Tabitha fue hacia los Daimons sin pensarlo, hasta que Valerius la hizo detener.
—¿Qué estás haciendo? —le preguntó, indignada.
—Es una trampa.
Ella lo miró con el ceño fruncido.
—¿Qué?
Había una expresión extraña en el rostro de Valerius, mientras apretaba con más fuerza su brazo.
—¿No puedes sentirlo? Incluso sin poderes, puedo sentir esto.
—No, y si no salimos, matarán a esas personas.
Ella intentó zafar su brazo, pero él la sostuvo con fuerza.
—Tabitha, escúchame. Esto no está bien. Los Daimons jamás son tan atrevidos, y tenían que saber que yo estaba aquí.
Él tenía razón. Era demasiado obvio. Valerius resaltaba en esta multitud como la luz del sol en la oscuridad.
—Entonces, ¿qué sugieres que hagamos? ¿Permitir que alguien inocente muera?
—No. Quédate aquí y yo iré.
—Mier…
—Tabitha —le dijo él con brusquedad, con sus ojos negros quemándola—. Soy inmortal. Tú no. A menos que uno de ellos esgrima un hacha, no pueden lastimarme demasiado. Sin importar qué me hagan, sobreviviré. Tú podrías no hacerlo.
Tabitha quería discutir con él, pero sabía que tenía razón. Sin mencionar que podía sentir en su interior que estaba siendo sincero. No era un acto de “macho” para probar que era superior a ella.
Estaba preocupado por su seguridad, y si estaba preocupado por ella, no podría luchar con la mente clara.
—Está bien —dijo ella—. Ve, e intentaré no seguirte.
La mandíbula de Valerius tembló.
—Por mi bien, por favor, haz más que intentar. Lógralo.
La soltó y antes que ella pudiera parpadear, había desaparecido de su vista.
Valerius corrió a través de la multitud, detrás de los Daimons. Se detuvo en la entrada lo suficiente como para pedirle a Ty que mantuviera a Tabitha en el bar, por su seguridad. No estaba seguro si el hombre lo ayudaría con eso o no, pero si al menos Ty podía retenerla un poco, quizás le daría el tiempo suficiente como para matar a los Daimons antes de que ella llegase y se pusiera en peligro.
Luego de abandonar el bar, vaciló en la calle. La bulliciosa música aún sonaba en sus oídos. Pero aún así, podía sentir a los Daimons…
Al final de la calle, dobló por Royal y fue en la dirección por la que estaba seguro que habían desaparecido. Los Daimons estaban moviéndose rápido, llevándolo hacia la oscuridad.
A menos que estuviera equivocado, lo cual era muy poco probable, había un gran grupo de ellos.
Comenzó a caminar más despacio mientras se acercaba a la calle St. Louis y doblaba allí. No había ido muy lejos cuando se encontró con un portón apenas entreabierto.
Estaban dentro. Tranquilos y quietos.
Esperando.
¿Ya habían matado a los humanos?
Extrayendo una daga, y sosteniéndola de tal modo que la hoja estuviese en línea con su antebrazo mientras el puño descansaba letalmente en su palma, abrió más la puerta, cuidando de no hacer ni un solo sonido mientras entraba al patio negro como boca de lobo.
Era una noche sin luna, y a diferencia de la mayor parte de Nueva Orleáns, no había luces allí. Anduvo por el costado del edificio, sabiendo exactamente qué esperar.
Los Daimons estaban al acecho.
Podía escuchar a alguien chasqueando la lengua.
—Ha pasado mucho tiempo desde que me enfrenté a un Dark Hunter verdaderamente inteligente. Este ya sabe que estamos aquí.
Valerius dio la vuelta a los matorrales para encontrar a un grupo de nueve Daimons esperando en el patio. Las mujeres que había pensado eran humanas, no lo eran.
Tenían colmillos.
Demonios.
Valerius se enderezó hasta su completa e imperiosa estatura, y arqueó una ceja al grupo.
—Bueno, cuando uno envía una llamada cósmica, asumo que desea que la respondan.
Una lenta sonrisa se extendió por los labios del Daimon que había hablado, mientras se movía lentamente en medio del grupo, para poder pararse frente a Valerius. Apenas más bajo, el Daimon tenía una esbelta estructura y, como todos los de su especie, era perfecto en su forma masculina.
—La llamada no era para ti —el Daimon suspiró con fastidio. Evidentemente irritado, miró al grupo detrás de él—. Creí haberles dicho que sacaran a la mujer, no al Dark Hunter.
—Lo intentamos, Desiderius —dijo una de las mujeres—. Ella se quedó atrás.
Valerius se puso furioso ante el nombre del Daimon que había marcado el rostro de Tabitha. Quería hacerlo pedazos, pero sabía que no le convenía delatar a Tabitha o a sí mismo actuando como si ella fuese especial para él.
Si hubiera mantenido la compostura la noche en que sus hermanos lo habían matado, hubiesen dejado a Agrippina en paz. No iba a sacrificar a Tabitha innecesariamente.
Desiderius frunció el ceño.
—¿Tabitha Devereaux se quedó atrás?
—El Dark Hunter le dijo que lo hiciera —agregó otro Daimon—. Los escuché.
—Interesante —Desiderius giró para enfrentarlo—. Me resulta difícil imaginar que Tabitha le hiciera caso a alguien. Debes ser especial, en efecto.
—Ella no pensó que fuesen una amenaza —dijo Valerius impasiblemente—. No valían su tiempo —bostezó mientras los miraba—. No más de lo que valen el mío —el Daimon se movió para golpearlo. Valerius atrapó su brazo, giró, y le dio un codazo en la garganta. Desiderius se tambaleó hacia atrás, maldiciendo—. Sé todo sobre los griegos y sus trucos —refunfuñó mientras aferraba el cuello de Desiderius con un puño y lo arrojaba a la calle—. Más que nada, sé matarlos.
Antes que pudiera mover su daga y matar a Desiderius, los otros se treparon a él. Uno lo tomó de atrás mientras que una de las mujeres se acercaba a apuñalarlo con una larga daga de aspecto cruel.
La pateó y luego giró para hacer frente a los que estaban detrás de él. Uno de los Daimons le pegó en la cara. Valerius hizo rechinar sus dientes mientras el dolor explotaba en su mejilla, hacia su nariz, y sentía la sangre.
Pero el dolor no era nada nuevo para él. Como mortal, había estado familiarizado con las palizas y el sufrimiento.
Valerius devolvió el golpe y puso al Daimon de rodillas.
De la nada, un rayo divino lo golpeó con fuerza en el centro del pecho. Lo levantó del suelo y lo arrojó contra la pared de ladrillos que tenía detrás. Valerius no podía respirar. Intentó mantenerse en pie, pero la total agonía se impuso a su deseo, y cayó al piso.
—Duele, ¿verdad? —dijo Desiderius—. Fue un don que heredé de mi padre —Desiderius se inclinó y aferró la mano derecha de Valerius para estudiar su anillo de sello romano—. Esto es algo que también encuentro interesante. Un romano en Nueva Orleáns. Kyrian de Tracia debe amarte realmente.
Valerius lo miró con furia mientras se forzaba a darse vuelta.
Apenas se había movido cuando Desiderius lo golpeó con otro horroroso relámpago.
—¿Qué haremos con él? —preguntó una de las mujeres.
Desiderius rió una vez más, luego lo sujetó.
Pero fue Valerius quien rió con más fuerza mientras pateaba al Daimon y se quitaba de encima el dolor.
Atrapó a Desiderius y lo arrojó contra la pared, donde rebotó con un golpe seco.
—La pregunta no es qué harán conmigo. Es que haré yo con ustedes.
Tabitha ya no soportaba esperar más. Pero tampoco era completamente estúpida. Extrayendo su teléfono celular, llamó a Acheron, quien respondió al primer timbre.
—Hola, Tabby —dijo riendo—, el número de Valerius es 204-555-6239.
—Realmente odio cuando haces eso, Ash.
—¿Sabes qué odiarás aún más?
—No puedo imaginarlo.
—Date vuelta.
Lo hizo, y lo encontró de pie al otro lado del bar. Con más de dos metros de altura, y vistiendo un par de altas botas góticas que le agregaban unos buenos siete centímetros y medio, era imposible de pasar por alto.
A pesar de lo que él había dicho, Tabitha sintió una ola de alivio al verlo allí. Colgando el teléfono, cruzó el salón para unírsele.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—Sabía que saldrías a buscar a Valerius y estoy aquí para ir contigo.
—Entonces tú también piensas que está en problemas.
—Sé que lo está. Vamos.
Tabitha no le pidió que se explicara. Sabía que no le convenía. Acheron Parthenopaeus raramente respondía algo. Vivía la vida en sus propios términos y era espeluznantemente callado acerca de todo.
Ash encabezó el camino fuera del club y hacia la calle. Tabitha no sabía adónde se dirigían, pero él parecía saberlo instintivamente.
—Tengo una sensación muy mala —le dijo a Ash mientras prácticamente corrían por la calle.
—También yo —dijo él, agachándose para pasar por un portón abierto.
Tabitha lo siguió dentro, luego se detuvo mientras observaba la cosa más increíble que había visto en su vida.
Valerius luchando. Sostenía una espada en cada mano mientras mantenía alejados a cuatro Daimons que arremetían contra él y esquivaban sus ataques con una consumada habilidad propia. Era fluido, violento, y morbosamente hermoso.
Girando sobre sí mismo, Valerius atrapó a uno de los rubios Daimons con un gancho que desgarró su pecho, perforando el punto negro sobre su corazón, donde estaban reunidas las almas humanas. Hizo que el Daimon explotara en un polvo dorado.
Ash se unió a la pelea atrapando a dos de los Daimons con un palo. Los apartó de Valerius, permitiendo que el romano se concentrara en el otro Daimon.
Tabitha dio un paso atrás, sólo para sentir algo frío y maligno rozándola.
—Predecible —dijo la siniestra e inolvidable voz otra vez.
Un destello de algo chisporroteó junto a ella, dirigido a Acheron.
En un momento Ash estaba perforando a un Daimon con su palo, y en el siguiente estaba de rodillas, mientras Valerius mataba a su propio Daimon.
El segundo Daimon con el que Ash había estado peleando se acercó para apuñalarlo, sólo para que su golpe fuese interceptado por Valerius, quien pateó al Daimon y luego lo mató.
Tabitha corrió hacia Ash, que estaba en el suelo, siseando mientras sostenía su brazo como si estuviera quebrado.
—Simi —jadeó—. Forma humana. ¡Ahora!
El enorme tatuaje de dragón en el antebrazo de Ash se despegó de la piel y formó una sombra rojo oscura que rápidamente se transformó en la demonio que Tabitha tan bien conocía.
—¿Akri? —preguntó Simi mientras atrapaba la cabeza de Ash—. Akri, ¿qué te duele?
Tabitha se arrodilló junto a ellos e intentó ver el brazo de Ash. Se estaba convirtiendo en piedra, literalmente, sólo que no se endurecía. Su piel se estaba volviendo de un color blanco-grisáceo, y se extendía por su brazo, hacia el hombro.
Con el rostro golpeado por la pelea, Valerius cayó de rodillas al otro lado de Ash.
—¿Qué es eso?
Ash se retorció como si estuviera en llamas.
—Simi… Akra… Thea Kalosis. Biazomai, biazomai.
Tabitha vio la expresión aterrorizada en el rostro de Simi antes de que la demonio se desvaneciera.
—¿Ash? —preguntó, entrando en pánico—. ¿Qué está sucediendo?
—Nada —jadeó. Tomó la camisa de Valerius—. Lleva a Tabitha a casa. ¡Ahora!
—No podemos dejarte —dijeron, al unísono.
—¡Vayan! —dijo Ash bruscamente un instante antes de que la piel gris pedregosa se arrastrara aún más por su cuerpo.
No lo hicieron.
Ash luchó y gritó mientras el color grisáceo se extendía por todo su cuerpo. Tabitha lo hizo recostar sobre el piso. Ash jadeó, como si estuviese intentando apartar lo que sea que tenía.
Era una batalla perdida.
Sus cambiantes ojos plateados se hincharon antes de volverse grises, y él quedó tan inmóvil como un cadáver. Ash no respiraba. No se movía. Era como si algo lo tuviese completamente paralizado.
—¿Qué hacemos? —le preguntó a Valerius.
—Tú mueres.
Tabitha giró ante la malévola voz detrás de ella, para encontrarse otra vez con el fantasma. Estaba rodeado por más Daimons.
—Dios mío, ¿quién esparció el fertilizante de Daimons? Están apareciendo inesperadamente, como en una mala película de terror —dijo Tabitha.
Valerius se puso de pie.
Antes que ella pudiese moverse, Valerius se trabó en combate con ellos.
Tabitha se apresuró a unirse a la lucha.
—¡No maten a la mujer! —le gruñó el fantasma a los Daimons—. La necesito con vida.
Otro Daimon rubio rió.
—Sí, pero siéntanse libres de darle una paliza, todo lo que quieran.
Tabitha se dio vuelta para encontrar a otro Daimon más detrás de ella. Lo golpeó con el brazo, sólo para que él esquivara su ataque y se enderezara para enviar un asombroso golpe a sus costillas.
El dolor la hizo caer de rodillas.
Valerius maldijo y comenzó a dirigirse hacia ella. Dos Daimons lo detuvieron.
Sin nada más que la pura fuerza de voluntad, Tabitha se levantó.
El Daimon se veía impresionado.
Tabitha fue a golpearlo, pero él se apartó, rápido como un rayo. Esta vez, cuando intentó golpearla, fue arrojado contra el edificio junto a ella.
—Déjala en paz —gruñó Valerius.
Se colocó entre ella y el resto de los Daimons.
Tabitha se apartó la manga y disparó un tiro de ballesta hacia el Daimon más cercano. Se desintegró.
De repente, algo rebotó entre los Daimons, matando a dos de ellos instantáneamente antes de desaparecer.
Tabitha miró más allá de la horda de Daimons para ver a la caballería. Julian, Talon, y Kyrian estaban entrando, con las armas desenfundadas. Jamás había estado más feliz de verlos. Solo, cada uno de los hombres rubios era peligroso. Juntos, eran invencibles.
Junto a Valerius, luchó contra los Daimons mientras que Kyrian, Julian, y Talon se unían a la pelea. A los cinco no les llevó nada de tiempo terminar con todos ellos. A decir verdad, era una colorida muestra mientras los Daimons se desintegraban uno por uno.
Excepto el que la había golpeado. El fantasma se envolvió alrededor de ese Daimon en particular, y los dos parecieron evaporarse. Tabitha frunció el ceño ante la peculiar imagen. Hasta que escuchó la resonante maldición de Kyrian. En un momento Valerius estaba a su lado, y al siguiente estaba siendo arrojado de cara a la pared.
—¡Bastardo! —gruñó Kyrian mientras lo aporreaba.
Valerius esquivó los golpes y giró hacia el costado. Lanzó a Kyrian contra la pared, y lo hubiese sostenido allí si Julian no lo hubiese agarrado por detrás.
Lo próximo que supo fue que Julian también estaba golpeando a Valerius. Sin pensarlo, Tabitha fue hacia Julian, pateándolo. Se paró entre el romano y los dos griegos.
—Sal de mi camino, Tabitha —dijo Kyrian mientras observaba con odio a Valerius—. No quiero que Amanda se moleste conmigo por lastimarte por ser estúpida.
—Y yo no quiero que Amanda se moleste conmigo por lisiarte permanentemente por ser un idiota.
—Esto no es un juego, Tabitha —dijo Julian sombríamente.
En su vida humana, Julian había sido el General griego que había comandado a Kyrian. Desgraciadamente, se había metido en líos con los dioses, que lo habían maldecido encerrándolo en un libro, para ser esclavo sexual de cualquier mujer que lo convocara.
La mejor amiga de Selena, Grace Alexander, había liberado al semidiós.
Desde entonces, Julian se había unido frecuentemente a los Dark Hunters para luchar contra los Daimons, y ahora se estaba uniendo a Kyrian para matar a Valerius.
Era algo que ella jamás permitiría.
Extendió los brazos para mantenerlos alejados.
—No, no lo es.
—Está bien, Tabitha —dijo Valerius detrás de ella—. Esta es una confrontación que ha esperado mucho tiempo.
—Talon —dijo Tabitha, mirando al alto celta rubio que estaba de pie detrás de sus amigos griegos. Como siempre, Talon vestía como un motociclista, con una chaqueta de motociclista negra, camiseta, y pantalones de cuero. Su cabello estaba corto, excepto por dos finas trenzas que colgaban de su sien izquierda—. ¿Vas a ayudarme?
Talon hizo una mueca.
—Desdichadamente, sí.
Fue a pararse junto a ella.
—Celta… —refunfuñó Kyrian.
Con una expresión decidida, Talon cruzó los brazos sobre el pecho.
—Miren —dijo Tabitha con los dientes apretados—. Ahora mismo tenemos problemas más grandes que ustedes dos odiando a Valerius y su familia.
—¿Como qué? —preguntó Kyrian. Tabitha señaló el suelo, donde Ash estaba recostado, inmóvil. El rostro de Kyrian se puso pálido mientras su mirada se enfocaba en el cuerpo de Ash—. ¿Qué sucedió?
—No lo sé —dijo Tabitha—. Uno de los Daimons le hizo eso, y necesitamos ponerlo a salvo.
Kyrian miró rencorosa y furiosamente a Valerius.
—No hemos terminado.
Valerius no dijo nada mientras se dirigía hacia Ash.
Cuando comenzó a levantarlo, Kyrian lo apartó de un empujón.
—Quita tus sucias manos de él, romano. No necesitamos tu ayuda. Nos ocupamos de los nuestros.
—Resulta que Valerius es el único Dark Hunter aquí —le dijo Tabitha bruscamente a su cuñado—. Él tiene más derecho a ayudar a Ash…
—Los griegos no desean ni necesitan ayuda Romana —dijo Julian mientras pasaba bruscamente junto a Valerius.
Tabitha sintió la furia de Valerius, su dolor, pero más que nada sintió su vergüenza.
¿Por qué?
—¿Val?
En cuanto salió de su boca, Tabitha se dio cuenta de que acababa de cometer un error estratégico. Kyrian soltó una vulgar palabrota.
—Oh, no me digas que te has asociado con él. Mierda, Tabitha, pensé que incluso tú tenías más sentido que para hacerlo.
¡Era suficiente! Tabitha fue a pararse frente a él.
—Libérate de esa cruz, Kyrian. Literalmente —hizo un gesto hacia Valerius—. Él no te lastimó.
Kyrian frunció el labio.
—¿Cómo lo sabes? ¿Estabas allí?
—Uuuh, qué infantil. No, no estaba allí. Pero puedo sacar cuentas, y sé cuántos años tenía cuando te mataron. ¿Qué? ¿Dejaste que un niño de cinco años te clavara?
Alguien la tomó por detrás. Tabitha comenzó a atacar hasta que se dio cuenta de que era Valerius quien la sostenía.
—No lo hagas, Tabitha. Sólo déjalo.
—¿Por qué debería hacerlo? Estoy cansada del modo en que te tratan. ¿Tú no?
El rostro de Valerius era completamente estoico, pero su corazón no. Ella sentía su dolor.
—Sinceramente, no me importa lo que piensan de mí. Realmente. Y no necesitas alienar a toda tu familia. Deja este asunto en paz.
—¿Por qué?
Valerius miró más allá de ella, a Kyrian, y luego volvió a mirarla fijamente. Con dureza.
—Esto esperará. Ahora mismo, Acheron y tú necesitan estar a salvo. Ve con Kyrian.
Tabitha quería discutir, pero él tenía razón y ella no era tan terca como para no reconocer ese hecho básico. Mientras más tiempo se quedaran allí discutiendo, más peligro corría Ash, especialmente porque Simi no estaba allí para protegerlo.
Su primera prioridad era poner a salvo a Ash.
—Ten cuidado.
Valerius hizo un saludo romano extrañamente tierno, giró sobre sus talones y los abandonó.
—Eres increíble —gruñó Kyrian mientras él y Julian levantaban el cuerpo de Acheron del suelo—. No puedo creer que le gritaste a Amanda acerca de mí, y ahora te acurrucas con ese bastardo.
—Cállate, Kyrian —dijo Tabitha—. A diferencia de Amanda, no me importaría clavarte una estaca en el medio del corazón.
—¿Adónde llevamos a T-Rex? —preguntó Talon mientras tomaba los pies de Ash y ayudaba a cargarlo.
—De regreso a mi casa —respondió Kyrian—. Luego del ataque de ese demonio a Bride Kattalakis cuando estaba visitándonos, Ash puso una especie de hechizo mágico para hacerla segura. Supongo que lo que sea que le hizo esto no podrá regresar y lastimarlo aún más si está allí.
Talon asintió.
—¿Qué le hizo esto, exactamente?
Tabitha se encogió de hombros.
—No lo sé. Algo lo golpeó y puf, cayó. Sucedió tan rápido que ni siquiera vi con qué lo golpearon.
Talon suspiró lentamente.
—Hombre, no hubiese pensado que algo podía derribar a Ash. No de este modo.
—Sí —concordó Tabitha—, pero al menos aún está vivo. O algo así… de un modo extraño.
No quería admitir lo asustada que estaba por el hecho que los Daimons habían derribado al poderoso Atlante sin ningún problema. Si podían hacer esto, entonces no había dudas de lo que podían hacerle al resto de ellos.
Lo que quedaba por probar era porqué los Daimons los habían dejado en paz cuando también podrían haberlos matado.
No tenía sentido.
Se dirigieron por los callejones más oscuros y menos transitados, evitando Daimons e inocentes transeúntes que pudiesen llamar a la policía si los veían cargando lo que parecía un cadáver mientras iban hacia el Land Rover de Julian.
Tabitha subió al asiento trasero con Ash mientras que Talon se quedó atrás para continuar patrullando en busca de Daimons. Subiendo al asiento de pasajeros, Kyrian se mantuvo sombríamente silencioso mientras Julian los conducía hacia el Garden District, donde la mansión de Kyrian quedaba a menos de dos calles de la de Valerius.
Se preguntaba si alguno de los dos hombres se habría dado cuenta de lo cerca que vivían. Eran prácticamente vecinos y, sin embargo, estaban divididos por un odio infinito.
Apartando eso de su mente, pasó la mano por el cabello de Ash. Tenía una textura extraña, esponjosa. Sus ojos estaban abiertos a medias y, por una vez, el color plateado no cambiaba. Era aterrador pensar que algo podía hacerle esto, y que ninguno de ellos sabía qué era, o si podrían restablecerlo.
Dios, ¿qué pasaría si no podían?
¿Qué pasaría a los Dark Hunters si ya no tuviesen a Ash para dirigirlos? Era un pensamiento aterrador. Él siempre sabía qué hacer y qué decir. Cómo hacer las cosas mejores para todos.
Mordiéndose el labio, Tabitha luchó por disminuir su pánico. Simi buscaría ayuda para Ash. No había modo de que no lo hiciera.
Los hombres se bajaron y sacaron a Ash del asiento, y luego lo cargaron dentro de la casa, con Tabitha un paso detrás de ellos.
Amanda se levantó del sofá en el instante en que vio a Ash siendo llevado a su vestíbulo.
—Oh, mi dios, ¿qué sucedió?
—No lo sabemos —dijo Kyrian mientras él y Julian llevaban a Ash arriba, por las escaleras de caoba.
—¿Tabby? —preguntó Amanda.
Ella se encogió de hombros y siguió a los hombres. Amanda se unió a la procesión por la escalera. Al llegar al rellano superior, un alto hombre afroamericano salió de una de las habitaciones de huéspedes.
—¿Acheron? —dijo, con una voz profundamente acentuada.
—No sabemos lo que sucedió —dijo Kyrian, en respuesta a su tácita pregunta, mientras pasaban junto a él.
—Hola, soy Tabitha —dijo ella, extendiendo su mano hacia el nuevo Dark Hunter que estaba protegiendo a su familia.
—Kassim —dijo él, estrechándole la mano antes que ambos siguieran a los hombres a la habitación de Ash.
Una vez que tuvieron a Ash seguramente arropado en la cama, Kyrian frunció el labio mirando a Tabitha.
—¿Por qué no le preguntas a tu hermana sobre su nuevo amigo, Amanda?
—Kyrian —dijo Tabitha en tono de advertencia—. Basta, o cojearás.
—¿Qué amigo? —preguntó Amanda.
—Valerius Magnus —dijo Julian—. Estaban bastante amigables esta noche, cuando los encontramos.
—Sí, lo estábamos —dijo Tabitha—. Y no es asunto tuyo.
Amanda la miró penetrantemente.
—Tabitha…
—¡Cállense! —dijo Tabitha con brusquedad—. Miren, me someteré alegremente a la sesión de “ataquemos a la hermana Tabitha” luego de ayudar a Ash. Ahora mismo comenzaré a llamar a algunas personas para ver si alguien sabe cómo arreglar esto. Ustedes pueden quedarse aquí, furiosos y criticándome todo lo que quieran, pero no voy a escucharlos.
Sacando su teléfono del cinto, Tabitha fue hacia la escalera, y bajó al living para llamar a Tia, quien fue completamente inútil para esto.
—Vamos, T —le rogó Tabitha a su hermana—. Tiene que haber un hechizo para deshacerlo.
—No, si no sabes lo que lo causó. Ash no es exactamente humano, Tab. Un movimiento equivocado y podríamos hacerle daño realmente.
Tabitha gruñó al teléfono y colgó. Amanda acababa de unirse a ella en la sala cuando escucharon que algo golpeaba la puerta principal con tanta fuerza que hacía temblar las bisagras.
Pasándole el teléfono a Amanda, Tabitha extrajo su estilete de la bota.
—¡Akri! —El gemido maníaco de Simi hizo eco por la caza como un violento trueno—. ¡Deja entrar a Simi, akri!
—¿Qué es eso? —preguntó Amanda, con el rostro pálido.
—Es el demonio de Ash.
—¿Simi está haciendo ese terrible sonido? —preguntó Kyrian mientras él y Julian bajaban corriendo las escaleras.
—Así parece —dijo Tabitha mientras iba hacia la puerta.
Kyrian fue más rápido.
—¡No! —dijo—. Podría ser un truco.
—Un truco, mi trasero —murmuró ella—. ¿Simi? ¿Eres tú?
—Tabitha, déjame entrar. No puedo ayudar a akri si no puedo verlo. Tengo que ayudar a mi akri. Déjame entrar, o Simi convertirá en barbacoa esta puerta, así que ayúdame.
—No puedes, Simi. El escudo te lastimará si lo intentas. Tienen que invitarte a entrar.
Tabitha se quedó helada al oír la amable y desconocida voz femenina al otro lado de la puerta. Tenía un débil rastro de acento extranjero.
—¿Quién está contigo, Sim?
—Una de las koris de la diosa-zorra, son personas que la sirven en su templo en el Olimpo. Katra es gente de buena calidad que ayudará a mi akri. Ahora, ¡deja entrar a Simi!
—Está bien —le dijo Tabitha a Kyrian—. Conozco a Simi lo suficientemente bien como para comprobar que es ella allí afuera.
Kyrian la miró amenazantemente.
—Sí, y también conoces a Valerius. Eso me da mucha fe en tu juicio… no.
Tabitha se puso rígida.
—Amanda, si las pelotas de tu marido significan algo para ti, sugiero que lo apartes de mi camino, o estará cantando como una soprano.
—Deja que abra la puerta, Kyrian.
—Y un demonio —dijo él con brusquedad—. Mi hija está durmiendo arriba.
—Su sobrina está durmiendo arriba —le recordó Amanda—. Tabitha jamás pondría a Marissa en peligro. Ahora, muévete.
Kyrian hizo un gesto como si quisiera ahorcar a ambas, y luego dio un paso al costado.
Tabitha abrió la puerta para ver a Simi afuera, con una mujer extremadamente alta y vestida con una toga.
Ninguna de las dos preguntó dónde estaba Ash, parecían saberlo instintivamente.
—No te preocupes, Tabby —dijo Simi mientras la mujer increíblemente alta iba hacia la escalera—. Katra jamás lastimará a mi akri. Ella lo ama, como nosotros.
Katra no escuchó a Simi mientras subía las escaleras de esa casa desconocida. Pero, por otro lado, no había tal cosa como una casa desconocida para ella. Había heredado grandes poderes tanto de su padre como de su madre, incluyendo la habilidad de sentir la esencia y distribución de los edificios.
Esta casa hacía eco de calidez, respeto y amor. No era de extrañar que a Acheron le agradara quedarse aquí cada vez que visitaba Nueva Orleáns. Este era un hogar maravilloso, y Marissa era una niña afortunada por vivir allí. Cómo deseaba haber conocido un sitio así cuando era pequeña.
Abrió la última puerta del pasillo para encontrar a Acheron recostado boca abajo en una enorme cama de postes.
Kat se detuvo ante la imagen de Acheron allí. Jamás, en todos estos siglos, había estado tan cerca de él. Como una joven mujer, había intentado con frecuencia echar vistazos cuando él iba al Olimpo a ver a Artemisa. Como todas las sirvientas de la diosa, Kat era desterrada del templo cada vez que él lo visitaba.
Ella, más que ninguna otra, tenía prohibido estar ni siquiera cerca de él. Y ahora…
Había esperado por este simple y único momento toda su vida. Por una posibilidad de tocarlo. De conocerlo.
De sentir sus brazos alrededor de ella, sólo una vez.
Con el corazón martilleando, cruzó la habitación para detenerse junto a la cama que en realidad no tenía espacio para su alto y delgado cuerpo. La palidez y el extraño color de su piel no hacían nada para disminuir el hecho que era, sin una sola duda, el hombre más apuesto que había nacido jamás.
Pero era tanto más que belleza externa.
Incluso estático, era imponente y atemorizante. Ella podía sentir sus poderes extendiéndose hacia ella. Llamándola.
Era poder encarnado.
Más que eso, era invalorable para el orden del universo. Si Acheron muriese alguna vez…
Ni siquiera toleraba pensarlo.
Usando sus propios poderes, que sólo eran menores que los de él, Kat cerró y trabó la puerta de la habitación con sus pensamientos antes de bajar su capucha y sentarse a su lado. Quería algunos minutos a solas con él, donde nadie pudiera observarlos.
—Eres tan apuesto —susurró mientras trazaba la línea de sus cejas.
Desde el primer momento en que lo había vislumbrado, cuando era una niña, había anhelado tocar su mano. Anhelado que él la llamara por su nombre.
O, mejor aún, anhelaba que él supiera que ella existía.
Pero no podía ser.
Artemisa siempre estaría en medio de ellos. Había ordenado siglos atrás que nadie, especialmente Kat, jamás pudiera tocar al sagrado Acheron.
Sin embargo allí estaba, sentada a solas con él, muy lejos de la mirada alerta de la diosa.
Las emociones profundamente arraigadas la engulleron. Incapaz de resistir la marea que la arrastraba, Kat se recostó contra él y lo abrazó con fuerza, deseando que estuviera despierto, para conocerla. Para sentirla.
Pero no lo estaba.
Jamás sabría que ella había estado aquí. Que había sido quien lo había ayudado. Simi tenía prohibido decírselo, y en cuanto ella desapareciera, los demás, que estaban abajo, también olvidarían que la habían visto.
—Te amo —susurró a su oído—. Siempre te amaré.
Depositó un casto beso en su mejilla ante de apartarse y tomar su gran mano en la de ella.
Las lágrimas corrieron por su rostro mientras rozaba los dedos de Acheron contra su mejilla.
—Un día —susurró—, nos conoceremos. Lo prometo.
Kat destrabó la puerta con sus poderes, y extrajo una pequeña bolsa de su bolsillo. Tenía tres hojas del Árbol de la Vida que sólo florecía en el jardín de la Destructora, muy profundo dentro de los pasillos de su templo en Kalosis. Sólo eso podía romper el ypnsi, el sagrado sueño que Orasia había dispensado una vez, desde los sagrados pasillos de Katoteros en los días en que los antiguos dioses Atlantes habían gobernado la tierra.
Sólo esto podía devolver a Acheron su fuerza completa.
Kat retorció las hojas hasta que estuvieron húmedas. Sosteniéndolas sobre los labios de Acheron, las aplastó más, hasta que fueron capaces de dejar caer nueve gotas dentro de su boca.
Observó cómo el color se esparció desde sus labios, lentamente, hacia el resto de su cuerpo.
Él respiró hondo y luego abrió los ojos.
Ella se desvaneció instantáneamente.
Ash sintió el aire agitarse a su alrededor. Se sentó rápidamente y deseó no haberlo hecho, cuando sintió que el dolor inundaba su cuerpo.
Secándose los labios, hizo una mueca ante el amargo y desagradable sabor que tenía en la boca.
—¿Akri?
Su corazón dejó de latir al escuchar la vacilante voz de Simi un instante antes que ella irrumpiera en la habitación y saltara a la cama junto a él.
De repente, todo regresó a su mente. Los Daimons.
El golpe…
¿Qué demonios lo había golpeado?
—Simi, ¿qué estoy haciendo aquí?
Ella lo agarró en un abrazo que lo tiró de espaldas, con ella envuelta en la parte superior de su torso.
—Asustaste a Simi, akri. Ella no sabía qué te sucedía. Te pusiste todo gris y desagradable como una estatua, o algo así. ¡Se supone que no hagas eso! Eso dijiste.
—Estoy bien, Sim —le dijo, acunándola—. Eso creo. ¿Por qué estoy en casa de Kyrian… contigo en tu forma humana?
—Te trajimos aquí.
Ash se tensó ante el sonido de la voz de Kyrian. Se sentó lentamente con Simi aún abrazándolo.
Con los brazos doblados sobre el pecho, Kyrian se quedó parado en el umbral con Julian y Amanda.
—¿Estás bien? —preguntó Kyrian.
Ash asintió.
—Eso creo. Aún estoy un poquito confuso, pero respiro.
O al menos lo intentaba, dado el hecho que Simi estaba pegada a él como una protectora mamá osa.
—¿Sabes lo que te sucedió? —preguntó Tabitha desde algún sitio, en el pasillo.
Desdichadamente sí, pero no era algo que necesitaran saber, ya que Simi había ido en busca del antídoto y lo había restaurado. Gracias a los dioses, había comprendido su orden.
Si los demás alguna vez se enteraban de quién y qué era…
Pero eso llevaba a la pregunta: ¿quién entre los Daimons sabía la verdad acerca de él? ¿Cómo sabían que tenían que golpearlo con el único compuesto que podía neutralizarlo en realidad?
Y no es que fuese a funcionar nuevamente. Mientras supiera que debía esperarlo, sabría que debía protegerse.
Y habría sufrimiento para el próximo que fuera lo suficientemente tonto como para intentar lastimarlo.
—Está bien, Simi —dijo Ash, palmeando a la demonio en la espalda—. Puedes soltarme.
—No, no puedo —dijo ella, mientras lo abrazaba con más fuerza—. Te habías puesto todo espantoso, akri. Como una de esas cosas que hay en casa. ¡Ew! A Simi no le gusta eso. Tienes que quedarte lindo y rosado, como se supone. O azul. No me molesta cuando estás azul. De piel, quiero decir. Cuando estás azulÀ de espíritu, también pone triste a Simi.
—Está bien, Simi —dijo Ash, interrumpiéndola antes de que dijera algo que no se suponía que dijera.
—¿Tu piel se vuelve azul? —preguntó Kyrian.
—La piel de todos se vuelve azul cuando tenemos frío —respondió evasivamente.
Ash se deslizó fuera de la cama a pesar del abrazo de Simi, que aún no había aflojado. Necesitaba salir de esa habitación para distraerlos del hecho que había estado tan cerca de morir como era posible para los de su especie.
Simi fue a pararse detrás de él y mantuvo sus brazos apretados firmemente alrededor de la cintura de Ash.
—Me parece que alguien está unida a ti, T-Rex —dijo Talon riendo.
—Sí, un poquito.
Ash salió de la habitación.
—¿Puedo tomar un poco de helado? —preguntó Simi mientras finalmente lo soltaba. Comenzó a ir hacia las escaleras, pero se desvió hacia el cuarto de Marissa para espiar por la puerta cerrada—. ¡Shh! —dijo en voz alta mientras se enderezaba—. La bebé está durmiendo.
—Sí, y Tabitha está escabulléndose —dijo Kyrian—. ¿Estás escapando a encontrarte con Valerius?
Tabitha se puso rígida ante la pregunta.
—Dime algo, Ash —preguntó en un tono bajo mientras se acercaba a él en la escalera—. ¿A Artemisa le importaría que mate a un ex-Dark Hunter?
—No, pero creo que a tu hermana sí.
Tabitha miró sobre el hombro a Amanda.
—Entonces será mejor que esté asegurado. Porque está a un paso de una desagradable caída por estas escaleras.
—No me amenaces, Tabby —dijo Kyrian—. Fuiste tan grosera conmigo cuando descubriste que estaba con Amanda… En realidad, intentaste matarme. Ahora estás enganchándote con el peor tipo de perverso. Dile, Ash. Los de su tipo asesinaban sin compasión.
Tabitha se dio vuelta en lo alto de la escalera para enfrentarlo.
—¿Los de su tipo? ¿Qué, un antiguo General? Parece que conozco a otras dos personas que eran de su tipo —miró significativamente a Kyrian y a Julian.
—Tabitha —dijo Amanda—. Es suficiente. Sabías cómo se sentía Kyrian respecto a Valerius. ¿Cómo pudiste hacernos esto?
Ash se frotó la cabeza como si le doliera.
—Gente, dejen a Tabitha en paz. Fui yo quien la unió a Valerius.
—¿Por qué? —preguntaron Kyrian, Julian, y Amanda al unísono.
Ash se detuvo en el primer escalón para mirar agudamente a Tabitha.
—Tabby, ¿cómo es tu hombre ideal?
—¿Sinceramente? —Ash asintió—. Tú —dijo, sin dudarlo—. Alguien alto, hermoso, excéntrico y gótico.
—¿Y qué piensas de Valerius?
Miró vacilantemente a su hermana.
—Es insoportable, pero realmente me gusta.
Kyrian y Julian maldijeron.
—Tabitha… —dijo Amanda en tono de advertencia.
—No me digas así. Jesús, estoy cansada que todos salten sobre mí.
Tabitha descendió las escaleras y se dirigió hacia la puerta, para irse.
En cuanto la abrió, se encontró con Nick en los escalones, quien le sonrió antes de ingresar al vestíbulo. Pasó junto a ella antes que pudiera advertirle que Ash estaba en la casa…
Con Simi.
En blanco, Tabitha se dio vuelta.
—¡Hey, Nicky! —dijo Simi, con el rostro radiante mientras finalmente se alejaba bailando de Ash para saludar a Nick.
Tabitha se quedó helada de pavor.
Ella supo en el instante en que Ash se dio cuenta que Simi “conocía” a Nick. Su rostro se manchó de rojo por la furia.
Nick se quedó petrificado, y luego boquiabierto.
Simi parecía inconsciente del estrago que había causado.
—Nicky —dijo, poniendo sus manos en la cadera mientras hacía pucheros—. ¿Por qué no te encontraste conmigo anoche, como dijiste que harías?
La boca de Nick se abrió y se cerró mientras Ash dejaba escapar un rugido de rabia. Tomó a Nick de la garganta y lo colgó contra la pared. Nick se golpeó tan fuerte que en realidad atravesó el yeso.
Tabitha se encogió en compasivo dolor mientras Nick luchaba por levantarse del polvo del yeso.
—No sabía que era tu novia, Ash —jadeó Nick—. Lo juro.
Los ojos plateados de Ash cambiaron a un brillante tono de rojo.
—Ella no es mi novia, imbécil. Es mi hija.
Tabitha no hubiese pensado que fuera posible, pero Nick se puso aún más pálido.
—Pero ella es tan… tan joven… tú eres tan joven… —Nick tragó audiblemente—. Estoy tan jodido.
Los ojos de Ash parecían explotar en rojo y amarillo mientras golpeaba a Nick con tanta fuerza, que lo envió a más de cinco metros, hasta Kyrian.
Marissa comenzó a llorar, escaleras arriba.
—Amanda, atiende a tu bebé —gruñó Acheron en una voz que no era humana.
Era profunda y cavernosa. Espantosa.
Mientras estaba distraído, Tabitha corrió hacia Ash, pero él estiró la mano y ella se detuvo de repente como si una fuerza invisible la sostuviera.
—¡Akri! —chilló Simi—. ¡No!
Ash se movió hacia Nick, pero antes que pudiera dar más de dos pasos, Simi estaba de pie entre ellos.
Tabitha se encogió mientras Ash soltaba un grito angustiado.
—¡Jamás debías tener conocimiento carnal! —le dijo a su demonio.
Mientras el resto de ellos temía por sus vidas, Simi no estaba para nada perturbada por su furia.
—¿Por qué no? —preguntó Simi—. Todos los demás lo tienen.
Ash se pasó las manos por su cabello negro.
—Porque, maldita sea, Simi, ahora serás como todos los demás. Jamás tendré paz contigo.
Simi apretó el rostro como si eso fuese lo más desagradable que había oído jamás.
—Pooor favor, akri. Tienes una gran opinión de ti mismo. Eso es simplemente enfermo. Has estado pasando demasiado tiempo con esa vaca. ¡Blah! Quiero decir que, eres una persona bien parecida y todo eso, pero no eres ningún Travis FimmelÀ. Ahora, él sí está bien. Pero, sinceramente, a Simi no le agradó mucho todo ese empujar y sudar. Parece demasiado trabajo para una cantidad tan pequeña de placer. Personalmente, preferiría ir de compras. Es mucho más divertido y no tienes que bañarte después de hacerlo. Bueno, al menos no hasta que vas a algún sitio sucio, pero la mayoría de los centros comerciales son limpios en la actualidad.
Nick abrió la boca como para refutar sus palabras, pero Talon lo interrumpió, sacudiendo la cabeza.
—Niño —dijo Talon severamente—. Sé condenadamente feliz por apestar en la cama, y toma la salida que ella te está ofreciendo antes de perder tu vida.
—Sí, Nick —agregó Kyrian—. Mantén tu maldita boca cerrada.
Ignorándolos, Ash atrajo a Simi hacia sí y la sostuvo con fuerza, como si tuviera miedo de dejarla ir.
Cualquier fuerza invisible que estuviera sosteniendo a Tabitha la soltó. Respiró hondo mientras el mismo aire alrededor de ellos parecía asentarse.
Pero cuando Ash miró a Nick, sus ojos aún eran rojo resplandecientes.
—Estás muerto para mí, Gautier. Si fuera tú me suicidaría para salvarme del problema de hacerlo más tarde.
—¡Hey! —dijo Tabitha bruscamente mientras Ash se dirigía a la puerta—. Eso fue cruel.
—Apártate, Tabitha —gruñó Ash en advertencia—. Simi, regresa a mí.
El demonio se convirtió en una fina y negra bruma antes de apoyarse sobre el brazo de Ash y convertirse en un tatuaje en forma de dragón.
Ash salió inmediatamente de la casa de Kyrian. Sin dudarlo, Tabitha corrió detrás de él.
—¡Ash! —le gritó, haciéndolo detener en el camino de entrada—. ¿Qué estás haciendo?
—Yéndome antes de matar a Nick.
—No puedes culparlo exclusivamente a él.
—Y un demonio que puedo. Él se acostó con mi Simi.
—Bueno, si quieres odiar a alguien, ódiame a mí. Fui yo quien los dejó juntos, solos.
Los ojos de Ash le lanzaron fuego. Literalmente.
—Déjame, Tabitha. Ahora.
—No —dijo ella, resueltamente—. Si quieres lastimar a alguien por esto, entonces lastima a quien es verdaderamente responsable. Tú y Nick son mejores amigos. No pienses que no lo sé. Él te ama como a un hermano y acabas de aplastarlo.
—Él se acostó…
—Te escuché la primera vez. Y también sé lo mal que se sintió Nick cuando se enteró que Simi te pertenecía. Dime algo, Ash. ¿Por qué Nick no sabía acerca de ella?
Su mandíbula se endureció, furiosamente.
—No quería que ningún hombre supiera sobre ella. Sabía que llegaría el día en que ella… —dio un respingo, como si el pensamiento lo lastimara—. No comprendes.
—Tienes razón, no comprendo. No sé lo que te sucedió esta noche. No sé que está detrás de mí. No entiendo en qué diablos te convertiste hace unos minutos o porqué tus ojos están haciendo el aterrador baile de fuego ahora. ¿Qué eres? Porque ahora mismo, me pregunto si alguna vez fuiste humano.
Sus ojos destellaron del rojo al plateado.
—Fui humano, una vez —susurró.
—¿Y ahora?
—Ahora es momento de que los dos mueran.
Las espeluznantes y amenazantes palabras apenas sonaron antes de que algo caliente perforara el estómago de Tabitha.
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