miércoles, 1 de febrero de 2012

SN cap 7

Tabitha se sintió incómoda el resto de la noche. No podía apartar la idea de que incluso el aire a su alrededor era maligno. Contaminado. Algo estaba allí afuera, y estaba persiguiéndola.
Sólo desearía saber quién o qué era.
¿Por qué?
Valerius no habló mucho mientras patrullaban, y no encontraron señal de ningún Daimon. Faltaba menos de una hora para el amanecer cuando regresaron a su casa en la calle Bourbon.
Valerius se quedó parado detrás de ella mientras abría la puerta. Tabitha se detuvo al notar que él no hacía ningún movimiento para entrar.
—Has tenido un mal susto esta noche —dijo tranquilamente, mientras mantenía las manos en los bolsillos—. Deberías descansar, y te sentirás mejor.
Tabitha observó el modo en que la luz de la luna recortaba sus apuestos rasgos. La sinceridad que veía en esos atormentados ojos negros la perseguía.
—Sinceramente, no quiero estar sola. Realmente me gustaría que entraras.
—Tabitha…
Ella colocó los dedos sobre sus cálidos labios para sofocar su protesta.
—Está bien, Val. Si no estás interesado en tener sexo conmigo, no lo tomaré como algo personal. Pero…
Él acalló sus palabras con un beso caliente. Tabitha gimió ante el sabor del romano mientras él colocaba una mano en su nuca y le enterraba los dedos en el cabello.
Envolviendo sus brazos alrededor de él, ella lo empujó hacia adentro y lo sujetó contra la pared para poder besarlo salvajemente. Tironeó de su ropa, prácticamente rasgando la camisa antes de darse cuenta que ni siquiera había cerrado la puerta.
La cerró de un golpe, puso el cerrojo y luego regresó a Valerius.
—Marla —dijo él con voz ronca mientras ella se estiraba para desabrocharle el pantalón.
Tabitha maldijo. Valerius tenía razón. Si Marla los escuchaba, iría a investigar.
—Sígueme —susurró, tomándolo de la mano para llevarlo arriba, a su dormitorio.
Afortunadamente, la puerta de Marla estaba cerrada. Tabitha lo metió en su habitación, luego cerró y trabó su propia puerta.
Debería estar nerviosa por esto, y sin embargo no lo estaba. Era como si una parte de ella necesitara esta intimidad con un hombre que era completamente odiado por toda su familia.
No tenía sentido.
Sin embargo aquí estaba, rompiendo cada tabú que conocía. Amanda la mataría por esto. Kyrian jamás la perdonaría.
Pero su corazón no quería escuchar ninguna razón. Contra toda cordura, quería a su General Romano.
Tabitha lo besó ferozmente, necesitando que él la alejara de su miedo.
Valerius gruñó ante lo bien que ella sabía. No estaba acostumbrado a que una mujer tomara el mando en el sexo, y encontró que su falta de modestia era refrescante. Ella se apartó de sus labios el tiempo suficiente como para quitarse su propia camiseta antes de aferrarse a él otra vez.
Valerius no podía pensar mientras Tabitha presionaba su cuerpo contra el de él. Sus pechos cubiertos de encaje eran pequeños y tentadores mientras rozaban su pecho. Ella bajó el cierre de su pantalón y bajó la mano para acariciar suavemente su miembro.
Él siseó de placer mientras ella pasaba las manos por su cadera, hacia su trasero. Lenta, seductoramente, le bajó el pantalón, desnudándolo para ella. Jamás había experimentado algo más erótico.
Arrodillándose frente a él, le quitó los zapatos, las medias, y luego le quitó el pantalón por completo.
Valerius no comprendía a esta mujer. Le resultaba imposible creer que ella estuviera con él de este modo. Había pasado tanto tiempo desde que había estado con una mujer. Como Tabitha había señalado, la mayoría de las que había conocido eran formales e indiferentes en la cama.
Nunca apasionadas. No de este modo.
No como ella.
Ella era especial, muy valiosa, un extraño banquete que él quería saborear. Era ese fuego dentro de ella lo que lo entibiaba. Ese fuego que lo atraía contra su voluntad.
Tabitha se detuvo al sentir una extraña sensación proviniendo de él.
—¿Qué sucede, Valerius? —susurró, poniéndose de pie ante él.
—Sólo estoy intentando comprender porqué estás conmigo.
—Porque me gustas.
—¿Por qué?
Ella se mordió el labio seductoramente antes de encogerse de hombros.
—Eres divertido de un modo raro, y eres bondadoso.
Él sacudió la cabeza.
—No soy bondadoso. Sólo sé cómo ser frío.
Ella enterró sus manos en el cabello desatado de él, y dejó que los sedosos mechones acariciaran sus dedos.
—A mí no me pareces frío, General.
Tabitha le pasó la lengua por el borde de su labio inferior antes de besarlo.
La cabeza de Valerius daba vueltas ante sus acciones y sus palabras. Hambriento por ella, buscó detrás de su espalda y desabrochó su sostén. Sin dejar de besarlo, ella bajó los brazos y lo dejó caer al piso.
Él la atrajo hacia sí para que sus senos desnudos quedaran pegados al calor de su pecho. El aro plateado en forma de luna del ombligo rozó la cadera de Valerius, ocasionándole una excitación ajena a él. Su entrepierna ardía de necesidad por ella.
Al igual que su corazón.
Jamás le había hecho el amor a una mujer a la que realmente le agradara. Como hombre, sus amantes habían sido alianzas políticas. Mujeres que sólo lo buscaban para reclamarlo como esposo o amante rico y bien emparentado.
Como Dark Hunter, sus relaciones amorosas habían sido con mujeres que ni siquiera lo conocían.
Pero Tabitha…
Gruñendo bajo, él terminó de desvestirla lo más rápido posible. El brillo de las farolas se colaba por las persianas, recortando el cuerpo desnudo de Tabitha. Era hermosa. Esbelta, musculosa. Él jamás había deseado tanto a nadie.
Valerius la levantó del suelo y la sujetó contra la puerta.
Tabitha rió ante su fuerza. Ante su cruda y terrenal pasión. No, su General no era frígido. Era ardiente y excitante. Delicioso.
Sosteniéndola con nada más que la fuerza de sus brazos, él se deslizó profundamente en su interior.
Tabitha gimió gravemente mientras él la llenaba completamente.
—Eso es, bebé —gruñó ella—. Dame todo lo que tienes.
Valerius enterró su cabeza contra su cuello e inhaló su cálida dulzura mientras la embestía. Ella tenía una pierna enlazada en su cintura. Él jamás le había hecho el amor a una mujer de este modo. Era animal y violento.
Y le encantaba.
Tabitha arqueó la espalda, tomándolo más adentro mientras se encontraba con él golpe a golpe. Tenía una pierna apoyada en el piso, que usaba para hacer fuerza contra él mientras levantaba y descendía su cuerpo sobre el de Valerius, aumentando la profundidad de su penetración. Era lo único que él podía hacer para esperarla, mientras ella tomaba de él el mismo placer que él sentía con ella.
Valerius acunó su seno con la mano mientras saboreaba la suave humedad del cuerpo de Tabitha acogiendo al suyo.
Él la observó morderse el labio mientras envolvía la otra pierna alrededor de su cintura y lo apretaba con fuerza entre sus muslos. Era increíble.
Ella lamió y provocó su cuello mientras él continuaba embistiendo por ambos.
Tabitha no podía pensar en nada más que en la sensación de su duro grosor dentro de ella. Su cuerpo le ardía y anhelaba el de él. Podía sentirse aferrándose a él, necesitándolo.
Y cuando llegó al orgasmo, tuvo que reprimir las lágrimas.
Valerius gruñó mientras ella le recorría la espalda con las uñas y gemía en su oído. Y sin embargo, no era doloroso.
Sonrió ante la visión de Tabitha teniendo un orgasmo en sus brazos. Ella rió y ronroneó, luego acunó el rostro de Valerius en sus manos antes de besarlo a ciegas.
Ese beso lo llevó más allá del límite. Podría jurar que vio las estrellas mientras su cuerpo se liberaba dentro del de ella.
La abrazó con fuerza hasta que el último temblor lo sacudió. Con la cabeza dando vueltas, apoyó la frente contra la puerta mientras ella deslizaba las piernas lentamente hacia abajo por su cuerpo.
—Eres salvaje, ¿cierto? —le preguntó ella juguetonamente, mordisqueando su hombro desnudo.
Valerius sonrió, con una extraña sensación de satisfacción por eso.
Tabitha se deslizó entre él y la puerta para ir hacia la radio que tenía debajo de un montón de ropa en la esquina más alejada.
—¿Qué estás haciendo? —le preguntó él. De pronto Elvis llenó el aire con “Can't Help Falling in LoveÀ”. Bajó el volumen antes de regresar a él y abrazarlo—. ¿Tabitha?
—Baila conmigo, Val. Todo el mundo debería tener al menos una noche de bailar desnudos en la vida.
—Yo no bailo.
—Todos bailan con Elvis.
Antes que él pudiera continuar protestando, ella envolvió sus brazos alrededor del cuello y apoyó la cabeza contra su pecho, y entonces comenzó a bailar lento con él.
Valerius jamás había estado más inseguro. Sin embargo, mientras ella lo conducía en la canción, sintió la calma más surrealista de su vida. Era mágica. Especial.
Con el corazón ligero, pasó su mano por el cabello de Tabitha mientras la abrazaba en silencio y se balanceaban con la música.
La voz suave y melódica de Tabitha cantó levemente con Elvis.
—Tienes una voz hermosa —susurró él.
Ella lo besó en medio del pecho.
—Gracias. Fui la cantante principal de una banda de heavy metal de chicas en la universidad.
Él sonrió ante ese pensamiento, mientras la respiración de ella le hacía cosquillas en el pecho. Podía verla sobre el escenario, cantándole a una multitud enloquecida.
—¿En serio?
—Mmmm —ella levantó la mirada y lo observó con la expresión más dulce que hubiese visto en el rostro de una mujer—. Pensábamos que seríamos las próximas Vixen. No lo fuimos. Shelly quedó embarazada y Jessie decidió que quería ir a Las Vegas y ser gerente de un hotel.
—Y tú te convertiste en cazadora de vampiros.
Ella giró, apartándose de sus brazos, y luego regresó a pegarse a su pecho.
—Sí, y soy condenadamente buena en eso.
Él observó la diminuta cicatriz en su pecho, donde ella lo había apuñalado.
—Estoy de acuerdo.
La canción terminó, pero fue seguida por “Sweet EmotionÀ”, de Aerosmith.
Tabitha lo soltó, para balancearse seductoramente con la música. Valerius no podía respirar mientras la observaba, especialmente cuando el ritmo se aceleró y ella levantó una pierna por encima de la cabeza.
Y cuando usó el poste de la cama como la barra de una bailarina de striptease, él estuvo peligrosamente cerca de gemir.
No había nada más erótico en el planeta que ver a esta mujer bailando. Ella se acercó, se puso de espaldas a él y se levantó el cabello para dejarlo caer encima de ella mientras meneaba la cadera suavemente contra la entrepierna de Valerius.
Valerius no podía soportarlo más. Descendiendo la cabeza, le rozó el hombro con los labios, mientras envolvía sus brazos alrededor de ella. Pasó sus manos sobre sus senos, luego por su estómago, sobre su aro en el ombligo, hasta que pudo tocar el triángulo de rizos castaños entre sus piernas. Aún estaba húmeda por su sesión amorosa.
En el instante en que la tocó, ella siseó y se frotó contra su mano. Para su asombro, ella pasó la mano por su antebrazo y le cubrió la mano con la suya, mientras lo incitaba a continuar.
Era completamente descarada para hacerle saber exactamente lo que necesitaba, y a él le encantó. No necesitaba adivinar si a ella le agradaba su contacto. Reaccionaba a cada caricia, y cuando él hundió dos dedos en su interior, Tabitha gritó.
Giró en sus brazos y se aferró a él. Antes que se diera cuenta de lo que Tabitha estaba haciendo, ella lo arrojó, literalmente, sobre la cama, y se colocó encima de él, a horcajadas de sus caderas.
Valerius rió.
—Sabes, si fuera menos hombre realmente estaría asustado.
Riendo, ella se echó el cabello sobre los hombros, para que le cayera sobre la espalda.
—¿Me tienes miedo, Val?
—No —dijo él con sinceridad—. Me agrada que sepas lo que quieras y que no tengas temor de tomarlo.
La sonrisa que Tabitha le regaló derritió su corazón.
Ella paseó un dedo por el puente de su nariz, dejando que la uña raspara ligeramente su piel mientras trazaba un camino sobre sus labios, hacia su garganta.
Tabitha agachó la cabeza y lo chupó. Gruñó ante el sabor de la tetilla dura bajo su lengua. Él sabía aún mejor de lo que había imaginado. No había nada mejor que la sensación de la exquisita y bronceada piel debajo de ella.
Lo que más le gustaba era que no se sintiese amenazado por ella. Valerius no tenía problemas con su voraz apetito por su suculento cuerpo.
Era un buen cambio.
Descendió los labios por su pecho, hacia ese delgado y duro abdomen, hacia el hueso de su cadera. Sintió los estremecimientos que recorrían el cuerpo de Valerius. Riendo, pasó los dedos por el rizado vello que cubría el centro de su cuerpo. Ya estaba duro, de nuevo.
Apartándose, lo examinó bajo la débil luz del dormitorio. Era hermoso. Provocó la punta de su pene con los dedos, dejando que su humedad la cubriera.
Él la miró, sin hacer comentarios, mientras exploraba su longitud, hasta su suave saco, Valerius arqueó la espalda.
Deleitándose con su poder sobre él, Tabitha inclinó la cabeza y tomó su punta en la boca. El cuerpo entero de Valerius tuvo un espasmo en respuesta, incitándola a complacerlo aún más.
Ella se enorgulleció mucho de sus profundos gemidos.
Valerius se quedó allí recostado, acunando la cabeza de Tabitha en sus manos mientras ella lo lamía entero. En toda la eternidad, jamás había conocido este sentimiento tan profundo dentro de sí. ¿Qué tenía Tabitha, que era capaz de ver más allá de su fachada?
"Supongo que siento que todos nosotros, los inadaptados, debemos mantenernos unidos. Al menos de ese modo no estamos solos". Las palabras de Tabitha a Otto flotaron en su mente.
Pero ella no era una inadaptada. Era vivaz y maravillosa.
Tabitha inhaló el rico y masculino aroma mientras se tomaba su tiempo saboreando el cuerpo de Valerius. Levantó la mirada para encontrarlo observándola, con los ojos brillantes de deseo.
Sonriendo, lamió lentamente todo el camino hacia arriba por su cuerpo, hasta poder reclamar esa decadente boca que rogaba por sus besos. Él gruñó y la abrazó con fuerza mientras ella pasaba las manos por sus hombros. Tabitha se apartó, para poder mordisquearle el mentón. Su barba le pinchó la lengua y los labios, su respiración le acariciaba la mejilla.
Se echó atrás y entonces se deslizó lentamente sobre él, tomando cada largo y exquisito centímetro.
Valerius acunó su rostro mientras ella lo montaba con un ritmo suave y tranquilo, que lo dejó aún más jadeante que su agitada ronda anterior.
Tabitha era como un susurro mientras le hacía el amor. Y era hacer el amor. Era suave, tierno. Cubrió la mano de Valerius con las suyas y abrió los labios para saborear sus dedos.
Valerius siseó mientras su lengua hacía magia en la punta de sus dedos. Sonriendo aún más, ella lo mordisqueó, juguetonamente.
Él la atrajo para capturar sus labios mientras levantaba la cadera, hundiéndose aún más profundo dentro de ella.
Esta vez, cuando llegaron al orgasmo, lo hicieron juntos.
Ella colapsó contra su pecho mientras los dos quedaban transpirados y jadeando.
Valerius la acunó suavemente. No quería dejarla ir jamás. Si pudiese, pasaría el resto de su inmortalidad perdido en este momento perfecto, acurrucados uno en brazos del otro, con el cuerpo agotado y saciado.
Cerrando los ojos, sintió cómo se sumergía hacia el primer sueño sereno que tenía en más de dos mil años.
Luego de asegurarse que ni un rayo de sol lo amenazaría, Tabitha se quedó recostada silenciosamente en los brazos de Valerius, y lo escuchó dormir.
Aún se sentía inquieta por el fantasma que habían visto. Por la sensación dentro de ella que no cedía. Una parte de ella quería llamar a Acheron, pero no quería molestarlo con algo estúpido. Él necesitaba descansar.
En el momento en que despertaran, por la tarde, le preguntaría.
Por ahora, tenía a Valerius, y él le otorgaba una extraña sensación de paz.
No debería sentirse de este modo, no por un hombre que su gemela jamás aceptaría en su hogar. Una parte suya sentía como si fuera una traidora con Amanda y Kyrian, y la otra parte no podía resistir el atormentado destello en los ojos de Valerius.
Él era un ancla de tranquilidad para su caótica vida y, sinceramente, le gustaba su seco sentido del humor. Su capacidad de tomar las cosas con calma sin hacer un escándalo. Era extraño en su mundo encontrar semejante hombre.
Él no es un hombre.
No, no lo era. Ella lo sabía, así como sabía que no había ningún tipo de esperanza para una futura relación. Los Dark Hunters no tenían relaciones significantes de ningún tipo. Jamás podrían estar juntos. Nunca.
Una vez que ella y Valerius abandonaran esa cama, tendrían que separarse. Él sólo sería otro amigo pasajero.
Y sin embargo, no quería dejarlo ir.
—Basta —se susurró a sí misma.
Necesitaba descansar.
Cerrando los ojos, se forzó a dormir. Pero sus sueños estaban lejos de ser reconfortantes. Toda la mañana la persiguieron imágenes vívidas y aterrorizantes de su hermana y Kyrian. De la pequeña Marissa gritando por alguien que la ayudara.
Más que nada, la rondaron los rostros de sus amigos que habían muerto, y escenas de Valerius siendo torturado. Podía verlo estirado, y escuchaba una risa burlona mientras se esforzaba por no morir.
Podía sentir su dolor, su traición.
Escuchar su grito de venganza resonando a través del tiempo.
Tabitha despertó justo después del mediodía con el cuerpo entero temblando por sus sueños. Sólo había dormido unas pocas horas, pero estaba tan alterada que no pudo volver a dormir.
—¿Tabitha? —miró a Valerius, que la observaba con los ojos entrecerrados—. ¿Estás bien? —le preguntó con la voz ronca.
Ella besó su hombro desnudo y le ofreció una sonrisa.
—No puedo dormir. Sigue descansando.
—Pero…
Le puso un dedo sobre los labios.
—Duerme, bebé. Estoy bien. En serio.
Él mordisqueó su dedo antes de girar, darle un fuerte abrazo y volver a dormirse.
Tabitha se quedó recostada en el refugio de sus brazos mientras sus pensamientos volaban. Sinceramente, no quería levantarse. Pero luego de algunos minutos, cuando escuchó a Marla y Debbie conversando sobre el inventario en algún sitio, escaleras abajo, finalmente decidió levantarse.
Se duchó y vistió rápidamente, cuidando de no despertar al delicioso tipo que estaba en su cama. En cuanto bajó las escaleras, llamó a Otto y le pidió que llevara ropa para Valerius.
—¿Por qué no vino a casa anoche? —preguntó Otto.
—Era demasiado cerca del amanecer.
—Ahá —dijo Otto, como si no lo creyera—. Iré dentro de una hora con algo para él.
—Otto —dijo ella con un toque de advertencia en la voz—. Será mejor que sea algo que él quiera usar, y no uno de esos atuendos a lo Nick-quiere-hacer-enojar-a-Kyrian.
—Le quitas toda la diversión a esto.
Tabitha sacudió la cabeza mientras colgaba el teléfono. Sin nada mejor que hacer, fue hacia su tienda, donde Debbie estaba llamando a un cliente.
Otto llegó más o menos una hora más tarde, y dejó la ropa sin hacer mucho más que una mueca. Pero Tabitha notó que vestía un elegante suéter negro y un lindo par de tejanos en lugar de su vestimenta habitual. Probablemente se veía de ese modo cuando Valerius no estaba cerca.
Luego que Otto se marchó, llevó la ropa arriba y la depositó en un sitio en que Valerius pudiera verla cuando despertara, luego regresó a su tienda, donde limpió y revisó una muestra de cubrepezones decorativos.
Había terminado de combinarlos con las tangas, cuando Nick Gautier entró a la tienda con una brillante sonrisa en el rostro, mientras se quitaba los anteojos de sol.
—Buenas tardes, cher —dijo, acercándose a ella.
La besó suavemente en la mejilla.
Tabitha frunció el ceño. Había pasado mucho tiempo desde que Nick había hecho algo así.
—¿Qué te tiene de tan buen humor? —le preguntó.
Él le mostró esa traviesa y encantadora sonrisa.
—¿Qué piensas? Hombre, te debo una salida a cenar, en verdad.
Ella estaba aún más confundida que antes.
—¿Por qué?
—Esa amiga tuya… Simi. Es especial —Tabitha se quedó helada ante el sonido de reverencia en su voz—. No puedo esperar a verla de nuevo —continuó Nick, aumentando su sensación de pavor—. Por una casualidad, no tienes su teléfono a mano, ¿cierto? Se suponía que me encontrara con ella a las seis, esta noche, pero llegaré un poquito tarde y no quiero dejarla esperándome.
Tabitha luchó por respirar mientras el pánico y el miedo la consumían. Esto no podía estar sucediendo. Nick no había hecho lo que ella pensaba que había hecho, ¿verdad?
Seguramente, ni siquiera Nick Gautier era tan estúpido.
—¿Simi? ¿Quieres el número de Simi?
—Sí. Se fue tan rápido anoche que no tuve la posibilidad de pedírselo.
—¿Por qué se largó tan rápido?
—Dijo que debía encontrarse con alguien —frunció el ceño—. ¿Qué sucede? ¿Hay algo que deba saber? No está casada, ¿cierto?
Tabitha sintió que el color abandonaba su rostro.
—Dime que no hiciste nada con Simi anoche. Sólo la llevaste al Santuario y…
—La llevé a comer barbacoa. Dijo que era su favorita, y esos osos no saben una mierda sobre el mezquiteÀ.
Tabitha se frotó la cabeza para ayudar a aliviar algo del terrible dolor que estaba comenzando a aparecer entre sus ojos. Esto estaba tan mal…
—Y después de comer, ¿qué hicieron?
La sonrisa de Nick se volvió traviesa.
—Sabes que un hombre jamás cuenta esas cosas —Tabitha se cubrió la boca mientras sentía el urgente impulso de vomitar. Nick se calmó instantáneamente—. ¿Qué?
—Por casualidad, ¿no le preguntaste con quién iba a encontrarse?
—No, asumí que era un amigo.
—Oh, Nick —dijo ella, deseando llorar por él y por su ignorancia—, era más que un amigo. Permite que te lo diga de este modo: su número telefónico es 555-562-1919.
Él frunció el ceño.
—Ese es el número de Ash.
—Sí, así es.
Su palidez ahora igualaba a la de Tabitha, mientras caía en la cuenta del verdadero horror de su situación.
—No nuestro Ash, como “Parthenopaeus Ash”, ¿cierto? —ella asintió sombriamente.
Nick se puso de todos colores mientras lo comprendía.
—Oh, dios, Tabitha, ¿por qué no me lo dijiste?
—Pensé que la conocías. Ella te conoce.
—No, jamás la había visto antes de anoche.
Nick se pasó una mano por el rostro mientras salía maldiciendo.
Tabitha sacudió la cabeza.
—Ash va a matarte.
—¡No te atrevas a decirle! —dijo Nick bruscamente.
—No voy a hacerlo. Pero, ¿qué pasa si Simi…?
—Lo llamaré y le diré que necesito hablar con él. Le confesaré…
—Nick, va a matarte. Ama a Simi, y quiero decir que realmente ama a Simi. Jamás te perdonará por esto. Tendrás suerte si sales de esta con todas las extremidades unidas.
Nick no podía creer lo que estaba escuchando. Había habido varias ocasiones en los últimos años en que Ash había insinuado que tenía una novia, y Nick se había burlado de él por eso.
Lo último que hubiese esperado era conocer a la novia de Ash en el Barrio, sin él.
Oh, Dios, esto no podía estar sucediendo. ¿Cómo podía haberse acostado con la novia de su mejor amigo? ¿Por qué Simi no le había dicho? Si, como Tabitha decía, Simi sabía quién era él, ¿por qué habría hecho una cosa semejante?
—¿Está peleada con Ash? —preguntó, esperando, rogando que fuera una posibilidad.
—No, Nick. No eres tan afortunado.
Él maldijo nuevamente.
—Tengo que contarle —le dijo a Tabitha—. No seré un cobarde. Se lo debo.
—Entonces será mejor que te asegures de pasar por la Catedral de St. Louis y confesarte antes de hacerlo.
Nick se enfadó, incapaz de creer en lo que se había metido. Debería haber sabido que Simi era demasiado buena para ser real. Había sido muy divertida y, a decir verdad, él realmente esperaba verla de nuevo.
Tabitha tenía razón. Era hombre muerto.
—Hey, Tabby —dijo Marla mientras asomaba la cabeza en la tienda—. Valerius está levantado y duchándose en el baño.
Nick se quedó boquiabierto y luego la miró con furia.
—¿Valerius?
—Sh —le dijo ella bruscamente.
Él no se dio por aludido.
—¿Valerius, el Valerius”, el imbécil? ¿Qué diablos hace aún aquí, Tabitha?
—No es asunto tuyo.
Su furia explotó al escucharla.
—Oh, sí, claro. Discúlpame, pero entre nosotros dos… —se detuvo mientras pensaba lo que iba a decir, entonces lo reconsideró—. Está bien, aún estoy más jodido que tú, pero tú estás seriamente jodida. Amanda te arrancará el corazón si se entera.
Tabitha se volvió hacia él con los ojos destellando ira.
—Entonces, ayúdame, Nick; dices una sola palabra de esto y marcaré el discado rápido de mi teléfono, directo con Ash.
Él levantó las manos, en señal de rendición.
—Trato. Pero será mejor que saques a ese idiota romano de aquí.
Tabitha señaló la puerta.
—Adiós, Señor Gautier.
Él se puso los anteojos de sol.
—Hasta luego, Señorita Devereaux.
Tabitha se frotó la cara con las manos mientras pensaba en lo horroroso que era este día, y que no estaba siquiera cerca de terminar.
Exasperada, fue hacia la puerta que conducía a su apartamento. Escuchó a Valerius arriba, en la ducha.
Tabitha se adelantó y llamó para que llevaran una pizza, en caso que él tuviera hambre.
Para el momento en que estaba listo y vestido, llegó la pizza. Tabitha la pagó y la depositó sobre la mesa mientras esperaba que Valerius bajara.
Aún tenía una sensación horrible en el estómago.
—Realmente tendría que haber un botón para rehacer los días que apestan tanto como este —murmuró mientras colocaba dos platos de papel.
Valerius estaba prendiendo el último botón de su camisa mientras bajaba las escaleras, buscando a Tabitha. Ella estaba parada de espaldas a él.
Se detuvo en las escaleras para admirarla. Estaba reclinada sobre la mesa, regalándole una agradable visión de su trasero. Una pequeña sonrisa jugueteó en el borde de sus labios mientras recordaba cómo se había visto ese trasero la noche anterior, desnudo contra él mientras ella bailaba en la habitación.
Se puso duro instantáneamente.
Controlando un poco a su traicionero cuerpo, entró a la sala, y frunció el ceño al ver la enorme caja blanca sobre la mesa de la cocina. Olía bien, pero…
—¿Qué es eso? —le preguntó.
—Pizza —dijo ella, girando para enfrentarlo. Él frunció el ceño con asco—. Oh, vamos —dijo Tabitha irritablemente—. Es italiana.
—Es pizza.
—¿Alguna vez comiste pizza?
—No.
—Entonces siéntate y cállate mientras busco un poco de vino. Te gustará, lo prometo. Fue hecha a mano por un italiano llamado Bubba.
Valerius arqueó una ceja, dudando de sus palabras.
—No hay italianos llamados Bubba.
—Claro que sí —dijo ella insolentemente—. Es más italiano que Valerius. Al menos el nombre de Bubba realmente termina en una vocal.
Valerius abrió la boca para contradecirla, y entonces se detuvo. No había modo de razonar con Tabitha cuando estaba con ese humor impertinente.
—¿Estás malhumorada porque no dormiste lo suficiente o porque deseas que me vaya?
—No dormí lo suficiente y, si sabes lo que es bueno para ti, te sentarás y comerás —fue hacia la cocina. Valerius no la escuchó. La siguió, la levantó y se la echó sobre el hombro—. ¿Qué estás haciendo? —preguntó ella, en tono enojado.
Él la sentó en una silla y apoyó las manos en sus brazos para que quedara atrapada allí.
—Buenas noches, Tabitha. Estoy bien esta noche. ¿Cómo estás tú?
—Enojada contigo.
—Lamento oír eso —dijo él, levantando una mano para acariciarle la mejilla—. Desperté debido a tu olor en mi piel y debo decir que eso me puso de un humor bastante bueno, que no quiero que destruyas.
Tabitha se derritió ante esas palabras, y la tierna expresión en su rostro. Sin mencionar que el aroma fresco y limpio de la piel de Valerius podía deshacer incluso el peor humor imaginable. Sus labios estaban tan cerca de los de ella que ya podía saborearlos.
Y esos ojos oscuros…
Eran seductores.
—Realmente sabes cómo ser exasperante, ¿verdad? —le preguntó. Se obligó a apartar su ira, y le ofreció una sonrisa—. Está bien, seré agradable.
Atrajo la cabeza de Valerius a la suya para poder besarlo.
Apenas estaba metiéndose en el beso cuando sonó su teléfono. Maldiciendo ante la mala coordinación, se levantó a atender.
Era Amanda. Otra vez.
Tabitha no estaba prestando atención a su hermana realmente, mientras divagaba acerca de Marissa y Kyrian, y de otro sueño que había tenido.
Al menos no hasta que mencionó a Desiderius y a ella.
—¿Qué? —dijo, forzándose a no mirar a Valerius, quien estaba pinchando la pizza como si fuese un ovni.
—Dije que estoy asustada, Tabby. Realmente asustada. Durante la siesta soñé que Kyrian y yo éramos asesinados por Desiderius.


À No puedo evitar enamorarme
À Dulce emoción.
À Planta cuyo fruto es una legumbre comestible y muy nutritiva

No hay comentarios:

Publicar un comentario