miércoles, 1 de febrero de 2012

SN cap 12

Ash se detuvo, al ver a Kyrian en su oficina en la planta alta, por la puerta apenas entreabierta. Eran bien pasadas las cuatro de la mañana y, aunque Kyrian ocasionalmente se quedaba levantado hasta tarde con Amanda, era inusual encontrar al antiguo Dark Hunter despierto, solo.
Inclinando la cabeza, observó por la rendija cómo Kyrian se inclinaba sobre un montón de papeles, tironeándose el pelo. Ash podía sentir su frustración.
Golpeó suavemente a la puerta, para no sobresaltarlo.
Kyrian levantó la vista y se quitó los anteojos.
—Ah, hola —dijo en un tono bajo mientras Ash abría un poquito la puerta—. Pensé que serías Amanda, rogándome que fuera a la cama.
—Ni por todo el dinero del universo —dijo Ash mientras entraba. Fue a pararse frente al escritorio Chippendale negro en forma de riñón, sobre el cual estaban esparcidos algunos papeles oficiales y notas hechas a mano—. ¿Qué haces levantado tan tarde?
—No podía dormir. Yo… —Kyrian hizo rechinar los dientes.
—¿Qué? —preguntó Ash, preocupado por su viejo amigo.
Kyrian suspiró larga y cansadamente.
—No tienes idea de cómo es esto, Ash. Lo duro que es cada día. ¿Al menos recuerdas cómo era ser humano?
Ash depositó su mochila en el piso mientras escuchaba los pensamientos de Kyrian. Estaban desorientados y llenos de pánico.
Normalmente, Ash no respondía ninguna pregunta sobre su pasado, pero su amigo necesitaba consuelo; para ser sincero, tomando en cuenta la porquería que había sido esa noche con Nick, Simi, Zarek, Tabitha, la Destructora y los Daimons, él también lo necesitaba.
—Sí, recuerdo ser humano, pero hago mi condenado mejor intento para no detenerme en eso.
—Sí, pero, sin ofenderte, eras joven cuando moriste. No tienes idea de la responsabilidad que tengo.
Ash tuvo que reprimir una risa amarga al escucharlo. Si Kyrian tan solo supiera…
Habría intercambiado destinos y responsabilidades con el antiguo General griego en un parpadeo.
—Observa esto —dijo Kyrian, empujando un pedazo de papel hacia él—. Olvida a los malditos Daimons, la cosa más terrorífica en este planeta son los abogados y los agentes de seguros. Mi dios, ¿conoces las estadísticas por accidentes de tráfico? Me aterra subir a mi hija o a mi esposa al auto. Mi botiquín, que no solía tener más que pasta dental y vendas, ahora tiene Advil, Sudafed, Bengay, Lipitor, y Benicar. Tengo presión arterial alta, alto colesterol…
—Bueno, en verdad abusaste de tu cuerpo con la comida chatarra los últimos cuarenta años.
—¡Era inmortal! —dijo Kyrian bruscamente, y entonces su rostro palideció—. Voy a morir otra vez, Ash. Sólo que en esta ocasión, dudo que Artemisa esté allí para ofrecerme un intercambio —se pasó una mano por el cabello—. Mi esposa morirá algún día, y Marissa…
—Ni siquiera lo pienses.
Los ojos de Kyrian lo observaron con enojo.
—¿Que no lo piense? Para ti es fácil decirlo. No vas a morir. Y la muerte es en lo único que puedo pensar, especialmente desde que Amanda sigue teniendo esas pesadillas. Ahora soy humano. No puedo protegerlas como antes podía.
—Por eso es que Kassim y yo estamos aquí.
Kyrian sacudió la cabeza y luego buscó sus anteojos.
—Y odio estas malditas cosas que tengo que usar para leer la letra pequeña que está diseñada para robar mi alma de un modo aún más efectivo que la diosa. ¿Qué me sucedió, Acheron? Ayer, era la cosa más mala cazando en la noche. Los Daimons temblaban de miedo ante mí. ¿Ahora qué soy? Soy tan patético que tengo que sobornar a Nick para que deje algunos beignets dentro de la casa y esconderlos en un armario para poder comer uno sin que Amanda se entere y me exprima una vez más. Tengo problemas de sinusitis. Si duermo mal, por la noche me duele la espalda. Mis rodillas duelen como el demonio y ayer, cuando me agaché para levantar a Marissa, casi me caí. Envejecer realmente apesta.
Ash lo miró extrañado.
—¿Estás diciéndome que quieres regresar?
Kyrian apartó la mirada, avergonzado.
—Por momentos, sí, pero entonces miro a mi esposa y pienso que soy un bastardo egoísta. La amo tanto que me duele en sitios que no sabía que existían. Cada vez que pienso en verla lastimada, o a Marissa… no puedo respirar. No puedo vivir. Odio sentirme inútil. Odio saber que voy a envejecer y morir y abandonarlas.
—No vas a morir, Kyrian.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó con brusquedad.
—No te dejaré.
Kyrian resopló.
—Como si pudieras evitarlo. Ambos sabemos que no tengo elección excepto morir como un viejo… si tengo suerte y llego a tanto, y no me muero de un ataque al corazón, accidente de auto, envenenamiento por comida, o un millón de otras catástrofes —dijo apoyando la cabeza en las manos.
Ash verdaderamente lo lamentaba por su amigo. Era difícil ser humano. Demonios, era difícil vivir de cualquier modo.
La vida definitivamente no era para los pacientes. Cada vez que algo parecía salir bien, al menos tres o cuatro cosas tenían que salir mal. Era la ley de la naturaleza.
—Amanda está embarazada otra vez —susurró Kyrian luego de una pequeña pausa.
A pesar del espantoso tono, Ash sintió su felicidad. Y su terror.
—Felicitaciones.
—Gracias —Kyrian observó la pila de papeles en su escritorio—. Estoy intentando poner mi testamento en orden, por si acaso.
Ash reprimió la necesidad de reír ante su fatalista amigo.
—No vas a morir, Kyrian —repitió.
Sabía que Kyrian no lo estaba escuchando. Estaba demasiado ocupado concentrándose en todas las cosas que podían salir mal, no sólo con Amanda y el bebé, sino con él mismo.
—¿Serás padrino del bebé nuevamente? —preguntó Kyrian con calma.
—Por supuesto.
—Gracias. Ahora, si no te molesta, tengo que llevar esto al abogado y a la compañía de seguros mañana.
—Muy bien. Buenas noches, General.
—Buenas noches, Acheron.
Ash recogió su mochila y cerró la puerta mientras salía. Se detuvo en el pasillo para encontrar a Amanda parada en la puerta de su dormitorio, envuelta en una bata color crema. Había lágrimas en sus ojos.
Ash acortó la distancia entre ellos.
—¿Estás bien?
Ella se encogió de hombros.
—¿Es así para todos los que recuperan sus almas?
Suspirando, él asintió.
—Es difícil reajustarse. Uno pasa cientos de miles de años pensando que, literalmente, tienes todo el tiempo del mundo, que nadie puede tocarte y que tu cuerpo nunca duele por más que algunas horas, para convertirte en mortal y darte cuenta que te quedan treinta o cuarenta años, si eres afortunado. Ahora eres susceptible a la muerte y las enfermedades como todos los demás. No es una situación sencilla. El primer corte real con un papel casi los mata.
Una sola lágrima cayó por la mejilla de Amanda. Ella la secó y aspiró delicadamente.
—Desearía haberlo dejado como estaba. Desearía que me hubieras dicho que esto pasaría.
—¿Decirte qué, Amanda? —preguntó—. ¿Que ambos pasarían el resto de sus vidas amándose? ¿Criando a sus hijos? Ninguno de ustedes tiene idea de lo milagrosa que es su vida. Cuánta gente vendería alegremente su alma por lo que ustedes tienen. Olvida a Artemisa y la inmortalidad. Lo que ustedes tienen es infinitamente más valioso y especial —su corazón se apretó, mientras que su furia hacia ambos nacía del hecho de que estaban dudando de su amor, y si habían tomado o no la decisión correcta—. Incluso yo cambiaría toda mi inmortalidad por un solo día de lo que ustedes tienen —tomó la mano marcada de Amanda y la levantó para que ella pudiera ver el sitio donde el alma de Kyrian la había quemado, cuando la había regresado a su cuerpo—. Una vez te pregunté si él valía la pena. ¿Recuerdas lo que me dijiste?
—Caminaría por los fuegos del infierno para morir por él.
Ash asintió.
—Y yo atravesaría los fuegos del infierno para mantenerlos a salvo.
—Lo sé.
Él apretó su mano con más fuerza.
—¿Realmente deseas haberlo dejado con su vida de Dark Huntert?
Ella sacudió la cabeza.
—Moriría sin él.
—Y él moriría sin ti.
Amanda se secó los ojos y le sonrió.
—Oh, sólo estoy cansada y embarazada. Odio este estado emocional hormonal. Lamento desahogarme contigo cuando estoy segura de que es lo último que necesitas.
Poniéndose en puntas de pie, lo atrajo para poder abrazarlo.
Ash apretó su mano en un puño contra la espalda de Amanda mientras saboreaba la bondad de su contacto. Era raro que alguien lo tocara como un amigo, y significaba todo para él.
—Te quiero, Ash —le susurró antes de besarlo en la mejilla—. Eres el mejor amigo que alguien podría desear.
Excepto Nick…
Ash dio un respingo mientras recordaba su enojo, más temprano. No debería haber hecho lo que hizo. No daba rienda suelta a su furia con frecuencia. Simi era uno de los pocos disparadores que quedaban dentro de él. Hasta que Nick la había mancillado, ella había sido lo único puro que había en su vida.
Una parte de él odiaba a Nick por lo que había hecho.
Pero la parte cuerda y racional, comprendía. Aún así, no podía perdonar lo que habían hecho. Tenía miedo de cómo cambiaría eso a Simi. En lo que podría convertirse…
—¿Nick está bien?
Amanda parecía extremadamente incómoda.
—Quedó bastante golpeado. Intenté convencerlo de ir al hospital, pero se rehusó. Dijo que había tenido suficientes costillas rotas en su vida como para saber cómo atenderlas. Así que Kyrian y Talon lo vendaron y lo enviaron a casa.
Ash asintió.
—Vigílalo.
—¿Y qué hay de ti? ¿No vas a chequear cómo está?
—No puedo. Al menos no por un tiempo. Necesito tiempo para superar esto, y puedo garantizarte que no volveré a lastimarlo. Dios sabe que Nick tiene un verdadero don para decir lo incorrecto en cualquier situación.
Él vio el acuerdo en el rostro de Amanda.
—Sabes que él te quiere, ¿verdad?
—Sí, pero las emociones no tienen cerebro.
—No, supongo que no.
Ash la empujó suavemente hacia su habitación.
—Ve a dormir.
Amanda dio un paso y se detuvo, mientras giraba para mirarlo.
—¿Ash?
—¿Sí?
—¿Por qué uniste a Tabitha con Valerius?
—Por la misma razón que te entregué el alma de Kyrian el día que nos conocimos.
—Debes saber que jamás habrá paz entre ellos dos. Nunca. Tabitha no puede traer a Valerius a nuestra familia. No es justo para Kyrian.
—Quizás, pero la verdadera pregunta es: si hubieses conocido a Valerius antes que a Kyrian, ¿te sentirías del mismo modo hacia el romano? Y si Tabitha se hubiese casado con Valerius, y luego hubieses encontrado a Kyrian, ¿cómo te sentirías si ella te dijera que deberías dejarlo ir? —ella apartó la mirada—. Exactamente, Amanda. Para poder tener un futuro, Kyrian necesita desprenderse del pasado.
Tabitha aspiró entre dientes mientras Valerius lamía la salada mantequilla de ajo de su seno. Él rió juguetonamente con su pezón entre los dientes mientras la miraba.
Se apartó lo suficiente para sumergir otro trozo de camarón en la mantequilla, antes de levantarlo para que ella lo mordiera. Tabitha chupó sus dedos sensualmente mientras comía de su mano.
—Creo que establecimos un récord para la comida más larga de la historia.
Valerius sonrió mientras colocaba otro camarón en su pezón derecho. La mantequilla corrió por el costado de su pecho. Él la lamió de su piel antes de ir en busca del camarón y devorarlo.
Tabitha apartó el cabello del rostro de Valerius.
—Ves, sabía que los romanos eran brutos para estas cosas. Tenía razón, ¿verdad?
—Tenías razón —dijo él mientras exprimía un limón sobre el estómago de ella.
Los dedos de los pies de Tabitha se encogieron mientras él bebía a lengüetazos el jugo.
Su barba rozaba suavemente su estómago, haciéndola estremecer.
—Eres tan maravilloso —dijo en voz baja.
Valerius se quedó helado ante sus palabras. Nunca nadie había dicho una cosa semejante sobre él.
Nadie.
Y en ese momento, tuvo un pensamiento aterrador. Iba a tener que dejarla ir.
Una fuerza desconocida lo golpeó en el pecho ante esa idea. Lo dejó completamente sin respiración.
Vivir sin Tabitha.
¿Cómo podía desgarrarlo así el pensarlo, cuando apenas la conocía? Y sin embargo, mientras intentaba imaginarse de regreso en su mundo frío y estéril en el que la gente lo ignoraba, se burlaba de él o no le prestaba atención, quería gritar por esa injusticia.
Quería quedarse con ella.
El deseo de unirla a él era salvaje e irracional. También era egoísta y erróneo.
Tabitha tenía una familia que la amaba. Su familia siempre había sido una parte esencial de su vida. Él lo había visto por sí mismo. El amor. La preocupación.
La familia de Valerius había sido una pesadilla de celos y crueldad. Pero la de ella…
No podía apartarla de ellos. No estaría bien.
—¿Valerius? ¿Sucede algo?
Él le ofreció una media sonrisa.
—No.
—No te creo.
Valerius se recostó sobre ella y sólo la escuchó respirar. Ella lo acunó con su cuerpo y él se deleitó en la sensación de la piel de Tabitha contra la suya. De sus brazos y piernas envueltos alrededor de su cuerpo desnudo.
Pero no sólo su piel estaba desnuda. Su espíritu también estaba despojado.
Daría cualquier cosa por tener a esta mujer, y era la única persona con la que jamás podría quedarse.
No era justo.
Tabitha acarició la espalda de Valerius mientras sentía sus emociones. Estaba lleno de una furiosa desesperación, y ella no sabía por qué.
—Bebé —le susurró—. Háblame.
—¿Por qué me dices “bebé”?
Su respiración cosquilleaba contra el pecho de Tabitha.
—¿Te molesta?
—No. Es sólo que nunca tuve a nadie que usara un término cariñoso al hablarme. Es extraño escucharlo de ti.
Ella pasó la mano por las cicatrices de la espalda de Valerius mientras su corazón se anudaba por él.
—¿Estuviste alguna vez enamorado? —le preguntó.
Él sacudió la cabeza.
—Sólo tuve a Agrippina.
—¿Pero jamás la tocaste?
—No. Dormí con otras que tenían la opción de estar o no conmigo.
Ella frunció el ceño.
—¿Pero no quisiste a ninguna de ellas?
—No —Él inclinó la cabeza para poder mirarla—. ¿Y tú? ¿Alguna vez estuviste enamorada?
Ella suspiró mientras recordaba su pasado y a la única persona con la que había querido compartir el resto de su vida.
—Amaba a Eric. Deseaba tanto casarme con él que, cuando terminó conmigo, pensé que moriría de dolor.
Ella sintió los celos que atravesaban a Valerius.
—¿Por qué terminó contigo?
Tabitha trazó la fina línea de su ceja y luego enterró la mano en su cabello, para jugar con él mientras le explicaba.
—Dijo que lo agoté —las lágrimas inundaron sus ojos mientras recordaba ese día de verano en que Eric había ido y puesto fin a la única relación decente que había tenido—. Dijo que con lo difícil que era seguirme el paso teniendo veinticinco años, estaba aterrado de intentar hacerlo a los cuarenta. Me dijo que si abandonaba la caza de vampiros y mi tienda, podríamos tener una posibilidad. Pero, ¿cómo podría renunciar a las cosas que tanto significan para mí? Vivo para cazar. Se lo debo a aquellos que no pueden defenderse.
Valerius se incorporó y besó suavemente sus lágrimas.
—Eric era un tonto.
Ella sonrió mientras el delgado y musculoso cuerpo de Valerius se deslizaba contra el suyo. Oh, él era delicioso. Toda esa fuerza y ese poder…
Y se preguntó tras quién habría ido luego de convertirse en Dark Hunter.
—¿De quién te vengaste? —preguntó tranquilamente.
Él se puso rígido mientras se apartaba.
—¿Por qué quieres saber?
—Sólo estaba intrigada. Acuchillé los neumáticos del auto de Eric cuando terminó conmigo.
La expresión de Valerius era de espanto.
—No, no lo hiciste.
Ella asintió.
—Hubiese hecho más, pero decidí que eso era suficiente para sacar mi enojo. Tenía unos neumáticos Pirelli realmente lindos —confesó.
Él sacudió la cabeza y rió.
—Entonces, menos mal que no conduzco.
—Y estás evadiendo mi pregunta —dijo ella, dándole un golpecito en la punta de la nariz con el dedo—. Cuéntame, Valerius. No pensaré mal de ti, lo juro.
Valerius se recostó a su lado mientras los recuerdos enterrados volvían a la superficie. Generalmente hacía su mayor esfuerzo por no recordar esas últimas horas de su vida humana. Por no recordar su primera noche de inmortalidad.
Se apoyó sobre un codo mientras trazaba círculos alrededor del pecho de Tabitha. Adoraba el hecho de que ella no estuviese consciente de su cuerpo. La desnudez de los dos no la molestaba en lo más mínimo.
—¿Val? —lo incitó.
No iba a dejarlo escapar. Respirando hondo, él detuvo su mano sobre el arito del ombligo.
—Asesiné a mis hermanos —Tabitha trazó la línea de su mandíbula mientras sentía su sufrimiento y culpabilidad—. Estaban bebiendo y toqueteándose con sus esclavas prostitutas cuando llegué. Jamás olvidaré la expresión de terror en sus rostros cuando me vieron y se dieron cuenta de porqué estaba allí. Debería haberlos dejado ir, pero no pude —se alejó de ella con los ojos llenos de tormento y dolor—. ¿Qué tipo de hombre asesina a sus propios hermanos?
Tabitha se sentó y atrapó su brazo mientras él abandonaba la cama.
—Ellos te mataron primero.
—Y como dice el viejo dicho, dos errores no hacen un bien. Éramos familia, y los destruí como si fuesen enemigos extraños —se pasó la mano por el pelo—. Incluso maté a mi propio padre.
—No —dijo ella seriamente, apretando con más fuerza el brazo de Valerius—. Zarek mató a tu padre, no tú.
Él frunció el ceño.
—¿Cómo sabes eso?
—Ash me lo dijo.
Su rostro se volvió piedra mientras la miraba con furia.
—¿Y te contó cómo lo mató Zarek? Atravesó a mi padre con mi espada. Una espada que le entregué luego que mi padre me rogase que lo salvara.
Ella sintió su dolor y quiso darle paz.
—No quiero ofenderte, pero tu padre era un bastardo que merecía ser asesinado.
—No —dijo él, sacudiendo la cabeza—. Nadie merece lo que le sucedió. Era mi padre, y lo traicioné. Lo que hice estuvo mal. Tan mal. Fue como la noche en que…
Tabitha no pudo respirar mientras una terrible ola de culpabilidad la atravesaba. Se sentó en la cama.
—¿Qué, bebé? ¿Qué noche?
Valerius apretó los puños mientras intentaba bloquear los recuerdos de su infancia. Era imposible.
Una y otra vez veía la violencia, escuchaba los gritos que resonaban a través de los siglos, incluso ahora.
Jamás había sido capaz de bloquearlos.
Antes de comprender lo que estaba haciendo, le contó lo que ninguna otra alma sabía.
—Tenía cinco años cuando Kyrian murió, y estaba allí la noche en que regresó por su venganza contra mi abuelo. Así fue que supe lo que era Zarek la noche en que vino por mi padre. Cómo supe el modo de llamar a Artemisa cuando morí. Yo…
Sacudió la cabeza para aclararla. Pero era difícil. Las imágenes del pasado eran claras como el agua y lo perseguían.
—Mi abuelo me había mantenido despierto hasta tarde esa noche, para contarme lo glorioso que era triunfar sobre un digno adversario, aunque fuese por traición. Estaba en el salón con él cuando escuché a los caballos afuera, reaccionando ante algo. Podías sentir que había algo maligno allí. Se aferraba al aire. Entonces escuchamos a los guardias gritando, y muriendo. Mi abuelo me metió en un armario para esconderme mientras tomaba su espada.
Valerius dio un respingo.
—Había una grieta en la madera, y podía ver directo al salón. Vi a Kyrian entrando. Era completamente salvaje mientras luchaba con mi abuelo. Él no era rival para su furia. Pero Kyrian no estaba conforme con sólo matarlo. Lo asesinó sangrientamente. Parte por parte. Centímetro por centímetro, hasta que no quedó nada que pareciera un ser humano. Mantuve mis oídos tapados, y sofoqué mis sollozos. Quería vomitar, pero estaba aterrado de que Kyrian me escuchase y me asesinara también.
—Así que me quedé allí sentado en la oscuridad, como un cobarde, hasta que hubo un completo silencio en el salón. Miré y no vi más que las paredes y el piso manchados de sangre.
Se pasó las manos por los ojos como para borrar las imágenes que aún lo atormentaban.
—Salí arrastrándome del armario y recuerdo estar mirando fijamente el modo en que la sangre de mi abuelo cubría mis sandalias. Y entonces grité hasta que perdí la voz, por el miedo. Durante años seguí pensando que si hubiese corrido en busca de ayuda, podría haberlo salvado. Que si hubiese salido del armario, podría haber hecho algo.
—Eras simplemente un niño.
Él rechazó su consuelo. Sabía que no lo merecía.
—No era un niño cuando me alejé y permití que mi padre muriera.
Valerius ahuecó la mejilla de Tabitha en su mano. Era tan hermosa. Valiente.
A diferencia de él, ella tenía principios y bondad.
Él no tenía derecho a tocar algo tan precioso, tan valioso.
—No soy un hombre decente, Tabitha. He destruido a todos a quienes he tocado y tú… tú eres la bondad. Debes irte mientras puedas. Por favor. No puedes quedarte conmigo. También te destruiré. Sé que lo haré.
—Valerius —dijo ella, tomándole la mano entre las suyas. Sentía su dolorosa necesidad de tocarla. Sentía su deseo de mantenerla a salvo y protegerla. Atrayéndolo a sus brazos, lo abrazó en silencio, en la oscuridad—. Eres un buen hombre, Valerius Magnus. Tienes honor y decencia, y lastimaré a cualquiera que diga lo contrario… incluyéndote.
Valerius cerró los ojos mientras la abrazaba. Acunó su cabeza entre las manos y saboreó su calidez y su bondad.
Y, en ese momento, se dio cuenta de algo que lo aterrorizaba más que cualquier otra cosa.
Estaba enamorándose de Tabitha Devereaux. Descarada seductora, cazadora de vampiros, por más grosera y lunática que fuera, la amaba.
Y no había modo en que pudiera tenerla. Ninguno.
¿Qué iba a hacer?
¿Cómo podía renunciar a lo único que había tenido en su vida que valía algo? Sin embargo, porque la amaba comprendía que debía hacer esto.
Ella pertenecía a su familia, y él pertenecía a Artemisa.
Se había prometido al servicio de la diosa siglos atrás. El único modo que un Dark Hunter fuera liberado de ese juramento era que alguien lo amara lo suficiente como para sobrevivir a la prueba de Artemisa.
Amanda había amado a Kyrian lo suficiente. Sunshine había amado a Talon, y Astrid había amado a Zarek.
Tabitha ciertamente era lo suficientemente fuerte como para sobrevivir a la prueba. Pero, ¿podría una mujer como ella amar lo suficiente a alguien como él como para liberarlo?
Incluso mientras la idea atravesaba su mente, se dio cuenta de lo estúpido que era.
Artemisa no estaría dispuesta a dejar ir a otro Dark Hunter y, aunque lo estuviera, Tabitha jamás sería suya. Él se rehusaba a meterse entre ella y su familia.
Podía necesitarla pero, al final, ella los necesitaba mucho más. Él estaba acostumbrado a sobrevivir solo. Ella no.
No era tan cruel como para pedirle que escogiera lo imposible, cuando lo imposible le costaría todo lo que quería.

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