domingo, 19 de febrero de 2012

DH cap 19

S
Geary retrocedió un paso al ver a M´Adoc y los Dolophoni… al menos eso era lo que suponía ella que eran. Había tres de ellos, pero nunca los había visto antes. Al contrario del primer grupo, todas eran mujeres. Vestidas en cuero negro, pelo negro, uñas y lápiz labial se veían malhumoradas y antipáticas. También tenían colmillos, con ojos tan oscuros que no se podía ver donde terminaba la pupila y en donde empezaba el iris. Todo lo que necesitaban era serpientes en su pelo para ser …
            Oh espera, una de ellas las tenía. Negras serpientes siseaban saliendo de su coleta enroscándose alrededor de su cuello y silbando. Encantador. Solo encantador.
            Solin se movió para ponerse delante de Geary y Kat. “Esto se ha terminado, M´Adoc.”
            “No, no lo ha hecho. No hasta que ella—indicó a Geary con un movimiento de su barbilla—muera . Ahora, tú y Katra podéis entregármela y marcharos o vosotros dos podéis sangrar.”
            Solin dejó escapar un exasperado suspiro, “Parece que voy a sangrar entonces. Al contrario de alguna gente que yo conozco.”— imitó el movimiento de cabeza M´Adoc—Yo mantengo mi palabra.
            M´Adoc entrecerró sus ojos antes de volver su cabeza y dirigirse hacia a las mujeres por encima de su hombro. “Mátenlos.”
            Geary se tensó por la lucha que se avecinaba. Antes de que pudiese incluso parpadear, Kat se volvió a ella y la agarró. Kat susurró algo en Atlante y entonces besó a Geary rápidamente sobre los labios.
            Atontada más allá de lo creíble, Geary cerró los ojos cuando sintió algo caliente y poderoso esparcirse a través de su cuerpo y Kat se apartó para enfrentar a los otros. Por unos completos diez segundos Geary no pudo moverse mientras un indescriptible poder la llenaba. Esto era comparable a cuando había sostenido el medallón de Apollymi en la boca, sólo que esto se sentía fuerte, mortal. Y esa vez ella estaba definitivamente al mando y no algún otro. El poder era increíble. Era como si su cerebro estuviese vivo y creciendo.
            Y cuando abrió los ojos, ya no vio los mismos colores. Todo ahora era más vibrante. Más vívido.
            La mujer con pelo de serpiente la agarró. Sin pensarlo, Geary esquivó el golpe y se lo devolvió con más fuerza, levantando a la mujer de sus pies y mandándola a volar. Literalmente. Ella limpió el suelo por un buen metro y medio antes de que se estrellara contra la pared y cayese al suelo. Las serpientes sisearon y se movieron rabiosas.
            Kat se deshizo de su atacante con facilidad. Pero Solin parecía reticente a golpear al suyo. Sin embargo, cuando la mujer lo abofeteó con el dorso de la mano y le laceró la mejilla, él cambió de idea. Cabeceándola, la mandó al suelo, entonces se volvió a encarar a M´Adoc.
            Las tres mujeres se pusieron en pie para retomar la lucha. Ellas se adelantaron al unísono.
            “¡Suficiente!”
            Geary esperaba que fuese Zebulon, pero no lo era. En su lugar, había otro Dream-Hunter que era más delgado que M´Adoc y Solin. Él apareció entre ellos y mantuvo su mano en alto para las mujeres, quienes extrañamente le obedecieron. Su pelo de ébano era largo y le caía trenzado por la espalda. Estaba vestido todo de negro y mantenía una mirada que decía. “Estoy de humor para matar a cualquiera que me fastidie.” Pero más que eso, había un aura de poder alrededor de él tan fuerte que realmente hacía que los pelos de la nuca se le pusieran de punta.
            “¿De que lado estás, D´Alerian?” preguntó Solin mientras se limpiaba la sangre de su cara con el dorso de la mano.
            “Del nuestro” respondió otro hombre cuando apareció al lado de D´Alerian. Igual de alto que D´Alerian, él llevaba el pelo negro muy corto y llevaba un par de pantalones vaqueros y una camisa abotonada hasta abajo. Sus ojos parecían ser de un azul tan pálido, que parecían no tener color. Esos ojos eran misteriosos y mortales cuando se centraron sobre Geary con un propósito.
            M´Adoc sonrió en aprobación. “Así que finalmente ves las cosas a mi manera.”
            Fue D´Alerian quien respondió. “No. No podemos dejar que asesines a los humanos. Está mal y eso no es quien y lo que somos. Somos protectores, no asesinos.”
            Kat y Solin se miraron frunciendo el ceño sin entender nada.
            “¿Qué está pasando aquí, M´Ordant” preguntó Solin al recién llegado.
            “Nos llevamos a M´Adoc en custodia.”
            M´Adoc maldijo. “¿Estás loco? No puedes hacer eso.”
            D´Alerian se volvió a mirarlo. “Sí, podemos, y así, lo haremos.”
            Las mujeres parecían confusas pero no interfirieron cuando D´Alerian cubrió a M´Adoc con algún tipo de red brillante. M´Adoc intentó luchar, pero esta lo apretaba y se estrechaba más con cada movimiento. Finalmente, estaba tan apretada que todo lo que podía hacer era maldecirlos.
            “Se llama diktyon,” respondió Kat a la silenciosa pregunta de Geary. “Es algo que usa Artemisa para capturar animales y no lastimarlos. Aunque como es que ellos”—ella indicó a los Dream-Hunters—“terminaron con una de ellas, no lo sé.”
            D´Alerian miró a las mujeres. “Vuestros servicios ya no son necesarios. Furias, regresad.”
            Ellas se desvanecieron instantáneamente mientras M´Adoc seguía maldiciendo a los otros. “¿Entiendes lo que estás haciendo? ¿Lo que nos harán los dioses?”
            Los ojos de D´Alerian estaban tristes y oscuros. “Algunas veces nuestros peores enemigos somos nosotros mismos, M´Adoc. Tú te estás convirtiendo en la cosa que ellos temen que seamos, y no podemos permitirlo.” Él se encontró con la mirada de Geary. “¿Entiendes que nunca podrás decir una palabra sobre nosotros a nadie?”
            Como si fuese algo que podía ir contando por ahí. Sí, claro. “¿Quién me creería?” respondió ella seria.
            D´Alerian asintió en aprobación. Él se sacó un pequeño anillo de su meñique y lo depositó en la palma de Geary. “Sé lo que estás planeando y te deseo suerte. Dale esto a Persephone y dile que Neco te apoya, que estás pidiendo el favor que ella le debe.”
            Geary estaba atónita por sus acciones y sus palabras. “¿Qué?”
            Ella cerró su mano sobre el anillo. “No preguntes, Megeara. Solo hazlo.”
            Agradecida y divertida por su tono de mando, no pudo evitar bromear con él. “Ustedes son un grupo de mandones, ¿no?”
            Una esquina de los labios de M´Ordant se elevó. “No tienes idea.” Un instante después, él se había desvanecido con M´Adoc de remolque.
            D´Alerian le ofreció una especie de sonrisa antes de alejarse de ella.
            “¿Qué está pasando realmente?” preguntó Solin a D´Alerian cuando él se volvió para marcharse.
            El humor desapareció de su cara y volvió a su anterior estoicismo cuando se dirigió a Solin por encima del hombro. “Nada que te concierna, Skotos. Solo necesitas saber que mantendremos a M´Adoc alejado de ti.”
            Ella vio la suspicacia en la cara de Solin. “Dada nuestra historia, ¿Por qué harías eso?”
            Había verdadero pesar en los ojos de D´Alerian y en su postura cuando se volvió a encarar a Solin. La sinceridad en la cara de D´Alerian encogía el corazón. “Estuvo mal lo que te hice, Solin. Lo siento.”
            Solin se mofó. “Memoriza esas palabras para ti, Oneroi”
            “No, es sincero, te lo aseguro.” Él vaciló como si considerara las consecuencias antes de hablar otra vez. “Las cosas cambian, Solin, y también las personas. Incluso los dioses.”    
            Solin se congeló cuando finalmente entendió lo que D´Alerian le estaba diciendo.” Después de todo este tiempo, ¿Me crees?”
            D´Alerian asintió. “Arik lo hizo, y te has probado a ti mismo protegiendo a Megeara incluso cuando esto podría haberte costado la vida. Tú no tienes nada que ganar y todo que perder. Creo que eso te hace de confianza.” Entonces él hizo la más inesperada de todas las cosas. Le ofreció la mano a Solin. “Hermanos”.
            “Hermanos,” dijo Solin, tomando la mano de D´Alerian y estrechándola. “Gracias”
            Él inclinó la cabeza ante ellos antes de desaparecer.
            Kat inclinó la cabeza mientras fruncía el ceño por su intercambio. “¿Qué me he perdido?”
            “Nada,” dijo Solin rápidamente. “Solo rarezas de Oneroi.” Él dejó escapar la respiración cuando se encaró con ellas. Le sonrió a Geary. “Lo último que oí es que Persephone está en el Olimpo con su madre. Yo no puedo ir allí, pero Kat sí y puede llevarte con ella.”
            Geary no lo entendía. Él era un dios y debería ser bienvenido en el Olimpo como otro dios. “¿Por qué no puedes ir allí?”
            “Solin está bajo pena de muerte,” explicó Kat. “Hay muchos dioses que lo matarían al verlo si fuese lo bastante estúpido para adentrarse en su patio trasero.”
            “Oh,” dijo Geary entendiendo. Cuan tremendo para él. No importaba que él hubiese estado tan enfadado con ellos en el pasado. Sonaba como si tuviese todo el derecho a estarlo.
            Geary avanzó y lo besó en la mejilla. “Gracias por tu ayuda, Solin. Realmente la apreció y estoy segura de que Arik también.”
            Solin asintió. “Solo hazme una promesa.”
            “¿Cuál?”
            Su mirada la quemó. “Si consigues traer a Arik de vuelta, no seas estúpida otra vez. El amor es una cosa extraña, Megeara. Sujétalo con ambas manos.”
            Lágrimas escaparon de sus ojos cuando se dio cuenta de que él estaba hablando desde el corazón y de un pasado que él no tenía intención de que se repitiese con ella. Con todo, sus palabras eran demasiado auténticas para ser una recitación arbitraria. “ Lo haré.”
            “Entonces funcionará.”
            Eso la confundió. “¿El qué?”
            Solin le acarició suavemente la mejilla.” Lo que sea que me lancen.” Él inclinó su cabeza hacia Kat. “Divertíos ustedes chicas, y buena suerte.” Entonces también se desvaneció.
            Geary frunció el ceño a Kat. “¿Soy sólo yo o eso fue un extraño intercambio?”
            “No,” respiró ella. “No lo fue. Solo desconoces parte de la historia. Recuerda, alguna vez los Oneroi tuvieron sentimientos. Algunos de ellos estuvieron enamorados e incluso tuvieron familias en el momento en que los acorralaron y castigaron.”
            Un mal presentimiento traspasó a Geary ante el tono ominoso en la voz de Kat. “¿Qué les sucedió a sus familias?”
            “Digamos sólo que Zeus estaba realmente enfadado.”
            No había que ser un genio para averiguar lo que les habría pasado. “Él los asesinó.”
            Ella asintió sombríamente.
            Incluso aunque Geary lo había supuesto, todavía estaba horrorizada de que él hubiese sido tan cruel con lo propios miembros de su familia. “¿Todos ellos?”
            Kat asintió otra vez.
            Las lágrimas escaparon de los ojos de Geary cuando la verdaderamente magnitud de su castigo la impactó. No podía imaginarse el horror por el que debían haber pasado. No le sorprendía que M´Adoc fuese un asesino. “Y Solin—”
            “No,” dijo Kat rápidamente, interrumpiéndola. “Él era la familia que ellos intentaron destruir y sobrevivió por los pelos.”
            “Arik también me dijo eso. Dios, me siento tan mal por ellos.”
            “Todos los que tenemos algo de decencia lo hacemos, pero no hay nada que se pueda hacer por ellos como grupo. No a menos que te alces contra Zeus, y eso requiere más poder del que nosotros tenemos.” Ella ofreció a Geary una sonrisa. “Pero ahora mismo tenemos un dios en particular que quizás sea capaz de ayudarnos.”
            Ella tenía razón, Antes de que planearan la guerra, tenían que ganar una batalla, y Geary estaba lista para enfrentarse a todo el Olimpo por Arik. “Pongámonos a ello.”


            Geary no sabía realmente que esperar del Olimpo y los dioses. Cierto, ella se había pasado todo su vida escuchando a su padre y su abuelo contarle historias sobre ellos. Pero eso habían sido sólo especulaciones de todo el mundo.
            Ahora ella estaba realmente allí.
            Y era tan aterrador y vigorizante saber que esas leyendas eran reales. Que las cosas que ella había tomado por ficción no lo eran. Wow.
            Al igual que en las antiguas historias, el Olimpo quitaba la respiración. El tiempo era perfecto. No hacía demasiado calor. No hacía demasiado frío. Era igual a un día a mediados de primavera. El cielo era tan azul que parecía irreal en su tonalidad celestial, y las montañas a su alrededor eran exuberantes y verdes. El aire era fresco y mezclado con una dulce esencia. Ella nunca había experimentado nada como esto.
            Ensueño era la única palabra para esto.
            Pero lo que más le fascinaba era mirar hacia abajo y ver el mundo en toda su gloria a través de las neblinosas nubes que mantenían a los dioses aislados del mundo.
            “Esto es increíble.”
            Kat sonrió. “Sí, lo sé.” Ella miró a su alrededor con orgullo. “Yo crecí aquí.”
            Geary no podía imaginarse teniendo una niñez igual a esa. “¿De veras?”
            “Sí.” Kat señaló un gran edificio circular dorado al final de la empedrada calle de adoquines dorados. “Ese es el templo de Artemisa. Cuando era una niña, solía salir a hurtadillas de él y correr hacia allí”—ella señaló hacia otro templo en el lado opuesto—“hacia el templo de Atenea, y jugar con sus búhos.” Ella se rió ante el recuerdo. “Solía hacer enloquecer a Artemisa.”
            “¿Por qué?”
            “Están peleadas desde hace mucho tiempo por alguna absurdez que sucedió hace eones. Y Artemisa quería que me mantuviera tan lejos de Atenea como pudiera.”
            “Pero no pudiste resistirte, ¿huh?”
            Su sonrisa se ensanchó. “La verdad es que no. De acuerdo con Artemisa, he hecho una vida de estudio para irritarla.”
            Geary se rió mientras miraba a su alrededor y veía tres cervatillos corriendo atravesando la avenida dirigiéndose a ellas. Los ciervos desaparecieron en el bosque, donde juraría haber visto un centauro corriendo. “No puedo creer que esto sea real.”
            “Oh, créelo. Asusta tanto como puede ser”. Kat señaló una enorme antesala hecha de oro y marfil que estaba sobre la cima de una colina sobre ellos. “Y allí es donde reside Zeus con Hera. Es el gran salón donde todo el mundo va a quejarse y discutir por todo.”
            Era tan magnífico como el resto del lugar. Verdaderamente, era igual que caminar en un sueño. “¿Es allí a dónde vamos?”
            “No. A Persephone no le gustan los juegos políticos. Incluso aunque Zeus es su padre, ella sólo va cuando es convocada, especialmente desde que Hera no puede estar cerca de ella por que es una de los bastardos de Zeus. Ella hace todo lo que puede para mantenerse al margen de sus asuntos.” Kat señaló hacia otro edificio calle abajo. “Posiblemente estará pasando el tiempo en el templo de su madre.”
            Geary siguió a Kat cuando cruzó la calle y casi son arrolladas por un objeto borroso.
            “¡Hermes!” Gritó Kat. “¡Mira por donde vas!”
            “No tengo tiempo…” contestó una débil voz antes de que se desvaneciera de su vista. Extrañamente esto le recordaba a Geary al Correcaminos de las caricaturas, que no dejaba más que polvo tras su estela.
            “¿Esto sucede con frecuencia?” le preguntó a Kat.
            “Sí, él siempre tiene prisa. Tienes que ser realmente cuidadosa o te pasará por encima. Esto es lo mismo que ser golpeado por un tractor Mack. Sangriento bastardo.”
            De acuerdo… allí no había hostilidad.
            Pero afortunadamente nadie intentó acribillarlas mientras recorrían la corta distancia hacia el pequeño edificio abovedado. Geary se detuvo ante él para mirarlo éste era sólo la mitad de alto que los demás alrededor y tampoco más grande. Aunque seguía siendo hermoso y más grande que la casa que había tenido la familia de Geary, careciendo totalmente del admirable factor que tenían el resto de los edificios colindantes. “¿Por qué es tan pequeño comparado con los otros?”
            Adelantándose, Kat abrió la puerta que daba a un enorme vestíbulo que estaba hecho de mármol tan blanco, que le dolían los ojos al mirarlo. Toda la habitación estaba rodeada por columnas que estaban talladas con figuras de personas. Y cuando Kat y Geary entraron, una de las estatuas masculinas abrió los ojos para mirarlas.
            “¿Qué te trae aquí, Katra?” preguntó la estatua en griego antiguo.
            Kat no estaba para nada asombrada por el hecho de que una estatua viviente se estuviese dirigiendo a ella, mientras que Geary se quedó con la boca abierta. “Quiero tener unas palabras con Persephone.”
            “Ella está en el jardín,” respondió una estatua femenina antes de indicar hacia el par de puertas opuestas. “Pero no está de buen humor, te lo advierto.”
            “Gracias, Chloe.”
            Aturdida, Geary se arrastró a través de las puertas que se abrieron por propia voluntad a un enorme atrio jardín. El viento era apacible con una mezcla de esencia de jacinto y lilas. “Ooo, encantador.”
            Al menos eso era lo que pensaba hasta que oyó a alguien maldiciendo. Repetidamente y con satisfacción.
            “La jardinería es un gilipollez, mamá,” gimoteó la ligera y cadenciosa voz desde los arbustos en frente de ellas. “¡Lo odio! Mira esto. Mis uñas están completamente destrozadas y ¿Para qué? Cavar la tierra, plantar algo estúpido, haz esto, haz aquello. ¡Blah!
            “¿Seph?
            Los arbustos se movieron cuando una pequeña mujer salió de entre ellos. Geary ocultó su sonrisa cuando una muy pequeñita y extremadamente hermosa mujer rubia se levantó. Vestida con un peto verde y una camiseta blanca, se había manchado de suciedad una mejilla y la punta de su nariz. Sus manos estaban cubiertas por largos guantes de jardinería  mientras algo verde y marrón se entremezclaban en su pelo que todavía estaba impresionante. Ella extendió las manos y mandó los guantes volando al suelo.
            “Hola, Kat”, dijo ella como si estuviese completamente imperturbable por el hecho de que ellas hubiesen oído sus quejas. “¿Qué pasa?”
            “Quería…” Kat bajó la voz cuando una pequeña mata de flores comenzó a moverse hacia el bosque.  Persephone se lo cargó lanzando algún tipo de energía de sus manos. Ella se rió, entonces envió a sus guantes a levantar más flores.
            “¿Qué estás haciendo?” preguntó Kat frunciendo el ceño.
            “Venganza,” dijo Persephone orgullosa. “Es una pequeña venganza, por supuesto, pero son esas pequeñas cosas en la vida que significan tanto.”
            Kat arqueó una ceja y miró a Geary antes de pedir que se lo aclarara. “¿Venganza sobre quién y para qué?”
            “Mi madre, ¿Quién sino?” Persephone señaló hacia el exuberante jardín. “Me deja en este lugar alejado de la mano de dios durante nueve meses al año y cree que voy a agradecérselo. Mientras que todo lo que yo quiero es estar con mi marido…” Ella les dedicó una significativa mirada.” ¿Tienes idea de lo duro que es pasar nueve meses al año sin sexo cuando tu marido es una pieza tan exquisita de hombre que debería haber sido el dios de la fertilidad en vez del dios de la muerte?” Ella se detuvo en su diatriba cuando finalmente vio a Geary por encima del hombro de Kat. “¿Y tú eres?”
            “Ella es una amiga mía. Megeara, te presento a Persephone.”
            Persephone frunció severamente el ceño cuando le echó un vistazo al cuerpo de Geary. “No eres la Furia Megeara, ¿verdad?”
            “No, pero me llamaron así por ella.”
            “Ah” Persephone extendió su mano al tiempo que sus facciones se suavizaban. “Encantada de conocerte entonces.”
            “Lo mismo digo.”
            “Así que,” dijo Persephone, volviéndose hacia Kat. ¿Qué os trae a las dos aquí?”
            “Nosotras”—Kat las indicó a las dos con un gesto de la mano—“necesitamos algo de ayuda urgentemente”.
            Persephone bufó. “Yo soy la que necesita ayuda urgentemente.” Ella suspiró mientras le dedicaba a Megeara una desesperada sonrisa. “Sé que acabamos de conocernos, Megeara, pero ten paciencia conmigo. Estoy tan caliente que podría morir y la respuesta de mi madre a mis quejas es… sacar las malas hierbas de su preciado jardín. ¡Malas hierbas! ¿Es que está loca?”
            Definitivamente eso era más de lo que Geary quería saber acerca de la diosa.
            “Ya, y con esa agradable nota,” dijo Kat con una indirecta risa en su voz, “es tu marido el que nos ha traído aquí.”
            “Oh, ¿Qué ha hecho él ahora?”
            “Hizo un pacto con un Dream-Hunter que quería ser humano. Ahora el Dream-Hunter ha sido asesinado y nosotras queremos traerlo de vuelta desde el Hades.”
            Interesante resumen el que se había sacado Kat. Geary nunca podría haber sido tan concisa.
            Persephone arrugó la cara. “Eso es un rollo. Sabes que Hades no quiere dejar ir a nadie. Nunca. Él está muy unido a esas almas.”
            “Yo amo a Arik, “ dijo Geary con voz rasgada. “Haré cualquier cosa para traerlo de vuelta.”
            Ambas mujeres se avergonzaron ante las palabras de Geary.
            Persephone se acercó a ella para que bajara la voz. “No digas eso tan alto por aquí. Hay muchos tíos que te tomarían la palabra, y hacer tratos con un dios es lo que os metió en esto en primer lugar.”
            “Lo siento” dijo Geary lentamente. “Pero lo amo, con todo mi corazón.”
            Kat suspiró. “Los dioses la han jodido realmente. Le han quitado a toda su familia, y dado eso, estaba pensando que quizás podríamos ayudarla sólo por esta vez.”
            Persephone sacudió la cabeza. “Conoces las reglas, Kat.”
            Geary frunció el ceño. “¿Qué reglas?”
            “Quid pro quo,” dijo Kat irritada. “Tienes que dar algo a cambio para obtener el favor de un dios”
            Oh, eso era sólo maravilloso. Pero esto todavía no detenía a Geary. Tenía que liberar a Arik. “Dime lo que tengo que hacer.”
            Persephone parecía sorprendida por la repuesta de Geary. “Ella es una pequeña conejita impaciente, ¿no?”
            “Está desesperada, Seph. De todas las personas, creo que tú puedes contar lo que es que te aparten de aquel a quien amas.”
            Persephone asintió. “Si, y tú elegiste el momento correcto para aproximarte a mi con eso. Realmente extraño a mi Hades.”
            De repente Geary recordó el anillo que le había dado D´Alerian. “¡Espera!” Ella lo sacó de su bolsillo. “Un Oneroi me dio esto. Dijo que te lo diera y que te dijera que Neco quiere que le devuelvas el favor.”
            Ella vio el dolor en los ojos de Persephone cuando tomó el anillo de la mano de Geary. Los ojos de Persephone brillaban por las lágrimas cuando trazó el intrincado trabajo que había en él con la punta de su dedo. “¿Cómo ésta?”
            Kat le sonrió antes de responder. “Bien”
            Persephone se puso el anillo en el pulgar antes de asentir. “Bueno, ahí lo tienes. Neco te está cediendo su favor para esto, así que el de Neco es como si fuese tuyo.”
            ¿Quién es Neco? Geary gesticuló las palabras a Kat, queriendo entender exactamente que estaba pasando. Y a quien le debía ese favor.
            “Neco es D´Alerian.”
            Geary se quedó atónita por las noticias. “¿Por qué me cedería su favor a mí?”
            Persephone se limpió las lágrimas. “Por que mi hermano es un hombre gentil. No le gusta ver a nadie sufrir y odia la injusticia. Imagino que esta es su manera de compensarte por algo que siente que te han arrebatado.”
            Aún así, Geary seguía sin entenderlo. “¿No es eso un poco difícil para alguien que no tiene sentimientos?
            Persephone no respondió.
            Kat, por otro lado, bufó ante la pequeña diosa. “La maldición sobre ellos se está rompiendo, ¿no es cierto?”
            Persephone asintió imperceptiblemente. “Pero no puedes decírselo a nadie, Kat. A nadie. No quiero que castiguen a Neco otra vez. Padre es más duro con él que con los otros por que es su hijo. Si él descubriera esto…”
            “No te preocupes,” le aseguró Kat. “Yo no se lo diré a nadie. Guardar secretos es lo que mejor se me da.”
            “Bien,” respiró Persephone. “Todos ellos ya han pasado bastante.”
            Geary sacudió la cabeza. “Pero no entiendo. Pensé que los Oneroi eran hijos de Hipnos y Morfeo.”
            “Algunos de los Oneroi lo son,” dijo Persephone lentamente. “Neco es mi medio hermano. El nació de Zeus y D´Aria, una de las Oneroi originales. Mientras uno de sus padres sea un Oneroi, entonces ellos heredan esos poderes y les conceden esas responsabilidades.”
            Geary se frotó la ceja mientras intentaba encontrarle sentido a todo eso y colocarlo en su mente. “Los vuestros tienen el árbol genealógico más embrollado.”
            Kat se rió. “Créeme, lo sabemos.”
            “Yeah, y no quieras intentarlo e imaginarte el de Kat. Es aterrador.” Dijo Persephone estiró el cuello para mirar alrededor del terreno. “Vamos, chicas, tenemos que darnos prisa. Si mi madre vuelva y descubre que me he ido, lanzará un tornado o algo.”
            En un segundo estaba en el soleado jardín, en el siguiente estaban en una oscura, apestosa caverna. Geary se llevó la mano a la nariz en un esfuerzo para minimizar el tremendo hedor. “¿Qué es esta peste?”
            Arrugando sus facciones en la distancia, Persephone abanicó una mano en frente de su cara. “La cena de Cerbero. Elegimos un mal momento para venir.”
            Ella las dirigió por un estrecho corredor y a través de una puerta que se abría a una enorme sala del trono.
            Geary se detuvo en el umbral cuando vio las luminosas paredes de mármol. Pero lo que la cautivó fue el asombroso hombre sentado sobre un trono negro que parecía estar hecho de lo que parecían ser huesos. Con el pelo negro cayéndole en ondas hasta los hombros, era absolutamente imponente.
            Y maduro.
            Vestido con armadura de cuero negra, Hades tenía una presencia que realmente iba con un dios de la muerte. Esto envió un escalofrío de temor por ella, pero aún así, entendía por qué Persephone se sentía atraída por él.
            Era fascinante.
            Y cuando Persephone se acercó a él y la vio, la mirada de alegría en su cara hizo que el corazón de Geary diera un salto. Él se puso lentamente en pie.
            “Seph” jadeó como si estuviese soñando.
            Persephone corrió hacia él.
            Riendo, la tomó en sus brazos y girando con ella. “Oh, mi preciosa Seph.” Se rió otra vez ante de besarla profundamente.
            Kat carraspeó. En alto. “Siento la interrupción, pero antes de que la ropa empiece a volar o desintegrarse, quiero recordaros a los dos que no estáis solos.”
            Persephone se sonrojó al tiempo que Hades les gruñía. El dio un paso hacia Kat, pero su esposa lo detuvo. “Ella tiene razón, Hades. Tenemos que hacer esto rápidamente antes de que mi madre descubra que me he ido y piense que me has secuestrado otra vez. La última cosa que necesitamos de ella es que llame a mi padre.”
            Hades maldijo en voz baja. “Como si temiese a ese bastardo.”
            “Hades,” lo regañó Persephone.
            Él se ablandó, pero por su cara Geary podía decir que fue a regañadientes. “Así que, por qué están ellas aquí?”
            “Ellas vienen buscando un alma.”
            Él bufó ante su esposa. “¿Cuál?”
            “Arikos,” dijo Kat.
            Hades parecía incluso más confundido. “¿El Skotos?”
            Geary asintió.
            “Él no está aquí”
            “¿Qué?” preguntó Geary incrédula, su corazón hundiéndose.
            “Arikos no se ha dirigido aquí,” repitió Hades. “Si lo hiciera, lo sabría. Tengo una espina que quitarme con ese bastardo, también.”
            Kat ignoró el acalorado tono de Hades. “Nos dijeron que está al otro lado del río Estigio y es incapaz de cruzar. M´Adoc lo asesinó y no lo enterró. Arik no tenía dinero para pagar a Caronte para que lo cruzara.
            “¿Por qué haría eso M´Adoc?” Pero antes de que ellas pudieran responder, Hades sacudió la cabeza. “Ese pequeño cabrón. Intentando jugármela. No quería que yo supiera que Arikos estaba aquí. Sangriento, monstruoso, bastardo. Y tú.” Él miró a Megeara. “Tú eres la humana que Arikos intercambió. Se suponía que estarías aquí en su lugar. ¿Así que vienes a intercambiar el lugar con él?”
            Geary no podía hablar cuando el temor la atravesó.
            Pero antes de que pudiese pensar en algo que decir, Persephone le pegó a Hades en el brazo. “No empieces con eso.”
            Frotándose el brazo donde ella le había pegado, frunció el ceño ante ella. “¿Empezar qué? Arikos y yo teníamos un trato.”
            “¿Y qué con eso?” preguntó Persephone en tono irritado. “¿Estás queriendo decirme que vas a quedarte ahí y dejar que ella muera por salvarle? ¿Cómo podrías?”
            “Ese fue el trato”, dijo él a la defensiva.
            “Sí, y mis padres hicieron un trato también, y mira como es que acabó. No puedo creer que le hicieras eso a alguien. Pensé que eras diferente.”
            Sus rasgos se aplacaron. “Bebé, lo soy.”
            “No, no lo eres. Eres solo igual que ellos. ¿Intentas separar a dos amantes y para qué? Un estúpido, pacto sin sentido. Tú quien sabe lo mucho que duele que te aparten de quien amas y todavía haces algo tan frío y mezquino. Oh, eso es. Me iré a casa de mi madre y no volveré.
            Sus ojos oscuros llamearon de pronto. “Tienes que volver. No tienes elección.”
            Ella entrecerró los ojos mirándole. “Tienes razón. No tengo elección acerca de venir aquí, pero puedo elegir donde dormir una vez que estoy en casa.”
            Su cara se volvió pálida cuando se dio cuenta que estaba perdiendo terreno. “No te atreverías.”
            Persephone se llevó las manos a las caderas mientras miraba al hombre que prácticamente le doblaba el tamaño. Habría sido cómico si el futuro de Geary con Arik no dependiese del resultado. “Separa a esos dos y hará frío en la forja de Hefaistos antes de que tú entres en mi habitación. De hecho, conseguiré que Eros te haga impotente. Sip. Para siempre. Eso te enseñará.”
            Totalmente pálido, Hades se volvió a mirar  a Geary. “Cógelo. Saca su trasero de aquí y no miré atrás.”
            “¿Hablas en serio?”
            “Sí.”
            Persephone le guiñó el ojo a Geary antes de darle un fuerte abrazo a su marido. “¿Acaso era tan difícil?”
            Él respondió a su pregunta con una propia. “¿Cuánto tiempo tenemos hasta que vuelva tu madre?”
            Persephone se volvió a ellos. “Vosotras dos será mejor que corráis y lo reclaméis. Arik será una Sombra hasta que tú lo devuelvas a la luz del sol en el reino humano. Kat, tú conoces el camino. Una vez que esté de regreso en el mundo, será humano y de carne y hueso. Pero recuerda, Megeara, tienes que sacarlo de allí por ti misma, y no puedes volverte a mirar. Si lo haces, lo perderás para siempre.”
            Antes de que pudiera decirle “gracias”, los dos se desvanecieron.
            Kat se volvió hacia ella con una sonrisa. “Divertido, ¿huh?”
            “Sip.” Dijo Geary luminosamente. “Creo que estoy un poco atontada. No puedo creer que no nos hiciera alguna prueba o algo.”
            “Todavía no lo hemos sacado. Recuerda, cuando ellos dices no mires atrás, no lo hagas.”
            Geary asintió cuando recordó lo que había estudiado. Aún no estaban fuera de los bosques. Y si no lo encontraban pronto, sería demasiado tarde.

            Arik observó como Caronte pasaba junto a él por el río. El anciano era una enfurruñada figura barbuda, vestida de marrón oscuro. Su despiadada mirada fija escaneaba a esos aquellos quienes estaban reunidos sobre las orillas del río. Caronte sólo llevaría a aquellos que tuviesen un obulos, una moneda griega, o un danace Persa para pagar los honorarios del barquero. Sólo aquellos con moneda podría ir al otro lado, donde serían separados---aquellos que habían hecho buenas obras en su vida serían llevados a los Campos Elíseos para un descanso divino, y los que habían cometido malvadas obras serían destinados al Tártaro para ser torturados.
            Pero sólo un tonto le daría la moneda a Caronte antes de que los dejara en la orilla opuesta. Era una costumbre mostrar la moneda a Caronte, entonces esperar y entregársela cuando el viaje estuviese completo.
            Si no podías mostrarle la moneda, entonces estabas condenado a esperar en la orilla cien años antes de que pudieras cruzar. Y si pagabas a Caronte antes de que te depositase en tu destino, lanzaría tu alma al río, donde sufrirías en eterna miseria.
            Personalmente, Arik sabía a donde se dirigiría una vez que cruzara el río y podía esperar fácilmente cien años antes de que su tortura empezara. Pero entonces, no había tenido que hacerlo. Él ya estaba sufriendo la pérdida de Megeara.
            Sentía su ausencia en cada parte de él. La desesperación pesaba igual que una pila de yunques sobre su alma. Todo lo que él quería era ver su cara una última vez. Tocar su mejilla o sentir su pelo sobre su piel. Esos recuerdos lo quemaban mientras rezaba por que estuviese a salvo.
            “Odio ese miserable viejo bastardo.”
            Arik miró a su izquierda cuando una Sombra de un hombre de mediana edad se unía a él.
            El hombre estaba mirando a Caronte, quien no les prestaba atención alguna mientras hacía su travesía por las negras aguas. “Desearía que ese barco volcase y lo arrojase al río Acheron. Le serviría rápidamente si lo hiciera.”
            Quizás. Acheron era el río de la desgracia y era allí donde iban a parar todos los problemas del mundo. Se decía que si alguna parte de tu cuerpo era tocado por él, esas desgracias se filtrarían en ti y destrozarían tu cuerpo y partiría dolorosamente tu alma.
            Todos los muertos debían cruzarlo para alcanzar su destino final. Se suponía que era un viaje simbólico donde la muerte dejaba las preocupaciones atrás.
            El hombre miró a Arik. “Tú tampoco tienes una moneda, ¿huh?”
            “No”
            Él escupió a la tierra a los pies de Arik. “Eso es por nuestras familias entonces. Dejarnos tirados de esta manera. Una plaga para ellos. Pueden todos ellos caerse dentro del río Acheron y ahogarse en su apestosa miseria.”
            Arik arqueó una ceja ante el rencor del hombre. Sonaba igual que si se hubiese estado bañando en el río Estigio, donde el odio flotaba libremente.
            El hombre lo observó con curiosidad.
            “¿Qué te trajo aquí?”
            Arik respondió sin vacilar. “El Amor.”
            “Te suicidaste, ¿no?”
            “No. Intercambié mi vida para mantener a salvo a la que amo.”
            El hombre estaba horrorizado. “¿Por qué hiciste algo tan estúpido?”
            “No es estúpido”
            “Claro que lo es. ¿Crees que ella haría lo mismo por ti?
            Otra vez, Arik respondió sin reservas. “Sí.”
            “Eres un completo memo si creer eso.” Él hizo un sonido grosero antes de marcharse.
            “Él tiene razón, sabes.”
            Arik se congeló cuando oyó la última voz que esperaba oír. Era Wink, no dudaba de que viniera a regodearse. “¿Qué estás haciendo tú aquí?”
            Wink se encogió de hombros. “Algunas veces me entretengo con los muertos. Pueden ser extremadamente entretenidos, especialmente los que gimotean.” Él se detuvo y olfateó el aire alrededor de Arik. Las acciones de Wink le recordaban a un perro rastreando a una mofeta. Finalmente Wink se apartó y miró a Arik haciendo un movimiento con la mano. “¿Dónde están tus poderes?”
            “No te preocupes por eso.” Arik intentó apartarse, pero Wink lo siguió por la orilla del río incluso mientras se mezclaba entre otras Sombras.
            “¿Qué hiciste, Arikos?”
            Arik no tenía idea de por qué no se hacía la rata con los otros y le contaba a Wink que todos ellos conservaban sus emociones. Debería hacerlo. Era lo que todos ellos se merecían, pero un inoportuno sentido de la lealtad evitaba que lo hiciera. Wink correría con lo que Arik le dijese directamente a Zeus y empezarían los problemas.
            Arik era demasiado humano ahora para hacer tal cosa, y en el fondo de su mente sabía que Megeara estaría decepcionada con él.
            Incluso aunque ella lo odiaba, Arik no quería decepcionarla.
            Y todavía el dios seguía tras él. “¿Arikos?”
            “Vete, Wink”, bufó él. “Estoy muerto y sólo quiero que me dejen solo.”
            Wink tocó el brazo de Arik, entonces silbó y se echó a atrás. “¿Tú y tu humana?”Dijo él, con tono acusador. No dudaba que un toque le diría al dios todo acerca de cómo Arik había acabado allí—todo lo que había pasado con Megeara de todas maneras. “¿Has perdido la cabeza? ¿Por qué entregaste tu inmortalidad por ella?”
            Arik no podía explicarlo. Eso era estúpido y él lo sabía. Pero todavía parecía estar bien. Su vida por su felicidad. Extrañamente a él le valía incluso aunque no debiera.
            Él era definitivamente un caso mental.
            Aún así, Wink no se rendía y lo dejaba en paz.
            “Diste la inmortalidad por ella,” repitió Wink. “¿No has aprendido todavía que los seres humanos no son dignos de ello? Ella es sólo una entre el millón que están allí fuera.”
            “No, Wink, estás equivocado. Ella no es una entre un millón. Ella es única.”
            Él bufó ante su respuesta. “¿Tan única que dejó que tú murieras por ella? Créeme, hay millones de mujeres que son así de egoístas.”
            “Sí, pero sólo hay una que caminaría a través del infierno para recuperarle.”
            Arik se detuvo instantáneamente cuando vio a Kat en la oscuridad. Pero eso no fue lo que lo dejó más atónito. Fue el ver a Megeara moviéndose para quedarse a su lado.
            Él quería correr hacia Megeara y envolverla en sus brazos, pero no podía. Por un lado, ya no tenía cuerpo. Por otra, no estaba seguro de que ella le dejara.
            Pero ella estaba allí.
            Geary se cubrió la boca con las manos para sofocar un grito cuando vio que estaba delante de Arik. Si translúcida piel era de un pálido gris. Sus ojos ya no eran tan azules sino bastante oscuros y hundidos. Y llevaba un agujero en su torso que parecía como si alguien le hubiese apuñalado.
            “¿Arik?” preguntó vacilante.
            Él parecía estar hablando, pero ella no podía oírlo. Aterrada, ella miró a Kat.
            “Él es ahora una Sombra, Geary. Sólo los dioses pueden oírle.”
            “¿Qué está diciendo?”
            “Quiere que te marches antes de que sea demasiado tarde para ti”
            Eso logró hacer que sus lágrimas cayeran por sus mejillas. “¿Puede oírme?”
            “Sí”
            Ella se volvió a él. “Estoy aquí para recuperarte, Arik. No me iré a menos que tú estés conmigo.”
            La incredulidad en su cara la atravesó. Incluso así, él mantenía una mano extendida hacia ella. Ella intentó cogerla, pero su mano pasó a través de la de él.
            El Oneroi detrás de él le gruñó. “No perteneces aquí, humana. Márchate.”
            Kat se puso entre ella y el hombre que parecía como si quisiera matarla.”Déjala sola, Wink.”
            Él volvió su mirada hostil hacia Arik. “No seas estúpido, Arikos. Ella no será capaz de sacarte fuera de aquí. Ningún humano ha sido capaz de resistir la prueba de Hades. Y él te lo hará pagar doblemente si intentas marcharte.”
            Arik vaciló. Wink tenía razón. Hasta que Kat y Megeara se lo habían notificado, Hades ni siquiera sabía que él estaba allí. Ahora el dios lo sabía. Si Megeara no lograba sacarlo de allí a salvo, Hades se complacería en torturarle para siempre.
            No, el estar allí sin ella, ya era una maldición y una tortura. No había nada que Hades pudiera hacer que fuese peor que el pensamiento de ella sin nadie.
            Arik la necesitaba más de lo que necesitaba cualquier cosa. No tenía elección, más que seguirla.
            Te quiero, Megeara.
            Geary sollozó cuando leyó sus labios. “Yo también te quiero, Arik, y voy a sacarte de aquí. Lo prometo.”
            El le dedicó una pálida sonrisa antes de asentir.
            Wink curvó sus labios ante ellos. “Esto no es tan fácil, pequeña humana. Sólo—”
            Kat cortó sus palabras al apretar su garganta con su puño. “Cállate, Wink. No estamos de humor.”       
            “Tú no puedes ayudarla,” dejó escapar de su estrangulada tráquea. “Ella también va a morir.”
            “Entonces deberías alegrarte. Ahora sigue tu propio camino o el mundo necesitará otro Hombre del Saco.” Ella lo dejó ir tan rápidamente que él se cayó a través de Arik.
            “Me voy. Pero planeo disfrutar de la visión de tu fracaso.”
            Kat se estiró por Wink otra vez, pero antes de que pudiera agarrarlo otra vez se disolvió.
            Geary se limpió las lágrimas. “¿Qué hacemos ahora, Kat?”
            Ella dejó escapar un profundo suspiro antes de responder. “Llegar aquí fue fácil. Salir no lo será. ¿Conoces esa canción de los viejos Eagles, “Hotel California?”
            “Sip.”
            “Bien. Esta es nuestra situación. Y una vez que empecemos a salir, si vuelves la mirada o intentas ayudar a Arik de cualquier manera será una tostada, y desde que tú no has nacido con sangre de dios, también lo serás.”
            Una escalofriante sensación de terror se asentó en su estómago formando un nudo. “Encantador. Podrías haberme dicho eso antes que viniésemos.”
            “¿Habrías cambiado de idea?”
            Geary miró a Arik y sintió inflamarse el amor en su interior más allá del nudo. “No”
            “Bien, entonces no perdí el tiempo.”
            Geary sacudió su cabeza ante Kat antes de que se volviese a Arik. Ella quería tocarle con tal desesperación que le dolía. Pero eso sería imposible hasta que lo liberaran. “Dirígenos, Mac Duff”
            “Os estoy dirigiendo, pero ni siquiera yo puedo volver la mirada atrás. Así que mantente firme y recuerda, permanece en el camino. No te preocupes por nada que venga hacia nosotros, Sólo imagínate que estamos en una casa del terror y no dejes que te distraigan.”
            “Oooooo, que miedo.” Pero incluso aunque estaba bromeando sobre eso, sabía lo serio que era. Un paso en falso y los tres pagarían caro por ello.
            Kat la condujo al interior de una oscuridad tan opresiva que hacía que le dolieran los ojos. La única manera de decir que Kat estaba todavía frente a ella era por que podía oírla respirar. Al menos esperaba que eso fuese Kat. En la oscuridad, la imaginación de Geary jugaba desbocada. Por todo lo que ella sabía, había algunas horribles bestias agazapadas esperando para devorarla.
            “¿Kat?”
            “Estoy justo aquí. Mantén tus ojos al frente.”
            “Ya lo hago.”
            Algo se deslizó a su lado. Geary chilló consternada y tuvo que forzarse a si misma a no apartarse de ello. Vamos, chica, has estado nadando con tiburones y las anguilas nadaban a tu alrededor. Puedes manejarlo. Esto no es nada. Mantén el rumbo…
            Pero en el agua, no estaba ciega.
            “No mires atrás,” la advirtió Kat otra vez. “Están intentando que eches un vistazo tras de ti y mires a Arik. Si lo haces, se acabó.”
            Eso era más fácil de decir que de hacer, especialmente desde que algo pareció brillar en la periferia de su derecha antes de moverse atrás, alejándose de ella. Y ella estaba desesperada por saber si Arik estaba todavía allí. No había sonido o señal de él.
            Nada. Por todo lo que ella sabía, ellos podían haberlo agarrado y alejado de ella.
            Y pensar que siempre había considerado a Orfeo idiota por mirar si Eurídice venía detrás de él. Ahora tenía todo el sentido. No le extrañaba que el semidiós hubiese sido tan paranoico. No dudaba de que ellos hubieran estado atormentándolo a cada paso del camino, también.
            ¿Y si Arik se distraía? ¿Y si se caía y necesitaba ayuda?
            De repente una luz parpadeó ante ellos. Esta fue seguida por un chillido y una horrenda cara verde que hizo que a Geary gritara. Instintivamente empezó a volverse hacia Arik, pero se detuvo a medida que el ruidoso chillido continuaba. “¿Qué fue eso?”
            “Una Gorgona,” gritó Kat. “Quédate en el camino e ignóralas. Son los guardianes de la barrera entre el Inframundo y el mundo exterior. Su trabajo es mantenernos aquí. No les dejes.”
            “Lo estoy intentando”
            “No lo intentes, Geary, hazlo.”
            Ella lo intentaba.
            Y a media que avanzaban, aparecían más y más Gorgonas. Ellas marchaban junto al trío, chillando y azotando. Fintando hacia ellos. Pero las Gorgonas nunca los tocaron. Lo único que conseguían era que se agacharan.
            Las gorgonas eran tan horrendas como habían previsto las historias. Su piel verde era escamosa igual que la de una serpiente y tenían ojos rojos que brillaban intensamente en la oscuridad. Había un arrastrante y deslizante ruido que los seguía a través de la caverna.
            Pero lo peor era su respiración que haría que la basura tóxica se sintiese orgullosa.
            “Él ya no está allí, humana,” dijo la Gorgona de la derecha a Geary maliciosamente. “Ya lo has perdido.”
            “Cállate, Euryale,” gruñó Kat. “Déjala sola.”
            Ella le siseó a Kat.
            Geary hizo lo que pudo para distraerse de ellas. “Pensé que las personas se volvían de piedra si miraban a una Gorgona.
            “Sólo lo hacen los hombres.”
            Un nuevo temor la atravesó ante las palabras de Kat. “¿Arik?”
            “Dije hombres, Geary. No dioses o Sombras. Él está a salvo. Sólo continúa hacia delante y no intentes mirarlo.”
            Eso era más fácil decirlo que hacerlo, especialmente cuando su mente estaba con los “y si”. “¿Estás segura?”
“Bien, ¿Eres de piedra?”
            Todavía no, no lo era, pero si Kat no se hacia cargo de su tono pronto, Geary quizás la “apedrearía” a ella. “No me refería a mí.  Quería decir Arik.”
            “Si te vuelves a mirarlo, Geary, lo perderás.”
            “Lo sé.” Pero la compulsión era tan fuerte. Era sobrenatural.
            “Ella te está mintiendo, humana. Lo has perdido en las cavernas. Él está llorando por ti, esperando que lo ayudes.”
            Geary sacudió la cabeza para disipar la imagen de su mente de Arik haciendo exactamente lo que la Gorgona decía. “Tú eres la única que me está mintiendo.”
            La Gorgona descubrió sus colmillos antes de moverse para caminar directamente al lado de Geary.
            “Megeara, ayúdame.” Era la voz de Arik llegando desde atrás de ella.
            Es un truco; Es un truco.
            “Por favor, Megeara. Te necesito. No me dejes sufrir aquí…”
            “¡Ya basta!” dijo Geary con los dientes apretados. “Él es una sombra. Y sé que no puedo oírle y Arik nunca se comportaría de esa manera. Sólo están intentando fastidiarme.”
            Una de las gorgonas tras Geary chasqueó su lengua. “Pobre Arik. Ves. Ella no te ama en absoluto. Te dejaría sufrir antes que ponerse a si misma en peligro.”
            Entonces oyó el sonido amortiguado de una voz masculina gritando que sonaba como si fuese la de Arik.          
            Ella apretó los puños, luchando por no volverse y mirarlo. Tenía que saber que estaba bien… “Kat”, lloriqueó ella. “Ayúdame”
            “No las escuches, Geary. Canta una canción y ahógalas.”
            “¿Cantar qué?” preguntó ella con frustración.
            “¿Cuál es tu canción favorita?”
            Geary se tapó los oídos con los dedos y empezó a cantar “Sobreviviré” de Gloria Gaynor.
            Ahora fue el turno de las Gorgonas de gritar de dolor mientras se apartaban de Geary. Al darse cuenta de que ellas no podían quedarse cerca de su desafinada armonía, Geary cantó incluso más alto.
            “¡Basta! ¡Basta!” suplicaban ellas.
            Pero Geary se negó. Era hora de que alguien les devolviera el favor y las atormentara durante un rato.
            Después de que acabó con la canción de Gloria Gaynor, se atrevió con “Play That Funky Music” y “Funky Town” de Wild Cherry.
                    
            Para su inmerecido placer, las gorgonas continuaron retorciéndose y gritando de agonía, lo cual causó que Kat la ayudara serenándolas con las melodías de música disco.
            Geary acababa justamente la de “Staying Alive” de los Bee Gees cuando finalmente vio luz. Su corazón se aceleró mientras la llenaba el puro entusiasmo. Casi lo habían conseguido.
            Unos pocos pasos más…
            Sus cánticos vacilaron cuando se esforzó por oír alguna señal de Arik detrás de ella. No había nada.
            Nada.
            “¡Abajo!” gritó Kat un instante antes de que una ráfaga de fuego pasase por encima de sus cabezas.
            Geary apretó los ojos cerrados y rogó con todo lo que tenía. Anhelaba con desesperación tocar a Arik.
            Él está aquí.
            Tenía que estarlo. Confiando en Kat y en Arik, abrió los ojos y vio que Kat estaba ya moviéndose hacia delante.
            Les costó algo escalar las escarpadas rocas que llevaban a la pequeña abertura entre ellas.
            “No puedo ayudarte, Geary.” Dijo Kat en frente de ella. “Al igual que tú, no puedo volverme, y tú no puedes volverte para ayudar a Arik, ¿Entendido?”
            “Sí.”
            “De acuerdo. Recuerda, tenemos que conseguir salir y tú tienes que esperar justo a mi lado, mirando al este. ¿Lo tienes?”
            “Lo tengo.”
            Cuando se acercó a la abertura, el pie de Geary se deslizó. Ella resbaló hacia atrás y maldijo cuando las rocas la cortaron en las manos y rodillas. Antes de que pudiera detenerse a si misma, se volvió, pero cerró nuevamente los ojos con fuerza.
            ¿Contarías eso los dioses?
            Seguramente no. Pero si abría los ojos para comprobarlo lo harían.
            Contando hasta diez, volvió la cabeza y miró hacia delante. “No me dejes abajo, Arik. ¿Me oyes? Mejor que estés todavía ahí.”
            Respirando profundamente, empezó a subir otra vez incluso aunque le escocían los cortes y su cuerpo estaba dolorido de la caída.
            Parecía que le iba a llevar una eternidad salir de la Caverna. Kat ya estaba fuera, esperando en un pequeño claro que miraba el mar.
            Geary se unió a ella. “¿Ahora qué?”
            Kat volvió ligeramente su cabeza para mirar a Geary con el ceño fruncido. “¿Qué te ha pasado?
            “Me caí.”
            Kat arrugó la cara en desagrado y pena. “Lo siento.”
            También Geary, especialmente dado lo que le dolía.
            Pero Geary siguió allí, esperando en silencio. Después de unos pocos minutos, el pánico cayó sobre ella. “¿Dónde está Arik?”
            “No lo busques.”
            “Estoy empezando a cansarme de esa advertencia, Kat. Él no está aquí…”
            “Sé paciente, Geary.” Su tono era aplacado y calmo, y fastidiaba cada vez más a Geary.
            “Estamos a la luz del día. Estamos en la claridad. ¿Por qué no está aquí con nosotros?”
            “¿Qué pasa si está justo detrás de ti ahora y te vuelves a mirarlo? Lo enviarías de vuelta al infierno.”
            Geary presionó sus manos contra sus ojos queriendo llorar de frustración. Eso era cruel y malo y hacía que odiara a los dioses por ello. “No mueras, Arik, por favor”
            Y entonces lo sintió. Era un toque frío contra su mejilla. Ligero y amable. Conocería esas caricias en cualquier lugar. Bajando sus manos, ella vio a Arik cerca de ella, pero todavía estaba pálido y demacrado.
            Incluso así, él era la mejor cosa que ella había incluso tenido. Antes de que pudiese detenerse, lo atrajo hacia ella y lo besó sin más.
            Arik gruñó al probar a Megeara otra vez. Y mientras ella le besaba, el calor de él creció. La mantuvo apretada contra él gozando de sentir su cálido cuerpo cerca del suyo. En toda su vida nunca había sentido nada como esto.
            Podría jurar que  podría volar sin necesidad de alas, ahora mismo. Nunca ni una sola vez habría soñado si quiera que ella iría a buscarle, y el hecho de que le hubiese salvado…
            Era Increíble.
            Megeara se apartó para mirarle, entonces sonrió. “¡Has vuelto!” Ella dejó caer una lluvia de besos sobre su cara.
            El mismo disfrutó cuando saboreó cada toque de sus labios sobre su piel. “No puedo creer que vinieras a por mí.”
            “¿Estás bromeando? Siempre iría a por ti.”
            Y eso era el por qué la amaba tanto.
            “Uh, tíos,” dijo Kat, aclarándose la garganta. “no os ofendáis, pero esto me está resultando embarazoso. Vosotros dos cuidaros y ya os veré por ahí.”
            Antes de que ninguno pudiera hablar, ella se desvaneció.
            Arik sonrió cuando levantó a Geary y la hizo girar. “No puedo creer que estés realmente aquí y que esto no sea un sueño.”
            “¿Yo? Mírate…” Geary frunció el ceño cuando un extraño pensamiento la atravesó. Esa era una pregunta que no había pensado en buscar antes una respuesta. “¿Qué eres ahora?”
            “Él es humano.”
            Arik se detuvo ante el sonido de la voz de D´Alerian. Dejó a Megeara en el suelo, esperando una lucha. “¿Qué es lo que quieres?”
            D´Alerian alzó sus manos a modo de rendición. “Solo quería asegurarme que Megeara salía de esto viva. Ahora que estáis juntos, pensé en llevaros a ambos a su casa para que lo celebréis.”
            “¿Y por qué debemos nosotros confiar en ti?
            Geary puso su mano sobre el brazo de él para calmarlo. “No lo hagas, Arik. Le debemos todo. El fue el reclamó un favor a Persephone de modo que yo pudiera liberarte.”
            El la miró confundido, después de volvió hacia D´Alerian, cuya cara estaba completamente estoica. “¿Por qué hiciste eso?”
            “Por que perdí lo que amaba, Arik, y no quiero que nadie conozca ese dolor. Vosotros dos os habéis ganado el derecho de vivir en paz.”
            Arik bufó ante sus buenos deseos. “M´Adoc nunca lo permitirá.”
            “Sí, lo hará. Nos aseguraremos de eso.”
            A Geary no se le escapó la nota ominosa en la voz de D´Alerian. “¿Qué vais a hacer con él?”
            “No te preocupes. No lo lastimaremos. Vamos a enviarle a algún lugar donde pueda aprender compasión. Es una emoción simple, pero se les escapa a demasiados. Él necesita aprenderlo.”
            Entonces D´Alerian extendió su mano y un brillante haz de luz los envolvió. En un momento estaban fuera del Inframundo, y al siguiente estaban en el piso de ella.
            Geary miró alrededor con incredulidad. Parecía que hubiese pasado una eternidad desde la última vez que había estado allí.
            D´Alerian les dedicó una amable sonrisa. “Atesoraros el uno al otro.”
            Geary asintió. “No te preocupes. Lo haremos.”
            Él inclinó la cabeza a modo de despedida, entonces se desvaneció.
            Tan pronto como estuvieron solos, Arik bajó la cabeza y le acarició el cuello con sus cálidos labios. “Te amo, Geary.”
            Ella sonrió cuando él usó su diminutivo sin que ella lo obligase a ella. “También te amo, bebé.” Ella se estiró para coger su mano en las de ella y tirar de él hacia su habitación.
“¿Qué estás haciendo?”
            Ella lo miró significativamente. “Voy a hacerte sufrir como no ha sufrido ningún hombre por las mentiras que me has contado y por hacerme pasar por tanto.”
            Él abrió y cerró la boca mirándolo un poco atónito. Finalmente, apretó los dientes y entrecerró los ojos sobre ella antes de que su cara mostrase resignación. “¿Y qué has planeado hacerme?”
           
            Una lenta sonrisa cruzó por la cara de ella. “Primero voy a desnudarte y después voy a doblarte igual que una pretzel y lamer tu cuerpo hasta que supliques que me detenga. Te tendré suplicando piedad sin parar.”
            “Hmmm,” suspiró él. “Eso suena positivamente increíble.
            “No tienes idea… Mi lengua es conocida por hacer sangrar en cuatro continentes.”
            Él se rió profundamente cuando ella tiró de él hacia su habitación. “Bueno, en ese caso, dejemos que comience la tortura.”

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