miércoles, 29 de febrero de 2012

BOF cap 3

La suave presión de los labios de Syn la aturdió. Su beso fue tan ligero, que se sintió como una pluma bailando a través de sus labios, enviando un escalofrío hacia abajo por su columna vertebral.
Un perfume fresco, limpio, de cuero y hombre llenaron su cabeza. Él la rodeaba de calor y, por un momento, Shahara se perdió en la extraña sensación de sus caderas recostándose contra las suyas, su pecho presionando íntimamente contra sus senos. Una pulsación extraña y dolorosa comenzó en el hueco de su estómago y se extendió más abajo.
Ella suspiró cuando una necesidad profundamente enterrada surgió. Ningún hombre jamás le había besado tan tiernamente. La mayoría le agarraban con manos que lastimaban y pellizcaban. Y el último beso que había recibido fue un asalto brutal sobre sus labios que los había dejado ensangrentados, amoratados y doloridos durante semanas.
El beso de Syn era diferente. Sus labios suaves y tiernos contradecían la crueldad de la que ella le sabía capaz.
Cerrando los ojos, inhaló el aroma caliente y viril de él mientras su lengua suavemente exploraba su boca, bailando con la suya delante de sus dientes, mordiendo tiernamente su labio inferior.
Syn cerró sus ojos, saboreando el suculento terciopelo de su boca mientras inhalaba el aroma puro a hembra. Nunca en su vida había saboreado nada tan maravilloso. Tan adictivo.
Ella era dulce y suave. Él soltó sus manos y ahuecó su mejilla. Entonces dejó sus labios y trazó una ruta con su boca abajo de su pómulo.
Shahara tembló cuando sus patillas rasparon suavemente su piel antes de que él acariciara con la nariz la sensible carne de su cuello. Su latido se intensificó cuando los escalofríos se propagaron por todo su cuerpo.
Su cálido aliento cosquilleó en su oído mientras él le susurraba algo poético en una lengua que no podía comprender.
Inesperadamente, sus brazos se envolvieron alrededor de sus hombros, acariciando los marcados músculos que ondeaban bajo la suave seda de su camisa. Su voz sonora y cálida continuó apaciguándola con su idioma extraño, melódico. Calmándola, hipnotizándola.
Ella nunca había imaginado que un hombre le pudiera sujetar sin provocar dolor y ese nuevo conocimiento le asombró.
Syn cambió de posición y ella sintió su dura protuberancia contra su muslo.
Un pánico repentino le sacudió.
En ese instante, Shahara se acordó de sí misma y de por qué había venido. Él no era un hombre tierno y estaba malditamente segura de que tampoco era amable.
Era un asesino cruel.
Siseando, agarró su cola de caballo y lo separó de ella.
¡Vanna sitiara! —le cogió bajo la barbilla con sus uñas.
Su juramento igualó el suyo cuando ella raspó su carne. Llegados a ese punto, no le importaba si él la mataba. Siempre se había rehusado a acostarse con un hombre buscado por violación y asesinato. Eran crueles y abusivos por naturaleza y ella moriría antes de someterse a uno.
Syn agarró sus manos otra vez y las sujetó cerca de su cara. Con su respiración dificultosa, él hizo una mueca en un gruñido feroz.
Valiente, Shahara expresó furiosamente su odio hacia él.
—¡Si me violas, convicto, te arrancaré el corazón del pecho y te lo daré de comer!
La cólera desapareció de su semblante. Sus ojos se volvieron extrañamente opacos como si algo en su pasado le perturbara. Fue como si ella fijara la vista en la cara de una estatua sin ninguna emoción o vida en absoluto.
—Nunca he violado a una mujer, y no tengo intención de empezar ahora.
Una gota de sangre cayó de su cuello donde ella le había arañado y aterrizó en su mejilla. Él clavó los ojos en ésta por un momento antes de mirar de vuelta a sus ojos.
—Voy a soltarte. Si me atacas otra vez, será la última vez que cometas ese error.
El desafío helado en su voz la apaciguó más que sus palabras. Ella no dudaba que le haría lamentar por mucho tiempo cualquier otro movimiento en su contra. Y como Gaelin, él saborearía su tortura. Riéndose de ella mientras lo hacía.
Pero llegaría el momento en que su guardián se descuidaría. Entonces sería suyo y le haría pagar caramente.
Él soltó sus manos y se levantó.
Shahara yació allí por un momento, observándole cautelosa.
Sin apartar su mirada de ella, él recogió la botella del suelo. La agarró tan apretadamente, que sus nudillos se resaltaron agudamente contra el cuero de su guante.
—Adelante, lánzamela.
La sorpresa cruzó sus rasgos antes de que él recobrara su aplomo.
—Debería. Demonios, si tuviera sentido común, te mataría y echaría tu cuerpo en el pozo de fango más cercano.
Shahara alzó la barbilla provocadoramente. Adversarios mucho mejor que él lo habían intentado y fallado.
—¿Entonces por qué no lo haces?
—Tengo un compromiso que mantener.
La inesperada respuesta no le ofreció ningún consuelo. Pero sirvió para debilitar su bravuconería.
Él deslizó su mano bajo su barbilla y maldijo cuando la retiró y vio la sangre en su guante. Le dirigió una mirada de tal animosidad que ella pensó que la podría matar después de todo.
En lugar de eso, él se volvió y se dirigió al cuarto de baño.
Ella se limpió con un paño su sangre de la mejilla y escuchó la salpicadura del agua contra la palangana. Levantándose del suelo, se quedó de pie en el dormitorio, insegura de qué hacer a continuación.
¿Cómo iba a salir de este enredo?
¿Iba a matarla? ¿Y qué le haría antes de quitarle la vida? Las diversas y espantosas posibilidades relampaguearon por su mente, haciéndole temblar.
Con vacilación, caminó hasta la puerta del cuarto de baño que él había dejado medio abierta. Estaba frente al lavabo, limpiando la sangre con una toalla.
—¿Qué vas a hacer conmigo?
Su mano se detuvo bajo su barbilla y él se encontró con su mirada en el espejo.
El odio en su mirada negra le heló hasta su alma.
—No lo sé —él dijo finalmente—. Nunca he tenido a nadie lo suficientemente estúpido como para allanar mi casa.
El insulto hizo hervir su temperamento.
—No soy estúpida.
Su bufido incrédulo le hizo querer cavar su corazón.
—Allanar mi casa no fue exactamente un acto de suma inteligencia. En caso de que no te hayas fijado, no tengo línea terrestre u ordenador aquí, o cualquier otro medio para que te comuniques con alguien en el exterior. No puedes pasar el escáner que corre sobre las puertas y las ventanas a menos que yo lo desactive. ¿Así que dónde te deja eso?
El estómago de Shahara se agitó. Eso la dejaba a su merced y ambos lo sabían.
—No seré tu juguete.
Su mordaz y furiosa mirada rastrilló su cuerpo como si ella fuera la cosa viva más repugnante que existiera.
—No te halagues a ti misma.
Él enjuagó la toalla y la colgó en el toallero a secar, después extrajo un tubo de medicina y comenzó a aplicarlo en los arañazos.
—Me iré hasta mañana. Tienes libertad en este lugar hasta entonces.
Él se volvió y le afrontó, sus ojos perforándole con una frialdad letal.
—Pero te advierto ahora, hay una única cosa en esta vida que aprecio y esa es mi casa. Si le haces el más mínimo roce a mis suelos, me lo cobraré con tu pellejo.
Pese a la amenaza y el hecho que sabía que él lo llevaría a cabo, Shahara estrechó su mirada. No le muestres miedo. Esa era la primera lección que había aprendido como una joven adolescente.
—No recibo órdenes de convictos.
Más rápido de lo que ella podía pestañear, le agarró por la muñeca y la atrajo hacia él con un fuerte agarre. Sus ojos estallaron en un vívido fuego negro, provocando un miedo potente dentro de ella que no había experimentado en mucho, mucho tiempo.
En ese instante, supo que este hombre era capaz de cualquier cosa.
Su agarre se hizo más intenso.
—Ensucia cualquier cosa y te arrojaré a una pandilla de violadores tan rápidamente que incluso ni tendrás tiempo para protestar antes de que te corten la lengua.
Shahara tragó ante el pánico que la amenaza le causó, de una forma en que nada más lo hacía. Ese era su mayor miedo. Con el corazón martilleándole, clavó los ojos en él, reacia a dejarle saber cuánto le asustaba su amenaza.
A pesar de su esfuerzo, tuvo la clara sensación de que aún así él lo sabía.
Ella liberó la muñeca de su fuerte agarre de un tirón. ¿Por qué estaba dispuesto a dejarla en su casa? No tenía sentido.
—¿Qué se supone que haga mientras tú estás ausente?
—Inventa formas para matarme mientras duermo.
El tono indiferente no la confortó en lo más mínimo.
—Tengo ya un gran número de ellas en mente.
Él se encogió de hombros.
—Debería advertirte que si tienes éxito en matarme, nunca saldrás de aquí viva. Te morirás de hambre mucho antes de que alguien me extrañe y se le ocurra venir a ver si estoy bien.
Eso era algo en lo que no había pensado.
—Como si no fuera a morir de hambre de todos modos si me mantienes aquí sin comida —dijo ella sarcásticamente, pensando en los armarios vacíos de la cocina.
Sin una palabra, él cogió sus guantes del mostrador, la pasó de largo y presionó los controles para abrir su armario. Extrajo una chaqueta de cuero negra y se la colocó sobres sus hombros macizos.
—Puedes quedarte con mi cama. Dormiré en el sofá. Si te hace sentir un poco mejor, cierra la puerta del dormitorio.
Dicho eso, salió del cuarto.
Shahara se quedó de pie en shock por sus palabras. En un minuto la amenazaba, al siguiente le ofrecía una relativa seguridad.
¿Qué clase de convicto era?
Antes de que pudiera recuperar sus pensamientos, oyó la puerta principal cerrarse tras él.


Syn reclinó la cabeza hacia atrás contra la puerta cerrada y respiró profundamente para calmar sus hirvientes emociones y sus hormonas. Habían pasado años desde que alguien le dejara tan desconcertado. Siendo un cínico insensible por nacimiento, siempre había podido controlarse, controlar sus emociones.
Pero algo en Shahara se mofaba de su voluntad de hierro.
No sabía lo que andaba mal con él. ¿Cómo podía estar lo suficientemente furioso para matarla, luego darse la vuelta y besarla?
Si no tuviera mejor criterio, juraría que ella usaba realzadores de feromona.
—Estás perdiendo facultades —si a él le quedara una sola neurona cerebral, la esposaría a la cama en lugar de darle libertad en su casa para idear una forma de matarle una vez que regresase.
Pero por otra parte él sabía las razones para esa particular estupidez. Una, que ella era la muy amada hermana de Caillen y él no quería traumatizarla demasiado gravemente y conseguir encima con ello que su amigo nunca le hablara otra vez. Dos, también le recordaba mucho a Talia. La mirada asustada en sus ojos mientras le observaba, esperando que la tirara al suelo y desgarrara sus ropas.
Él no había sido lo suficientemente mayor para proteger a su hermana… un hecho que nunca aceptaría.
Y nunca dañaría a una mujer así. A nadie de hecho. Eso simplemente no estaba en él.
¿Pero qué iba a hacer con ella?
Suspirando, deseó tener una respuesta fácil. Le daría algunas horas a solas. Tal vez entonces ella se calmaría lo suficiente para que él le pudiera hablar sin que intentara arañarle hasta hacerle jirones.
O tal vez debería decirle que era amigo de Caillen…
Sí, vale. A ella probablemente no le importaría. Y considerando el tipo de gente con la que Caillen se asociaba generalmente, sólo le daría otra razón para engañarle. Seguramente lo consideraría un servicio a la comunidad.
No, sería mejor mantener su amistad con su hermano en secreto.
Tal vez por la mañana ella estaría dispuesta a escucharle. Por ahora él tenía un embarque en el que concentrarse y sus legales negocios comerciales.


Shahara apoyó la cabeza hacia atrás, dejando al agua caliente deslizarse contra su cuerpo. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que tuvo una ducha caliente…
Y esta era el cielo.
En su piso, tenía la suerte de tener agua tibia, incluso en verano.
Tenía que estar loca para ducharse cuando debería estar preparando su escape, pero cuando había registrado su casa, la tentación fue demasiado para ella. Además, Syn le había dicho que estaría ausente por la noche, así que tenía horas para trazar la forma de volver a casa. Por tan sólo unos minutos, iba a permitirse el placer.
Sintiéndose mejor y con pensamientos más claros, dejó la ducha, asió la toalla larga y esponjosa de la barra y se secó el agua de la cara. Jadeó cuando se dio cuenta que el aroma de almizcle en la toalla olía justo como Syn.
Apretó los dientes con ira y tiró la ofensiva toalla al suelo. Sin importar lo bien que pudiera oler o verse, Syn era un presidiario con un pasado muy violento. Nunca debía olvidar eso.
Justo cuando se agachó para recoger su ropa interior del piso, la puerta del cuarto de baño se abrió.
Horrorizada, se enderezó y miró fijamente hacia un par de hermosos ojos, anchos y oscuros.


Syn se congeló en seco mientras todo el aliento dejaba su cuerpo como si fuera un bobalicón al que le hubieran dado un puñetazo. No podía haber estado más sorprendido si hubiera abierto la puerta y encontrado a una enorme Lorina esperando para devorarlo.
Por otra parte, tenía que admitir que prefería la vista del culo bien redondeado de Shahara saludándole.
Ella se puso de pie en toda su desnuda gloria, su piel pálida reluciente de diminutas gotas de agua. Su cabello caoba se aferraba a su cuerpo, chorreando gotas sobre el suelo. Y una particularmente atractiva, larga hebra estaba enroscada alrededor de su seno derecho.
Oooh maldición…
Tal como había sospechado, sus músculos estaban tensos y bien tonificados, y sus pechos tenían el tamaño perfecto para la mano de un hombre.
Por su cuenta, su mirada descendió al triángulo de caoba en el vértice de sus muslos y…
Su lengua se volvió terriblemente gruesa, y él esperó que no colgara en el suelo.
O peor, que babeara.
Shahara no podía moverse. Los ojos oscuros y predatorios la hipnotizaban como una serpiente. Él se quedó tan quieto que podría haber sido una estatua.
Sólo que no lo era.
Era un hombre, de carne y hueso. Y mientras lo miraba, una apreciativa sonrisa se propagó lentamente en su cara.
Con su cara inundándose con furia, encontró su voz.
—¡Fuera! —gritó, recogiendo su traje de batalla del suelo y manteniéndolo frente a ella—. ¿Cómo te atreves? ¡Cabrón! —Corrió hacia él, empujándolo de vuelta a la habitación principal—. ¡Sal y quédate fuera!
Antes de que Syn pudiera recuperarse completamente, ella le cerró de golpe la puerta en la cara.
Y pensar que había asumido que ella estaría encerrada en su dormitorio. Sí… eso le enseñaría a no asumir nada.
Por otra parte, esa vista había resarcido un largo camino por arrancarle la piel con el arañazo de antes. Sonrió ante la idea.
Hasta que recordó que todavía no había recuperado su paquete del armario del cuarto de baño.
Ah, mierda…
Él puso los ojos en blanco mientras se debatía el volver a entrar al cuarto de baño por ello.
No, eso sería un error. Esta vez, ella podría matarle.
—Mejor déjalo estar y no te preocupes por eso —la causa era que tenía el presentimiento de que si ella le veía otra vez en ese momento, después de que le hubiera hecho pasar vergüenza, él probablemente cojearía.
O aún más.
Mejor salir con todas las partes de su cuerpo intactas.
Sin mencionar lo que Caillen le haría si alguna vez se enteraba de la vista que acababa de recibir.
Sí, él no se retiraba a menudo, pero en esto… no había opción.


Shahara se encolerizó cuando oyó la profunda risa de Syn a través de la puerta, haciéndole ansiar venganza.
Con manos temblorosas, se abrochó el traje de batalla. Sus mejillas ardían con calor. ¿Cómo podía ser tan estúpida? Él era un delincuente cruel y mentiroso. Sabiendo eso. ¿Por qué se había bañado en la casa de tal hombre?
Menos mal que había salido de la ducha cuando la encontró. No sabía lo que podría haberle hecho si la hubiera atrapado dentro del cubículo de la ducha.
Una vez que se vistió, decidió que era hora de enseñar a Syn una valiosa lección sobre cómo tratar a una mujer con el debido respeto. Abriendo la puerta de par en par, lista para la batalla, se detuvo.
El cuarto estaba vacío.
Frunciendo el ceño, buscó en cada esquina con su mirada, pero no encontró rastro alguno de él.
Cautelosamente, entró en la habitación, esperando un truco de alguna clase.
Un aroma dulce, caliente la saludó. Algo olía increíble. Ya que no había comido en dos días, el delicioso olor le hizo doler el hueco del estómago. Al principio, pensó que lo imaginaba, pero cuando cruzó la habitación, vio tres bolsas en el mostrador.
Moviéndose hacia ellas, abrió la bolsa colocada a su lado y sonrió a la cena en cajas que había dentro. Su estómago retumbó cuando destapó un bistec, legumbres y un panecillo. El maravilloso aroma de la comida caliente flotó en la salsa.
Cerró los ojos y saboreó el torrente de emoción. Habían pasado más años de lo que podía contar desde que había comido por última vez algo como esto. Miró dentro de la otra y vio dos bolsas de zumo, pan, embutidos, queso y un pequeño aperitivo.
¿Qué pasaba con este hombre?
No podía creer que un asesino a sangre fría fuera lo suficiente considerado para traerle comida. ¿Por qué estaba haciendo esto por ella?
Demasiado hambrienta para pensar en ello en ese momento, cogió la cena de las cajas y se trasladó al sofá. No le llevó mucho tiempo engullir la deliciosa comida y separar el resto de los víveres.
Tío, eso fue bueno. No había estado llena en tanto tiempo que había olvidado la sensación de ello.
Mirando alrededor de su casa inmaculada, frunció el ceño.
—Eres la criatura más extraña que jamás he conocido.
Los suelos de madera dura bajo sus pies estaban pulidos hasta un brillo que ella estaba segura requería varias horas a la semana para mantener. Recargadas alfombras de felpa tejidas, blancas y negras estaban colocadas entre los dos sofás de cuero negro y debajo de la mesa del comedor y las sillas. El comedor era de ébano tallado, un caro lujo que muy pocas personas podían permitirse.
Tenía cuatro cuadros Chinergov y, a menos que ella estuviera equivocada, eran originales, no copias, así como también otras piezas de arte caras en todas partes. Pero la cosa más fascinante era el enorme piano blanco colocado delante de las ventanas que daban una vista impresionante de la ciudad que se extendía debajo.
Era de gama alta.
Y junto a él había una mesa vacía. Syn no había estado bromeando. No había ni un ordenador de ningún tipo aquí. Qué extraño para un renombrado ladrón. Por lo general, vivían sus vidas cableadas en los sistemas de red.
Tenía que haberlo puesto en algún lugar fuera de su casa. Pero incluso eso parecía fuera de lugar para alguien con sus antecedentes.
Probablemente tenía un portátil, que seguramente llevaba con él.
Negó con la cabeza mientras barría su mirada alrededor de la casa. ¡Qué gran lugar para vivir! Había soñado con un apartamento como este y nunca se había imaginado tal lugar como el hogar de alguien con la brutal reputación de Syn. La mayoría de los sitios que había tenido que localizar de sus blancos eran sucios agujeros llenos de roedores y malos olores que desafiaba el pensamiento.
Este lugar parecía pertenecer a un aristócrata. No había nada desordenado. Podía entender por qué él se mantenía firme en que no destruyera nada. Ella también se sentiría orgullosa de la propiedad.
Pero claro, ella no había robado a otros.
Con ese pensamiento en mente, fue a hacia el dormitorio, buscando sus armas. Tenían que estar ahí en algún lado.
Después de una hora, no había encontrado nada. Nada debajo de la cama de madera de ébano, ni en el armario que tenía lleno de ropa exclusiva, hecha a mano. Nada.
Ni siquiera una puñetera pelusa.
Su mirada cayó a la mesita de noche que aún no había abierto. Sólo porque sabía que él no almacenaría cualquier cosa a la vista. Eso sería estúpido y él no lo era.
Debía tener todo en su caja fuerte de la pared. Si sólo no tuviera una cerradura Grimson, podría haber sido capaz de encontrar el código. O si tuviera su perdida caja de seguridad…
Sí.
Shahara suspiró con disgusto y cogió el libro sagrado de Syn y la tela de oración del suelo donde él los había dejado. A pesar de que no respetaba su hipocresía, respetaba los objetos de su religión. Envolvió cuidadosamente la tela alrededor del libro y se movió para devolverlos a su caja de oración.
Sólo que no había ninguna.
Debía de estar en la mesita de noche…
Se dirigió hacia ésta y abrió el cajón. Allí, adentro, había una gran mochila. La esperanza destelló en ella, tal vez contuviera un ordenador.
Colocando el libro y la tela en la parte superior de la mesita, la sacó y la abrió. Pero su alivio terminó cuando no encontró nada más que una muda de ropa, un cepillo de dientes, y la caja de oración perdida.
Mierda…
Con un suspiro, se detuvo al darse cuenta de la importancia de lo que sostenía. Artículos de huída. Estaban empaquetado en caso de que tuviera que evacuar con prisa. De modo que a la vez que apreciaba su casa, estaba dispuesto a dejar atrás todo ello en seguida.
Qué forma tan amarga de vivir.
Razón por la cual no soy una criminal. Pero todavía le dolía pensar en tener que ser tan paranoica todo el tiempo. No podía imaginarse existir así. Negando con la cabeza, sacó la pequeña caja roja de oración para devolver el libro y la tela a ella.
Cuando levantó la tapa, se quedó inmóvil. Dentro, estaban los primeros artículos realmente privados que había encontrado sobre su captor.
Colocando el libro en su regazo, sacó un puñado de documentos y fotos. Con el ceño fruncido, miró la foto superior. Un Syn mucho más joven estaba sentado en una fotografía de estudio con una mujer muy atractiva y un niñito no mayor de cuatro años en sus brazos.
Era una típica foto familiar que la dejó aturdida.
¿Podría ser posible que Syn estuviera casado?
¿Tuviera un hijo?
No había habido ningún registro de ello en el archivo que le enviaron, pero no se podía negar lo que estaba viendo.
La mujer era absolutamente hermosa y parecía de clase alta y altiva. Syn... parecía demasiado sofisticado, pero había un brillo peligroso en sus ojos que sólo existía en aquellos que habían sido criados en la calle.
Y mientras miraba la foto, alguna emoción extraña, ajena constriñó su garganta.
Reacia a examinar la fuente de ello, miró la siguiente foto. Contenía a un niño de cabello oscuro de alrededor de siete años aferrando a una chica a principio de la adolescencia. La chica tenía sus brazos envueltos protectoramente alrededor del niño como si combatiera a un ejército para defenderle. Los dos estaban descalzos, sucios y magullados, sus ropas andrajosas y harapientas. Y mientras estudiaba el gran ojo amoratado y el labio hendido en la cara del niño, se dio cuenta de que era Syn cuando niño.
Su corazón se sacudió ante la vista de su cara maltratada. Cuán horrible. Apretando los dientes para mantener a raya sus tiernas emociones, se recordó que la pobreza y el abuso no eran excusas para el comportamiento criminal.
Ella se había sobrepuesto a su infancia y se había vuelto mejor. Él también podía haberlo hecho.
Al poner las fotos en la caja, vio que había algo escrito en la que aparecían él y su hermana. Masculinas y atrevidas, las palabras eran tan perturbadoras como su condición.
“Tus amados hijos te extrañan, mi amor. Envía dinero o yo los enviaré de visita a su madre y su familia durante tu siguiente velada de la alta sociedad”.
¿Qué en el universo significaba eso? ¿Y cómo había conseguido Syn la foto que debía haber sido utilizada para chantajear a su madre?
¿Sobre todo, qué clase de madre podría verse amenazada por una visita de sus propios hijos? El solo pensamiento la sublevó.
Separando las fotos, fijó su atención en los documentos cuidadosamente apilados que estaban dentro. El primero era la partida de nacimiento de un niño, Paden Belask, el nombre del padre aparecía como Sheridan Belask.
¿Un alias?
¿Por qué no había sido incluido en su página de recompensas? Pero no había un solo alias allí. Sólo C.E. Syn. Que incluso no había dicho lo que las siglas C.E. significaban, lo cual, aunque inusual, probablemente quería decir que Syn había manipulado indebidamente sus registros.
Ella estudió el documento más de cerca. Por la fecha de nacimiento en el certificado, supo que Syn no podía estar utilizándolo como su alias. El niño registrado sólo tendría dieciséis años.
Recuperando la foto familiar, la sujetó junto a la partida de nacimiento del niño. La fecha de las modas y la inscripción coincidían. Paden debía ser el niño de la foto.
Y Sheridan Belask debía haber sido el nombre de Syn en algún momento, lo que definitivamente convertiría al niño de la foto en el hijo de Syn.
¿Dónde estaba el niño ahora?
¿Había obligado a su mujer e hijo a esconderse para protegerlos de sus enemigos?
¿Estaban muertos?
¿Los había matado Syn? El pensamiento la enfrió.
Hojeando los documentos, no vio una inscripción de matrimonio o de divorcio.
¿Qué les sucedió a ellos?
Buscó en el resto de los documentos más cuidadosamente. Había un título avanzado en química de la Universidad de Ciencias Derridian, bajo el nombre Sheridan Belask; una hazaña impresionante ya que sólo a los más inteligentes y más brillante se les concedía asistir. Había también cuatro documentos de identidad falsos, y tarjetas de débito y crédito con nombres diferentes, así como varias hojas de informes de la escuela con el nombre Paden Belask en ellos.
Qué raro.
Cuando comenzó a devolver los documentos a la caja, encontró un trozo más de papel que había dejado en el fondo. Recogiéndolo, lo desdobló. El asombro la sobresaltó, escudriñó el papel dos veces sólo para asegurarse que lo había leído correctamente.
Lo había hecho.
Era una acreditación médica expedida a Sheridan Belask para practicar la medicina Humana, Kiati, y Andarion por todo el Universo Ichidian.
Y tenía el sello de un cirujano…
De ningún modo.
—¿Es cirujano? —¿Cómo era eso posible? ¿Por qué, si él hubiera tenido una carrera tan prestigiosa y mejor remunerada, la habría dejado?
Tenía que ser una falsificación. Alguna estafa en la que había estado trabajando. Eso tenía sentido.
Examinó el documento, intentando ver si era falso. Si fuera así, era el mejor que había visto nunca. Lo alzó a la luz. Las fibras naranjadas y azules se intersecaban en un patrón médico. Definitivamente era auténtico. Pero eso no tenía sentido.
¿Por qué un cirujano con tres especialidades recurría al homicidio y al robo?
¿Por qué habría de hacerlo?
Anonadada, Shahara recolocó los papeles dentro de la caja, sabiendo que no encontraría una respuesta a sus preguntas. No es que sus respuestas tuvieran importancia.
Sin tener en cuenta las razones, Syn, o Sheridan Belask, o cualquiera que fuera su nombre, se había convertido en un criminal y era su trabajo llevarlo ante las autoridades.
La vida de Tessa dependía de su habilidad para completar esta misión. Y ninguna piedad le impediría hacer lo que debía.
Con ese pensamiento en mente, devolvió el paquete a la mesita de noche, y abrió el cajón superior. Se congeló instantáneamente. Dentro había un gato lorina de peluche. De la clase que un niño podría tener y, por cómo se veía, había sido muy querido por alguien; una de sus orejas incluso estaba marcada por la mordedura de un niño. Y junto a él había un portarretrato. Encendiéndolo, se desplazó a través de las fotos de Syn, su mujer e hijo. Había fotos de las fiestas de cumpleaños de Paden, fotos de la mujer en casa, y algunas del niño que parecían bastante recientes…
Mostraban al niño en partidos de béisbol y una en un acto de fin de curso. Pero ninguna de las posteriores tenían a Syn en ellas y todas estaban tomadas desde lejos.
Se desplazó hacia atrás por las anteriores fotos de Syn con su familia y un nudo doloroso de anhelo llenó su estómago. Era la clase de familia que siempre había soñado tener. Un hombre que la miraría de la manera en que Syn miraba a su mujer e hijo; como si él viviera y muriera por ellos. Explícitamente podías ver cuánto los adoraba.
Sin duda, un hombre capaz de mostrar ese tipo de dedicación a su familia no podía ser del todo malo.
¿Podía?
Cerró los ojos y vio la vida que siempre había querido. Ella en una magnífica casa con un hombre decente que la amaba. Niños jugando en el patio que no tenían que mendigar por cada migaja que comían. Un mundo donde la gente no la acosaba por dinero…
Pero ese no era su destino. No confiaba en que los hombres no le mintieran. La traicionaran. La maltrataran. Y realmente, en su ocupación, no era como si ella conociera a alguien que no fuese un artista de la estafa o convicto. Sí, la escoria del universo eran los únicos hombres con los que alguna vez trataba.
Aún así, eso no le impedía soñar. Bajó la mirada a las fotos y suspiró.
—Si tuviera una vida como esa, nunca la habría dejado ir.
El hecho de que Syn lo hubiera hecho le decía mucho sobre él. Sólo un tonto vanidoso y egoísta abandonaría una familia como la que él había tenido.


Con cautela, Syn entró en su piso. Echó un vistazo al cuarto, casi esperando que Shahara estuviera al lado de la puerta para golpearlo con otra botella.
En lugar de eso, la habitación estaba despejada. Tentado a revisar el dormitorio, decidió que sería más seguro simplemente mantenerse lejos. Además, la vista de ella durmiendo en su cama no era un recuerdo que en realidad quisiera que le obsesionara. Ya tenía bastantes imágenes de ella, que estaba seguro lo torturarían para el resto de su vida.
Era una de las amadas hermanas de Caillen y la debería de tratar de ese modo.
Bostezo, mirando su sofá. No había dormido en días y realmente necesitaba dormir durante un tiempo.
Demasiado cansado para pensar, se tendió en el sofá frente a la ventana. Con un poco de suerte, Shahara sería una dormilona y él podría descansar lo suficiente para tratar con ella sin perder los estribos.
Y en sólo unas horas más Caillen estaría de vuelta. Había dejado un mensaje urgente para que le llamara. Tan pronto como regresara, la entregaría a su hermano. Que su amigo lidiara con su terquedad.
Todo lo que él quería era dormir.


Shahara oyó el chirrido del sofá debajo del peso de Syn. El sonido de él entrando al piso la había despertado instantáneamente. Se quedó en cama, intentando calmar su rápido latido cardiaco, temerosa que de un momento a otro le vería entrando en la habitación.
Sus nervios se desperezaron hasta casi quebrarse, esperó hasta que pensó que gritaría por el ansioso nerviosismo. Pero ningún ruido de pasos llegó más cerca del dormitorio.
Deslizándose fuera de la cama, caminó silenciosamente hacia la puerta del cuarto de baño.
¿Estaba él verdaderamente durmiendo, o simplemente a la espera de otra oportunidad para cogerla desprevenida?
Pasó por el cuarto de baño y abrió la puerta. Vaciló, agarrando con fuerza la helada manilla, dispuesta a cerrar y bloquear la entrada si se movía.
Él no lo hizo.
Estudió la subida y caída constante de su pecho y se dio cuenta de que dormía profundamente. Suspirando de alivio, ella soltó la manilla.
Contra su sentido común que la instaba a regresar a la cama, entró en la habitación. El sol naciente iluminó el área alrededor del sofá y ella vio la silueta de sus perfectos y relajados rasgos. Se había recogido el pelo en una cola de caballo y oscuras hebras onduladas se derramaban por sus mejillas, suavizando la dureza de su rostro.
Dormido, no se veía intimidante, parecía un niño pequeño, indefenso. Un cálido temblor le recorrió el cuerpo al recordar como se había visto sosteniendo a su hijo.
Convicto o no, era un hombre increíblemente guapo. Igual de devastador que su hermano.
Él se movió en el sofá.
Shahara dio un paso atrás, su corazón golpeando contra sus costillas. Él no despertó, pero su nueva posición le mostró su blaster, que aún estaba atado a la cadera mientras dormía.
Un resquicio de esperanza comenzó a arder dentro de ella. Era su oportunidad. No la podía dejar pasar.
Sin pensárselo dos veces, cruzó la distancia entre ellos y sacó con fuerza el bláster de su pistolera.
En un instante, se levantó de un salto.
—¿Qué…? —él se centró en ella, luego se relajó—. Oh, eres tú —Se pasó las manos por la cara.
Su indiferencia la enfadó. Cómo se atrevía a descartarla tan fácilmente como si ella no tuviera más efecto que un pequeño parasito molesto.
Ella quitó el cierre de seguridad y le encañonó el pecho.
—Abre la puerta.
Una de las esquinas de su boca se arqueó, mostrando su infame hoyuelo.
—Eso… —él indicó el bláster en su mano— no te da ninguna ventaja. Si me matas, te mueres, también.
Shahara agarró la dura culata de hueso y alzó el cañón hasta su cabeza.
—Dije abre la puerta, convicto. No estoy jugando.
Syn suspiró como si ella le aburriera.
—Adelante. Dispárame. Tendrás que matarme porque no tengo intención de dejarte salir cuando ambos sabemos que simplemente darás la vuelta y regresaras a por mí en la primera oportunidad que tengas. Además, es como si ya estuviera muerto de todos modos si los Rits alguna vez ponen sus mugrientas manos en mí. Así es que sigue y dispara.
Shahara clavó los ojos en él con incredulidad.
¿Qué debería hacer?
—O dame mi arma, y vuelve a la cama —él le tendió la mano.
Ella se refrenó justamente antes de obedecer. No podía devolverle el bláster. Si entregaba el arma, entonces nunca saldría de ahí.
Sería ceder todo su poder sobre él.
—Abre la puerta —repitió, sintiéndose algo tonta.
—No.
Ella clavó la mirada en sus ojos burlones. Él sabía que estaba atrapada. Si renunciaba al bláster, entonces nunca la respetaría, o la liberaría.
Si ella no llegaba pronto a casa, Tessa moriría.
No tenía alternativa en esto.
Bajando el cañón, disparó.
La sacudida de la explosión derribó a Syn. El aliento se le fue cuando se estrelló contra el piso de dura madera. El dolor atravesó su brazo como fuego.
Cerró los ojos contra la agonía palpitante. La sangre caliente fluyó sobre la mano aprisionando la herida abierta. Hija de…
Aspiró bruscamente entre dientes mientras todo su cuerpo palpitaba de dolor.
Shahara se acercó a él como una lorina de cacería. Se levantó por encima de él con sus pies apuntalados muy separados. Su mano estaba tan inmóvil y estable como la de cualquier asesino que alguna vez hubiera visto.
Apuntó a su corazón. No había piedad o temblor en ninguna parte de ella.
—Dije abre la puerta, convicto. O muere.
Syn levantó la vista hacia sus ojos fríos, sin poder creer que hubiera permitido que le engañara por completo. Que así fuera. Siempre había estado preparado para la posibilidad de la muerte. Infiernos, él quería morir desde el día en que había perdido a Paden.
Pero no, estaba a punto de morir en una prisión Ritadarion a manos de un interrogador. Antes se llevaría sus secretos a la tumba.
Y si ella muriera con él, Nykyrian tendría una seax menos tras él.
—Dispárame —dijo él serenamente.
Sus ojos se estrecharon. Ella le agarró por el cuello de la camisa y lo levantó hasta su cara.
Presionó el frío, acerado cañón contra su mejilla.
—Es tu última oportunidad. Abre la puerta.
Él negó con la cabeza lentamente.
—Muy bien —gruñó Shahara—. Entonces te veré en el infierno.

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