Angelia utilizó sus poderes para vestirlos mientras se preparaba a sí misma para que
Fury la lanzase a los Litarians para su cena.
En vez de eso, él se levantó de la cama con un aura tan mortal que le dio escalofríos.
—No sé qué crees que estás haciendo aquí trepador de árboles, pero no eres
bienvenido en la casa de mi hermano con esa actitud y ese tono. —Él bajó la mirada a la
cabeza sobre el suelo—, Y condenadamente seguro que no tirarás la basura en presencia
de mi compañera.
—Hemos rastreado su esencia hasta aquí.
Fury le dedicó una siniestra sonrisa.
—¿Y la has olido en mi habitación?
Uno de los leones se movió para agarrar a Fury. Más rápido de lo que ella podía
parpadear, él se apartó del león y entonces lo estampó contra la pared. Con fuerza.
—Realmente no quieres provocarme. —Gruñó Fury, estampando su cabeza en la
pared—. No soy una gacela en la sabana, gilipollas. Tendré tu garganta más rápido de lo
que conseguiste la cabeza del chacal.
Dió un paso hacia Paris.
—Nosotros somos cuatro y tú uno.
—Dos, —corrigió Angelia, cortándole desde Fury—, y la única cosa más mortal que
un lobo es su compañera cuando él es amenazado.
Paris se acercó a ella. El oteó el aire a su alrededor mientras la miraba atentamente.
—¿Es ella? —preguntó uno de los otros leones.
—No, —dijo él con disgusto—. Perdimos el olor.
El se volvió hacia Fury.
—Esto no se ha acabado, Lobo. No nos detendremos hasta estar satisfechos. Si
encuentro a la zorra responsable, me daré un banquete con sus entrañas.
Fury empujó el león que sostenía a Paris.
—No sois bienvenidos aquí. De veras. Largaos.
Paris dejó escapar un fiero gruñido antes de que se desvanecieran.
—Y llévate tu asquerosa cabeza de trofeo contigo —gruñó Fury cuando la lanzó al
portal con ellos de modo que fuese a donde quisiera que fueran ellos.
Angelia dejó escapar un lento suspiro de alivio.
—¿Qué ha sucedido? ¿Cómo es que no captaron mi olor?
Fury se encogió de hombros.
—El único poder que he desarrollado es la habilidad de enmascarar mi esencia.
Desde que ahora soy parte de ti, fui capaz de enmascarar la tuya también.
—¡Eso es por lo que no hueles igual que un Kataggari!
Él incline la cabeza ante ella en un sarcástico saludo.
Pero eso trajo otra pregunta a su mente.
—¿Cómo es que Dare descubrió acerca de tu forma base si él no puede olerte?
Fury apartó la mirada cuando el dolor lo atravesó. Hasta este día, la traición de
aquello le laceraba el alma.
Angelia posó su mano sobre su mejilla donde él había apretado con fuerza los
dientes.
—Dímelo.
El no sabía por qué confiaba en ella cuando iba en contra de su naturaleza. Pero antes
de que pudiera detenerse, la verdad prorrumpió.
—Fuimos atacados en el bosque por un grupo de mercenarios humanos. Ellos
dispararon una flecha. Dare no la había visto, pero yo sí. Lo empujé apartándolo del
camino y la recibí por él.
Ella se estremeció cuando entendió lo que había sucedido.
—El dolor te hizo cambiar de forma.
Fury asintió.
—Él lo supo tan pronto como caí al suelo. Intenté detenerlo antes de que alcanzara el
pueblo, pero para el tiempo en que llegué allí, mi madre ya había sido alertada.
Ella recordaba el resto con increíble claridad. Había oído el griterío y había ido al hall
principal donde todos ellos se habían reunido. Fury había estado sangrando, pero todavía
estaba en forma humana.
Dare lo había empujado a su madre.
—Es un jodido Lobo, Mamá. Míralo.
Bryani había agarrado a Fury del pelo.
—Dime la verdad. ¿Eres Katagari?
La mirada de Fury había ido a la de Angelia. El dolor, la vergüenza y el tormento
habían brillado profundamente en sus ojos. Pero era la mirada suplicante que había allí la
que le había robado el corazón. Él había estado rogándole en silencio que se quedara con
él.
—¡Respóndeme! —exigió su madre.
—Soy un lobo.
Ellos se habían vuelto sobre él con una venganza tan fiera que descubrió que era
difícil de creer que ella hubiese tomado parte en ello. Pero allí, en ese momento…
Fue una completa estúpida.
—¿Confiarás en mi otra vez? —le preguntó.
El tomó su palma marcada en sus manos.
—¿Tengo otra opción?
—Sí, la tienes. Esto sólo quiere decir que podré llevar a tus hijos. No tiene nada que
ver con nuestros corazones.
Fury suspiró. No, no lo tenía. Sus padres se habían odiado el uno al otro. Incluso
ahora todo lo que querían era planear cada uno la muerte del otro.
—Si puedes dejar a un lado tu odio por los de mi clase, estoy dispuesto a olvidar el
pasado.
Angelia miró alrededor de la habitación.
—Tendré que vivir aquí en tu época, ¿no?
—¿Realmente crees que puedes volver a casa llevando la marca de un Katagari?
Él tenía razón. Ellos la destruirían.
Fury se alejó de ella.
—Tienes tres semanas para decidir si puedes vivir conmigo.
—No necesito tres semanas, Fury. Estoy de acuerdo en quedarme contigo, y así lo
haré. Incluso me vincularé contigo.
La rabia brilló en sus ojos ante la sugerencia.
—No, no lo harás. Tengo demasiados enemigos que me quieren muertos. No
vincularé tu fuerza vital a la mía. Es demasiado peligroso.
Ella se rió.
—¿Tú tienes enemigos? ¿Y que se supone que es esa tessera de leones que acaba de
marcharse? ¿Detrás de quiénes van? —Ella ahuecó su cara en las manos—. Tú y yo ya
deberíamos haber tenido una vida juntos. Permití que mi estupidez nos robara
cuatrocientos años. No quiero perder otro minuto sin estar contigo.
—No sentías eso hace veinticuatro horas.
—Tienes razón. Pero tú me has abierto los ojos. Lo que Dare está intentando hacer
está mal. No puedo creer que yo haya arruinado la vida de ese pobre león. Dios, como
desearía poder regresar y empujar a Dare cuando el disparó el arma de modo que hubiese
fallado.
La cara de Fury palideció.
—¿Dare mató a un león desarmado?
—No, ese fue el chacal. Dare le disparó al que vivió.
—¿Y tu parte en todo esto?
—La estúpida observadora que pensó que iba a hacer del mundo un lugar seguro
para otras niñas de modo que no tuvieran que ver como se comían a su familia. No me dí
cuenta de que estaba luchando para los monstruos y no contra ellos.
Fury suspiró.
—Dare no es un monstruo. Él es sólo un inseguro gilipollas que quiere que su madre
lo quiera.
—¿Y qué hay de ti?
—Yo fui un inseguro gilipollas que sabía que nunca podría acercarse demasiado a su
madre por temor a que ella oliera el lobo en él y lo matara.
Ella lo atrajo a sus brazos y lo besó en los labios.
—Emparéjate conmigo, Fury.
—Eres una cosita mandona, ¿no?
—Sólo cuando hay algo que quiero —ella miró a la cama—¿No deberíamos
desnudarnos?
Él puso sus manos sobre sus brazos y la hizo retroceder.
—Primero tenemos que solucionar esto. Quiero asegurarme que te estás emparejando
conmigo por elección y no por miedo.
—¿Crees que soy lo bastante corta para no conocer la diferencia?
—Yo soy el único que ha estado seguro de tus motivos.
Porque él todavía no confiaba en ella. Lo triste era que, no podía culparle.
—Muy bien entonces. ¿Cómo hacemos para acabar con esto?
—Creo que tengo una idea.
Angelia se sentó escaleras abajo con Fang olisqueando su mano.
—No es de extrañar que estuviese actuando tan extraño. El bastardo se ha
emparejado.
—¡Fang! —chasqueó Bride—. Deja a la pobre mujer sola, o al menos felicítala.
—¿Sobre qué? Ser atado a Fury a mí me parece igual que una pesadilla.
Hubo un tiempo en el que Angelia habría estado de acuerdo. Extraño que no lo
hiciera.
—Tu hermano es un maravilloso lobo.
Bride sonrió aprobadoramente.
—Así que, ¿Dónde está el adorable lobo, de todas formas?
—Dijo que iba a ver a un amigo para hablarle acerca de los leones que perdieron mi
rastro.
La cara de Fang palideció.
—¿Qué? —preguntó Angelia, asustada inmediatamente por su reacción.
—Fury no tiene amigos.
¿Por qué le había mentido? Queridos dioses, ¿Qué estaba haciendo?
—¿Dónde está?
La pregunta apenas abandonó sus labios antes de que Vane apareciera. Él la miró
antes de volverse a Fang. Te necesito en el Omegrion. Ahora.
Fang frunció el ceño.
—¿Qué está pasando?
—Fury se ha convertido a sí mismo en el único que se cargó al león.
Angélia se puso en pie.
—¡¿Qué?!
—¡Ya me has oído! Estúpido idiota. He sido convocado por Savitar quien me pidió
que trajera algún testigo que pueda testificar en su inocencia.
Fang maldijo.
—¿Dónde estaba él cuando sucedió esto?
—No lo sé.
Fang se puso en pie.
—Vamos.
Ellos se dispusieron a marcharse.
—No os olvidéis de mí. —Angelia se movió para quedarse ante Vane.
Vane vaciló.
Fang le dedicó una extraña mirada.
—Ella es su compañera, V. Déjala venir.
Asintiendo, él la llevó con ellos a la isla de Savitar y entró en la cámara donde el
Omegrion se reunía y decidía las leyes que gobernaban a todos los licántropos. Toda su
vida, Angelia había oído historias acerca de ese lugar. Nunca había pensado que lo vería.
Aquí los Regis, un representante de cada rama Katagaria y Arcadian, se encontraban.
Para ella era asombroso que no lucharan. Pero claro, eso era por lo que Savitar estaba allí.
Más parecido a un árbitro, Savitar sostenía el destino final de todos ellos en sus
manos. El único problema era que nadie sabía realmente que era Savitar. O incluso de
donde había venido.
—¿Dónde está Fury? —preguntó Vane.
—No lo sé.
—¿Están todos los miembros aquí?
Él escaneó el grupo.
—Todos excepto Fury.
Andes de que ella pudiera hacer otra pregunta, sintió una ruptura de poder tras de sí.
Volviéndose, encontró un increíblemente maravilloso hombre allí. Al menos de 2.7 metros,
tenía el pelo largo oscuro y barba de chivo. Vestido en ropas de surf, la miró con
suspicacia.
—¿Tienes tu testigo, Lobo? —le preguntó a Vane.
—Lo tengo.
—Entonces procedamos. —Él caminó pasando la mesa redonda donde se sentaban
los miembros del Omegrion al trono que estaba puesto a parte.
—¿Savitar? —preguntó Vane.
Él asintió.
Diablos. Él era aterrador.
Savitar dejó escapar un largo, exasperado suspiro.
—Sé que todo el mundo que está aquí quiere irse a donde quiera que sea. Creedme.
Yo también. Pero para aquellos de vosotros que halláis vivido bajo una roca…—él miró al
Regis Halcón Arcadio y vaciló—, de acuerdo, algunos de vosotros los hacéis, lo cual es por
lo que tengo que explicarlo. Parece que algunos de nuestros buenos Arcadios han creado y
ahora utilizado un arma que puede quitaros vuestras habilidades sobrenaturales y
encerraros en vuestra forma base.
Varios miembros jadearon con fuerza.
Savitar asintió.
—Yeah. Apesta. Hace dos días, un par de bastardos decidió ir de caza. Yo tengo la
cabeza de dos de las cuatro personas responsables —él indicó al león a su izquierda—. La
familia de la víctima quiere los otros dos. Muertos. Pero torturados primero. Puedo
respetar eso.
—¿Vamos a cazar? —preguntó Nicolette Peltier.
—No. Parece que uno de esos responsables ha decidido entregarse. Él clama que
asesinó a los cuatro miembros y no quiere huir.
—¿Dónde está? —exigió el hermano de Paris.
—Espera tu turno, León, o llevaré las cuencas de tus ojos como adorno. El león se
calló inmediatamente.
Savitar chasqueó los dedos, y Fury apareció encadenado ante su trono.
Angelia empezó a avanzar hacia él, solo para que Vane la detuviera.
Fury masculló doblemente cuando la vio.
—Demonios, Vane, te dije que no…—una mordaza apareció sobre su cara.
Savitar lo fulminó con la mirada.
—La próxima persona o animal que me interrumpa será destripado.
La mirada de Fury estaba anclada en la de ella. No hables, le proyectó él. Puedes volver
a casa y tener tu vida de regreso.
¿Estaba loco?
Ese pensamiento murió cuando vio a Dare aparecer cerca de Fury.
Savitar miró a Dare con desprecio.
—Tenemos un testigo que jura que vio a Fury en el acto. Desde que eso corrobora lo
que dijo Fury, supongo que vuestra votación sobre su destino será más fácil. A menos que
alguien en la sala tenga algo que añadir.
Sasha dio un paso adelante.
—Fury no lo hizo. Él está protegiendo a alguien. Le conozco. Quizás no me guste su
trasero, pero sé que él es inocente. Yo estaba en el Santuario cuando el vio al león y no
sabía nada acerca de esto.
—Es verdad —dijo Nicolette Peltier— yo, también, lo vi. Me dijo que encontraría a
los responsables y los haría pagar.
Savitar se frotó la mandíbula.
—Interesante, ¿no? ¿Qué tienes que decir a eso, Fury?
La mordaza se desvaneció.
—Ellos no son imparciales.
Savitar sacudió la cabeza.
—¿Alguien más es imparcial?
Las lágrimas picaban los ojos de Angelia ante el sacrificio que Fury estaba haciendo.
Pero no podía dejarle hacer eso.
Bajando la mirada, trazó el su símbolo en su palma.
Tendría que haber sido un gran honor para ella ser si compañera y tener a sus hijos.
Si solo pudiera haberlo hecho.
—Fury es inocente, —dijo ella, dando un paso hacia delante—. Él confesó para salvar
a…
—Mí.
Angelia se congeló asombrada cuando Dare se aclaraba la garganta.
—¿Qué fue eso? —preguntó Savitar.
Dare la miró, entonces observó a Fury.
—Yo soy el único que hizo el disparo que mutiló al león. El único que mató al otro
que ya está muerto.
—¿Y los otros?
—Muertos también.
Fury sacudió la cabeza ante Dare.
—¿Por qué estás hacienda esto?
—Porque esto es mi maldad, y me niego a que un animal me enseñe a ser noble.
Jódete.
—Teníamos un trato, —dijo Fury en voz baja.
—Lo estoy alterando —Dare volvió a mirar a Angelia—. Es hora de que por una vez
haga lo correcto por las razones correctas.
Savitar cruzó los brazos sobre el pecho.
—Tenemos otra confesión de Dare Kattalakis. A la de una… a la de dos… ¿Hay más
confesiones en la sala? ¿Alguien más quiere admitir haber disparado a un león? —él se
detuvo—. No lo creo.
Los leones se adelantaron.
—Entonces él es nuestro.
Savitar negó con la cabeza.
—Realmente, él es mío. Lo siento. Vosotros ya habéis tenido las cabezas de dos
Arcadios. Alegraos de que no exija justicia de sus familias. Vamos a dar por hecho que
eran culpables, sin un juicio…
Los leones parecían menos que encantados, pero nadie se atrevió a discutirle.
—En cuanto a ese pequeño juguete que han usado, no os preocupéis. Ya me he
asegurado que el inventor no invente nada más. Tengo a mi gente rastreando el puñado
que vendió y deberíamos tenerlos pronto destruidos. Mientras tanto…
Dare se desvaneció, y los grilletes de Fury se derritieron.
—El Omegrión levanta la sesión.
Los miembros del Concilio se desvanecieron.
A excepción de los lobos y Nicolette. Fury caminó hacia donde estaban sentados. Él le
tendió la mano a Sasha.
—Gracias.
—No hay problema. Y todavía no somos amigos.
Los ojos de Fury brillaron con humor.
—Yeah, capullo, odio tus entrañas. —Él miró a Nicolette—. Fue decente de tu parte,
también, el hablar.
—Todavía estás excluido de mi casa… a menos que estés herido. —ella se
teletransportó fuera.
Fury sacudió la cabeza, entonces la miró a ella. Su humor murió.
—Te ibas a entregar a ti misma para salvarme.
—Te lo dije, Fury. Siempre te guardaré las espaldas.
Él tomó su mano en la de él y entonces besó el dorso de cada una.
—A mi espalda no es donde te quiero.
Ella arqueó una ceja.
—¿No? ¿Dónde me prefieres entonces? —ella esperaba que él dijera bajo él… eso era
lo que un macho Arcadian diría.
Pero él no lo hizo.
—Te quiero a mi lado. Siempre.
—Ugh, —gimoteó Fang—. Lobos, conseguíos una habitación.
Angelia sonrió.
—Eso suena como una gran idea.
Lo siguiente que ella sabía, es que estaban en casa.
Savitar no se movió cuando vio al último de los lobos dejar la sala. En el momento en
que estuvo vacía, sintió un poder surgir cerca de él.
Era Zarek.
—Sasha se fue a casa, Z.
—Yeah, lo sé. Estaba comprobando contigo acerca de nuestra anterior discusión.
—Mis demonios tienen la mayoría de las armas.
—Pero…
—Todavía hay unas pocas ahí fuera.
Zarek maldijo.
—Si Sasha cae en uno de esos, Astrid enloquecerá.
—Créeme, Z, lo sé —Savitar miró más allá hacia el claro horizonte, pero en su
interior, sabía lo mismo que Zarek. Había una tormenta acercándose. Fiera y violenta.
Habían detenido esta escaramuza. Pero no era nada comparado a lo que estaba por
llegar.
Fury estaba tendido en la cama, desnudo, con Angelia sobre él. Sus palmas estaban
todavía presionadas juntas por su ritual de emparejamiento.
—Todavía no puedo creer que fueras a morir para que yo pudiera regresar a casa.
—Yo no puedo creer que fueras a llamarme mentiroso y ocupar mi lugar bajo la
guillotina. La próxima vez que intente salvarte, mujer, mejor que permanezcas a salvo.
Ella se rió, entonces le mordisqueó la barbilla.
—Prometo comportarme, pero sólo con una condición.
—¿Y esa es?
—Que vincules tu fuerza vital a la mía.
Él bufó ante ella.
—¿Por qué es eso tan importante para ti?
Ella tragó el nudo en su garganta.
—¿No lo sabes?
No.
—Porque te amo, Lobo, y no quiero pasar otro día en esta vida sin ti. Donde tú estés,
yo estaré, y cuando tú mueras, moriré también.
Fury la miró incrédulo. En toda su vida, sólo había querido una cosa.
Y Lia se la acaba de dar. Una mujer que pudiera amarle y depender de él.
—Por ti, mi Lady Lobo, haría cualquier cosa.
Angelia sonrió cuando lo sintió ponerse nuevamente duro. Besando su mano, sabía que
esta vez no iban sólo a tener sexo. Esta vez se unirían para toda la eternidad.
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