martes, 21 de febrero de 2012

DMC cap 2

Sin se emitió de regreso a su habitación de hotel, aún cuando podía haberse ido fácilmente a casa. Ahora mismo no quería a Kish o Damien molestándole. Necesitaba espacio para sí y tiempo a solas para prepararse mentalmente para lo que tenía que hacer.
Estaba cubierto de sangre y aunque había habido un tiempo en el que habría gozado con ello, esos días habían pasado. Ahora estaba cansado de batallas que nunca terminaban. Cansado de luchar en una guerra que sabía que realmente no podría ganar.
Sólo había una persona cuya sangre quería tener en sus manos. Una persona cuya sangre le alegraría sentir adherida cubriendo su piel.
Artemisa.
El mero pensamiento de cortarle la cabeza, trajo una sonrisa a su rostro mientras se dirigía hacia el baño para una larga ducha caliente.
Después de abrir el agua, tiró sus armas al suelo donde aterrizaron con un pesado golpe, y se desvistió mientras esperaba a que el agua se calentase. Tan pronto como estuvo hirviendo, dio un paso adentro y dejó que el agua lo limpiase. La pelea lo había dejado arenoso y cubierto de sudor y sangre ─suya y de ellos. Inclinando la cabeza hacia abajo, observó como se deslizaba de su piel hacia los azulejos y después bajaba por el desagüe.
El calor se sentía bien contra sus doloridos músculos. Pero aquello no hacía nada para aliviar sus conflictivos pensamientos.
El Kerir o El día del Ajuste de Cuentas como lo llamaban algunos, estaba cerca y todavía no había encontrado el Hayar Berd o La Luna Abandonada antes que los demonios gallu lo encontrasen y lo destruyesen a él. Sin la Luna, Sin no tenía ninguna posibilidad de devolverles el golpe.
No es que tuviese demasiada, incluso con la Luna, pero ese trocito era infinitamente mejor que ninguna esperanza en absoluto.
Sin apretó los dientes mientras imaginaba el Kerir en su mente. A medianoche de fin de año, mientras las personas se apresuraban a celebrarlo, los siete demonios Dimme que había creado Anu para vengar su destruido panteón, serían liberados. El único que podía luchar contra ellos era Sin y dado que ya no tenía sus poderes de dios, no había ni la más remota esperanza de devolverles el golpe.
Puede que los dioses, antiguos y nuevos, tuvieran misericordia de todos ellos.
─Maldita seas, Artemisa.─gruñó. La estúpida zorra. Por un acto de egoísmo, los había condenado a todos. Y ni siquiera le importaba. Ella pensaba que su propia divinidad podría protegerla de los demonios que vinieran.
Qué estúpida.
¿Por qué te molestas siquiera? La lucha lo único que haría sería prolongar su propia muerte. Pero no estaba en él quedarse simplemente a un lado y no hacer nada mientras gente inocente era asesinada. No hacer nada mientras la tierra era invadida y destruida. No había luchado con los demonios gallu por muchos siglos, sólo para simplemente cederles la tierra sin llevarse por delante tantos de ellos como pudiese.
Eran difíciles de matar, pero los Dimme…
Esos podrían destrozarle y reírse mientras lo hacían.  Suspirando, cerró el agua y alcanzó una toalla. Se detuvo cuando vio la última cicatriz en su mano. Malditos ellos por esto. A diferencia de los Daimons que el Dios griego Apolo había maldecido, que vivían robando almas humanas, los gallu podían convertir a los humanos en uno de ellos. El veneno en su mordida podía infectarle, incluso a él, y hacerle también un demonio. Esa era la razón por la que quemaba el veneno cada vez que invadía su cuerpo. El por qué tenía que asegurarse de decapitar a las criaturas y quemar sus cuerpos. Era la única manera de destruir completamente el veneno y evitar que se regeneraran.
Eran prolíficos criadores. Un mordisco, un intercambio de sangre... eso era todo lo que necesitaban. No tenían que matar humanos para convertirlos en demonios. Pero disfrutaban tanto asesinando que generalmente lo hacían sólo por la mierda y las risas. Una vez que era infectado, el humano difunto perdía rápidamente el control de su identidad para que el gallu pudiera dominar el cuerpo humano para hacer cualquier cosa que ellos quisieran. Los humanos se convertían entonces en esclavos de sangre sin inteligencia.
O peor.
Once mil años antes, habían sido designados guerreros aprobados por los Dioses Sumerios, los cuales fueron entrenados para luchar contra los gallu. Cuándo el número de esos guerreros decayó y se extinguieron por completo, Sin, su hija y su hermano, habían atrapado a los gallu para evitar que hicieran presa de la humanidad. Pero con el tiempo, y después de la muerte del panteón sumerio, los gallu habían empezado a preparar la manera de escapar de su prisión. Haciéndose también más listos y más organizados.
Ahora estaba intentando encontrar los artefactos que el hermano de Sin había ocultado para ayudar a despertar al Dimme, esperando que el Dimme los recompensara por su lealtad. Y probablemente lo haría.
Sí, en tres semanas, iba a apestar realmente si eras humano.
Sin se secó el pelo con la toalla. No tenía caso pensar en ello esta noche. Había encontrado la Tablilla del Destino. Mañana, buscaría la Luna. Hasta entonces necesitaba descansar algunas horas.
Completamente desnudo, se metió en la cama e intentó apartar la noche de su mente. Pero era inútil. Podía imaginarse a los gallu reuniendo sus fuerzas. Viéndolos convertir a los humanos en criaturas como ellos. No les llevaría mucho tiempo invadir todo el mundo. La madre convertiría al hijo, el hermano al hermano. Tenían un hambre de sangre que no conocía satisfacción. El arma definitiva, originalmente habían sido creados para combatir a los enemigos del panteón Sumerio.
Específicamente, habían sido creados para combatir contra los demonios Caronte, el padre de Sin había estado convencido de que un día los destruirían a todos. Lo que su panteón nunca había imaginado fue el día en que la Atlántida fue destruida y los Carontes con ella. Sin otros demonios para mantenerlos controlados, los gallu volvieron su atención y hambre sobre los humanos.
Asolaron ciudades enteras antes de que Sin, Zakar e Ishtar los hubiesen acorralado. Todavía podía ver los cuerpos de los humanos muertos levantándose como demonios sin inteligencia para luchar con ellos.
Pero más que eso, podía ver a sus propios hijos volviéndose contra él…
Sin gruñó mientras desterraba esos recuerdos. No hacían nada más que lacerarle más profundamente. Y ya había sido lacerado lo suficiente. El pasado se había ido. Tenía un futuro por el que luchar y necesitaba de toda su fuerza para ello. Cerrando los ojos, se obligó a no pensar en nada. En no sentir nada. No podía permitir que algo tan insignificante como la venganza o el odio lo agotaran. Tenía demasiado que hacer.


Kat vagó por las calles de Nueva York, tratando de encontrar una pista sobre Sin. Quizás ya no estuviese en la ciudad, pero puesto que había estado allí la noche anterior, era el lugar más que probable para buscarlo. La atravesó un cortante viento helado, mientras caminaba a través de la gente que estaba de vacaciones.
Honestamente, le encantaba visitar Nueva York en Navidad. Podía entender perfectamente que su padre necesitara estar en la ciudad en esta época del año. Cierto que hacía frío, pero había una calidez aquí cuando la gente se apresuraba por las calles, comprando, trabajando y viviendo.
Lo que más le gustaba era la decoración de los escaparates de las tiendas y los divertidos temas que escogían los decoradores. Eran exquisitos y hacían que la niña oculta en ella se sintiese frívola, especialmente cuando veía otros niños chillando de placer cuando los señalaban y corrían entonces al siguiente, empujando para pasar a los molestos adultos.
Kat nunca había sido tan despreocupada. Aún cuando había estado resguardada, su infancia nunca había sido inocente. Había visto cosas que un niño no debía ver y aunque intentaba no estar harta, era difícil no estarlo.
Pero esos niños que eran risueños y frívolos... los que no tenían la menor idea de cuán horrendo podía ser el mundo… eran los únicos por los que lucharía. Y esos niños eran el motivo de que tuviera que encontrar a Sin y detenerlo. No podía permitírsele que hiciera presa de ellos.
No después de lo que le había hecho anoche a esa pobre mujer. ¿Por qué profanaría un cuerpo humano? Todavía no podía entenderlo. La golpeó en un nivel tan crudo que no podía hacer nada excepto dolerse por la mujer y su familia quien jamás sabría lo que le había sucedido.
Estaba mal y era espantoso. Más que eso, era injusto.
Cuando Kat se detuvo para dejar que una niña pequeña cruzase por delante, un hombre enorme la empujó desde atrás. Kat le frunció el ceño cuando pasó ante ella, murmurando para si mismo. Le echó un vistazo a la niña y siseó igual que un gato. Entonces se quedó mirando a la niña especulativamente... igual que una bestia salvaje que contempla su próximo bocado.
Pero cuando se estiró por la niña, su madre la recuperó y la castigó por escapar.
El hombre posó una hambrienta mirada sobre la pareja que hizo que la sangre de Kat se helara. Eso no era normal. Más que eso, había un destello rojizo en sus ojos que no era humano.
Nunca había visto nada así.
Con una última mueca desdeñosa, pareció pensarse mejor lo de atacarles antes de continuar su camino.
Con curiosidad acerca de él y sus intenciones, Kat le siguió discretamente. Si no fuese por que la luz del día brillaba con tanta luminosidad, pensaría que era un Daimon tratando de encontrar un alma humana que robar para alargar su vida. Pero eso no era posible. A causa de la maldición de Apolo sobre su raza, ninguno de los Daimons podría salir mientras el sol estuviese brillando. Si lo hacían, estallaban en llamas.
¿Qué era él entonces?
Más concretamente, ¿A qué panteón pertenecía? Si no era humano y no era Daimon, algún Dios lo había creado. La pregunta era ¿Para qué propósito?
Kat se extendió con sus poderes, pero todo lo que pudo sentir fue su espíritu humano y su enfado cuando tropezó con él.
Quizá simplemente estaba loco...
Él se precipitó a un lado de la calle donde no había personas. Algo en ella la obligaba a ignorarlo y continuar su búsqueda de Sin.
Kat no lo hizo. No estaba en ella el dejar que tal cosa se marchara. Si estaba aquí para nada bueno, ella era una de las pocas personas que podría detenerlo. Nunca sería como su madre e ignoraría el dolor de las personas. No cuando podía detenerlo.
Así que en vez de seguir su camino, siguió al hombre por la vacía calle.
No había ido muy lejos antes de que se volviese hacia ella con un fiero gruñido.
Esta vez sus ojos eran de un llameante rojo que se arremolinaba alrededor de sus pupilas negras. Abrió la boca, mostrando una doble fila de colmillos antes de agarrarla por los hombros y lanzarla contra la pared.
Aturdida por su ataque y apariencia, se balanceó para golpearlo.
Él le agarró la mano, después asió su garganta y la lanzó contra la pared con tanta fuerza, que le resonó hasta la médula de los huesos. Si hubiese sido humana, la habría dejado inconsciente o muerta.
Como fuese, dolió una barbaridad y la molestó de veras.
─¿Qué eres?  ─preguntó ella.
No contestó cuando la recogió ─algo que no era pequeña proeza dado el hecho de que ella medía seis pies  y algo, y era de constitución sólida─ y la lanzó con tanta fuerza contra un coche aparcado que dobló el capo y soltó los goznes de este. El parabrisas se destrozó debajo de ella mientras la alarma del coche empezaba a gemir. Apenas podía respirar mientras notaba sangre en la boca. El dolor la perforó.
Intentó moverse, pero tenía el brazo roto y parecía estar atascada en el destrozado parabrisas. Sus ojos de un ardiente rojo, el hombre caminó hacia ella.
Justo cuando la alcanzó, vio que algo caía desde arriba del edificio en frente de ella. No era más que una mancha negra, que impactó tan fuerte contra el suelo, que resquebrajó el cemento.
Le llevó un segundo darse cuenta de lo que era y la dejó incluso más atónita que la criatura que la había atacado.
Era Sin, vestido todo de cuero negro. Acuclillado, se puso lentamente en pie, preparado para la batalla. Sus ojos estaban clavados en el hombre delante de ella.
─Gallu ─dijo él en un tono bajo y siniestro─.  Prueba a escoger alguien que pueda defenderse.
El hombre la dejó para atacarlo. Se giró hacia Sin quien levantó un brazo para parar el golpe en su antebrazo de plata antes de darle un asombroso golpe al mentón del hombre. El hombre se tambaleó hacia atrás. Sin lo golpeó con fuerza en el pecho, haciéndole retroceder otro paso.
Mientras el hombre se tambaleaba por los golpes, Sin echó hacia atrás su largo abrigo para enseñar una enorme daga. El hombre se abalanzó hacia él con la boca abierta, tratando de morderlo. Sin se dejó caer al suelo y barrió los pies de hombre desde abajo. El hombre golpeó fuertemente el cemento. Sin giró y dirigió el cuchillo profundamente entre los ojos de hombre.
El hombre gritó, retorciéndose sobre la acera mientras se agitaba y pataleaba.
─Oh cierra el jodido pico ─gruñó Sin antes de sacar el puñal y herir otra vez al hombre.
Kat se deslizó lejos del coche, sosteniendo su brazo roto y antes de que pudiera detenerlo, Sin decapitó al muerto y lo quemó allí mismo en la acera.
Ella reculó ante aquel horror. Estaban a plena luz del día y ni siquiera parecía importarle.
Cualquiera podría verlo.
Antes de que pudiera moverse, Sin estaba frente a ella, agarrándola.
─¿Te mordió?
Ni siquiera la miró a la cara antes de empezar a cachearla. Ella siseó cuando tocó su brazo roto, pero él no detuvo su inspección.
Cuando le agarró la camiseta para mirarle el estómago, le pegó para alejar su contacto.
─Quítame las manos de encima.
─¿Te ha mordido? ─gruñó él, haciendo hincapié con dureza en cada palabra.
Fue entonces cuando la miró a la cara y se congeló.
Un latido más tarde, aferró su garganta y empezó a estrangularla.

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