martes, 21 de febrero de 2012

DMC cap 9


Acheron se tambaleó alejándose de Artemisa cuando su rabia se abrió paso a través de él, con garras muy afiladas. Puso el brazo contra la pared y observó como su piel se volvía azul. Su respiración era rasgada mientras sus dientes crecían en grandes colmillos y su visión se volvía borrosa. Quería desesperadamente la sangre de Artemisa, podía saborearla. Más que eso, quería arrancarle la garganta.
─¡Maldita seas!─gruñó él.
─Intenté decírtelo. Te la di y tú la rechazaste.
Él se giró a ella taladrándola con la mirada.
─Dijiste, “Tengo un bebé para ti.” No “Tuve a tú bebé,” Artemisa. Hay una gran jodida diferencia.
─Pensé que el bebé no era nada más que una ofrenda para ti de uno de tus adoradores, que estabas intentando endosármelo para sustituir a mi sobrino muerto, y tú lo sabías. ─Todas sus doncellas habían llegado a su servicio de esa manera. En aquel entonces, no era nada para las personas dejar niños como ofrendas a los dioses. 
Se pasó las manos a través del pelo, cuando más odiados recuerdos surgían y lo atravesaban rasgándolo.
El podía verse otra vez como un joven en el  frío trozo de piedra, encadenado y sujetado al lugar por sirvientes mientras el cirujano avanzaba con un escalpelo. Acheron siseó y se encogió ante el doloroso recuerdo.
Su respiración jadeante, se aproximó a Artemisa con las manos apretadas en puños de modo que no empezase a golpearla.
─Ellos me esterilizaron. No hay manera de que pudiera ser padre de un niño. Eso no es posible.
La cara de ella se endureció.
─Como humano eras estéril. Pero en tu veintiún cumpleaños…
Su divinidad se había desencadenado.
Se pasó las manos sobre la cara cuando lo recordó. Todas las cicatrices sobre su cuerpo se habían ido. Físicamente, había sido restaurado.
Obviamente no había sido todo superficial. Esa noche debió haber desecho también su cirugía. Maldición, ¿Cómo había podido ser tan estúpido?
─¿Por qué no me dijiste que estabas embarazada?
Ella lo fulminó con la mirada.
─Lo intenté. Tú no me escuchabas ni me hablabas, “te odio Artemisa. Muérete.” Eso era todo lo que escuché de ti durante dos mil años.
Ash se rió cuando lo asaltó el amargo dolor. Por una vez, ella tenía razón. Él había sido el que la ignoró. Queridos dioses, ¿Quién habría pensado que eso era lo que ella había estado tratando de decirle?
Peor, ella había mantenido a su hija lejos de él y él la maldecía por ello. Ahora se maldecía a si mismo por ser tan condenadamente ciego y estúpido. ¿Cómo podía no haberlo sabido? ¿Cómo pudo haber permitido que su rabia hacia ella lo cegase en algo tan importante?          
Podría matarse a sí mismo por su propia estupidez. Había negado a su propio hijo. Solo los dioses sabían lo que ella debía pensar de él y de su rechazo.
─Eso fue hace once mil años, Artemisa. Sabes, podrías habérmelo mencionado antes de ahora.
Sus ojos estaban llenos de lágrimas.
─Quise herirte cuando te la tendí y tú me insultaste y negaste que yo te amara más que nada en este universo. No tienes la menor idea de lo que pasé para evitar que cualquiera supiera que estaba embarazada. Sufrí su nacimiento sola, sin ayuda. Nadie me ayudaría de todas maneras. No debía que tenerla. Lo sabes.
Artemisa todavía estaba intentando herirlo con ese último comentario, pero no iba a dejar que se saliera con la suya.
─¿Entonces por qué lo hiciste?
─Ella era una parte de ti y es mía. La única cosa en mi vida que ha sido puramente mía. No había manera de que no la tuviese. Pero para el tiempo en que volviste a hablarme, ella había crecido. No ví el motivo de perderte por algo de lo que no podía hacer nada cuando ya había hecho todo lo que sabía para hacer que me amaras.
Ash se rió con amargura.
─Estoy feliz por ti, Artie. Tú tuviste a mi hija para amarla y yo no soy nada más que un extraño para ella. Gracias Artie.
─No seas tan arisco. No la tuve tanto tiempo antes de que se fuese a encontrar a mis espaldas con tu madre. Ella es como su padre ─siempre castigándome cuando todo que quería hacer era conservarla.
Él se quedó helado ante sus palabras.
Tienes que estar bromeando…
─Por supuesto que la puta lo sabe. Tuve que darle la protección de mi hija a tu madre para salvarte esa noche en Nueva Orleáns cuando Stryker casi te mata.
Ash ardió de cólera ante ese pensamiento incluso aunque no sabía porqué. El había sido hecho polvo por su madre y Artemisa más veces de las que podía contar. Nunca había habido una mujer en su vida que no le hubiese mentido y traicionado.
Ni una.
Simi había sido la única cosa pura que él había conocido. E incluso ella había ido a sus espaldas para seducir a su mejor amigo. Ella había perdido su inocencia y él había ganado un enemigo el cual ahora no tenía intención de detenerse hasta que Ash estuviese muerto.
O hasta que Ash lo matase a él.
Sí, las mujeres eran las que hacían imposible la entera existencia de Ash. Desearía haber nacido gay así se habría ahorrado siglos de dolor en sus manos.
     Pero no había nada que pudiera hacer para cambiar el pasado. Dejando ir un largo, enfadado suspiro, fulminó a Artemisa con la mirada.
—¿Y dónde está ahora mi hija?
─Eso es por lo que estoy aquí. La envié para matar a Sin.
─¡Tú qué!
Artemisa chilló y puso más distancia entre ellos.
─No te preocupes. Ella es demasiado parecida a ti y no lo haría. Así que tuve que llamar a Deimos para hacerlo
Oh, esto iba a ponerse bueno.
─Déjame adivinar. ¿Deimos anda suelto ahora tras ambos?
Ella asintió.
─Le dije que no lastimara a Katra, pero él no escucha. Y de algún modo sabe que ella es mi hija.    
Ahora todo eso tenía sentido.
─Me quieres para detener a Deimons.
─Quiero que lo mates.
Él se rió en incredulidad.
─No sacudas la cabeza ante mí.─refunfuñó ella.─Sé que puedes hacerlo. Eres un asesino de dioses. Sus poderes no son nada comparados con los tuyos.
Él la cortó con una letal mirada.
─Oh, no tienes ni idea Artie. No realmente. De hecho, tienes suerte de que no te abra en canal ahora mismo justo donde estás.
─No puedes. Juraste que no lo harías.
─Sí, pero ahora mismo estoy pensando que quizás tu muerte valga la mía.
─No te atreverás.
Él gruñó sabiendo que ella tenía razón. Si él muriera, esto liberaría a su madre sobre el mundo y la humanidad se sumiría en una ardiente llama. Maldito él por preocuparse por eso.
Él dejó escapar un lento suspiro antes de preguntarle a la Reina de “La Densidad” lo obvio.
─¿Cómo puedo proteger a mi hija si tú no me dejas salir de aquí en dos semanas?
─Si Katra te necesita, puedes ir con ella. Pero ella tiene que estar en peligro primero.
Ash se detuvo al oír el nombre de su hija por primera vez.
─¿Katra?
En griego significaba “Pureza
Artemisa asintió.
─Ella se parece a ti.
Levantando su mano, convocó una imagen de la cara de Katra para que él pudiera verla. De algún modo su mente debía haber sabido que ella estaba allí y había estado luchando por decírselo.
─¿La he visto antes?─Preguntó, su voz apenas más que un susurro.
─Solo una vez que yo sepa. Ella salía precipitadamente con otras koris cuando te apareciste de repente. La miraste antes de que yo hiciera que me miraras a mí.
Lo recordaba. Le había chocado el hecho de que una de las koris fuese obviamente tan alta como Artemisa cuando él sabía que Artemisa no permitía tener a ninguna mujer más alta que ella a su alrededor.
─La rubia alta…
─Sí.
Ash tragó el dolor que se hinchaba en su interior. Pensar que había estado tan cerca de ella… lo cortaba profundamente.
─¿Ella sabe de mí?
─Nunca le oculte la identidad de su padre. Ese fue el por qué fue a visitar a tu madre.
Una enferma sensación se asentó profundamente en su estómago.
─¿Qué le dijiste, Artie? ¿Qué yo la rechacé?
Sus ojos se encendieron ante él.
─Sabes, Acheron, también estoy cansada de que me lastimes. Realmente cansada. Si hubieses sido decente conmigo, lo habrías sabido todo acerca de ella. Así que no te atrevas a usar ese tono hostil conmigo. Yo hice lo correcto. Fuiste tú quien la abandonó. Yo estuve allí para ella, criándola, mientras estabas haciendo pucheros".
Haciendo pucheros. Sí. Justamente eso. Había estado aprendiendo a usar sus poderes e intentando controlar a una muy joven Simi que nunca había estado antes en el mundo de los humanos. Esos primeros años después de que Artemisa lo hubiese traído de regreso habían sido duros y aterradores.
Y no había tenido a nadie a quien acudir. Su madre había estado amargada e irracional cada vez que trataba de hablar con ella. Artemisa lo había machacado sin cesar. Si Savitar no hubiese aparecido para mostrarle como canalizar y usar sus poderes, habría estado completamente perdido.
Pero eso era el pasado y no podía cambiarlo. Todo lo que podía hacer era asegurarse de que nadie hiriese a su hija de esa forma.
─¡Simi!
Apenas había terminado de llamarla antes de que Simi apareciera ante él.
─¡Akri!─ella sonreía encantada. ─¿Puedes venir ahora a casa?
Él le lanzó una malévola mirada a Artemisa.
─Ahora mismo no. Pero tengo una tarea para ti.
Ella parecía un poco confundida.
─¿La tienes?
─Si. Al parecer tengo a alguien que necesito que vigiles. Quiero que te asegures que nada le sucede a ella. ¿Lo entiendes?
Simi palideció.
─Tú no quieres que la Simi vigile a la diosa perra, ¿Verdad? Por que no te ofendas, akri, eso solo estaría mal, y te quiero, pero ese es más amor del que Simi tiene por nada. Incluso por los Diamonique.
Él sonrió ante su honestidad.
─Artemisa no, Sim. Necesito que vigiles a una mujer llamada Katra.
Ella frunció el ceño ante su pedido.
─¿Akra—Kat?
Un mal presentimiento lo traspasó.
─¿La conoces?
Ella se puso nerviosa, lo cual nunca era una buena cosa.
Artemisa hizo un sonido de disgusto.
─Él ya sabe lo de su hija, imbécil.
Simi se volvió a ella con una malévola mirada.
─¿Imbécil? ¿Moi? ¿La Simi? Por qué, yo creo que a la diosa—perra se le ha ido la cabeza y se ha confundido. Ella piensa que es como yo, no es que me ofenda. Todas las mujeres quieren ser yo por mi incomparable hermosura y el hecho de que yo tenga tanto estilo vistiendo y brillos. Pero créeme, no soy la diosa—vaca. 
─Oh, por favor, tú estúpido demonio. Como si quisiera parecerme a ti.
Los ojos de Simi cambiaron a oscuro tan rápido que Ash apenas tuvo tiempo de agarrarla para evitar que se volviera a comer a la diosa—perra.
─Insúltala otra vez y ella será la menor de tus preocupaciones.
Artemisa bufó.
─Tú no puedes hacerme daño.
─Tienes razón. Yo no puedo. Pero tú nunca dijiste que no pudiese darte aquí a mi niña.”
Simi rió feliz.
─Oooo, ¿Finalmente puedo comerme a la diosa perra? ¡Oh, tío!
Artemisa se desvaneció instantáneamente.
Ash había encontrado satisfacción en eso si no estuviese tan molesto. Liberó a Simi y volvió su cara hacia él.
─¿Tú sabías de mi hija?
─¿Está akri enfadado con su Simi?
Tiró de ella hacia él y la mantuvo contra su pecho.
─¿Cómo podría estar enfadado contigo?─Ella era la única cosa en su vida que lo había amado sin condiciones o vergüenza. Pero eso no evitaba que se sintiese herido por que ella había guardado ese secreto. ─Solo deseaba que me lo hubieses dicho.
─Pero la Reina Diosa dijo que saber eso te haría llorar. Ella dijo que te haría mucho daño—igual que le duele por que no puede tenerte con ella. Yo no quería se te sentaras y lloraras igual que lo hace akra.
Él apretó su abrazo sobre ella.
─Lo sé, Sim. Está bien.
Ella se apartó para mirarle.
─¿Estás triste, akri?
─Un poco.
Ella tomó su mano en las suyas.
─Simi no quería lastimarte, akri.
─Oh, bebé, tú no me has lastimado. Estaré bien.
─De acuerdo.─dijo suavemente.─Por que si no estás bien del todo, me comeré a la diosa vaca por ti y todo mejorará.
Él le sonrió.
─No puedes hacer eso.
Ella hizo pucheros.
─¿Sólo un pequeño mordisco? Quizás su talón o un dedo. Nunca lo extrañará… a menos que quiera coger algo y entonces, bueno, a quien le importa. Bueno, quizás a ti, pero no debería.
─No, Sim. Tus pequeños mordiscos son del tamaño de un tiburón. Necesito que encuentres a Katra para mí y la protejas.
─Oh, la Simi ya sabe donde está ella. Acabo de dejarla.
Se le aflojó la mandíbula. Aunque para ser honestos, llegados a este punto no sabía porqué le sorprendía nada.
─¿Tú qué?
─Ella está con ese ex dios que odia a la diosa vaca igual que yo. Ellos nos pidieron a Xirena y a mí que los ayudásemos a pelear con esos demonios gallu que tú solías dejarme comer. Aparentemente, ahora hay un grupo de ellos. ─ella buscó en su bolso y extrajo una botella de salsa barbacoa.─Estoy totalmente preparada.
Ash sacudió la cabeza, intentando entender.
─¿Los gallu están ahora sueltos?
Ella asintió.
─Sin dijo que ellos estaban viniendo por docenas—justo lo bastante para que nosotras hagamos un buen aperitivo.
Sí, y lo suficiente para causar serios daños a la raza humana.
─Ve, Simi. Vigila a Katra por mí.
─De acuerdo, akri. Pero no estés triste. ─le lanzó un beso antes de desvanecerse.
Él dejó escapar un cansado suspiro mientras inspeccionaba la habitación vacía. Todo en la tierra se estaba yendo al traste y él estaba atrapado allí a causa del insaciable libido de Artemisa. ¿Dónde estaba la justicia en eso? ¿Qué demonios estaba pasando? Tenía que saberlo.
Cerrando los ojos, intentó localizar a Sin y los gallu, pero todo lo que vio fue una neblina sin forma real o sustancia. Aunque eso no lo sorprendía. Generalmente tenía un difícil momento para ver algo claro mientras estaba en el templo de Artemisa. Ella no quería que lo supiese, eso haría que estuviese incluso más inquieto de lo que ya estaba por marcharse.
Pero había una persona que podía decirle lo que necesitaba saber…
El volvió al balcón en el exterior de la habitación principal de Artemisa y se inclinó contra la baranda. Cerrando los ojos otra vez, dejó salir el ensyneiditos de su cuerpo, viajando a través del cosmos hasta que estuvo en el jardín de su madre. Era la única interrupción que tenía permitido mientras estaba aquí. Por que el ensyneiditos era simplemente la parte consciente de si mismo y de su cuerpo, podía utilizarlo para visitar a otros mientras estaba atrapado en el Olimpo.
Esta era la única manera en que podía siquiera visitar a su madre. Si apareciese en carne y hueso, eso la liberaría de su prisión permitiéndole destruir el mundo—la cual era su meta en la vida.
La de él era evitarlo.    
Flotando dentro de Kalosis, la encontró sentada cerca del estanque en  la parte de atrás. Las piedras de la obsidiana eran tan iridiscentes como su pálida piel por utilizar el agua negra para hacer un sfora. Su madre había levantado una porción del agua para formar una oscura bola arremolinada en el aire.  
Pero lo que lo dejó atónito era la mujer que estaba a su lado. Era la cara que había visto antes, pero sólo en sus sueños. Sus facciones eran muy parecidas a las suyas, solo que había lo suficiente de su madre en ella para reconocerla por lo que era.
Su hija.
─¿Katra?
La bola se astilló y cayó en gotitas de vuelta al agua cuando las dos se volvieron para mirarlo. Y cuando esos ojos verdes se prendieron en los suyos, quiso llorar. El dolor no era nada nuevo para él. Estaba tan acostumbrado a ocultarlo que ni siquiera requería un verdadero esfuerzo de su parte. 
─Apostolos, ─dijo su madre en un suspiro antes de ponerse en pie. Ella paseó su mirada entre ambos. ─¿Estás enfadado?
Kat no podía moverse mientras esperaba por una respuesta. Por la manera en que él había dicho su nombre, sabía que alguien le había hablado de ella. Y no podía creer que su padre estuviera allí… con ellas. Pero sabía que no lo estaba realmente. Solo era una aparición. Él no podía tener ningún contacto real con su madre sin liberarla.
Él todavía miraba a Kat con una extraña expresión.
Había soñado con este momento donde él la conocía un millón de veces en su vida. Sólo que en sus sueños estaba llena de felicidad, no de inquietud. Se había imaginado cada posible escenario para su encuentro, pero ninguno de ellos se acercaba a esto.
Ahora quería correr hacia él y abrazarle. Si sólo pudiera. Su fría conducta era tal, que temía incluso moverse.
─¿Papá?─preguntó vacilante.
Él apartó la mirada cuando una solitaria lágrima bajó por su mejilla y se desvaneció. Eso hizo que los propios ojos de Kat se inundaran cuando las emociones se le amontonaron en la garganta ahogándola amargamente.
Su abuela posó una tierna mano sobre su hombro.
─Ve a él, Katra. Te necesita.
Ella asintió antes de desvanecerse de Kalosis al Olimpo. Estaba sobre el balcón donde había se había divertido y jugado de niña.
Y su padre estaba a solo unos pies de ella.
Kat no estaba segura de que decir o hacer. Quería correr hacia él. O, mejor todavía, decir algo. Pero nada le vino a la mente mientras sentía su dolor y pena.
Él permanecía todavía como una estatua, con la mirada vagando sobre el jardín.
De repente jadeó como si su consciencia hubiese vuelto a su cuerpo. Su corazón se detuvo en el instante en que él giró hacia ella y encontró su mirada.
Las lágrimas fluyeron por sus mejillas cuando las emociones la desbordaron. Se las enjuagó enfadada.
─Normalmente no hago esto. Realmente no soy así de emotiva.
Todavía no habló. Simplemente caminó hacia ella como si no pudiese creer lo que estaba viendo. Él se detuvo justo ante ella y se la observó como si fuese un fantasma.
De cerca, parecía mucho más alto. Mucho más poderoso. Se suponía que para una hija era normal sentirse de alguna manera intimidada por su padre. Pero honestamente ella estaba aterrada.
─¿Has tenido una buena vida?─le preguntó en un amable tono.
Esa simple pregunta hizo que llorase más fuerte mientras asentía.
─Solo deseaba una cosa.
─¿Y que era?
─Tú.
Ash no pudo respirar cuando sus propias lágrimas cayeron de sus ojos. Esto lo enfurecía. Él no lloraba. Nunca.
Mas el pensamiento de haberse perdido tanto de la vida de ella, el conocimiento de que era un completo extraño para su hija, lo destrozaba.
¿Cuántos niños había mimado y protegido a lo largo de los siglos? ¿Cuántos había sostenido, deseando tener los propios, pero convencido de que era incapaz de tenerlos? Ahora descubría que durante todo este tiempo había tenido una hija…
Era tan injusto.
Tragó doliéndose por estirarse para tocarla pero tenía miedo de que ella lo apartara al igual que todos en el pasado. Seguramente debería odiarlo por su rechazo. No la culparía si lo hacía. Dios sabía, que él se había sentido de esa manera cuando descubrió quienes eran sus verdaderos padres. Él los había despreciado por no haberle dicho quienes eran, por no estar nunca allí cuando necesitó consuelo y amor.
Hasta ahora, no se había dado cuenta lo difícil que debió haber sido su primer encuentro para su madre.
─Ni siquiera sé que decirte, ─murmuró él.
─Ni yo. Supongo que nos quedaremos justo donde estamos y lloraremos, ¿huh?
Él se rió ante su inesperado humor.
Kat se limpió los ojos otra vez.
─¿Puedo abrazarte?
Ash  le tendió los brazos, y antes de que pudiera moverse ella corrió hacia él. El sentirla allí cuando envolvió los brazos a su alrededor lo golpeó en lo profundo del alma. Esta era su hija. Su verdadera carne y sangre. Una ola de posesivo orgullo lo atravesó, pero el amor que sentía por ella era suficiente para casi ahogarlo.
Ahora entendía completamente a su madre y su rabia sobre la noche en que ella había descubierto su pasado. Él quería herir a cualquiera que hubiese hecho daño a Katra.
La culpa por no haber estado allí…
Ni una sola vez en la vida de Kat la había cogido. Nunca había llorado y sentido sus consoladoras caricias. Ella había vivido sin saber nada de él que no fuese el hecho de que había donado su ADN para hacerla. Su único consuelo era que él nunca había sabido de su existencia.
¿Cuan peor debió haber sido para su madre saber que estaba ahí afuera, pero no ser capaz de ir hacia él?
─Lo siento tanto, jadeó contra el pelo de Kat mientras acunaba su cabeza en su palma. ─No lo sabía.
─Lo sé.
Aún así quería que ella entendiese cuando lo sentía.
─¿Por qué no viniste a mí?
─Cuando era pequeña tenía miedo de que estuvieses enfadado conmigo. Cada vez que te veía venir aquí, estabas siempre tan enfadado. Odiabas a Artemisa y tenía miedo de que me odiases a mí por atarte a ella.
Él la apartó y ahuecó su cara en las manos.
─Nunca podría odiarte.
Kat había esperado toda su vida por oír esas palabras, cuando sus ojos se llenaron con más lágrimas. Sentir el contacto de su padre. Era casi tan dulce como se lo había imaginado.
─Te quiero papá.
Ash dejó escapar un sollozo cuando el dolor lo destrozaba. Esas palabras irrumpieron a través de cada fibra de su ser.
─Lo siento tanto, Katra.
─Yo también. Debía habértelo dicho. Lo sé. Pero realmente no sabía que le harías a Mamá. Temía que la mataras.
Él le dedicó una amarga sonrisa.
─Probablemente lo hiciera.─él sacudió la cabeza mientras bajaba y subía su mirada por ella.─Eres tan hermosa. Desearía haberte visto de niña.
Ella le dedicó una coqueta sonrisa.
─No te perdiste mucho. Tenía dientes de conejo y pelo de estropajo.
Él se rió.
─Lo dudo mucho.
─Es verdad, y era realmente horrorosa como preadolescente. Alta y desgarbada. Me golpeaba la cabeza con todo. Todavía lo hago algunas veces.
Él sacudió la cabeza ante ella.
─Eres mi hija.
─Seguro, ─bufó ella. ─No puedo imaginarte a ti sin coordinación.
─Oh, te aseguro que me llevado por delante bastantes señales con la frente. Es asombroso que la palabra “Salida” no esté impresa justo entre mis ojos.
Su melódica risa inundó sus oídos e hizo que le doliera el corazón.
Ash no podía creer cuando parecidas eran sus gestos a los de él. Era casi como mirarse en un espejo y ver la cara de alguien en su lugar.
Pero su alegría fue cortada por otro temor cuando se dio cuenta de cuan parecidos eran los dos y lo que quizás hubiese significado para Katra al crecer.
─¿Tu madre ha sido buena para ti?
Una lenta sonrisa cruzó su cara.
─Para ella, sí. Quiero decir, a parte del hecho de que no podía llamarle Matisera a menos que estuviésemos solas, fue realmente buena.
Cuan horrible nunca ser capaz de reconocer a Artemisa como su madre en público. El conocía bien ese dolor y lo enfadaba todavía más que Artemisa, habiéndoselo hecho a él, también se lo hiciera a su hija. ¿Cuan egoísta puede ser una persona?
─¿Fue cariñosa contigo?
Kat tragó ante su pregunta y sabía exactamente lo que quería decir. Él tenía miedo de que su madre hubiese sido fría con ella. Pero a pesar de los defectos de Artemisa, ese nunca había sido el caso.
Queriendo tranquilizar su mente, Kat tomó su mano en las de ella y cerró los ojos para así poder mostrárselo.
Ash se sobresaltó cuando vio los recuerdos de Kat en su mente. No tendría más de siete años y estaba sola con su madre en el dormitorio de Artemisa. Ellas estaban enroscadas juntas en la cama de Artemisa.
Katra frunció el ceño cuando tendió una diminuta mano a la mojada mejilla de Artemisa.
─¿Por qué lloras, Matisera?
─Eres demasiado joven para entenderlo, mi pequeñita.
─Entonces dime por que lloras y no lo entenderé. Entonces te sentirás mejor y serás feliz otra vez.
Artemisa sonrió a través de las lágrimas mientras subía la manta alrededor de los hombros de Kat.
─Cometí un terrible error.
Su joven frente estaba arrugada con perplejidad.
─Pero tú eres una diosa. No puedes cometer errores.
Artemisa tomó la pequeña mano de Kat en las suyas y depositó un tierno beso en ella.
─Créeme, pequeñita. Todo el mundo comete errores. Incluso los dioses, y los nuestros son mucho peores que los de esos humanos. Al contrario que los humanos, nosotros no sufrimos solos. Sino que compartimos el dolor con miles. Por eso debes aprender a ser como tu padre. Contener tus lágrimas y enfado. Intentar no castigar a los que amas.
─Pero tú no me castigas, Matisera.
Artemisa la besó en la frente.
─No, Katra, no lo hago. Yo quiero a mi pequeño tesoro.
Todavía Katra parecía confundida por las lágrimas de su madre.
─¿Yo soy tu error, Matisera?
─¡Oh, gran Olimpo, no! ¿Por qué piensas si quiera eso, hija?
─Por que nadie puede saber acerca de mí. ¿No se supone que ocultas tus errores?
─Oh, bebé, no. Eso no es por lo que te tengo oculta. Es solo que no quiero compartirte con nadie.
Kat se rascó la diminuta cabeza.
─¿Crees que mi padre me querrá?
Artemisa frotó su nariz contra la de Kat antes de responder.
─Tu padre te querrá incluso más de lo que lo hago yo. Él te despertaría con cosquillas y besos y te mandaría a la cama con un cálido abrazo.
─¿Entonces por qué no lo buscamos?
La tristeza volvió a la cara de Artemisa.
─Por que él me odia y no quiere nada conmigo.
─¿Por qué te odiaría nadie, Matisera? Tú eres maravillosa y amable. Cariñosa. No puedo imaginar por que alguien no podría ver eso de ti.
Artemisa alisó sus rizos rubios.
─Me equivoqué con él, Katra. Mucho. ─Ella suspiró con pesar─Una vez tuve el mundo entero en mi mano y no lo supe. Dejé que mi estupidez me cegara y lo perdí.
─Entonces dile que lo sientes.
─Como tu padre suele decir, hay algunas cosas que un “lo siento” no pueden reparar. Algunos dolores corren demasiado profundo para ser sanados por algo tan simple como las palabras, sin importar lo mucho que signifiquen.
Kat se incorporó en la cama.
─Pero yo puedo sanarlo todo. Pondré mi mano sobre su corazón y haré que todo sea mejor. Entonces él te querrá otra vez.
Artemisa la acercó a ella y la mantuvo abrazada.
─Mi pequeño tesoro. Cuando desearía que pudieses hacerlo. Pero está bien. El me dio a ti, y yo puedo amarte sin arrepentirme.
Kat liberó a Ash y apartó sus pensamientos de ese recuerdo.
─Ella no siempre fue una madre perfecta, pero yo no podría haberlo hecho mucho mejor. Y incluso aunque es menos que perfecta, siempre he sabido que ella me quiere.
Ash no pudo hablar mientras la imagen de ellas lo rondaba. Ese era un lado de Artemisa que él había olvidado que existía. Desde el día en que Artemisa lo había traído de regreso de la muerte, ella lo había castigado por el hecho de que ella lo amaba.
Ella lo tiraba en su cama para utilizar su cuerpo y después lo alejaba de una patada una vez hubiesen terminado. Incluso cuando él la había amado, su amor por él había sido egoísta.
Ella lo había culpado por todo. Pero al principio, había sido amable con él. Hubo un tiempo en el que lo abrazó y se rió con él de nada y de todo. Ahora no podía recordar la última vez que se hubiesen reído de nada. La última vez que ella le había acariciado sin otra razón que la de tenerlo cerca.
La pérdida de esa amistad todavía le dolía.   
Él tomó la mano de Kat en las suyas.
─Me alegro que su enfado conmigo nunca te salpicase.
Ella le dedicó una pícara sonrisa.
─También yo. ─ella se estiró y le apartó un mechón de pelo de la cara.─No puedo creer que esto sea real. Que estés aquí, mirándome.
Ni el tampoco. Era surrealista.
Si no fuese por una peculiaridad del destino, ellos no estarían ahora allí.
Lo cual le trajo otra pregunta.
─¿Por qué estabas con mi madre en el jardín?
─Estoy intentando ayudar a Sin a luchar con los gallu y los Dimme. Él tiene un hermano...”
─Zakar.
No sabía por qué, pero le sorprendía que él supiese de Zakar.
─¿Lo conoces?
Ash asintió.
─Me encontré con él algunas veces. Es un tío bastante decente.
Era bueno saberlo. La última cosa que necesitaba era liberar otro enemigo en el mundo.
─Bueno, él está desaparecido. Uno de los gallu dijo que ellos lo tenían prisionero. Sin necesita saber si eso es verdad.
─¿Mi madre te ayudó a encontrarlo?
─Vimos algo, pero no sé si era él o no. Estaba borroso.
─Sí, el sfora tiene esos momentos. ─se llevó la mano bajo el pelo y se quitó su collar. Era una pequeña bola de cristal roja, y no fue hasta que la puso alrededor del su cuello que ella se dio cuenta que era una diminuta sfora. ─Es un poco más fuerte que la charca. Esta tiene una parte de mí.
Con el corazón martilleando, cerró su mano alrededor de esta, incapaz de creer que él le hubiese dado algo tan valioso. Con su ADN en ello, ella podía no solo ver lo que necesitaba, sino también destruirle.
Dada en cuan poca gente confiaba, ella entendió el total significado de su regalo.
Él dio un paso atrás.
─Dile lo que necesitas y te guiará a ello.
─Gracias.
Él inclinó la cabeza ante ella.
Sonriéndole, Kat se puso de puntillas y lo besó en la mejilla.
Ash no podía respirar cuando sintió su suave beso. El beso de su hija. Era tierno y dulce e hizo que una ola de amor que solo había conocido cuando Simi estaba cerca de él se extendiera por su interior.
Él quería abrazar a Kat contra él, pero era demasiado mayor para ser tratada igual que una niña. Su hija había crecido y tenía que respetarla como una mujer.
─Ten cuidado, ─le susurró al oído.
─Tú también.
Ash dio un paso atrás e hizo la cosa más dura que había hecho nunca. Dejó ir la mano de su hija.
─Si me necesitas, llámame y acudiré a ti sin importar lo que cueste.
─Lo sé… Gracias, Papi.
Con lágrimas en los ojos, vio como se desvanecía y le dejaba otra vez solo en la habitación de Artemisa. Se limpió los ojos con el dorso de la mano.
Tengo una hija…
Parecía tan increíble.
─¿Estás enfadado conmigo, Apostolos?
Él apretó los dientes ante el sonido de la voz de su madre en su cabeza.
─No, Metera. Solo me duele que me hayas mantenido alejada de mí.
─Preferiría que estuvieses enfadado conmigo. Tu dolor me lastima.
─Lo siento.
─¿Por qué te disculpas cuando yo soy la única culpable?
─Por que yo nunca te lastimaría por nada.
Su madre apareció ante él entonces como una pálida sombra.
─Ven a casa, Apostolos. Libérame y te aseguro que nunca te harán daño otra vez.
─No puedo, Metera. Tú lo sabes.
Ella dejó escapar un cansado suspiro.
─Un día, mi niño, aferrarás el destino para el que has nacido.
Ash esperaba que no. Si lo hacía, el mundo se acabaría.

Kat volvió a aparecer en el penthouse de Sin. Él estaba justo donde lo había dejado al lado de la barra, viéndose magnífico.
Él se levantó del asiento del bar y cruzó la corta distancia entre ellos. Ella podía ver la preocupación en sus ojos.
─¿Lo encontraste?─preguntó ansioso.
Ella sacudió la cabeza ante la ironía. Había ido para encontrar a su hermano y en vez de eso había encontrado a su padre.
─No exactamente. Pero mi padre me dio esto.─Ella alzó la diminuta bola de cristal roja sobre su pecho para que Sin pudiera verla.─Dice que nos guiará a Zakar.
Un profundo ceño le arrugó la frente.
─¿Conociste a tu padre?
Ella asintió.
─¿Estás bien?─su preocupación la entibió más de lo que debería. Eso la tocaba.
─Sí. En una extraña manera. Creo que lo estoy.
Él se acercó a ella lentamente y colocó las manos sobre sus hombros.─¿Estás segura?
─Sí, de veras.
Había una ternura en su cara que no debería si quiera empezar a afectarla. Pero eso solo fue hasta su siguiente pregunta.
─¿Mató a Artemisa?
Bueno, eso era ciertamente un “ah” humor asesino que no ayudaba por la ansiedad en su tono.
─¡Sin!
─¿Qué?─preguntó él, su cara una máscara de inocencia. ─Era una pregunta legítima. Espero que le corte la cabeza y la estaque sobre un palo.
¡Hombres! O más concretamente ¡Sin! Él era terrible.
─Siento desilusionarte, pero ella todavía está respirando.
─Demonios, ─dijo en voz baja. ─¿Solo por una vez no podía darle a esa─
Ella arqueó una ceja a modo de advertencia antes de que usase el sustantivo que ella detestaba.
─Mujer, ─dijo él con una expresión que le dejaba claro lo resentido que estaba por usar esa palabra, ─lo que se merece?
─¿Castigarías a la madre de tu hija?
No bien habían salido esas palabras de su boca cuando se dio cuenta de que le había golpeado un duro punto en su corazón. Podía sentir su dolor y esto la aguijoneaba profundamente.
Honestamente, se veía como si lo hubiese hundido.
─Sin…─ella dio un paso hacia él, pero él se apartó rápidamente.
─Tenemos que encontrar a Zakar, ─dijo desde entre los apretados dientes.
─Sin, no cambies de tema. Quiero saber que está mal. ¿Por qué te ha herido mi comentario?
─Digamos que me abriste los ojos con un comentario y déjalo así.
 Pero ella no quería dejarlo así. Quería entenderle.
─Se que tú esposa te engañó. Lo ví.
─Y ahora ya sabes por que nunca la maté. Ella era la madre de mis hijos. ¿Alguna otra llaga a la que desees echar sal? Fui humillado una vez cuando traté de usar mis poderes por primera vez cuando era niño.  En vez de elevarme sobre la montaña, me caí y me raspé la barbilla. ¿De todas formas por qué no me llamamos incompetente? Te aseguro que es mucho menos vergonzoso que ser un dios de la fertilidad que no puede satisfacer a su propia esposa.
Así que esa era la fuente de ello. . .
Su vergüenza hacía que se doliera por él. Ella ahuecó su cara en las manos y lo miró fijamente para que pudiera ver su sinceridad.
─Y habiendo estado en tu cama, yo puedo decir honestamente que tuvo que haber algo definitivamente mal con  una mujer que no fuese satisfecha por ti. Quizá era un defecto de nacimiento.
Él la miró con ojos entrecerrados. Incluso así, ella podía sentir el confort que sus palabras le habían dado. Él la alcanzó y cubrió sus manos con las de él.
─ No puedo creer que estés relacionada con esa… ¿Cuál fue el término que usó Simi? ¿Diosa—perra?
Ella puso los ojos en blanco.
─Lo sé. Soy la versión diluida y tienes suerte por ello.
El tomó su mano derecha y depositó un tierno beso en sus nudillos.
─Gracias, Kat.
─Hey, yo nunca digo nada que no quiera decir. Es una maldición que heredé de mi padre.
Sin sonrió.
─No creo que sea una maldición tanto como es refrescante.
Su corazón se aceleró ante la luz en sus oscuros ojos dorados. Ella tenía un mal presentimiento en lo que a él concernía. Había algo acerca suyo que encontraba tan confortante y no sabía siquiera por qué. Algo acerca de él simplemente la atraía. Quería borrar el dolor de su mirada, y al mismo tiempo él le daba tanto, sin hacer nada más que mirarla como lo estaba haciendo ahora mismo.
Eso la ponía incómoda. Le pasó el pulgar sobre dedos antes de retroceder un paso. Bajando la mirada, cogió la pequeña sfora.
─No sé si esto funcionará pero, ¿Estás listo para intentarlo?
─Más que listo.
Kat cerró los ojos y convocó a Simi y Xirena a su lado. Sin puso rígido cuando ellas aparecieron en la habitación con aspecto un poco mosqueado.
Kat sonrió ante él y sus reservas.
─Tenemos que entrar en quien sabe qué. Aunque sé que puedes patear con fuerza el culo de cualquier demonio y yo puedo patear más culos de demonios, me gusta la idea de tener un par de calvarios en nuestras espaldas. Especialmente desde que probablemente están hambrientas.
Él sacudió la cabeza pero no dijo nada.
─¿A dónde vamos, akra—Kat?─preguntó Simi.
─¿Comida?─preguntó Xirena esperanzada.─Ver todos esos Diamonique me ha dado hambre.
Kat arrugó la nariz ante Xirena.
─Conociendo mi suerte, habrá muchos gallu para que cenéis placenteramente esta noche.
     Xirena y Simi chocaron sus manos encantadas.
Kat rió antes de cubrir la sfora con la mano.
─De acuerdo, tíos.
─Abrochaos los cinturones de seguridad. Esto podría ser muy bien un movido paseo". Ella se concentró y esperó sin respirar.
No sucedió nada.
─No lo estás haciendo bien, ─dijo Simi petulante. ─Akra—Kat tienes que sacártelo, ponerlo en la palma, y pensar en quien estás intentando encontrar.
─Oh. ─ella se volvió a mirar a Sin. ─¿Tu hermano se parece a ti?
─Ya que somos gemelos…sí.
─De acuerdo. Marchando un dios sumerio sexy. ─Kat se sacó el collar y cerró su palma alrededor del orbe. Tan pronto como empezó a imaginarse a Sin en su mente con el nombre de Zakar, el orbe empezó a brillar. Los rayos estallaron de entre sus dedos y bailaron en las paredes igual que una luz estroboscopica[1].
Entonces la luz roja la acompasó. Dos segundos después, estaban en una húmeda cueva. Por el fuerte olor del barro, parecía estar profundamente bajo tierra. La luz del sfora se desvaneció y los dejó encerraron en la oscuridad. De hecho, era tan oscuro que la única manera en la que podía ver a Simi y Xirena era por sus resplandecientes ojos. El silencio sólo era roto por el sonido de molestas y fuertes respiraciones. Kat intentó mirar a través de la oscuridad a la fuente del sonido, pero sus ojos no podían enfocarlo del todo.
Se estiró y sintió el bíceps de Sin bajo su mano.
Sin levantó su mano y una pequeña llama apareció desde su palma de modo que pudieron ver en la oscuridad.
Al principio todo lo que pudieron ver fue las paredes de barro de la cueva. Entonces la respiración se detuvo.
Y también la de ella.
Allí sobre el otro lado de la cueva estaba el cuerpo de un hombre tendido sobre una losa de piedra. Pero eso no era lo que la horrorizó. Era como había sido tendido.
Su hombro izquierdo estaba sujeto a la losa por una espada que había sido enterrada a través de su cuerpo hasta la empuñadura en la piedra. Su brazo derecho había sido levantado y una espada más pequeña atravesaba su muñeca para fijarlo. Sus piernas habían puestas de en una forma parecida, sólo que las espadas habían sido clavadas a través de las partes carnosas de sus pantorrillas.
La bilis le subió a la garganta cuando se movieron hacia él.
Sin estaba callado, pero ella podía sentir la rabia circulando a través de él. Y una vez que estuvieron bastante cerca, vio la sangre que manaba de las heridas y las cicatrices que estropeaban cada pulgada del cuerpo desnudo del hombre. Su pelo estaba enredado y largo, como si hubiesen pasado años desde que alguien lo hubiese lavado o peinado.
Estaba afeitado, pero era fácil de ver el porqué se había observado ese poco de higiene.
Había marcas de mordiscos en todo su cuello. Algunos de ellos eran largos y mellados, como si los gallu le hubiesen arrancado la piel en un esfuerzo por causarle el mayor dolor posible después de sus alimentaciones.
Pero lo peor eran sus ojos. Alguien o algo los había quemado cerrándolos.
Xirena tocó accidentalmente sus piernas cuando se acercó a él.
El hombre alzó la cabeza hacia ella.
─Jódete, gallu, ─gruñó en Sumerio antes de escupir en dirección a Xirena. Él intentó luchar.
Kat dio un respingo cuando las espadas le rasgaron la carne.
─Para, Zakar. ─dijo Sin, acercándose a su hermano para poder mantenerlo en el lugar.
Zakar intentó morderlo.
Sin ahuecó la cabeza de su hermano en sus manos.
─Para. Soy yo. Sin. Estoy aquí para liberarte.
─Jódete, ─escupió Zakar otra vez.
Sin se limpió el escupitajo de la cara con el dorso de la mano.
─Deja de luchar. Solo te estás hiriendo más. Kat se encogió cuando Zakar tiró de su muñeca y la espada hizo un ligero ruido raspando contra la piedra. El dolor de esa acción lo tenía que estar matando.
Sin tuvo el brazo de hermano en el lugar antes de dar un tirón para liberar la espada. En vez de estar agradecido, Zakar trató de golpearle. Cuándo eso falló, Zakar agarró a Sin por el pelo y le golpeó la cabeza a su lado en la piedra. Sin maldijo antes de alejarse del alcance de Zakar.
─Maldita sea, chico, mejor será que agradezcas que te quiero.
Zakar continuo luchando, Sin lo ignoró.
Kat se adelantó para ayudar a Sin.
─Le sujetaré las piernas.
─Déjanos,─dijo Simi haciéndola a un lado. ─Los Carontes somos más fuertes. Podemos sacárselo en un limpio movimiento y le dolerá menos.
Kat estuvo agradecida por su ayuda─cualquier cosa que ahorrase al hombre más dolor.
Haciéndose a un lado, observó como Simi, Xirena, y Sin tiraban de las espadas restantes liberándolas de la piedra y del cuerpo de Zakar.
Zakar dejó escapar un estruendoso grito que envió escalofríos al alma de Kat como si se revolcase en la completa miseria.
Y tan pronto como estuvo libre, rodó al suelo y se agachó para atacar. Zakar arremetió contra Sin y le agarró los brazos antes de tirarlo al suelo.
Kat quería ayudar pero no estaba segura de cual sería el mejor curso de acción. Más que eso, no quería herir más a Zakar.
Por la cara de Sin mientras intentaba evitar que su hermano se golpease, ella podía decir que él sentía lo mismo.
─¿Podemos comérnoslo?─preguntó Xirena.
─No, ─dijo Simi rápidamente.─Comer personas está mal…─hizo una mueca.─Simi suena igual ahora que akri. Pero akri tiene razón. Además, eso molestaría a akra Kitty—Kat.
De repente una luz brillante iluminó la caverna. Sin y Kat se congelaron cuando se dieron cuenta de que ya no estaba solos con Zakar.
─Bueno, bueno, parece que ha llegado más comida.


[1] Estroboscópico es un efecto óptico que se produce al iluminar mediante destellos, un objeto que se mueve en forma rápida y periódica. (N. de la Traductora)

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