martes, 21 de febrero de 2012

DMC cap 3

Kat levantó las piernas y lo volvió a patear. Sin golpeó el suelo con un whoff antes de ponerse en pie e ir otra vez tras ella.
Ella se alejó del coche y se escurrió de sus manos, entonces jadeó con fuerza cuando se lastimó el brazo ─esto sólo consiguió enfadarla más.
─Confía en mí, gilipollas, no quieres ni un pedazo de mí.
Su nariz se dilató.       
─Oh sí, lo quiero. He estado soñando con estrangularte durante siglos.
¿Qué diablos quería decir él con eso?
De repente, el aire se inundó con el sonido de las sirenas que se acercaban. Kat giró la cabeza para escuchar, pero en el instante en que lo hizo, él la agarró.
Esta vez cuando ella fue por él, se movió más rápido de lo que era humanamente posible. En un momento estaban en la calle y al siguiente todo era negro.
Sin sonrió con malicia cuando Artemisa se desplomó en sus brazos. Era verdad que carecía de la mayoría de su fuerza como Dios, pero su hermano se había asegurado después de que Artemisa lo hubiese drenado, de que tuviese todavía la suficiente para protegerse.
Incluso contra los dioses.
No podía creer que el destino hubiera sido tan amable de lanzar a esa puta directamente en su camino… Ahora era suya e iba a hacerla pagar por lo que le había hecho.
Sonriendo ante el sólo pensamiento, se trasladó a sí mismo a su penthouse en Las Vegas. Sin demasiada gentileza, arrojó a su prisionera sobre el sofá de cuero negro antes de ir a su habitación a tomar unas pocas cosas que necesitaba. Mantener una diosa de rehén era un asunto delicado. Una vez que se despertase estaría cabreada y queriendo sangre.
Su sangre.
Por lo tanto necesitaba unas pocas cosas para asegurarse que ella no usaba sus poderes para arrancarle la garganta. Abriendo su armario, se dirigió a la parte de atrás y apartó su ropa a un lado. Oculto detrás de ellas estaba la bóveda. La puerta estaba hecha de deslustrado bronce y contenía un escáner de mano y retina. Impresionantemente moderno dado el hecho de que él era un antiguo dios Sumerio. Pero uno tenía que adaptarse cuando estaba encerrado en el infierno que era el mundo mortal.
Abrió la puerta y entró donde guardaba los restos de su propio templo en Ur─las pocas cosas que Artemisa no había destruido después de que lo eliminara. No era mucho, una urna o dos de oro, y la bandeja del altar donde sus devotos una vez habían depositado sus ofrendas. También conservaba algunas estatuas, pero la mayoría de los contenidos de la bóveda pertenecía al templo de su hija en Ur. Después de su muerte, había intentado salvar todo aquello que representaba su imagen y estaban cuidadosamente preservados en urnas de cristal a su alrededor.
Pero eso no era lo que le había traído aquí. Los restos que buscaba estaban en una esquina lejana en la parte de atrás, en un baúl de cuero que chirrió espeluznantemente al abrirlo. Una sádica sonrisa curvó sus labios cuando encontró el único objeto que había mantenido a salvo todos esos siglos.
La Diktyon que Artemisa había usado para retenerle en el lugar mientras drenaba sus poderes. Algo en su composición mantenía a un inmortal impotente. Los mantenía atrapados e indefensos.
Todavía podía sentir la humillación de estar a su merced.
Y una vez que la perra lo había drenado, lo había arrojado en el desierto envuelto todavía en la red.
Gracias por ser tan sumiso. Ahora volveré al resto de tu patético panteón unos contra otros hasta que todos ellos hayan desaparecido─su risa había resonado en sus oídos.
Igual que un bebé de pecho, se había visto forzado a pedir ayuda a su familia. Su padre se había reído y le había vuelto la espalda… como lo hicieron todos los demás. El único que le había mostrado pena había sido su hermano Zakar. Si no fuese por él, Sin estaría todavía tirado en el desierto.
Pudriéndose o peor.
Aunque sus risas habían muerto rápidamente. Artemisa había cumplido su promesa. Casi todos los miembros de su familia habían sido despachados por los dioses Griegos. Los griegos habían absorbido incluso sus poderes y los habían vuelto unos contra otros, hasta que no quedó ninguno. Eso había sucedido hacía trescientos años.
Ya era hora de ajustar el marcador.
Agarrando la red, se dirigió hacia el sofá donde había dejado a Artemisa “durmiendo”.
Ella estaba todavía en el mismo sitio, inconsciente. Bueno. Sabes, podrías asesinarla allí mismo. Ahora mismo…
La tentación era fuerte. ¿Pero entonces qué habría realmente de divertido en ello? Ella estaba inconsciente. No lo sentiría. No lo sabría. Además, era una diosa. Matarla mientras todavía tenía su divinidad causaría un desastre en el universo.
La única manera de destruir a un dios era dispersar o absorber sus poderes y entonces matarlos.
Sin mencionar, que quería verla sufrir. Quería ver su muerte en los ojos cuando absorbiera sus poderes y restableciera su propia divinidad─quería que ella conociese la miserable humillación y dolor de ser completamente vulnerable.
Y eso sólo podría hacerlo si estaba despierta y viva.
Maldición.
Con eso en mente, se tomó su tiempo para envolverla en la tela. Manteniéndola sujeta con su propia arma. Eso era lo más apropiado. Si tenía suerte, lloraría como un bebé y suplicaría por una piedad que él no tenía intención de darle.
Oh, si, ya podía oírla…
Por favor Sin, por favor deja que me vaya, no haré nada.
─Ladra como un perro.
Lo haría también. Estaría llorosa e histérica. Y solo se reiría de ella. Él saboreó el mero pensamiento.
Sin hizo una pausa cuando aseguró sus pies y echó un vistazo a su cara. Para su profundo disgusto, realmente tenía que admitir que era hermosa─igual que una serpiente venenosa, una perra letal. En sus sueños homicidas, había olvidado exactamente cuan graciosa y atractiva era.
Pero aquí y ahora, recordó cosas que había enterrado hacía trescientos años. Había ido a su templo ese día por que ella lo había intrigado. La mayoría de las diosas eran hermosas, pero Artemisa había sido extremadamente atractiva incluso para sus altos estándares. Le había contado lo sola que estaba. Como deseaba a alguien que la entendiera. Él estúpidamente la había considerado su alma gemela.
Y al igual que todos los que había conocido, ella se volvió contra él. Alma gemela, nada. Se había reído en su cara y lo había reducido a un patético inmortal.
No veía nada hermoso en ella ahora. Pero había encontrado extraño que tuviera el pelo rubio en vez del vibrante rojo por el que era famosa. Quizás eso era por que había estado en el mundo de los humanos y por alguna razón estaba intentando pasarse por uno de ellos.
Aún así, su ─era el mismo. Alto, grácil y bien formado, se conservaba igual que la diosa que era. Cualquier hombre, inmortal o cualquier otro, mataría por tener acceso a una mujer así. Y él recordaba un tiempo en el que había estado tan atraído por ella que hubiese hecho cualquier cosa para hacerla feliz.
Ahora todo lo que quería era matarla.
─¿Hey, Sin?
Él se detuvo cuando vio a su sirviente Kish entrando en la habitación. Debajo de los seis pies de altura, Kish parecía estar a mediados de los veinte, pero en realidad el hombre tenía casi trescientos años. Al igual que Sin, tenía el pelo negro como el azabache y oscura piel olivácea, sólo que su cabello, contrario al de Sin, caía pasando sus hombros.
Kish se congeló en el lugar cuando vio la mujer sobre el sofá.
─Uh, jefe, ¿Qué está haciendo?
─¿Qué te parece que estoy haciendo?
Kish hizo una mueca mientras se rascaba el área justo por encima de su oreja derecha.
 ─Eso parece muy perverso. Y aquí es donde debería recordarle que secuestrar a una mujer en estos días, en ésta época, y en este país en particular, es un delito federal.
A Sin no le hizo gracia.
─Sí, y en la época en la que tú naciste, esto era una pena capital que acababa con cortarle los testículos al hombre antes de ser decapitado.
Kish se sacudió ante la mención de la castración y se cubrió a sí mismo.
─Si y ¿Por qué la estás secuestrando?
─¿Quién dice que la secuestré?
─El hecho de que esté inconsciente y atada… completamente vestida. Me imagino que si esto fuera realmente perverso y ella estuviese cooperando, habría estado despierta y desnuda.
Kish había conseguido anotarse un tanto.
Él se movió y la miró más de cerca antes de volver la mirada hacia Sin.
─Así que, ¿Quién es?
─Artemisa.
─¿Artemisa que?
Sin lo miró con dureza.
─Ya sabes. La puta diosa Griega que robó mis poderes.
Kish dejó escapar una nerviosa risa.
─¿Esa es la diosa atada, igual que un pavo sobre su sofá? ¿Está loco?
─No─dijo Sin cuando una justificada furia lo recorría─.Tuve una oportunidad y la tomé.
Su cara se volvió ceniza.
 ─Y cuando despierte, ambos seremos tostadas. Tostadas quemadas. Chamuscadas. Lo que demonios quiera que esté más allá de chamuscadas, eso seremos nosotros─movió su dedo índice de un lado a otro para enfatizar sus muertes venideras─.Va a patearnos el culo a ambos. Y no se ofenda, no quiero que mi culo sea pateado por una diosa… bueno, Angelina Jolie con un salto de cama negro y zapatos de tacón de aguja, es cosa a parte. Angie─bebé puede pasearse sobre todo yo con esos zapatos de tacón de aguja, pero eso…─él gesticuló hacia Artemisa─.Eso me dolería terriblemente y quiero evitarlo a toda costa.
Sin sacudió su cabeza ante la histeria del hombre.
─Cálmate antes de que mojes mi alfombra y tenga un nuevo papel para ti. Ella no va a patear nuestros culos. Esa red inhibe sus poderes. Así fue como drenó los míos y me dejó humillado.
Kish inclinó su cabeza como si quisiera creer eso, pero no estaba seguro de que debiera.
─¿Está seguro de eso, jefe?
─Completamente. La Diktyon fue diseñada como una trampa para dioses e inmortales. Mientras ella esté sujeta por eso, nosotros estaremos bien.
Él todavía se encogía.
─No creo que “bien” sea la palabra que yo usaría en esta situación. Más bien sería “jodido” o “muerto” incluso. Ella no va a estar feliz con esto.
Como si a Sin le importase una mierda que ella estuviese feliz o no.
─Una vez que recupere mis poderes, eso no importará. No estará en posición para herir a ninguno de nosotros.
─¿Y cómo lo va a hacer?
Sin no tenía idea. Honestamente no estaba seguro de cómo los había obtenido ella para empezar. Después de que le hubiese dado a beber néctar en su templo, las cosas se volvieron borrosas y no estaba completamente seguro de que le había hecho. Su creencia era que Artemisa le había succionado los poderes al beber su sangre. Personalmente, no quería beber su sangre─no había que decir que enfermedad pudiese llevar la muy zorra: rabia, moquillo, parvo… Pero si eso se los devolvía, lo haría.
Primero tendría que sonsacarle si un intercambio de sangre podría funcionar.
Él le echó una mirada a su sirviente.
─¿No tienes algo que hacer?
─Si no fuese por el hecho de que me rompería todos los huesos del cuerpo y me haría llorar por mi mamá, habría llamado a algunos policías. Como no lo es, creo que mi cuello servirá mejor para intentar meter algo de sentido en usted.
Sin apretó los dientes.
─Kish, si valoras tu vida, sal de aquí y mantente alejado.
Pero en el instante que Kish dio un paso atrás, un sentimiento de temor consumió a Sin. Kish estaba demasiado aterrado y cuando las personas estaban asustadas siempre hacían cosas increíblemente estúpidas─como echar a la policía sobre un inmortal que no podía si quiera empezar a intentar explicar por qué estaba reteniendo una mujer envuelta en una red sobre su sofá.
O peor, llamaría a Acheron quien le daría un viaje a Sin si se enteraba siquiera de esto.
Así que Sin lo congeló en el lugar.
Se quedó mirando la estatua de Kish con satisfacción.
─Sí, congélate y deja que yo me preocupe de esto.
Eso era lo mejor y le evitaría el tener que asesinar a Kish después. Y mientras estuviera en esto, sellaría la puerta de modo que nadie pudiera molestarlo.


Kat se despertó con dolor en el brazo. Trató de cambiar su peso, sólo para descubrir que no podía. Una red ligera como una pluma la cubría. Desgraciadamente, era una red que conocía demasiado bien.
La Diktyon de Artemisa.
El disgusto consumió a Kat sobre una travesura que le habían tendido hacía siglos cuando otra doncella de Artemisa había pensado que atraparla de esta misma manera era divertido. ¿No había aprendido la mujer que Kat no lo encontraba divertido?
─De acuerdo, Satara, detén este estúpido juego y déjame salir─pero cuando Kat enfocó los ojos, se dio cuenta que no estaba en casa y que Satara no estaba allí, riéndose de ella.
En vez de eso, había un hombre, mirándola con odio. Otra vez.
Ella dejó salir un sonido de profundo fastidio.
─¿Cuál es tu problema?
─Simple. Quiero mis poderes de regreso.
Pues bien, el infierno de Lucifer se congelaría sólidamente antes de que permitiese a un asesino tener si quiera un indicio de poder.
─Sí, bien, mala suerte.
Él curvó sus labios.
─No me jodas, Artemisa. No estoy de humor.
─Ni yo tampoco, asno estúpido. En caso de que no lo hayas advertido, yo no soy Artemisa.
Sin se detuvo ante sus palabras y la miró de cerca. Había pequeñas cosas acerca de ella que eran diferentes. Pero la mujer conservaba los mismos ojos verdes. Las mismas facciones. Era Artemisa. Podía sentir el poder emanando de ella.
─No mientas, zorra.
Ella le lanzó una patada, pero él la esquivó.
─No te atrevas a llamarme eso, estúpido. No lo acepto de nadie, menos aún de alguien como tú.
─Dame mis poderes y te liberaré─y haría eso mismo. Una vez que tuviera sus poderes de regreso, la mataría y entonces ella sería libre.
─Verás, muro de ladrillo, no puedo darte lo que no tengo. Yo. No. Soy. Artemisa─recalcó cada palabra mientras hablaba.
Él se inclinó sobre ella para que pudiese ver cuanto desprecio tenía por ella y su fingida convicción.
─Sí, claro. ¿Crees que podría olvidar la cara que me ha perseguido por tres mil años? ¿La cara de la mujer cuya garganta quiero cortar?
Ella le gruñó literalmente igual que una bestia salvaje.
─Métetelo en la cabeza. No soy Artemisa.
─¿Entonces quien eres?
─Mi nombre es Kat Agrotera.
Fue su turno de burlarse.
─Agrotera, ¿huh? ─ él agarró la red sobre su pecho y tiró de ella levantándola hasta estar ojo con ojo.
─Buen intento, Artemisa. Agrotera quiere decir “cazadora”. ¿Crees que olvidaría uno de los nombres que te aplicarían tus seguidoras?
Ella luchó contra su agarre.
─También es el epitafio que usan las Kori de Artemisa, que sería yo, imbécil.
Él se rió en su cara.
─¿Tú eres una sirviente de Artemisa? ¿Cuan estúpido me crees? Me tomaste por tonto una vez, pero no dos veces.
Kat dejó escapar un largo suspiro mientras la frustración la consumía. Realmente tenía el poder para salir de la red. Pero si lo hacía, le daría una pista realmente grande de cuanto poder tenía y quien era realmente. Ese era un conocimiento que una criatura como ésta no necesitaba tener.
No, era mejor hacerle creer que no tenía poder y tampoco consecuencia.
─Me creas o no, lo soy.
Él la soltó para que cayera de vuelta sobre el sofá antes de dedicarle una repugnante mirada.
─Uh... huh. Artemisa nunca permitiría que una Kori de tu altura estuviese cerca de ella. Ni tampoco que tuviese su color de ojos. Es demasiado vanidosa para eso. Eres demasiado vanidosa.
─Si quieres ser técnico, yo soy más alta que ella. ¿No recuerdas esa parte?
Sin vaciló. Honestamente, no podía recordar la altura exacta de Artemisa─hacía mucho tiempo desde la última vez que la había visto. Todo lo que él recordaba era que ella medía por encima del metro ochenta y dos.
─Mantengo lo que digo. Artemisa nunca permitiría una Kori en su templo que fuese tan alta como ella.
─Últimas noticias: Ella ha madurado con la edad.
Sí, claro.
─Seguro que lo has hecho… justo igual que yo.
La mujer echó la cabeza hacia atrás y dejó escapar un irritado gruñido.
─Mira, pareces tener asuntos de los que no quiero si quiera empezar a saber. Déjame ir y ambos olvidaremos que esto sucedió. Si no lo haces, vas a lamentarlo realmente.
Él bufó.
─Esta vez no, Artemisa. Tú eres la única que se va a arrepentir de esto. Quiero que me devuelvas los poderes que me robaste. Me engañaste y entonces me quitaste todo excepto mi vida, y estuviste malditamente cerca de tomarla.
Kat se puso rígida cuando sus palabras tocaron un recuerdo profundamente enterrado en su memoria. Pero era borroso y fugaz, y no podía conseguir enfocarlo claramente así que se centró en lo ella recordaba del suceso.
─Ibas a matar a Artemisa. Ella dice que la odias… que irrumpiste en su templo e intentaste raptarla y... Las palabras se detuvieron cuando se dio cuenta de la mentira que había dicho Artemisa. ¿Cómo podía un dios de otro panteón entrar en el templo de Artemisa sin una invitación?
Eso era algo de lo que Kat no se había dado cuenta entonces. Había sido demasiado joven y había estado demasiado asustada de que él hiriese o matase a Artemisa. Volviendo a ese tiempo, muchos de los dioses habían estado en guerra unos con otros y los que los custodiaban habían estado en el hiato.
Había habido muchas amenazas contra Artemisa y varias llamadas cercanas.
Pero una cosa habría sido imposible. Un dios de fuera no habría podido entrar en el dominio de otro sin invitación.
Oh, dioses, esta era otra verdad a medias…
Él frunció el ceño.
─¿De qué estás hablando? ¿Has perdido el juicio?
─No─dijo Kat con una ola de culpabilidad consumiéndola─.Yo no soy Artemisa. Déjame ir.
─No hasta que me regreses mis poderes.
Eso estaba consiguiendo enojarla…
─Y por última vez, no puedo darte lo que no tengo.
─Entonces vas a quedarte en esa red hasta que la eternidad vuelva a pasar.
Ella le gruño.
─Bueno, eso es realmente inteligente, ¿no? ¿Qué vas a hacer? ¿Me usarás de posavasos o solo me usarás como tema de conversación siempre que vengan tus amigos? Y no hemos pensado en que sucederá cuando necesite usar el baño, ¿verdad? Espero que tengas un pedido permanente de Sofá Express.
Sin no estuvo seguro de si debía estar divertido o horrorizado por su arrebato. Tenía que darle crédito, aunque, ella ciertamente tenía talento con la imaginación.
─Bueno, ¿No eres una riqueza en sarcasmo?
─Oh, sólo espera. Ni siquiera he empezado.
Ella hizo una mueca de dolor cuando empujó el brazo y el dolor debió dispararse a través del hombro.
Sin sintió un remordimiento de conciencia por ello y se odió a sí mismo. Déjala sufrir. ¿Qué era eso para él? Aún así la parte de sí mismo que más despreciaba─la parte que todavía era compasiva─rogaba que la ayudara.
Pero ella tenía razón. El que estuviera en esa red no iba a hacerles ningún bien a ninguno de ellos.
─Mira, Artemisa, o, asumiendo que esta no sea otra de tus mentiras y engaños, Kat, tengo que tener mis poderes de vuelta. Es imprescindible.
─Seguro que lo es. Sólo los quieres de vuelta para poder matar a Artemisa y vengarte de ella.
─No voy a mentirte y decirte que eso no es verdad. Lo es. La quiero muerta de una forma inimaginable. Pero ahora mismo tengo problemas más grandes. Y tú te encontraste justamente con uno en las calles de New York.
Kat hizo una pausa cuando volvió a pensar en la criatura con la que había estado peleando. Había sido aterrador por supuesto.
─Supongo que te refieres a esa… cosa que me atacó.
─Sí. Los demonios de gallu están corriendo ahora desenfrenados y los Dimme están a punto de ser liberados y soy la única persona viva que puede devolverles el golpe. Si no tengo mis poderes para luchar con ellos, el mundo terminará. ¿Recuerdas lo que le ocurrió a la Atlántida? Esto hará que aquello parezca un parque de atracciones.
─No te ofendas, anciano, la Atlántida fue destruida antes de que yo naciera, así que no recuerdo nada de eso.
Pero conocía las historias de cómo se hundió el continente.
Se sentó por un momento, todavía pensando. Ella sabía que Artemisa no era de fiar. Pero no sabía si lo mismo era aplicable a Sin. ¿Estaba echando leña al fuego o había verdad en lo que decía?
─¿Qué hay de aquella persona de la pasada noche? ¿Por qué lo decapitaste y lo quemaste después?
Ella se dio cuenta de que era la peor cosa que podía preguntarle cuando sus ojos llamearon con mortal rabia.
─¿Me espiaste?
─Artemisa me lo pidió, así que sí─su rabia era tan potente, que honestamente podía sentirla flotando en el aire entre ellos─.No me mires así. Puedo espiarte si quiero.
─¿Y por que me espiabas? ─ Kat se retorció un poco. Decirle que Artemisa había querido realmente "su muerte" lo más probable es que sólo lo fastidiara aún más. Así que optó por una explicación más delicada.
─Artemisa quería saber que estabas haciendo. Pensaba que estabas intentando matarla.
─Sí, y tanto como deseo muerta a esa ramera, ahora mismo tengo problemas más grandes─él se detuvo antes de hablar otra vez─.La razón por la que le corto la cabeza a los gallu y los quemo es que si no lo hago, volverán igual que si rebobinaras una mala película de terror.
Eso al menos explicaba parte de ello, pero no explicaba por que profanaba sus víctimas.
─¿Por qué haces eso a los humanos?
─¿Por qué crees? Un mordisco de los gallu y su víctima se convierte en un demonio sin inteligencia al que pueden controlar. Profanar está lejos de ser lo que le hacen a los humanos como ella. Siempre que un humano muere por sus manos, tiene que ser eliminado y quemado o también ellos regresarán.
Oh… no era de asombrar que estuviese investigándola tan frenéticamente en busca de una herida de mordisco antes de que la hubiese golpeado.
─¿Eso es por lo que te quemaste el brazo la pasada noche?
Él asintió.
─Si puedes cogerlo lo bastante pronto, puedes cauterizar la herida y evitar que el veneno se extienda a través de tu cuerpo.
Sí, pero eso tenía que doler y le hacía preguntarse cuantas veces lo había hecho en el pasado.
─Por curiosidad… ¿Artemisa sabe acerca de los gallu?
─No lo sé, Artemisa. ¿Lo sabes?
Ella suspiró ante su insistencia de que ella era su jefa.
─Pensé que habíamos dejado eso atrás.
─Hasta que vea pruebas definitivas, no. Me guío por lo que sé acerca de ti, zorra. Ahora devuélveme mis poderes.
La furia chasqueó por sus venas por su estupidez e insulto, ¿Qué le iba a llevar a este hombre darse cuenta que ella no era Artemisa?
Rompe la red y después rómpele la cabeza…
Esa urgencia era tan fuerte que aquello era todo lo que podía hacer para no rendirse a eso.
“¿Katra?”
Kat dio un salto ante el sonido de la voz de Artemisa en su cabeza.
“¿Qué está pasando? ¿Por qué estás tan enfadada? ¿Te está molestando Apollymi?”
Kat puso los ojos en blanco.
─Deja de espiarme.
Sin curvó sus labios.
─Es difícil no mirarte cuando estás tendida en mi sofá. Por no mencionar lo divertido que es viniendo de ti dado lo que hiciste la última noche.
Ella hizo una mueca cuando se dio cuenta de que había hablado en voz alta.
“¿Katra? Dime que está mal o iré a comprobarte. No me gusta que estés así de enfadada.”
¿Ahora ella se preocupa por mí? Kat no sabía que la molestaba más, Ser atada por un ex dios Sumerio o tratada como una niña por una Griega.
Oh, espera, ser atada definitivamente ganaba. Un punto más a su favor.
Todo está bien, Matisera”  Le dijo silenciosamente a Artemisa. “Lo tengo
─¿Y por qué lo encuentro tan difícil de creer?
Artemisa se apareció en la habitación justo enfrente de Kat, las manos sobre las caderas. Vestida con una larga túnica blanca, Artemisa llevaba su vibrante pelo rojo suelto para que fluyera alrededor de su cuerpo. Kat se encogió cuando se dio cuenta de lo que acababa de hacer la diosa. Sin giró. La mandíbula se aflojó cuando aceptó la presencia de Artemisa y se dio cuenta de que Kat no le había estado mintiendo. Obviamente, ella no era la diosa después de todo.
Para su sorpresa, Artemisa no estaba asustada. En cambio simplemente le miró como si fuese una suave molestia.
─Wow, mira que arrastró la vaca por los pelos─ella traspasó a Kat con la mirada─¿Por qué está aquí?
Sin maldijo cuando se dio cuenta de que ambas habían jugado con él. Olvidando a la doncella, fue por Artemisa, pero antes de que pudiera alcanzarla, la doncella apareció ante él.
¿Cómo diablos se había quitado la red? Él sabía de primera mano que no era tan fácil. Pero eso no estaba ni aquí ni allí.
Lo que importaba era ponerle las manos encima a Artemisa.
─Cálmate─dijo Kat, acunando su brazo.
Él sacudió la cabeza.
─Apártate de mi camino, niña. No me apartarán de lo que quiero.
Artemisa puso los ojos en blanco.
─¿Y que quieres? ¿Tus gimoteantes poderes de regreso?
Él se lanzó hacia ella, pero Kat lo agarró por la cintura y lo arrojó al suelo con una fuerza que nunca se había imaginado que pudiese tener una mujer─especialmente considerando que tenía un brazo roto.
Ella aterrizó encima de él.
Empujándola a un lado, él gruñó.
─No quiero herirte, pero eso no quiere decir que no lo haga.
Kat se le quedó mirando.
─Lo mismo digo.
Intentó moverse para evadirla, pero la mujer era igual que el velcro. Kat se pegó a su cuerpo y lo mantuvo alejado de Artemisa.
Artemisa bufó ante su lucha.
─Quítate del medio, Katra, así podré cargármelo.
Sin se detuvo cuando finalmente se calmó lo bastante para darse cuenta de  algo sumamente significativo. Se giró para volver su mirada entre Katra y Artemisa.
Y cuando lo hizo, supo exactamente cómo conseguir recuperar su ventaja.
Sacó la larga y ornamentada daga de la vaina en su bota antes de agarrar a Katra y llevar la hoja a su garganta. Cortando a Artemisa con la mirada.
─Regrésame mis poderes, Artemisa, o tomaré la vida de tu hija.

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