martes, 21 de febrero de 2012

DMC cap 8

Sin esquivó la daga de Kat la que falló por poco su garganta. Sonrió ante la destreza de ella, sumamente impresionado. No era frecuente que encontrara a alguien que pudiera acercarse golpeándole, y especialmente no alguien quien golpeaba como un tabique. Como Kish había dicho sobre Angelina, a él no le importaría que su culo fuera golpeado por Kat, siempre que ella lo hiciera con encaje negro o un body de cuero. Sí, el pensar en ella desnuda con tacones de aguja rojos le puso duro incluso mientras ella acuchillaba su cara.
Agarró su muñeca cuando ella se balanceó hacia atrás, pero no esperaba su rodilla. Un instante más tarde, esta aterrizó directamente en sus costillas.
Gruñó antes de escapar de la daga en su mano. La siguiente cosa que supo, fue que le había dado un cabezazo.
El dolor astilló su cráneo como si su cabeza se quebrara hacia atrás y la sangre goteó de su nariz. Maldición, la mujer podía golpear con fuerza.
─¡Oh Dios mío!─dijo ella al instante─. Lo siento tanto. No pretendía hacerlo. Me extralimité.
Él sacudió la cabeza para despejarse aunque su frente y nariz todavía palpitaban y sus oídos zumbaban.
─¿Siempre pides perdón a tus enemigos cuándo les asestas un golpe contundente?
─Nunca, pero así lo hago siempre que golpeo accidentalmente a mi compañero de entrenamiento.
Frotándose la cabeza, él sonrió cuando notó la mancha roja en la frente sudorosa de ella. El rubor en sus mejillas hizo que sus ojos prácticamente centellaran. Hija de Artemisa o no, Kat era absolutamente hermosa.
─¿Qué?─dijo ella retrocediendo.
─Nada. Sólo miraba la parte roja en tu frente con la que “me hiciste polvo”. Yo me preguntaba si la mía se veía del mismo modo.
Ella soltó una risa ligera antes alzar su mano y tocar su cabeza donde esta palpitaba.
─Sólo un poco, Uni.
─¿Uni?
Su sonrisa hizo que su verga tirara bruscamente.
─Unicornio. Te ves como alguien a quien le han cortado el cuerno directamente de su frente─Ella se alzó para besar el punto que estaba mirando.
Aquel beso no hizo nada por aliviar la severa erección que ahora le dolía despiadadamente. Había pasado mucho tiempo desde que una mujer lo había encendido de esta manera sin estar desnuda en su cama. O abajo, de rodillas ante él.
Sin embargo, realmente no conversaba con sus amantes. Básicamente las divisaba en el club, cruzaría unas palabras estratégicamente aduladoras, e inmediatamente estarían en su cuarto completamente desnudos y sudando. Una vez que hubiera terminado con ellas, las despediría sin contemplaciones.
Sí, él era de los que daban una mala reputación a los hombres y lo sabía. Pero siempre se aseguraba que las mujeres supieran antes de que abandonaran el club, que no iba a estar interesado en algo más que en sexo ocasional. No anotaba sus números y no prometía llamar, sólo las dejaba colgadas. Ellas sabían exactamente cuales eran sus intenciones desde el comienzo.
Por regla general, los Dark Hunters tenían prohibido tener relaciones con la gente. Y aunque él no fuera técnicamente uno de ellos, había aceptado aquella parte de su vida. Su esposa le había humillado lo suficiente con su infidelidad. La última cosa que quería era dar a otra mujer cualquier clase de control sobre sus emociones. Ellas sencillamente, no eran lo suficientemente merecedoras de confianza como para esto.
Pero algo en Kat era diferente y no sabía lo que era. Una parte de él disfrutaba con su humor. Demonios, hasta disfrutó de sus observaciones mordaces. Algo que nunca había pasado antes.
Ella mordía su labio mientras le hacía un mohín compasivo.
 ─Realmente siento haberte dado un cabezazo.
─Está bien. Recuerda mantener esta puntería. A diferencia de un Daimon, el único modo de parar temporalmente a un gallu es golpearlo directamente entre los ojos.
─O cortando la espina─dijo ella, para su sorpresa─. Por extraño que pueda parecer, estaba escuchando.
─Bien. Este conocimiento salvará tu vida.─pero él realmente no se concentraba en la conversación. Sus pensamientos estaban en el sudor que bajaba rodando entre sus pechos, que se hincharon debajo de su camiseta. Realmente se le hizo la boca agua por probarla.
Ella era sólo un par de pulgadas más baja que él, y con tacones de cuatro pulgadas probablemente lo obligaría a mirarla ligeramente hacía arriba. No sabía por qué, pero encontró aquel pensamiento increíblemente atractivo.
Síp, podía verse fácilmente en su cama con ella encima de él, su cuerpo desnudo excepto por aquellos tacones mientras ella se clavaba contra él. Esto era suficiente para volverlo loco.
No sabía cuando había desarrollado fetichismo por los zapatos, pero no podía sacar aquella imagen de su cabeza.
Gracias, Kish. Tendría que dar una paliza al hombre más tarde por esta tortura.
Kat tragó ante la mirada caliente en los dorados ojos de Sin. Había tenido con anterioridad hombres que la miraron lujuriosamente, pero no estaba acostumbrada a verse afectada por ello. Por la razón que fuera ella no lo entendía, no era inmune a Sin. Él la excitaba de forma que nunca hubiera pensado posible.
Cerrando sus ojos, podía sentir sus labios en los suyos. El olor de su piel llenó su cabeza y la hizo querer sepultar su cara contra su cuello de modo que pudiera bañarse en aquel olor. Quería sentir aquellos músculos que ondeaban bajo sus palmas. Tenerlo tendido contra ella...
Él era tan hipnótico. Apenas oyó el sonido de él, dejando caer la daga al suelo antes de que colocara su mano en su espalda y acercarla as él.
A pesar de eso, no la besó. La miró fijamente como esperando a que ella le empujara apartándole o girara su cabeza. Sus labios colgaban sobre los suyos mientras sus ojos ardían vorazmente.
Incapaz de mantenerse en pie, ella levantó la mano para hundir sus dedos en los suaves rizos negros y bajar su cabeza hacia ella. Cuando sus labios se tocaron, gimió complacida. No podía imaginar a nadie que supiera mejor. No podía imaginar un lugar más dulce que sus brazos.
Sin sabía que debería separarse de ella. Era la hija de su madre...
Y con todo, su toque le prendió fuego. El gusto de sus labios, la sensación de su cuerpo contra su... era suficiente para hacerlo olvidar todo lo demás. No había ningún odio dentro de él cuando ella lo sujetó. Ningún pasado atormentó sus pensamientos. Todo lo que él podía ver, probar, oler, u oír era a ella.
Y él disfrutó con ello.
La mano de ella en su cabello envió un escalofrío hacia abajo por su columna. Incapaz de soportarlo, la levantó en brazos. Ella abrazó sus largas piernas alrededor de su cintura cuando la clavó a la pared.
─Te deseo, Katra─gruñó a una pulgada de sus labios mientras la miraba con avidez─. Ahora mismo.
Kat no podía pensar correctamente por la sensación de su cuerpo entre las piernas. Palpitaba con la necesidad y cada pizca tan hambrienta de él como él lo estaba de ella.
─Mi madre te matará.
Él soltó una risa perversa.
─Tú lo vales…
Ella se mordió el labio cuando sintió su abultamiento contra ella. Ningún hombre la había tocado alguna vez─no como éste. Sinceramente, nunca había estado así de cerca de uno a menos que estuvieran luchando. Era realmente un poco atemorizante. Había vivido toda su vida sin la complicación de un hombre.
Y eran una complicación. Todo sobre ellos. A causa de un hombre, su abuela fue encarcelada para la eternidad. Su madre estaba atada a su padre para siempre aunque ella quisiera dejarle ir. Ni siquiera Cassandra era libre. Wulf significaba todo para ella y había llegado a ser su vida. Su amiga Geary había abandonado la búsqueda de su vida a fin de poder quedarse con Arik...
No seas tonta, Kat. Es sólo sexo... esto no tiene que ser un compromiso para toda la vida.
Si sólo ella estuviera segura sobre esto. ¿Podría el estar con él, cambiarla?
¿Sin embargo, cómo podría? Simi no había cambiado. Era todavía exactamente el mismo demonio que siempre fue.
Kat lo sintió levantando el dobladillo de su camiseta. Tenía que decidirse antes de que él fuera más lejos.
Sí o no.
Al final, fue su curiosidad la que ganó. Quería saber lo que era querer estar con un hombre, y ningún otro la había atraído alguna vez como éste. ¿Si una mujer tuviera que perder su virginidad, a quién mejor que a un dios de la fertilidad para entregársela? Si había una cosa que ellos sabían, era como complacer a una mujer.
Y Kat era todo menos una cobarde.
Respirando hondo, se quitó la ropa con sus pensamientos.
Sin aspiró bruscamente entre dientes cuando sintió su carne desnuda en él. No había nada entre ellos ahora. Nada. Estaban piel contra piel. Le llevó un segundo completo registrarlo en su mente.
Miró abajo impresionado por su belleza expuesta. Sus pechos eran perfectos y pálidos. Sus pezones eran rosados y tensos, pidiéndole que los probase. Hundió su cabeza hacía abajo para tirar de la punta de uno en su boca.
Kat gimió ante el extraño cosquilleo lo que hizo que su estómago se contrajera salvajemente en respuesta a sus tiernos lametazos. La vista de él acariciando con la nariz su pecho la calentó hasta la médula. Gimiendo, ella dirigió su mano bajando por la columna de él y sobre las cicatrices que estropeaban su piel más oscura. Puso la mejilla contra la parte superior de su cabeza, mientras su corazón martilleaba. Ella y su familia habían tomado tanto de él que le pareció correcto darle lo que nunca le había dado a otro.
Pero más que eso, quería conocerlo de esta manera. Sentir la fuerza de él rodeándola, llenándola. Quería compartir su cuerpo con él.
Él se retiró de su pecho para recorrerla con su aliento antes de besarla otra vez. Mmmm, él era una divinidad y ella no podía esperar a experimentar más.
Entonces lentamente él los bajó al suelo.
Kat suspiró por el placer de su cuerpo sobre ella. Realmente era delicioso. Él deslizó su boca ardiente bajando despacio por su cuerpo, lamiendo y provocando cada parte de ella. Temblaba cada vez que su lengua tocaba su piel y esto hizo que sus terminaciones nerviosas danzaran.
Sin sonrió ante el pequeño tic y los murmullos que ella hacía con cada caricia que él le daba. Era exquisita y quiso conocer cada pulgada de su cuerpo.
Los dedos y las palmas de ella bailaron sobre su piel, pero cuando lo tomó en su mano hizo todo que lo que pudo para no correrse inmediatamente. No había estado con una mujer que conociera lo que él era en siglos. A pesar de todo, desde la muerte de su esposa, no había estado con ninguna mujer que conociera hasta la cosa más básica sobre él. Todas sus amantes habían sido aventuras de una sola noche. Las caras fugaces que fueron y vinieron, cuando no podía aguantar el celibato por más tiempo.
A diferencia de las demás, Kat todavía estaría aquí cuando hubieran terminado. Ella no iba a marcharse y nunca regresar. Esto la hacía especial y lo hizo querer asegurarse que tuviera el mejor rato posible en su cama.
Cuando se fuera de su lado, nunca sería capaz de decir que él había sido insatisfactorio en modo alguno. Besándola, deslizó su mano sobre su muslo hasta los rizos cortos entre sus piernas.
Kat jadeó cuando Sin deslizó los dedos entre sus piernas para tocar la parte más privada de ella. Disparó fuego por ella mientras sus dedos acariciaban sus pliegues sensibles y encontraban la parte de ella que cobró vida a su toque. Y cuando hundió un largo dedo en su interior, ella gimió en voz alta.
Sin se congeló cuando notó lo imposible. No podía ser... Su mandíbula cayó, él se retiró para mirar desde arriba a Kat.
─¿Eres virgen?
─Sí
Esto lo aturdió incluso más.
─¿Cómo?
Ella levantó la barbilla, y cuando habló su tono era duro con sarcasmo.
 ─Nunca antes he estado con un hombre.
Él puso los ojos en blanco.
─Sé que eres virgen, mi pregunta es ¿cómo has logrado permanecer siéndolo?
─Te lo dije, me mantienen vigilada.
Sí, ¿pero durante once mil años? Maldición. Era extremo.
 ─Ahora no te vigilan.
Ella trazó la línea de su ceja mientras una sonrisa tiraba de los bordes de sus labios.
─No. Sólo tú me miras.
Sin todavía no lo entendía.
─¿Por qué esperarías todos estos siglos y luego lo arrojarías por un capricho? Apenas me conoces aún.
Su expresión tuvo que ser la más tierna que cualquier mujer le había dado alguna vez, y lo hizo derretirse.
─Te conozco, Sin. He estado dentro de ti... y te quiero dentro de mí. ¿Es tan difícil de comprender? 
Una parte de Sin quiso maldecir a ella y a las tiernas sensaciones que agitaba dentro de él. Quería decirle que ella no era nada y que no necesitaba nada de ella.
La otra parte sólo quiso poseerla. Para arrastrarse dentro de sus brazos y hacer que ella lo apaciguara incluso más de lo que ya lo hacía.
Al final, fue a su cólera a la que escuchó. No podía permitirse abrirse ante ella o a cualquier otra. Le habían herido suficientemente en su vida. La última cosa que quería era traer más dolor a su vida. Él estaba siendo completamente usado y manipulado.
─Esto no te dará ningún dominio sobre mí.
─No contaba con eso.
─¿Entonces qué esperas durmiendo conmigo?
 ─Nada, Sin.─su mirada era tan sincera e ingenua que realmente envió una onda de culpabilidad a través de él por haber sido tan desconfiado con ella─. Nada más que unos momentos de placer. No quiero nada más de ti. Te lo prometo─ella hizo una pequeña x sobre su corazón.
Él sacudió su cabeza. No podía ser tan simple. No podía.
─Encuentro difícil creerte. Nada se da gratis en este mundo. Jamás.
─Entonces levántate y vístete.─ella miró a la derecha.
─Ahí está la puerta. Estoy segura de que sabes usarla. Es un proceso realmente simple. Pones un pie delante del otro, giras el pomo, y  continúas.
Él debería hacerlo. Era lo que quería, pero cuando ella colocó su mano contra su mejilla, él estuvo perdido por la ternura. Sólo quería ser sostenido...
Condenado fuera por ello. Estaba tan cansado de estar solo. De llegar a casa, a un cuarto vacío, donde atendía sus heridas y no vivir para otra razón más que la de luchar. Él no sabía incluso por qué seguía luchando.
¿Por qué debería preocuparse por un mundo al cual él le importaba un comino? Pero cuando la miró, vio cosas que no había visto en mucho tiempo. Compasión. Humor. Belleza. Y ésta era una cosa a veces mucho más letal, que la que no lo era.
Sus emociones se arremolinaban cuando ella lo hizo rodar en su espalda y puso su cuerpo contra él. Sus sentidos se tambalearon cuando ella provocó su mandíbula con la lengua y los dientes. Su pelo se deslizó contra su piel, cosquilleándolo. Pero fue el calor de su cuerpo lo que lo abrasó. Él estuvo perdido en ella por un momento. Perdido en su toque y su bienestar.
Con ella sosteniéndolo de esta manera, él no podía haber dejado el cuarto, aunque éste se estuviera incendiando.
Kat había visto miles de hermosos cuerpos masculinos desnudos en su vida. Impecables y perfectos, habían ido y venido.
Ninguno de ellos podía compararse con la cicatrizada belleza de Sin.
Su cuerpo contaba la historia de un hombre sin nadie allí para mantenerlo seguro. En aquel aspecto, él le recordaba a su padre. Pero Sin no era para nada como Acheron.
Había una frialdad espiritual en Sin. Él era un hombre que había sido herido tantas veces que ya no creía en la bondad. No podía aceptar incluso la amabilidad de ella. Qué lugar tan frío para habitar.
Y todo lo que ella quería hacer era calentarle. Dejarle saber que no todo el mundo trataba de hacerle daño. Que algunas personas podrían ser de confianza. Que no todos tenían intenciones de dañar a otras personas. Que existían todavía bondad y decencia por descubrir.
Pero ella no estaba segura de que él creyera alguna vez esto. Definitivamente no podría si alguna vez se enteraba de la verdad sobre la noche en que Artemisa se había quedado con su divinidad.
No, la noche en que ella se la había quitado y para darle sus poderes a su madre. Había sido tan incorrecto, pero ella lo había hecho tratando de proteger a su madre. Ella podría matarse por su propia estupidez. Entonces, había creído todo lo que su madre le había dicho.
Ella fue tan tonta.
Si sólo pudiera volver y cambiarlo. Lamentablemente, no podía. Todo lo que podía hacer era intentar consolarlo ahora. Estar aquí cuando él necesitaba ayuda en su lucha.
Y esto es lo que haría.
Sin la miró con ojos nublados mientras ella se deslizaba bajando por su cuerpo, explorando cada parte de éste. Ahora él reconocía la inocencia en su toque indeciso. La curiosidad.
Y cuando llegó al centro de su cuerpo, se detuvo. Conteniendo el aliento, miró como ella peinaba el suave y enmarañado vello con sus uñas, mientras lo estudiaba atentamente. Era doloroso tener su mirada y no su toque en él, sobre todo considerando lo duro que estaba.
La mirada de ella encontró la suya. Una esquina de su boca se elevó en una dulce sonrisa antes de que lo tocara. Gimiendo de satisfacción, él arqueó su espalda. Los dedos exploraron la longitud de su verga desde su saco hasta la punta, y al mismo tiempo lo miraba retorcerse de placer.
Su sonrisa se ensanchó antes de que ella bajara su cabeza para sustituir sus dedos por su boca.
Sin se vio obligado a golpear su cabeza contra el suelo para impedir correrse mientras ella sorbía y lamía suavemente. Maldición. Maldición, ella era, bromas a parte, talentosa con su lengua.
─¿Estás segura de que no has hecho esto antes?
Ella se rió, haciéndole cosquillas. Se retiró para sacudir la cabeza.
─Nunca antes.
Maldición… esto era todo lo que él podía opinar.
─No tenías que pararte.
Kat arqueó una ceja hacia él.
─¿No?
─Demonios, no.
Ella atormentó su punta con la lengua antes de soplar un aliento fresco a lo largo de él.
Sí, de acuerdo, este era el momento de detenerse. Si ella no lo hacía, ambos iban a estar decepcionados. Sin se sentó y tiró de ella acercándola. Kat realmente ronroneó cuando él le acarició con la nariz el cuello. Sus patillas provocaron su piel, haciendo a sus pechos hincharse y hormiguear. Ahuecó su cabeza hacia ella mientras sus sentidos se arremolinaban. Él afirmó sus manos a cada lado de las caderas de ella, antes de guiarla hacia abajo  por encima de él, de modo que pudiera empalarla.
Ella se tensó cuando el dolor interrumpió su placer.
─Sh─.suspiró él en su oído. Su aliento estaba abrasando mientras la lengua se arremolinaba alrededor de su lóbulo.
Su cuerpo se encendió cuando éste se adaptó para recibir su grosor.
Sin sintió su aflojamiento otra vez. Dirigió sus manos sobre su terso trasero y ahuecó su culo. La levantó y le mostró como moverse contra él. Ella era una alumna aventajada. Al instante, había establecido un ritmo dulce y lento que resonó a través de todo su cuerpo.
Él se recostó hacia atrás en el suelo de modo que pudiera mirarla mientras ella lo montaba. Era desvergonzada en sus golpes. Ah, la visión de ella allí, así... era suficiente para matarlo. Buena cosa que fuera inmortal.
Sonriendo, sumergió su mano de modo que él pudiera acariciar su clítoris mientras ella lo montaba. En el instante en que la tocó, ella soltó un pequeño chillido de placer.
─Así, ¿verdad?
─Mmmm—hmmm.─suspiró ella.
Contenerse era una tortura para él, pero no le haría esto a ella. No era un ex dios de la fertilidad injustificadamente. De ninguna manera tenía intención de acabar antes de que ella lo hiciese. Aunque esto le matara.
Kat sintió que se derretía mientras clavaba los ojos en Sin. Ella nunca había soñado con lo bien que se sentiría tener a un hombre dentro de ella. Había algo tan completo y especial en esto. Compartía con él lo que nunca había compartido con nadie más. Era íntimo y especial. Ella contempló aquellos ojos dorados antes de lograr tomar su mano en la suya. Alzándola a sus labios, colocó un beso en su palma, después uno en el dorso de sus dedos.
¿Cómo podría alguien haberle hecho daño alguna vez a él? Esto la puso furiosa y protectora. Sobre todo, la entristeció. La gente podía ser tan cruel y los dioses eran aún peores.
Los pensamientos de Kat se dispersaron mientras un placer extraño comenzó dentro de ella.
Era caliente y pecaminoso y se extendió por cada parte de ella. Como una onda, pareció erigirse y formar una cresta hasta que ella no pudo soportarlo más.
Un segundo más tarde, su cuerpo explotó en sensaciones intensas que hicieron que se sacudiera por entero.
Sin se rió triunfante cuando sintió su cuerpo convulsionarse alrededor de él. Tomando sus caderas en sus manos, él empujó más duramente contra ella, intensificando su orgasmo. Ella de hecho gritó mientras se recostaba contra él.
El pelo de ella le hizo cosquillas, y en un latido de corazón él se unió a su clímax.
Él gruñó cuando el placer absoluto se derramó por él. Ella era exquisita y lo dejó sin aliento y débil. Tan débil que dudaba que pudiera moverse alguna vez de nuevo en esta vida.
Ella cayó contra él, cubriéndolo con su cuerpo. Una inusitada risita se le escapó mientras se acurrucaba en los brazos de él.
─¿Estás bien?─preguntó él, preocupado por ella.
─Bien─dijo en tono soñador─. Me siento tan satisfecha como un gatito bien alimentado.
Él le sonrió.
─Sí, conozco la sensación─la envolvió con sus brazos antes de rodar con ella y sujetarla contra el suelo─. Estoy de acuerdo. Merezco que tu madre que me mate.
Él descendió la cabeza y la besó.
Kat suspiró por la manera en que sus músculos se flexionaron bajo sus manos. Él sabía tan increíblemente bien... No quería dejar nunca este lugar. Nunca.
─¡Ah, Dios mío, gente desnuda! ¡Me estoy poniendo enferma!
Sin se tensó ante la profunda voz femenina que llegó desde la entrada. Girando su cabeza, se quedó con la boca abierta ante la visión de no uno si no dos demonios Caronte... Al menos es lo que pensó que eran. Pero su piel no estaba moteada con un arremolinar de colores─algo que siempre marcaba sus especies. Mejor dicho, ellos parecían dos mujeres al principio de la veintena.
Una estaba vestida de negro, como una estudiante de algún colegio Gótico, con un vestido corto de terciopelo negro y botas tipo corsé atadas con cordones. Su pelo era negro con vetas rojas. La otra era rubia, llevaba puesto un par de vaqueros y un top suelto rojo.
─Bien, entonces no mires.─dijo la demonio de cabello oscuro a la rubia, quién se veía extrañamente como Apollymi─. ¿Por qué miras si no quiere ver? Mira, ahí mismo─ella señaló a la pintura de Dalí en la pared─. Tienen bonitos cuadros para las paredes. Deberías mirarlas para cambiar, entonces no estarías enferma. ¿Ves cómo funciona?
Kat estaba tragándose una sonrisa mientras se deslizaba debajo de él y manifestó sus ropas en su cuerpo.
─Hola, Simi.
Sin se vistió rápidamente y esperó a que las demonios se dieran cuenta de lo que él era y atacaran.
No lo hicieron.
La demonio de cabellos oscuros sonrió, exhibiendo un juego de pequeños colmillos.
─Hola, akra—kitty. Siento que llevara tanto tiempo llegar aquí, pero alguien…─ Miró furiosamente a la demonio rubia─… no me permitía venir sin ella, porque dijo que en las Vegas hay un montón de brillos que quería ver. La Simi le dijo que ella se equivocaba, pero tú ves quién ganó la disputa, ¿verdad?─hizo un estridente ruido enojado─. Tú tienes tanta suerte de ser hija única. La Simi echa de menos su tiempo antes de que alguien… ─fulminó con la mirada a la demonio rubia de nuevo, pero la diatriba no pareció desconcertar a su compañera—, que podría ser Xirena, llegara y se trasladara a mi casa. La Simi es verdaderamente afortunada de que akri no hiciera su división en su cuarto.
Xirena hizo un sonido de repugnancia en el fondo de su garganta.
─Ah, para con eso, Xiamara. Todo lo que haces es lloriquear, lloriquear, lloriquear. Eres un demonio. Actúa como tal.
─¿Demonio?─Simi resopló─. Lo soy, sabes, soy más demonio que un ejército de ellos. Soy Simi y Simi actúa de cualquier modo que ella quiere, porque akri dice que soy la mejor demonio alguna vez nacida. Tú estás celosa sólo porque tu akri no te ama como el mío me quiere a mí.
Sin se quedó sorprendido por su intercambio. Él nunca había visto demonios este... parlanchines. Simi era más una mimada chica adolescente que un demonio carnívoro.
 ─Esto es... ¿Qué es...?─él se detuvo porque estaba deambulando mientras trataba de darle sentido a ellas─. Tengo que decir que nunca he sido testigo de esto antes. ¿Hacen esto mucho?
Kat sonrió.
─Simi no se ha adaptado aún a su hermana. Ellas tienen problemas de adaptación al medio social.
Xirena torció su labio.
─No tengo un problema con nada aparte del hecho de que el dios maldito ha hecho de mi hermana una extraña.
Sin frunció el ceño.
 ─¿El dios maldito sería Acheron?
─Simi le pertenece ─explicó Kat.
Oh... eso no podía ser bueno.
Simi sonrió con placer.
 ─ Simi es la hija de akri.
Xirena hizo un ruido estrangulado.
 ─¿Cuántas veces tengo que decirte que no eres la hija del dios maldito? ¡Eres la hija de dos demonios! Deja de llamar a tu akri papá. Provoca que mis alas se encorven.
Simi le sacó la lengua a Xirena.
─Mi akri es mi papá. Él lo dijo así y es así, así que tus alas pueden encorvarse todo lo que quieran, porque esto no cambiará nada.
Sin todavía estaba perplejo por ellas. ¿Cómo se suponía que estas dos les ayudarían a combatir al gallu?. Kessar las haría pedazos. Frotándose la nuca incómodamente, miró a Kat.
─¿Estás segura de que no deberíamos pensar en conseguir otro par de demonios? No veo como van a ayudar dado el modo en que discuten.
─Oh, confía en mí─dijo Kat con una pequeña sonrisa─, los enfrentamientos pararán tan pronto como la comida entre en escena.
─¿Comida?─Simi paró su diatriba al instante─. ¿Dónde hay algo de comida?
─¿Es una buena comida? ─intervino Xirena.
Simi hizo rodar sus ojos hacia su hermana.
─¿Existe tal cosa como la comida mala?
─Bien, sí, ahí están los Daimon. Ellos son el tipo de sabor fuerte a animal de caza y se pegan a mis colmillos.
─Oh, eso es verdad─estuvo de acuerdo Simi─. Pero yo tengo una salsa barbacoa de categoría de Nueva Orleans que puede matar este gusto a animal de caza. Les hace realmente buena comida. Clasifica la carne de Daimon directamente por encima de la humana y de la zarigüeya
Xirena pareció conmovida.
─¿Es esa salsa que vi en tu cuarto con la mujer con látigo de cuero en ella?
─Oh no. Esa es Dolor y Sufrimiento, pero esa es buena, también. Ésta consigue que un hombre respire fuego como un gordo dragón, sólo que él no está gordo, él es…
─¿Perdónenme, demonios? ─preguntó Sin, interrumpiéndolas.
Ellas le miraron como si él estuviera a punto de ser añadido a su menú.
Y sufrir su plena atención fue un gran error. Tan pronto como la mirada penetrante de Xirena encontró la suya, el reconocimiento encendió sus ojos morados.
─Eres un sumerio.
Sus ojos destellaron amarillos mientras su piel se moteaba de rojo y negro y alas negras crecían en su espalda.
Él se preparó para la lucha, pero antes de que ella pudiera atacar, Kat intervino.
─Calmate, Xirena. Sin está de nuestro lado.
Xirena escupió en el suelo ante él, lo cual le molestó muchísimo, y estaba claro que el cuidador de la casa  no lo apreciaría, tampoco.
─Muerte a todos los sumerios.
─No todos son malos─dijo Simi, cruzando los brazos sobre su pecho─.  Akri conocía a un sumerio que fue pescador durante mucho tiempo. Era realmente agradable con Simi. Él solía alimentarme con esas pelotas sabrosas de pescado todas embebidas en aceite de oliva y envueltas en hojas de uva. Entonces él dejaba a Simi comer pastel de pescado y los globos oculares. Los ojos de los peces son muy sabrosos, sobre todo en aceite de oliva.
Xirena le gruñó.
 ─Los sumerios son todos enemigos de los Caronte.
Simi se puso una mano sobre la cadera y levantó la cabeza.
 ─Bien, esto es sencillamente estúpido. No puedes odiar a una raza entera porque uno o dos de ellos sean malos. ¿Qué tienes contra los sumerios de todos modos?
─Ellos crearon a los demonios gallu para matarnos.
─Oooo─la cara de Simi se aclaró─. Me gustan los demonios gallu, tan crujientes cuando los churruscas. Akri solía dejarme comerlos por docenas. Y él nunca se preocupó tampoco, no como cuando yo había comido a personas. Pero entonces todos los gallu se marcharon y Simi no pudo comerlos más. Realmente los añoro. Ellos estaban de rechupete.
─Y ahora están de vuelta─dijo Kat, ganando su atención otra vez. La expresión de Xirena se vio como si acabara de andar por una fábrica de abono.
Simi sólo parecía excitada.
─¿Puedo  comérmelos?─ Sin asintió con la cabeza.
─Bon appétit.
Kat le echó una mirada de regaño sobre su hombro.
─Sí, Simi. Pero os necesitamos a ti y a Xirena para ayudarnos a luchar contra ellos.
Xirena sacudió su barbilla hacia Sin.
─Pienso que deberíamos cebar al sumerio para ellos. Él lo merecería.
Kat la reprendió.
─Xirena...
─Te lo dije, Katra─dijo Simi en un tono de cantinela─.  Ella es toda clase de perversión. Deberías hacer que se coma tus pendientes cuando no miras. Y que sean de los buenos, también. Cubiertos de diamantes... que brillan mucho.
Xirena fulminó con la mirada a Simi.
─Bien, tú serías perversa, también, si vieras como nos matan los gallu, y comértelos no será fácil sin tu akri allí para proteger tus poderes. Ellos son demonios malvados que pueden matarnos─ella miró a Katra─ ¿Ayudará el dios maldito?
Kat vaciló. Ella lo deseaba, pero no era una opción ahora mismo.
─Vamos a intentarlo y hacer esto sin su ayuda.
Los ojos de Xirena se ensancharon.
─¿Por qué haríamos eso?
─Porque akri no sabe sobre Katra─explicó Simi─. Si él supiera de ella, estaría realmente triste y Simi no quiere poner triste a su akri, así que no puedes decirle una palabra sobre Katra. Él ya está bastante triste porque tiene que tratar con aquella diosa perra del pelo rojo.
─Simi─dijo Kat en un tono de advertencia.
─Bien, ella es una diosa perra. Yo sé que tú la quieres, akra—Kat, pero los hechos son los hechos y ella una vaca perversa.
Xirena chasqueó sus labios.
 ─No he tenido una vaca en un tiempo. ¿Hay por aquí alguna novilla?
Simi echó una mirada de soslayo a su hermana.
─Yo sé donde está una roja grande en el Olimpo.
Kat sacudió la cabeza.
 ─¡Simi!
─¿Qué?─parpadeó ella con sus ojos totalmente abiertos con una  inocente expresión.
─Si Xirena se la come, entonces ¿cómo puedo meterme en problemas por esto?
Sin resopló.
 ─Esto es como enfrentarse a niños. Dioses, ¿cómo hacíais los Atlantes para soportarlo?
Kat presionó su mano contra la punzada en su sien mientras se preguntaba  la misma cosa.
─Normalmente son un poco más silenciosos que esto.
Él pareció menos que convencido.
─¿De veras?
 ─Apollymi les sujeta con una apretada rienda.
Ante la mención del nombre de Apollymi, Xirena siseó.
 ─¡Muerte a la diosa perra! Ella puede morir en un hoyo ardiente de saliva de Caronte.
Sin sonrió por la condena de Xirena.
─Maldición, Kat, no puedes ganar una causa pérdida. ¿Hay aquí alguien, además de ti, a quien realmente le guste tu familia?
Ella suspiró resignada.
 ─Algunos días parece que no.
─Tú lo dices─dijo Xirena con irritación─.Nadie le gusta tampoco a tu familia.
─¡Síp!─Simi hizo una pausa. Se puso la mano en la cara y susurró a su hermana─. ¿Eso es verdad?
─Sí.
─¡Síp!─Simi agitó su puño en el aire para demostrar su razón.
Sin sacudió su cabeza hacia ella.
 ─Creo que estoy consiguiendo una migraña por esto.
─Tú no puedes tener migrañas─le recordó Kat.
─Entonces es un tumor... uno del tamaño de dos demonios.
Ella se rió de su tono mordaz.
─Tú querías ayuda. Yo te doy la caballería.
Bueno, ella lo había hecho. Pero Sin no estaba convencido de que si el remedio no podría ser mil veces peor que la enfermedad.
 ─Extraño, tengo la sensación de que nuestra caballería puede arrollarnos... después comernos.
Kat le lanzó una alterada mirada penetrante.
─Entonces ¿dónde se quedan?
Sin vaciló ante la pregunta. Dejarlas solas no le parecía a una buena idea.
─¿Pueden quedarse solas?
Ella se encogió de hombros.
─No veo en qué son más peligrosos que los Daimons que tienes en la planta baja  rondando turistas para cenar.
─Ellos no tienen alas y cuernos.
Xirena volvió a su apariencia humana.
 ─Nosotras tampoco. A menos que lo deseemos.
Simi levantó su mano como una estudiante.
 ─Si los Daimons son come—turistas, ¿podemos?
─No─dijeron Sin y Kat simultáneamente.
─Bien, poo─Simi puso mala cara─. ¿Por qué los Daimons consiguen el tratamiento especial?
Xirena torció su cara en un arranque de mal humor.
─Tal vez deberíamos regresar a Katoteros. Al menos allí obtendremos esas cosas—dragón para comer siempre que tengamos hambre.
La cara de Simi palideció.
─¿Comiste a las mascotas de akri? Mal Xirena. No le gusta que se marchen. Ooooh, mejor te escondes cuando él vuelva a casa y descubra que han desaparecido. Estará muy molesto.
Kat se aclaró la garganta y esperó cambiarles de tema y volver al que necesitaba ser discutido. Miró a Sin.
─Puedes colocarlas en un cuarto con QVC y estarán felices y calladitas.
─¿QVC?─dijeron las demonios al unísono.
Simi miró su reloj.
 ─Es el momento de Diamonique[1], también. ¿Dónde está la tele?
Sin frotó su ceja antes de marcharse para llamar a Kish y colocar a las dos demonios en un cuarto de debajo del vestíbulo de su suite.
Estaban todavía charlando sobre el sabroso sabor de Diamonique cuando llegó Kish para mostrarles su cuarto.
Sin se quedó de pie en la entrada viéndolos marcharse.
 ─¿Esos son algunos de los demonios que has conseguido allí?.
─Sí─dijo ella con una sonrisa mientras cerraba la distancia entre ellos─, lo son. Sólo tenemos que asegurarnos que no le pase nada a Simi. Acheron nos mataría a ambos.
Los ojos de Sin se ablandaron cuando descendió su mirada hacia ella.
 ─De alguna manera dudo que él te matara. Pero a mí, por otra parte, sería más probable que le gustara cortarme un par de cabezas.
Ella frunció el ceño.
─¿Un par?
Él apuntó hacia sus hombros, luego bajó la mano a su ingle.
─Ah─Kat se rió─. Eres tremendo.
─Sí, pero mientras sepa que puedo guardarme la mía propia contra la mayor parte de criaturas, Ash es uno de los que yo sé, por una circunstancia, que puede entregar mi culo en una caja. Por lo tanto, intento quedarme en su lado bueno tanto como es posible.
Ella no estaba segura de aceptar aquella declaración.
─Realmente no tienes miedo de él, ¿verdad?
─Definitivamente no miedo. Sólo un elevadísimo respeto. Agradezco a los Destinos por lo que ellos le hicieron obligándolo a vivir como ser humano por un tiempo. Sin ellos, ¿puedes imaginar como sería el universo? Piensa en el poder de él y el dominio de Apollymi. Ahora aplícale el ego del típico dios a esto.
Sí, eso era la material de pesadilla.
Pero esto también permitía la pregunta de si fue o no fue eso lo que había hecho a Acheron de la manera en que era. Esta era una cuestión que Kat había considerado mucho.
─Todavía tienes una conciencia. No puedo imaginarte atropellando a la gente para conseguir lo que quieres.
─No soy la misma criatura ahora que era cuando tenía mi divinidad. Cuando yo era joven, estaba furioso y amargado por lo que mi padre nos había hecho y, como un dios, yo tenía mucho por probar. Por no mencionar que vivir como un humano tiene una manera muy soberbia de cambiar tu perspectiva en muchas cosas.
El estómago de Kat se encogió ante el tono de su voz. Su mirada descendió hasta la cicatriz en su cuello. Ella alargó la mano hasta tocarla y pensó en cuanto dolor le debió haber causado la herida. Tuvo que morderse el labio para impedir pedirle perdón por tomar sus poderes.
Ella había sido tan joven y estúpida. Como la mayor parte de los niños, había estado ciega a las faltas de su madre. Sólo había querido complacer a Artemisa y hacerla feliz. ¿Quién era ella para saber que un error heriría a otra persona tan cruelmente  y cambiaría  la historia del mundo?
Si sólo pudiera tomar los poderes de él de su madre y devolvérselos, pero Artemisa nunca permitiría que hiciera eso. Si lo intentara, perdería a su madre para siempre, e incluso a pesar de las faltas de Artemisa, Kat la amaba. Ella nunca haría nada para herir a su madre.
Sin tomó la mano de Kat de su cuello y colocó un beso ligero en su palma. Aún así, había una mirada salvaje en sus ojos. Estaba permitiéndole acercarse a él, pero podría excitarla de un momento a otro. Era espeluznante y estimulante.
─Todavía tenemos que encontrar a mi hermano─le recordó él.
Kat asintió con la cabeza.
─Bien. Creo que es mejor si voy sola. Iré a ver si mi abuela puede ayudar con la sfora─y si ella está de un humor receptivo. Por algo como esto, ellos querían que Apollymi estuviera feliz y positiva. Por otra parte, sería una perdida de tiempo visitarla y el resultado más probable sería su rechazo a ayudarles en esto
Kat se alejó caminando de Sin, pero antes de que pudiera destellar del cuarto, él puso una mano en su brazo.
─Gracias, Katra. Aprecio la ayuda.
Ella no sabía por qué, pero aquellas pocas palabras hicieron volar alto a su corazón.
─De nada.
Él inclinó su cabeza antes de darle un tierno apretón.
─Y no me he olvidado de tu regalo. Gracias otra vez.
Ella se adelantó y puso un beso suave en su mejilla.
─Volveré pronto.


Artemisa vaciló cuando se acercó a su dormitorio. Mordía la uña de su pulgar por la incertidumbre. Tal vez debería sencillamente ir al templo de Zeus un rato y pensar en algo propio...
─¿Qué haces?
Se sobresaltó ante el sonido de la voz de Acheron desde atrás de ella.
─Pensé que estabas en la cama ─espetó ella─. Tuve que ir al cuarto de baño.
─Ah.
Sus turbulentos ojos plateados perforaban mientras la miraba fijamente.
─¿Qué has hecho, Artie? Y no digas, “Nada” Lo sé por la forma en que actúas, esto en serio me revienta.
Odiaba cuando él podía leerla tan fácilmente. ¿Cómo lo hacía?
Pero se negó a ser la que estuviera a la defensiva. Entonces hizo lo que siempre hacía. Procedió con la ofensa.
─Bueno, esta es tu propia culpa.
Él parpadeó mirándola.
 ─Por supuesto que lo es. Todo es siempre culpa mía. ¿Y qué hice ahora?
Ella estrechó su mirada sobre él con cólera, pero aún había una parte de ella que estaba aterrada de él. Sobre todo estaba aterrada de lo que él iba a hacer cuando le dijera lo que necesitaba... y sobre todo por qué lo necesitaba.
─Tienes que prometerme dos cosas antes de que te lo diga.
Un tic comenzó en su mandíbula.
─¿Qué?
Ella dio un paso atrás para poner más distancia entre ellos.
 ─Primero que no me matarás. Nunca. Y segundo que te quedarás aquí otra semana. 
Ash vaciló. Tenía que ser peor aún de lo que sospechaba para que ella quisiera hacer tal trato con él. Su tripa se anudó con ira. Podía sentir como sus ojos se volvían rojos y sus mejillas que se ponían calientes. Pero ella no se preocuparía por esto.
Y la conocía lo bastante bien como para saber que si no le daba lo que quería, no le diría nunca que era lo que la tenía tan nerviosa.
─De acuerdo. Muy bien.
─Di las palabras, Acheron. Quiero saber que estás ligado por ellas.
Él maldijo antes de hablar entre dientes apretados.
─Bien. Prometo que no te mataré, y…
─Jamás.
Ash respiró hondo antes de que decir:
─Jamás─Dioses, como le gustaría ahogarla.
─Y te quedarás aquí durante otra semana... a menos que te necesite para hacer algo para mí.
Esto hizo que su sangre se helara.
─¿Qué?
 ─Dilo, Acheron, y entonces te lo contaré.
Oh sí, esto iba a enfurecerlo. Sólo esperaba que pudiera mantener su palabra. Si no, él perecería de esto directamente junto a ella.
─De acuerdo. No me marcharé de aquí en otra semana, a menos que me necesites para hacer algo.
Ella soltó un largo suspiro de alivio.
 ─Bueno. Ahora quédate ahí mismo.
Bien... Lo hizo y se preguntó qué demonios estaba equivocado en ella... además del hecho  de que era egoísta y fría.
Ella, por otra parte, se desplazó al otro lado del cuarto, lejos de él.
─¿Qué haces, Artemisa?
 ─Tenía algo que decirte.
─Tienes─la corrigió─. Y sí, hemos averiguado ya esto. ¿Qué es?
─Te vas a enfadar.
El que ella siguiera jugando a este juego le llenó de asco.
─No me hiciste prometer que no lo haría.
─Sólo porque sabía que lo harías y entonces habrías muerto.
─¡Artemisa!
─Muy bien─dijo con enfado─. No me grites. No puedo soportarlo cuando lo haces.
─Estoy a punto de hacer algo más que gritar.
─Bien, estoy en ello. ¿Recuerdas cuando al principio fuiste traído de regreso de la muerte?
¿Recordarlo? Eso le perseguía cada día. Había sido uno de los momentos más dolorosos en una vida marcada por la agonía.
 ─¿Qué hay con eso?
─Bien... ─mordiendo su labio, ella enroscó su mano en el vestido.
─Fueron meses en los cuales no venías a mi templo aunque tratara de convocarte.
─Sí. Estaba un poco molesto por lo que tú y tu hermano me habíais hecho.
─Pero yo quiero que recuerdes que hice realmente todo lo posible por convocarte.
Ella estaba ligeramente demasiado ansiosa sobre aquello para su gusto, pero procuró aliviar su tensión a pesar de que lo que realmente quería hacer era estrangularla.
 ─Lo recuerdo, Artemisa. Por poco me condujiste a la locura con tus insistentes chillidos para que volviera contigo.
─Y cuándo finalmente viniste, ¿recuerdas lo qué pasó?
Ash soltó otro frustrado suspiro. Podía ver ese momento claramente. Artemisa lo había encontrado fuera de su templo, aquí en su bosque. Él había estado de pie en el centro de un claro, fulminándola con la mirada. Había estado hambriento y furioso, y había querido su sangre por el peor de los métodos.
Ella se había acercado ese día a él con cautela como si la aterrorizara.
─Por favor no estés enfadado conmigo, Acheron.
Él se había reído amargamente.
 ─¡Ah! “enfadado” ni siquiera comienza a describir lo que estoy contigo. ¿Cómo te atreves a traerme de vuelta?
Ella había tragado saliva.
─No tenía ninguna opción.
─Todos tenemos opciones.
─No, Acheron. No las tenemos.
Como si él lo hubiera creído. Siempre sería egoísta y vanidosa y sin duda esa era la única razón por la cual había sido devuelto cuando debería haberlo dejado muerto.
 ─¿Es por eso por lo que has estado convocándome? ¿Quieres pedirme perdón?
Ella había sacudido su cabeza.
─No siento lo que he hecho. Volvería a hacerlo otra vez en un golpe de corazón.
─Latido─había gruñido él.
Ella había ondeado la palabra restándole importancia con la mano.
─Quiero que haya paz entre nosotros.
¿Paz? ¿Estaba loca? Tenía suerte de que no la matara ahora mismo. Si no fuera por el temor de lo que podría pasarle al inocente, lo haría.
─Nunca habrá paz entre nosotros. Jamás. Destruiste cualquier esperanza de ello cuando viste a tu hermano matarme y te negaste a hablar en mi favor.
─Tuve miedo.
─Y fui despedazado y destripado en el suelo como un animal sacrificado. Perdóname si no siento tu dolor. Estoy demasiado ocupado con el mío propio─él se había dado vuelta para abandonarla entonces, pero ella lo había detenido.
Fue entonces cuando oyó el sordo gemido de un bebé. Frunciendo el ceño, había visto con horror como Artemisa sacaba a un niño de los pliegues de su peplo.
─Tengo un bebé para ti, Acheron.
Él había tirado de su brazo apartándose de ella mientras la furia quemaba cada parte de él.
─¡Perra! ¿Piensas francamente que podrías sustituir alguna vez a mi sobrino al que dejaste morir? Te odio. Siempre te odiaré. Por una vez en tu vida, haz lo correcto y devuelve eso a su madre. La última cosa que un bebé necesita es ser dejado con una víbora despiadada como tú.
Ella le había abofeteado entonces con la suficiente fuerza como para partirle el labio superior.
 ─Vete y púdrete, despreciable bastardo.
Riéndose, él había enjugado la sangre con el dorso de su mano mientras la clavaba una mirada envenenada.
─Puedo ser un despreciable bastardo, pero eso es mejor que ser una puta frígida que sacrificó al único hombre que la amó alguna vez, porque estaba demasiado absorta en si misma como para salvarlo.
La mirada en la cara de ella lo había abrasado.
─No soy yo la puta aquí, Acheron. Lo eres tú. Comprado y vendido a cualquiera que pudiera pagar tus honorarios. Como te atreviste a pensar por un instante que alguna vez fuiste digno de una diosa.
El dolor de aquellas palabras había marchitado permanente un lugar en su corazón y alma.
─Tiene razón, mi señora. No soy digno de usted o de cualquier otra. Soy sólo un pedazo de mierda para ser descargado desnudo en la calle. Perdóneme por ensuciarle.
Y luego él había desaparecido, y durante dos mil años había evitado por cualquier medio el contacto con ella. La única cosa que había aceptado de ella eran frascos de su sangre de modo que él pudiera alimentarse y vivir.
Si se hubiera salido con la suya, nunca la habría visto de nuevo. Pero entonces ella había usado los poderes que había robado de él para crear a los Dark—Hunters bajo el pretexto de utilizarlos a ellos para proteger a la gente de los Daimons que Apolo había creado. La realidad era, que había usado a los Dark—Hunters para atar a Acheron a ella para siempre y obligarlo a acudir y canjear con ella por su libertad.
Ellos eran la única razón que él tenía para hacer cualquier cosa por ella.
Ellos y la culpa que sentía por su creación.
Condenados todos por esto.
Pero era el antiguo pasado y era mejor dejado en paz.
─¿Por qué sacas a relucir tales amargos recuerdos ahora, Artemisa?
Y tan pronto como las palabras dejaron sus labios, él tuvo la claridad repentina. “Tengo un bebé para ti, Acheron”.
Ash retrocedió cuando la incredulidad y el dolor le golpearon con fuerza en el estómago.
 ─El bebé...
Artemisa asintió con la cabeza.
 ─Ella era tu hija.


[1] Diamonique® Jewelry , marca de joyería especializada en diamantes, de venta  en QVC..

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