domingo, 19 de febrero de 2012

LFB cap 2

    Retta había olvidado la belleza de su hogar. Pero mientras ellas hacían su camino a través del estrecho paso de las montañas hacia el hotel donde ella y Francesca se quedarían, viejos recuerdos se le vinieron encima de golpe. Incluso con sus ojos abiertos de par en par, Retta podía ver todavía este país tal y como había sido cuando allí no había líneas de electricidad o modernos edificios que lo estropearan. Ninguna carretera excepto por los caminos ensuciados por los caballos cuando atravesaron el paisaje de Wallachian en su camino hacia las aldeas y Bucarest.
            Dios, cómo había extrañado las montañas de su niñez. Como una jovencita, ella había pasado incontables horas observándolas desde las ventanas de su convento. No importaba la estación, siempre habían sido impresionantes—igual que un pedazo de cielo caído a la tierra. Siempre habían capturado su imaginación y la habían hecho preguntarse como sería volar sobre las montañas y explorar los distantes países.
            Por supuesto en su vida humana había sido un sueño imposible. Desde su muerte, ella había viajado por todo el mundo tratando de escapar de la crueldad de Velkan.
            Cuando dieron un rodeo con el taxi, pasaron muchas chozas de paja que parecían perdidas en el tiempo. Algunas, ella podía haber jurado que estaban allí hace quinientos años cuando había huido de ese país para escapar de su marido.
            Ella había optado esa noche por no regresar jamás.
            Y aún así, allí estaba ella. Y llevaba cada pedacito de incertidumbre que había tenido entonces. Cada pedacito de incierto futuro. La única cosa que le había permitido seguir entonces, había sido la amistad de Francesca. Francesca se había unido a ella en Alemania cuando Retta había estado viajando desde Wallachia a Paris. Ellas se habían conocido en una pequeña posada donde Retta había parado a comer.

Había habido una fuerte tormenta que había llegado repentinamente mientras ella cenaba. Era tan mala que su conductor se había negado a seguir adelante hasta que parase. A causa de eso, no había habido habitaciones libres para alquilar. Francesca había sido lo bastante amable de compartir su habitación con Retta.
            Desde esa afortunada noche, ellas habían sido virtualmente inseparables. No había nada que ella hubiese atesorado más en aquellos siglos que la lealtad e ingenio de Francesca.
            “¿Estás bien?” Preguntó Francesca
            “Solo pensaba”
            Francesca asintió cuando miró por la ventana. “¿Esta es la forma en la que lo recordabas?
            Ella no hizo comentarios cuando se dio cuenta que el conductor las estaba mirando por el espejo retrovisor.
            “¡Cabra!” gritó Retta en Rumano cuando el animal se lanzó hacia la carretera delante de ellos.
            El conductor pisó repentinamente los frenos, causando que ella y Francesca se impulsaran hacia delante en sus asientos. Ambas dejaron escapar “umphs” cuando golpearon la parte de atrás de los asientos delanteros y se quedaron sin respiración. Intercambiando molestas miradas, volvieron a colocarse en sus asientos.
            Francesca se puso su cinturón de seguridad.
            El conductor les sonrió desde el espejo retrovisor. “Eres una de nosotras, ¿eh? Dijo él en Rumano. “Ya me parecía que lucías como una nativa”.
            Retta no respondió. ¿Cómo podría? Él moriría por saber cuan nativa era ella. Después de todo fue su infame padre quién había hecho de este pequeño rincón del mundo un punto tan turístico.
Ese pensamiento le hizo doler la cabeza cuando recordó la turbulenta época de sus años mortales. Este país había sido cubierto de sangre mientras batalla tras batalla eran libradas entre el pueblo Rumano y los Turcos. Entre su familia y la de su marido cuando competían por el poder político. Ella había pensado estúpidamente que al casarse con Velkan ella podría acabar la guerra y la hostilidad entre sus familias de modo que pudieran centrarse en los países invasores.
Ese error y la bien conocida tragedia de sus vidas durante el siglo quince sería lo que conduciría a un hombre llamado William Shakespeare a escribir Romeo y Julieta cien años después. Y al igual que sus pares, su matrimonio secreto los había llevado a ambos a sus muertes.
Pero había sido la magia negra de su marido la que les había permitido su resurrección e inmortalidad. ¡Maldito fuese! Incluso después de todos esos siglos ella no podía perdonarle. Además, esas pocas veces que ella se había debilitado, él siempre había hecho algo para renovar su cólera.
Ella hizo ese pensamiento a un lado cuando llegaron al hotel. Salió la primera mientras el conductor iba a sacar sus maletas del maletero. Retta miró hacia el pintoresco hotel con su alta azotea negra arqueada y estilizada decoración en negro. La oscuridad se estaba asentando cuando ella tomó su maleta del hombre y le pagó su tarifa.
            “Gracias,” dijo él
            Retta asintió con la cabeza mientras ella y Francesca se dirigían hacia las escaleras de madera oscura del hotel.
            Francesca frunció el ceño ante un aviador que estaba sobre un tablón de anuncios en la base de ellas. Era idéntico a varios de los otros excepto por el hecho de que este estaba escrito en inglés. “¿Viste esto? El tour de Drácula comienza en una hora ante la vieja iglesia.
            Retta se enfureció. “Una urticaria sobre sus testículos”
            Francesca rió ante eso. “Eso es duro”
            “Sí, lo es. Pero él se merece lo peor. Bastardo”
            “¿Puedo ayudarle con sus maletas?”
            Retta saltó ante la profunda, acentuada voz que apareció de repente. ¿De dónde diablos había salido? Volviéndose, ella encontró la mirada de un guapo hombre en sus tardíos veinte quién permanecía de pie frente a ella. Un hombre que se parecía lo suficiente a Francesca como para ser su hermano—pelo castaño oscuro y llamativos ojos azules. “¿Está usted con el hotel?”
            “Sí, mi lady. Mi nombre es Andrei y estaré aquí para servirla en cualquier cosa que usted necesite.”
            Francesca se rió, pero Retta tenía una ligera sospecha que su doble sentido no era por hablar un idioma diferente. Él sabía que estaba ofreciendo. “Gracias, Andrei,” dijo ella fríamente cuando le tendía su maleta. “Solo necesitamos registrarnos”.
            “Como desee…¿Madame?”
            “Sí, ella es una madame, yo soy una señorita,” dijo Francesca tendiéndole también a él su maleta.
            “Sabía que debería haberte dejado en Chicago,” masculló Reta cuando Francesca le hizo un guiño al guapo Rumano. Aún así ella no estaba flirteando con él, lo cual para Francesca era un principio.
            “Estoy seguro de que ambas disfrutarán de su estancia en el Hotel…”—él se detuvo para dar efecto antes de soltar la próxima palabra con  un auténtico acento Rumano—“Drácula. Tenemos un especial esta noche. Filete estacado con una salsa de vayas negras y picadillo de ajos sobre el puré de patatas para mantener alejados a esos malvados vampiros.” Había un débil brillo en sus ojos que Retta no encontraba encantador o divertido.
            Más bien, la molestaba.
            “Imagino que el ajo mantendrá alejados a mucho más que vampiros, ¿eh, Andrei? Dijo ella sarcásticamente.
            El no habló mientras la dirigía por las escaleras hacia las puertas del hotel. Había una típica cabeza con alas de murciélago sobre cada puerta que se abría a un pasillo rojo sangre. Había diversas fotos de Hollywood de Drácula por todas partes, junto con bocetos y pinturas sobre el padre de Retta.
            Y su “favorita” era la copa dorada en un soporte con la placa que declaraba que esta era la copa que su padre había colocado en el centro de la plaza de Tîrgoviste. Él había proclamado a su país tan libre de crimen que la había puesto allí para tentar a los ladrones. Aterrorizados de él, ninguno había osado siquiera tocarla. Esta había permanecido en la plaza durante todo su reinado.
            Justo al lado de esto, había lo que parecía ser una estaca con sangre seca y una placa que decía que esta era la que su padre había usado para ensartar a un monje por mentirle. La bilis se le subió a la garganta.
            “¿No tienes la sensación de haber entrado en una pesadilla?”Preguntó Retta a Francesca
            “Oh, vamos. Disfrútalo.”
            Sí, claro. La única cosa de la que ella disfrutaría sería de pegarle a Velkan tan fuerte en las pelotas que le salieran por la nariz. Hmmm… quizás fuese hija de su padre después de todo. Por una vez ella entendió la profunda necesidad de su padre de torturar a sus enemigos.
            Andrei las condujo a través del pasillo. “¿Querrán entradas para el tour de esta noche?
            Retta respondió sin pensar. “Igual que otro agujero en mi cabeza”
            Él frunció el ceño ante ella.
            “Esa es la equivalencia americana a ‘no gracias’,” dijo Francesca rápidamente.
            “Que raro. Cuando yo estuve en Nueva York esa era la equivalencia para ‘de ninguna jodida manera’”
            “¿Estuviste en Nueva York? ¿Cuándo? Preguntó Francesca en un tono asombrado.
            “Hace un año. Fue… interesante”
            Algo extraño pasó entre ellos.
            Retta sacudió la cabeza. “Debió haber sido un auténtico choque de culturas para ti”
            “Me llevó un poco acostumbrarme, pero disfruté de mi estancia allí”
            “¿Qué te hizo regresar?” Preguntó Retta
            Su mirada se fijó en la suya como si supiera quien y qué era ella. “Una vez Transilvania está en tu sangre, jamás te abandona”
            Retta se desentendió de eso. “Dime, Andrei. ¿Conoces a Viktor Petcu?
            Él arqueó una atractiva ceja. “¿Y por qué desearía usted hablar con él?”
            “Soy una vieja amiga”
            “De alguna manera lo dudo, ya que yo conozco a todos sus viejos amigos y habría recordado a una mujer tan hermosa en su pasado.”
            Alguien chasqueó la lengua.
            Retta se volvió hacia la recepción para encontrar a una mujer moviéndose hasta detenerse ante el viejo libro pasado de moda que había allí. Aparentando alrededor de cuarenta años, ella estaba vestida a la manera tradicional Rumana, una blusa campesina y una falda holgada. Alta y absolutamente llamativa, ella era alguien que Retta no había visto en quinientos años.
            Seguramente no podía ser…
            “No es a Viktor a quien quiere, Andrei,” dijo la mujer, indicando a Retta con una inclinación de su barbilla. “Ella está aquí por el Príncipe Velkan”
            “¿Raluca?” Retta jadeó mientras se quedaba mirando atónita a la mujer.
            Ella se inclinó ante ella. “Es bueno tenerla otra vez en casa, Princesa. Bienvenida”
            Con la boca abierta, Retta se acercó lentamente a la mujer de modo que pudiese estudiar sus facciones. Ella apenas parecía más vieja de lo que había sido cuando Retta la había visto la última vez. Solo que esa vez Maluca había sido una sirvienta en el castillo del padre de Retta.
            “¿Cómo es posible?”
            La mujer miró a Andrei antes de responder. “Soy un Were-Hunter, Princesa.”
            Were-Hunter. Ellos estaban relacionados con los vampiros o Daimons a los que su marido había sido creado para matar. Los Daimons habían sido una vez mortales que habían cabreado al dios Griego Apolo. Un grupo de ellos habían asesinado a la mujer y al hijo del Dios. Como resultado, Apolo los había maldecido a tener que beber sangre para vivir y a morir a la temprana edad de veintisiete años. La única manera de alargar sus vidas era robar almas humanas. Los Dark-Hunters habían sido creados por la hermana de Apolo, Artemisa, para matar a los Daimons y liberar las almas humanas antes de que muriesen.
            Varios cientos de años después de eso, un antiguo rey se había casado sin saberlo con uno de su raza maldita. Cuando su esposa falleció en su veintisiete cumpleaños, él se dio cuenta que sus amados hijos tendrían el mismo destino que su madre. Para salvarlos, él había combinado mágicamente las almas de los animales con su raza hasta que él encontró la manera de salvarlos. Así, los Were-Hunters habían sido creados. Capaces de desafiar las leyes de la física y con el sentido psíquico altamente desarrollado, los cambia-formas vivían por siglos.
            Pero era raro que un Were-Hunter estuviese cerca de un Dark-Hunter, sin importar a quien sirviera. Desde que los Dark-Hunters habían sido creados para matar a sus primor Daimons, la mayoría de los Were-Hunters los evitaban a toda costa.
            La Mayoría.
            Retta miró sobre su hombro a Francesca, quién estaba ahora retorciéndose incómoda. Un mal presentimiento pasó a través de Retta cuando se dio cuenta de que Francesca se había hecho amiga de ella solo unas semanas después de que ella hubiese huido de Rumania. Ellas se conocían la una a la otra durante casi quince años antes de que Francesca le hubiese confiado la verdad de su existencia a Retta.
            Ahora ella tenía una sospecha que la enfermaba.
            “¿Lykos?” preguntó Retta a maluca. Ese era el término Were-Hunter para referirse a la rama de los Lobos.
            “Raluca es mi madre,” dijo Francesca lentamente. “Andrei y Viktor son mis hermanos—es por eso que nunca usé un apellido. No quería que te dieses cuenta que yo era una de la familia.”
            Retta no podía respirar cuando se quedó allí con sus turbulentas emociones. Rabia, dolor, traición. Estaban todas allí y cada una quería volverse hacia Raluca y Francesca, pero sobre todo, querían que Retta golpease a su marido. “Ya veo”
            “Por favor, Princesa,” dijo Raluca, sus brillantes ojos azules ardiendo con intensidad. “Nosotros solo estamos aquí para ayudarla”
            “Entonces llámame un taxi y devuélveme al aeropuerto lo antes posible”
            Francesca negó con la cabeza. “No podemos hacer eso”
            Retta la fulminó con la mirada. “Bien, entonces. Lo haré por mí misma.” Cuando se movió hacia el teléfono sobre el escritorio, Raluca lo hizo a un lado.
            Retta vió la simpatía en los ojos de Raluca cuando abrazó el teléfono contra su pecho.“Realmente lo siento, pero no podéis iros, princesa”
            “Oh sí, demonios si puedo y lo haré.” Retta se dirigió hacia la puerta, solo para tener a Andrei bloqueándola. “Estáis en peligro, Princesa.”
            Ella entrecerró los ojos sobre él. “Yo no, chico. Pero lo estarás tú si no te apartas de mi camino.”
            Francesca dio un paso hacia ella. “Escúchale, Retta, por favor”.
            Ella se volvió hacia Francesca con un siseo. “Ni te atrevas a empezar. Yo pensé que eras mi amiga”
            “Soy tu amiga.”
            “¡Y una mierda! Me mentiste. Me engañaste. Tú sabías como me sentía acerca de Velkan y todavía nunca, ni una sola vez me dijiste que le servías.”
            Francesca la miró. “Sí, Retta. El Principe Velhan me envió para cuidar de tí por que el temía que estuvieses sola. Como tú has dicho repetidamente durante todos estos siglos, tú eras joven e ingenua. Pasaste la mayor parte de tu vida detrás de las paredes de un convento. La última cosa que él quería era que fueses lastimada otra vez, así que se me encargó tu cuidado. ¿Es eso realmente un crimen después de todo lo que hemos pasado juntas?”
            “No necesito una niñera. ¿Cómo pudiste jugar a ambos lados de la cerca cuando tú sabías cuando lo odiaba?
              Esos ojos azules cantaban con sinceridad. “Nunca jugué contigo. De acuerdo, no mencioné que él me había enviado para quedarme contigo originalmente. ¿Pero y qué? Nosotras somos amigas.
            “Uh-huh. Las amigas no se mienten la una a la otra.”
            “¿En qué mentí?”
            “Dijiste que nunca lo habías conocido”
            “Ella nunca lo conoció,” dijo Raluca lentamente. “Yo soy la única que envió a mi hija tras de vos a petición del príncipe. Ella era la más cercana a vuestra área cuando os marchasteis de aquí. Pero Francesca nunca se ha encontrado con Su Alteza. Ni una sola vez.”
            Eso hacía que Retta se sintiese mejor de lo que ella quería admitir, pero todavía eso no rectificaba nada de lo otro. Todos ellos la habían engañado y ella estaba demasiado cansada para jugar más a ese juego. “No importa. Me voy a casa”
            Andrei la bloqueó otra vez. “Estáis en casa, Princesa”
            “Y un demonio”. Ella se echó a la derecha, después a la izquierda, para pasarle.
            Él la cogió en sus brazos antes de que ella pudiese llegar a la puerta.
            “No quiero lastimarte, Andrei, pero si eso me ayuda, lo haré”
            Antes de que él obedeciera, Francesca fue hacia la puerta y la cerró con llave. “Tú no te vas”
            “¡Maldita seas!”
            “Mira, arrójame todo lo que quieras, pero necesitas estar enterada de por qué te he traído aquí”
            Retta cruzó sus brazos sobre su pecho. “Déjame adivinar. ¿Velkan quiere verme?
            “No,” dijo Raluca, uniéndose a ellos. “La única cosa que Su Alteza quisiera ver en lo que a vos se refiere, Princesa, son vuestras entrañas fuera de su cuerpo.
            Eso si que la sorprendió. “¿Desde cuando?”
            Fue Andrei quien respondió. “Desde mediados del siglo dieciséis cuando se hizo obvio que vos no teníais intención de regresar. Él ha estado maldiciendo vuestro nombre desde entonces. Gritándolo, también, quizás debería agregar.
            Raluca asintió con impaciencia.
            Por alguna razón en la que Retta no quería pensar, eso realmente hería sus sentimientos. Ella había asumido que todos sus intentos por calumniar el nombre y la reputación de su padre había sido su manera para que ella mantuviese el contacto con él. Por supuesto, ella no había tenido intención de hacerlo puesto que todavía no estaba convencida de que él no hubiese intentado asesinarla la noche en que le dio su poción para dormir.
            “¿Entonces por qué estoy aquí?”
            Andrei tomó aire profundamente antes de responder. “A causa de Stephen Corwin”
            Ella se sorprendió ante el nombre. ¿Cómo en el mundo podría él estar metido en esta locura? “¿El Agente de inversiones?”
            “Entre otras cosas,” dijo Francesca. “¿Recuerdas cuando te dije que yo tenía un mal presentimiento acerca de él?
            “Tú tienes malos presentimientos todo el tiempo. Nueve de cada diez veces, ellos son atribuibles a pizza o cerveza estropeada.”
            Francesca la miró nada divertida. “Sí, claro. ¿Recuerdas cuando te dije que su olor me preocupaba? ¿Que no podía ubicarlo? Bueno, hice algunas investigaciones y resultó que él es un miembro de la Orden del Dragón. ¿Te suena familiar?
            Retta rodó sus ojos. Ambos, su padre y su abuelo habían sido miembros. Sus epitafios de Dracul y Drácula habían provenido de sus miembros. “Esa orden dejó de existir no mucho después de que Velkan matase a mi padre.”
            Raluca negó con la cabeza. “No, Princesa, no lo hicieron. Ellos simplemente se ocultaron y quisieron que el resto del mundo pensara eso. Fue un primo de Mathias Corvinus quien perdió a su esposa por un Daimon. Horrorizado por el demonio que reclamó la vida de ella y su alma, él restableció la orden para purgar el mundo de los no muertos. Ellos comenzaron una matanza de Daimons, y él terminó llamando a sus hermanos para que le ayudasen. Pero no se detuvieron allí. Ellos mataron a nuestra gente y también a incontables Dark-Hunters. Ellos no hacen distinciones entre nosotros. Para ellos, un ser sobrenatural es igual que los otros y todos nosotros deberíamos ser exterminados. Incluso ahora, siglos después, ellos nos cazan sin discriminación, asesinando brutalmente a todo el que encuentren.”
           
            Retta se sintió fatal por ello, pero todavía no podía explicar por qué ellos querían que permaneciese allí. “¿Qué tiene eso que ver conmigo?”
            Francesca respiró profundamente antes de responder. “Yo creo que Stephen está planeando matarte a ti”
            Retta bufó ante su amiga. “¿Te has vuelto loca? De ninguna manera”
            “¿Recuerdas el tatuaje sobre su brazo del que me hablaste? ¿El de un Dragón enroscado alrededor de una cruz? Es su emblema. Él es uno de ellos, Ret, créeme.”
            “¿Creerte? ¿Después de todos estos siglos cuando no has hecho otra cosa  mas que mentirme? Piénsalo de nuevo. Stephen no me haría daño. Él ha tenido tiempo de sobra para intentarlo.”
            Francesca le dedicó una profunda, significativa Mirada. “¿Estás segura?”
            Retta vaciló, entonces se odió a si misma por ello. Stephen nunca, ni una sola vez le había dado un indicio de que fuese alguna otra cosa más que un conocido que quería significar más en la vida de ella. Pero debido a que ella estaba técnicamente casada y era una inmortal, ella lo había mantenido a distancia. “Por supuesto que estoy segura.”
            “¿Entonces por que ha estado husmeando a tu alrededor?” preguntó Francesca fríamente.
            “¿Por qué quizás le gusto?”
            “O está intentando usaros para llegar al Príncipe Velkan,”dijo Raluca. “Esa ha sido mi teoría. Por eso es que el príncipe se ha asegurado de que todas las menciones de vos y vuestra madre fuesen purgadas de los archivos históricos. Él no quería que nadie supiese que Vlad Drácula tenía una hija, y más especialmente él no quería que ellos supieran que vos estabais casada con él. Él sabía que la Orden os perseguiría hasta el fin de la tierra si ellos llegasen a conocer vuestra existencia.

            “Eso tiene sentido” añadió Andrei “Los Corvinuses y los Danestis han tenido una larga historia de mala sangre entre ellos.”
            Todavía Retta no aceptaba su argumento. “Esto no es la Edad Media, chicos. En caso de que no lo hayáis advertido, la guerra se acabó.”          
            “No,” dijo Andrei, mirando más allá de ella, hacia la puerta. “Creo que la guerra está solo empezando”
            Frunciendo el ceño ante su grave tono, ella volvió su cabeza para ver que había llamado su atención.
            Su corazón dejó de latir cuando vio la alta figura vestida en armadura negra, con yelmo y armería.
            Era Velkan.
            Y se estaba dirigiendo directamente hacia ella.

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