Kat suspiró con satisfacción cuando el cuerpo de Sin se relajó detrás del suyo, permitiéndole saber que finalmente se había dormido. Estaba realmente sorprendida por haber ganado la discusión sobre que se durmiera y no se pusiera juguetón con ella.
Pero aunque quería estar con él, Kat todavía necesitaba algo de espacio. Su relación iba demasiado rápida para ella. Lo acababa de conocer, literalmente, y aunque ya habían compartido mucho, todavía necesitaba tiempo para respirar. Para pensar. Para ajustarse.
Así que le había hecho un puchero juguetón, después la había rodeado con sus brazos y se había puesto cómodo para dormir. De alguna manera, esto era más íntimo que tener sexo con él. Por lo menos, conllevaba más confianza, ya que requería que cerrase los ojos y se relajara alrededor de ella. Kat podía hacerle cualquier cosa en ese momento, y él estaría indefenso para detenerla.
Podría raparle la cabeza, pintarle las uñas de rosa… ponerle maquillaje en la cara.
Mordiéndose el labio, tuvo que reprimir una risa al pensar en él de forma tan cursi.
─¿Qué estás haciendo? ─su profunda voz era un sonido soñoliento.
─Pensé que estabas dormido.
─Lo estaba hasta que tu cadera me tocó la entrepierna ─sus penetrantes ojos dorados se abrieron para mirarla fijamente─. Es bastante difícil quedarse dormido con tu aroma tan cerca y con tu cuerpo frotándose contra el mío ─se dio la vuelta, quedándose de espaldas─. En realidad es cruel.
─Lo siento, ─ella se movió para acurrucarse contra su costado. Apoyó la cabeza en su pecho y simplemente aspiró la masculina fragancia de su cuerpo. Miró su mano, que era increíblemente pálida encima de su oscura piel. Besándolo justo por encima del pezón, cerró los ojos.
El cuerpo de Sin se sacudió ante la dulzura de sus acciones. Todavía no podía creer que estuviese compartiendo su cama con ella y que no estuvieran haciendo nada más que dormir.
Somos adultos, vivirás. Sus simples palabras resonaron ahora por su mente. Y no estaba tan seguro de que sobreviviría a esto.
Y aún así, al mismo tiempo, era maravilloso sentirla acostada contra él. Pasó la mano por su pálido cabello. No sabía la razón, pero siempre se había sentido fascinado por el cabello rubio. El de ella era como oro tejido que susurraba contra su piel. Lo extendió como un abanico sobre sus hombros y sonrió al ver su pijama rosa de franela.
Pijamas… en su cama. ¿No se acabarían nunca las humillaciones? Lo mínimo que podía haber hecho era llevar un salto de cama.
Esos no son cómodos. Se te meten en las partes privadas mientras duermes.
¿Pero a quién le importaba? A ti sí y no habrías sido capaz de evitar ponerle las manos encima en ese caso.
Sí, ella lo había calado en eso.
Sin suspiró mientras le tiraba de la manga de franela. En persona, quería retroceder en el tiempo, encontrar al que creó los pijamas para dormir, y darle una tremenda paliza. Seguramente no era el único hombre que se había sentido así.
Por supuesto, no habría sido tan malo si Kat no pudiera conjurar sus propias ropas. Entonces habría insistido en que durmiese desnuda o al menos con una de sus camisetas.
La franela era un asco.
Duerme Sin…
Eso era más fácil de decir que hacer. Sinceramente, esto parecía totalmente un tipo nuevo de tortura. Su cuerpo estaba candente y dolorido, y sin alivio a la vista. No era de extrañar que algunos hombres rogaran por la castración.
Podía ver a Anu, con aspecto orgulloso cuando nacieron los primeros gallu, no del cuerpo de una mujer, sino de huevos, para que pudiesen sobrevivir y nacer incluso si la madre era asesinada.
Después del sexo, una hembra podía poner dos docenas de huevos fertilizados. Huevos que sobrevivirían al calor o al frío. Eran prácticamente indestructibles.
Anu estaba de pie sobre un precipicio, muy por encima del nido, cuando las primeras crías empezaron a resquebrajar sus cáscaras.
─Míralos, Sin. Ésta es el arma definitiva. Que cualquier panteón intente derrotarnos ahora.
─Son preciosos ─había dicho Anatum, con una hermosa sonrisa radiante en su cara patricia. No sólo era la mujer de Anu, sino la diosa de la creación. Alta y elegante, había sido una visión de pie al lado de su marido.
También había sido la primera víctima de los gallu. En cuanto se vieron libres de sus huevos, se habían lanzado con rapidez a las paredes de la caverna hacia ellos.
Sin había matado a dos mientras seis atacaban a Anatum. La habían liberado, pero no antes de que fuera mordida. Al principio, no habían pensado en eso. En ese momento, nadie sabía que las mordeduras de gallu podían crear otros de su especie.
Debido a que los demonios eran jóvenes y su veneno débil, Anatum no se había convertido inmediatamente. Simplemente había estado enferma. No fue hasta que llegó la noche cuando descubrieron el verdadero horror de lo que había sido creado.
Anatum había ido tras Anu mientras dormía. Apenas había sido capaz de evitar que lo mordiera y lo convirtiera. Tras una breve lucha, la había confinado a una jaula.
Aunque eran dioses, no había manera de salvarla. Y debido a sus poderes de diosa, era incluso más peligrosa que los otros.
Sin otra opción, Sin había llevado a su hija Ishtar, y habían destruido a Anatum y permitido que Ishtar absorbiese sus poderes y la reemplazara en el panteón. Anu había estado enfermo por ello. Enfermo con la culpa de lo que había liberado.
Al menos hasta que Enlil había aparecido.
Debido a sus poderes sobre los demonios, Enlil había sido capaz de debilitar lo suficiente a los demonios para que pudieran ganar control sobre ellos.
Sin les había suplicado a todos que los destruyeran.
─¿Por qué mataríamos a algo tan valioso? ─Enlil fue rotundo sobre que los gallu fuesen salvados─. Es lo único que tenemos para luchar contra los Atlantes. Imagina si en algún momento viniesen por nosotros.
─No son un panteón beligerante ─había sostenido Sin.
─Dile eso a los griegos que están metidos en una guerra contra ellos, incluso mientras hablamos.
Aún así, Sin intentó hacer entrar en razón a su padre.
─Los Dioses griegos fueron los agresores.
─Hazme caso, un día los Atlantes vendrán por nosotros, y necesitaremos dar el primer golpe. Deja que nuestros gallu destruyan a sus demonios Carontes, antes de que sus dioses suelten a los Carontes sobre nosotros.
Pero Sin había sabido el futuro. Lo había sentido, y nadie creía en él.
─Sólo se puede contener a un chacal por las orejas durante un tiempo antes de que se vuelva contra ti, Padre. No podemos dejar que estas criaturas vivan. Antes o después, nos destruirán.
Enlil se había mofado de él.
─Eres un tonto, Nana. Los necesitamos. Ya has visto a los Atlantes. Esto los mantendrá fuera de nuestras camas… si sabes a lo que me refiero ─había mirado más allá de Sin, a donde su mujer se sentaba con Ishtar─. Y sé que lo haces.
Avergonzado hasta lo más profundo de su alma, Sin tuvo que contenerse para no atacar a su padre. Mientras Enlil poseyese la Tabla del Destino, no había forma de derrotarlo.
─Mi virilidad no necesita el refuerzo de un ejército de demonios para asegurarla. Estás sembrando la semilla de nuestra propia destrucción.
─Estoy asegurando nuestra futura supervivencia.
Disgustado con la irracionalidad de su padre, Sin se había marchado. No se podía convencer a aquellos que se negaban a ver lo que les era mostrado.
Al salir, pasó al lado de su mujer. La mirada de Nigal había encontrado la suya distante, hasta que Sin miró a su pecho, donde llevaba un símbolo Atlante del sol. El sello de su panteón. Una de las comisuras de su boca se había elevado en una sonrisa burlona.
Que así fuera.
─Ignóralos.
Sin había continuado su camino con Zakar, invisible para los otros, a su lado. Era un truco que Zakar había aprendido de niño. Aunque era peligroso, Sin estaba agradecido por el apoyo de su hermano.
─Es más fácil decirlo que hacerlo.
─Nigal es una perra infiel. No te preocupes por ella. Haré que sueñe con serpientes y gorgonas cada noche cuando intente dormir.
Sin había sonreído ante la idea. Pero no lo distrajo de lo que más lo preocupaba.
─Tengo razón sobre esto, Zakar. Lo sé.
─Estoy seguro de que lo estás. Pero ninguno de ellos te va a escuchar. Tienen tanto miedo del enemigo de fuera que están ciegos ante aquel que han creando en su propia casa. Nunca es el invasor externo el que destruye el reino. Siempre es uno de adentro. Es la persona en la que se confió y que no se lo merecía. El mentiroso que sonríe a tu cara y luego escupe sobre tu caridad, porque piensa que merece más sin ninguna otra razón, de porque es lo que quiere.
Zakar tenía razón. Pero no cambiaba nada.
Sin se había parado en el jardín para mirarlo.
─¿Qué puedo hacer para detener esto?
─Se el último que quede en pie, Hermano. Deja que sigan con sus juegos y que escupan su veneno. Al final, será éste el que los destruirá. Nada negativo sobrevive por mucho tiempo. Se volverán unos contra otros porque no conocen otra manera.
─¿Y el mundo exterior? ¿Qué pasa con él? ¿Los humanos que miran hacia nosotros por protección? ¿Qué pasará con ellos una vez que los gallu estén libres?
─Tendrán a sus campeones. Estaremos allí, tú y yo. No dejaremos que los demonios les hagan daño.
Excepto que Zakar ya no estaba en pie ni tampoco los guerreros que una vez habían entrenado para luchar contra los gallu. Los humanos estaban todos muertos y los demonios habían derribado a Zakar y lo habían torturado hasta dejar nada, salvo la cáscara de un hombre que una vez había caminado con los poderes de un dios.
Era terrorífico y daba qué pensar.
De repente, Sin sintió una cálida mano en su hombro. Se giró con el labio torcido, esperando ver a su mujer.
En lugar de ella, estaba Kat. Parecía un ángel allí parada, e hizo que su cuerpo ardiera. Nunca se había sentido más feliz de ver a alguien.
─¿Qué haces aquí? ─le preguntó.
─Yo te la traje.
Sin se giró para mirar a su hermano, que ahora los estaba rodeando.
─No lo entiendo.
─Esto no es un sueño, Sin. Es una guerra ─Zakar le lanzó una ráfaga de fuego.
Aunque era un sueño, le hizo perder el equilibrio y lo quemó en el pecho. Jadeando, Sin dio vueltas hasta apagar el fuego. Levantó la mirada hacia Zakar.
─¿Qué estás haciendo?
Zakar estiró la mano y un látigo con púas se enroscó alrededor del antebrazo de Sin. Este siseó de dolor cuando Zarak tiró del látigo y le desencajó el brazo.
Kat se giró hacia Zakar.
─¡No! No le hagas daño.
Zarak se giró para lanzar una onda explosiva a Kat. Ella la esquivó y le lanzó otra explosión de vuelta que lo hizo tambalearse.
─¿Tienes más trucos? ¿Qué te parece este? ─lo golpeó con hielo.
Sin se puso de pie y corrió hacia ella.
─Kat, para. Le estás haciendo daño.
─A él no le importa hacerme daño, o a ti. Yo digo que le demos.
Para sorpresa de Sin, Zakar se echó a reír. Levantándose del suelo, flotó hacia Kat, que se tensó, preparada para luchar.
─Escúchala, Sin. Tiene razón. ¿Cómo sabes siquiera que éste soy yo? ─cambió a la forma de Kessar─. Tal vez estoy aquí para destruirte.─la aparición corrió hacia él.
Sin lo cogió por la garganta y lo arrojó al suelo.
─¿Qué eres?
─Algo fracturado, hermano. He venido aquí porque este es el único mundo en el que soy lo que quiero. Ya no estoy en control de mí mismo cuando estoy en mi cuerpo. No puedo confiar en mi mismo cuando estoy despierto, y tampoco lo puedes hacer tú.
Sin se sentó en cuclillas.
─¿Estás infectado?
─No exactamente ─Zakar se levantó para poder sentarse enfrente de Sin─. Debido a mi inmunidad, los gallu no tienen control total sobre mí, pero tampoco lo tengo yo. Es algo más… algo oscuro y mortífero, y que vive dentro de mí. Ya no sé quién soy y no puedo controlarlo. El único sitio en el que puedes confiar en mí es aquí. ─Zakar agachó la cabeza─. Lamento haber terminado siendo el cobarde que Padre siempre sospechó que sería.
Kat lo miró con el ceño fruncido.
─¿Cobarde? ¿Lo dices en serio? Dios mío, ya vimos lo crueles y despiadadas que son esas cosas. Luchaste solo contra ellas, incluso cuando estabas encadenado. ¿Cómo puedes siquiera considerarte un cobarde?
─Fallé ─volvió su mirada hacia Sin─. Los gallu son peores de lo que incluso pensabas. Pueden debilitarte en este mundo y aprender cómo atacarte aquí. Es aquí donde encontrarán tus debilidades.
Sin encontró eso difícil de creer.
─¿Por qué nunca has venido en mis sueños para contarme lo que estaba pasando contigo?
─No pude. Debido a ellos, estoy débil incluso aquí. Ahora justo estabas soñando conmigo, y me convocaste. Es la única razón por la que estoy aquí. No habría venido por mi cuenta. Ya no tengo esos poderes.
Kat dio un paso adelante para pararse delante de ellos, mientras sus palabras la atormentaban.
─Tienes que explicarme cómo funciona esto. Sé que los dioses griegos el sueño, los Oneroi, pueden entrar en los sueños de cualquiera en cualquier momento. Tienen pociones que usan para engatusar a una persona despierta y hacerla dormir. ¿Son iguales los gallu?
Zakar negó con la cabeza.
─A diferencia de tus dioses, no pueden infiltrarse en los sueños de alguien a quién no han conocido. Primero deben tener contacto físico.
Sin se encogió al recordar a Kessar un momento antes. Así que eso era lo que había llevado al bastardo al edificio.
─Hoy en el casino. Supe que había algo más en la visita de ese bastardo.
Zakar asintió.
─Te tocan y entonces pueden encontrarte mientras duermes.
Kat maldijo.
─Y dejé que me tocara. Un buen movimiento.
Sin le dio golpecitos en el brazo.
─No te sientas mal. No eres la única que ha fastidiado esto ─apretó los dientes mientras la cólera lo recorría─. Podría matar a Enlil por eso.
─Los advertiste ─dijo Zakar─. Pero él pensó que era demasiado listo para ser una víctima. Por lo menos no viste lo que le hicieron los gallu cuando lo mataron.
Sin se pudo imaginar el horror, y se sintió agradecido por habérselo perdido.
─¿Qué pasó con sus poderes?
─La mayoría se quedaron guardados en la Tabla.
Gracias a los dioses que Sin había sido capaz de recuperar eso del museo. Con esos poderes dentro de la Tabla , no había forma de saber lo que los gallu podrían hacer con ella.
─¿Y el resto?
─Los tomó Kessar. Mandó a sus agentes para que cogiesen a Enlil y luego lo llevasen a las cavernas. Enlil tuvo tiempo de sobra para esconder la Tabla antes de ser capturado, y una vez que estuvo en presencia de Kessar, este lo desangró hasta dejarlo seco… de varias maneras. Kessar es todavía más peligroso de lo que piensas. Y ahora que ha sido liberado…
─¿Qué lo liberó? ─preguntó Sin.
─Los cerrojos de su prisión se debilitaron al igual que los del Dimme.
Kat frunció el ceño.
─Pero, ¿por qué Kessar no ha aparecido antes de esto?
─Estaba retenido en una parte diferente de la caverna, que tenía un sistema de cierre distinto. Ahora ese sistema se ha debilitado hasta el punto de que él y sus peores discípulos han sido capaces de liberarse. Quiere caos total y baño de sangre. Y por encima de todo, quiere que Sin sufra por haber ayudado a encerrarlo allí.
Kat sacudió la cabeza de forma exageradamente feliz.
─Oh, esto sólo te trasmite sentimientos cálidos y relajados, ¿verdad? ─se puso seria─. Voto porque liberemos a mi abuela y dejemos que se los coma a todos.
─¿Tu abuela? ─preguntó Zakar.
Sin rió en voz baja.
─Apollymi.
Zarak se puso pálido.
─¿Cómo de bien está encerrada?
Los ojos de Kat se iluminaron.
─Pero puedo invocar sus poderes si los necesito.
Los hombres la miraron con la boca abierta.
─¿Puedes hacer qué? ─preguntó Sin. Esta era la primera vez que había oído esta parte de sus poderes.
─Invocar sus poderes ─repitió ella─. Regalo de cumpleaños a los dieciséis. Cualquiera que se meta conmigo recibe una muestra de destrucción Atlante. Por eso dije que Deimos no era problema para mí. Puedo patearle el culo, con los ojos cerrados, y vencerlo.
Sin se alegró de tener ese conocimiento. Sin embargo, tenía un inconveniente.
─Pero tenemos que mantenerte cargada.
Ella asintió.
─Eso ayuda.
─Bien ─dijo Zakar─. Por lo menos tenemos una sorpresa sobre la que no saben nada. Pero vosotros dos tenéis que recordar que en los sueños nada es lo que parece. Puede que os ataquen como demonios, pero puede que no. Pueden acercarse como tu mejor amigo ─miró a Kat─. Tu madre. Tu hermano. Cualquier persona o cosa con la que tengáis una relación estrecha. Son expertos en esto, y han tenido un montón de práctica. En realidad no pueden haceros daño, pero pueden perturbar vuestros sueños lo suficiente para perjudicaros cuando estéis despiertos.
Sin se frotó la cara con una mano mientras consideraba eso. Maldición.
─¿Kytara? ─gritó Kat de repente. Su voz resonó a su alrededor.
Sin la miró frunciendo el ceño.
─¿Qué estás haciendo?
Ella cruzó los brazos sobre el pecho.
─Quiero dormir tranquila por la noche. Y que me condenen si voy a dejar que un demonio de pacotilla como Kessar evite que descanse. ¿Cree que es un tipo malo? Bien, yo misma conozco a unos pocos. ─Hizo una pausa antes de gritar de nuevo─. ¡Kytara!
─Para de gritarme ─una mujer casi tan alta como Kat apareció detrás de ella. Tenía cabello oscuro y ondulado, piel de porcelana y grandes ojos, tan azules que no parecían reales. Llevaba puesto un traje de pantalón de cuero negro con un cinturón plateado de aros y botas de tacón de diez centímetros.
Kat sonrió al girarse para mirarla a la cara.
─Aquí estás, mi malvada amiga.
Sin estaba cauteloso ante el saludo de Kat.
─¿Malvada?
─Hasta la médula de su podrida alma.
─Es cierto ─estuvo de acuerdo Kytara─. No hay nada como una perra con tacones, y yo soy la más grande. ─Se volvió de nuevo hacia Kat─. Sé que tiene que haber alguna razón para esto, ya que estás en un sueño con gemelos increíbles y nadie está desnudo. Podría jurar que te enseñé mejor, Katra.
Sin cruzó las manos sobre el pecho mientras estrechaba la mirada hacia Kat.
Kat levantó las manos en simulada rendición.
─No quería decir de esa forma. Nunca hice algo así.
─Umm—hmm ─dijo él, sin creerla ni por un minuto. No era de extrañar que hubiera sido tan habilidosa.
─Es cierto. Kytara, díselo.
─¿Que le diga el qué? ─preguntó inocentemente─. Kat es una furiosa ninfómana.
─¡Tara!
─Oh, muy bien ─reconoció Kytara finalmente─. Es tan sosa que hace que una simple tostada parezca picante.
La mirada de agitación de Kat sólo aumentó.
─Muchas gracias.
Kytara se rió.
─Bueno, lo eres. Eres demasiado mojigata. Llevo un montón de años insistiéndote para que te sueltes. Ahora, ¿por qué estoy aquí sino para ayudarte a dejar desnudos a estos dos y tener algo de diversión adulta?
Zakar dio un paso adelante.
─Creo que me gusta su sugerencia.
Sin lo miró fijamente hasta obligarlo a bajar la vista.
Al menos un poco.
─Mira, llevo siglos atrapado en esa cueva con esos bastardos royéndome. Realmente sería un cambio agradable tener una diosa mordisqueándome.
Sintiendo pena por él, Sin ignoró su arrebato.
─Tenemos demonios que van a intentar atacarnos en nuestros sueños.
─¿Skoti? ─preguntó Kytara.
─No ─dijo Kat─. Demonios gallu.
─Ooo ─Kytara tenía aspecto de que el mero pensamiento le daba un orgasmo─. Son un grupo sangriento. Me gusta.
Sin estaba confundido por su avidez.
─Pensaba que los griegos Oneroi estaban desprovistos de emociones.
─Lo están ─explicó Kat─. Kytara es una Skotos. Absorbe las emociones de los soñadores y las usa para sí misma.
Kytara sonrió.
─Es la única manera de vivir. En serio. Los Oneroi simplemente son demasiado pesados para explicar con palabras.
Sin no tuvo un comentario para eso.
Pero Kat señaló con un ademán a los tres.
─No queremos que los gallu nos ataquen por la noche. ¿Puedes cubrirnos las espaldas mientras dormimos?
Kytara se mordió el labio y contoneó las caderas como si disfrutase demasiado de la idea.
─Voyeurismo… pervertido. Me gusta todavía más.
Kat sacudió la cabeza.
─Eres la peor.
─Por supuesto que lo soy. ¿No es por eso por lo que me llamaste?
De repente, la idea de tenerla aquí no le pareció tan brillante a Sin. Tener a una Oneroi griega en sus sueños parecía justo estar pidiendo problemas.
─Por curiosidad… ¿podrías acercarte a los gallu y espiarlos mientras duermen?
Ella le pasó un dedo por la curva de su mentón y le lanzó una sonrisa sexy.
─En un sueño, nene, puedo hacer todo lo que quiera.
Kat la apartó, lejos de Sin.
─Y mantén las manos apartadas de él, Kytara, o piérdelas ante un enorme monstruo de sueños, malhumorado y devorador de manos.
Ella le lanzó a Kat una mirada de complicidad.
─Sí, señora.
Sin encontró los celos de Kat divertidos y halagadores. Pero ahora mismo tenían cosas más importantes en las que centrarse. Carraspeó para dirigir su atención de nuevo al problema que tenían entre manos.
─¿Los observarás entonces?
─Depende ─kytara se detuvo para surtir efecto antes de preguntar─. ¿Es un demonio guapo?
Kat asintió con la cabeza.
─Mucho.
─Ooo, tengo que comprobarlo. Hasta luego. ─Kytara se desvaneció de inmediato.
Sin cruzó los brazos sobre el pecho, agradecido de tener algo de distancia con la Skotos.
─Tienes amigos interesantes, Kat.
─Cierto, y a veces son muy útiles.
Zakar aspiró bruscamente como si algo lo acabase de golpear en el pecho.
Preocupado por él, Sin puso una mano en la espalda de su hermano.
─¿Zakar?
─Están intentando encontrarme ─apartó a Sin lejos de él y se tambaleó hacia la izquierda─. Huye.
─No te dejaré aquí para que te enfrentes a ellos.
Zakar le lanzó una mirada furiosa.
─Es sólo un sueño. Vete.
─Entonces, ¿qué problema hay en que me quede si sólo es un sueño?
Zakar sacudió la cabeza.
─No sabes lo que estás haciendo.
─Sí, lo sé ─dijo Sin categóricamente─. Estoy protegiendo a mi hermano.
─¿Una pregunta rápida? ─preguntó Kat, distrayéndolos a ambos─. ¿Se puede matar a los gallu en este reino?
─No ─dijo Zakar─. ¿Por qué?
Kat señaló detrás de los hombres.
─Porque están aquí.
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