miércoles, 1 de febrero de 2012

SN cap 15

Valerius estaba dividido entre su lealtad y su deber. El Dark Hunter dentro de él quería encontrar a Acheron, pero el hombre en su interior se rehusaba a abandonar a Tabitha, quien estaba vigilando la tienda de su hermana hasta que el médico forense, Tate, llegara.
Uno por uno, había contactado a su familia para asegurarse que estaban a salvo.
Vaciló ante el último número que quedaba por llamar.
—No puedo llamar a mi mamá y contarle —dijo, con las lágrimas cayendo—. No puedo.
El teléfono sonó.
Por la expresión en su rostro mientras veía el identificador de llamadas, él se dio una buena idea de quién era.
Valerius le quitó el teléfono celular de la mano y lo abrió.
—Tabitha Devereaux —dijo con calma.
—¿Quién habla? —la mujer sonaba un poquito frenética.
—Soy… —dudó en dar su nombre entero, ya que ella sin duda lo registraría como el nombre de un enemigo, y se asustaría aún más—. Val —dijo con firmeza—. Soy amigo de Tabitha.
—Esta es su madre. Necesito saber que ella está bien.
—Tabitha —dijo él, suavizando su voz mientras le ofrecía el teléfono—. Tu madre quiere saber si estás bien.
Ella se aclaró la garganta, pero no tomó el teléfono de la mano de Valerius.
—Estoy bien, mamá. No te preocupes.
Él regresó el teléfono a su oreja.
—Señora Devereaux…
—No lo digas —le pidió, con la voz quebrándose—. Ya lo sé, y necesito a mi bebé en casa conmigo. No quiero que esté sola. ¿Podrías traer a Tabitha aquí, por favor?
—Sí.
Ella colgó.
Valerius terminó la llamada y le devolvió el teléfono a Tabitha, quien lo metió en su bolsillo.
Él se sentía completamente inútil ante su dolor, y odiaba eso más que nada. Parecía que debía haber algo que pudiera decir en un momento así y, sin embargo, sabía por experiencia propia que no lo había.
Lo único que podía hacer era abrazarla.
—Hola, ¿todos? —la voz de Otto sonó por el intercomunicador Nextel—. Estoy en la casa de Nick. La puerta del frente estaba abierta y algo realmente malo sucedió aquí. Necesito que contemos cabezas inmediatamente.
Kyl respondió enseguida, al igual que Talon y Janice. Julian respondió luego, seguido por Zoe y, entonces, Valerius.
Todos esperaron que el siguiente hablara.
Nadie lo hizo.
—¿Nick? —llamó Otto—. ¿Estás allí, cajun? Vamos, compañero, respóndeme con algo inteligente —nadie contestó. Valerius se quedó helado—. ¿Jean-Luc? —preguntó Otto. Nuevamente, nada—. ¿Acheron? —una sensación de severo pavor atravesó a Valerius, mientras Tabitha lo miraba con pánico. Sabían el próximo nombre antes de que Otto lo pronunciara—. ¿Kyrian? ¿Kassim?
Sólo la estática llenaba la línea.
Valerius extrajo el Nextel de su cinturón y habló sólo con Otto.
—¿Qué sucedió en lo de Nick?
—Cherise está muerta y no hay señales de él. Encontré su arma caída sobre un charco de sangre junto al cuerpo de su madre, sin una bala, pero no es eso lo que mató a Cherise.
Valerius apretó los dientes mientras comprendía lo que Otto quería decir.
—¿Ataque Daimon?
—Sí.
Tabitha maldijo, luego huyó de su banqueta.
—Tengo que ir con Amanda.
—Otto, encuéntrate con nosotros en lo de Kyrian —volvió a abrir la línea para todo el grupo—. ¿Janice? ¿Talon? ¿Zoe? ¿Pueden comenzar a buscar a Jean-Luc?
—¿Quién te dejó al mando, romano? —gruñó Zoe.
Valerius no estaba de humor para esa porquería, mientras iba tras Tabitha.
—Cierra el pico, amazona. Esto no se trata de mi herencia. Se trata de tus hermanos en armas y sus vidas.
Julian le respondió.
—Me encontraré contigo en lo de Kyrian.
—No, por favor. Quédate con tu esposa e hijos. Asegúrate que están a salvo.
—Está bien. Comunícame lo que descubras.
Tabitha ya estaba en el asiento del conductor de su Mini Cooper. Valerius subió y cerró la puerta de un golpe.
Puso marcha atrás y ni siquiera se molestó en abrir el portón de madera. Lo atravesó mientras salía chirriando por la calle.
Valerius se aferró al tablero mientras ella conducía a través del tráfico a una velocidad mortal, hacia la casa de su hermana.
Una vez que llegaron allí, tampoco se detuvo ante el alto portón de hierro de Amanda. Valerius levantó el brazo para escudar su rostro mientras ella lo atravesaba y arrancaba los postes de hierro de sus revestimientos de piedra.
Tabitha se detuvo justo frente a la puerta y se tiró del auto sin siquiera apagar el motor.
Valerius no vaciló en seguirla.
Desde el exterior de la casa, todo se veía normal. Las luces estaban encendidas, y mientras Tabitha abría la puerta principal de una patada, podían escuchar la televisión encendida en alguna parte de la planta alta.
—¿Mandy? —gritó Tabitha en un tono agudo.
Su hermana no le respondió.
—Hey, ¿papá? —dijo alguien escaleras arriba—. Tu postre está aquí.
Artemisa se detuvo fuera del cementerio donde sentía la presencia de Acheron. Tembló de repulsión. Siempre había odiado estos lugares, mientras que él parecía preferirlos.
—¿Acheron? —lo llamó mientras caminaba a través de las paredes de piedras. El suelo oscuro era desigual, dificultándole caminar. Así que flotó por el área—. ¿Acheron?
Un rayo de fuego pasó cerca de su cabeza.
Artemisa se agachó y se movió para devolver el golpe hasta que vio a la mascota de Acheron. Le frunció el labio a la demonio hasta que vio a Acheron recostado en sus brazos. Se veía terrible mientras se retorcía de dolor, como en medio de una tortura.
—¿Qué le has hecho? —exigió Artemisa a la criatura.
El demonio le siseó.
—Simi no hizo nada, diosa vaca. Tú eres la que lastima a mi akri. No yo.
En cualquier otro momento, Artemisa podría discutirlo, pero Acheron estaba allí tirado como en un insoportable dolor.
—¿Qué le sucedió?
—Son las almas que los Daimons están comiendo. Gritan cuando mueren, y hay demasiadas esta noche. Simi no puede hacerlas ir.
—¿Acheron? —intentó Artemisa otra vez mientras se agachaba junto a él—. ¿Puedes escucharme?
Él se alejó de ella.
Artemisa intentó alcanzarlo, sólo para que el demonio arremetiera contra ella.
—¡No toques a mi akri!
¡Malditos fueran los Charontes! El único que podía controlarlos era…
No, había dos personas vivas que podían controlarlos.
—¿Apollymi? —le habló a la bruma a su alrededor—. ¿Puedes oírme?
Una risa maligna resonó en la brisa. La diosa Atlante no podía salir de su prisión en forma, pero sus poderes eran tan grandes que podía extender su voluntad y su voz incluso a través de sus limitaciones.
—Así que me hablas, perra. ¿Por qué debería escucharte?
Artemisa controló su temperamento antes de responder insulto con insulto, y alejar a la diosa más vieja.
—No puedo ayudar a Acheron. Su demonio no me lo permite. Necesito tu ayuda.
—¿Y por qué debería importarme?
—Porque yo… —Artemisa apretó los dientes antes de decir la palabra más difícil para ella—. Por favor. Por favor, ayúdame.
—¿Qué me darás por este servicio? ¿Me regresarás a mi bebé?
Artemisa frunció el labio ante el pensamiento. No había modo que alguna vez lo dejara ir.
—No puedo hacer eso, y lo sabes —sintió que Apollymi se alejaba—. ¡No! —dijo apresuradamente—. Hazme este favor y liberaré a Katra de mi servicio. Será sólo tuya, para que la gobiernes, y ya no tendrá lealtades divididas entre tú y yo.
Una vez más, escuchó a la antigua diosa Atlante riéndose de ella.
La risa terminó de repente.
—Lo hubiese ayudado de cualquier modo, tonta crédula. Pero te agradezco el regalo.
Una ligera niebla roja, espeluznante, cayó sobre el área, mientras la Destructora retiraba su voz. Cobró la forma de una mano que acunó el cuerpo de Acheron. Acheron gritó como si el dolor fuese más de lo que pudiera soportar. Todo su cuerpo quedó tenso y rígido.
—¿Akri? —gimió el demonio, con el rostro aterrorizado.
Entonces, de repente, Acheron quedó completamente débil mientras la bruma se evaporaba.
Artemisa respiró lentamente mientras lo observaba, temerosa que Apollymi hubiese en realidad empeorado su condición sólo por rencor. El demonio lo abrazó contra su pecho mientras acariciaba el largo cabello negro, apartándolo de su rostro.
El pecho de Acheron se elevó y descendió con normalidad.
—¿Sim? —susurró mientras levantaba la mirada hacia el demonio con una expresión tierna que hizo que Artemisa lo odiara.
—Shh, akri, necesitas descansar para Simi.
Él se pasó la mano por el cabello hasta que se percató que Artemisa estaba de pie frente a él. Toda la ternura desapareció de su expresión.
—¿Qué estás haciendo…?
Su voz fue acallándose como si de pronto se hubiese dado cuenta de algo.
Desapareció instantáneamente, dejándola junto al demonio, solas en el cementerio.
Doblando los brazos sobre el pecho, Artemisa bufó ante su rudeza.
—¡Un “gracias” hubiese sido agradable, Acheron!
Pero sabía que él no la escuchaba. Tenía una extraordinaria habilidad para no prestarle atención.
Su único consuelo era que la demonio parecía tan desconcertada como ella, hasta que sus ojos se ensancharon y se convirtió a la forma de una mujer humana con cuernos.
—¡Tienen a la bebé Marissa! —susurró la demonio antes de esfumarse, también.
Tabitha arremetió contra el Daimon, quien rió mientras daba un paso al costado y le arrojaba el puño contra la espalda. El dolor explotó por su columna.
Valerius rugió con furia antes de dispararle al Daimon.
Falló.
El Daimon rió nuevamente.
—Veamos si el General romano muere llorando por su amor humano del mismo modo en que lo hizo el griego.
Tabitha no podía respirar al escuchar esas palabras. Kyrian no estaba muerto. No lo estaba.
—¡Mentiroso! —le gritó.
Giró para ver a Valerius luchando con el Daimon mientras más de ellos bajaban corriendo las escaleras. Inundaron la habitación como hormigas enojadas.
Dos de ellos la agarraron. Tabitha se los quitó de encima, pero sus golpes parecían rebotar, sin perturbarlos en lo más mínimo.
Valerius se liberó de su oponente para alcanzarle a Tabitha una de sus espadas.
Ella la tomó antes de dar media vuelta para enfrentar a tres Daimons. Apuñaló al que tenía más cerca, pero no explotó.
En cambio, le sonrió.
—No matas a los sirvientes de la diosa, humana. Los Illuminati no son típicos Daimons.
Ella tragó su pánico antes de que la derrotara.
—¿Valerius? ¿De qué diosa están hablando?
—Sólo hay una diosa, patética idiota. Y no es Artemisa —dijo el Illuminati un instante antes de hundirle los dientes en el cuello.
Tabitha gritó de dolor.
De pronto, fue arrojada lejos de ellos. Vio a Valerius librando combate con los Daimons.
—No la toques.
El Daimon se burló.
—No te preocupes, Dark Hunter, antes que muera todos probaremos su sangre. Tal como hicimos con su hermana.
Tabitha gritó mientras el dolor la atormentaba.
—¡Maldito seas!
Otro Daimon la aferró por detrás.
—Por supuesto que somos malditos. Los Spathi no lo harían de ningún otro modo.
La golpeó de revés, haciéndola caer.
Tabitha saboreó la sangre en sus labios, pero no se desalentó. No pensaba dejar que se salieran con la suya.
Mientras se tambaleaba para alejarse del Daimon, e ir hacia la espada que se había deslizado hasta el pie de las escaleras, miró hacia arriba y se quedó helada. El horror la consumió.
Kyrian estaba en lo alto de la escalera, con el cuerpo sobre el rellano mientras que su cabeza descansaba sobre un escalón, con el brazo derecho completamente extendido. Una ensangrentada espada Griega estaba caída a mitad de la escalera. Sus ojos ciegos estaban abiertos, y un pequeño rastro de sangre chorreaba de sus labios. Pero era la profunda herida en su pecho lo que la tenía paralizada.
Lo habían matado.
A unos pocos metros de su cuerpo, dos piernas femeninas desnudas se asomaban bajo el borde de un camisón rosado, en el umbral de la habitación de los niños.
Y entonces vio a Ulric pasando por encima del cuerpo de Amanda con una llorosa Marissa en brazos, mientras comenzaba a bajar las escaleras.
—¡Papi! —gimió la niña mientras luchaba contra el fuerte apretón del Daimon, para estirarse hacia su padre. Los retratos volaron de la pared hacia Ulric, quien no les prestó atención—. Papi, mami, despierten —Marissa tiró del cabello del Daimon y lo mordió—. ¡Despierten!
—¡Amanda! ¡Amanda! ¡Amanda!
Al principio Tabitha no supo quien gritaba el nombre de su hermana, mientras el terror la inundaba. No fue hasta que no pudo gritar más que se dio cuenta de que los histéricos chillidos eran suyos.
Tomando su espada, corrió escaleras arriba, por el Daimon. Él la pateó hacia atrás. Ella se resbaló en la sangre de Kyrian y cayó rodando.
Valerius la atrapó desde atrás antes de que descendiera todo el camino.
—Corre, Tabitha —le susurró al oído.
—No puedo. Esa es mi sobrina, y que me condenen si se la lleva sin pelear.
Se apartó de Valerius mientras un viento fantasmal azotaba la habitación. Destrozó la casa vengativamente, arrojando con fuerza lámparas, plantas y cualquier cosa pequeña que hubiera por allí.
Y a medida que tocaba a los Daimons, estos caían uno por uno sin más que un jadeo.
Aferrando a Marissa contra sí, Desiderius, que aún estaba en el cuerpo de Ulric, pasó corriendo junto a ella y Valerius hacia la sala.
Tabitha lo siguió, pretendiendo reclamar a su sobrina.
—¡Desi! —gritó, mientras su hijo caía y luego se desvanecía en la nada—. ¡Desi!
—Duele, ¿verdad?
Tabitha giró para enfrentar a la voz que conocía tan bien.
Era Acheron.
Él caminó lentamente a través de la puerta destruida como si nada raro hubiese sucedido.
Marissa dejó de llorar en el instante en que lo vio.
Akri, akri —lo llamó, estirándose hacia él.
—¿Qué diablos eres? —preguntó Desiderius.
Ash estiró la mano y Marissa fue liberada de los brazos de Desiderius. Flotó por la habitación hacia Ash, quien la abrazó con fuerza contra su pecho.
—Soy su padrino, y pongo énfasis en esa tareaÀ —dijo Ash depositando un beso en la cabeza de Marissa.
—Rissa quiere a mami y papi, akri —dijo Marissa mientras envolvía sus pequeños bracitos alrededor del cuello de Ash y lo apretaba con fuerza—. Haz que se despierten.
—No te preocupes, ma komatia —dijo Ash tranquilizándola—. Todo está bien ahora.
Chillando, Desiderius arremetió contra ellos y rebotó contra lo que parecía ser una pared invisible.
Valerius se paró junto a Tabitha mientras Acheron se aproximaba a ellos.
Ash estiró la mano y la espada de Kyrian voló hasta su mano. Se la pasó a Tabitha.
—Aquí tienes, Tabby. Desiderius es todo tuyo.
—¡Stryker! —gritó Desiderius mientras extraía lo que parecía ser un antiguo amuleto—. Abre el portal.
—No hay portal —dijo Ash con un resoplido—. No para ti, idiota.
Por primera vez desde que toda esa horrenda noche había comenzado, Tabitha sonrió.
—¡Come acero, maldito bastardo!
Corrió hacia él.
Valerius fue a ayudarla. En su humor actual, no estaba pensando con claridad, y él no pensaba verla lastimada. Ya había sufrido lo suficiente.
Mientras Tabitha atacaba al Daimon, Acheron se detuvo en las escaleras junto al cuerpo de Kyrian.
—Cierra los ojos, Marissa, y pide el deseo de que tu papi te abrace.
Ella apretó los ojos con fuerza.
—Papi, abrázame.
Valerius se detuvo mientras Kyrian respiraba hondo y parpadeaba. El griego parecía tan aturdido como él, mientras ayudaba a Tabitha a luchar contra el Daimon.
Ash le pasó a Kyrian a su hija, quien chilló de felicidad porque su padre estaba vivo. Entonces el Atlante continuó subiendo las escaleras.
Valerius no tenía tiempo para contemplar la absoluta extravagancia de eso, mientras Desiderius arremetía contra Tabitha.
Apartó al Daimon.
—Olvídalo —le gruñó.
Desiderius luchó contra su agarre.
Gritando con triunfo, Tabitha clavó su espada a través del corazón de Desiderius. Valerius saltó hacia atrás un segundo antes que la espada atravesara el cuerpo, y pudiera haberlo apuñalado a él también.
Tabitha la extrajo y sonrió hasta que la herida de Desiderius se cerró.
Él rió.
—Soy un Dark Hunter, perra. No puedes…
Sus palabras fueron silenciadas mientras Valerius le daba el único golpe que podría matar a un Dark Hunter.
Separó la cabeza del Daimon de sus hombros.
—Nadie le dice perra y vive —gruñó Valerius mientras Desiderius colapsaba.
Tabitha estaba completamente helada ante la horrorosa imagen. Debería sentirse vengada.
No lo sentía.
Nada podría aliviar el dolor que había traído esta noche.
Valerius la atrajo a sus brazos y la apartó del cuerpo, mientras Otto llegaba rompiendo lo que quedaba de las puertas.
Se quedó allí de pie, inspeccionando el daño del que una vez había sido el valioso hogar de su hermana.
—¿Quiero enterarme? —susurró Otto.
Ella sacudió la cabeza.
—Amanda —susurró en un tono agónico mientras las lágrimas regresaban.
¿Cómo podía estar muerta su gemela?
—¿Tabby?
La respiración de Tabitha se cortó mientras escuchaba la voz de su hermana desde las escaleras. Giró la cabeza lentamente, casi temerosa de que fuera otro espectro.
No lo era.
Amanda estaba allí, con el rostro pálido, el cabello desarreglado y el camisón manchado de sangre.
¡Pero estaba viva!
Chillando, Tabitha corrió hacia ella y la atrajo a sus brazos, abrazándola fuerte mientras sus lágrimas fluían una vez más, sólo que esta vez por felicidad.
¡Amanda estaba viva! Las palabras resonaron en su mente.
—¡Te quiero, te quiero, te quiero! —susurró contra el cuello de su hermana—. Y si vuelves a morir, ¡te mataré por completo!
Las dos se quedaron allí paradas, atrapadas en un abrazo.
Valerius sonrió al verlas, agradecido por el bien de Tabitha que Amanda estuviera sana.
Su sonrisa murió cuando su mirada se encontró con la de Kyrian, mientras el griego descendía las escaleras con Acheron detrás. No había nada excepto un abierto odio en los ojos del griego.
—¿Dónde está Kassim? —preguntó Otto.
—Está muerto —dijo Ash, cansado—. Está arriba, en el cuarto de niños.
Tanto Valerius como Otto dieron un respingo.
Tabitha soltó a Amanda al ver a Kyrian.
—Estabas muerto —susurró—. Te vi.
—Los dos estaban muertos —dijo Ash mientras pasaba entre las gemelas y se encaminaba al living.
Estiró la mano y la apretó en un puño.
El cuerpo de Desiderius se desvaneció instantáneamente.
—¿Eres un dios? —le preguntó Valerius, mientras lo que Ash había dicho antes finalmente se filtraba en su menteÀ.
Ash no respondió. No necesitaba hacerlo.
—¿Por qué nunca nos dijiste? —preguntó Kyrian.
Ash se encogió de hombros.
—¿Por qué debería hacerlo? Mañana ninguno de ustedes recordará que supieron esto de mí.
Tabitha frunció el ceño.
—No comprendo.
Ash respiró hondo.
—El universo es una cosa extremadamente complicada. Todo lo que ustedes necesitan saber es que Amanda y Kyrian ahora son inmortales. Nadie podrá volver a matarlos.
—¿Qué? —preguntó Amanda, apartándose de Tabitha.
Ash miró a Kyrian.
—Prometí que no te dejaría morir y estoy obligado por mi promesa.
—¡Espera! —dijo Tabitha—. Eres un dios. ¡Puedes traer de regreso a Tia!
El rostro de Ash se puso pálido.
—¿Tia está muerta?
—¿No lo sabías?
—No —dijo Ash con calma. Tenía esa expresión ausente, como si estuviese escuchando algo muy débil—. No se suponía que muriera esta noche.
—¡Entonces, sálvala!
Él parecía tan enfermo como Tabitha se sentía.
—No puedo ayudar a Tia. Su alma ha continuado. No puedo forzarla a regresar a su cuerpo contra su voluntad. Las almas de Amanda y Kyrian se rehusaron a abandonar a su hija, y llegué a tiempo para restaurarlas.
—¿Y qué hay de mi bebé? —preguntó Amanda—. ¿Fue lastimado por esto?
Ash sacudió la cabeza.
—Está bien, y dice que apreciaría muchísimo que bebieras más jugo de manzana.
Ash levantó las manos y todo en la casa regresó a como estaba antes de que los Daimons llegaran.
Nada estaba fuera de sitio.
—Ash —dijo Tabitha, yendo a pararse a su lado—. Por favor, trae a Tia de regreso, por mí.
Él acunó su rostro con la palma.
—Desearía poder hacerlo, Tabby. Realmente. Pero debes saber que está cuidándote, y que te ama.
Ella se puso furiosa ante esas palabras.
—Eso no es lo suficientemente bueno para mí, Ash. La quiero de regreso.
—Lo sé, pero ahora mismo hay otras personas de las que debo ocuparme.
—Pero mi hermana…
Ash tomó la mano de Tabitha y la colocó sobre la de Valerius.
—Tengo que irme, Tabitha —giró hacia Otto—. Jean-Luc está vivo, pero seriamente herido. Necesito que tú y Nick lo lleven de vuelta a su barco…
—No sabemos dónde está Nick —dijo Otto en voz baja—. Encontré muerta a su madre.
Ash desapareció inmediatamente.
—Realmente odio cuando hace eso —dijo Kyrian mientras tomaba a una Marissa ahora dormida en sus brazos.
Tabitha no se movió mientras su hermana se sentaba en el suelo y comenzaba a llorar.
Tabitha se sentó a su lado y la abrazó.
—Qué día —sollozó Amanda—. Vi a mi esposo asesinado. Kassim… Tia, y ahora Cherise.
—Lo sé —dijo Tabitha—. No estoy tan segura de que seamos quienes ganaron esta vez.
—No —dijo Kyrian mientras se unía a ellas en el piso—. Aún estamos aquí, y ellos no. Para mí, eso es ganar.
Atrajo a su esposa contra su pecho y le besó la cabeza.
Tabitha giró para ver a Valerius yendo hacia la puerta con Otto.
Para el momento en que los alcanzó, él y Otto estaban fuera de la casa.
—¿Qué estás haciendo? —le preguntó.
—No queríamos entrometernos en un momento familiar —dijo él con calma—. Tu hermana te necesita.
—Y yo te necesito a ti.
Valerius estaba asombrado mientras ella iba hacia sus brazos.
Envolvió los suyos alrededor de él y lo sostuvo con fuerza mientras Otto apagaba el auto de ella.
—Dejaré las llaves puestas, nos veremos más tarde —dijo antes de subir a su Jaguar e irse.
—Gracias —susurró Tabitha mientras acurrucaba la cabeza bajo el mentón de Valerius—. No hubiese podido pasar esta noche sin ti.
—Lamento no haber sido de más ayuda, y lo siento muchísimo por Tia.
Él sintió las lágrimas de Tabitha escaldando su pecho a través de la camisa.
—Tu madre dijo que quería que fueras a su casa.
Tabitha asintió.
—Sí, necesito ir a verla. Ella toma su fuerza de nosotras —se apartó mientras Amanda salía al porche—. Iré a ver a mamá.
Amanda asintió.
—Dile que estaré allí mañana por la mañana. No quiero que me vea así.
Tabitha observó el camisón ensangrentado de Amanda.
—Sí, es lo último que necesita.
Entonces Amanda hizo la cosa más sorprendente del mundo: se estiró y abrazó con fuerza a Valerius.
—Gracias por venir, Valerius, y por mantener a Tabitha a salvo. Realmente lo aprecio.
Le dio un beso en la mejilla antes de apartarse.
Valerius jamás había estado tan sorprendido en su vida. En ese momento, sintió una extraña sensación, casi de pertenecer a algún sitio. Era una sensación tan rara y ajena a él, que no estaba seguro de cómo manejarla.
—Es un placer para mí, Amanda.
Ella le palmeó el brazo y regresó a su hogar.
Valerius ayudó a Tabitha a subir a su estropeado auto y, por una vez, tomó el asiento del conductor. No dijo ni una palabra mientras ella le daba indicaciones hacia la casa de su madre en Metairie.
Ninguno de los dos habló en todo el camino. El corazón de Valerius sufría por ella. Tomando su mano, la sostuvo en silencio, en la oscuridad, mientras ella miraba hacia fuera por la ventanilla del lado del acompañante.
Cuando llegaron a la casa de su madre, él bajó y le abrió la puerta.
Tabitha respiró entrecortadamente mientras contemplaba el hecho de enfrentar a su madre. Por una vez, su coraje había desaparecido.
Valerius le alcanzó las llaves.
Ella frunció el ceño mientras él se apartaba.
—¿Qué estás haciendo?
—Iba a regresar.
—No me dejes, Val. Por favor.
Él pasó tiernamente su mano contra su fría mejilla y asintió. Mantuvo las manos en los hombros de Tabitha y, a decir verdad, ella necesitaba sentir su contacto mientras golpeaba a la puerta.
Su padre atendió, con el rostro lúgubre. Su severa expresión se suavizó, y las lágrimas llenaron sus ojos al verla y atraerla en un abrazo como para quebrarle las costillas.
—Gracias a dios que al menos tú estás bien. Tu madre ha estado desquiciada de miedo por ti.
Ella le devolvió el abrazo.
—Estoy bien, papi, y Amanda y Kyrian también.
Su padre la soltó y entrecerró los ojos al mirar a Valerius.
—¿Quién eres tú?
—Él es mi novio, papi, por favor, sé agradable con él.
La bondad era lo último que Valerius esperaba, así que, cuando el padre estiró la mano, se quedó asombrado.
Valerius la estrechó y entonces fue conducido al interior de una casa llena del clan Devereaux.
Y mientras pasaba a la sala, Valerius sintió algo que jamás había sentido en toda su vida.
Sintió como si hubiese llegado a casa.


À La palabra "padrino" en inglés es Godfather, sería literalmente traducida como "dios padre".  Por lo tanto Acheron dice: poniendo el énfasis en la parte de “Dios”.


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