Tabitha colgó el teléfono, aterrada. Jamás había escuchado tanto temor en la voz de Amanda. Peor aún, conocía los poderes de su hermana… si Amanda había anticipado su propia muerte…
Sin vacilar, Tabitha llamó a Acheron.
—Hola, Ash —dijo, notando el modo en que la atención de Valerius pasaba de la pizza a ella—. Tengo un problema. Amanda acaba de llamarme, y dijo que había soñado con su propia muerte, y anoche me crucé con algo verdaderamente horripilante. Era…
Ash apareció ante ella.
—¿Qué? —preguntó.
Tabitha se quedó helada un segundo, al darse cuenta de lo que Ash había hecho. Era realmente terrorífico a veces.
Colgó el teléfono y repitió todo otra vez, incluyendo detalles acerca del fantasma que habían visto la noche anterior.
Ash tenía una mirada remota en los ojos, inclinando la cabeza como si estuviera escuchando a alguien.
—¿Puedes ver su muerte? —le preguntó ella.
Ash se quedó allí de pie, con el corazón latiendo salvajemente mientras intentaba aclarar la bruma que rodeaba el futuro de Amanda y de Kyrian.
No veía nada.
No escuchaba nada.
Demonios. Por eso es que siempre hacía lo posible por no dejar que nadie se acercara demasiado a él. Cada vez que se permitía que alguien le importara o formara parte de su propio futuro, no podía ver sus destinos.
No había nada excepto oscuridad en lo que concernía a Kyrian y Amanda, y odiaba eso más que nada.
—Háblame, Ash.
Miró a Tabita, escuchó y sintió el miedo y el pánico en su mente. Los pensamientos que divagaban, mientras buscaba un consuelo que él no podía darle.
Incluso el futuro de ella estaba prohibido para él ahora.
—Su destino era ser feliz —dijo con calma.
Pero la palabra clave de esa frase era “era”. El libre albedrío podía, y con frecuencia lo hacía, alterar el destino.
¿Qué había cambiado?
Algo era, y Amanda debía haberlo vislumbrado en su sueño.
Confiaba lo suficiente en los poderes de Amanda como para no dudar de ella. Si había anticipado sus muertes, entonces era una consecuencia probable, a menos que él pudiera encontrar la causa y cambiarla antes que fuera demasiado tarde.
Ash cerró los ojos y se permitió sentir las mentes de los humanos. Buscó lo que posiblemente podría cambiar el destino de Amanda, pero no encontró nada.
Nada.
¡Maldita fuera!
Valerius estaba detrás de él ahora. Ash dio un paso al costado para no darle la espalda al romano.
—Dime exactamente qué sucedió anoche —le dijo Ash a Tabitha.
Tabitha relató toda la escena con el fantasma mientras Valerius agregaba algunos detalles.
—¡Urian! —llamó Ash, convocando a su contacto Spathi.
Tabitha frunció el ceño. Ash estaba actuando de un modo muy extraño, y podía sentir su preocupación.
—¿Quién es Urian?
Antes que completara la pregunta, otro hombre alto e increíblemente apuesto apareció en su cocina. Estaba vestido con pantalones de cuero negro y una camisa negra, y tenía el cabello rubio muy claro y ojos azules.
No parecía nada complacido mientras entrecerraba esos ojos celestes mirando a Ash.
—No uses ese tono conmigo, Ash. No me importa quién eres, no me agrada.
—Te guste o no, necesito saber qué están haciendo los Spathis. Más precisamente, necesito saber si Desiderius ha regresado al campo de juego.
El horror inundó a Tabitha.
Urian frunció el labio.
—¿Por qué estás preocupado por él? Des es un joven sin experiencia.
—Desiderius está muerto —dijo Tabitha enfáticamente—. Kyrian lo mató.
Urian se burló.
—Sí, y yo soy el Conejo de Pascuas… ¿no ves mi cola esponjosa? Uno no mata tan simplemente a los Spathi, pequeña. Lo único que haces es ponerlo fuera de combate por un tiempo.
—¡Mierda! —dijo Tabitha bruscamente.
—No, Tabitha —dijo Ash, suavizando su voz—. La esencia de Desiderius ha sido liberada. Pero si uno de sus hermanos o hijos decide traerlo de regreso, podrían. No es fácil de hacer, pero es posible.
Estaba espantada que Ash les hubiera ocultado algo tan importante.
—¿Por qué nunca nos dijiste eso?
—Porque tenía la esperanza que no sucediera.
—¿Tenías la esperanza? —chilló Tabitha—. Por favor, dime que no estabas depositando la vida de mi hermana y la de Kyrian en una esperanza —Ash no respondió. Mientras tanto, el verdadero significado de los últimos días cayó completamente sobre ella—. Entonces realmente eran Spathis con los que luché la noche que conocí a Valerius.
Urian se mofó.
—Confía en mí, pequeña, debes haberte enfrentado a los neófitos. Si hubiesen sido verdaderos Spathis, ambos estarían muertos ahora.
Su arrogancia estaba comenzando a irritarla seriamente. De cualquier modo, ¿quién era este idiota?
—¿Cómo sabes tanto sobre ellos, Doctor Intelecto?
—Solía ser uno.
Con su furia saltando, Tabitha fue hacia él.
Ash la atrapó y la sostuvo. La levantó del piso. Tabitha pateó y maldijo mientras luchaba por alcanzar a Urian, que la miraba con una sonrisa afectada.
—Basta, Tabby —le dijo Ash al oído—. Urian está de nuestro lado ahora. Créeme, ha pagado por su alianza con el otro lado más de lo que podrás saber en toda tu vida.
Sí, claro.
—¿Cómo pudiste traer a un Daimon a mi casa luego de lo que me hicieron? ¿De lo que le hicieron a mi familia? —exigió saber.
—Oh, ya no soy un Daimon, pequeña —dijo Urian, con los ojos brillando peligrosamente—. Si lo fuera…
—Estarías muerto —dijo Valerius, interrumpiéndolo con un tono siniestro—. Por mi mano.
Urian rió.
—Sí, claro —miró a Ash—. La arrogancia de tus Hunters en verdad no tiene límites. Deberías pasar más tiempo educándolos acerca de nosotros, Ash.
Ash soltó a Tabitha, y luego le habló a Urian.
—Necesito que vayas y averigües qué está pasando. ¿Queda alguno que aún pueda serte leal?
El Daimon se encogió de hombros.
—Probablemente pueda desenterrar uno o dos lacayos. Pero… —la mirada de Urian fue hacia Tabitha—. Si Des realmente regresó, querrá terminar lo que comenzó. Que los dioses los ayuden si ha sido reencarnado. Las cosas se pondrán sangrientas en Nueva Orleáns.
—¿Quién querría traer de regreso a ese monstruo? —preguntó Tabitha.
—Sus hijos —dijeron Urian y Ash simultáneamente.
Tabitha aún no podía creer lo que estaba escuchando. Pero mientras hervía de cólera, el rostro de Urian finalmente pareció compasivo.
Perseguido.
Cuando habló, la arrogancia había desaparecido de su voz.
—Confía en mí, es difícil olvidar la lealtad que sientes hacia un padre que te salvó de morir una muerte horrible a los veintisiete años.
Algo en su tono decía que hablaba por experiencia propia.
—¿Tu lealtad está con tu padre? —le preguntó ella.
El rostro de Urian se convirtió en piedra.
—Hubiese hecho cualquier cosa por mi padre, hasta el día que me mató y me quitó lo único que significaba más para mí que mi vida. Cualquier vínculo que sintiera con ese hombre fue destruido instantáneamente —miró a Ash—. Veré qué puedo descubrir.
Una bruma anaranjada brillante tragó a Urian un instante antes que desapareciera de su cocina. Aún entonces, su malevolencia se aferraba al aire alrededor de ellos.
—Diablos —murmuró Ash—. Urian y su histrionismo. Tengo que recordarle que deje la pirotecnia cuando va y viene.
—Ese es un hombre enojado —dijo Tabitha.
—No te das una idea, Tab —dijo Ash—. Y tiene todo el derecho del mundo a odiar así —sacudió la cabeza como para aclararla, y luego les habló con calma—. Mientras Urian está ocupado, necesito que ustedes dos se mantengan unidos y se cuiden las espaldas. Desiderius es hijo de Dionisio, y Dionisio aún continúa molesto conmigo por lo que sucedió en Mardi Gras tres años atrás. No creo que sea lo suficientemente estúpido como para ayudar a Desiderius, pero no descartaría nada cuando se trata de ellos —miró significativamente a Tabitha—. Aún si papi no lo ayuda, Desiderius tiene muchos poderes divinos que pueden ser mortales, como indudablemente recuerdas.
—Sí —dijo ella sarcásticamente mientras recordaba el modo en que él y sus Daimons los habían atravesado a ella y a sus amigos, como si no fueran nada—. Lo recuerdo.
Ash miró a Valerius.
—Desiderius puede manipular a la gente. Poseerlos, si quieres llamarlo de ese modo. Tabitha es tan terca que lo único que podría poseerla es el espíritu del chocolate. Tenemos suerte. Pero Marla podría ser persuadida. Otto debería estar a salvo. Pero el resto de tu equipo… deberías pensar en darles algún tiempo libre.
Por la expresión en el rostro de Valerius, Tabitha podía decir que él preferiría estar muerto.
—Puedo manejarlos.
—En algún momento tienes que dormir. Uno de los sirvientes podría entrar fácilmente a tu cuarto y matarte. No creo que ninguno de ellos te quiera lo suficiente como para dudar de las órdenes de Desiderius, como lo hizo la cocinera de Kyrian.
Las fosas nasales de Valerius se ensancharon.
Ash ignoró el dolor que Tabitha podía sentir en Valerius. —Los necesito juntos en esto. Tengo que ir a advertir a Janice y Jean-Luc sobre lo que está sucediendo —giró para enfrentarla—. Tabitha, haz las maletas y múdate con Valerius por un tiempo.
—¿Y qué hay de mi tienda?
—Que Marla la cuide algunas semanas.
—Sí, pero…
Los rasgos de Ash se endurecieron.
—No discutas conmigo, Tabitha. Desiderius es un poder importante, con un terrible rencor hacia ti, tu hermana, y Kyrian. No jugará con ustedes tres esta vez. Los matará.
Normalmente, ella discutiría con él sólo para fastidiar. Pero conocía ese tono de voz. Nadie discutía con Ash por mucho tiempo.
—Bien.
—Tienes tus órdenes, General —le dijo Ash firmemente a Valerius.
Valerius hizo un saludo romano bastante sarcástico.
Poniendo los ojos en blanco, Ash desapareció de la habitación.
Ahora que estaban solos, Valerius la miró fijamente, sin hablar. La furia ardía tan crudamente en su interior, que en realidad lastimaba a Tabitha.
—¿Qué? —le preguntó.
Sin una palabra, él fue hacia la fotografía de la boda de Amanda que estaba sobre el aparador, y quitó la foto de Russell Crowe del rostro de Kyrian.
Valerius maldijo.
—Debería haberlo sabido cuando me dijiste que su nombre era Amanda.
La expresión de repugnancia en su rostro la hizo enfadar.
—Sí, y mi nombre es Tabitha, no Amanda. ¿Qué tiene que ver eso?
Pero él no la escuchó. Ella lo sabía.
Caminó en silencio por la habitación y regresó arriba. Ella se sobresaltó ante el sonido de su puerta golpeándose con fuerza.
—Bien —le gritó—. Compórtate como un bebé. No me importa.
Valerius estaba sentado sin moverse sobre borde de la cama mientras su mente vociferaba sobre quién era Tabitha en realidad.
La gemela de la esposa de Kyrian lo había salvado. Esto no tenía precio, verdaderamente no lo tenía. Había pasado los últimos dos mil años evitando al griego para no lastimarlo recordándole lo que su familia le había hecho, y ahora esto…
Apretó los dientes mientras se sentía mal por la traición hacia Kyrian. Su abuelo, una copia exacta de Valerius, había seducido a la adorada esposa de Kyrian, Theone, siglos atrás, y la había usado para traicionar a su marido. Kyrian no había sido capturado en el campo de batalla, como correspondía a un hombre de su categoría. Había sido drogado por la mano de su esposa en su propio hogar, mientras intentaba salvarla, y luego había sido entregado a su enemigo mortal.
El estómago de Valerius se revolvió, mientras recordaba las semanas que su padre y su abuelo habían torturado al General griego para obtener información y por diversión. Recordaba los gritos de Kyrian.
La imagen del hombre allí recostado, ensangrentado y derrotado, lo perseguía hasta el día de hoy. Kyrian había yacido allí, los ojos llenos de dolor y vacíos. Sólo una vez durante esas semanas sus miradas se habían encontrado, y la expresión de los ojos de Kyrian aún ardía en el alma de Valerius.
Peor aún, Valerius recordaba a su abuelo riendo en la cena, la noche en que Kyrian había sido crucificado luego que su padre había intentado salvarlo.
—Deberían haber visto su expresión mientras su esposa venía a mis brazos enfrente de él. Tenía a su perra gimiendo y rogando por mi pene mientras él me veía tomándola. Es una pena que haya muerto antes de ver el rostro de ella cuando la rechacé.
Valerius jamás había comprendido esa crueldad. Era suficiente derrotar a un enemigo, pero usar a su mujer frente a él…
Y ahora él estaba acostándose con la gemela idéntica de la esposa de Kyrian.
La historia, de hecho, se repetía.
Y Acheron sabía y no le había contado. ¿Por qué el Atlante insistiría en que los dos estuvieran juntos cuando tenía que saber lo que eso le haría a Kyrian? No tenía sentido. No más que el hecho que Tabitha lo hubiese salvado cuando sabía que Kyrian lo odiaba.
Júpiter sabía que el hombre tenía todo el derecho a desear que él estuviera muerto. No era de extrañar que Selena lo odiase tan ardientemente. Como cuñada de Kyrian, era un milagro que no hubiese sido aún más violenta con él.
La puerta se abrió.
Valerius se puso tenso mientras veía entrar a Tabitha. Ella no le habló mientras se ponía a empacar una pequeña maleta… de armas.
—¿Qué estás haciendo? —le preguntó.
—Lo que Ash dijo que hiciera. Voy a mudarme contigo.
—¿Por qué no vas a quedarte con Kyrian y Amanda?
—Porque confío en Ash. Si él dice que debería estar contigo, entonces iré.
—¿Tú también me escupirás?
La pregunta salió antes de poder detenerla.
Tabitha se detuvo ante su inesperada pregunta.
—¿Perdón?
La mandíbula de Valerius comenzó a temblar.
—Es lo que tu hermana Selena hace cada vez que me ve. Me preguntaba si debería asegurarme de mantener una cabrona distancia de ti, también.
Tabitha se hubiese reído si él no hubiera estado mortalmente serio.
—Cabrona. Una interesante palabra para ti. No hubiese pensado que la conocías.
—Sí, bueno, tu hermana y mi último Escudero me han enseñado bien sobre la cabrona distancia —se puso de pie y fue hacia la puerta—. Esperaré afuera, hasta que hayas terminado.
Tabitha pateó la puerta antes de que él llegara. Valerius se dio vuelta con una suprema expresión de arrogancia.
—¿Qué fue lo que trepó por tu trasero y murió?
—¿Discúlpame? —preguntó él, con la voz tan helada como su mirada.
—Mira, hay algunas cosas que necesitas saber sobre mí. Uno, no acepto la mierda de nadie. Dos, no me guardo nada. Sea lo que sea que siento por algo o alguien, permito que se sepa.
—Me di cuenta.
Ella ignoró su interrupción.
—Y tres, soy empática. Puedes pararte allí y actuar todo lo imperturbable que quieras pero, al final del día, yo siento lo que tu sientes. Así que no actúes todo sigiloso y frío cuando yo lo sé. Me irrita.
Su mandíbula se aflojó ligeramente.
—¿Eres empática?
—Sí. Sé que la presencia de Ash en la cocina te lastimó, pero no sé por qué, y sentí tu furia estallar en el instante en que descubriste el rostro de Kyrian —ella se acercó y colocó una mano en la mejilla de Valerius—. Mi madre siempre dice que las aguas quietas son las más profundas. El único momento en que tus acciones han combinado con tus emociones fue anoche, mientras estábamos haciendo el amor, y cuando viniste aquí y cerraste la puerta de un golpe —Él intentó apartarse, pero ella se rehusó a dejarlo—. Enfréntame, Val, no te alejes.
—No te comprendo —dijo él, con el corazón martilleando—. No estoy acostumbrado a agradarle a nadie, especialmente no a la gente que tiene todo el derecho del mundo a odiarme.
—¿Por qué debería odiarte?
—Mi familia arruinó a tu cuñado.
—Y mi tío Sally era un usurero que murió cuando uno de sus extorsionados le disparó en la calle. Cada árbol genealógico tiene a un imbécil. No es culpa tuya. Tú no eres quien mató a Kyrian, ¿verdad?
—No, era sólo un niño cuando él murió.
—Entonces, ¿cuál es tu problema?
Para ser una persona irrazonable, Tabitha tenía momentos de una extraña lucidez.
—Cada persona que he conocido en esta ciudad, que conoce a Kyrian, me ha odiado desde el momento en que me vio. Asumí que serías como ellos.
—Bueno, ya sabes lo que dicen sobre los que asumen cosas… son estúpidos. Por dios. Amo a Kyrian, pero ese hombre realmente necesita aprender a dejar el pasado atrás.
Él no podía creerlo. Que lo aceptara de ese modo era…
Tabitha lo atrajo para darle un abrazo apretado y extrañamente vigorizante.
—Sé que no puedo quedarme contigo, Valerius. Créeme, comprendo enteramente la vida que tienes y tu profesión. Pero somos amigos, y somos aliados —Él la abrazó con fuerza mientras esas palabras resonaban muy profundo dentro de él. Ella lo soltó y dio un paso atrás—. Y tenemos cosas que hacer esta noche. ¿Verdad?
—Verdad.
—Muy bien, entonces, proyectémonos.
Él frunció el ceño.
—¿Proyectarnos?
Ella sonrió tontamente.
—Mi sobrino Ian es adicto a los Power Rangers. Creo que he visto los videos con él demasiado tiempo.
—Ah —dijo él, yendo a buscar la valija—. Te ubicaremos en mi casa y podemos salir esta noche, a ver qué Daimons encontramos.
Temerosa de encontrarse con Tia y arriesgarse a más preguntas, Tabitha llamó un taxi para que los llevara a la casa de Valerius. Otto ya se había ido para el momento en que llegaron a la mansión.
Como esperaban, Gilbert se encontró con ellos en la puerta. Parecía más aburrido que nunca mientras los saludaba formalmente.
—Es un placer verlo nuevamente, Gil —dijo Tabitha mientras Valerius le alcanzaba su valija al mayordomo—. Muy buena postura rígida.
Gilbert frunció el ceño antes de bajar la mirada, y entonces la miró, perplejo.
Valerius casi sonrió.
—La Señorita Devereaux se quedará con nosotros por un tiempo, Gilbert. ¿Podría hacer que Margaret prepare una habitación para la dama?
—Sí, mi señor.
Valerius comenzó a caminar hacia las escaleras, pero se detuvo.
—Una vez que Margaret haya terminado, me agradaría que todo el personal se tome algunas semanas.
Gilbert se veía conmocionado.
—¿Señor?
—No se preocupe. Les pagaré. Tómenlo como un regalo anticipado de Navidad. Sólo dejen un número en mi escritorio, donde pueda contactar a todos en caso de que necesite que regresen.
—Como desee, mi señor.
Tabitha sintió la tristeza de Valerius. A pesar de lo que Acheron dijera, a Valerius le agradaba Gilbert, y parecía odiar la idea de que el hombre se fuera.
—¿Adónde vas? —preguntó Tabitha mientras Valerius daba otro paso sobre la majestuosa escalera de caoba.
—Iba a buscar nuevas armas. ¿Te importaría acompañarme?
—Uuuh —dijo ella sugestivamente—. Siempre me han gustado los hombres con muchas armas. Enséñame lo que tienes, bebé.
No estaba muy segura si Valerius estaba divertido o no mientras esperaba que se uniera a él. Tabitha lo siguió por las escaleras, luego doblaron por el largo pasillo a la derecha. Él la condujo hasta mitad de camino antes de detenerse frente a una puerta y abrirla.
Tabitha silbó bajo mientras veía su habitación de entrenamiento. Era gigantesca, y tenía una variedad de sacos de arena, colchonetas y maniquíes. Uno en particular se veía como si hubiese sido seriamente abusado.
Y vestía una brillante camisa Hawaiana.
—¿Se supone que este es alguien a quien conocemos? —preguntó, mientras notaba las heridas de puñalada en la cabeza del muñeco.
—Asumo que Otto no participa en tus sesiones de entrenamiento.
Él miró con furia al muñeco.
—Supongo que podrías decir que, en cierto modo, sí lo hace.
Ella sacudió la cabeza mientras Valerius se encaminaba al armario. Dentro había un arsenal con el que, estaba segura, la ATFÀ tendría algunos problemas.
—¿Lanzagranadas?
—Aparentemente sí. ¿Quién necesita a Kell cuando tienes todo esto?
Él le sonrió perversamente mientras ajustaba un cuchillo largo y letal a su antebrazo.
—¿Cuál es la elección de mi señora?
Tabitha extrajo una pequeña ballesta de un perchero que tenía la puerta.
—He visto demasiadas repeticiones de Buffy. Soy una chica de ballesta, hasta el final.
Valerius se quedó atrás mientras Tabitha tomaba sus armas. Debía admitir que disfrutaba observar a una mujer que sabía cómo cuidar de sí misma. Ella pesaba y examinaba cada una cuidadosamente, con la precisión de una profesional.
Jamás hubiese creído que algo así podría ser excitante y, sin embargo, su cuerpo ya estaba duro por ella. Apenas se podía contener para no tomarla en ese momento, en el armario.
Tabitha miró sobre su hombro mientras captaba la ola excesivamente caliente proveniente de Valerius. Sus ojos negros la encendieron.
Él estaba a punto de ceder, podía sentirlo. El fuego de su deseo la buscaba, estimulando el suyo propio, hasta que luchó por respirar.
—Aquí tienes —dijo, alcanzándole una de las pulidas estacas de acero.
Él dio un paso atrás y la guardó en su bolsillo. Antes que pudiera decir algo, la puerta del pasillo se abrió para dar entrada a Gilbert.
—¿Señorita Devereaux?
Ella se dio vuelta, para encontrar al mayordomo acercándose.
—¿Sí?
—Su habitación está lista.
Valerius se aclaró la garganta.
—Por favor, asegúrate que es de tu agrado antes de que los sirvientes se vayan.
—Está bien —dijo ella, sabiendo que él necesitaba espacio para respirar.
A decir verdad, ella también. Si no salía de esa habitación por algunos minutos, los dos estarían desnudos y tendidos.
Tabitha abandonó el armario para seguir a Gilbert de regreso por el pasillo, hacia la otra ala. Él la condujo a una habitación al final del pasillo, y abrió la puerta.
Tabitha quedó boquiabierta ante el palaciego dormitorio. Era, después de todo, absolutamente lo mejor. No esperaba menos de Valerius y, aún así, la habitación inspiraba reverencia.
Estaba decorada en azul marino oscuro y dorado. El suntuoso cobertor azul ya estaba plegado para ella.
Gilbert fue hacia un intercomunicador, y se detuvo.
—Supongo que no habrá nadie aquí para responder a su llamado —dijo en voz baja.
—¿Usted no quiere irse?
Él pareció un poco sobresaltado.
—He estado con Lord Valerius por mucho tiempo.
Por el tono de su voz, ella podía notar que “mucho” tenía un significado propio.
—¿Es usted otro Escudero?
Él sacudió la cabeza.
—Ni siquiera saben que existo. Por eso es que Lord Valerius cambia de Escuderos con tanta frecuencia. Me recibió cuando yo tenía quince años y él estaba instalado en Londres. Nadie más quería aceptarme.
Ella frunció el ceño ante sus palabras.
—¿Por qué no lo convirtieron en Escudero?
—El Consejo de Escuderos se rehusó a conceder ese pedido a Lord Valerius.
—¿Por qué? —preguntó ella, sin comprender.
El Consejo había permitido entrar a Nick Gautier cuando Kyrian lo había pedido, y el cielo sabía que el chico tenía un pasado extremadamente turbio.
—Me temo que no tienen un buen concepto del General o de sus pedidos.
Tabitha gruñó gravemente. Ella jamás había sido el tipo de persona que soportaba a aquellos que juzgaban a los demás. Como decía su tía Zelda frecuentemente, “pero por la gracia de dios, allí voy.”
—No se preocupe, Gilbert. Me aseguraré que nadie se meta con Valerius mientras usted no esté. ¿Trato hecho?
Él le sonrió.
—Trato hecho.
Hizo una reverencia y luego partió.
Tabitha cruzó la habitación sólo para descubrir que su ropa ya había sido desempacada y todo estaba ordenadamente ubicado en los cajones, el armario y el baño.
Wow. Una mujer podría acostumbrarse a este tipo de tratamiento.
Ordenó sus armas, que habían sido colocadas en un cajón. Sus favoritas eran los cuchillos retráctiles que se ajustaban a sus muñecas con abrojos. Un disparador de alta presión los enviaba del brazo a sus manos, pero debía ser cuidadosa, o harían una desagradable herida en su palma.
Levantó la pierna de su pantalón y deslizó otro estilete en su bota, y metió un cuchillo de mariposa en su bolsillo trasero. La mayoría de sus armas eran ilegales, pero tenía suficientes amigos en el departamento de policía como para que no la hostigaran por eso.
Estaba sacando un suéter de mangas largas para cubrir sus brazos cuando alguien golpeó a la puerta de su dormitorio.
Abriéndola, encontró a Valerius del otro lado. Tenía que ser el hombre más apuesto que jamás había visto. Su cabello aún estaba húmedo, atado en su casi inevitable cola de caballo aunque, para ser sincera, ella lo prefería suelto y salvaje.
Sus rasgos cincelados no delataban nada, pero ella podía sentir el deleite en él.
—Salgo a patrullar.
—Estoy lista.
La diversión que Tabitha sentía se duplicó. Las líneas del rostro de Valerius también se suavizaron, y ella apenas se pudo contener para no atraerlo a sus brazos.
Realmente, nadie debería ser tan tentador.
Él abrió aún más la puerta.
—Vamos, mi Dama Peligrosa, sus Daimons esperan.
Tabitha encabezó el camino escaleras abajo, donde Otto estaba esperándolos.
Debía haber regresado mientras estaban arriba.
—Hay un alerta en Nueva Orleáns —les dijo—. Todos los Escuderos, excepto los Ritos de Sangre, están siendo evacuados. Ash también está trayendo a un par de Hunters más de la parte norte del estado y de Mississippi. ¿Sabían acerca de esto?
—No —dijo Valerius—. No me di cuenta que habían emitido un alerta.
Otto asintió.
—Incluso Tad. Están transfiriendo el control de la página web de los Dark Hunter a Milwaukee hasta que termine la alerta.
Las palabras de advertencia de Amanda pasaron por la cabeza de Tabitha. Extrajo su teléfono del bolsillo trasero y llamó para verificar cómo estaban mientras Valerius y Otto conversaban.
Se sintió aliviada en el instante en que escuchó la voz de Amanda.
—Hola, hermanita —dijo, intentando sonar normal—. ¿Qué están haciendo?
—No mucho. Y sí, ya sé sobre la alerta. Ash ya se ha mudado aquí junto con un Dark Hunter llamado Kassim.
—¿Por qué no están siendo evacuados?
—Ash dijo que eso nos seguirá. Pensó que sería mejor que luchásemos en nuestro territorio que en algún sitio desconocido. No te preocupes, Tab. Realmente me siento mejor con Kassim y Ash aquí.
—Sí. Sé que Ash jamás permitiría que nada le sucediera a alguno de ustedes. Cuídense, y hablaremos más tarde. Te quiero.
—Yo también. Adiós.
Tabitha suspiró mientras Amanda colgaba y su estómago se contraía aún más, con un temor infundado.
¿Por qué estaba tan nerviosa?
—Me aseguraré que toda la servidumbre esté fuera de aquí por la noche —dijo Otto antes de irse.
Valerius asintió imperiosamente.
En cuanto estuvieron solos, Tabitha luchó por deshacerse de su sombrío humor.
—¿Conoces a un Dark Hunter llamado Kassim?
—Sé sobre él.
—¿Qué sabes?
Valerius ajustó la manga de su abrigo a su muñeca.
—Era un príncipe Africano en la Edad Media. Estaba instalado en Jackson, Mississippi, hasta que Ash lo mudó a Alexandria un par de años atrás. ¿Por qué?
—Lo trasladaron a la casa de Amanda, así que sentía curiosidad —señaló la puerta del frente con el pulgar—. ¿Vamos?
Él le tomó la mano cuando comenzó a alejarse.
—Lo que sea que esté detrás de todos ustedes, lo atraparemos, Tabitha. No te preocupes.
La sinceridad de su voz la atravesó.
—¿Protegerías a tu enemigo mortal?
Él apartó la vista. Cuando su mirada regresó a ella, la quemó.
—Protegeré a tus seres queridos. Sí.
No había ninguna razón para que hiciera algo semejante. Ninguna. No tenía dudas que, si estuviera en su lugar, Kyrian regresaría escaleras arriba, cerraría su puerta con llave, y no haría nada.
Pero Valerius…
Antes de poder detenerse, hizo descender sus labios hacia los de ella y lo besó ferozmente. El sabor de Valerius penetró en su mente. Cómo deseaba no tener otra cosa que hacer más que arrastrarlo escaleras arriba y hacerle el amor.
Si tan sólo pudiera…
Suspirando sentidamente, le mordisqueó los labios y se apartó. Sintió su desgana de soltarla. Forzándose a dejarlo ir, Tabitha dio un paso atrás, abrió la puerta y salió fuera.
Mientras se iban, Otto se acercaba por el camino donde su auto estaba aparcado, y ella cayó en la cuenta que él aún vestía sus tejanos negros y el suéter de esa tarde… no se había transformado en el vulgar Otto esta noche. En realidad, se veía como un adulto.
—Olvidé algo —dijo. Le alcanzó a Valerius un dispositivo que parecía un pequeño transmisor—. Por cualquier cosa. El Consejo quiere a todos identificados para que, si algo te sucede, podamos ayudarte.
Para su asombro, también le pasó uno a ella.
—Gracias, Otto.
Él inclinó la cabeza.
—Tengan cuidado. Talon estará cerca del Parque, junto con Kyrian y Julian. Llegarán hasta Ursulines, cerca del Santuario y Chartres, y el Mercado Francés. Seguramente prefieran patrullar en otro sitio.
—Estaremos por el lado noroeste del Barrio. Bourbon, Toulouse, St. Louis, Bienville, y Dauphine.
Valerius se encogió en cuanto ella nombró a Bourbon, pero no dijo nada.
—Ash se ocupará de los cementerios —continuó Otto—, Janice estará en Canal, Harrod's, y el Warehouse District mientras que Jean-Luc se ocupará del Garden District. Ulric estará en el Business District y Zoe en Tulane. Lo que deja a Kassim, quien ha sido avisado por Ash que si él, Amanda, o Marissa abandonan la casa de Kyrian antes del amanecer, estará frito.
—¿Quién es Ulric? —preguntó Tabitha.
Otto la miró cómicamente.
—Es el Dark Hunter de Biloxi que llegó hace más o menos media hora. Es rubio, así que intenta no apuñalarlo si te lo encuentras en un callejón.
Tabitha se ofendió.
—¿Qué? No es mi culpa si apuñalo a toda la gente con colmillos. No deberían parecerse a los Daimons.
—Yo no parecía un Daimon, pero me apuñalaste.
Otto rió.
—Sí, bueno, parecías un abogado, así que tenía que matarte. Era una obligación moral.
Valerius sacudió la cabeza. Calmándose, ella miró a Otto.
—¿Cuántos Escuderos quedaron en la ciudad?
—Sólo yo, Kyl, y Nick. Los últimos en partir fueron Tad y tu ex Eric y su esposa, quienes tomaron un vuelo fletado una hora atrás. Todos los demás, de Liza para abajo, se fueron de aquí hasta que Ash apruebe el regreso.
—¿Y qué hay de los Weres? —preguntó Valerius.
—Todos andan cerca de Santuario, para proteger a sus niños y mujeres. Incluso Vane y Bride están quedándose allí, por el momento.
—¿Los Weres nos ayudarán? —preguntó Tabitha.
Otto sacudió la cabeza.
—Ven esto como un problema humano y no quieren involucrarse.
Tabitha resopló, indignada.
—No puedo creerlo.
—Entonces no sabes mucho acerca de los animales —dijo Otto—. Por eso es que Talon quiere vigilar el club. Los Apolitas y Daimons saben que, una vez que están dentro del Santuario, nadie, ni siquiera Ash, puede tocarlos.
Tabitha rió.
—Ash no tiene que tocarlos para matarlos.
—¿Perdón? —preguntaron Valerius y Otto simultáneamente.
—¿Qué? —les dijo ella—. ¿No sabían eso? Ash es verdaderamente impresionante en una pelea. Sacará tu trasero de circulación permanentemente antes de que sepas que está allí. Se mueve tan rápido que no puedes verlo la mitad del tiempo.
—Suena como si fuera Corbin —dijo Otto—. Ella es una teletransportadora. Aparece, apuñala a un Daimon, y desaparece antes de que se desintegre.
—¿Corbin? —preguntó Tabitha.
—Una antigua reina Griega convertida en Dark Huntress —dijo Valerius.
Tabitha puso los ojos en blanco.
—Déjame adivinar, ¿no es amistosa contigo?
—¿Realmente necesito responder eso?
No, no necesitaba hacerlo.
—Sí —dijo Otto—, pero ella es un paseo por el parque comparada con Zoe y Samia. Dices “romano” cerca de ellas y es mejor que te cubras rápido —miró a Tabitha—. Bueno, tú no, pero todos nosotros, los que tenemos cosas que proteger allí abajo, debemos hacerlo.
—Bien —dijo Tabitha, apartándose de él—. Y con ese interesante comentario, creo que es hora de irnos —señaló el arruinado IROC rojo que estaba aparcado al otro lado de la entrada de Valerius—. ¿Te molesta si tomamos prestado tu auto, Otto?
Valerius parecía horrorizado.
Otto rió malignamente mientras sacaba las llaves.
—Por favor.
Valerius habló instantáneamente.
—Tengo mi…
—Esto servirá —dijo Tabitha mientras le guiñaba un ojo a Otto y tomaba las llaves.
Valerius estaba rígido.
—Realmente, Tabitha, creo que…
—Sube al auto, Val. Prometo que no te morderá.
Él parecía cualquier cosa menos convencido.
Riendo, ella fue por el camino hacia el IROC.
Para su sorpresa, Otto les gritó:
—Tengan cuidado. Puedo no apreciar a ninguno de los dos, pero no quiero que los malos ganen.
—No te preocupes —dijo Tabitha mientras continuaba caminando—. Esta vez sé qué esperar.
—No seas presumida —dijo Valerius, mirándola penetrantemente—. Era un gran hombre quien dijo “El orgullo aparece antes de la caída”.
Ella se tomó sus palabras a pecho.
—Buen consejo —miró sobre el hombro—. Buenas noches, Otto.
—Buenas noches, Tabitha. Cuida mi auto.
Valerius se encogió.
Ella sofocó la risa ante su reacción.
—Mmm —dijo, respirando hondo el aire que era tan Nueva Orleáns mientras abría el pequeño portón que estaba junto al camino para dejarlos pasar a los patios—. Huele la belleza.
Valerius frunció el ceño.
—Lo único que huelo es el hedor a putrefacción.
Ella lo miró amenazante mientras se le unía en la acera, junto al automóvil de Otto.
—Cierra los ojos.
—Preferiría no hacerlo. Podría pisar algo, y entonces lo traería de regreso a casa y lo olería toda la noche —Tabitha lo miró con desagrado y él se lo tomó con calma—. Eres la única mujer que conozco que puede oler este aire rancio y pensar que es agradable.
Ella cerró el portón.
—Cierra los ojos, Valerius, o tu nariz podría ser la única parte que funcione correctamente mañana.
Valerius no estaba seguro si debía obedecerle o no, pero se encontró haciéndolo, reacio, mientras se paraba un poco inclinado.
—Ahora respira hondo —dijo ella al oído con su sensual voz. Lo hizo estremecer—. ¿Hueles la humedad del río con un rastro de gumbo Cajun perfumándolo? Por no mencionar el musgo español…
Él abrió los ojos.
—Todo lo que huelo es orina, mariscos podridos y fango de río.
Ella lo miró, atónita.
—¿Cómo puedes decir eso?
—Porque eso es lo que huelo.
Tabitha le gruñó mientras subía al auto.
—Eres difícil de convencer, ¿sabes?
—Me han dicho cosas peores.
La mirada de ella se volvió seria y triste.
—Lo sé. Pero nuevos tiempos están llegando para ti. Sacaré ese palo de tu culo, y esta noche vamos a relajarnos, patear traseros de Daimon, y…
—¿Discúlpame? —preguntó en un tono ofendido—. ¿Sacarás el qué de mi qué?
—Me escuchaste —le dijo, con una sonrisa traviesa—. Sabes, la mitad del problema que la gente tiene contigo es que no ríes mucho, y te tomas a ti y a todo lo demás demasiado en serio.
—La vida es seria.
—No —dijo ella, con la pasión brillando en su mirada azul—. La vida es una aventura. Es emocionante y terrorífica. A veces incluso es un poquito aburrida, pero jamás debería ser seria —Tabitha vio la duda en sus ojos. Él estaba tan desacostumbrado a confiar en la gente y, por alguna razón, quería que confiara en ella—. Ven conmigo, General Valerius, y déjame mostrarte lo que la vida realmente puede ser, y porqué es tan condenadamente importante que salvemos al mundo.
Lo observó mientras él abría la puerta del auto como si estuviese tocando el pañal sucio de un bebé. Jamás había visto a alguien haciendo tantos gestos de desprecio. Era bastante impresionante.
Pero él no dijo nada más mientras subía al auto, y ella ponía un cambio y salía rápidamente por la orilla de la acera.
Valerius no esperaba mucho de esa noche; pero debía admitir que le agradaba la vibración de esta mujer. El fervor con que vivía. Era fascinante observarla. No era ningún milagro que Ash hubiese entablado amistad con ella.
Cuando uno era inmortal, la frescura de la vida tenía un modo de morir aún más rápido que el cuerpo. Mientras los siglos se mezclaban, era fácil olvidar el lado humano. Recordar porqué la humanidad necesitaba ser salvada.
Era difícil recordar cómo reír. Pero, la risa y Valerius eran prácticamente desconocidos. Antes de Tabitha, jamás había compartido la risa realmente con nadie.
Tabitha tenía el entusiasmo de una niña. De algún modo, se las había arreglado para aferrarse a sus ideales de juventud incluso frente a un mundo que no la aceptaba completamente. Verdaderamente no le importaba lo que él, o nadie más, pensara de ella. Pasaba su vida haciendo lo que necesitaba hacer y manejando todo en sus propios términos.
Cómo envidiaba eso de ella.
Era una fuerza poderosa para tener en cuenta.
Valerius rió a pesar de sí mismo.
—¿Qué? —preguntó ella mientras giró con el auto tan rápido en una esquina que prácticamente arrojó a Valerius sobre su propio asiento.
Él se acomodó.
—Estaba pensando que alguien debería llamarte Huracán Tabitha.
Ella resopló.
—Llegas demasiado tarde. Mi madre ya lo hizo. En realidad, me llamó de ese modo la primera vez que visitó mi habitación en la universidad, y vio el caos que producía sin mi hermana Amanda recogiendo todo detrás de mí. Deberías estar agradecido que, después de doce años viviendo sola, finalmente aprendí a acomodar mis cosas.
Tembló ante el pensamiento.
—Verdaderamente, estoy agradecido.
Dobló el auto bruscamente hacia el estacionamiento de Jackson Brewery y lo metió en un espacio de aparcamiento que en realidad no se suponía que lo fuera.
—La policía remolcará el auto.
—Nah —dijo ella mientras lo cerraba y colocaba un pequeño medallón de plata sobre el tablero, con su nombre grabado en él—. Esta es la ruta de Ed, y él sabe lo que le conviene. Haré que mi hermana lo embruje a él y a su hermano si lo intenta.
—¿Ed?
—Uno de los policías asignados a este sitio. Vigila por mí. Solíamos ir a la secundaria juntos, y salió con mi hermana mayor, Karma, durante años.
—¿Tienes una hermana llamada Karma? —preguntó Valerius.
—Sí, y es muy apropiado. Tiene una desagradable tendencia a regresar y lastimar a cualquiera que le haga daño cuando menos lo esperan. Es como la enorme y negra araña, esperando —las palabras no eran ni remotamente tan divertidas como el gesto que Tabitha hizo, levantando las manos y mordisqueando como un ratón rabioso—. Justo cuando piensas que estás a salvo de su furia… ¡bam! —golpeó las manos—. Te hace caer y quedas tirado en el piso, sangrando profusamente.
—Espero que estés bromeando.
—Para nada. Es una mujer pavorosa, pero la quiero.
Valerius bajó del auto y se detuvo mientras se le ocurría algo. Cada vez que se daba vuelta, ella aparecía con otro pariente.
—¿Cuántas hermanas tienes?
—Ocho.
—¿Ocho? —preguntó, sorprendido por el número.
No era ningún milagro que no pudiese mantenerlas en orden. Se preguntaba cómo lo hacía ella.
Tabitha asintió.
—Tiyana, a quien llamamos Tia. Selena y Amanda, las conoces. Luego está Esmeralda, o Essie, como le decimos. Yasmina o Mina. Petra, Ekaterina quien generalmente usa Trina, y Karma, que se rehúsa a tener un sobrenombre —Valerius silbó bajo ante su acto de pasar lista—. ¿Qué? —preguntó Tabitha.
—Sólo estoy compadeciendo a cualquier pobre hombre que haya vivido en esa casa con todas ustedes. Debe haber sido verdaderamente terrorífico al menos una semana de cada mes.
Ella se quedó boquiabierta, y luego rió en voz alta.
—¿Eso fue una broma?
—Simplemente una aterradora declaración de los hechos.
—Sí, claro. Bueno, a decir verdad, mi padre pasaba mucho tiempo en el trabajo durante esa época del mes, y se aseguraba que nuestras mascotas fueran machos, para no sentirse tan terriblemente superado en número. ¿Y tú? ¿Tenías alguna hermana?
Él sacudió la cabeza mientras ella se unía del lado del pasajero y se encaminaban hacia la calle Decatur.
—Sólo tenía hermanos.
—Epa, imagina si tu padre se hubiese casado con mi madre, hubiésemos tenido a la Tribu Brady.
Él se burló de ella.
Ella levantó la cabeza y lo miró.
—Para un hombre que se enorgullece de ser remilgado y correcto, conoces a muchos íconos populares —Él no hizo ningún comentario—. ¿Cuántos hermanos tenías? —preguntó ella, sorprendiéndolo con su rápido regreso al tema anterior.
Intentó no responder y, sin embargo, lo dijo antes de poder detenerse.
—Hasta un par de años atrás, pensé que tenía sólo cuatro.
—¿Qué sucedió entonces?
—Descubrí que Zarek también era uno de ellos.
Tabitha frunció el ceño ante su revelación.
—¿Cuando estabas vivo no lo sabías?
La culpabilidad y la rabia desgarraron a Valerius ante su inocente pregunta. Realmente debería haberlo sabido. Si tan solo se hubiese molestado en observar a Zarek cuando eran humanos…
Pero bueno, era hijo de su padre.
—No —dijo él tristemente—, no lo sabía.
—¿Pero lo conocías?
—Era esclavo en nuestra casa.
Ella parecía espantada.
—¿Pero era tu hermano? —Él asintió. Tabitha se veía tan confundida como él había estado la noche en que se enteró de la verdad—. ¿Cómo podías no saber?
—Tú no comprendes el mundo en que vivía. Uno no cuestionaba ciertas cosas. Cuando mi padre hablaba, eso era la verdad. Uno no miraba a los sirvientes, y Zarek… no estaba reconocible en esos días.
Tabitha sintió una ola de dolor tan profunda que la hizo sufrir junto con él. Envolvió el brazo alrededor del suyo y lo pellizcó suavemente.
—¿Qué estás haciendo? —le preguntó Valerius.
—Me quedo junto a ti para que Zarek no te golpee otra vez con un rayo. Dijiste que no lastimaría a gente inocente, ¿verdad?
—Sí.
Ella le sonrió.
—Llámame Escudo.
Valerius sonrió a pesar de sí mismo, mientras ponía una mano sobre el antebrazo de Tabitha.
—Eres una mujer tan extraña.
—Sí, pero estoy comenzando a agradarte, ¿cierto?
—Sí, así es.
La sonrisa de Tabitha se ensanchó.
—Nosotros, somos hongos. La próxima vez que lo pienses, en realidad te gustaré.
El problema era que ya le gustaba. Mucho más de lo que debería.
—¿Adónde vamos? —preguntó Valerius mientras ella lo llevaba rápidamente por Decatur hacia Iberville, lejos de donde podrían cruzarse con alguno del equipo que lo odiaba cada vez que respiraba.
—Bueno, aún es temprano, así que pensé en hacer chequeo anticipado del perímetro, seguido por una intensa búsqueda en AbyssÀ, que es un club al que estoy segura que jamás entraste. A muchos de los Apolitas les agrada frecuentarlo, y he barrido a varios Daimons allí, y cerca de ese sitio.
—¿No es ese uno de los clubes que Acheron frecuenta?
—Sí, pero como está en los cementerios, tengo la sensación de que los Daimons se congregarán donde piensen que estarán a salvo.
Valerius no podía discutir eso.
Tabitha lo llevó hacia el Café Magnolia.
—¿Tienes hambre otra vez? —preguntó incrédulo, mientras ella entraba al restaurante.
—No.
—Entonces, ¿por qué estamos aquí?
—No te preocupes por eso.
Fue hacia el mostrador y pidió cinco comidas para llevar.
Valerius estaba completamente desconcertado mientras miraba alrededor, de lo que la mayoría de la gente llamaría, un sitio “hogareño”. Tenía manteles de plástico a cuadros rojos y blancos, y pequeñas mesas y sillas que cualquiera podía encontrar en una casa normal.
Definitivamente, no era el tipo de lugar en que Valerius comía, pero era del gusto de Tabitha.
Cuando las órdenes estuvieron listas, Tabitha las tomó y salió de regreso a la calle.
Valerius la siguió, intrigado por lo que iba a hacer con ellas.
Su curiosidad terminó en un callejón oscuro. Dejó las bolsas de comida y luego lo tomó del brazo para apartarlo. Valerius escuchó a la gente escabulléndose en la oscuridad.
—Alimentas a los indigentes —dijo él, tranquilamente. Ella asintió—. ¿Lo haces con frecuencia?
—Cada noche, más o menos a esta hora.
Él la hizo detener y la miró fijamente.
—¿Por qué?
—Alguien debe hacerlo —cuando él abrió la boca para hablar, ella le cubrió los labios con la mano—. Conozco todos los argumentos, Val. ¿Por qué deberían trabajar cuando hay gente como yo dispuesta a alimentarlos gratis? No puedes salvar al mundo. Deja que otro se ocupe de ellos, etc. Pero no puedo hacerlo. Cada noche, cuando vengo aquí, sé que están allí y que sufren. Uno de los hombres, Martin, fue una vez un prominente empresario al que enjuiciaron y perdió todo. Su esposa se divorció de él y se quedó con los niños. Y como había abandonado la secundaria, y tenía cincuenta y seis años cuando fue a bancarrota, nadie lo contrataba. Trabajó para mí en mi tienda, pero no era suficiente para mantenerse, y no quería aceptar caridad, así que dormía en los callejones. Realmente quería aumentarle el sueldo pero, si lo hacía, tendría que hacer lo mismo con todos, y no puedo permitirme pagarle a cada empleado de medio tiempo de mi tienda treinta mil dólares por año.
—No iba a decir nada de eso, Tabitha —dijo él con calma—. Sólo quería decirte que tu compasión por otras personas me abruma.
—Oh —ella le ofreció una débil sonrisa—. Es que estoy acostumbrada a que la gente condene todo lo que hago.
Él levantó la mano de Tabitha hasta sus labios y besó sus nudillos.
—No te condeno, señora mía. Simplemente te admiro.
La sonrisa de Tabitha se hizo completa y lo apabulló. Ella le apretó la mano e hizo la cosa más inesperada del mundo. Puso su brazo alrededor de la cintura de él y comenzó a caminar por la calle.
Valerius se sentía tan raro. Había visto a amantes hacer esto durante siglos, pero jamás había tenido a nadie que lo hiciera con él. Vacilando, envolvió su brazo alrededor de los hombros de ella y simplemente dejó que el calor de su cuerpo y su tacto se filtraran en él.
No había palabras para lo que sentía ahora mismo. Era una cosa muy ordinaria lo que estaban haciendo. La gente no debería tocarse tan íntimamente en público. Y, sin embargo, jamás había sentido algo mejor que tener a esta extraña mujer a su lado.
La brisa sopló mechones del cabello de ella sobre su mano. Era suave y ligero, y traía imágenes de ella a su mente que no debería tener, salvaje, en su cama. Indomable.
Y causaba estragos en su cuerpo.
No hablaron mucho mientras atravesaban la oscura ciudad donde los humanos hacían sus cosas, inconscientes del peligro que pendía sobre ellos. Era inquietantemente pacífico.
Era apenas pasada la medianoche cuando llegaron a la calle Toulouse. Abyss no era el típico escenario de los clubes de Nueva Orleáns. Era oscuro y poco atrayente, completamente distinto a la mayoría de los lugares para turistas que incitaban a entrar al público en general.
Tabitha lo condujo por un extenso callejón que era angosto y un poquito espeluznante.
—Hola, Tabby —la saludó un hombre afroamericano alto, mientras chequeaba las identificaciones de una pareja frente a ellos.
Tenía la cabeza rasurada, con tatuajes que marcaban cada centímetro de piel expuesta… incluso sus manos.
—Hola, Ty —dijo Tabitha—. ¿Cómo van las cosas esta noche?
—Nada mal —dijo él guiñando el ojo mientras hacía pasar a la pareja—. ¿Quién es tu amigo? —preguntó, estudiando a Valerius con el ceño fruncido.
—Val. También es amigo de Ash y Simi.
—No, ¡mierda! —dijo antes de extender su mano hacia Valerius—. Ty Gagne. Encantado de conocerte.
Valerius estrechó su mano.
—A ti también.
—Diviértanse y, Tabby, nada de armas esta noche, ¿trato hecho?
—Sí, sí, Ty. Nada de derramamiento de sangre. Entendí.
Una vez dentro del club, Valerius quedó desconcertado ante el mar de humanos vestidos de negro. Parecía una convención de Dark Hunters. Era extremadamente fácil distinguir a los turistas que habían tropezado inadvertidamente con el club, o quizás habían sido desafiados a entrar. Había más perforaciones corporales y tatuajes en ese salón que los que había visto en dos mil años de vida.
Muchos de los clientes fijos conocían de vista a Tabitha.
—Hola, Vlad —dijo Tabitha a un hombre alto y demacrado, con la piel tan pálida que era translúcida.
Vestía una camisa blanca con volados, una chaqueta de smoking de terciopelo rojo sangre y pantalones negros. Su largo cabello negro colgaba alrededor de su rostro enjuto, y sus ojos estaban cubiertos por un par de anteojos de sol redondos.
—Buenas noches, Tabitha —dijo el hombre, antes de sonreír para mostrarle a Valerius un par de colmillos.
Los saludó con un trago de brandy que parecía que contenía sangre. Sus sentidos de Dark Hunter le dijeron a Valerius que era vodka rojo. Los largos y delgados dedos de Vlad estaban cubiertos por garras de plata.
Valerius sintió la necesidad de reír y mostrarle al hombre su propio par de colmillos reales, pero se contuvo.
—Vlad es un vampiro del siglo XV —le dijo ella a Valerius.
—Hijo de Vlad Tepes y nombrado por mi estimado padre —explicó Vlad en un simulado acento de Transilvania.
—¿De veras? —dijo Valerius—. Eso me parece fascinante, ya que el único hijo varón de Vlad, Radu, fue asesinado por los Turcos cuando tenía dieciocho años. El único sobreviviente de Vlad fue una hija, Esperetta, que ahora vive en Miami.
“Vlad” puso los ojos en blanco.
—En serio, Tabitha, ¿dónde encuentras a esta gente?
Valerius rió mientras el falso vampiro se alejaba.
Tabitha se unió a él.
—En serio —dijo, calmándose—. ¿Hay algo de verdad en toda esa porquería que acabas de largar?
Él asintió.
—Pregúntale a Ash. El esposo de Retta fue convertido en Dark Hunter por 1480, eso creo, y ella lo siguió. Su esposo es uno de los pocos Dark Hunters que me habla en un tono civilizado.
—¡Genial! —Tabitha se quedó atrás mientras otra princesa gótica pasaba entre ellos. Señaló una escalera con la cabeza—. Hay tres bares aquí, y un área llamada LibraryÀ. Los Daimons generalmente se encuentran rondando el Library o el Sound BarÀ. Los otros dos son el Main BarÀ y el Afrodita. Oh, y probablemente debería advertirte que Eros y Psyche tienden a frecuentar el bar Afrodita también, así que seguramente quieras dejarme ese a mí, en caso que aparezcan.
—¡Hey, Tabby! —dijo una rubia regordeta mientras agarraba a Tabitha en un avasallador abrazo—. ¿Has visto algún vampiro esta noche?
—Hola, Carly —dijo ella, echando una mirada divertida a Valerius—. Esta noche, no. ¿Por qué?
—Bueno, si encuentras uno, envíalo hacia mí. Estoy preparada para ser mordida y convertida en inmortal.
Tabitha puso los ojos en blanco.
—Ya te dije que no pueden hacer eso. Es un mito de Hollywood.
—Sí, bueno, quiero ser mitificada. Así que, si encuentras uno, dile que estoy en la Biblioteca, esperando.
—Está bien —dijo ella, asintiendo—. Lo haré.
—Gracias, muñeca.
Valerius se frotó la ceja mientras la mujer rubia los abandonaba.
—Conoces a mucha gente interesante.
Tabitha se rió de él.
—Eso lo dice alguien que recibe órdenes de un hombre que ha estado en la tierra durante casi doce mil años, sin mencionar que en realidad conoces a la hija del Conde Drácula. No quiero escuchar eso de ti, compañero.
Tenía un punto por eso.
—¿Podrías relajarte? —ella le levantó el cuello del abrigo antes de desatar y comenzar a desordenar su cabello.
—¿Qué estás haciendo?
—Intentando hacer que te mezcles. Ciertamente ayudaría que no te vieras como si estuvieses estreñido ahora mismo.
—¿Perdón?
—Vamos —dijo ella, pasando la mano sobre su boca mientras intentaba suavizarla—. Deja de fruncir el labio y de verte como si tuvieses miedo de contagiarte algo. No es que puedas morir, o algo así.
—Eres tú quien debería estar preocupada.
Ella le hizo un sonido rudo.
—Esto lo dice un hombre cuya cultura en realidad inventó la bulimia. Dime, ¿cuántas veces visitaste el viejo vomitorium?
—No todos hacíamos eso, gracias.
—Sí, claro.
Se apartó.
Valerius apresuró el paso para alcanzarla. Lo último que deseaba era quedarse solo con la rareza de la gente que estaba reunida en este sitio. Claro, no podía lastimarlo pero, sin embargo, eran perturbadores. No podía imaginar por qué Acheron prefería “pasar el tiempo” en un lugar como este. Era tan bullicioso que no podía escuchar sus propios pensamientos. Las luces causaban estragos a su vista, y la decoración de esqueletos y murciélagos…
Simplemente no era un sitio donde pasaría su tiempo libre, si tuviese alguna opción en ese aspecto.
Pero Tabitha se mezclaba con un extraño tipo de conformidad. Este era su ambiente. Su gente y su cultura.
No había nada rígido en nadie aquí.
Ella lo condujo hacia la pista de baile, donde fue saludada por una mujer con un mohawk extremadamente alto y azul eléctrico.
Valerius observó con horror cómo Tabitha corría a través de la pista para bailar con la mujer, y lo que parecía ser un hombre vestido en plástico brillante, que estaba sostenido a su cuerpo por enormes hebillas plateadas. Los ojos y labios del hombre estaban pintados de negro y su cabello se veía como si jamás hubiese sido cepillado.
Tabitha no parecía notarlo, mientras se balanceaba con la bulliciosa y aplastante música. Era tan adorable.
No le importaba quién la observara. No había cosas tales como el decoro o reglas que la reprimieran.
Simplemente era ella.
Y él la amaba por eso.
Riendo por algo que el hombre había dicho, descendió rápidamente hacia el suelo, y luego ascendió con un flexible ritmo que encendió más fantasías de las que Valerius hubiera creído posible. Cada parte masculina en él estaba consciente de ella. Consciente de la suavidad de su rostro, del modo en que las luces volvían su piel luminiscente.
El modo en que su cuerpo se movía como líquido ante el martilleante sonido.
Entonces Tabitha lo miró. En el instante en que sus ojos azules se encontraron con los de él, su entrepierna dio un tirón, con una necesaria anticipación.
Sonriendo, ella dobló el dedo, indicándole que se acercara.
Valerius en realidad dio un paso adelante antes de poder detenerse. Bailar no era algo que hiciera en público. Como romano, su padre había pensado que era burdo y bajo, y le había prohibido a todos tomar parte de eso. Como Dark Hunter, jamás había pensado en aprender.
Renuente a avergonzarla frente a sus amigos, dio un paso atrás.
Tabitha se detuvo, y luego dijo algo al hombre y a la mujer. Besó al hombre en la mejilla y abrazó a la mujer, entonces se unió a él.
—Déjame adivinar, ¿los romanos no tienen ritmo?
—Ninguno que desee compartir.
La sonrisa de Tabitha se amplió aún más.
—Pondría eso a prueba, pero habiéndote visto bailar, yo… —su voz se fue desvaneciendo mientras su mirada pasaba por encima del hombro de él.
Valerius giró la cabeza para ver lo que la había paralizado. Divisó a los Daimons instantáneamente.
Había cinco de ellos.
Y se encaminaban hacia la salida con un pequeño grupo de mujeres.
À Quinta enmienda de la Constitución de EE.UU, que declara que ninguna persona será detenida para confesar cualquier tipo de crimen, excepto por una declaración o acto de acusación de un gran jurado.
À Organismo que controla, entre otras cosas, la posesión de armas.
À Sitio web para compras en línea.
À Hace referencia a los personajes de La Familia Addams, serie de televisión de los años 60.
À Protagonistas de una serie de tv estadounidense, que relataba la historia de la vida cotidiana de la familia Nelson.
À Abismo.
À Library: biblioteca
À Sound Bar: bar sonido
À Main Bar: bar principal
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