miércoles, 29 de febrero de 2012

BOF cap 7

Syn le lanzó una seca mirada.
—Deja de ser tan bebé. Pensé que habías estado en las peores partes de la galaxia en busca de tus objetivos. —Este último comentario lo dijo en un tono tan burlón que ella se enfadó completamente y le dieron ganas de lanzarle algo.
Guardándose el impulso, Shahara lo miró fríamente.
—He estado y no soy un bebé. Sólo un completo waco iría a Rook.
Waco era un término asesino que significa cadáver andante, algo que ellos usan para referirse a sus objetivos, exactamente lo que ella y Syn serían en el momento que pusieran un pie en suelo Rookish.
Las personas que llamaban hogar a Rook eran lo peor de lo peor. No había seguridad, ni guardias, nada más que sangre en las calles. Literalmente. La vida en ese planeta no tenía valor alguno, no es que tuviera mucho en el resto del universo, pero. . . Ella había oído hablar de personas que eran masacradas por los cordones de sus zapatos.
Y Syn parecía completamente despreocupado por todo ello.
Así que otra vez, estaba relacionado con la peor escoria imaginable. Para él, el resto sólo eran impostores.
Él se tocó el corte en su frente, e hizo una mueca por la sangre en la punta de sus dedos antes de limpiárselos en la pierna de su pantalón.
—Sí, bueno, este cadáver necesita un lugar de descanso. Así que será en Rook. Tal vez deberíamos avisar por adelantado a su jefe y que vayan preparando nuestras tumbas. ¿Qué te parece?
Shahara le puso mala cara. Él estaba categóricamente loco, probablemente eso era lo que significaba C.I[1]. Tenía que serlo.
—Eres consciente que tienes algún problema mental grave, ¿verdad?
Él le dedicó una media sonrisa formándole hoyuelos que le envió escalofríos a lo largo de su cuerpo. Cuando continuó, fue en un extraño tono que sonaba verdaderamente más que poco espeluznante.
—Simplemente porque como bebés para desayunar y me mondo los dientes con sus huesos no quiere decir que estoy chiflado.
Ella puso los ojos en blanco. Teniendo en cuenta quien había sido su padre, probablemente no debería estar gastando ese tipo de bromas. Sin duda ese había sido el manjar favorito de su padre.
—¿Cualquier otro hábito extraño que deba tener en cuenta?
—Sólo mi necesidad de bailar desnudo por las calles bajo la luz de la luna llena.
—Entonces, me aseguraré de terminar con esto antes de la próxima luna llena.
A pesar de sus palabras, una maravillosa imagen de su cuerpo desnudo brilló ante sus ojos. Por más que le disgustara admitirlo, el hombre era magnífico, e incluso golpeado hasta casi muerto, su cuerpo era caliente.
—Desnudo en la calle, ¿eh? Ahora tengo una visión que me encantaría ver.
Una maliciosa sonrisa curvó sus labios.
—Bien, me presento para una sesión privada a cualquier hora que quieras.
—Yo no sería tan arrogante —dijo ella con una maliciosa sonrisa—. Si mi memoria no me falla, la parte de ti que pudiera estar a la altura probablemente será la primera que los habitantes de Rook corten.
Sacudiendo la cabeza, él se volvió a su asiento.
—Introduce la secuencia de autorización.
—Muy bien, es tu funeral.
Bromas aparte, había un bulto del tamaño de un gran asteroide quemando un agujero en su estómago. A ella no le gustaba la idea de poner los pies en un planeta dominado por convictos, proxenetas y traficantes de esclavos. Era simplemente demasiado peligroso. Incluso para un seax.
Ella no estaba asustada, sólo era cautelosa. Y lo único que ella había aprendió al principio de su carrera era: La arrogancia mata. Nunca asumas que no había nadie mejor ahí fuera y que no iba a venir por ti.
Porque en el momento que estuvieras convencido de ello, estabas acabado. Fin del juego.
Syn la vigilaba por el rabillo del ojo. Por el gesto en su cara, casi podía oír sus pensamientos. No es que la culpara. Odiaba la idea de arrastrarse de regreso a Rook. Habían pasado décadas desde que se escapó de las deprimentes calles y de las bandas callejeras tan violentas que su padre se enorgullecería de ellos. El infierno que una vez había sido su vida. Años desde que había cedido a los muchos pensamientos acerca de los viejos camaradas de su padre, y el barrio donde habían nacido ambos. Había jurado hace mucho tiempo dejar todo eso detrás de él.

Ahora volvía arrastrándose como un cachorro herido. Y odiaba eso más que nada. Nada lo disgustaba más que tener que enfrentarse a la peor parte de su pasado.
Lástima que no pudiera ir con Nykyrian. Sabía que su amigo no dudaría en ayudarle, pero Nykyrian tenía sus propios problemas y lo último que Syn quería era llevarle otro a su puerta. Sí, era un gran momento para ser buscado ya que la mayoría de sus amigos estaban escondidos. En cuanto a Caillen…
Si…  
No. Él podría manejar esto por sí mismo. Como siempre había manejado la situación.
Sólo que esta vez no estaba escapando solo. También debía tener cuidado de Sahara. Su presencia debería molestarlo, pero por alguna razón no lo hacía. En su lugar, era casi reconfortante saber que si él no lo hacía, ella estaría allí para ayudar.
¿Lo haría?
Vamos, Syn. ¿Dónde está tu cerebro? ¿Qué diablos te hace pensar que te ayudaría de nuevo? La única razón por la que volvió por ti fue por culpabilidad por su hermana y tuviste suerte que fuera tan agradable contigo. No cuentes con que eso suceda dos veces. Tu, amigo mío, no eres nada para ella. Nada más que un convicto.
Y Shahara odiaba a los convictos.
Suspirando, se dio cuenta de cuán ciertos eran sus pensamientos. Él simplemente vivía una ilusión como había hecho con Mara.
Y al igual que Mara, Shahara no dudaría ni un instante en dejarlo atrás, deteniéndose sólo lo suficiente para llamar a las autoridades en su camino hacia la puerta.
Él sabía eso así como también sabía que los Rits lo matarían. Entonces ¿por qué su mente le traicionaba con pensamientos sobre ella? Su olor, su suavidad, incluso el pequeño pliegue que se formaba en su frente cuando ella lo miraba como si estuviera loco, todo estaba grabado profundamente en sus pensamientos conscientes.
Era una belleza y daría el fragmento de alma que aún le quedaba por una sola noche con ella.
Pero ese era un sueño de mierda y estaba cansado de tratar de alcanzar las estrellas, sólo para que su cuerpo fuera golpeado por el destino.
Resignado por la brutal realidad de su vida, comprobó los ajustes.
Shahara sintió la mirada de Syn. ¿Por qué estaba observándola?
Un rápido vistazo le dijo que no era con ira.
Entonces, ¿qué era?
Una parte de ella se deleitaba con su atención. Sus ojos la irradiaban de calor y su cuerpo le respondió por propia voluntad.
Incluso ahora podía recordar la sensación de su piel, de sus manos deslizándose por su cuerpo. Desde su adolescencia no se había atrevido a pensar en ningún hombre distinto a su hermano excepto como un enemigo.
Ahora, por primera vez, vio uno como algo más. Espontáneos sueños resurgieron desde el rincón más oscuro de su mente. Sueños que la atormentaban con ideas de un amante, despojándolo de sus ropas y corriendo sus manos sobre su increíblemente duro cuerpo hasta que le implorara que se detuviera.
Pero esa no era ella. Ella tenía sus hormonas heladas desde hacía mucho tiempo y le molestaba demasiado que él las descongelara con tanta facilidad.
—Si no te importa… —Syn se levantó de su asiento—. Voy a recostarme durante un rato. He puesto el piloto automático. Hazme saber si nos topamos con algo inesperado.
—Claro.
Ella lo vio salir y, una vez estuvo segura de que él había tenido tiempo suficiente para llegar al cuarto de dormir, encendió los monitores de la nave.
Su conciencia se levantó desagradablemente en su cabeza sobre su evidente espionaje. No le importó. Ella quería observarlo sin el peso de esos oscuros ojos sondeándola también a ella.
¿Y qué mejor momento que cuando estaba durmiendo. . .?
Ella lo encontró en el salón del capitán. La habitación era grande para una nave de ese tamaño, y lujosa, con un catre doble-ancho montado contra la pared del fondo. Syn se dirigió directamente hacia él y se sentó. Con una mueca de dolor, se quitó las botas de Caillen y las arrojó a un lado antes de acostarse. Con un profundo suspiro,  solapó su brazo sobre sus ojos.
La camisa de Caillen estaba estirada tensamente sobre la amplitud de sus hombros y con su brazo elevado, todo su duro estómago como tabla de lavar, quedaba expuesto. Ella miró la piel descubierta, preguntándose cómo se sentiría deslizando su mano sobre los surcos.
Morderlos con sus dientes…
Syn era una figura dominante incluso mientras descansaba. Algo innato en él advertía de sus mortíferas habilidades. Y a pesar de que llevaba el aire de peligro alrededor de él como un cómodo zapato viejo, también era educado y encantador.
Cuando no estaba siendo sabelotodo, en cualquier caso.
Cómo desearía ella conocer sus pensamientos.
O al menos más sobre su pasado, el cual tuvo que ser horrible.
Su nombre, pensó ella de pronto, dándose cuenta que todavía no sabía lo que C.I. significaba. Tenía tantas preguntas y tan pocas respuestas.
Por encima de todo, se preguntó cómo sería llamar amigo a Syn. Su hermano y hermana parecieron encontrarlo bastante fácil. ¿Por qué ella no podía?
Debido a que había sido traicionada por todo el mundo en quien alguna vez había confiado. Su padre había estado tan obsesionado con sus invenciones y esquemas que nunca le prestó atención, mientras continuaba con ellos. Les prometía tiempo a ella y a sus hermanos y luego se olvidaba convenientemente.
O quedaba frustrado cuando las cosas no funcionaban y luego desaparecía durante uno o dos días para -aclarar sus ideas-, mientras que el resto de ellos se quedaban a recoger los pedazos.
Su madre había intentado consolar sus lastimados sentimientos, pero ella había estado enferma durante tantos años que Shahara apenas podía recordar el tiempo antes de que su madre enfermara. Y su madre había dependido de ella para todo. Para mendigar más tiempo para pagar las facturas, para proveerla con ropa y el cuidado de su madre y hermanos, escondiéndole el dinero a su padre… Siempre había habido algo de qué preocuparse.
Entonces apareció Gaelin. Él le pareció como algún mítico héroe descendiendo volando para ayudarla justo cuando más lo necesitaba. Su padre había muerto apenas un año antes y justamente estaba empezando su formación como rastreadora. Ella lo conoció fuera del mercado y él la siguió después como un perrito enfermo de amor.
—Vamos, nena. Dame una pequeña sonrisa. Eso es todo lo que pido. Venga, déjame llevarte esa caja por ti. No te preocupes, no muerdo. Soy uno de los tipos buenos.
Él parecía tan inofensivo que inmediatamente dejó caer sus escudos.
Dios, había sido tan estúpida. ¿Por qué no había visto sus intenciones desde el principio?
Pero lo sabía. Había sido tan fuerte durante tanto tiempo que fue agradable poder apoyarse en otra persona para variar. Y él parecía tan interesado y agradable. . .
Joven e inocente, ella quiso creer que había bondad en el mundo. Que los finales felices eran posibles y que la gente era decente.
Sí, claro.
Todo lo que le había interesado era su cuerpo y el poco dinero que ella tuviera. Y después de lo que él consideró suficiente espera, tomó todo lo que quiso y la dejó sangrando.
Ese día, ella también murió. No físicamente, pero si en su interior. Cada esperanza o sueño que alguna vez hubiera tenido sobre su futuro se desvaneció. Desde ese día en adelante, ella supo que no habría niños, Gaelin se había ocupado de que eso nunca sucediera.
Ni amor, ni marido.
Nada más que una agotadora larga vida sirviendo a sus hermanos, tratando de no dejar que la amargara. Asegurándose de que ellos tuvieran los sueños que ella ya no se atrevió a tener. Asegurándose que nunca nadie les quitaba lo que brutalmente habían tomado de ella.
Su garganta se tensó y deseó poder llorar. Pero ¿de qué serviría? Las lágrimas eran de mal gusto y ella no era alguien para revolcarse en ellas.
Calmándose, deseó no haber conocido nunca a Gaelin. Deseó haber podido conocer a Syn bajo otra clase de circunstancias.
¿No habría sido genial haber conocido a Sheridan Belask, estudiante de medicina? Ignorante de su pasado, a ella probablemente le habría gustado un montón.
Gah, Syn tiene razón, eres un bebé llorón. Suficiente. Lo hecho, hecho estaba. Ella no podía volver atrás, y ahora mismo tenían problemas mucho más grandes por delante.
Apagando el monitor, se prometió a sí misma que no pensaría más en lo que pudo haber sido y no fue sobre él.
No se lo podía permitir.


Horas más tarde, Syn se despertó con el sonido del timbre del interfono.
—Sí—, dijo con voz entrecortada por el nuevo dolor que se había filtrado en sus huesos, mientras descansaba.
No te muevas. No respires.
Alguien, que me dispare y acabe  con el sufrimiento. . . ¿Por qué tenía que doler tanto al moverse? Él puso los ojos en blanco mientras los motivos médicos pasaban como relámpagos por su cabeza. Cállate, cerebro. Sé por qué me duele. Sólo que no quiero saberlo.
—Estamos llegado a Rook. Pensé que querrías subir aquí y hablar con el controlador.
—La verdad es que no —murmuró él.
Pero ella tenía razón. Ella les dispararía desde el cielo. Con su suerte, ella incluso reconocería quiénes eran y el hecho de que llegaban para esconderse.
Apretando los dientes en espera de más dolor, Syn cuidadosamente se levantó de la cama, se puso las odiadas botas de Caillen, y fue a reunirse con ella.
—¿Has dormido bien? —preguntó ella tan pronto que él entró en el puente.
—Como un bebé vorna que ha sido capturado en una trampa de acero.
Él tomó el asiento del piloto y trató de no respirar.
Ella le hizo un gesto con la cabeza.
—Empezaron a pedir nuestras credenciales y registro hace un segundo.
—¿Les diste alguno?
—No.
—Buena chica —Abrió el canal—. Basta ya, imbécil, si tuviera esta cosa registrada, no estaría aquí. Despegué en Gondara. Déjanos pasar antes de que te persiga y te machaque por hacerme perder mi maldito tiempo.
El canal zumbó durante varios segundos hasta que una brusca voz volvió a sonar.
—¿Quién es su capitán?
—Chryton Doone.
—Atraca en la Bahía Nueve, Hangar Delta Cuatro.
Shahara izó su ceja con sorpresa tanto por su nuevo nombre como por la facilidad con la que les concedían la autorización de aterrizaje.
¿Era Chryton lo que significaba la C?
No. No podía ser Chryton. El nombre simplemente no le pegaba.
Ella se sentó en su silla.
—Eso fue fácil.
—No seas tan optimista. —Él se apartó el pelo de sus ojos—. Te prometo que tendrán una fiesta de bienvenida para nosotros. Así que guarda silencio y reza para que nadie te reconozca.
Sí, eso podría ser malo. Llevar a bordo a un rastreador a un planeta de criminales de hecho era un suicidio. Y si alguno de ellos la señalaba, estaba segura que ni siquiera la reputación de Syn podría ayudarla. Y mientras ella podría luchar con el mejor de ellos, seriamente aquí la superaban en número.
Tal vez esto no era tan buena idea después de todo.
En pocos minutos, Syn atracó y frenó.
Tal como predijo, un grupo de tres hombres y dos mujeres, armados, salieron a recibirlos. Esperaron fuera de la entrada, sujetando las armas preparadas.
Syn se sentó en la consola durante varios segundos, golpeando su dedo arriba y abajo sobre los controles laterales, como si él también estuviera debatiendo sobre la cordura de estar aquí.
Por último, se puso de pie, se puso su chaqueta, y se dirigió a la rampa de acceso.
Cuando llegó al final del corredor, se detuvo. Un pequeño espejo estaba colocado justo a la izquierda de la escotilla y se tomó un momento para mirarse.
—¡Ah, cielos! —Se burló él, jugueteando con su pelo para ayudar a ocultar el moretón en su frente—. Parezco como si hubiera escalado un agujero en el infierno.
—Bueno, entonces debes encajar aquí.
La mirada que él le lanzó habría congelado fuego. Se sacó un par de gafas de sol del bolsillo de su chaqueta y se las puso para cubrir su ojo amoratado.
—Dame tu blaster.
—¿Por qué? ¿Estás planeando dispararme?
—Todavía no. —Luego él agregó—. Si voy por ahí desarmado, sabrán que algo ocurre.
Shahara lo pensó por un largo minuto hasta que finalmente se lo entregó.
Él se lo metió en el bolsillo izquierdo.
—¿Todavía llevas el pequeño en tu bota?
—Sí.
—Sácatelo y sujétalo en la mano, dentro del bolsillo.
No le gustaba como sonaba eso, pero obedeció.
—Ahora dame la otra mano.
Ella frunció el ceño antes de dársela cumplidoramente también. Él cogió una pequeña pluma de una muesca en la pared y rápidamente escribió un nombre y dirección en su palma. Su toque cosquilleó en su mano y le hizo cosas increíblemente extrañas a su vientre, mientras ella miraba. ¿Qué estaba haciendo?
—En caso que algo me suceda, esta es la dirección de un hombre llamado Digger. Debería estar a dos manzanas calle abajo a la derecha. Es un gran edificio de apartamentos. No puedes perderte. —Se quitó la gargantilla de plata y se la colocó alrededor de su cuello. Su calor todavía aferrándose a él, haciéndole sentir un escalofrío por la espalda. Sus pechos hormiguearon—. Enséñale esto y él te ayudará.
—¿Y tú?
—Si caigo, no te preocupes por mí. Yo no tengo un hermano y dos hermanas que me necesitan o que me quieran. Tú sólo asegúrate de escapar.
No le gustaba en absoluto el sonido de eso.
—¿No crees que puedas llegar a dos manzanas?
Él no contestó. En su lugar, cambió de tema.
—Quédate aquí, mientras voy a hablar con los guardias.
Frunciendo el ceño con preocupación, ella lo observó extender la rampa, y luego bajar para encontrarse con el destacamento del aterrizaje. Sólo una leve cojera dejaba ver sus lesiones. Bueno, eso y los moretones que aún arruinaban su cuello. Moretones que la hicieron sentirse culpable por el papel que había jugado en su entrega a Merjack.
Con masculina indiferencia bajo-control-en-todo-momento que la asombró, Syn se acercó a los guardias e intercambió algunas palabras con ellos.
Mientras los guardias se alejaban, él le hizo señas para que se reuniera con él.
Ella tomó una profunda respiración aliviada.
—¿Qué les dijiste?
Esa malvada sonrisa regresó, mostrando su hoyuelo.
—No voy a repetírtelo.
Ella entrecerró sus ojos.
—Cuidado, convicto, podría terminar lo que empezaron los Rits.
Él sólo se rió y lanzó su brazo derecho sobre sus hombros. Su señal de alarma sonó, su cuerpo se puso en tensión por su contacto.
—Relájate —susurró él, su aliento cosquilleando su cuello—. Necesito una muleta y no puedo ser visto aquí en la calle con una. Si uno de los nativos detecta alguna debilidad, los dos seremos víctimas arrolladas en la calle. Así que pon mala cara y no hagas contacto visual con nadie.
Ella sonrió seductoramente.
—Oye, cariño, me llevas a los lugares más maravillosos.
—No me hagas reír. Me duele mucho. Ahora, deja de hablar y ve hacia la puerta.
A medida que comenzó a caminar, no pudo dejar de notar los músculos flexionándose bajo sus manos, contra su costado. Duros y fuertes, anunciando su presencia de un modo que perturbaba su respiración. Su hambre por su cuerpo mendigaba apaciguamiento, ella hizo lo posible por pensar en algo desagradable como la sucia ropa interior de Caillen.
No sirvió de nada.
Y sólo sirvió para recordarle que Syn no llevaba ninguna. . .
Una vez fuera, ella casi se detuvo cuando el temor la consumió. Sólo el constante tirón de Syn la mantuvo en movimiento.
La porquería se alineaba en la calle y un hedor que olía demasiado parecido a los desechos humanos, basura, y alcohol asaltaron cada glándula olfativa que poseía. La bilis le subió a la garganta, distrayéndola efectivamente de la tentadora forma a su lado.
—Relájate —Él tensó su brazo alrededor de los hombros de ella—. Respira por la boca.
—Dios mío, ¿qué es ese olor?
—El infierno.
A medida que él continuó guiándola calle abajo, un extraño presentimiento se asentó en el fondo de su estómago. Ella estaba depositando mucha confianza en un hombre que apenas conocía. Podía llevarla a algún lugar remoto y deshacerse de ella.
Por lo que sabía, incluso podría llevarla a un tratante de esclavos con el fin de conseguir suficiente dinero para esconderse. Dios mío, Shahara, ¿qué estás haciendo? Esto no era ella. Shahara Dagan no confiaba en nadie.
Nunca.
La última vez que cometió ese error, había sido asaltada y violada. Y si Syn alguna vez descubría el por qué estaba aquí con él, estaba segura de que sería suave en comparación con lo que él haría con ella.
—¿Dónde vamos?
Él la miró enigmáticamente.
—A ver a un viejo amigo.
—¿Qué clase de viejo amigo?
Con un suspiro de cansancio, él sacudió la cabeza.
—No voy a deshacerme de ti aquí sin dinero y sin casa si eso es lo que estás pensando. No soy ni la mitad de bastardo de lo que tus listas de recompensas dicen que soy. No dejaría ni a un perro rabioso a merced de las alimañas que habitan este lugar. Así que relájate. Cuanto menos sepas, más segura estarás.
Ella todavía no podía ahogar sus persistentes dudas.
—¿Por qué me estás ayudando?
—¡Ah infierno, no lo sé. Estupidez, supongo. —Él la miró y debió haber visto la preocupación en su rostro—. Eres la reverenciada hermana mayor de Caillen. ¿Recuerdas? —Su voz estaba de pronto desprovista de irritación. —No estoy dispuesto a enfrentarme a él después de dejar que algo te suceda. Lo mataría y le tengo demasiado aprecio para eso.
Su explicación le trajo una inesperada ola de decepción.
Ella se puso tensa. ¿Qué esperabas? ¿Caramba Shahara, estoy ayudándote porque me preocupo por ti?
Despierta. Tienes mejor criterio que eso. La gente sólo ayuda cuando tienen que hacerlo.
Con un suspiro, ella reajustó su agarre en sus delgadas caderas y apartó su mirada de él.
Los edificios que los rodeaban eran las más extrañas mezcolanza de cristal, acero, ladrillo y madera. Parecía como si los arquitectos hubieran utilizado piezas de repuesto y los diseños los hubieran tirado a la basura. Y toda persona con la que se cruzaron los miró con un interés que hizo brotar sudor en su frente.

Paso a paso fueron avanzando. Recordando la advertencia de Syn, centró su mirada en la acera delante de ellos.
—Hey, ¿Cuánto por la mujer?
Syn tiró de ella hasta detenerse.
Shahara no pudo resistir una rápida mirada para ver al alto, calvo hombre, que estaba delante de ellos a la derecha. Musculoso y fuerte, él lanzó la espeluznante amenaza. Tenía un compañero más bajo, de pelo color gris, casi un metro detrás de él.
Ella contempló a Syn y vio la manera casi imperceptible en que sus ojos se entornaban debajo de sus gafas.
—Tu vida sería casi suficiente. —Él le dijo en tono burlón—. ¿Todavía interesado?
El desconocido miró a su amigo. Una arrogante y divertida sonrisa pasó entre ellos antes de que el hombre se volviera hacia Syn.
—Vamos, amigo. Somos dos contra uno. Te aseguro que no pareces tener entre manos esa ventaja.
Con una naturalidad que la asombró, Syn se quitó las gafas y las guardó en el bolsillo. El único indicio que tuvo de su mortífero estado de ánimo fue el sutil cambio de su chaqueta con su mano izquierda para agarrar el blaster. Él descansó su mano casualmente contra sus apretadas nalgas.
—No puedes estar hablando conmigo. No tengo prokas por amigos. Y te aseguro que os podría destripar a ambos antes de que vuestro hedor tuviera tiempo de avisaros de vuestra caída.
La furia deformó los rasgos del hombre. Él dio un paso adelante.
Syn ni se movió. Ni siquiera se tensó. Él se quedó allí de pie, burlándose de ellos con sus ojos y mortífero silencio.
Esperando.
Como una cruel, letal víbora que sabía que podría derribar a su enemigo con un solo mordisco.
El hombre detrás de él se puso pálido.
—Espera un segundo, Chronus. Ese es Syn. Vi su cara en el escáner de Blade.
Un destello de miedo disipó la ira un instante antes de que la duda vacilara en sus ojos grises.
—Pensé que estaba muerto.
Syn le dio una sonrisa amenazadora.
—No tan muerto como estarás tú si no te vas. . . amigo.
Su amigo lo tomó por el hombro.
—Vamos. No te metas con él. Recuerda lo que le hizo a Durrin y Blade. Partini todavía no puede caminar derecho.
Syn se rió malvadamente.
—Claro que me gustaría echar un vistazo a tu rótula, también. ¿Qué decís a que juguemos un ratito a los médicos? —Él comprobó su cronómetro—. Tengo tiempo…
Con eso, los dos hombres huyeron en una mortal carrera.
Shahara se quedó impresionada por su rápida fuga. Por encima de todo, estaba impresionada de que Syn hubiera inspirado ese tipo de pánico en ellos sin tener que sacar un arma.
—¿Exactamente que le hiciste a Partini?
Él pasó su brazo por encima de sus hombros otra vez.
—Es una larga historia. Y no hay nada en el universo más aburrido que una historia de guerra.
Ella estaba sorprendida por eso. Cualquier otro hombre, su hermano incluido, no hubiera vacilado en aburrirla con un cuento de su bravuconada masculina. Sin embargo Syn no parecía necesitar probarse a sí mismo. Ella le sonrió confiadamente. Fue un cambio agradable de la gente que conocía.
Mientras caminaban, ella lo miró y vio lo bien que se las arreglaba para mantener el dolor sin una muestra en su rostro.
¿Cómo podía hacer eso?
Si no fuera por los golpes y la leve cojera, ella nunca sería capaz de decir que estaba herido, y se preguntó qué cicatrices internas debía ocultar con la misma gracia predadora.
Syn era como acero endurecido. Y debieron necesitarse los mismos fuegos del infierno para forjar un hombre tan fuerte. Lo que dejaba una sola pregunta. ¿Cuál era su debilidad? Seguramente él tendría una.
Sin más enfrentamientos, se acercaron al edificio de apartamentos. Torres gemelas de color amarillo brillante se elevaban hacia el cielo azul líquido.
Desde lejos el lugar se había visto habitable pero, con cada paso que daban más cerca, se hizo cada vez menos atractivo. Botellas rotas y basura se alineaban en la acera. Varios cuerpos yacían delante de las puertas.
Tentada por comprobarles el pulso, Shahara recordó que muchos ladrones utilizan ese tipo de estratagema. Una vez que alguien se inclinaba, ellos saltaban al ataque.
Al igual que Syn en la cárcel.
Syn la tomó de la mano y la condujo hacia las puertas de cristal que estaban cubiertas con grafiti rojo. Empujó el control para abrirlas.
Cuando las puertas se abrieron, pensó en una vieja historia que una vez leyó describiendo la entrada al infierno. Este lugar ciertamente se parecía a ese fragmento. Si no fuera por Syn, probablemente estaría corriendo en dirección opuesta.
Por alguna razón, obtenía un gran consuelo con su presencia. Mucho más consuelo del que debería.
La llevó a través de un sucio y húmedo vestíbulo vacío, donde se pintaron más grafiti aún, algunos de los cuales eran muy vulgares y obscenos. Incluso había fotos de actos lascivos y partes del cuerpo.
Mientras se acercaban al ascensor, un enorme reptil apareció y les cortó el paso. Tenía el cuerpo de un lagarto en posición vertical y la cara era mitad humana, mitad serpiente. Sus satinadas escamas azules y verdes brillaban bajo la tenue luz.
Un grito se alojó en su garganta, cuando se olvidó de las palabras de Syn y miró a los amarillos ojos que estaban rotos únicamente por la raja negra de sus pupilas.
Él les apuntó con un blaster.
—Levantad las manos, humanos. Ahora.


[1] En original: categorically insane (C.I.)

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