martes, 21 de febrero de 2012

DMC cap 13

Sin se proyectó fuera de la ducha y se vistió antes de abrir la puerta para encontrarse con Kish en el vestíbulo.
─¿Qué?
─Abajo, jefe, ahora. Gallu comiendo gente.
No estaba en Sin el seguir las órdenes de nadie, pero por una vez no lo cuestionó. Hizo justamente lo que Kish le dijo yendo escaleras abajo.
Tan pronto como estuvo en el casino, fue fácil encontrar al gallu. Si bien el gallu parecía humano, su verdadera forma demoníaca se reflejaba en los espejos que los rodeaban. El caos reinaba por todas partes. La gente estaba gritando y corría hacia las puertas. Los taburetes estaban volcados y los empleados humanos se unían a los clientes mientras los Daimons y los Apollitas trataban de proteger a los que huían.
Y por eso los empleaba en su casino. A diferencia de la ayuda humana, ellos podían permanecer calmados en una crisis y ayudar en el caso de que algo “antinatural” pasara. Tenía que dar crédito a los Apollitas y a los Daimons. Rara vez se aterrorizaban.
Sin se apartó de las puertas hacia la esquina más lejana.
Apareció Damien y sus guardias tenían al gallu atrapado contra una de las ruleta… aunque “atrapado” podría ser más optimista que verdadero. Sin alcanzó al demonio justo cuando agarró a uno de los guardias y lo mordió. Por suerte era un Daimon y no un humano… al menos ese fue lo que pensó hasta que el Daimon se convirtió inmediatamente en un gallu.
Mierda. Su metabolismo aceleró el cambio. Mientras que a un humano le tomaba un día completo la conversión. Los Daimons se convertían prácticamente al instante.
Oh, las cosas que aprendías cuando llevabas un casino…
Ahora tenían dos gallu para pelear.
Damien se sacó la chaqueta. ─Protéjanse la cabeza para que no les puedan morder, y denles una buena paliza.
─¡Jódete! ─gritó uno de los Daimon antes de correr hacia la puerta.
Eso de no aterrorizarse…
Damien curvó los labios por la huida del cobarde.
─Bravo, corre a casa con Mamá, niñita, y no vuelvas─. Hizo una pausa mientras miraba a Sin.
Sin no habló. Siguió caminando hacia sus blancos. Mantuvo los brazos a un lado mientras mostraba las armas en los bíceps y caderas.
El gallu Daimon fue el primero en abalanzarse sobre él. Sin se lazó encima, a su espalda, y lo retuvo en el lugar con la rodilla. Sacó un cuchillo del cinturón y lo hundió entre los ojos del Daimon y luego le enterró un segundo cuchillo en el corazón, sólo para asegurarse.
El Daimon no estalló en pedazos, lo cual le hizo saber a Sin que cuando un Daimon se transformaba en un gallu, era una gran metedura de pata.
Pero Sin se ocuparía de eso más tarde. Los cuchillos lo mantendrían muerto hasta que lo incineraran. Ahora mismo, Sin tenía a un gallu para eliminar.
─Ven con Papá, ─dijo Sin, levantándose lentamente.
El demonio lo hizo, pero era más inteligente que el Daimon gallu. No se abalanzó hacia Sin, se aproximó lentamente. Y cuando el demonio estuvo al alcance, le dio un puñetazo. Sin dio el golpe y asestó un puñetazo directo en el plexo solar del demonio. Ni se inmutó. El demonio se movió hacia Sin para morderle, pero dio un paso a la derecha, fuera de su alcance.
─¿Quién te enseñó a pelear? ¿Tu hermana? ─Sin golpeó la espalda del demonio.
Girando, el demonio lo sorprendió con un sólido puñetazo tan fuerte que lo levantó del suelo. Impactando de espaldas al piso.
Sin se incorporó rápidamente sobre sus pies, preparado para la batalla. Pero antes de que pudiera moverse, una púa de acero apareció entre los ojos del demonio.
Se liberó con un movimiento brusco mientras el demonio se deslizaba al suelo mostrándoselo a Deimos.
─Pequeños bastardos asquerosos que tu familia creó. Ahora es tiempo de acabar la pelea que empezamos antes.
─Lo estaba esperando.
Deimos osciló hacia él. Sin lo bloqueó y el siguiente ataque vino tan rápido que casi no tuvo tiempo de rebatirlo. Sacudió hacia atrás la cabeza antes que Deimos pudiera golpearle. El puño pasó muy cerca, Sin pudo sentir el aire caliente rozándole la mejilla. Le dirigió un golpe a la barbilla de Deimos, pero el Dolophonos apartó la cabeza a un lado. Sin falló por escasos milímetros.
A pesar de eso, Sin sonrió. Había pasado mucho tiempo desde que se enfrentara a alguien a quien considerara un igual.

Kat se presentó de improvisto justo cuando Sin descargó un asombroso golpe en el pecho de Deimos. El Dolophonos se tambaleó hacia atrás.
Deteniéndose al lado de Damien. 
─¿Qué me he perdido?
─No mucho, ─dijo fríamente─. El Daimon asesino fue comido por un gallu. Sin mató al Daimon gallu allí en el suelo. Entonces los chiflados—impasibles se presentaron de improvisto, matando al gallu, y atacaron a Sin. ─La miró con recelo─. ¿Quieres apostar por el ganador?
Quedó consternada por la sugerencia.
─ ¡Damien!
─¿Qué? ─preguntó, su cara una máscara de confusa inocencia─. Dirijo un casino. El juego es mi vida. Si fuera inteligente, empezaría a correr las apuestas ahora. Confía en mí, Sin no sólo lo apreciaría, lo aprobaría.
Lo triste era, que Damien seguramente tenía razón sobre eso.
─Eres un inmoral.
─No. Soy un Daimon. Los principios no forman parte de nosotros.
Kat hizo un sonido fingido de disgusto antes de volver su atención hacia el hombre con el que estaban peleando. Tenía que darle crédito a Sin, ileso, estaba más que aguantando contra Deimos. Sinceramente no podía decir quien ganaría.
Al menos no hasta que Sin pateó por atrás a Deimos tan fuerte, que Deimos fue volando hacia uno de los espejos, haciéndolo añicos. Se encogió con empático dolor cuando Deimos golpeó el suelo.
Deimos hizo una pausa cuando vio a Kat. Una siniestra sonrisa curvaba sus labios mientras iba hacia ella.
Kat se preparó para el ataque.
Pero él nunca la alcanzó.
Su cara cubierta con la furia del infierno, Sin fue por Deimos y desenrolló una cuerda de púas de la muñeca. Justo cuando Kat se movía para golpearle, Sin envolvió la cuerda alrededor de la garganta de Deimos y tiró hacia ella.
─Ese fue tu error mortal, ─Sin gruñó en la oreja de Deimos mientras tensaba su agarre.
Los ojos de Deimos sobresalieron mientras trataba desesperadamente de arrancar la cuerda de su garganta. Pero Sin no le dio cuartel.
─No lo mates, ─dijo ella.
Sin la miró con el ceño fruncido.
─¿Estás loca? No se detendrá de otra manera.
Quizás,  pero Deimos era de la familia, psicópata, pero lo era,  y ella no quería verlo  muerto.
─Deimos, jura que nos dejarás en paz.
─Nunca.
Los bíceps de Sin se hincharon cuando tensó la cuerda un poco más. Deimos estaba muerto. Lo sabía y eso le rompió el corazón.
De repente la voz de una mujer resonó por la puerta abierta.
─¡Damien! Un gallu se lleva arrastrando a una joven en la calle. Su madre pide ayuda a gritos.
La cara de Sin se volvió blanca cuando oyó esas palabras. Kat vio la indecisión en sus ojos. Descendió la mirada hacia Deimos, maldiciendo, luego dejó la cuerda y corrió hacia la puerta.
Deimos cayó hacia delante, sobre las manos y las rodillas, tosiendo y con arcadas mientras desenrollaba la cuerda de su cuello.
Kat se encogió cuando vio la sangre dónde la cuerda había herido la piel. Sin duda Deimos llevaría esta cicatriz por el resto de la eternidad. Negando con la cabeza piadosamente, corrió tras Sin, el cual estaba ahora en la calle, persiguiendo al gallu.
El demonio corrió hacia una calle lateral, arrastrando a la joven tras él.
De repente, el demonio se detuvo como si hubiera chocado contra algo invisible. Sin arrancó a la mujer de los brazos del demonio y le pateó por detrás. Le pasó la mujer a Kat, luego se volvió a pelear con el demonio mientras la mujer se colapsaba contra ella.
Justo cuando el demonio alcanzó a Sin, estalló en llamas.
Kat jadeó.
Deimos salió de las sombras.
─Hay bastardos asquerosos, ¿no?
Sin se tensó, esperando el ataque de Deimos. Honestamente, se estaba poniendo enfermo con eso. Pero para su completa consternación, los Dolophonos pasaron la mirada sobre él hacia la mujer la cual estaba sollozando histérica contra Kat.
─¿Está bien? ─preguntó Deimos.
─Conmocionada, pero no parece tener ningún daño. Creo que Sin llegó a tiempo.
Deimos dio un paso alrededor de Sin y colocó su mano en la cabeza de la mujer. Cayó hacia atrás, inconsciente. La agarró contra él, luego suavemente la tendió en la acera mientras su madre venía corriendo hacia ellos.
─¿Crystal?
─Está bien, ─dijo Deimos quedamente. Miró hacia Sin─. Él la salvó.
Lagrimas de gratitud fluyeron en la cara de la madre cuando miró hacia Sin.
─Gracias. Gracias a ambos. No se lo que le habría hecho si ustedes no nos hubieran ayudado.
Deimos asintió, luego le colocó las manos sobre la cabeza para borrar los recuerdos de ellos. Como si su hija, se hubiera desmayado, y Deimos la hubiera colocado cuidadosamente sobre el suelo.
Mirándolos por encima del hombro.
 ─Tenemos exactamente un minuto antes de que vuelvan en sí. Van a creer que fue un asaltante quien las dejó allí y huyó.
Sin lo miró suspicazmente.
─¿No vamos a terminar nuestra pelea?
Deimos negó con la cabeza.
─Contrariamente a la opinión pública, ni los Erinyes ni los Dolophoni son los perros falderos del panteón Griego. No sigo órdenes a menos que vea una razón en ello. Estaba dispuesto a matarte únicamente porque profanaste restos humanos y eso no parecía racional. Ahora estoy dispuesto a perdonarte porque escogiste la protección de un humano inocente sobre la propia… ─Miró hacia Kat antes de hablar otra vez─. Y sobre la de alguien que te importa. En mi opinión, eso te hace merecer el perdón.
Sin estaba todavía aturdido por el giro inesperado. No parecía lógico.
─¿Así es que te retiras?
Deimos se burló.
─ “Retirarse” implicaría una caballerosidad de la que carezco. Sólo digo, que afortunadamente para ti, no encontré lo que necesitaba. Los Dolophoni sólo matan por una razón, y esa razón tiene que ser justificada ante Themis o somos ajusticiados. ─Se secó la sangre del cuello que le había dejado la cuerda que Sin había usado para estrangularle─. Matarte no vale mi vida. Pero todavía tienes un enemigo que quiere tu muerte. Mira a tu espalda.
Kat le sonrió.
─Gracias, Demonio.
─No me lo agradezcas, Katra. No hice ningún favor aquí. Sólo mi trabajo. ─Se desvaneció en la oscuridad.
Sin le echó una mirada condescendiente mientras la madre y la hija empezaban a despertarse.
Kat se llevó la mano a los labios para silenciarlo antes de proyectarse de regreso al casino dónde habían dejado los cuerpos de los gallu.
Damien estaba allí con una mirada interrogativa.
─Todavía estáis vivos. Bien. ¿Por casualidad queréis ayudarme a limpiar este desorden?
Sin le echó una mirada irónica.
─Para eso te pago los grandes, Damien.
─Así lo pensaba, jefe. Sólo me aseguraba. ─La sonrisa de Damien se desvaneció cuando les dio la espalda y empezó a farfullar en voz baja.
Kat tenía el presentimiento que no eran elogios para Sin.
─No puedo creer que Deimos no te persiga. Tengo que decir que hallé un nuevo respeto por él. En realidad, sinceramente pensé que estabas acabado cuando apareció.
─Tal y como lo recuerdo, él fue el único a punto de morir. Quizás le ahuyenté.
Ella se rió.
─Será eso. Seriamente, sin embargo, no se asusta tan fácilmente y no me sorprendería que te hubiera permitido inmovilizarlo para comprobar qué harías. No es su estilo dar por finalizada una cacería.
─¿Entonces crees que mintió?
─No, ─contestó honestamente─. Es el hijo de Alecto. Ella es la Erinys a cargo de la ira incesante, y la furia de su madre, perdón por el juego de palabras, corre espesa por sus venas. Pero además de eso, las Furias también son llamadas las Eumenides… las más amables. Son vengativas pero justas. Como dijo Deimos, creo que se lo demostraste.
─Bien, ─suspiró─. Una soga menos en mi cuello. ¿Cuántas quedan?
Pensó durante un minuto.
─Contando a tu hermano... un par de docenas. Al menos.
La miró poco divertido.
─Gracias por el recordatorio. ─Pero aunque su respuesta fue sarcástica, todavía tenía el presentimiento que no estaba tan irritado como pretendía.
─Lo siento.
Se frotó lo ojos como si estuviera exhausto. Al menos durante un par de segundos. Luego de repente hizo una pausa.
─ ¿Dónde están los demonios?
─Creo que los mataste a todos.
─No los míos. Los tuyos. Los Carontes. ¿A dónde han desaparecido?
Oh, esa era una buena pregunta. En medio del caos, se había olvidado de ellas.
 ─Espero que no estén comiéndose a alguien.
Aterrados, ambos se proyectaron hacia la habitación donde Simi y Xirena estaban. Les tomó un segundo a los ojos de Kat ajustarse a la oscuridad.
Cuando lo hicieron, Kat tuvo que reprimir una risa cuando vio a las dos tumbadas durmiendo, parecían las víctimas espontáneas de un accidente. Las piernas de Simi se apoyaban en la pared y el cuerpo retorcido mientras la cabeza y un brazo caían sobre un lado de la cama, hacia el suelo. Xirena estaba boca abajo con la parte superior de la cabeza en el suelo mientras su cuerpo estaba extendido diagonalmente a través de la cama. Sus alas la cubrían como una manta.
Con el ceño fruncido, Sin inclinó la cabeza como si tratara de encuadrar sus retorcidas posiciones.
─ ¿Cómo pueden dormir así cabeza abajo? ¿No va toda la sangre a la cabeza y puede dañarlas?
─No tengo ni idea, ─susurró, empujándolo hacía la puerta─. Pero déjalas dormir.
Pasó a través de la puerta, literalmente, sin abrirla y la empujó tras él. Un escalofrío la atravesó por sus acciones.
─Eso fue espeluznante.
─Sip, pero tienes que admitir que es en cierto modo divertido. Solía hacerlo en Halloween para asustar a los niños.
Kat rió por la malvada mirada en su hermosa cara. ─Eres horrible.
─Nunca pretendí ser otra cosa. ─Abrió la puerta del ático y le cedió el paso.
Podía sentir su cansancio y la preocupación por su hermano mientras Sin se reunía con ella y cerraba la puerta tras ellos.
─Aparecerá.
─¿Sip, pero cómo?
─Tengo realmente un mal presentimiento sobre esto, Katra. ¿Cometí un error dejándolo en libertad?
Alcanzó a acariciar la cara de él en la suya para poder apaciguar una parte de la culpabilidad que sentía.
─Oh, Sin, tienes mejor criterio. No podías de ninguna manera dejarlo allí, como así.
Esos hermosos ojos dorados estaban atormentados.
 ─Lo sé. Pero...
─No pienses en eso, ─susurró, dándole un ligero beso en la mejilla barbuda.
Sin inclinó la cabeza cuando se retiró. Todavía se sentía mal. Un sentimiento que no ayudó cuando vio que Kat se ponía la mano en la cabeza como si tuviera un punzante dolor tras su ojo izquierdo.
─¿Te encuentras bien?
─Mmm, de golpe me duele realmente la cabeza.
─¿Quieres una aspirina?
Con sólo el ojo derecho abierto, le echó una atractiva sonrisa.
─Ojalá funcionara. No. Creo que sólo necesito tumbarme un segundo.
Preguntándose que podría estar mal, la llevó a su habitación y la ayudó a acostarse.
─¿Estás mejor?
─No. Realmente me siento mal.
Agarró el cubo de plástico del suelo y lo sostuvo en alto para ella.
Kat gimió cuando lo vio.
─No hay nada tan romántico como un hombre sujetando un cubo, esperándote que arrojes en él.
─No te ofendas, si empiezas a vomitar van a necesitarme inmediatamente abajo en el casino… Te lo garantizo.
Lo miró enfurecida con el único ojo abierto.
─Eso no es muy romántico.
Se burló de su tono molesto.
─¿Perdón? ¿Me he perdido algo? ¿Qué hay de romántico en el vómito?
─Un hombre de pie a tu lado mientras estás enferma. Apartándote el pelo de la cara… eso es romántico.
─¿En qué universo alternativo vives? Aquí en este lugar al que me gusta llamar realidad, eso es asqueroso. ¿Quién en su sano juicio encontraría eso romántico?
Se las arregló para abrir ambos ojos para clavarle con algo menos que un gruñido halagador. ─¿Entonces qué… me dejarás aquí sola estando enferma?
─No he dicho eso, ─dijo, tratando de defenderse─. Tengo a Damien para que te cuide.
Frunció el labio y lo empujó lejos.
─Vete. Fuera de aquí.
Sin no se movió de la cama.
─Puedo quedarme. No vomitas por el momento.
Tuvo arcadas secas y él avanzó con indecisión hacia la puerta.
─¿Sólo te estás burlando de mí, no? No es real.
Se reclinó en la cama y cerró los ojos otra vez.
─No puedo creer lo infantil que eres.
─¿Yo? ¿Te gustaría estar sobre mí si estuviera vomitando? Dame un respiro.
─Podría.
No lo creyó ni por un instante.
─Sip, ajá. Déjame ir a emborracharme y poner a prueba esta teoría.
Le lanzó una almohada al estómago.
─Eres horrible.
─Soy honesto. Confía en mí, nadie viene a visitar a nadie cuando están enfermos.
─De todas formas eso no importa. Eres un Dark—Hunter. No puedes estar enfermo ni borracho.
Eso no era completamente cierto, y había tenido resacas para probarlo.
─Soy un ex dios al que tu padre dio trabajo. Puedo y las he tenido muchas veces.
Kat abrió los ojos otra vez frunciéndole el ceño.
─¿Has estado enfermo?
─Sí. Aparentemente, perdí cualquier inmunidad contra el resfriado común y la gripe cuando tu madre succionó mis poderes.
─¿Y Damien o Kish no te socorrerán?
─Me traerán comida. Eso es todo.
Su corazón se condolió por él.
─Lo siento, Sin. Nadie debería estar enfermo y solo.
─Sip, bien, nos las arreglaremos, ¿no?
Kat se lo suponía. Pero le parecía terriblemente duro y una ola de culpabilidad la atravesó. Nadie debería sufrir sin tener a alguien que lo cuidara. Le rompió el corazón el pensar en Sin en esa cama sin nadie que le trajera comida y comprobara su temperatura.
Trató de alcanzarlo pero de repente la habitación entera daba vueltas y empezó a caerse de la cama.
Sin la agarró contra él y maldijo mientras sentía salírsele el corazón del cuerpo. Estaba ardiendo.
─¿Kat?
No le contestó. En su lugar, hizo un extraño ruido de balbuceo.
─¿Kat? ¿Estás bien? ¡Háblame!
─No puede.
Buscó hasta ver a Zakar en la puerta.
─¿Dónde demonios has estado?
─Fuera, ─dijo con una nota hostil en su voz.
─¿Fuera dónde?
Se encogió de hombros despreocupadamente.
─Tienes cosas más importantes de las que preocuparte que mi anterior paradero.
─¿Tales cómo?
Zakar señaló con la barbilla hacia Kat.
─Tu novia ha debido ser mordida por uno de los gallu. Lo que está haciendo que ahora se convierta en uno de ellos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario