Con las manos atadas tras la espalda, Arik no eludió o luchó con M´Adoc cuando lo transportó al interior del vestíbulo del santuario del Triunvirato. Nunca antes había estado dentro de ese lugar, ni siquiera en sueños. Ese era el dominio sagrado del Triunvirato quienes lo habían guardado celosamente del resto de su propia gente.
Nadie sabía por qué, pero Arik tenía que darles crédito a los tíos. Era un opulento palacio hecho de cristal y oro el que habían construido allí.
Era apropiado para un dios de los Sueños e incluso Zeus estaría como en casa…La sala del concilio donde estaban ellos era decadentemente cómoda con sillas acolchadas e incluso un ordenador portátil que estaba tan fuera de lugar que hubiese sido divertido… si Arik no estuviese a punto de morir.
M´Ordant estaba sentado ante él, y cuando entraron él levantó la mirada con una expuesta expresión que mostraba confusión y sorpresa—dos emociones que no debería tener.
“Maldición, M´Adoc, ¿Cómo te las has arreglado?”
M´Adoc empujó a Arik contra la sólida mesa de cristal, cuya esquina se clavó en su cadera y lo lastimó. Tuvo que apretar los dientes para evitar que M´Adoc tomase represalias. Pero Arik le había dado su palabra y mientras los dioses lo retuvieran a él y no le hicieran daño a Megeara, Arik se sometería incluso aunque esto fuese en contra de cada parte de sus genes.
M´Adoc se encogió de hombros cuando se movió para quedarse al lado de Arik. “Se rindió y entregó. A cambio de que nosotros mantengamos a salvo a su humana.”
No se le había escapado la mirada atónita sobre la cara de M´Ordant.
“¿No hubo pelea?”
Arik volvió la cabeza ligeramente cuando oyó la profunda voz de D´Alerian tras de él. No podía verle pero sentía la presencia de D´Alerian. De los tres, él tenía un aura inconfundible. No era el más poderoso, pero cualquiera podía sentir su presencia hasta la médula de sus huesos.
“Él sabía que no valía la pena que luchara conmigo,” dijo M´Adoc en un tono siniestro.
“Acabemos de una vez, M´Adoc,” bufó Arik. “No tienes nada que hacer con esto. No había necesidad de que me quedara en el reino humano por más tiempo desde que heriste a Megeara al hablarle de mi pacto con Hades.” Ella nunca le perdonaría, y eso dolía incluso más que mil latigazos. Que extraño que la idea de la muerte no hubiese significado nada para él. Ahora se lamentaba por cada lágrima y doblemente por las que le había causado a ella. “Sólo entrégame a Hades, y terminemos con esto.”
M´Adoc lo cogió por el brazo. Frunció los labios mientras miraba a Arik con desprecio. “Oh, no, Arikos. No lo creo. Verás, si te entrego a Hades y él empieza a preguntarse como es que tienes tantas emociones que incluso te has entregado para salvar el alma de una simple humana.”
“Eso es por que Hades lo ha hecho humano”, respondió D´Alerian en un seco y estoico tono. “No habrá pregunta alguna. Esta sería la única razón.”
M´Adoc se volvió a él con un siseo. “¿Quieres aprovechar esa oportunidad?”
D´Alerian apretó la mandíbula. “No hay forma de que nos involucre, Adarian. Él es humano, por mandato de Hades, y actúa como un humano. El dios no esperaría menos.”
Arik frunció el ceño cuando D´Alerian usó el verdadero nombre de M´Adoc, Adarian. Como parte de su castigo y para alejarlos de la idea de que eran individuos de algún valor, a muchos de los Oneroi originales les habían arrebatado sus nombres y les habían dado unos nuevos para designar sus papeles. D´ quería decir que D´Alerian era normalmente asignado a vigilar a los inmortales como los Dark-Hunters. V designaba a los que ayudaban a los humanos—como un Oneroi, el nombre de Arik había sido V´Arik o V´Arikos, el cual había odiado desde que sonaba igual que una enfermedad nerviosa. Y la M ´ se reservaba para aquellos quienes los cazaban. Había muchos a los que se llamaban D´Alerian, M´Alerian. Pero por razones que nadie entendía, D´Alerian continuaba usando el nombre que ellos le habían dado antes de que llegara a los rangos dominantes.
M´Ordant cerró su ordenador y los miró. “Él tiene razón. Deberíamos entregárselo a Hades. No queremos cruzarnos en el camino del dios de los muertos. Él es una sabandija repugnante.”
M´Adoc bufó ante ellos.” Y cuando Hades mate a Arik y su alma inmortal esté atrapada mientras Hades lo tortura en el Tártaro, ¿No creéis que el Rey Badass va a descubrir el hecho de que el pequeño Arikos puede sentir algo más que dolor sin tener un anfitrión humano del que sacar esas emociones?”
Un aterrador shock lo atravesó. ¿Qué estaba diciendo M´Adoc? Arik se congeló cuando empezó a sospechar que las emociones que él pensaba eran residuos de las de Megeara quizás hubiesen sido suyas después de todo. “¿Qué está pasando?”
“Cállate, Arik,” le espetó M´Ordant enfadado.
M´Adoc miró a sus hermanos. “No podemos darles la oportunidad de que sepan la verdad. Nunca.” Su mirada taladró a D´Alerian. “De todos los que estamos en esta habitación, Neco, tú eres el que tiene más que perder. No dejes que tu compasión por él te detenga de hacer lo que hay que hacer:”
El dolor vaciló a través de la cara de D´Alerian antes de que asintiera lentamente.
No habría ninguna piedad para Arik, no es que la hubiese esperado. Honestamente, su bienestar no importaba. “No me importa lo que me suceda a mí,” le dijo Arik a M´Adoc.” Sólo recuerda que prometiste cuidar de Megeara.”
La comisura de los labios de M´Adoc empezó a convertirse en una burlona sonrisa. “Oh, no te preocupes. Tengo toda la intención de hacerme cargo de ella. Inmediatamente.”
D´Alerian bufó. “No me gusta ese tono, adelphos.”
M´Adoc hizo una mueca de desprecio. “Me importa una mierda lo que te guste, Neco. Ella es una responsabilidad para nosotros. Sabe la localización de la Atlántida y sabe que nosotros existimos. ¿Dejarías una amenaza como esa allí fuera?”
Él iba a volver para matarla. Arik lo sabía con cada onza de su ser.
“Me lo juraste, bastardo mentiroso.” Arik se volvió sobre M´Adoc, intentando luchar, pero tan pronto como se acercó a él, sintió algo cálido y sólido hundiéndose en su estómago. El dolor lo atravesó.
Arik trastabilló y bajó la mirada para ver una larga, ensangrentada daga en manos de M´Adoc. Él no podía creerlo cuando sus rodillas se debilitaron por la agonía de su herida.
M´Adoc se movió hacia Arik con un brillo sin piedad en sus ojos. Enterró su puño en su pelo, con su mirada fría y vacía quemando en el interior de Arik. “Dulces sueños, Arik.” Dijo M´Adoc un instante antes de que lo apuñalara otra vez y todo fuese oscuridad.
Geary estaba entumecida cuando regresó a los muelles. Una y otra vez continuaba pensando en todo lo que había pasado con Arik. Pero en lo profundo de su interior, sabía que Kat tenía razón. Arik la había amado. A pesar de todo o quizás a causa de todo, se habían enamorado el uno del otro, y ella lo acababa de echar a los lobos.
Debería haber creído en él. Arik no la lastimaría, ella lo sabía. Quizás hubiese tenido malas intenciones en el comienzo, pero ahora no era así. ¿Por qué no le había dado el beneficio de la duda?
“¿Qué voy a hacer, Kat?” preguntó ella cuando ataron las amarras.
Kat suspiró. “No hay nada que hacer. Él se ha ido.”
Geary se quedó mirando a la alta mujer. “No puedo aceptar eso. No puedo”
Pero Kat era inmune a su suplicante mirada. “Vas a tener que hacerlo”
“¿Por qué?” preguntó Geary.
“Por que algunas veces la vida básicamente apesta, y esta es una de esas veces.”
“¿Y si no quiero?”
Kat sacudió la cabeza. “¿Cuándo has escuchado si quiera?”
Ella no se equivocaba. Pero eso no evitaba que el dolor en el interior de Geary continuara creciendo. ¿Cómo podía haber dejado que M´Adoc se llevase a Arik? Debería haber luchado. Debería haberle dicho que lo amaba.
En vez de eso, sólo se había quedado allí cuando lo habían agarrado y no hizo absolutamente nada.
Maldita sea, soy una estúpida. Había esperado todo su vida por el amor, y cuando finalmente lo encontraba lo hacía a un lado en un momento de dolorida cólera. ¿Cómo podía haber sido tan estúpida?”
“Eso no puede ser el fin.”
Las facciones de Kat se suavizaron cuando se acercó a ella. “Geary, mira. Arik se sacrificó a si mismo para mantenerte a salvo. No lo arruines por ponerte a ti misma en peligro de muerte. Déjale ir.
Ella se quedó mirando a Kat. “Si alguien a quien amases estuviese sufriendo por tu culpa, ¿Podrías dejarlo ir?”
Kat arrugó la cara como si le doliese. “Esto no es acerca de mí” dijo ella en un angustiado tono al responder a Geary. “Oh, de acuerdo, no podría quedarme quieta y dejar que el hombre que amo sufriera cuando soy la única causante de ello… Maldición.”
“Sip, maldición. Tenemos que encontrar alguna manera de ayudarle.”
Kat arrastró su mano por el pelo como si le irritara más allá de su tolerancia. “Ni siquiera sé como empezar a tratar esto.”
“Yo sí ”
Geary puso su mano contra su sien cuando oyó la voz de Apollymi en su cabeza. “Ahora no, por favor”
“No la eches,” dijo Kat en voz alta. “Apollymi es probablemente nuestra mayor esperanza ahora mismo.”
“Tú sabes acerca…” por supuesto que lo sabía. “¿También la oyes?”
“Todo el tiempo. Tiene el mal hábito de curiosear a su manera en todo lo que yo hago. Es terriblemente curiosa, pero siempre ha sido una amiga para mí.” Ella sonrió antes de dirigirse a Apollymi. “¿Mibreiara, tienes alguna sugerencia que no nos líe a ninguna de nosotras para dejarte salir a ti?”
“Esa es la sugerencia que prefiero”
“Sí, pero ni Geary ni yo haremos eso. ¿Tienes alguna otra?”
“Sí, pero es complicada. Escuchadme, mis niñas. Estáis a punto de tener una importante lección sobre hombres y las condiciones de los dioses.”
“¿SOLIN?”
Solin maldijo cuando escuchó la voz de Arik en su cabeza. “No tengo nada que decirte.”
“Bien. No quiero oírlo de todas maneras. Lo que necesito es que me escuches.”
“Escuchar, mi trasero.”
“Necesito tus oídos, Solin,” dijo él irónicamente, “no tu trasero.”
“Vete al infierno.”
“Ya estoy allí.”
Solin se detuvo cuando sintió algo extraño acariciar su cuello. Era la caricia de la muerte y él lo sabía incluso aunque hubiesen pasado siglos desde la última vez que había sentido uno. “¿Qué?”
Una sombra de Arik apareció ante Solin. Sus facciones eran de un blanco fantasmal. Sus ojos oscuros y llenos de dolor. No llevaba nada a excepción de un par de andrajosos pantalones. “M´Adoc me asesinó.”
Solin no podría haber estado más sorprendido que si hubiese sido él quien hubiese muerto. “¿Cómo?”
“Me entregué para proteger a Megeara. Ahora él está renegando de nuestro trato y se dirige por ella. Necesito que la protejas de él.”
Por supuesto que lo hizo y Solin estaba a punto de ser la víctima en esto. ¿Por qué debería poner su vida en el camino de nadie? ¿Quién lo ayudaría a él una vez que fuese una Sombra? Nadie. “¿Piensas que tan siquiera me importa?”
“Sé que sí, Solin. A pesar de tus protestas, puedo ver al verdadero hombre que intentas tan desesperadamente ignorar y ocultar.” Él hizo una pausa antes de hablar otra vez,” Por favor, Hermano. Ella no es una luchadora y él no se detendrá hasta que esté muerta. No dejes que una inocente muera por nada.”
Todavía Solin no quería involucrarse en eso. Él había cometido un error parecido antes y había pagado por ello. “¿Te parezco un Oneroi? Yo no estoy aquí para proteger a los humanos. ¿Por qué no vas a advertirla tú mismo?”
“Ella no querrá hablar conmigo o escucharme. M´Adoc le contó mi trato con Hades. Ahora me odia.”
A Solin no se le escapó el temblor de dolor en la voz de Arik. Ni la mirada de absoluta miseria en su cara. El hecho de que ella fuese lastimada partía a Arik por la mitad. “¿La amas?”
“Obviamente más que a mi vida,” dijo él, su voz temblaba a causa de sus emociones.
Solin entrecerró los ojos sobre Arik. “¿Duele, no es así? ¿Qué la persona a la que amas descubra la verdad de lo que eres y te odie por eso?”
“No tienes idea”
“Sí, la tengo.” Y en vez de sentir la satisfacción que había anticipado cuando Arik probara su propia miseria, Solin no sintió nada más que dolor. No había placer en herir a alguien. Al menos no para él. “¿Dónde estás?”
“Estoy sobre los bancos del Estigio. M´Adoc no permitió que Caronte me llevase en la balsa por miedo a que Hades me encuentre y descubra la verdad. Estoy seguro que cuando Hades descubra que estoy muerto irá por Megeara para cumplir con el pacto, y eso no puedo permitirlo. Ella es inocente en esto y no debería pagar por mi estupidez. No tengo nada que darte, Solin, pero por favor, si queda algo de decencia en ti, no dejes que muera por mi culpa. Te lo suplico.”
Solin conocía esa clase de amor. Él lo había probado una vez y le había quemado en la lengua igual que una amarga píldora durante incontables siglos. “Sólo para que lo sepas, nunca ha habido una gota de decencia en mí.” Arik se desinfló literalmente ante los ojos de Solin. “Pero no dejaré que la lastimen. Descansa en paz.”
Incluso cuando lo decía, él sabía que eso nunca sucedería. Hades no permitiría que Arik descansase una vez que descubriera donde estaba, y por lo que parecía ni siquiera lo haría M´Adoc. Y por primera vez en siglos, Solin honestamente sintió pena por alguien más que por si mismo.
“Puedes confiar en mí, Arik”
“Gracias.” Él inclinó su cabeza ante Solin antes de desvanecerse.
Respirando profundamente, Solin se reclinó en su silla. Su lema siempre había sido no ayudar a nadie por que nadie lo ayudaría a él. Odiaba a la gente.
Pero más que nada odiaba a los Dioses.
Y no obtenía ningún beneficio involucrándose en esto. Pero, ¿Cómo podía quedarse quieto y no hacer algo? Megeara necesitaba protección, y al contrario que él. Ella no tenía poderes con los que luchar contra ellos y ganar. La destrozarían sin perder el tiempo.
Si fuese inteligente, contactaría con ZT y dejaría que los Chthonian se encargaran de ello.
“Nah” se dijo con una amarga sonrisa. “Soy bastante más vengativo que inteligente.” Y con esto se desvaneció de la seguridad de su hogar en busca de una humana.
No le llevó mucho encontrar a Megerara. Su aura se destacaba incluso para el despierto Dream-Hunter, especialmente desde que estaba en tan turbulento estado emocional.
Pero lo que lo hizo detenerse fue el aire de desesperada tristeza que la engullía. Había pasado mucho tiempo desde que había visto algo igual. “¿Estás bien?”
Ella saltó dándose la vuelta ante el sonido de su voz para taladrarlo con la mirada. “¿Qué estás haciendo tú aquí?”
“No tengo idea, pero creo que es para ayudar.”
Ella bufó ante él mientras sacaba un libro de su estantería. “Este barco ya zarpó. Tú nos dijiste que nos las arregláramos nosotros mismos.”
“Síp. Pero lo asombroso de los barcos es que a veces dan la vuelta y regresan.”
“O explotan mientras mantienen tu aire de reserva,” añadió Kat significativamente.
Él volvió su cabeza para verla entrando en la sala desde su derecha. “Cierto, pero no es eso. Arik me pidió que protegiera a Megeara de los otros.”
Megeara lo miró con sospecha. “¿Por qué haría eso?”
“Por que él no es capaz de hacerlo.”
Aún así la sospecha estaba arraigada en los ojos de ella. No confiaba en Solin, y honestamente no podía culparla por ello. “¿Y por que harías eso cuando ya has dejado clara tu posición?”
Él se encogió de hombros. “Básicamente lo hago para joder a las altas esferas.”
“¿Y?” lo incitó Kat.
“¿Y qué?
“No lo sé, es que me parece que hay un y a continuación de lo que acabas de decir.”
Y… por alguna razón no quería pensar en ello, había venido por aceptación y respeto por Arik. Pero nunca lo admitiría. “¿No hay ningún y?”
“De acuerdo entonces,” dijo Kat, juntando sus manos. “Vamos a intentar salvar a Arik. Dijiste que él vino a ti. ¿Dónde está?”
Solin vaciló. Había supuesto que ya lo sabían, pero aparentemente la mujer no tenía ninguna pista de lo que le había sucedido a Arik. “Él vino a mí como una Sombra, Kat. M´Adoc lo asesinó.”
Geary dejó caer el libro de sus manos ante las inesperadas noticias. Si Kat no hubiese estado atenta a sujetarla, ella probablemente también se habría caído.
Arik estaba muerto.
No podía ser y aún así podía decir por la mirada en la cara de Solin que no estaba bromeando.
“No puedo respirar.” Susurró ella cuando las lágrimas le atenazaron la garganta estrangulándola. “No puede haberse ido”
“Shh,” dijo Kat abrazando a Geary contra ella. “Está bien, Geary.”
Pero no estaba bien. Arik estaba muerto y era culpa suya. Ni siquiera había peleado por él. M´Adoc había llegado y lo único que había hecho ella era entregar a Arik en las manos del hombre que lo había asesinado.
Ella sollozó mientras su corazón se rompía. ¿Cómo podía haber hecho una cosa así, incluso movida por la rabia?
“Uh, señoras. Odio decir esto, pero no estoy aquí para ser un heraldo. Arik vino a mí por que M´Adoc está endemoniadamente decidido a limpiar esta situación.”
Kat se apartó de ella. “¿Limpiar cómo?”
El miró significativamente a Geary. “Se supone que los humanos no saben que existimos.”
Eso detuvo las lágrimas de Geary al tiempo que un escalofrío bajaba por su columna vertebral. “Él viene a matarme a mí también.”
“Sí”
La rabia la consumió haciendo a un lado las lágrimas. “¿Qué pasa con Tory y Thia?”
“Ellas no saben nada, así que están a salvo. Pero tú, mi querida, eres completamente otro asunto.”
Bueno, ella podía manejar eso. Su vida era una cosa, la de ellas era otra. Mientras ellas estuviesen a salvo, ella podría encargarse de lo que fuese que se pusiera en su camino.
Ella se agachó para recoger su libro de mitología del suelo. “No puedo creerlo.”
Solin asintió. “Es realmente bastante patético, ¿verdad? Arik se entregó a si mismo por que M´Adoc le juró que no te lastimaría, y entonces el mentiroso bastardo decide que tú debes morir de todas formas.”
Geary se quedó congelada ante sus palabras mientras el temor la consumía. “¿Arik hizo qué?”
Solin parecía enfermo. “Oh, no me irás a decir que no lo sabías, ¿verdad?”
“No” dijo Kat, tensando la palabra. “Ella no lo sabía.”
Solin se pasó la mano por la cara. “De acuerdo, me voy a quedar aquí y voy a estar quietecito.”
“Es demasiado tarde, Solin.” Dijo Kat entre dientes. “El daño ya está hecho.”
“Espera,” dijo Geary cuando su mente empezó a girar con sus pensamientos. Ella bajó la mirada al libro de cuero que tenía en las manos. “Podemos salvar a Arik.”
Ellos se miraron frunciendo el ceño antes de que Kat sacudiera la cabeza. “No veo cómo.”
“Oh, vamos, ambos estáis en el panteón. Las Sombras han sido rescatadas antes.” Ella le tendió el libro.” Mira a Orfeo y Eurídice. Hades permitió que ella se marchara.”
Solin bufó. “Ese es un ejemplo entre miles de los que Hades ha negado, y se ha reído mientras lo hacía.”
Geary lo fulminó con la mirada. “Pensé que ibas a estarte quieto.”
“Lo siento.”
“Por mucho que odie admitirlo, ella tiene razón.” Dijo Kat con un suspiro. “Por no mencionar que Eurídice nunca lo consiguió. Orfeo se volvió a mirarla antes de que ella alcanzase la superficie, y ella fue devuelta al Inframundo. Hades es un bastardo egoísta. Nunca estaría dispuesto a liberar un alma.”
Apollymi se aclaró la garganta en la cabeza de Geary. “¿No me escuchaste antes? ¿Por qué me preocupo si quiera? Llámame Circe o Cassandra para toda la atención que estoy recibiendo.¿Por qué tengo que recurrir a ellas de todos modos? Ferandia sería un mejor ejemplo, pero como ella es Atlante nadie conoce su historia, ¿verdad? No. Tengo que recurrir a esos insípidos cuentos griegos, mitad de los cuales nos los robaron a nosotros. Pero esa es otra cuestión. En este momento, nadie escucha a una diosa atrapada…”
Sonriendo a pesar de todo, Geary se dio cuenta de que Apollymi tenía razón e iba a seguir el consejo que les había dado antes la diosa. Ella miró a Solin. “Oh, Señor Maestro de los Sueños, ¿Dónde está Persephone?”
Solin entrecerró sus ojos. “No estás pensando lo que creo que estás pensando, ¿verdad?”
Kat hizo una mueca. “Si deseas que la montaña se mueva, dale algo que no pueda resistir. Geary y Apollymi tienen razón. Hades ni siquiera nos miraría. Pero escuchará a su esposa. La necesitamos.”
Solin estaba todavía sacudiendo la cabeza. “¿Y si ella no quiere ayudar?”
“No voy a penar en eso,” dijo Geary seria. “No puedo afrontarlo.”
Solin parecía reacio, pero al final estuvo de acuerdo con ellas. “De acuerdo entonces, Vamos.”
“Nadie va a ir a ninguna parte.”
Geary se congeló cuando M´Adoc apareció en el umbral ante ellos.
Y no estaba sólo.
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