domingo, 19 de febrero de 2012

DH cap 6

Geary no había estado cerca de Arik desde la última vez que le había dejado, Ella no tenía idea de si debería o no creer en él, y hasta que tuviese más pruebas quería ser tan reservada como fuese posible en lo que a él concernía.
Ellos acababan de atracar y estaba en proceso de poner sus cosas para su viaje de regreso a la ciudad.
Levantó la mirada de la mesa cuando Tory irrumpió en la habitación. “Santa Shinola, Gear ¡Tienes que ver esto!”
Frunciendo el ceño, ella dejó su block a un lado y siguió a Tory hacia la cubierta. Geary observaba a su alrededor pero no podía encontrar nada que hubiese excitado tanto a Tory. Nada se veía fuera de lugar.
Cristof y Althea estaban hacienda su inventario mientras un par de marineros estaban comprobando la línea. Thia estaba sobre la cubierta en bikini, tomando el sol.
“¿Qué pasa?”
Tory apuntó hacia la orilla.
Geary siguió la línea del dedo de Tory. Y tan pronto como vio lo que Tory estaba señalando, se quedó con la boca abierta.
Nada de Santa Shinola. Santa Mierda y más aún.
Justo en la orilla del muelle estaba un Rolls-Royce  blanco que tenía un conductor vestido totalmente con el reglamentario uniforme de chofer al lado de la puerta con sus manos enguantadas cruzadas ante él.
Pero esa no era la parte más impresionante. No por un largo tiro.
Lo que hacía la hacía mirar boquiabierta era el caliente pedazo de queso que estaba sobre el muelle, que se dirigía a grandes zancadas hacia ellos.
Con negro pelo largo hasta los hombros, el hombre tenía un paso que era evidentemente sexy. De cruda determinación y extrema confianza. Llevaba un traje de lino blanco con una camisa azul pálido hecha a medida que mostraba la promesa de un muy bien-definido cuerpo. Sobre otro hombre ese traje quizás habría llevado a preguntarse por sus preferencias sexuales, pero sobre este no había dudas. Él era todo hombre y mortal.
Un par de oscuras gafas de sol Versace cubría sus ojos, los cuales ella tenía la furtiva sospecha estaban centrados sobre ella.
Tory se aclaró la garganta. “Voy a arriesgarme y decir que él es el hermano de Arik. ¿que crees?”
Sip, esa sería su mejor suposición. Ambos poseían un idéntico arrogante pavoneo—como si el mundo fuese su escenario y ellos fuesen solo actores en la ciudad capaces de actuar en él.
Sin decir una palabra a Tory, Geary se movió para encontrarse con el hombre sobre la pasarela.
Él se detuvo en frente de ella con una indirecta sonrisa antes de que se quitara con un movimiento hábil las gafas de sol. Ella jadeó cuando vio los mismos exactos ojos asesinos que Arik poseía. Esto fue seguido de una sonrisa con hoyuelos que hizo que el corazón de ella se desbocase.
“¿Kyrios Catranides?”
Él le ofreció su mano. “Usted deber ser Megeara.  Encantado de conocerla.”
Ella estrechó su mano, pero antes de que pudiera retirarla, él la llevó a sus labios y depositó un muy romántico beso en sus nudillos. Su mano realmente hormigueaba por la sensación de sus labios sobre su piel. “Es un placer conocerle también.”
Él la soltó al mismo tiempo que la sonrisa desaparecía de sus labios. Su mirada fue más allá de ella.
Ella volvió su cabeza para encontrar a Arik allí de pie. Estaba silencioso y frío mientras miraba a su hermano. Tan frío, de hecho, que esta estaba a punto de convertirse en un cubito de hielo. Definitivamente no había cariño entre esos dos. Parecían igual que dos soldados de bandos opuestos mirándose el uno al otro antes de la batalla.
“Arik,” murmuró Solin en una profunda voz de barítono. “Cuanto tiempo sin verte.”
Arik inclinó su cabeza hacia Solin. “Sí, efectivamente. Espero que hayas estado bien.”
Solin se rió. “Eso depende de cómo lo preguntes. Bien tiene una gran variedad de significados. Pero estoy en forma para causar problemas. Eso es realmente todo lo que uno puede esperar de la vida, ¿no?”
“Eso es todo lo que yo espero sacar de tu vida de todas maneras.”
Solin chasqueó ante él. “Y aún así aquí estás, pidiéndome ayuda. Llámame loco, pero uno esperaría un poco menos de beligerancia.”
“¿Debería?”
Solin pareció tomarse con calma el desafío de su hermano mientras se volvía hacia Geary. “Así que dígame, encantadora dama, ¿Dónde sobre la tierra ha ido a encontrar a mi díscolo hermano?”
Ella le echó una mirada a Arik por encima del hombro para verle observándola antes de que respondiera. “Flotando en el mar, pero todavía no me ha dicho cómo es que había llegado a estar allí.”
“Conociendo a Arik, estoy seguro que cabreó a alguien que lo lanzó, con la esperanza de que se hundiera.”
“Realmente me lanzaron con la esperanza de que cayese encima de algún otro y los ahogase. Desafortunadamente, te alejaste nadando demasiado rápido.”
Geary tuvo que sofocar una risa ante el inesperado comentario que devolvió Arik. Él tenía un muy irónico sentido del humor.
“Bien, un tanto para ti.” Solin volvió a ponerse las gafas de sol. “Tengo los permisos esperando, pero como un favor a Stefan no deberíamos entretenerle hasta tarde en la oficina o puede que cambie de idea.”
Geary prácticamente saltó hacia delante. “Definitivamente que no.”
Cuando ellos se dirigieron al puerto, Thia llegó corriendo tras de ellos… todavía en bikini. El top de éste apenas mantenía los atractivos de la mujer en su lugar. “¿Puedo unirme a vosotros?”
Solin le dedicó una especulativa mirada que Geary estaba segura dada la despeinada apariencia de su prima le haría de alguna manera parecer seductora e ingenua. 
“Creo que deberías quedarte aquí, Thia.”
Cruzando los brazos sobre su pecho, lo cual sólo enfatizó el tamaño de dicho pecho, Thia hizo pucheros. Pero eso no ha haría cambiar de idea a Geary. Si algo hacía, era sólo afirmar más su decisión. La última cosa que necesitaban era que Thia se liara con un playboy billonario.
Antes de que Geary pudiera urgir a los hombres hacia el coche, Solin se acercó a Thia con su mortal contoneo. Él dio un apropiado arco antes de tomar su mano y deposita un ligero beso en ella. “No te inquietes, amor. Volveremos.”
Thia se pavoneó bajo su atención. Al menos hasta que Arik aclaró su garganta. “¿No es ella un poco joven para ti?”
Solin se rió profunda y diabólicamente, como respuesta. Su mirada fue hacia Geary por un instante antes de que liberase la mano de Thia y se dirigiera hacia su coche.
“¿Qué fue eso?” preguntó Geary a Arik cuando le siguieron casi después de él.
“Su idea de una broma. Me temo que mi hermano es un caso especial la mayor parte de los días. Tendrás que perdonarle. Te dije que tenía el intelecto de un niño de diez años.”
Solin bufó. “Y todavía tú aspiras a mi nivel. Wow, Arik. ¿Quiere eso decir que tu inteligencia es la de un bebé?”
En vez de enfadarse, Arik simplemente se quedó mirando a su hermano. “Quizás. Después de todo los bebés y yo tenemos al menos una cosa en común.”
“¿Y cual es?”
La mirada de Arik descendió a los pechos de ella. “Creo que puedes imaginártelo. O quizás no. Tú, después de todo, solo funcionas al nivel de un niño de diez años.”
Geary nunca antes había estado tan asombrada, divertida, y altamente ofendida todo al mismo tiempo. Era una extraña combinación. “¿Podríamos por favor cambiar de tema?”
Solin se detuvo ante el coche cuando su chofer le abrió la puerta. “Sí, vamos.”
Ellos la dejaron entrar primero. Arik la siguió y después Solin. Él se sentó frente a ellos, e incluso aunque ella no podía ver sus ojos, podría asegurar que su mirada estaba centrada en ella.
Cuando habló no había rastro de humor en su tono. “Así que busca la Atlántida. Que búsqueda tan extraña para una mujer hermosa.”
Al contrario que Thia, Geary no iba a caer en su actuación. “Me halaga, señor. Difícilmente soy hermosa.”
“No es verdad. Todas las mujeres son hermosas y una mujer como usted… Apostaría que hay algunos hombres que venderían sus almas con solo estar cerca suyo.”
Ella se rió por lo bajo. “Debería vender aceite de serpiente. Le aseguro que es altamente provechoso.”
“Sí, pero yo ya he hecho mi fortuna en otras cosas.”
“¿Cómo cuales?”
“Viagra,” dijo Arik secamente. “Mi hermano aprendió a tomar un problema personal y sacarle provecho.”
“Es verdad,” aceptó Solin con un enorme suspiro. “Me dolía ver un hombre tan joven como Arik afligido por la impotencia. Por lo tanto tenía que hacer algo para ayudar la pobre alma. Pero desgraciadamente no hay nada que hacer por ello. Él está tan flácido como un tallarín mojado.”
Geary tuvo que cubrirse la boca para evitar reírse.
Arik no tardó en replicar. “Cuan creativo de tu parte proyectar tus problemas sobre mí. Pero digamos entonces que el celibato es suficiente para hacer que un hombre pierda toda razón.  Supongo tú eres la prueba viviente, ¿huh?”
“¿Vosotros dos vais a pelearos así durante el resto del viaje?” preguntó Geary. “Quizás debería sentarme delante con el conductor y dejaros a los dos espacio suficiente para que os golpeéis el uno al otro y resolváis esto como adolescentes.”
Solin le dedicó una mueca medio divertido. “No es necesario. Creo que podremos llegar a una tregua… por su beneficio de cualquier manera.”
“Hmmm… hace que me pregunte por qué está siendo tan amable con Arik y conmigo si es obvio que ustedes dos no son exactamente amigables.”
Solin se encogió de hombros. “Somos griegos. La familia es la familia sin importar el qué, y nosotros siempre cuidamos de los nuestros. ¿Verdad, Arik?”
“Sí… en más de un sentido.”
Llegados a este punto, Geary se rindió. Había algo muy extraño acerca de estos dos hombres. Quizás ella estaba loca incluso por estar allí con ellos.
Un temblor de temor pasó a través de ella ante ese pensamiento. ¿Estaba loca? Había saltado al interior de coche tan rápido…
Oh Dios.
Ella realmente no sabía nada de esos tipos. Había estado tan entusiasmada que no se había parado incluso a analizar sus sospechas.
“¿Va todo bien?” preguntó Arik.
“Bien,” dijo ella, intentando calmarse. Pero era difícil cuando su imaginación la golpeaba con imágenes de ellos raptándola y asesinándola.
Solin se quitó sus gafas de sol. “Parece un poco pálida. No estará pensando que vamos a secuestrarla de modo que podamos encargarnos de usted, ¿Verdad, Doctora?”
“No.” Dijo ella odiando el ligero temblor de su voz. Su único consuelo era que Brian conocía a Solin y la tripulación había visto su coche. Y todos ellos sabían que se dirigían a la oficina de permisos. “¿Porqué pensaría siquiera tal cosa? Quiero decir, ¿Los conozco a ambos de que? Unos quince minutos. Quizás Arik haya convertido en hábito el bucear en el océano para capturar una ingenua mujer de modo que pueda engañarla para meterla en su limusina.”
Solin le dirigió una divertida mirada a Arik. “¿Es así como trabajas, Hermano?”
“No. Al contrario que algunas personas que conozco, no me gusta asustar a las mujeres. Lo encuentro aburrido.” Arik se volvió en el asiento para mirarla con total sinceridad. “No estoy aquí para raptarte, Megeara. Te lo dije, estabas a salvo y lo estás.”
Ella no sabía por qué, pero le creía. “Lo siento. Es solo que ha sido una semana realmente mala para mí. Todo se ha vuelto literalmente en mi contra y también he tenido muchas decepciones.”
Solin arqueó una ceja.
Arik le echó una ojeada a su hermano al oír la voz de Solin en su cabeza. “¿Decepcionarla? Y te llamas a ti mismo un Eróticos Skotos”.
Él entrecerró los ojos. “Yo no, Solin. Ella ha estado presionada por tus oficiales que no la dejaban excavar.”
“Um-hummm… que gracia, cada vez que me he distraído con un humano, ella está demasiado ocupada intentando regresar a mí en sus sueños para preocuparse con tales inocuas búsquedas.”
“Megeara es diferente.”
Por la cara de Solin  Arik podía asegurar que su hermano encontraba eso difícil de creer. “Así que dime, ¿Cómo has hecho para encontrar el mundo humano?¿Has estado aquí antes?”
“No.”
Solin arqueó una ceja sorprendido. “¿Te sientes arroyado por esto?”
“Difícilmente. Pero encuentro partes de esto confuso. Es muy diferente de lo que es en los sueños.”
Solin sonrió. “No tienes idea.”
Megeara se volvió hacia Arik. “¿Así que, por qué es tan importante la Atlántida para ti? Quiero decir, si podías obtener los permisos con esta facilidad, ¿Porqué no lo has hecho?”
Arik odiaba tener que mentirle, pero si no le daba algunas respuestas plausibles, con lo temerosa que era, volaría y nunca dejaría que se acercase a ella otra vez. “No sabía por donde excavar. Toda mi investigación se volvió nada. No fue hasta que hablé con Spiro el otro día y te mencionó que tuve una pista.”
“¿Spiro?”
“Gavrilopoulos. Él te rechazó hace un par de semanas.” Y por suerte ella había mencionado el suceso y el nombre del hombre a Arik en sus sueños. “He estado buscándote desde que le hablaste acerca de tus descubrimientos. Dijo que habías hecho mucho énfasis acerca del lugar en el que querías excavar.”
Ella se reclinó en el asiento con expresión enojada. “Así que conoces a la pequeña comadreja.”
“¿Comadreja?” preguntó Solin con curiosidad.
“Hmm… él se rió tanto de mi petición que pensé que iba a darle un ataque y morir por ello.”
Arik intentó aplacarla. “Él puede ser un poco cruel.”
“Cruel, en absoluto. Fue terminantemente brutal.”
“Bueno,” respondió Solin cansinamente, “Su suerte está a punto de cambiar.”
Geary quería creer eso. Ella podría usar un poco de buena suerte en su vida. Y si no buena, al menos mediocre.
Necesitando distraerse a sí misma de esa línea de pensamientos, ella miró a Arik. Él no parecía el tipo de tío que estaba interesado en antropología. Ambos él y Solin parecerían demasiado auto-absorbentes para pensar acerca del pasado o el futuro. Parecían más del estilo de “yo, yo, yo, ahora, ahora, ahora.”
“¿Qué te tiene tan interesado en La Atlántida.? Le preguntó a Arik. “¿Cómo sabes lo que era mi colgante?”
Sus ojos destellaron con diversión. “¿Nunca haces una pregunta simple?”
“Lo siento. Es el profesor que hay en mí. Una pregunta lleva indudablemente a otro, y como no tiendo a perder el tiempo, generalmente hago ambas preguntas y después busco la respuesta. Y hablando de eso, tú todavía no has respondido a mis dos últimas preguntas.”
“Sí, Arik,” dijo Solin con un tinte de sonrisa en su voz. “¿Por qué estás tan fascinado con la Atlántida?”
Arik le dedicó una mirada cortante a su hermano que ella no podría si quiera empezar a concebir. ¿Por qué deberían molestarle las preguntas.?
“Siempre me ha intrigado lo desconocido,” dijo Arik, volviéndose a mirarla. “Ellos dicen que la Atlántida es un mito, pero yo estoy seguro. Creo en ello.” Él encontró la mirada de Solin. “De hecho, creo que los dioses todavía caminan entre nosotros, incluso aquí y ahora.”
Solin bufó ante la conjetura de Arik.
Geary frunció el ceño. Después de la manera en que habían tratado a su padre mientras había tenido razón, ella no se reiría de las creencias de nadie. Le dolía ver a Solin tan cruel. “Todavía no me has explicado como sabes que era mi colgante.”
“Conocí a un hombre que llevaba un medallón similar. Fue el único que me contó por primera vez historias de la Atlántida.”
Ella se quedó con la boca abierta ante la revelación de Arik. ¿Alguien había encontrado una? “¿De veras?”
Él asintió.
Ella estaba intrigada por la posibilidad. “¿Es Griego? ¿Cómo lo conociste? ¿Podría conocerle yo? Me encantaría saber donde obtuvo su colgante.”
Arik sacudió su cabeza. “Otra vez con montones de preguntas.”
“El tiempo vuela y necesito respuestas.”
Él se compadeció de ella. “Sí, es griego, y lo conocí cuando era muy joven. Desgraciadamente no menciona mucho la Atlántida. Creo que hay algo acerca de ello que lo aflige.”
“No tienes ni idea,” dijo Solin riéndose. “Acheron te mataría si te oye hablar de él de esa manera.”
Arik le pegó una patada al pie de su hermano antes de regresar su atención a Geary. “Pero ya basta de mí. ¿Qué cambió tu idea de encontrarla?”
“Mi padre. Le prometí cuando murió que yo la encontraría para él.”
“Eso fue amable de su parte.”
Geary apartó la mirada cuando sus emociones la golpearon. Ella solo deseaba haber sido cariñosa con él cuando había estado vivo.
Solin dejó escapar un  largo suspiro como si sus emociones le molestaran, también.”Bueno, hagamos que todos nos pongamos llorosos, ¿Os parece?” Él se estiró y presionó el botón del intercomunicador para llamar a su conductor.
“¿Sí, señor?”
“George, haz un alto en el camino y consíguenos algunos atizadores al rojo vivo para sacarnos los ojos. Oh, y mientras estás en ello, creo que deberíamos ver acerca de adquirir sal para nuestras heridas, también.”
“Muy bien, señor,” contestó el conductor en tono seco. Entonces sin perder un segundo, continuó, “¿Hay algún lugar en particular donde prefiera que me detenga?” He oído que el mercado es un buen lugar para los atizadores. Eso es, si está de acuerdo en dar un pequeño rodeo.”
Solin pareció considerarlo. “¿Qué opináis? ¿Os vale cualquier atizador o los queréis de calidad? Oh, demonios, ¿Por qué no usar cucharas oxidadas? Eso dolería más.”
Geary negó con la cabeza. “Eres un hombre enfermo.”
Solin arqueó una ceja ante ella. “¿Me estás diciendo que vas a pasar de mi ofrecimiento?”
“Llámame loca, pero sip. Creo que paso.”
“De acuerdo. Gracias, George. Parece que nos vamos a ir sin los atizadores después de todo.”
“Muy bien señor. ¿Debería parar por el sal?”
Otra vez Solin pareció considerarlo realmente antes de responder. “No, creo que estamos bien por ahora.”
Geary dejó escapar una nerviosa risa cuando volvió a mirarlo a ambos, a  Solin y Arik. Los dos eran tan extraños. Y tenían el humor más irónico que se hubiese encontrado. “Vosotros dos debisteis haberos divertido mucho al crecer. Apostaría que vuestros pobres padres tenían pesadillas.”
Solin rompió a reír. “Oh, no tienes idea.”
“Me siento igual que si estuviese fuera de esta broma personal que os disputáis.”
“Ignora a Solin.,” dijo Arik lentamente. “Te dije que estaba loco.”
“Sí, pero enseñé bien a Arik. ¿No es así, Hermano?”
Geary no se perdió el ligero brillo de rabia en los ojos de Arik. Era sutil pero inequívoco.
El coche bajó lentamente y giró una esquina que Geary conocía mejor que la calle donde ella estaba atracada. Ella había recorrido ese camino en los últimos cinco años que podría hacerlo con los ojos vendados.
Casi estaban allí.
La frustración bajó igual que un bulto en su pecho cuando el conductor aparcó en la calle en la misma localización que el taxi había usado el día anterior.
Esto solo se está poniendo cada vez mejor.
El conductor abrió la puerta dejándola salir a la acera. Arik salió tras ella y después Solin, quien bajó del coche con una masculina gracia. Varias mujeres que había en la calle prácticamente se desmayaron.
“Saludos, mis amores.” Dijo Solin flirteando cuando les dedicó una seductora sonrisa.
Ellas susurraron entre si mientras continuaban sus camino volviéndose a mirarlo.
Arik pasó una graciosa mirada a Geary. “Es extraño como las mujeres no pueden dejar de mirar un tren destrozado, ¿eh?
Solin rodó sus ojos ante el comentario de Arik. “Tú deberías saberlo.”
“Cierto. Yo nunca fui un tren arruinado. Simplemente admiro la manera en que te deslizas por las vías y te incendias.”
Cuando llegaron al edificio gubernamental, un guardia uniformado abrió la puerta para permitirles entrar.
Geary se quedó ante las escaleras sólo para que Solin la advirtiera. “No vamos a subir con la gente corriente. Nuestro hombre está por este camino.”
Ella frunció el ceño mirando a Arik antes de seguir a Solin al interior de una elegante oficina que estaba adornada con antigüedades Griegas. La antropóloga en ella estuvo instantemente fascinada por el perfectamente preservado florero negro dentro de una caja de cristal. Nunca había visto antes una pieza mejor preservada. Era absolutamente exquisita.
Ella extendió la mano contra el cristal mientras observaba la pieza con temor reverencial. “Es del Siglo I”
Ella sintió a Arik detrás de ella. “La batalla de Troya. Puedes ver a Aquiles arrastrando a Héctor alrededor de los muros.”
Geary asintió cuando los vio. “No hay ninguna desportilladura en ella.”
“Es la razón por la cual se encuentra en la vitrina.”
Ella se volvió hacia la perturbada voz para encontrar un corpulento caballero a principios de los sesenta. Ella le había visto allí una o dos veces cuando había venido en el pasado, pero no tenía ni idea de su nombre o trabajo.
Él se balanceó adelante y atrás sobre sus talones mientras la observaba. “La Dra. Kafieri, supongo.”
“Sí”
Él entrecerró los ojos en una mirada que le decía a ella lo poco le importaba su presencia antes de soltar un sufrido suspiro. “Espero que no te olvidarás de este favor.”
“Créeme, no lo haré.”
El hombre corpulento asintió cortante antes de invitarlos a una pequeña oficina con un escritorio negro que estaba saturado con papeles.
El corazón de Geary se detuvo cuando vio las mismas cosas que había anhelado.
Los permisos.
Ella quería correr hacia ellos, arrebatarlos y apretarlos contra su pecho. Pero sin una firma y sello, eran inservibles. Aún así era lo más cerca que había estado de uno. Ella contuvo la respiración ansiosamente en su garganta.
Sin una palabra, él recogió los permisos como si no significaran el mundo para ella y se sentó detrás de su escritorio antes de examinarlos y estamparlos.
Ella se acercó a por los permisos sin pensar, solo para que él los apartara.
Otra vez él entrecerró esos penetrantes ojos sobre ella. “¿Usted entiende que cualquier artefacto que encuentre es propiedad de Grecia? Espero que se me entreguen informes completos en una semana, junto con cualquier descubrimiento que desentierre.”
 “Lo entiendo.”
Él sostuvo los papeles un largo momento antes de que finalmente se los tendiese a ella.
Su mano realmente tembló cuando finalmente tocó los permisos. Honestamente, estaba a punto de llorar. Esto era lo más cerca que había estado de cumplir su promesa desde que Cosmo le había dado las pertenencias de tu padre. “Gracias,” dijo ella, su voz rota por las turbulentas emociones de su interior.
“No me lo agradezca, Dra. Kafieri. Solo respete la palabra que me ha dado y el favor que le he hecho hoy.  Si me arrepiento de este momento, le aseguro que lo que siento será una bagatela con lo que la haré pasar a usted.”
“Lo entiendo, Señor. Créame, no se arrepentirá de todo esto.”
“Entonces procure que no lo haga.”
Asintiendo, ella sostuvo los permisos contra su pecho y se volvió a ofrecer a Arik una tenue sonrisa.
Arik no podía respirar mientras cuando las extrañas emociones lo recorrieron. Los ojos de ella estaban inundados de lágrimas sin derramar, pero era la gratitud en ellos la que más lo tocaba. Él nunca había sentido nada igual a eso. Su placer era tan grande que podía sentirlo por si mismo.
“Gracias,” jadeó ella.
Todo lo que podía hacer era asentir con la cabeza mientras luchaba por entender esas extrañas emociones en su interior que no tenían sentido. Su garganta estaba apretada. Su corazón latía con rapidez. Quería reír y llorar y no sabía por qué. Él nunca había conocido tal confusión. No le maravillaba que Hades hubiese profanado las emociones.
Lo deslumbraban.
Solin inclinó su cabeza hacia la puerta. “¿Por qué no vais yendo vosotros dos hacia el coche. Saldré en un momento.”
Arik abrió la puerta para Megeara.
Él apenas la había cerrado cuando ella se volvió a él con una risa vertiginosa. Ella lo rodeó con sus brazos y lo besó en la mejilla mientras saltaba arriba y abajo contar él.
Él calor lo quemó cuando sus senos se presionaron contra su pecho y sus suaves labios acariciaron su piel antes de que se apartara. “No puedo agradecerte lo suficiente por esto.” Ella dejó escapar un extraño ruido antes de que girarse a su alrededor. “Oh dios Mío, no puedo creerlo.  ¡No puedo creer que obtuviese finalmente mis permisos! Legales, además, ¡Y no he tenido que matar a nadie para obtenerlos!” ella soltó un extraño “yee” antes de que lo abrazase otra vez.
Incapaz de detener el ataque sobre su propio cuerpo, el la atrajo hacia sí para besarla.
Geary se fundió ante el tacto de los labios de Arik. Estaba tan excitada y feliz, que hubiese hecho cualquier cosa por él en ese momento. ¡Cualquier cosa!
O así pensaba ella.
En el momento en que él empezó a levantar el dobladillo de su vestido, ella se separó de él con un indignado chillido. Su júbilo había sido sustituido por la cólera. “¿Qué crees que estás haciendo?”
Él parecía completamente confundido por su cólera. “Yo pensaba…”
“¿Qué? ¿Qué podrías levantarme el vestido y sujetarme en un pasillo abierto? ¿Estás loco?”
Solin se congeló en el umbral cuando oyó las palabras de ella. “¿Qué me he perdido?”
Ella se volvió hacia él. “Tu hermano es un absoluto idiota. Me levantó el vestido. Aquí. En público.” Y aún así Arik parecía confundido por su rabia.
Disgustada con ambos, Geary se volvió y se volvió airada hacia el coche.
Solin miró boquiabierto a Arik. “¿Qué has hecho?”
Arik alzó sus manos con frustración. “Ella me besó. Esto me encendió, así que yo—”
“No, tú nada.” Replicó Solin, interrumpiéndolo. “Arik, ¿Eres idiota? Podías habernos expuesto a todos.”
La rabia ardió en su interior ante el insulto. “Eso es lo que nosotros habíamos hecho cuando ella obtuvo el permiso en sus sueños. A ella le gustaba la manera en que la tocaba.”
“Sí. En los sueños. Esto no es un sueño. Estás en el mundo humano y las personas no se permiten lo mismo aquí. Ahora, Hermano, entiendes por que me aventuro en el mundo de los sueños. Hay ciertos rituales y comportamientos que tienes que practicar en este mundo. Tú no solo le echas el ojo a una mujer y saltas entonces sobre ella. Maldición. Tienes suerte de que no te haya abofeteado, o estarías arrestado.”
Arik pasó la mano por su pelo cuando entendió su furia, pero eso no hacía nada para apagar el fuego en su ingle. “Yo vine aquí para estar con ella.”
“Y si sigues por ese camino, pasarás todo el tiempo detrás de las rejas. Maldición, Arik, maldición.”
“Te dije que necesitaba tu ayuda”
Solin apretó sus dientes ante esas palabras. No estaba en su naturaleza ayudar a nadie. Al contrario que Arik, él no era completamente un dios. Él había sido relegado al mundo de los hombres y lo habían dejado allí para sufrir mientras el resto de los de su clase vivían en el Olimpo o en la Isla Desvanecida, lejos del prejuicio y temor de los humanos. Y si eso no fuera bastante, los mismos dioses habían venido tras él para castigarlo por un defecto de nacimiento que él nunca había querido. Él apenas había sobrevivido a sus implacables ataques.
Ahora uno de ellos esperaba que él le ofreciese una ayuda que nunca le había sido extendida a él. Era casi suficiente para hacerle reír.
Él no estaba siquiera seguro de por qué había venido aquí hoy. La amenaza de Arik de invadir sus sueños no significaba nada para un hombre que había tenido asesinos tras él en ese reino. Él había ganado su reputación con crueldad y estaba orgulloso de ello.
Todavía en todos esos siglos nunca había oído de un dios intercambiando su divinidad para ser humano. Los únicos dioses sobre este plano habían sido malditos o despojados de sus poderes. Ninguno vivía en ese reino voluntariamente.
Ninguno.
Excepto Arik. “¿Por qué estás aquí? ¿Realmente?”
Arik apartó la mirada sin contestar.
“Responde a mi pregunta o me marcho.” Él vio la angustia en los ojos de Arik antes de que le respondiese en voz baja.
“Tú siempre has sido humano. Siempre has tenido sentimientos. Tú no sabes que es tenerlos y entonces sentir que te abandonan. El entumecimiento es tolerable la mayor parte del tiempo. Pero con Megeara…”
“¿La amas?”
Arik le dedicó una enojada mirada. “¿Cómo podría amar a alguien?”
Un punto para él. Auto-sacrificio como concepto era totalmente ajeno a los Dream-Hunters.
Arik dejó escapar un suspiro. “Yo solo quiero entender de donde viene su pasión. Por qué algo tan simple como beber una limonada puede hacerla sonreír. Por qué sus ojos se iluminan mientras baila en las olas. Y por qué el pensar en su padre la hace llorar, incluso en sueños.”
Solin sacudió la cabeza. Al contrario que su hermano, Solin entendía todo eso. Las emociones no eran un regalo. Eran la última maldición de los dioses. De lo que Arik no se daba cuenta era que Zeus les había hecho un favor cuando los despojó de todo sentimiento.
Eso era por lo que Solin había desatado al humano sobre Arik hacía tantos siglos. Él había estado celoso del vacío en el que vivían los Oneroi y quería que ellos sufrieran de la misma manera que él lo hacía. El quería que ellos anhelaran cosas que no podrían tocar.
Para saber de lo que carecían.
Lo que él había hecho había sido cruel y lo sabía. Pero lo triste es que él no lo lamentaba. ¿Cómo podría? Incluso ahora los Oneroi lo buscaban en su sueño. Nunca tendría paz. Ni respiro. Todos eran unos endemoniados bastardos, todos ellos.
Y aún cuando estaba allí con un hermano que no quería reclamar, algo extraño cosquilleó en el pecho de Solin. Era pena. Compasión. Dos cosas que él había jurado no volver a sentir otra vez por alguien.
Él odiaba a Arik por eso.
“¿Me ayudarás?” Preguntó Arik.
Solin asintió. Por supuesto que ayudaría a Arik, pero no por las razones que él pensaba. Solin iba a hacer todo lo que estaba en su poder para dejar que Arik fuese humano. Que conociera a Megeara tan profundamente como fuese posible, de modo que cuando ella muriese por su culpa Arik entendería realmente lo que significaba ser humano.
Iba a sufrir como ningún dios había sufrido.

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