Las dos semanas siguientes verdaderamente fueron el infierno sobre la tierra luego del atardecer. Parecía que los Daimons vivían sólo para jugar con ellos y atormentarlos.
Nadie estaba a salvo. La ciudad incluso había intentado implementar un toque de queda a pedido de Acheron, pero como Nueva Orleáns era un pueblo de veinticuatro horas de fiesta, no habían sido capaces de imponerlo.
El total de cuerpos era diferente a cualquier cosa que Tabitha hubiese escuchado fuera de una película de Hollywood, y Acheron y el Consejo de Escuderos estaban teniendo dificultades para esconder todas las muertes a la policía y las agencias de noticias. Pero lo que más la asustaba era el hecho que los pocos Daimons que atrapaban, eran condenadamente casi imposibles de matar.
Cada noche regresaba a la casa de Valerius con dolor, por el maltrato a su cuerpo. Sabía que él no quería que saliera a patrullar y, sin embargo, nunca decía nada.
Valerius pasaba una o dos horas luego de que regresaran masajeando sus dolores con Icy HotÀ y vendando sus heridas.
Era injusto que él jamás tuviera dolores y malestar, y los pocos daños que sufría su cuerpo siempre desaparecían luego de unas pocas horas.
Ahora, Tabitha yacía desnuda en el abrigo de sus brazos. Él estaba dormido y, sin embargo, la tenía firmemente apretada a él, como si tuviese miedo de perderla.
Eso la alegraba más que ninguna otra cosa lo había hecho jamás. Debería haberse levantado horas atrás. Ya eran las cuatro de la tarde pero, desde que se había mudado con Valerius, se había convertido en una noctámbula certificada.
Su cabeza reposaba sobre el bíceps de Valerius, cuyo brazo derecho caía sobre su cintura. Ella pasó la mano por su antebrazo mientras estudiaba la bronceada piel masculina.
Valerius tenía manos hermosas. Largas y delgadas, eran fuertes y bien formadas. Estas últimas semanas le habían dado tanto consuelo y placer que apenas podía respirar de la felicidad que la consumía cada vez que pensaba en él.
Su teléfono sonó.
Tabitha salió rápidamente de debajo de él para atenderlo.
Era Amanda.
—Hola, hermanita —dijo un poco vacilante.
En las dos semanas pasadas, había habido una fuerte tensión en su relación.
—Hola, Tabby, me preguntaba si podría ir un rato a hablar contigo.
Tabitha puso los ojos en blanco ante la idea.
—No necesito otro sermón, Mandy.
—Juro que no es un sermón. Es de hermana a hermana. Por favor.
—Está bien —dijo en voz baja tras un breve debate interno, y luego le dio la dirección de Val.
—Nos vemos en unos minutos.
Tabitha colgó el teléfono y trepó a la cama. Valerius estaba acostado sobre un lado, con el cabello esparcido en abanico a su alrededor. Una barba incipiente ensombrecía su rostro y, aún así, se veía casi infantil allí recostado.
Incluso dormido los músculos de su cuerpo eran evidentes y definidos. Vellos oscuros cubrían apenas cada perfecto hueco y curva, haciendo el terreno de su piel aún más masculino y fascinante.
Pero no era sólo su belleza lo que la atraía. Era su corazón. El modo en que podía cuidarla sin doblegarla. Sabía que a él no le agradaba que luchara a su lado y, sin embargo, jamás decía una palabra en contra. Simplemente se quedaba a su lado y la dejaba pelear sus propias batallas. Las únicas veces que interfería era cuando algo superaba su capacidad.
Entonces él tomaba el mando y la salvaba sin hacerla sentir débil o incompetente.
Tabitha sonrió ante la imagen dormida de Valerius.
¿Cómo podía alguien llegar a significar tanto para ella en tan poco tiempo?
Sacudiendo la cabeza, buscó el vestido y pensó en la primera vez que Valerius había visto el tatuaje de un pequeño triángulo celta al final de su espalda.
—¿Por qué te marcarías intencionalmente? —había preguntado, como espantado ante la sola idea.
—Es sexy.
Él había fruncido los labios y, sin embargo, ahora obtenía mucho placer besando y masajeando el tatuaje por la mañana, cuando regresaban de sus patrullas.
Impulsivamente, ella recogió la camisa de seda negra de Valerius del piso, y se la puso. Le encantaba el modo en que su picante aroma masculino se aferraba a la tela. El modo en que se aferraba a su piel.
Se puso los pantalones y bajó las escaleras, para esperar a Amanda.
—Hola, Tab.
Giró hacia la izquierda al pie de las escaleras para espiar a Otto usando la computadora en el estudio de Valerius. Era la única pieza de tecnología que había sido capaz de encontrar en toda la casa, excepto la masiva colección de dvd’s que tenía escondidos en una bóveda en su oficina, lo que explicaba su conocimiento de la cultura pop.
—Hey, Otto, ¿en qué estás trabajando?
—Intentando rastrear la amenaza Daimon, como siempre. Estoy utilizando el programa de Brax para ver si hay un patrón que podamos seguir para predecir dónde podrían estar esta noche.
Ella asintió. Otto se había encariñado lentamente con ella, y desde que los ataques mortales de los Daimons habían comenzado, había regresado a su básico vestuario negro.
Hoy llevaba una camiseta con cuello alto, un suéter color carbón y pantalones negros. Debía admitir que era un hombre bien parecido cuando no estaba intentando ser un cursi patán.
Había abandonado el IROC y ahora conducía su Jaguar, declarando que ya no era divertido contrariar a Valerius, ya que el romano estaba tan distraído con Tabitha que jamás reaccionaba a las bromas de Otto. Y Gilbert tampoco estaba allí para reaccionar ante él.
Ella entró al estudio para mirar sobre su hombro.
—¿Has encontrado algo?
—No. Aún no hay un patrón. Es sólo que no comprendo qué causó esto. Si quieren a Kyrian, ¿por qué no han ido por él?
Tabitha suspiró irritadamente.
—Están jugando con nosotros. No estabas aquí para la primera ronda con Desiderius. Obtiene placer haciendo que le tengamos miedo, y jugando con nuestras mentes.
—Sí, pero estoy hartándome de la ascendente suma de cuerpos. Diez personas murieron anoche, y el Consejo está teniendo problemas para esconder todo eso a las autoridades. El público está enloqueciendo, y sólo han oído un porcentaje del verdadero total.
Tabitha se encogió.
—¿Cuántos Daimons fueron asesinados anoche?
—Sólo una docena. Los cuatro que tú y Val terminaron, Ash mató cinco, y Janice, Jean-Luc, y Zoe mataron uno cada uno. El resto de los bastardos escapó.
—Demonios.
—Sí, no me agrada estar en el lado de los perdedores de nada. Esto realmente apesta.
Tabitha frunció el ceño mientras repasaba la lista en su cabeza.
—Sabes, es bastante triste que siendo humana pueda terminar con más Daimons que un Dark Hunter.
Otto la miró divertido.
—No estás sola.
Ella lo abucheó.
—Que conste que Valerius me ayuda a mí, no del otro modo.
—Claaaaro.
Tabitha rió ante su juguetona burla hasta que se le ocurrió otro pensamiento.
—¿Qué hay de Ulric?
—¿Qué hay con él?
—¿A cuántos mató?
—Ninguno, ¿por qué?
¿Ninguno? Eso no estaba bien.
—Tampoco mató a ninguno la noche anterior, ¿verdad?
—No.
Una mala sensación la atravesó. No, seguramente estaba equivocada.
No era posible, ¿cierto?
—¿Dónde sucedieron la mayoría de los asesinatos anoche? —preguntó.
Otto apretó una tecla y cambió la pantalla a un mapa del Barrio Francés. Tabitha vio las áreas resaltadas en rojo donde alguien había muerto. Había una gran concentración de marcas rojas en el cuadrante del nordeste.
—¿Quién estaba asignado a ese sector?
Otto chequeó otra pantalla.
—Ulric.
Ella se quedó helada.
—¿Y aún así no mató a ningún Daimon? —preguntó, incrédula.
La mirada de Otto se entrecerró.
—¿Qué estás diciendo?
—Desiderius necesita un cuerpo… Cuando todo esto comenzó, Valerius dijo que si un Daimon tomaba alguna vez a un Dark Hunter…
—Eso es mierda, Tabitha. Vi a Ulric anoche, y estaba bien.
—Pero, ¿qué si tengo razón? ¿Y si Desiderius se ha apoderado de él?
—Estás equivocada. Desiderius no sería capaz de ponerle una mano encima. Era un jefe militar medieval. Si hay algo que Ulric sabe hacer, es protegerse a sí mismo.
Tal vez.
El timbre de la puerta sonó.
—Debe ser mi hermana.
Otto giró su silla hacia la pequeña consola de video que mostró la imagen de la conductora del auto. Era Amanda.
La dejó entrar.
Tabitha fue a encontrarse con ella en la puerta, aunque no podía quitarse de encima la sensación de que algo no estaba bien con Ulric. A pesar de lo que Otto dijera, quería pruebas de que estaba equivocada.
Esa noche se encontraría con el Dark Hunter, y decidiría si su miedo tenía alguna validez y, si así era, sería polvo de Daimon.
Abriendo la puerta, vio a Amanda descendiendo de su Toyota en el camino de entrada. Estaba vestida con un lindo par de pantalones negros, un top de seda verde oscuro y un suéter negro. Era realmente bueno verla de nuevo.
Silenciosamente, Tabitha se quedó parada en el umbral mientras esperaba que Amanda se acercara.
Amanda le dio un fuerte abrazo en cuanto llegó a ella.
—Te he extrañado.
—Estoy sólo a un par de cuadras.
—Lo sé, pero no hemos hablado mucho últimamente.
Tabitha le pellizcó la espalda y la soltó.
—Lo sé. Es un poco difícil hablar ahora.
Amanda quitó el cabello del rostro de Tabitha de un modo muy maternal, y sonrió.
—Te ves feliz bajo ese recelo; ¿lo estás?
Tabitha frunció el ceño.
—Estás asustándome seriamente —miró más allá de Amanda y recorrió la calle con la mirada—. ¿Alguien ha reemplazado a mi gemela por una copia?
Amanda rió.
—No, boba. Soy yo. Es sólo que he estado preocupada por ti.
—Bueno, como puedes ver, estoy bien. Tú estás bien. Todo está bien. Así que, ¿qué te trae aquí?
—Quiero conocer a Valerius.
Tabitha no podría haberse sorprendido más si su hermana la hubiese golpeado.
—¿Perdón?
—Ash me dijo algunas cosas hace un par de semanas que me hicieron pensar. Y con cada día que pasaba y que tú no hacías sufrir a este tipo y te mudabas conmigo hasta que todo esto terminara, pensaba más. Has estado con él día y noche, ¿verdad?
Tabitha se encogió de hombros con una imperturbabilidad que no sentía.
—Sí, ¿y entonces?
—Y aún no he recibido un solo llamado de mi gemela homicida diciéndome que cortará su cabeza y la pondrá en un bolso de bowling si él dice o hace tal cosa una vez más. Bien, Tabby, creo que ese es un récord para ti.
Tabitha se movió, con culpa. Era cierto. Ni una sola vez en toda su vida había estado con alguien a quien no amenazara matar a cada hora, por culpa de algún molesto hábito.
Pero con Valerius…
Incluso cuando la molestaba, no era tan malo. Y la verdad era que raramente la molestaba. Hablaban de todo tipo de cosas, e incluso cuando no estaban de acuerdo, él respetaba sus opiniones.
—Lo amas, ¿verdad? —Tabitha apartó la mirada—. Oh, dios, Tabitha —susurró Amanda—. Jamás haces nada del modo más sencillo, ¿cierto?
—No empieces, Amanda.
Amanda acunó su rostro y giró su cabeza hasta que la miró a los ojos.
—Te quiero, Tabby. Te quiero. De todos los hombres…
—¡Lo sé! —dijo ella, furiosamente—. No es como si me hubiese despertado y dicho: “Hmmm, ¿quién es el único hombre del planeta que está garantizado que me alejará de toda mi familia por toda la eternidad? Oh, debo ir a encontrarlo inmediatamente y enamorarme perdidamente de él”.
Respiró hondo antes de que su furia la abrumara.
—Dios sabe que no quería amar a alguien como Valerius. No dejo de pensar que eres la mujer perfecta para él. Eres elegante, sofisticada. Diablos, en realidad sabes qué tenedor usar cuando sales a comer afuera. Yo soy la idiota de la universidad que salió contigo y con papá y bebió del aguamanil de mesa porque pensó que era una especie de sopa arruinada.
Tabitha se burló de sus propias palabras.
—En cuanto a eso, escucha mi vocabulario. Debo ser horripilante para él y, sin embargo, cada vez que me mira, tiemblo.
Una y otra vez, las razones por las que no debía estar con Valerius pasaron por su mente. Deberían ser completamente incompatibles, pero no lo eran. No tenía sentido. No estaba bien.
Tabitha suspiró.
—La otra noche me llevó a Commander's Palace, y nos sentamos en una mesa que tenía un arreglo realmente elegante en el centro. Estaba hecho con todas frutas y verduras exóticas, y se veía realmente sabroso. Entonces, estúpida de mí, tomé mi cuchillo para la mantequilla y comencé a cortar un pedazo para comerlo. No fue hasta que levanté la vista y me encontré con la mirada atónita del mozo que comprendí que había hecho algo completamente estúpido. Le pregunté cuál era su problema y él dijo que jamás había visto a alguien comer el arreglo de mesa. Estaba tan avergonzada que quería morir.
—Oh, dios, Tabby.
—Lo sé. Valerius, dios lo bendiga, no se quedó desconcertado. Se estiró y comenzó a comer también, luego le dio una de esas altaneras y majestuosas miradas al mozo, quien se fue corriendo rápidamente. Una vez que se había ido, Val me dijo que no me preocupara. Que gastaba dinero suficiente en ese sitio como para que la próxima vez comiera el mantel si quería y que, si eso no me hacía feliz, entonces compraría el restaurante sólo para que pudiera despedir al mozo.
Amanda se echó a reír.
Tabitha también había reído cuando él lo había dicho, y el recuerdo de su bondad aún la regocijaba.
Miró a su hermana con sinceridad.
—¿Crees que no sé que no puedo estar con este hombre? De verdad, de verdad no puedo. Para mí, una cena fina es comer ostras haciendo ruido y beber cerveza de la botella. Para él es una comida de quince platos en la que la gente en realidad pone la servilleta sobre su falda y te cambian la vajilla de plata luego de cada plato.
—Y, sin embargo, aún estás aquí.
—Y no comprendo por qué.
Amanda le sonrió amablemente.
—Lo único que deseaba era una vida agradable y normal con un hombre agradable y normal. En cambio, terminé con un esposo que solía ser inmortal, cuyos amigos son dioses, demonios y animales que pueden tomar forma humana. Y ni siquiera sé cómo empezar a clasificar a Nick. Enfrentémoslo, estoy casada con un hombre que me dio una hija que es capaz de hablar con los animales como el Doctor Dolittle, y que puede usar sus pensamientos para mover casi cualquier cosa por toda la casa. ¿Y sabes qué?
—¿Qué?
—No lo cambiaría ni por toda la normalidad del mundo. El amor no es sencillo. Quien diga otra cosa, te está mintiendo. Pero vale la pena luchar por él. Créeme, lo sé, y por eso estoy aquí. Quiero conocer a este hombre y ver si hay algún modo de poder tranquilizar a Kyrian lo suficiente como para poder pronunciar el nombre de Valerius sin reventarle una vena.
Las lágrimas empañaron la visión de Tabitha mientras atraía a su hermana para otro abrazo.
—Te quiero, Amanda, realmente te quiero.
—Lo sé. Soy la gemela perfecta.
Tabitha se rió.
—Y yo soy la psicópata.
Dando un paso atrás, tomó la mano de Amanda y la hizo entrar a la casa.
Amanda silbó bajo mientras entraba y veía el elegante interior.
—Un sitio muy agradable.
Otto salió al vestíbulo para sacudir la cabeza mientras las miraba.
—Kyrian tendrá una apoplejía si se entera de que estuviste aquí.
—Y tú estarás cojeando si le cuentas —dijo Tabitha.
—No te preocupes. No se enterará por mí. No soy tan estúpido. —Otto fue hacia la puerta—. Voy a encontrarme con Kyl y Nick. Saldremos juntos esta noche a patrullar un poco, para ver si podemos enterrar a alguno de esos bastardos.
Tabitha asintió.
—Tengan cuidado.
—Ustedes también.
Inclinó la cabeza y se fue.
—¿Por qué no esperas en la biblioteca? —dijo Tabitha—. Iré a ver si ya se levantó.
Amanda asintió.
Tabitha subió corriendo las escaleras y fue hacia el dormitorio de Valerius, para encontrarlo aún dormido en su cama.
Levantó la sábana de seda para poder mordisquearle la cadera con los dientes.
Él hizo un sonido de placer antes de ponerse de espaldas.
La respiración de Tabitha se trabó en su garganta ante la imagen de su cuerpo desnudo. Podría mirar a este hombre toda la noche y todo el día.
Particularmente, le encantaba la parte de su cuerpo en la que unos cortos vellos rizados iban desde su ombligo hasta su entrepierna. Incapaz de soportar la tentación, se inclinó para tironearlos con los dientes.
Su pene se endureció. Puso la mano suavemente sobre la cabeza de Tabitha.
—Ciertamente sabes cómo hacer que un hombre despierte feliz, ¿verdad?
Ella rió antes de mordisquearle suavemente la piel, y entonces se apartó.
—Necesito que te levantes.
—Estoy levantado —dijo él, mirando la parte de su cuerpo que ya estaba absolutamente atenta.
—No de ese modo —dijo Tabitha, poniendo los ojos en blanco—. Mi hermana está abajo y quiere conocerte.
—¿Qué hermana? —ella lo miró significativamente. El rostro de Valerius se puso pálido—. No puedo conocerla.
Tabitha se rehusó a escuchar sus razones.
—Vístete y conócela. Sólo tomará un minuto y ella se irá.
—Pero…
—Sin peros, General. Te estaré esperando en las escaleras, y si no estás allí en cinco minutos, la haré subir.
Amanda estaba sentada en una silla borgoña cerca de una ventana con pesadas cortinas. Miró alrededor, a la formal y elegante mansión. A diferencia de su hogar, no había nada atrayente allí. Hablaba de un hombre que era implacable y formidable, pretencioso y condescendiente. Frío. Incluso un poquito maligno y alarmante.
Todo lo que le habían dicho que esperara de Valerius Magnus.
¿Cómo se había enganchado Tabitha con un hombre semejante? Su hermana no era ninguna de esas cosas.
Bueno, Tabitha podía ser maligna, pero en el caso de su gemela esa era una cualidad casi encantadora.
Pareció tomar una eternidad hasta que escuchó a Tabitha bajando las escaleras.
—¡Tabitha!
El tono susurrado era implacable y dominante.
Cuando Tabitha no atacó con una cáustica réplica, Amanda se levantó para investigar. Se mantuvo en las sombras, para poder observar a Valerius con Tabitha en las escaleras.
Estaba vestido con pantalones negros y una camisa negra con algunos botones desprendidos. Por lo que había escuchado de él, había asumido que su cabello sería muy corto. Para su sorpresa, caía hasta sus hombros. Su rostro era elegantemente esculpido. Perfecto.
Poder y control emanaban de cada parte de él. Este definitivamente no era el tipo de hombre que atraía a Tabitha.
Nunca.
Él miró con furia a su hermana, como si quisiera ahorcarla.
—No puedes tenerla aquí. Tiene que irse inmediatamente.
—¿Por qué?
—Porque Kyrian moriría si se entera de que su esposa estuvo en mi casa. Perdería la cabeza.
—Val…
—Tabitha, no estoy bromeando. Esto es cruel para él. Tienes que sacarla de aquí antes de que él lo descubra.
Amanda estaba atónita por sus palabras. ¿Por qué le importaría cómo afectaba esto a Kyrian, cuando Kyrian estaría feliz de verlo muerto?
—Amanda quiere conocerte, Valerius. ¿Por favor? Sólo un minuto, y luego estoy segura que se irá a su casa.
Ella frunció el ceño ante el tono tranquilo y racional de Tabitha. Normalmente, cuando su hermana no se salía con la suya, se volvía bastante violenta. O, ante lo más mínimo, gritaba.
El rostro de Valerius se suavizó instantáneamente mientras se estiraba y acunaba la mejilla marcada de Tabitha con la mano.
—Odio cuando me miras de ese modo —le pasó los dedos sobre la ceja y le sonrió amablemente—. Está bien.
Dejó caer su mano hasta la de ella, y entonces la levantó y le besó la palma.
Tabitha lo besó en la mejilla antes de apartarse e ir hacia la biblioteca.
Con el corazón latiendo violentamente por lo que acababa de ver, Amanda regresó a la habitación para que no supieran que los había estado espiando. Pero, mientras esperaba, las imágenes de su encuentro pasaron por su mente…
Valerius no podía creer que estaba a punto de conocer a la esposa de su enemigo.
La hermana gemela de Tabitha.
Jamás había estado más nervioso o inseguro.
Pero se rehusaba a demostrarlo. Enderezando su columna, caminó hacia la biblioteca, donde Tabitha acompañaba a su hermana.
Era extremadamente extraño escucharlas hablando entre sí. El único modo en que podía diferenciar sus voces era por su vocabulario. Tabitha tenía un modo único de hablar, mientras que su hermana era más elocuente y correcta.
Los ojos de Amanda se ensancharon un poquito mientras lo estudiaba de pies a cabeza. Sea lo que sea que pensara de él, no dejó traslucir nada.
—Debes ser Valerius —dijo, dando un paso adelante para ofrecerle la mano.
—Es un honor —dijo él formalmente antes de estrecharle la mano brevemente, soltarla y dar seis pasos atrás.
Amanda miró a Tabitha.
—Son una extraña pareja, ¿verdad?
Tabitha se encogió de hombros antes de meterse las manos en los bolsillos.
—Gracias a dios que él es más lindo que Tony Randall y que yo no tengo la nariz de Jack KlugmanÀ —Valerius se puso aún más rígido. Tabitha le pasó la mano afectuosamente por el brazo—. Relájate, cariño. Ella no muerde. Sólo yo hago eso —agregó guiñándole el ojo.
El problema era que él no sabía cómo relajarse. Especialmente no mientras la gemela de Tabitha estaba mirándolo fijamente como si fuese algo siniestro.
Amanda observó a su hermana junto al General romano que había asumido que odiaría a primera vista. Para su sorpresa, no fue así.
Él no era simpático, eso era realmente cierto. Estaba allí parado con una expresión seca y arrogante que parecía desafiarla a insultarlo. Pero, al mirar con más cuidado, se dio cuenta de que no era más que una fachada. En realidad, él esperaba que ella le dijera algo malicioso, y simplemente estaba preparándose para recibirlo.
De hecho, su sentido psíquico no registraba ningún tipo de crueldad. Aunque se veía completamente incómodo, su mirada se suavizaba sutilmente cada vez que miraba a Tabitha.
Y no había modo de pasar por alto la manera en que Tabitha reaccionaba hacia él.
Oh, por dios, realmente se amaban. ¡Qué pesadilla!
—Bueno —dijo Amanda lentamente—, puedo quedarme aquí parada incomodando a todo el mundo, o puedo ir a casa. De cualquier modo, probablemente debería regresar antes de que oscurezca. Así que…
—Mis disculpas, señora Hunter —dijo él rápidamente—. No pretendía incomodarla. Si desea quedarse y hablar con Tabitha, estaré más que feliz de retirarme.
Ella sonrió ante su generosidad.
—No, está bien. Sólo quería conocerte en persona. Jamás he sido el tipo de persona que permite que alguien decida por mí, y quería saber si realmente eras un demonio con cuernos y tres dedos en los pies. Pero, aunque suene extraño, pareces un contador.
—De parte de ella, eso es un cumplido —dijo Tabitha riendo.
Él pareció aún más incómodo.
—Está bien —dijo Amanda—. En serio. Simplemente sentí una loca necesidad de saber quién estaba teniendo de rehén a mi hermana. No es habitual en ella no llamarme tres docenas de veces por día.
—No la tengo de rehén —dijo él rápidamente, como si la acusación lo ofendiera—. Puede irse en el momento que quiera.
Amanda sonrió.
—Lo sé —miró a Tabitha y sacudió la cabeza—. El día de Acción de Gracias será un infierno, ¿eh? Ni pensar en el terror de Navidad. Y pensábamos que la abuelita Flora era mala con el tío Robert.
El corazón de Tabitha martilleó ante lo que su hermana estaba diciendo.
—¿No te importa?
—Oh, claro que me importa. Preferiría matarme antes que lastimar a Kyrian, pero tampoco puedo lastimarte a ti, y no estoy dispuesta a perderte por algo que sucedió hace dos mil años. Quizás tengamos suerte y uno de los Daimons atrapará a Valerius antes de que esto termine.
—¡Amanda! —dijo Tabitha bruscamente.
—Estaba bromeando, Tabby. En serio —tomó la mano de Valerius y la sostuvo contra la de Tabitha—. Uno de estos no es como el otro, uno de estos no pertenece —cantó en voz baja. Luego se puso seria—. ¿Vas a pedirle el alma de Valerius a Ash?
Tabitha se sintió un poco extraña por la pregunta.
—No hemos llegado tan lejos.
—Ya veo.
Tabitha se puso rígida ante el tono de “mamá” que Amanda había utilizado.
—¿Qué se supone que signifique eso?
Amanda la miró como si no tuviera idea.
—No significa nada.
—Sí, claro —dijo Tabitha, con su furia aumentando—. Conozco ese tono. Crees que no lo tomo en serio, ¿verdad?
Amanda farfulló.
—No dije eso.
—No tuviste que decirlo, Amanda. Sabes, estoy realmente cansada de ser el blanco de las bromas familiares. Jamás comprendí porqué soy yo la loca y rara cuando Tia baila desnuda en los bayous en ceremonias vudú; Selena se encadena a las cercas; Karma es inseminadora de toros; la tía Jasmine está intentando empalmar a una atrapamoscas de Venus con kudzu para hacer una planta asesina de hombres que devore a su ex…
—¿Qué? —preguntó Valerius.
Tabitha lo ignoró.
—Y tú, preciosa Amanda, a quien todos adoran. Primero sales inconscientemente con un hombre mitad Apolita cuyo padre adoptivo está intentando matarte por tus poderes, y terminas casada con un vampiro al que tengo que tolerar, aunque personalmente pienso que es un patán pomposo, autoritario y sin gracia. ¿Por qué soy yo la loca en todo esto?
—Tabitha…
—¡No me digas así cuando sabes que realmente me irrita!
Los ojos de Amanda llamearon.
—Bien, ¿quieres saber por qué eres la loca? Porque revoloteas de un extremo al otro. Por dios, tenías… ¿cuántas? ¿Nueve especializaciones en la universidad?
—Trece.
—¿Ves? Eres una flibbertigibbetÀ. Si no fuese porque nos tienes para que te cuidemos, serías uno de esos indigentes a los que alimentas cada noche, y lo sabes. Por eso es que los alimentas.
—Puedo cuidar de mí misma.
—Sí, seguro. ¿Cuántos trabajos tuviste hasta que Irena te dejó la tienda? A propósito, ella no quería retirarse. Papá le pagó porque era el único trabajo que mantendrías durante más que un par de días.
—¡Perra!
Tabitha arremetió contra su hermana, sólo para que Valerius la interceptara.
—Tabitha, cálmate —le dijo, reteniéndola.
—¡No! Estoy cansada de ser tratada como la idiota del pueblo por aquellos que dicen quererme.
—No te trataríamos de ese modo si no te comportaras como tal. Mi dios, Tabitha, mírate. Mira porqué Eric te dejó. Te quiero, realmente te quiero, pero no has hecho más que causar problemas toda tu vida.
—No te atrevas a hablarle de ese modo —dijo Valerius con brusquedad mientras se apartaba de Tabitha para enfrentar a Amanda—. Me importa un demonio quién eres, te arrojaré de aquí. Nadie le habla de ese modo. Nadie. No hay nada malo con Tabitha. No es otra cosa que buena con todo el mundo. Si no puedes ver todas sus buenas cualidades, entonces hay algo seriamente mal contigo.
Una sonrisa apareció instantáneamente en el rostro de Amanda.
—Y eso realmente es lo que necesitaba saber.
—¿Estabas jugando conmigo? —exclamó Tabitha.
—No —dijo Amanda seriamente—. Esto no es cosa de juegos. Pero antes de ir a hacer absolutamente miserable a mi esposo, tengo que saber que ustedes dos van en serio y que Valerius no es sólo otra de tus fijaciones de “volveré loca a mi familia.”
Tabitha la miró con furia mientras sus volátiles emociones se arremolinaban.
—Hay momentos, Mandy, en que pienso que te odio.
—Lo sé. Llévalo a casa esta noche e intentaremos esto de nuevo.
—No puedo creer que estés haciendo esto por nosotros —dijo Valerius.
Amanda respiró hondo.
—No quiero ofenderlos, pero no es por ustedes. Estoy haciendo esto por Kyrian. Ash me dijo algo, y estoy aquí para asegurarme que suceda.
Y, con eso, dio media vuelta y se encaminó hacia la puerta.
—¿Mandy? —la llamó Tabitha, deteniéndola antes de que se fuera—. ¿Tenemos una tregua?
—No. Tenemos una familia volátil y homicida. Pero al menos no será aburrido. Nos vemos esta noche.
Tabitha observó a su hermana partir. Muy profundo, en la boca del estómago, se le instaló una fuerte sensación de presentimiento. Era sombría y cruel. Terrorífica y fría.
Era casi como si supiera instintivamente que uno de ellos moriría esa noche…
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