martes, 21 de febrero de 2012

DMC cap 4

Kat se avergonzó mientras Sin decía verdades que solamente la más valiente de las almas se atrevería aun a susurrar. Y nunca cerca del rango auditivo de Artemisa.
Kat se inclinó hacia atrás contra él, lejos del cuchillo.
─Maldito muchacho, tienes un don impío para enojar a la gente. ­─Como era evidente por el chillido ultrajado de Artemisa─. ¿Por qué no le dices que el vestido la hace parecer gorda, ya que estás en eso?
Él respondió presionando la hoja más cerca de la garganta de Kat.
─No estoy jugando Artemisa.
La cara de Artemisa se convirtió en piedra
─Y tampoco yo.
Antes de que Kat parpadeara, la daga dejó su garganta. Fue arrancada de los brazos de Sin por una fuerza invisible un instante antes de que el cuchillo fuera arrancado de su mano y se hundiera tres veces en su pecho. La tercera vez, fue enterrado hasta la empuñadura donde lentamente giró en el pecho.
Sin maldijo obscenamente antes de sacarlo.
Kat extendió la mano hacia Artemisa tratando de apaciguar la situación
─Matisera.
─Mantente fuera de esto Katra. Vete a casa.
Por el tono de la voz de Artemisa, Katra sabía que debía obedecer, pero no podía permanecer quieta y dejar que Sin muriera si lo que él había dicho sobre el gallu era verdad. No se les podía abandonar sin alguien que supiera como luchar con ellos.
Artemisa se acercó acosándolo.
─Es tiempo de terminar lo que comenzamos.
Sin se levantó del suelo y corrió hacia Artemisa, pero no pudo acercarse antes de que fuera encerrado en un lejano muro, gruñó, entonces lanzó el brazo hacia afuera.
Artemisa voló.
Kat dio un paso hacia su madre para protegerla, pero antes de que Kat pudiera dar el segundo, la voz de Artemisa gritó:
 ─¡Deimos!
Kat se detuvo al mismo tiempo que un hombre grande y feroz apareció al lado de Artemisa. Vestido totalmente en negro, Deimos tenía el pelo corto negro azabache, destacado con amplias franjas blancas ─un peinado muy diferente al que había tenido la última vez que se habían encontrado. Él era aparentemente terrorífico, sobre todo por el tatuaje que comenzaba como un delineado ligero alrededor de sus ojos azul eléctrico y luego zigzagueaba por sus lagrimales hacia sus mejillas y cuello. Hermoso y mortal, de pie ante ellos con las piernas separadas, la cabeza inclinada como un depredador y sus brazos colgando a los lados, cerca de sus armas ─una espada y una pistola─listo para luchar.
─Succiónale sus poderes y mátalo ─gruñó Artemisa.
Kat se quedo boquiabierta ante la orden. Una vez emitida no podía retractarse. Deimos era uno de los más poderosos Dolophonni. Un hijo de las pavorosas Furias. Era uno de aquellos que los dioses llamaban cuando necesitaban un Exterminador implacable y no se detendría hasta que Sin muriera.
Deimos corrió hacia Sin y lo golpeó contra el suelo.
─¿Que has hecho Matisera?
─Lo que debí haber hecho desde el principio. ─Artemisa trató de destellar a Kat fuera del cuarto, pero desde que Artemisa había negociado el servicio de Kat con su abuela, ya no tenía ese poder.
La madre de Kat gruñó:
 ─Déjanos Katra. Ahora.
Pero fue incapaz. Ella era la causa de que Sin estuviera en este lío. Y a pesar de que le estaba dando a Deimos una buena pelea, al final sabía quién vencería.
Y no sería Sin.
Sin luchaba con una mano atada a su espalda y tres repugnantes heridas en el pecho mientras que Deimos podía arrastrar la energía entera del panteón griego para matarlo ─era una de muchas ventajas concedidas a las Furias y a sus niños. Y aunque Sin podía merecer morir, no merecía una muerte así.
No después de lo que ellos le habían hecho y no si lo que decía era verdad. Podrían necesitarlo para luchar contra los demonios de su propio panteón.
─Lo siento Matisera. ─Kat apenas registró la confusión en el rostro de Artemisa antes de correr hacia Sin. Él estaba contra el muro, luchando mientras Deimos sacaba su espada para terminar con él. Kat sujetó a Sin por el costado y los hizo destellar desde su apartamento a su propio hogar en Kalosis.
Aterrizaron sobre una pila de miembros retorcidos en el centro de su oscura sala. Sin silbó antes de empujarla alejándola. Kat no fue muy lejos. Él sangraba profusamente, pero en lo que a ella concernía la enorme herida de la daga se había ido. Si hubiera sido mortal, esa herida hubiera sido fatal para él, y era probable que le causara más dolor ahora de lo que hubiera deseado.
Ella se acercó hacia él.
 ─Necesitas acostarte.
Él la miró.
─¿Dónde estamos? ¿Qué has hecho?
─Te salvé de morir.
Él le empujo la mano lejos de la herida.
─Oh créeme, podía arreglármelas solo.
Kat se dejó caer sobre sus piernas.
─Sí, estabas haciendo realmente un gran trabajo destrozándolo. Particularmente me gustó la forma en que amoratabas sus puños contra tu rostro. Algunos minutos más y estoy segura de que tu corazón habría tenido un ataque... después de que te lo hubieran arrancado del pecho.
Él le hizo una mueca.
─¿Tú que sabes?
─Más de lo que desearía la mayor parte de los días.
Sin frunció el ceño ante el tono en su voz mientras ella hablaba. Tenía la apariencia de estar cansada, no dudaba de Artemisa y sus maquinaciones. Habían tenido suficiente como para desgastar al más resistente de los inmortales.
Y por mucho que odiara admitirlo, probablemente ella tenía razón acerca de cómo consiguieron patearle el culo. Debería haber hecho algo mejor que subir para enfrentarse con Artemisa sin sus poderes al completo. Había sido entupido, y había tenido suerte de que el Dolophonos no le hubiera arrancado el corazón.
Pero deseaba su venganza, y nada más, especialmente algo tan trivial como el sentido común, tenía importancia.
Katra se adelantó y le rasgó la camisa abriéndola para exponer las heridas dentadas de la daga que Artemisa había plantado repetidamente ahí. Él comenzó a empujar a Kat, pero antes de pudiese, ella hizo aparecer un trapo húmedo en su mano con el que podría limpiar las heridas. Su amabilidad no tenía sentido para él dada su estructura genética. Por no mencionar que nunca nadie lo había ayudado por ninguna razón. Todos a los que alguna vez había conocido le habían vuelto la espalda y lo habían dejado sufrir.
La gente no era amable y él lo sabía. No a menos que el acto de amabilidad los pudiera beneficiar de alguna manera.
─¿Por qué me ayudas?
Ella le lanzó una mirada fulminante.
─¿Quién dijo que te estoy ayudando?
Él alzó una ceja ante ella y apuntó con la mirada a la mano que limpiaba su sangre.
Ella se aclaró la garganta antes de responder.
─No me gusta ver que la gente se hace daño ¿de acuerdo?
─¿Y por qué no lo creo? Oh espera, ya sé. Porque eres la hija de la perra más grande que alguna vez haya vivido. Una quien ha hecho de su vida entera un acontecimiento para causar daño a todos los que tengan contacto con ella.
─¿Podrías dejar de decir eso? ─dijo Kat con los dientes apretados.
Como si eso pudiera detenerlo.
─Es una perra.
─No eso, la otra parte y de hecho mejor dejas de decir las dos cosas o voy a colocarle una cataplasma de sal a esa herida.
─¿Por qué? ¿No estás orgullosa de tu querida Mami?
Los ojos verdes de Kat se encontraron con los suyos y estos ardían.
─Quiero a mi madre con todo mi ser y moriría o mataría por protegerla. Eso es por lo que deberías dejar de hablar así de ella porque podría matarte.
Sin se detuvó cuando tuvo un aterrador pensamiento. Si Katra era hija de Artemisa…
Podía recordar a Artemisa arrastrándolo hacia la cama y que tenía la cabeza nublada por la bebida. Ella le había sacado la camisa y después lo había lanzado sobre el colchón.
Se suponía que Artemisa era virgen…
Un horrible pensamiento lo recorrió.
─Oh mierda, eres mi hija ¿No es así?
Kat arrugó el rostro como si eso fuera el más repugnante pensamiento que ella pudiera imaginar.
 ─No te halagues, tus genes nunca me habrían podido crear.
Si, claro. Ella era bella y alta ─más alta que Artemisa lo cual fácilmente podría haber venido de él. Su piel era de un matiz más oscuro… El estómago se encogió con turbación.
─Entonces ¿quién es tu padre si no soy yo?
─Eso difícilmente es asunto tuyo.
─Soy yo ¿No es así?
Ella puso los ojos en blanco antes de unir sus heridas con los dedos.
─Los hombres y sus egos. Confía en mí. Mi madre no te tendría en su cama aunque te bañaran en chocolate cubierto con caramelo.
Oh, ahora eso realmente lo ofendió.
─¿Disculpa? Debes saber que soy condenadamente bueno en la cama, mis habilidades son insuperables. No era simplemente un Dios de la Luna, Era el dios sumerio de la Fertilidad, ¿Sabes lo que significa? ¿O no?
─¿Tienes mucha envidia del pene de otros dioses de la fertilidad?
Él le empujó las manos lejos, entonces comenzó a levantarse sólo para hacer una mueca de dolor y caer.
─No te preocupes, no les diré a los otros dioses sobre tu pequeño problema de pene.
Ella lo horrorizó.
─Eres hija de tu madre.
─Y te dije que dejes de decir eso.
─¿Por qué?
─Porque se supone que nadie debería saber sobre mí.
Él se burló de la rabia en su tono
─¿Qué son ciegos? Te ves justo como ella.
─No, no lo soy, me parezco más a mi padre, sólo tengo los ojos de mi madre. Cómo lo adivinaste, no lo sé.
No había sorpresa ahí tampoco.
─Tienes la misma voz.
Kat lo empujó y frunció el ceño
─¿La tengo?
─Sí, la entonación es diferente, pero el tono no. Suenas exactamente como ella.
Kat se empujó sobre sus pies y se alejó de él, perturbada por sus descubrimientos, Era muy perceptivo, algo que la mayoría de los hombres no era. Sin embargo, la gente en general no era normalmente perceptiva, y eso le hizo preguntarse si alguien había alguna vez captado las similitudes en las voces de Artemisa y ella. Si esto había pasado habían sido lo suficientemente listos para guardárselo.
─Gracias por la ayuda ─dijo Sin señalando su remendado pecho antes de que él reparara su camisa con sus poderes. Entonces trató de dejar la casa destellando afuera sólo para descubrir que no podía─. ¿Qué de…?
Kat se encogió ante su mirada enojada.
─Tienes que permanecer aquí.
─Mierda ─gruñó él.
─No, mierda aquí no ─dijo ella indicando su suelo limpio con la mano. Entonces colocó su brazo roto sobre el pecho─. Si dejas este lugar eres hombre muerto. Créeme. En el momento en el que dijiste aquello que no debía ser dicho y mi madre llamó al exterminador para destruirte, tu sentencia de muerte fue firmada.
Cada parte de él sangraba de furia.
─No me mantendrás como rehén, ¿Lo entiendes?
Ella se rió de su justa indignación.
─Oh, claro. ¿Viniendo del hombre que me derribó y después me ató como una momia? ¿Qué fue eso?
─Eso fue diferente.
─Sí, sólo porque yo era la víctima. Oh espera, tienes razón. Estoy haciendo esto para protegerte y tú hiciste lo tuyo para matarme. Tal vez debería dejar que te marcharas, eso te estaría bien empleado.
─Entonces ¿por qué no lo haces?
Ella inhaló para calmarse antes de hablar. La furia no servía para nada y ella lo sabía. Es lo que había metido a su madre en más desastres de los que un equipo completo de Molly Maids[1] podía sacarla.
─Porque quiero la verdad sobre lo que ocurrió la noche en la cual viniste al Olimpo. Artemisa dijo que trataste de violarla.
Él hizo un sonido como si se ahogara. Artemisa era la peor cosa que podía imaginar.
─¿Y qué es lo que crees?
─No lo sé, no me has mostrado fibra moral alguna, Quizás ella tiene razón y lo hiciste.
Se paró para plantarse delante de ella. Sus ojos prácticamente brillaron dorados en la luz mientras él arrastraba una mirada de repugnancia sobre ella.
─Créeme, nena. Nunca he tenido que forzar a ninguna mujer. Pero digamos, por el bien del argumento, que lo hiciera. ¿Me crees tan tonto como para intentarlo en el Olimpo bajo las narices de otros dioses?
Él tenía un punto, pero ella no iba dejárselo saber.
─Eres lo suficientemente arrogante, podrías.
─Sí ─dijo él en tono bajo y feroz─. Arrogante pero no estúpido.
─Entonces ¿por qué estabas ahí?
Con las facciones en blanco, él se alejó de ella, lo que la hizo preguntarse que ocultaba. Había algo sobre aquella noche en lo que él no quería aún pensar ─podría sentirlo.
─Responde mi pregunta.
─No es asunto tuyo ─replicó─. Ahora si me disculpas.
Él camino hacia la puerta.
Kat extendió la mano y alzó su puño. La puerta desapareció inmediatamente.
─No estaba bromeando, no puedes irte.
La siguiente cosa que supo, fue que era levantada sobre sus pies e inmovilizada contra la pared.
 ─Y tampoco yo, déjame salir de aquí o lo lamentarás.
Ella sacudió la cabeza lentamente.
─Mátame y nunca saldrás. ─Sentía la presión que la sujetaba a la pared incrementándose antes de que esta volviera a colocarla en el suelo con una gentileza que la sorprendió─. Gracias.
Él estrechó los ojos sobre ella.
─Tengo que salir de aquí, quedan menos de tres semanas para el Armagedón y tengo muchos preparativos que hacer.
─Sí, y justo ahora tengo un brazo roto que necesita ser vendado. Así que te diré, siéntate aquí contemplado la muerte de Artemisa y el Armagedón y volveré enseguida. Pero no rompas o toques mis cosas… o te encontraré donde te escondas.
Él abrió la boca para hablar, pero antes de hacerlo, ella destelló de la pequeña habitación al palacio principal de Kalosis.
Kat apareció en el vestíbulo principal y le llevó unos momentos encontrar a su abuela con el pensamiento. Eso era típico de su abuela, Apollymi estaba afuera, en el jardín.
Por respeto, Kat caminó la corta distancia a través del salón del trono por las puertas doradas que se abrían en la tierra. A su abuela no le gustaba que la gente apareciera frente a ella inesperadamente. Kat era la única que sabía por que. Cuando era niña, lo había hecho y descubrió a su abuela llorando histéricamente, con pena y dolor ─era algo que Apollymi no podía soportar que viera la gente.
Como la Gran Destructora, ella sólo quería que la gente viera su fuerza y rudeza. Pero la abuela de Kat era mucho más que eso. Ella tenía corazón y le dolía, exactamente como todos en el universo.
Todo lo que Apollymi deseaba era que su hijo, el padre de Kat, regresara a ella. Un hijo al que amaba más que a nada y al que sostuvo solamente dos veces en su vida. Una brevemente cuando había sido arrebatado prematuramente de ella para ser escondido en el vientre de otra mujer y otro, cuando el dios griego Apolo lo asesinara.
No había día en que Apollymi no sufriera esa separación y el dolor porque su hijo regresara a casa. Y reaccionaba duramente ante cualquiera que descubriera sus lágrimas. Era una mujer fuerte y orgullosa quien no creía en mostrar ninguna debilidad a nadie.
Ni siquiera a su nieta. Pero Kat podía sentir la tristeza de Apollymi y el pesar en toda su áspera amargura. La empatía del padre de Kat era una de las muchas cosas que había heredado de él. Era la razón por la cual nunca avergonzaba a Apollymi o a cualquiera si podía remediarlo.
Así que Kat se acercó lentamente, sólo en caso de que Apollymi necesitara tiempo para componerse. Había una ligera brisa murmurando por ahí. El jardín mismo estaba rodeado por altos muros de mármol negro que brillaban tanto que reflejaban imágenes como un espejo.
Apollymi estaba sentada en un sillón negro dándole la espalda a Kat. Dos demonios Carontes, un macho y una hembra, flanqueaban el sillón, el demonio macho estaba vestido con taparrabos que dejaba la mayor parte de su cuerpo delgado y musculoso desnudo. Su piel era de un marrón claro con mezcla de amarillo. Sus ojos eran negros como su cabello y sus alas. La hembra era anaranjada y roja en su tono de piel y vestía una blusa sin espalda de cuero y pantaloncillos. Su cabello era marrón oscuro que sólo enfatizaba la agudeza de sus rasgos y el rojo de sus ojos. Los demonios estaban quietos como estatuas, pero Kat sabía que eran muy concientes de su presencia y observaban sus movimientos.
Vestida con un flotante vestido suelto negro que descubría sus hombros, Apollymi acunaba una pequeña almohada en su regazo. Esta había sido un regalo que Simi, el demonio Caronte personal de Acheron, le había dado hacía algunos años. Y como ésta mantenía el olor de Acheron, Apollymi la mantenía siempre cerca de ella de modo que pudiera sentirse más cercana al hijo que nunca podría tocar.
La abuela de Kat era absolutamente hermosa y parecía estar completamente serena. Con largos cabellos rubios y sus cambiantes ojos plateados. No aparentaba más de veintitantos años. Su pálida piel era luminiscente y pequeñas gotas de brillo destellaban en su cabello.
Ella volteó la cabeza ligeramente para saludar a Kat, pero la sonrisa de bienvenida de Apollymi se convirtió en un fruncimiento cuando vio el brazo roto de Kat.
─Niña ─exhaló moviéndose del sillón. Colocó a un lado la almohada en su asiento antes de cruzar la corta distancia hacia Kat para que así pudiera inspeccionar su brazo─. ¿Qué sucedió?
─Caí en fuego cruzado.
─Si esa perra de Artemisa…
─¡Por favor! ─dijo Kat con los dientes apretados─. Suficiente, con todos los que insultan a mi madre, ¿soy la única de los que existen que la quiere?
Apollymi arqueó una ceja.
─Por supuesto que lo eres, todos los demás la ven como lo que es.
Kat le gruñó.
─Puede ser así, pero si no fuera por ella no me tendrías, así que podrías por favor no insultarla y solo sanar mi brazo.
Las facciones de Apollymi se suavizaron al instante.
─Por supuesto, mi niña. ─Apollymi tocó el hombro de Kat e inmediatamente su brazo se curó.
Kat tomo aliento agradeciendo que el dolor finalmente terminara. Había heredado los poderes de curación de su abuela, pero desafortunadamente ellos no funcionaban en sí misma, sólo en otra gente, Lo que realmente aprovechaba cuando no podía ir con su abuela por comodidad.
─Gracias.
Apollymi sonrió y entonces la besó ligeramente en la frente antes de que desplegara el largo cabello rubio de Kat afectuosamente.
─No te había visto desde hace tiempo agria, te extrañé.
─Lo sé y lo siento, el tiempo tiende a alejarme de mí.
La tristeza oscureció los ojos de Apollymi cuando acarició el hombro de Kat antes de que ella diera un paso.
─Desearía decir lo mismo.
Sí, había sido duro para la abuela de Kat estar atrapada aquí en lo que alguna vez había sido el reino del infierno atlante. Hacía once mil años la familia entera de Apollymi se había reunido para recluirla, por tanto tiempo como Acheron viviera, Apollymi nunca sería libre.
Kat sentía profundamente la soledad de su abuela, sufriendo porque aunque Apollymi comandara un ejército entero de Daimons y Carontes, a pesar de eso, no eran su familia y no la hacían feliz.
─¿Cómo están las cosas con Stryker? ─Preguntó Kat. Stryker era hijo de Apolo y era ahora el que controlaba el ejército de Apollymi. Cuando Apolo había maldecido a la raza de los Apólitas para que murieran en su veintisiete cumpleaños. No sabía que había maldecido a su propio hijo y nietos para que murieran también. Desde ese día. Stryker odiaba a su padre y planeaba su destrucción.
La única razón por la que Stryker estaba vivo era por que Apollymi había tenido la oportunidad de hacer de Stryker su hijo adoptivo para poder usarlo contra Apolo y Artemisa. Por siglos los dos habían estado unidos en su odio contra los dioses griegos.
Entonces tres años antes, después de una áspera confrontación entre los dos, Stryker había comenzado a ponerse contra Apollymi. Aparentaba ser una batalla interminable para aventajarse.
La abuela de Kat rió con ira.
─Estamos en guerra, agria. Así que él se sienta en el edificio de al lado, planeando mi muerte como si fuera demasiado estúpida para saberlo, lo que olvida es que hombres mucho mejores que él han tratado de matarme y puede que esté en prisión, pero ellos están muertos ─Lo que puede ser su destino una vez que él se vuelva lo suficientemente audaz como para atacarme abiertamente.  Pero esa no es la única razón por la que estás aquí ¿o no? ─Tomó las manos de Kat entre las suyas─. ¿Qué problemas tienes preciosa?
No había necesidad de endulzar sus preguntas y Kat no era nada indirecta.
─¿Has oído hablar de los demonios gallu?
Los dos Carontes sisearon vehementemente en el instante en el que la palabra gallu dejó sus labios, Los ojos de Kat se abrieron ante la inesperada respuesta. Nunca los había visto hacer eso antes, o incluso algo parecido a eso.
─Relájaos ─dijo Apollymi dulcemente a sus guardaespaldas─. No hay gallus aquí.
El demonio macho escupió al suelo.
─Muerte a los sumerios y a toda su progenie.
Apollymi dejó salir una profunda exhalación antes de que liberara el brazo de Kat y se alejara de los Carontes.
─Los gallu fueron creados por Enlil el jefe de los dioses sumerios para luchar y matar a los demonios Carontes.        Cuándo éstos vagaban libremente por la tierra ─Eso explicaba la inesperada hostilidad─. Es necesario decir que los Carontes no pueden soportar ni siquiera la mención de esas repugnantes criaturas, ahora ¿por qué preguntas eso?
─¿Sabes qué les ocurrió?
Apollymi asintió con la cabeza.
─Después de que destruí la Atlántida y los gallu no tubieron mas Carontes con los que pelear se volvieron contra los humanos y contra sus creadores. Finalmente tres de los dioses sumerios se unieron y los encerraron profundamente tal como hicieron conmigo.
─¿Y los Dimme? ¿Qué es lo que son?
Apollymi frunció el ceño suspicazmente.
─¿Por qué preguntas por los Dimme?
─Me dijeron que están apunto de liberarse y destruirlo todo.
Una mirada pacíficamente soñadora apareció en el rostro de Apollymi como si saboreara el mero pensamiento del baño de sangre por venir. Una lenta sonrisa curvó sus labios.
─Esa sería verdaderamente una bella visión.
─¡Abuela!
─¿Qué? ─preguntó ella como ofendida por el tono de Kat─. Soy la diosa de la destrucción. Dime honestamente que no encuentras nada excitante en la idea de un billón de personas gritando por misericordia y ayuda, donde no queda nadie a quien le importe lo que ocurra. La tierra llena de toda clase de demonios dedicados a la matanza, tortura y sacrifico. Rasgando y destrozando carne humana mientras desgarran en un ebrio frenesí, impulsados por su odio hacia todo. Bebiendo sangre en una orgía de terror… Ahhhh la belleza de la aniquilación, No hay nada como eso.
Kat podría haber estado horrorizada si no fuera un pensamiento muy típico de su abuela.
─Y yo, bueno, no soy técnicamente una diosa puesto que no pertenezco a un sólo panteón, pero sigo los pasos de  mi padre, a quien le gusta proteger a la humanidad, y realmente no deseo ver a un grupo de demonios comiendo gente. Llámame sentimental.
Apollymi hizo un ruido de extremo disgusto.
─Esa es la única cosa que detesto de tu padre, ustedes dos son, ¿cual es la palabra humana que usas?… débiles.
─Difícilmente. Papá y yo podemos con más que nuestro propio sostenimiento.
Apollymi dio un poco usual resoplido que Kat decidió ignorar.
─Y aún no has respondido a mi pregunta. ─Kat presionó a pesar del ánimo malévolo de su abuela.
Ahora la diosa estaba irritada, lo que se manifestaba en la manera de sujetar una de las dulces peras negras que crecían en los árboles de corteza negra de su jardín. La aplastó en la mano.
─Son la venganza final de Anu y Enlil contra todos nosotros. Puesto que los gallu pueden ser vistos como una bomba atómica que anulará a mis Carontes. Anu creó a los Dimme como un holocausto nuclear.
Kat no estaba segura de lo que eso significaba.
─¿De qué modo?
─Los Dimme son siete demonios como ningún otro que puedas imaginar. Son incontrolables incluso para los dioses. Son tan peligrosos que los Sumerios nunca jamás desearon liberarlos. Desde el momento en que fueron creados, fueron puestos en una celda que tiene un mecanismo de tiempo. Cada unos cuantos milenios lo que sea que los retiene se debilita. Si los dioses sumerios están aún vivos vuelven a sellar a las siete hermanas demonios y la vida continúa normalmente. Pero si algo sucediera al panteón y no hubiera mas dioses sumerios para volver a sellar la tumba, los Dimme se liberarían para destruir el mundo y a cualquier panteón a cargo. Era la carcajada final de Anu contra quien quiera que lo matara a él y a sus hijos. ─Así que Sin no habían estado mintiendo… Eso hizo que el estomago de Kat le doliera al pensar en lo que esos siete demonios serían capaces de hacer. Ella ya sabía lo que los monstruos típicos podían hacer. Y los Carontes. No sabría decir cómo serían los Dimme─. ¿No crees que es duro?
Apollymi le dedico una mirada arqueada.
─Solo desearía que lo hubiera pensado yo misma.
Kat sacudió la cabeza, ella no sabía por qué Apollymi odiaba tanto a su madre dado que las dos eran muy parecidas en personalidad ─y de la misma opinión en la mayoría de los temas.
Apollymi lamió el dulce jugo de sus dedos.
─Pero eso no explica por qué me estas preguntando todo esto, niña. ¿Qué hay con los sumerios que te han hecho tan curiosa cuando antes nunca habías preguntado por ellos?
─Bien justo ahora, tengo al último superviviente encerrado en mi casa.
Apollymi se quedo rígida
─¿Tú, qué?
─Sin está en mi casa, calle abajo.
Los arremolinantes ojos de Apollymi comenzaron a brillar, algo que sólo hacían cuando estaba muy agitada.
─¿Has perdido la cabeza?
Antes de que Kat pudiera defender su decisión Apollymi desapareció.
Kat maldijo, no había duda en su mente de a donde se había ido su abuela. Exasperada también, Kat destelló de regreso a su casa.
Bastante segura de que Apollymi estaba ahí y que Sin estaba inmovilizado contra el muro.
─Abuela.
─Retírate. ─gruñó Apollymi.
Kat estaba atónita por su respuesta, Ni una vez en toda su vida la abuela de Kat le había levantado la voz. Lo siguiente que supo era que Sin y Apollymi se habían ido.
¿Qué en el nombre de Zeus estaba ocurriendo? Kat cerró los ojos pero no pudo rastrearlos.
Tenían que estar en el palacio y eso no decía lo que Apollymi le estaba hacienda a Sin. Pero lo que fuera era segura de que era sanguinario y doloroso.
Y eso era lo que Apollymi le hacia a la gente que le gustaba.


[1] Servicio profesional de limpieza

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