
¿O peor aún, utilizarlo? Si él había estado usando a Syn todo este tiempo por su dinero, ella se comprometería a hacer a Caillen pagar caro por ello. Lo había educado mejor que eso. Esperaba algo mejor de él.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó ella cuando Syn amarró su blaster a sus estrechas caderas.
—Me preparo para salir.
—¿Adónde vas? —por un momento, temió que fuera tras Caillen para terminar su pelea.
Se volvió hacia ella con un gruñido.
—Tras el maldito mapa, ¿recuerdas? —Él se retiró el cabello de la cara, asegurándolo con una banda negra—. Tú te quedas aquí y yo volveré más tarde.
Algo en su interior le dijo que si él la dejaba, nunca volvería. Shahara había aprendido hace mucho tiempo a escuchar esa voz interior. Corrió al baño y rápidamente sacó su ropa de la secadora.
Una vez vestida, se encontró a Syn en su oficina cerca de su escritorio.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó él, mirándola de arriba abajo.
—Me voy contigo.
—Claro que no.
—Claro que no, nada —ella se puso cara a cara con él—. Me voy contigo y no puedes detenerme.
Syn quería estrangularla, incluso más de lo que quería darle una buena paliza a su hermano.
—Es demasiado peligroso para dos. Quédate aquí, donde es seguro.
Shahara arqueó una ceja enfadada.
—Creo que no. Empecé esto contigo y, por Dios, voy a terminarlo. Y lo último que necesito es un tipo demasiado machista que me diga que no asuma mi responsabilidad. Si puedo sacarte de la cárcel, patear el culo de todos los que han venido por nosotros hasta ahora, entonces creo que estoy capacitada para robar un mapa de tu apartamento.
Syn apretó los dientes. No la quería cerca. Estaba acostumbrado a trabajar solo y esa era la forma en que le gustaba.
Ignoró la parte de él que se rió con una amarga negativa.
Shahara cogió su mochila del suelo y se la puso por encima de su hombro.
—Está bien, convicto, ¿cuál es el plan?
Con sus dientes todavía apretados, Syn medio pensó golpear su cabeza y dejarla atrás. Pero tan testaruda como era, seguro que iría tras él una vez que se despertara.
Con su suerte, ella conduciría cerca de una docena o más de Rits a él.
Al menos si le acompañaba, podría mantener sus ojos sobre ella y asegurarse de que no hiciera nada estúpido que provocara que los atraparan.
—Está bien, puedes venir. Pero si tan solo estornudas sin mi permiso, te juro que te corto el cuello y corro a esconderme.
En vez de enojarla, sus palabras la hicieron sonreír.
Está tan loca como el resto de su familia.
Pero entonces, ¿eso en qué te convierte?
Un idiota de primer orden que mereces cualquiera cosa que los Rits te hagan.
Syn gruñó por lo bajo, deseando pedir a los dioses no haber nacido nunca. Sin decir palabra, tomó su propia mochila y la condujo a la bahía de aterrizaje y al interior del vientre de una pequeña lanzadera.
Ella dejó caer su mochila en la silla del copiloto.
—¿Por qué estamos usando una lanzadera? —ella tomó asiento en el lugar del navegante.
Él suspiró, preguntándose por qué alguna vez se había involucrado con ella. Era demasiado ingenua para el peligro de su vida.
—Si los Rits vienen tras nosotros, un carguero no tendría oportunidad de escapar y un caza sería demasiado sospechoso. Estoy seguro de que las autoridades tienen en Búsqueda y Captura a cada caza que atraque en cualquier lugar cerca de Broma. Por lo tanto, estamos relegados a una lanzadera.
Dicho esto, él tomó el timón y los lanzó.
Una vez que estuvieron seguros y con las coordenadas programadas en su consola de mandos, Syn cogió su mochila de la silla a su lado y la dejó caer en el regazo de ella.
Ella levantó la vista con una expresión de desconcierto.
Abriéndolo, él comenzó a sacar distintos artículos.
—Esto —él sostuvo en alto una negra capucha de tela— es parte de tu traje. Lo enganchas de esta manera—. Se la puso y le mostró como sujetar los pequeños ganchos de metal alrededor del borde de la capucha al cuello de su camisa—. La capucha te protegerá de cualquier infrarrojo o detector biológico que pudieran utilizar durante la exploración.
—¿Hablas en serio?
—Mortalmente —dijo él en voz baja—. Si saco mi capucha por cualquier motivo, lo entiendas o no, haces lo mismo de inmediato y la mantienes puesta.
A Syn se le hizo un nudo en la garganta cuando las puntas de sus dedos rozaron su mano. Ella tomó la capucha de su puño. Durante varios segundos, no pudo hacer nada más que mirarla, deseando cosas que sabía que nunca podría tener.
Soy un idiota total.
Él se aclaró la garganta, obligándose a terminar sus instrucciones. Vio como ella sujetaba la capucha y entonces la comprobó para asegurarse que lo había hecho correctamente.
—Bien —después sacó varios explosivos.
Shahara inclinó la cabeza.
—Encubrimiento de humo, de gas anestésico, y una bomba ligera —ella tocaba cada tipo de envase, mientras los nombraba.
—Muy bien —el volvió a guardar su equipo y se aseguró que su bastón estaba en su bolsillo—. Ahora quítate el blaster y ponlo dentro de tu mochila.
—¿Perdón? —preguntó ella incrédula.
—Hazlo.
Shahara se erizó ante su severa orden. Nunca había aceptado una orden sin luchar.
—¿Por qué?
Él respiró profundamente como si necesitara paciencia.
—Si la luz le da a tu blaster plateado, la reflejará en el cañón. ¿Por qué diablos crees que el mío es negro? Además, la manera de llevar el blaster, dejándolo demasiado holgado pudiendo golpearlo contra algo, alertaría a nuestros enemigos de donde estamos. Algo que sería muy malo.
Shahara entornó su mirada ante su sarcasmo.
—¿Hay alguna otra cosa que haga mal, ya que estás en ello?
Una parte de su cólera se disipó.
—No está mal para lo que haces, pero en mi línea de trabajo, va a hacer que te maten.
Suspirando ante la dura realidad de su mundo, ella depositó su capucha al alcance de la mano y rezó para que esta vez todo fuera más fácil para ellos.
Syn continuó con sus advertencias.
—También debes recordar que si las autoridades tienen el equipo adecuado, el combustible dentro de tu blaster será detectado en sus escáneres.
Eso era algo que nunca había escuchado antes. Maldición, la tecnología cambiaba más rápidamente de lo que ella pudiera seguirla.
—¿Cómo es eso posible?
—La mayoría de los cargadores de blaster están recubiertos con trissem para permitir a los fabricantes y proveedores identificar su mercancía. Hace aproximadamente un año, las autoridades sacaron un escáner que puede recoger el trissem y detectar un arma oculta.
—Pero, ¿cómo poniéndolo en la mochila…
—La mochila está cubierta con deluva. Hasta la fecha, no hay escáner que pueda traspasarlo. En tanto que las tengamos, estaremos relativamente a salvo.
¿Qué hacía él? ¿Quedarse levantado todas las noches investigando todo esto? Ella desabrochó su blaster e hizo como él le había ordenado.
—Eres hábil en esto.
—Sí, bueno, en la calle la esperanza de vida de un ladrón es de sólo veintidós años y estoy haciendo mi mejor esfuerzo para duplicarlo.
Ella se estremeció por sus palabras.
—¿No puedes hablar en serio? Incluso los asesinos de La Liga tienen una esperanza de vida más larga que eso.
Él se volvió hacia ella encarándola, con sus rasgos completamente estoicos.
—Los asesinos tienen una residencia de la sede con sus aliados. Un ladrón no tiene a nadie en quien confiar. Estás tan expuesto a un cliente como lo estás a un matón. O a un competidor. Créeme, llevo múltiples cicatrices de ellos tres.
Shahara tomó asiento y pensó en sus palabras. Nunca antes había considerado cuanto peligro corría una vida. Era aterrador. Al menos como una rastreadora sólo tenía que preocuparse por conseguir sus objetivos. Mientras competía con otros por sus misiones, los rastreadores no se mataban unos a otros.
—Sin embargo, confiaste en Digger, Nykyrian, Darling y las Madres.
—También confiaba en Caillen.
Un nudo quemó su garganta. ¿La odiaba Syn por las palabras de su hermano?
—Lo siento mucho, Syn.
Él no dijo nada cuando se volvió a los controles.
Durante varios minutos, Shahara continuó en su asiento, observándole pasar los datos a través del ordenador. La luz de la consola titilaba a través de las hermosas líneas de su rostro. Desesperadamente, quiso abrazarlo y sostenerlo con fuerza, pero él se mantenía tan rígido que tuvo miedo de siquiera intentarlo.
Una luz comenzó a parpadear. Syn se recostó y la miró, luego la golpeó con su dedo.
Él se detuvo.
—¿Qué fue eso? —preguntó ella, repentinamente ansiosa.
—Una luz de mal funcionamiento.
—Oh.
Ambos guardaron silencio mientras Shahara se preguntaba acerca de sus pensamientos. ¿Él alguna vez perdonaría a Caillen por lo que le había dicho?
¿Podría ella?
Las palabras de su hermano habían sido duras y si ella tuviera la suerte de tener un amigo como Syn, nunca lo traicionaría.
Su estómago se revolvió y consideró la ironía de la vida. Lo que Caillen le había dicho no era tan malo como lo que ella le estaba haciendo.
¿Qué voy a hacer?
Syn la vigilaba con el rabillo del ojo mientras seguía poniendo a prueba diferentes escenarios con el simulador del ordenador. Estaba sentada con las piernas cruzadas mientras distraídamente retorcía un dedo en su pelo caoba.
Él suspiró. Esta no era la forma en que hubiera querido que saliera la mañana. Había querido pasar las horas abrazándola, explorando su cuerpo, y en lugar de eso se dirigía directamente hacia el suicidio con una resaca y una furia tan cruda en la garganta que podía probar el ácido.
Maldito seas, Caillen.
Pero entonces, ¿qué tenía realmente importancia? Debería haberlo pensado mejor antes de tener esperanzas para nada. ¿Cuántas veces habría que intentar algo y ver como todo su duro trabajo se derrumbaba a su alrededor?
Bueno, esta vez, había aprendido su lección. Shahara sólo estaba experimentando el síndrome del nimbo. Era bastante común. Infierno, él había impartido una serie de clases a los internos acerca de ello, cuando había sido médico. Él había salvado su vida y cuidado de ella por lo que, naturalmente, lo miraba como su ángel guardián y se había engañado a sí misma con entusiasmo. Pero una vez que todo estaba terminado, poco a poco ella había recuperado sus sentidos y vio lo que él era en realidad.
Un ladrón de poca monta.
Y ella era una rastreadora, un seax nada menos.
Nunca habían nacido dos personas más incompatibles. Incluso la esperanza de un momento más en sus brazos era una completa locura.
No, él tenía que guardar la distancia. Por el bien de ambos.
Cerrando los ojos trató de desterrar el dolor que se apoderó de él sobre la idea de dejarla ir. Ella no te pertenece. Lo que significa que estas sólo. ¿Por qué luchas contra ello?
Porque todo lo que en realidad quería en esta vida era una persona que le dijera Te quiero, y lo hiciera en serio. Sólo un humano que permaneciera con él costara lo que costara.
Cómo maldecía tales pensamientos. Le habían torturado todas las noches de su vida.
No más. Él había terminado con todo eso.
Al diablo con el amor y al infierno con la gente. Él no necesitaba ni uno ni otro.
Tan pronto como pudiera, se desharía de ella y eso sería todo. Y si a su corazón y alma no le gustaba, entonces ambos podían irse al infierno y asarse. Había tenido muchas decepciones en los últimos años y, en este momento en su vida, estaba acostumbrado a su amargo sabor.
Él había terminado definitivamente con ella.
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