martes, 21 de febrero de 2012

DMC cap 14


Sin no podía respirar cuando las duras palabras de su hermano abrasaron sus oídos. Bajó la mirada hacia Kat encima de su cama, y aunque quizás estaba ardiendo con fiebre, no había signo de que se estuviera convirtiendo en un demonio.
─¿Qué quieres decir con que se está convirtiendo? No fue mordida.
Zakar la señaló con la mano.
─Créeme, conozco los síntomas. Se está convirtiendo en una de ellos.
Sin la sostuvo contra su pecho. Incluso aunque estaba inconsciente, sus ojos estaban entreabiertos. Su cuerpo estaba completamente flojo. Sus facciones eran más hermosas que nunca. Calmada. Serena.
No se estaba convirtiendo en un demonio. Se negó a creerlo. No había signos de que sus dientes cambiaran. De que se le deformaran las manos. Ella se veía como siempre. Su hermano estaba equivocado.
─Ella sólo está enferma.
Zakar se rió de él.
─¿Una diosa inmortal, enferma? ¿Has perdido el juicio?
─Yo me enfermo ─dijo defensivamente─. Es posible que ella también se enferme.
─¿Realmente lo crees?
No, pero quería hacerlo, desesperadamente. Honestamente no podía enfrentarse al pensamiento de que si ella se convirtiese en un demonio tendría que matarla. Sin apretó su abrazo sobre ella, temiendo que Zakar quizás tuviera razón.
─¿Qué puedo hacer?
─Mátala.
─¡Y una mierda!
No había piedad en los ojos de Zakar cuando miró a Sin.
─Sabes lo mismo que yo. No hay cura para esto. No hay camino de regreso. Una vez que la conversión empieza, es el final para la víctima. Todo lo que puedes hacer es liberarla de su miseria.
Aún así, se negó. El pensamiento de matar a Kat...
No podría soportarlo. En sólo poco tiempo había llegado a significar demasiado para él.
─Tú eres inmune al veneno del demonio.
─¿Lo soy?
Un helado escalofrío descendió por la columna de Sin.
─Zakar...
Zakar se rió.
─Fuiste un tonto por venir a por mí, Nana ─saltó a través de la cama hasta él. Evitando que Kat cayese del colchó, Sin lo agarró y se estrellaron contra la pared. Zakar parecía normal, a excepción del set de colmillos en la boca. Un temblor de rabia atravesó a Sin.
─¿Quién diablos eres tú?
─Soy tu hermano.
─No, no lo eres ─le pegó un puñetazo a Zakar en la mandíbula, enviándolo al suelo.
─¡Kytara! ─gritó Sin─Si puedes oírme, trae tu culo aquí ahora.
Cuando Zakar se levantó lentamente y se enjuagó la sangre de los labios chasqueó ante Sin.
─Cuan patéticamente débil te has vuelto que ahora tienes que llamar a una mujer como refuerzo.
Sin censuró a su hermano con una mueca.
─No es mi refuerzo. Es tu niñera ─alcanzó a Zakar con un rayo divino.
Y no le dejó levantarse.
Zakar intentó correr, pero no podía. Cada vez que intentaba ponerse de pie, la explosión lo lanzaba de nuevo al suelo. Con Zakar retorciéndose en un rincón, Sin lo mantuvo sujetó hasta que Kytara apareció en el cuarto.
Pareció realmente entusiasmada cuando lo vio friendo a su hermano.
─Buen chico. Mata al bastardo.
Pero Sin no lo mató. No podía hacerle eso a su propio hermano, solo podía sacarle la mierda a golpes, y eso sólo cuando Zakar se lo merecía.
Tan pronto como Zakar estuvo inconsciente, Sin dejó de golpearlo con los rayos. Se arrodilló junto a él, desplomado en el suelo, y comprobó dos veces su pulso.
Era fuerte y rápido contra las yemas de los dedos de Sin.
Satisfecho de que su hermano viviría, lo bajó colocándolo más cómodo en el suelo y lo cubrió con una manta. Sin levantó la mirada hacia Kytara, que estaba de pie junto a su cama.
─¿Qué sabes sobre las conversiones de los gallu?
Ella se encogió de hombros.
─No mucho realmente. Soy miembro de otro panteón, ¿recuerdas? ¿Por qué?
─Porque creo que Kat fue mordida por ellos.
La volvió sobre la cama. Estaba temblando con tanta fuerza que le castañeaban los dientes. Todavía no se había despertado ni le había respondido.
─Necesito que te quedes aquí mientras le consigo ayuda.
La cara de Kytara palideció cuando se dio cuenta de lo que pasaba con Kat.
─No hay ayuda para eso. Lo sabes.
El sacudió la cabeza. No había manera en el infierno en que fuera a permitir que Kat muriera.
No así.
O peor, matarla por ello. Tenía que haber algo que pudieran hacer.
Cualquier cosa, y estaba dispuesto a mover cielo y tierra para salvarla.
─Me niego a creer eso ─recogió a Kat de la cama y encaró a Kytara.
─Vigila a Zakar por mí. No lo pierdas de vista, y hagas lo que hagas, no lo mates.
Refunfuñó indignada.
─¿Estás de broma? No soy una niñera.
Él le dedicó la mirada más hostil que pudo reunir.
─No, no estoy bromeando. No quiero que mi hermano muera. Dijiste que él estaba fracturado. Si ese es el caso, entonces podremos arreglarlo. Pero primero tengo que salvar a Kat.
─Es imposible, Sin, y lo sabes. Estás loco y vas a perder el tiempo.
─Ya veremos ─se detuvo antes de marcharse─. Y Kytara, si mi hermano no respira cuando vuelva, los Oneroi serán la menor de tus preocupaciones.
Ella le dedicó un indignado bufido.
Ignorándola, Sin cerró los ojos y se destelló a él y a Kat al último lugar que necesitaba visitar...
Kalosis.
Y naturalmente se apareció justo en frente de un Caronte que le clavó la mirada como si fuera el filete del plato principal. Pero Sin no estaba de humor para tratar con ello e ignoró a la bestia.
─¡Apollymi! ─gritó mientras bajaba el estrecho pasillo sin idea alguna de donde encontrarla─. Te necesito.
Apareció delante de él con las manos en las caderas y su cara llameando de enfado.
Hasta que vio a Kat en sus brazos.
El semblante de Apollymi cambió instantáneamente a uno preocupación cuando se adelantó rápidamente para colocar su mano en la frente de Kat.
─¿Qué le sucedió?
Por alguna razón, esa sola pregunta viniendo de la abuela de Kat golpeó en un crudo nervio en él y todas las emociones reprimidas que había estado conteniendo se desbordaron. Se le encogió la garganta cuando el temor por Kat lo inundó.
Pero había más que eso. El pensamiento de su muerte…
Sin no había sido herido de esta manera en tanto tiempo que lo único que pudo hacer fue soltar el aliento. No podía perderla. No podía.
Tragando contra el nudo en la garganta, habló en un silencioso tono.
─Creo que fue mordida por un demonio de gallu y se está convirtiendo en uno de ellos. Yo necesito que la cures... por favor.
Las lágrimas llenaron ojos de Apollymi cuando se encontró con su mirada, y vio tal desesperanza allí que lo rasgó como el fuego.
─No puedo curar algo como esto.
La ira lo chamuscó.
─Te vi curarla cuando estaba herida. Puedes curar esto. Lo sé.
Ella sacudió la cabeza.
─Puedo curar heridas, pero esto... esto está en su sangre. Propagándose por ella. No puedo reparar eso. Está más allá de mí.
Él se sentía como si alguien le acabase de asestar un puñetazo. Movió a Kat en sus brazos de modo que pudiera presionar sus labios contra su ardiente sien. Cada risa que ella le había dado... cada caricia lo quemaba ahora.
El pensar en no oír nunca otra contestación cargada de sarcasmo...
Esto no podía acabar así. No podía perderla por algo tan estúpido como un mordisco que habían fracasado en cauterizar. Si no fuera por ayudarlo, ella jamás se habría metido en esto.
No, tenía que haber algo allí que pudiera hacer.
El fulminó a Apollymi mientras sentía sus propias lágrimas escociéndole los ojos.
─No dejaré que muera así, Apollymi. ¿Me oyes? Tiene que haber algo. Cualquier cosa. No me digas que fuera de dos panteones no tenemos una solución.
Ella pasó una mano amorosa a través del pálido pelo de Kat.
─Quizás su padre pueda hacer algo. Él entiende de demonios mucho más que yo.
Un escalofrío recorrió a Sin ante sus palabras ─la última dirección conocida de Ash era la cama de Artemisa.
─¿Qué?
Apollymi prendió su mirada en la de él.
─Tienes que llevarla al Olimpo. Apostolos es el único que conozco que tenga quizás una solución o curación para esto.
Personalmente, se habría sacado los ojos antes que poner otra vez un pie en el Olimpo. La última vez que se había aventurado allí, le costó todo lo que tenía, incluida su dignidad. Pero una mirada a la hermosa cara de Kat y el obvio dolor que estaba sufriendo y supo que estaba dispuesto a caminar por los fuegos del infierno para hacerla sentir mejor.
─¿En dónde está él en el Olimpo?
─En el Templo de Artemisa.
Por supuesto que lo estaba. ¿Dónde estaría Acheron cuando Sin más lo necesitaba? ¿Cuán injusto era esto? Pero su pasado no importaba en este momento. Sólo Kat lo hacía.
─De acuerdo─suspiró él─, pero no puedo ir allí por mi mismo. Artemisa me extrajo ese poder para evitar que la matara.
─Oh, sólo podemos esperar ─Apollymi lo tocó en el hombro─. Hazme orgullosa─susurró ella.
Entonces, en alto, llamó a su hijo.
─¿Apostolos?
La respuesta de Ash fue casi instantánea.
─¿Sí, Matera?
─Tengo a Sin aquí con Katra. Ella está enferma y te necesita, pero no puedo enviarlos allí sin tu ayuda.
Sin apenas tuvo tiempo de parpadear antes de que se encontrase en el balcón del templo de Artemisa.
Las enormes puertas a su izquierda se abrieron para mostrar Acheron en un par de pantalones negros de cuero y una larga y pesada formesta de seda atlante que ondeaba alrededor de sus botas mientras caminaba.
─¿Qué va mal?
Sin se encontró con él cruzando el balcón.
─La mordió un gallu.
La cara de Ash palideció.
─¿Dónde?
─No lo sé y realmente no estoy seguro. Fuimos a una caverna para liberar a mi hermano y aparecieron varios de ellos y nos atacaron. Es la única vez que creo que podría haber sucedido, pero ella no me dijo que la hubieran mordido ─bajó la mirada hacia ella, preguntándose por qué se lo habría ocultado─. Estaba bien hasta hace poco tiempo. Me dijo que le dolía la cabeza y entonces empezó a arder en fiebre. Pensé que estaba enferma hasta que Zakar me dijo que se estaba convirtiendo.
Acheron la tomó de sus brazos y la llevó adentro a un diván blanco donde la tendió. El corazón de Sin se hundió ante lo pálida que parecía. Sus ojos estaban completamente en blanco, pero al menos ya no le castañeaban los dientes.
Por otro parte, no estaba seguro de si eso era una cosa buena o mala.
─¿Katra? ─preguntó Ash, arrodillándose a su lado. Cuando no respondió, le colocó la mano en la mejilla.
Ella chilló en el instante en que Ash le tocó la cara, entonces intentó morderle.
Ash saltó hacia atrás, fuera de su alcance.
Sin maldijo al ver el par de colmillos. Realmente se estaba convirtiendo... la angustia se asentó en su interior ante la idea de perderla. Estaba teniendo náuseas y quería matar a Kessar por esto.
─Es demasiado tarde, ¿no es así?
Ash levantó la mirada ante el dolor que oyó en la voz de Sin. Y en ese mismo momento, se dio cuenta de la relación que tenían, haciendo que se encogiera interiormente. ¿Por qué habría venido Sin aquí y no estaba buscando a Artemisa para matarla? Podría haber dejado a Katra con Apollymi y haber vuelto a casa. En vez de eso, vino aquí con ella y ahora la miraba con temor en los ojos y agonía en la voz.
Solo había una conclusión a la que llegar.
Sin era el amante de Katra.
Ash quiso maldecir de rabia, pero era demasiado tarde para eso. Ellos ya habían estado juntos. Podía sentirlo. Además, él apenas conocía a su hija. ¿Quién era él para decirle que no debería haberse acostado con Sin? Ella era una mujer adulta.
Una que estaba en un profundo aprieto.
Y desgraciadamente, Ash no podía sacarla de esto sólo. Para curarla, necesitaba ayuda. Poniéndose en pie, clavó a Sin con una mirada fija. Ash tenía que saber la verdad de lo que existía entre ellos. La vida de Katra dependía de eso.
─¿Qué significa Katra para ti?
Una pared se elevó en el interior de Sin ante esa pregunta. Ash casi podía oírla cerrarse, pero no podía decir si era motivado por la sospecha, el temor o la culpa.
─¿Por qué me lo preguntas?
Ash apretó los dientes cuando volvió la mirada a su hija, la cual musitaba sobre el diván. Sólo había una manera de salvarla, y le rompía el corazón. Era la última cosa que él quería hacerle a alguien. Pero era la única forma de sacar el demonio fuera de ella.
─Tengo que vincularla a alguien.
Sin estaba confundido por la extraña conducta de Ash y por sus palabras. Ash era reticente acerca de ayudar a su hija, y Sin no podía entenderlo. Él habría echado abajo los cielos para proteger a la suya. ¿Por qué Ash estaba ahora tan disgustado?
─De acuerdo. ¿Cuál es el problema con eso?
Ash lo quemó con esa mirada de remolinos plateados que era capaz de ver directamente en su alma. Cuando Ash habló, su voz estaba cargada de emoción.
─Escúchame, Sin. Voy a tener que sacar al demonio de ella... drenando su sangre. Si algo sé sobre el demonio es que no la dejará ir hasta que yo haya tomado tanta sangre que morirá por ello. La única manera de salvarla será vincularla a otra persona utilizando su sangre. Cuándo haga eso, ella necesitará esa persona para el resto de su vida para alimentarse. Será un vampiro.
Sin vaciló. Quería cerciorarse que entendía exactamente lo que Ash estaba diciendo.
─Pero no un gallu.
─No. Ella será justo como es... a menos que pase mucho tiempo sin alimentarse. Entonces se volverá fría y se alimentará de cualquiera que sea capaz de sostenerla.
─¿Entonces qué esperas?
Todavía Ash vacilaba. Era obvio que no le gustaba la idea de vincularlos, y Sin no podía entenderlo hasta que Ash continuó.
─Los vínculos de sangre como éste son muy sexuales. Ella es mi hija. Por esa obvia razón, no quiero vincularla a mí... Eso nos deja ─él vaciló─ a ti.
¿Podría haber gruñido esa última palabra y decirlo con más desagrado? Pero Sin podía entender que había puesto una chincheta en la silla de Ash. Como padre se habría sentido de la misma manera.
─¿Me estás ofreciendo a tu hija?
Ash contrajo un músculo en la barbilla cuando apartó su mirada de la de Sin.
─Condené a mi mejor amigo a la muerte por tomar la inocencia de la única hija que he conocido jamás ─sus ojos se nublaron, miró a Katra, y el amor que tenía para su hija en realidad ahogaba a Sin y le daba un nuevo respeto por Ash.
Ash se aclaró la garganta antes de continuar.
─Siempre intento aprender de mis errores. No me gusta lo que has hecho, pero no voy a veros morir a ninguno de vosotros por ello. Pero antes de que te confíe su vida, tengo que saber cuánto significa ella para ti.
Sin extendió sus brazos igual que un suplicante cuando admitió para Ash lo que no había querido admitir para si mismo. Pero era la verdad.
─Estoy de pie ante ti en el templo de mi peor enemigo y ni siquiera estoy tratando de matar a Artemisa. ¿Qué creer que significa Katra para mí?
Ash inclinó la cabeza ante Sin.
─No es un típico intercambio de sangre lo que estoy haciendo. Una vez esté hecho, no habrá manera de deshacerlo. ¿Lo entiendes?
Sí, lo hacía.
─No importa lo que sea, Acheron, sálvala.
Ash pareció realmente aliviado, pero pasó tan rápido por su cara que Sin no estaba seguro si lo había visto o imaginado.
─Sujétale las piernas.
Sin fue a sus pies y le sujetó los tobillos mientras Ash tomaba sus manos en las de él. Entonces, en un abrir y cerrar de ojos, Ash cambió de forma. Ya no era humano, tenía la piel azul moteada y labios y cuernos negros. Sus ojos de un monstruoso rojo con remolinos amarillos. Y mientras Sin observaba, los incisivos de Ash crecieron a largos colmillos muy afilados. 
Sin se quedó boquiabierto, nunca había visto nada como esto.
─¿Qué eres?
Ash se rió con amargura.
─Soy muerte y pena.
Y entonces se inclinó sobre Kat y la mordió en el cuello.
Kat chilló y trató de luchar, pero Ash no se detuvo. Sin le sujetó los pies tan fuerte como pudo sin herirla mientras Ash retrocedía y escupía su sangre al suelo. Sólo que no golpeó el mármol. En vez de eso, escupió en lo que parecía ser un frasco invisible de alguna clase. Su sangre se arremolinó antes de juntarse en el fondo. Sin curvó sus labios cuando Ash repitió el gesto una y otra vez igual que alguien que extrae gasolina de un coche.
Y cuando Ash continuó escupiendo la sangre en el frasco, la sangre se coaguló. En poco tiempo, formaba un pequeño y enojado demonio. Intentó correr hacia Ash, pero no pudo. Parecía estar atascado en el fondo del frasco como un insecto sobre papel atrapa—moscas. Incluso aunque no tenía cabeza, logró gritar en un lenguaje que Sin nunca había oído antes mientras levantaba un puño golpeando contra un lado del frasco, queriendo liberarse.
Ash lo ignoró.
Sin enfocó su mirada en la piel azul moteada de la mano de Ash que mantenía las manos de Kat en su lugar. El largo pelo negro de Ash los cubría a ambos mientras sus ojos rojos resplandecían.
─Kat no se volverá azul igual que tú, ¿verdad?
Ash cortó a Sin con un severo resplandor de esos fantasmales ojos de fuego que hacían que sus ojos plateados resultaran atractivos en comparación.
─No tengo idea ─dijo antes de volver a succionar más sangre de ella.
Cuando Ash continuó drenándola Sin se encogió y esperó que esto no estuviese causándole dolor.
No podía soportar el pensamiento de que ella fuese herida por su culpa.
Una vez que el demonio estuvo completamente formado en el tarro, Ash liberó a Katra y se sentó sobre sus talones. Kat hacía mucho que había dejado de luchar contra ellos. Ahora estaba tendida tranquila contra los blancos cojines, serena e inmóvil.
Sin contuvo la respiración temeroso. Estaba tan pálida... su piel ya no parecía saludable. Mantenía un tono grisáceo, y sus labios parecían estar volviéndose azules.
Se estaba muriendo.
─¿Acheron?─odió la nota de pánico en su voz.
Ash agarró el brazo de Sin y tiró de él a través del cuerpo de Kat.
─Lo más probable es que te ataque. No le permitas tomar demasiada sangre o podría matarte.
─Suenas como si te fueras a algún sitio.
─Tengo que encargarme del espíritu del gallu.
Sin aspiró aire bruscamente cuando Acheron utilizó una larga garra negra para abrirle la muñeca. Silbó de dolor. Acheron llevó el brazo de Sin sobre los labios de Kat para permitir que la sangre goteara en su boca. Tan pronto como la primera gota tocó sus dientes, sus ojos se abrieron. Agarró frenéticamente la muñeca de Sin y la mantuvo en la boca para poder beber. Su aliento le quemó mientras su lengua le cosquilleaba la piel mientras procuraba conseguir tanta sangre como podía.
Sin mirarlos, Acheron recogió el frasco invisible con el demonio que seguía chillándoles, y desapareció. Sin estaba tan aliviado por la recuperación de Kat que todo lo que podía hacer era mirarla. Debería estar asqueado por lo que estaba haciendo ella, pero su gratitud era tanta que eso no lo perturbaba en absoluto. Si sangrar para ella la salvaba, entonces felizmente se abriría una vena en cualquier momento. Al menos ese fue su pensamiento hasta que ella liberó su muñeca y tiró de él contra ella. Él vio el hambre en sus ojos un instante antes de que hundiese los dientes en su cuello. El dolor fue breve antes de que un profundo placer erótico lo atravesara.
Y cuando lo hizo, un millón de imágenes empezaron a llenar su mente. Vio todo tipo de momentos del pasado de Kat. La vio como una niña, adolescente... como una mujer.
Le tomó un minuto darse cuenta que eran sus recuerdos.
De repente las imágenes se hicieron más lentas y pudo oír el sonido de los latidos mientras estas bailaban a través de su mente.
La vio en el jardín de su madre, riendo con otras doncellas. La vio en Grecia en el barco de una mujer llamada Geary mientras discutían sobre la Atlántida. Entonces los recuerdos cambiaron a un club en Minnesota donde Kat estaba bailando con una mujer rubia…
Era tan extraño estar en el interior de Kat de esa manera y esto le daba una perspectiva de lo que debería haber sido para ella cuando había visto sus sueños. Irreal y mareante, tuvo un difícil momento ordenando los recuerdos.
Acunando su cabeza en las manos mientras ella se alimentaba, la vio como una jovencita en un dormitorio blanco y azul claro, sentada en una mesa blanca, leyendo un pequeño rollo encuadernado en cuero.
─¡Katra!
Ella saltó ante el sonido de la frenética llamada de Artemisa.
─¿Ahora qué?─murmuró ella en voz baja.
─Katra, por favor. Necesito tu ayuda.
Katra se desvaneció de su habitación al dormitorio de Artemisa. Ella se detuvo en seco cuando vio…
Sin tumbado sobre la cama, medio desnudo.

Él se sobresaltó ante la imagen que lo golpeó a través de sus propios recuerdos y a través de los de ella, pero la curiosidad evitó que se desvaneciera. Quería saber que había sucedido esa noche.
Artemisa estaba aterrada cuando tiró de Kat al interior de su habitación, sus ojos estaban húmedos por las lágrimas.
─Debes ayudarme, Katra. Él… el irrumpió en mis aposentos e intentó secuestrarme.
Artemisa estaba cubierta de sangre, su vestido roto. Y por primera vez en siglos, Sin recordó el pasado que su mente había enterrado.
Recordó a Artemisa sonriéndole y tendiéndole un cáliz.
─Sí, es una lástima lo de Ningal. La vi más temprano esta noche durmiendo con mi hermano en su templo. Es una puta infiel, ¿no es así?
Sin se había negado a contestar. Su relación y la de Ningal no era algo de la incumbencia de Artemisa, y era algo que nunca fallaba en cortarle hasta el hueso.
─No quiero discutir esto, Artemisa.
Parte de él había sospechado que ella lo había mencionado esperando que matase a su esposa en un ataque de rabia y liberase a los Chtonians sobre él.
Pero Artemisa lo sorprendió con su razonamiento.
─Tengo una proposición para ti, Sin. Tú resuelves mi problema y yo resuelvo los tuyos.
─¿Y qué problema tengo?
Ella arrugó la nariz disgustada.
─No seas estúpido, Sin. Todo el mundo sabe que tu esposa te engaña con cualquiera que pueda arrastrar a su cama… esos niños que tú clamas tuyos no lo son. Que tu panteón te menosprecia incluso cuando creen que controlas la luna, el calendario, y su fertilidad. No puedo imaginarme cuan terrible debe sentirse el que se burle de ti todo el mundo, especialmente cuando tienes tanto poder.
Era mucho más complicado que eso. Tanto poder como él tenía, sabía que le sería negado en un instante por la Tabla del Destino. Sin poder, habría sido fácil de matar. Por no mencionar que se mantenía en el dique por lealtad a Zakar. Si Sin muriese, descubrirían pronto que Zakar estaba vivo y no perderían tiempo en matarle a él también.
Artemisa se había inclinado contra Sin y murmurado en su oído.
─¿Nunca has querido devolvérselo?
Más de lo que ella podía imaginar.
Sin embargo, sus manos estaban atadas y él lo sabía ─mejor ser infeliz a que su hermano estuviese muerto. Y cuando ese pensamiento atravesó a Sin, se dio cuenta de que no quería estar allí esa noche… con ella.
Todo aquello se sentía mal y necesitaba marcharse.
Sin había dejado el cáliz a un lado.
─He cometido un error viniendo aquí.
Artemisa tiró de él para detenerlo y le sonrió coquetamente de una manera que ningún dios había hecho en siglos.
─No, amor, no lo harás. Te quedarás aquí conmigo.
Ella había tirado de él hacia su habitación.
─Al igual que tú, estoy cansada de estar sola todo el tiempo─ella había alcanzado su mano y depositó un tierno beso sobre sus nudillos mientras sus ojos lo seducían─. Quédate conmigo, Sin, te haré el próximo rey reinante de los dioses.
─No necesito ser rey.
Ella lo había dejado para coger más vino.
─Por supuesto que no. Pero piensa en los otros doblegándose ante ti. Imagínalos haciendo todo lo que puedan para complacerte... ¿No sería fantástico?
Volviendo a su lado, sostuvo la copa en sus labios.
─Bebe, mi dulce. Es bueno para ti.
Sin lo había vaciado todo. Pero tan pronto terminó la habitación empezó a ondearse. Demasiado tarde, se dio cuenta que lo había drogado.
Había intentado caminar pero terminó cayendo sobre sus rodillas.
─¿Qué me has hecho?
Su cara se había endurecido.
─Quiero tus poderes, Sin. Los necesito.
─Puta mentirosa─había gruñido Sin, y se había lanzado sobre ella.
Ella lo había abofeteado con fuerza. Sin la había agarrado y tirado a la cama, con el propósito de matarla. Pero tan pronto como había envuelto las manos alrededor de su garganta se había desmayado.
Ahora se veía a si mismo sobre la cama a través de los ojos de Kat. La garganta de Artemisa estaba colorada por su ataque. Su vestido roto, pero él no lo había hecho.
Artemisa gesticuló hacia él.
─Tienes que extraerle sus poderes, Katra. Si no lo haces… ─ella había empezado a llorar─. Volverá y que Zeus tenga piedad de mi entonces. Me matará cuando despierte. Lo sé.
─Matisera, yo…
─¿Tú que?─preguntó enfadada─. ¿No me digas que no puedes proteger a tu propia madre de un ataque? Mírale, despatarrado en mi cama, durmiendo pacíficamente como si esto no fuese nada para él. ¡Mírame! Si no lo hubiese condenado, me habría violado y me habría robado mis poderes y me habría dejado tan débil como un bebé. ¿Quién crees que te protegerá entonces de los otros dioses? ─ella empezó a sollozar histéricamente.
Él podía sentir el dolor interior de Kat al ver a su madre herida, al oír sus lágrimas. Artemisa nunca lloraba, y esto rompía el corazón de Kat. Ella quería consolar a su madre.
─Por favor, Matisera, no llores.
─¿Cómo puedo no hacerlo? Mi propia hija no me quiere.
─Yo te quiero.
─¡Entonces pruébalo! ¡Dame sus poderes!
Él podía ver la indecisión en los ojos de Kat y sentirlo en su interior cuando caminó hacia la cama y le tocó el brazo. Al minuto de tocarle, su rencor y rabia la habían atravesado. Ella soltó su brazo inmediatamente.
─Él quiere que mueras.
─¡Te lo dije! Si todavía es un dios cuando despierte yo ya no estaré aquí para protegerte nunca más.
Kat estaba aterrada. Su madre lo significaba todo para ella. El pensamiento de perderla… ella no podía enfrentarse a eso.
─No dejaré que te lastime, Matisera. Lo prometo.
Avergonzada, Kat se estiró hacia él otra vez y entonces le tendió la mano a su madre.
Artemisa se unió a ella junto a la cama y tomó su mano en las suyas. Kat cubrió el centro de su pecho con la palma, entonces cerró los ojos.
Sin jadeó cuando sintió sus poderes viajando de su cuerpo, a través del de Kat a Artemisa. Y con cada latido de su corazón, él se volvía más débil mientras Artemisa se hacía más fuerte…
La rabia y la traición lo atravesaron cuando se dio cuenta de la verdad. Artemisa no le había robado sus poderes.
Había sido Kat.
Ella había sido la única que lo cubriera en la diktyon de modo que su madre pudiera deshacerse de su cuerpo…
Ni siquiera podía ir allí. Incluso después de todos esos siglos el dolor era demasiado crudo. La humillación demasiado severa. ¡Malditas ambas por ello!
Incapaz de respirar, abrió sus ojos y vio Kat todavía bebiendo de él. Maldijo antes de apartarla de un empujón. Kat estaba aturdida cuando levantó la mirada hacia Sin y vio la furia en su cara. Eso no importaba. La sed de sangre se estaba volviendo algo más. Todo su cuerpo estaba en llamas y le necesitaba. Era más de lo que podía soportar. Tenía que tenerlo.
¡Ahora!
Levantándose del diván, se abalanzó hacia él.
─No me toques ─gruñó, manteniéndola atrás.
Estaba desconcertada por su ira cuando lo envolvió con sus brazos, intentando atraerle contra sus labios.
─Te necesito, Sin.
Él se extrajo de su abrazo y puso dos pies entre ellos.
─Me traicionaste.
Ella se movió acercándose a él de modo que pudiera enterrar su cara contra su cuello e inhalar su esencia… y su sangre.
─Sin ─suspiró ella contra su piel mientras lamía el área que quería morder.
Él la apartó.
─Me atraicionaste. ¿Por qué no me dijiste que fuiste tú quien me quitó mis poderes?.
Ella intentó seguir sus palabras, pero era inútil. Podía oler la sangre… saborearla, y ese deseo lo consumía todo.
Sin intentó irse, entonces maldijo cuando se dio cuenta de que no tenía los poderes para dejar el Olimpo.
─Libérame, Katra. Ahora ─ella todavía lo perseguía.
La sujetó por los hombros para mantenerla alejada de él. Había confiado en ella en maneras en las que no había confiado en nadie en siglos. A su lado había bajado la guardia, ¿Y para qué? ¿Para descubrir que ella le había ocultado esto? ¿Que lo había engañado y había permitido que culpara a su madre de algo que Artemisa no había hecho?
Dios, ¿cuántas veces le había dicho Katra que ella no podía devolverle sus poderes cuando podía hacerlo? ¡Al infierno con ella!
Se sentía igual que un tonto.
─No quiero que me toques ahora mismo, ¿entiendes? Arruinaste toda mi vida y ni siquiera has tenido la decencia de decirme que fuiste tú cuando sabías que estaba culpando a Artemisa por ello.
─Lo siento.
─¿Lo siento? ─no podía creer que esa fuese su respuesta─ ¿Es todo lo que tienes que decir? Lo siento ni siquiera empieza a arreglar lo que has roto. Por culpa tuya, toda mi familia está muerta a excepción de mi hermano gemelo, el cual se ha pasado siglos a merced de los demonios que lo han torturado. Y ahora él es uno de ellos. Yo deposité mi fe en ti… vine a la casa de mi enemiga a salvarte la vida, ¿y para qué? ¿Para descubrir que estás en el mismo saco de mentirosos de mierda que los otros? ¿Qué la única persona que puse a mi espalda es la única persona que más daño me hizo en la vida? Te odio por lo que has hecho. Me hiciste creer en algo otra vez, y entonces, en el momento en que lo hice, me jodiste.
Kat se dejó ir cuando esas palabras cortaron la neblina en su mente.
─Yo nunca quise herirte.
─¿Qué? ¿Piensas que iba a despertarme impotente y agradecértelo? ¿Y qué hay de cuando viniste tras de mí en Nueva York para matarme? ¿Qué hay de eso? Me parece que todo lo que estabas intentando hacer era herirme ─la recorrió con una fría y dura mirada─. Felicidades, Kat. Acertaste con esto.
Ella se estiró hacia él, pero él se apartó.
─¡Acheron! ─gritó.
Ash apareció instantáneamente frente a él. Sin estaba agradecido de que pareciese otra vez un hombre y ya no fuera azul.
─Envíame de vuelta a mi penthouse.
Frunciendo el ceño, Ash paseó su mirada de uno a otro.
─Ella no ha terminado de alimentarse.
Sin lo fulminó con la mirada.
─Y realmente no me importa.
Ash se puso rígido.
─Eso no es lo que me dijiste.
─Si, bueno, he descubierto algunas nuevas cosas acerca de ella.
─¿Cómo cuales?
Sin disparó una ardiente mirada hacia Kat, quien permanecía allí de pie con lágrimas en los ojos. Unas pocas horas antes, esto también le habría importado. Pero ahora mismo, no la quería ver otra vez en lo que le quedaba de vida y si estaba herida… bien.
─Ella me robó mi divinidad y se la dio a su madre.
Ash giró rápidamente la cabeza hacia Kat, quien miraba el suelo frente a ella.
─¿Ella qué?
─Ya me oíste, y no tienes ni idea de cómo se siente ese tipo de traición.
Ash se rió amargamente.
─Hombre equivocado, Sin. Créeme, cuando se trata de traición, tú eres un neófito, y lo que ella te hizo no está registrado en mi escala de dolor ─caminó lentamente hacia Kat, quien prácticamente se encogió ante su aproximación─ ¿Eres una Shifon[1]?
Ella asintió.
─Yo pensé que iba a lastimarla. Solo estaba intentando proteger a mi madre ─Sin podía respetar el razonamiento, pero esto no cambiaba los hechos de que ella se los había robado─. Yo era inocente.
Ella levantó la mirada, sus ojos verdes nadando en sus lágrimas no derramadas.
─Ahora lo sé. ¿Cómo crees que me siento cuando te miro, sabiendo lo que yo te costé? ¿Crees que algo de esto es fácil para mí?
─Entonces devuélveme mis poderes.
Una simple lágrima se deslizó bajando por su mejilla, y a pesar de si mismo le dolía verla llorar.
¿Pero cuantas lágrimas le había causado ella a él? No, no debía dejar que su simpatía por ella negase su rabia en esto.
─¿No crees que te devolvería esos poderes si pudiera? Mi madre sabe como bloquearme. Los únicos poderes que podría darte son los míos.
Él arqueó una ceja con expectación ante esto.
─No ─dijo ella terminantemente─. Acheron, dile que no puedo hacerlo.
─Estoy bastante seguro de que te ha oído.
Sin sacudió su cabeza cuando su rabia continuó construyéndose.
─Quiero volver a casa, Ash. Es lo menos que puedes hacer.
Ash se debatió entre la lealtad a un amigo y a la hija que realmente no conocía. Pero al final, sabía que lo mejor que podía hacer era alejar a Sin de Katra por un tiempo. Ambos necesitaban calmarse.
Pero primero, Ash quiso recordarle a Sin de lo que estaba a punto de alejarse.
─Me dijiste que estabas dispuesto a hacer cualquier cosa para salvarla. Que su vida era la única cosa en el mundo que te importaba.
─Eso fue antes de que supiera que ella fue la única que me había traicionado. Esa el la única cosa que soy incapaz de perdonar.
El orgullo precede a la caída…
─Envíale a casa ─susurró Kat.
Confundido por su petición, Ash la miró.
─¿Estás segura?
Ella asintió.
─No lo quiero aquí.
Bueno, eso lo dejaba claro. Si ella quería que se fuera…
Antes de que Ash se acercara a Katra envió a Sin de regreso a su penthouse.
─No te alimentaste completamente.
─Viviré.
─Sí, pero cuanto más pases sin alimentarte, más amoral te volverás. Con el tiempo, serás igual que un gallu… o peor.
Ella levantó la mirada hacia él con esos ojos que eran tanto inocentes como completamente conocidos.
─¿Eso es por lo que tú toleras a Artemisa?
El asintió. No había necesidad de ocultarle ese hecho a Katra cuando era tan obvio.
Pero su relación con su madre no era lo importante ahora mismo.
─Sin te ama, Katra. Deberías haber visto la mirada en su cara cuando te trajo aquí. Estaba aterrado de perderte.
Ella se limpió las lágrimas de la cara.
─Eso realmente no me hace sentir mejor, ya que fui la única que lo arruinó.
Ash la atrajo contra él de modo que pudiera sostenerla y apaciguar parte del dolor que sentía por esto.
─Sabes, la cosa más increíble de los corazones es su enorme capacidad para perdonar. Te asombrarías de lo que pasan por alto las personas cuando quieren a alguien.
Ella envolvió los brazos alrededor de su cintura y metió la cabeza bajo su mentón.
─¿Tú perdonaste a Nick por dormir con Simi?
Ash ignoró el agudo dolor que evocaba esa pregunta. Seguía sin gustarle, pero dejó el asunto atrás.
─Lo hice.
─Pero él no te ha perdonado.
No. No estaba seguro de si Nick conseguiría hacerlo, jamás sobre la muerte de su madre. Pero honestamente, Ash no sabía si el culparle a él era peor que vivir con la culpa de su propia muerte. Dios ayudara al hombre si Nick llegaba a tomar esa responsabilidad sobre sus propios hombros. Eso lo mataría.
─Yo no puedo controlar los sentimientos de Nick.
Ella tragó antes de hablar. Su voz era poco más que un susurro.
─¿Y que hay de mamá? ¿La has perdonado por lo que te hizo?
Ash dejó escapar el aliento bruscamente ante eso. Esa pregunta lo golpeó con extrema dureza.
─Eso es un poco más complicado, Katra. No hablamos de un solo error para perdonar. Cada vez que pienso que hemos superado una traición, descubro que ha cometido otra... como ocultarte de mí.
Ella se echó atrás para mirarle.
─Pero tú la quieres, ¿no es verdad?
Ash no respondió. No podía.
─¿Papá?
Él le ofreció una sonrisa que no sentía.
─No puedo responder a una pregunta de la cual no sé la respuesta. No puedes odiar al extremo sin haber amado primero. Cuándo todo ese odio se echa a un lado, ¿Queda algo de amor? Honestamente no lo sé.
Le apartó el pelo de la cara y ahuecó sus mejillas en las manos. Quería darle el regalo que deseaba que alguien le hubiese dado a su madre. Katra necesitaba entender la encrucijada en la que estaba parada ahora mismo.
─Pero yo sé esto, Katra, la primera traición, incluso tan grave como fue, podría haber sido perdonada si tu madre sólo se hubiese disculpado y lo hubiese dicho. Si hubiese venido a mí y me prometiera que nunca me lastimaría otra vez, le hubiese entregado mi vida. En lugar de eso ella permitió que su orgullo se interpusiera en el camino. Estaba más enfocada en castigarme por la supuesta vergüenza que se había imaginado que sería, que en el futuro que podríamos haber tenido juntos. 
Kat frunció el ceño.
─¿Qué estás diciendo?
─Vi a Sin, Katra, cuando vino a mí, rogando por tu vida. Las personas no hacen eso cuando no les importas. No es demasiado tarde todavía. Él puede perdonarte esto.
─Pero su pasado...
─Es el único herido y es por eso que lo lacera profundamente. Pero a causa de ese dolor, te necesita incluso más.
Kat contuvo la respiración cuando su padre le dijo lo que necesitaba oír. Pero ella no estaba segura de poder creerlo.
─¿Estás seguro?
─Créeme, bebé. Todo el mundo quiere a alguien a quien poder sostener y amar. Alguien que estará allí para ayudarte a recoger los pedazos cuando todo se venga abajo. Sin no es diferente de los demás.
Las lágrimas aguijonearon sus ojos cuando se dio cuenta de que le estaba hablando desde la profundidad de su propio dolor. Estaba intentando ayudarla, para ahorrarle los siglos de agonía que él había conocido.
─Te quiero, papá.
Él tomó su mano en las suyas y depositó un tierno beso en su mejilla.
─Si tienes algún cariño por Sin, no lo dejes en la oscuridad. No es justo mostrarle a alguien el sol y luego exiliarlo de ello. Incluso el diablo puede llorar cuando mira alrededor en el infierno y se da cuenta de que está solo allí.
Ella asintió y apretó su mano.
─Te oí, Papá. Solo espero que Sin escuche.
Elevando una esquina de su boca.
─Si no lo hace, ya sabes donde Artemisa guarda sus redes.
Kat aspiró el aliento bruscamente.
─No creo que eso me acercara a él.
─No, pero lo mantendría en el lugar.
Riendo, le soltó y retrocedió.
─Voy a intentarlo.
─No, pequeña. Intentarlo es de tontos ─su mirada se prendió en la suya─. Harás que suceda.
Ella sonrió ante su confianza y sabiduría.
─Deséame suerte.
─Mejor aún. Te deseo felicidad.
El amor por él la calentó cuando asintió y destelló directamente del Olimpo de vuelta al penthouse de Sin.
En el minuto en que apareció, algo la golpeó. Kat jadeó cuando golpeó el suelo. Se movió, intentando sacarse ese peso de encima. Fue entonces cuando se dio cuenta de lo que era el peso.
Era Sin, y estaba sangrando abundantemente.


[1] Como un cable conductor de energìa.

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