domingo, 19 de febrero de 2012

DH cap 17

Los siguientes cuatro días estuvieron completamente ocupados respondiendo a las preguntas de los oficiales sobre la explosión del barco, el tratar con la compañía de seguros, e intentar calmar a Tory, quien deseaba ir derecha al lugar y excavar, aunque mucha de su información se había calcinado en las llamas. La única quien estaba feliz con el retraso era Thia, quien tenía más tiempo para pasar con Scott y Brian, y Kichka, quien era capaz de cazar ininterrumpidamente los ratones que se perdían en el callejón detrás de su apartamento.
            Y profundamente en su interior, Geary estaba más que bien con el retraso, demasiado, desde que esto significaba más tiempo con Arik. Él había probado ser una tremenda ayuda para ella. La mantenía completamente en tierra mientras su genio aparecía, y tenía una incomparable habilidad para hacer que los Oficiales Griegos se doblegasen ante él. Si no lo supiera, juraría que sus poderes de dios habían regresado.
            Pero era definitivamente humano todavía. Simplemente sabia como influenciar a las personas para obtener lo que él quería.
            Él suspiró cuando se tendió desnuda con él en su cama ya tarde. Había sido un día particularmente duro. Entre tratar con su usual negocio con la compañía de salvamento y un par de clientes que no querían pagar por entregar y tener sus cargas a bordo de sus remolcadores, y la compañía de seguros que estaba intentando probar que ella había hecho explotar intencionadamente el barco para obtener el dinero, ella estaba totalmente exhausta.
            La única buena cosa que había tenido era la maratón de sexo, y ahora Arik le estaba acariciando la espalda mientras ella se tendía al lado de él.
            “¿En que estás pensando?” preguntó ella. Él había estado extrañamente silencioso todo el día.
            “Nada.”
            Ella volvió la cabeza para mirarlo. Estaba completamente desnudo a excepción de la sábana que envolvía sus caderas. Su pelo estaba revuelto y sus labios hinchados, mientras que tenía la barba de un día sobre sus mejillas. Estaba un poco sonrojado por sus juegos, lo cual sólo hacía sus ojos más pálidos y azules.” No me lo creo. Pareces preocupado. ¿Qué te preocupa?”
            Él le apretó el hombro con un toque experto que la hizo soltar un gemido antes de que le respondiera. “Has tenido bastante estrés. No quiero añadirle esto.”
            “¡Oh, qué demonios!” dijo ella con una sonrisa. “Añádelo de todas maneras. Llegados a este punto, un problema más no será nada para mí.”
            Sonriendo, él le besó el hombro que estaba masajeando antes de bajar a masajearle el brazo. “Sólo estaba pensando en lo extraño que es que nadie nos haya atacado en estos últimos días. Sigo esperando que los Dolophoni vuelvan.
            Ella se incorporó sobre un brazo para observarlo. “Quizás Apollymi los asustó.”
            Él tomó su mano libre en las de él y la masajeó entre sus dedos. Los pequeños círculos fueron subiendo por su brazo y haciendo que se fundiese literalmente. “No lo sé. No son de los que se asustan tan fácilmente.”
            Él tenía razón en eso, pero honestamente, prefería el pensamiento de que Apollymi los había asustado. Eso querría decir que no volverían. “¿Qué estás pensando exactamente acerca de su ausencia?”
            “Que están esperando a que me sienta cómodo aquí de modo que puedan golpear mientras no estoy mirando.”
            Ese pensamiento le gustaba incluso menos. “Quizás sólo estás siendo paranoico”
            “¿Lo crees realmente?”
            No, Pero no podía decir la palabra sin gritarla. Era demasiado duro pensar sobre eso. Y otra cosa en la que no quería pensar era en la destructora la manera en que sus pensamientos se encaminaban justo—a que el tiempo de Arik se estaba acortando por segundos.
            Lo cual la llevó a echar un vistazo al reloj. Tan pronto como se dio cuenta de la hora, saltó agarrando la sábana contra sus pechos. “Ey, tenemos que levantarnos si queremos encontrarnos con Kat a tiempo.”
            Arik asintió aun cuando empezaba a temer esa reunión y no sabía por qué. Él había sido el único en sugerir que volvieran a la Atlántida, y aún así tenía un mal presentimiento que no podía ubicar. Algo malo iba a ocurrir. Lo sabía.
            Quizás al haber sido humano durante tanto tiempo había desarrollado algún tipo de intuición. O quizás había sido atacado suficientes veces como para saber que el lugar donde los Dolophoni atacarían la próxima vez sería bajo el agua, donde él y Megerara no serían capaces de escapar o pelear si quiera…
            Ese era un pensamiento escalofriante.
            Por ello, se guardó eso para sí mismo mientras se duchaban, vestían, y se dirigían entonces a su reunión con Kat. Él no quería que nada empañara la felicidad de Megeara después de los últimos días que habían tenido.
            Todo el mundo le había arrebatado fragmentos de su alegría, y él prefería con mucho su sonrisa.
            Esto era todo con lo que ella había soñado, y sin importar como, él iba a dárselo.
            Megeara estaba hermosa  con un ligero top y vaqueros mientras lo conducía hacia los muelles, los cuales parecían tener un agujero allí donde había estado su viejo barco. De alguna forma misteriosa, él extrañaba el barco y le entristecía el que ya no estuviera. Sólo podía imaginar que tan duro debía ser para Megeara, ya que era el mismo barco que había usado su padre en sus expediciones. Ella no lo mencionaba, pero Arik podía decir por la lánguida expresión de su cara cuando miraba las vacías ataduras que ella también extrañaba el barco.
            Para su excursión, iban a usar uno de los pequeños barcos de la compañía—sólo para asegurarse de que nadie sabía lo que estaban tramando. Este era también lo bastante pequeño para que pudiesen manejarlo sólo ellos tres.
            “¿Tory va a estar allí?” preguntó él.
            Megeara aparcó su coche en la zona de arena que había libre al lado del puerto. “No. Le dije que necesitaba que reconstruyera los mapas de la excavación que habían sido destruidos. Ella no tiene idea de a donde nos vamos a dirigir hoy. Piensa que no vamos a movernos hasta que no termine su proyecto.”
            “Eso es malvado de tu parte.”
            Ella le dio una tímida sonrisa. “Creo que todos nosotros somos un poco malvados cuando se trata de proteger a nuestra familia.”
            “¿Lo somos?”
            Geary se volvió en el asiento para mirarle. “No tienes idea de que estoy hablando, ¿verdad?”
            “No, no realmente. Quiero decir, sí, conozco la definición de familia, pero nuestras familias en el Olimpo no funcionan de la misma manera que lo hacen las vuestras y no tenemos los mismos lazos.”
            “¿Qué hay de tu madre?” preguntó Geary. “Seguramente ella cuidó de ti.”
            Él asintió. “Cierto, ella me dio a luz.”
            “¿Y después?”
            “Fui entregado a asistentas que atendieron mis necesidades hasta que fui lo bastante adulto para ser entrenado.”
            “Ya, pero ¿Ninguna de las asistentas te quiso?”
            Él frunció el ceño. “Ellas eran sirvientes, Megeara, no familia. Allí no había amor, y incluso si lo hubiera, yo era demasiado pequeño para recordarlo.”
            “¿Cómo de pequeño?”
            Arik se sentó en silencio, pensando, pero nada venía a su mente. Él no tenía demasiados recuerdos de su niñez, y en ellos no había nada cuando se esforzó por recordar a alguien que hubiese cuidado de él. “No lo recuerdo. Esa es la manera en que siempre se ha hecho y estoy seguro que no fui una excepción. Honestamente no recuerdo nada de mi niñez, a excepción de mi entrenamiento.”
            Geary se estaba esforzando por entender su mundo pero este no tenía ningún sentido para ella. “¿Y qué tipo de entrenamiento fue ese?”
            Él suspiró como si la cosa le irritase. “Incluso aunque estamos malditos, todavía tenemos residuos emocionales cuando nacemos. Éstas deben ser extirpadas y tienen que enseñarnos como entrar en los sueños, así como también lo que se nos permite hacer y lo que está prohibido. Después tenemos que aprender como luchar con los Skoti los cuales al final pelean con nosotros para controlar el humano anfitrión. Lleva años adquirir completo dominio de nuestros poderes, y todo esto es muy complicado.”
            Ciertamente sonaba complicado. Pero una parte de aquello se introdujo en su mente. “¿Y como os extirpaban las emociones?”
            “Generalmente golpeándonos” dijo él en un tono vacío. “Es realmente bastante Pavloviano[1]. Muestras una emoción y el castigo es tal, que es mejor aprender a no sentir nada que sufrir las consecuencias de tenerlas.”
            “¿Fallabas alguna vez en los entrenamientos?”
            “¿Algunas veces?”
            “¿Qué hacían entonces?”
            “Nos ejecutaban.”
            Ella no pudo quedarse más atónita que si él se hubiese levantado y la hubiese golpeado. “¿Te estás burlando a mi costa?”
            “No,” dijo él con toda sinceridad. “Al menos no creo que lo esté haciendo”
            No obstante, Geary seguía sin creérselo pese al tono de su voz y por que matar a un Oneroi sin ninguna otra razón que la de continuar teniendo emociones. ¿Cómo de cruel era eso? “¿Y todos vosotros lo aceptáis?”
            Él parecía estar tan atónito por su punto de vista como ella lo estaba por el suyo. “¿Tenemos elección? A menos que montemos una revuelta contra Zeus, es lo que tenemos.”
            “Quizás es hora de que os reveléis.”
            Él bufó ante su indignación. “No es tan simple. El Panteón tiene una balanza de poder y tú tienes que ser extremadamente cuidadoso de ajustarte a ella. Un movimiento equivocado y puedes destruir el mundo entero. ¿Qué bien habría en revelarse contra ellos entonces cuando todos nosotros acabaríamos muertos?”
            Por mucho que odiara admitirlo, ella había perdido su argumento. “Tienes toda la razón.”
            “Sip.”
            Geary abrió la puerta y salió mientras sus palabras calaban en ella. Su pobre Arik. Tenía que salvarlo de la pesadilla en la que estaba metido. No podía afrontar el pensamiento de que regresara a esa vida donde no había nadie que se preocupara por él. Para sostenerle o amarle. Aquello no era justo.
            “¿Por qué los dioses son tan insensibles a nuestro sufrimiento?” preguntó ella cuando se unió a él en el frente del coche.
            Él tomó su mano en las de él antes de responder. “El mundo está lleno de sufrimiento. Si te abres a él, esto consumiría incluso a un dios. Pero no todos ellos son tan insensibles. ZT es uno de los que se preocupa.”
            “Pensaba que habías dicho que él no era un dios.”
            “Cierto. Él es técnicamente humano, pero tiene los poderes y la inmortalidad de un dios, y se preocupa de la humanidad a pesar de lo que él diga. Y a pesar de lo que le han hecho, nunca ha perdido su compasión por otros. Hay muchos más como él que sienten de la misma manera. Que protegen a la humanidad.”
            “Sí, pero ¿Hay un verdadero dios que lo haga?”
            Él pensó unos segundos antes de responder. “Apóstolos”
            Geary se sorprendió por su elección. “¿El hijo de Apollymi?”
            “Sí”
            “Pensé que estaba muerto”
            “Eso es lo que dicen los rumores.”
            “¿Pero tú no lo crees?”
            Arik se encogió de hombros. “Date una vuelta por los sueños y oirás todo tipo de cosas fascinantes. Apóstolos esta vivo y he oído que su madre habla con él. Sé que él siempre intenta calmarla cuando está extremadamente irritada y amenaza con destruir el mundo.”
            Geary se tomó un segundo para dejar que eso se asentara, “Cuán irónico que el hijo de la Gran Destructora sea el único que se preocupe de las personas que ella quiere destruir.”
            “Lo es, pero él lo hace. Él entiende el gran esquema de las cosas y las consecuencias mejor que nadie, y al contrario que los otros dioses, él no castiga a las personas por sus errores.”
            “¿Por qué no?”
            “Digamos que si tengo que elegir entre mi vida y la suya, prefiero con diferencia vivir la mía.”
            Geary frunció el ceño. Jezz, ¿Cuan horrible tuvo que ser la vida de Apostolos para que Arik hiciese esa declaración? Era un pensamiento aterrador. “Wow. Pareces saber mucho sobre él, incluso dado el hecho de que has estado merodeando en sueños.”
            “Si, bueno, he estado en los suyos una o dos veces, también. Sólo espero que nunca lo recuerde o estoy realmente jodido.”
            “Hola, tíos”
            Ella se volvió cuando oyó la voz de Kat. La alta rubia permanecía de pie sobre los muelles con un par de pantalones cortos y una camiseta floja.
            “Hola, bebé. Me alegra que estés aquí.”
            Kat se encogió de hombros. “Bueno, si realmente te propones ir a remover la Atlántida otra vez, quiero estar allí.”
            “Apostaría a que sí.” Dijo Arik en voz baja.
            Geary frunció el ceño ante el extraño tono de Arik pero eligió ignorarlo cuando se acercaron a Kat. “¿Tienes todo listo?”
            “Lo tengo”
            Geary estaba agradecida.
            “¿Le has dicho a alguien lo que estamos haciendo?” preguntó Arik a Kat cuando se unió a ella en el barco.
            “A nadie. Sé como mantener un secreto.”
            “Bien.” Dijo Geary acariciado el brazo de Arik antes de dirigirse hacia el barco. “Vamos, chicos, pongámonos en marcha. Tenemos una cita con el destino.”
            Arik se detuvo cuando Kat lo miró con los ojos entrecerrados con tal intensidad, que realmente podía sentir su piel ardiendo. “¿Cuántas veces tengo que advertirte? Nunca creí que fueses tan estúpido.”
            “No lo soy. Ella y yo tenemos un acuerdo. Le daremos un par de inofensivas baratijas para que pueda probar que la Atlántida es real y salvar la reputación de su padre y entonces se encargará de que ayudar a que otros sigan la búsqueda de un ganso salvaje inexistente. Ella nos ayudará a salvaguardar la localización de la Atlántida.”
            Kat lo miró atónita por su declaración. “¿Hablas en serio?” preguntó ella en un tono tan bajo que sólo podía oírlo él.
            “Sí. Ella entiende por qué no puede ser encontrada y está totalmente de acuerdo.”
            “No te creo.”
            “Pregúntale.”
            Kat lo dirigió hacia el pequeño barco donde Geary estaba ya preparándose para zarpar. “Gear… ¿Dónde está el resto del equipo?”
            Megeara la miró un poco avergonzada. “Estaba pensando que sólo necesitaba a tres de nosotros.”
            “¿Por qué?”
            Ella se encontró con la mirada de Arik antes de responder. “Mira Kat, sé lo mucho que significa para todos encontrar la Atlántida, especialmente para ti, pero he estado pensando las cosas y creo que esta no quiere realmente que la encontremos. Sé que no tiene sentido para ti ahora mismo pero creo que es lo mejor y quiero que confíes en mí.”
            Kat todavía miraba poco convencida el razonamiento de Geary. ¿Y por qué vamos a volver?”
            “Un par de razones. Una, quiero una prueba indiscutible que está allí, para silenciar a todos los que se han reído de mi padre, y dos, necesitamos destruir los datos de modo que nadie los vea y sienta curiosidad acerca de ellos. La última cosa que necesito es alguien excavando ahí abajo sobre un lugar que hemos ayudado a descubrir.”
            Kat cruzó los brazos sobre el pecho y le dio a Geary una dudosa mirada. “¿Estás segura acerca de eso?”
            “Afirmativo.” Geary se estiró para tocar el hombro de Kat en una forma de animarla. “Lo siento Kat. Sé que querías estar allí cuando rebeláramos el descubrimiento, pero no podemos decirle a nadie donde está realmente la Atlántida.”
            Kat se encogió de hombros. “No te disculpes conmigo, Doctora. Es tu excavación.”
            Geary no podía creer que Kat no estuviese enfadada o herida. Pero estaba agradecida por la lealtad de sus amigos.
             Por supuesto había una tercera razón por la que Geary quería ir. Apollymi. Si Geary liberaba a Apollymi, ella salvaría a Arik. Pero desde que Kat no sabía eso y Arik mataría a Geary si se lo mencionaba, ella se lo guardaba para si misma. Eso no importaba, ella tenía que hacer algo para salvarlo. No podía quedarse de brazos cruzados y dejarle morir por que había querido estar con ella. Eso estaba mal y ella lo amaba demasiado para eso.
            En menos de una hora, tenían el barco preparado y estaban en camino. Kat estaba al timón mientras que Geary permanecía en cubierta, viendo pasar los barcos alrededor de ellos. La isla se veía impresionante de fondo, elevándose sobre el agua con una gran incomparable majestad. Su padre tenía razón. Grecia era uno de los lugares más hermosos del mundo.
            Y esta era la primera vez en años que se dirigía hacia el lugar sin sentirse ansiosa y exaltada.
            Ahora no había nada que no fuese pavor en su estómago. Ella miró hacia donde estaba Arik, comprobando su equipo de inmersión. Por una vez no había que conjeturar sobre la Atlántida. No había duda. Estaba allí. Esperando. Justo como su padre le había dicho.
            Ella estaba a punto de mostrársela al mundo.
            Y de liberar una diosa…
            Geary se aferró a la barandilla cuando oyó la voz de Apollymi en su cabeza, llamándola. Ella podría salvar a Arik. Mantenerlo a salvo para siempre.
            Las promesas le sonaban tan bien, especialmente cuando lo vio inclinándose sobre su equipo.
            No hay otra manera. Ella había hecho su propia investigación y la había comprobado con Tory. Ninguna de ella había sido capaz de pensar o encontrar algún ejemplo de un dios que se convirtiera en humano. A menos que el dios hubiese sido maldito o hubiese otras circunstancias atenuantes que no se aplicaban a este caso.
            Estaba desesperada. Para conservar a Arik, Geary necesitaba a Apollymi.
            “¿Qué estoy haciendo?” susurró Geary. “No te metas en los asuntos de los dioses a menos que quieras que te coman.” Esa era una lección que resonaba a través de la literatura antigua.
            ¿Quién era ella para forcejear con el destino? Pero cuando miraba a Arik, no podía quedarse quieta ante la sola idea de perderlo. La idea de enviarlo de vuelta a la muerte.
            “Es un interesante dilema moral, ¿no es verdad?”
            Geary se tensó cuando oyó una voz a su derecha. Ella volvió la cabeza para encontrarse a un atractivo hombre de pie en las sombras, apenas una silueta. Su pelo negro era corto y los luminosos ojos azules lo marcaban como otro de los hermanos de Arik.
            “¿Quién eres?”
            “M´Adoc,” dijo él en voz baja. “Soy uno de los tres líderes de los Oneroi.”
            Una ola de temor la atravesó. “¿Estás aquí por Arik?”
            Él deslizó la mirada hacia donde Arik estaba trabajando, incapaz de verle en el brillo del sol de la tarde. “Definitivamente, sí. Pero sé por mis tratos con humanos que vas a pelear conmigo si intento cogerlo, y eso no es lo que quiero.”
            “Tienes razón en eso. No voy a entregártelo. Ni ahora. Ni nunca.”
            “Lo sé. Lo amas. Eso es por lo que oí a Apollymi riéndose hace unos minutos.” Él volvió a mirar a Arik, quien estaba comprobando sus pequeñas dragas. “Tengo que felicitar a mi hermano… ganar el amor de un humano no es una hazaña pequeña. La habilidad del corazón humano de sacrificarse por aquellos que aman… no hay nada en el Olimpo que puedo compararse siquiera con eso.”
            Un extraño escalofrío atravesó su cuerpo ante sus palabras y la manera en que las dijo. Ella le dio al extraño una penetrante mirada. “Y tú conoces el amor.” Era una afirmación.
            Su mandíbula se contrajo como si estuviese apretando con fuerza sus dientes, y un relámpago de dolor oscureció sus ojos, confirmándolo. “Los Oneroi no saben nada del amor y los Skoti incluso menos.”
            Aún así, ella no le creía. Él lo había conocido y por lo que parecía lo había perdido. “¿Entonces por qué estás aquí?”
            “Para advertirte que no seas estúpida.”
            Bueno, eso era encantador de su parte. Pero ella no necesitaba sus advertencias. Nunca había sido una mujer estúpida.”¿Y como soy de estúpida?”
            “Le has dado tu corazón a alguien que te ha vendido por completo.” Él centró su mirada significativamente en Arik.
            Geary bufó ante él. “Estás equivocado. Arik me ama.”
            Él negó con la cabeza. “Arik no tiene convicción. Si la tuviese, nunca habría sido convertido por Solin.”
            “Eso no lo sabes.”
            “Oh, si, lo sé. Arik es débil. Siempre ha sido débil.”
            “Tú—”
            “Shhh” la cortó él. “Antes de que le defiendas, pregúntate esto a ti misma. ¿Cómo ha hecho un Skotos para convertirse en humano?”
            “Él ya me lo ha contado. Hizo un pacto con Hades.”
            “Sí, y tú eres una mujer que se ha pasado la vida caminando entre la Grecia antigua. ¿Has aprendido algo de nuestras maneras? ¿Ha entregado un dios tal regalo sin recibir algo a cambio de incalculable valor?” Había una amenazadora nota en su voz.
            “¿Qué estás diciendo?”
            “Tú significas tanto para Arik que él cambió tu vida para estar aquí. No es el único que morirá cuando su tiempo acabe, dulce niña.” Sus ojos azules la quemaban con calor. “Tú también lo harás”
            Geary sacudió la cabeza negando. Eso era una total estupidez y ella lo sabía. “Estás mintiendo.”
            “No puedo mentir. Soy un Oneroi.”
            “¿Qué diablos estás haciendo tú aquí?” Arik llegó de ninguna parte para enfrentar a M´Adoc. Ella esperaba que lucharan. En vez de eso, M´Adoc permitió que Arik lo agarrase por el frente de la camiseta y lo aplastara contra la pared, y lo sostuviera allí.
            Igual que un verdadero Oneroi, no había rabia o alguna emoción evidente cuando M´Adoc se le quedó mirando sin parpadear. “Le he dicho la verdad.”
            “¿Tú qué?” Preguntó Arik entre dientes.
            “Le conté lo de tu pacto con Hades. Que intercambiaste su vida por tu mortalidad.”
            La cara de Arik se puso pálida mientras sus ojos se llenaron con absoluto horror. Él ni siquiera lo negó. Es más, se veía culpable.
            Geary supo entonces que M´Adoc no estaba mintiendo. “¿Es eso verdad, Arik?”
            Él maldijo antes de aplastar a M´Adoc otra vez. “No tengo intención de cumplir ese trato.”
            M´Adoc la miró. “Cómo te dije, él no tiene convicción. Nosotros no entendemos las emociones humanas y no podemos manejarlas. Cuando regrese a su verdadero estado de dios, volverá aquí por ti y te matará. Como prometió.”
            “¡Estupideces!” rugió Arik.
            Geary quería creer en la rabia de Arik. Necesitaba hacerlo. Pero parte de ella estaba se inclinaba hacia M´Adoc. Él tenía un argumento convincente.
            Él miró a su hermano con esos fríos, ojos sin sentimiento y esto hizo que ella se preguntase si Arik se vería de la misma manera una vez que su tiempo hubiese expirado. “Sabes que es verdad, Arik. Cuando ya no estés corrupto por las emociones humanas y Hades te diga que la mates lo harás. No tendrás elección y no te quedará ningún sentimiento por ella.”
            “¡Nunca!”
            “¿Ni siquiera cuando estés encadenado en el Tártaro, bajo el constante abuso de Hades?”
            Arik parpadeó. No podía ayudarse a sí mismo. Demasiados siglos de tortura lo golpearon a la vez, y esos habían sido impartidos por Hypnos. Nadie era mejor haciendo sufrir a un dios que Hades. Todo el mundo lo sabía. Arik se encontró con la preocupada mirada de Megeara.
            “Él está diciendo la verdad, ¿no es así, Arik?”
            Arik vio como ella apartaba la mirada de ellos. Él soltó a M´Adoc y se volvió a enfrentarla a ella. “Megeara, por favor…”
            Ella meneó la cabeza delante y atrás mientras lo miraba como si él fuese estiércol. Esa mirada le dolió hasta la médula. “¿Por qué no me lo dijiste?”
            “Por que soy un estúpido, ¿vale? No quería herirte.” Él se acercó a ella, pero ella se apartó.
            “¿Intentabas matarme?”
            Él intentó explicarse, pero su lengua parecía espesarse en su boca cuando el miedo lo aferraba. ¿Podría incluso empezar a hacer que ella entendiera? “Eso no fue así.”
            “Entonces explícamelo.”
            “Yo ya había hecho el pacto cuando Hades puso las condiciones. No tenía elección. Él me envió aquí antes de que pudiera si quiera intentar renegociar.”
            “Y así que pretendías asesinarme,” repitió ella.
            “Al principio sí, pero—”
            “¿Pero qué?” preguntó ella, su tono bordeado con dolor y rabia. “No hay peros aquí, Arik. Tú pretendías asesinarme. ¿Cómo pudiste?”
            “Es un Skoti.”
            “¡Cállate!” escupió a M´Adoc. Arik se volvió hacia Megerara. “Por favor, pequeña.” Él intentó cogerla otra vez.
            Ella dio un paso atrás. “No me toques.”
            Arik no podía respirar cuando vio las lágrimas en sus ojos. La traición. Ella estaba herida, lo sabía. Podía sentirlo igual que su propio dolor. Esto lo cortaba, lacerando su corazón. “Nunca te lastimaría. Tienes que creer eso.”
            “Maravillosas palabras para un hombre que ha planeado mi muerte desde el principio, ¿huh?”
            Ella tenía razón. ¿Cómo podría convencerla de que había cambiado? El era Skoti y los Skoti no eran nada.
            El se volvió a su hermano, odiándole por contárselo. “Maldito seas, M´Adoc.”
            “No hay nada de maldito sobre mí, Arik. No soy yo el que se ha equivocado aquí. Eres tú. Nunca deberías haber hecho ese trato.”
            Él quería asesinar a M´Adoc por eso. Pero él tenía razón. Había estado mal que Arik viniese aquí. Debería haberse contentando con quedarse con ella en sus sueños.
            M´Adoc habló calmadamente. “Los Skoti son siempre egoístas, Megeara. Es por eso que debemos encargarnos de ellos. Llegan a descontrolarse tanto en su hambre que no saben hasta que punto hacen daño o a quien hieren mientras consigan lo que ellos quieren. Arik te quería a ti y estaba dispuesto a matarte por ello. Él encontró la mirada de Arik. “Si realmente quieres decir lo que estás diciendo ahora mismo, por una vez, haz lo correcto. Entrégate a mí.”
            Cada instinto en el interior de Arik se revelaba ante la idea de eso. Todos. Ellos lo matarían y él lo sabía.
            Pero iba a morir de todas maneras. Hades nunca le permitiría retractarse de su pacto. No había cláusulas de escape en un pacto con el diablo.
            Y quizás este era el mejor final. Megeara ahora lo odiaba. Ella pensaba en él de la peor de las formas. Si se iba con M´Adoc, ella no se afligiría por él o se preguntaría si quizás hubiese algo que podría haber hecho para salvarlo.
            Ella estaría en paz.
            Ese sería el mejor regalo que él podía darle.
            “Él tiene razón, Megeara,” dijo Arik obligando a sus emociones a abandonar su tono. “Te habría matado una vez que volviera a mi estado original. Lo siento.”
            Geary no podía respirar cuando él dijo esas palabras. Parte de ella todavía creía en él por encima de M´Adoc. No quería pensar que su Arik podría dañarla jamás.
            Pero si lo que ellos decían era cierto…
            Esto se había clavado tan profundamente en su corazón que sentía como si se estuviese muriendo del dolor.
            Arik se volvió hacia M´Adoc y le susurró algo. Ella no podía oírlo, pero M´Adoc inclinó su cabeza antes de que Arik suspirara. “Entonces estoy listo para partir.”
            Su cristalina mirada se encontró con la de ella y el amor que ella vio allí la chamuscó. “Adiós, Megeara.”
            Ella notó la satisfacción en los ojos de M´Adoc.
            Satisfacción.
            “Incluso en forma humana nosotros no sentimos nada.” M´Adoc no debería tener ningunas emociones. Ningunas.
            Pero él estaba satisfecho.
            Dándose cuenta de que si M´Adoc podía sentir, también podría mentir, ella abrió la boca para detenerlos. Pero antes de que pudiese hacer un simple sonido, M´Adoc colocó su mano sobre el hombro de Arik y los dos se desvanecieron del barco.
            “¡No!” gritó Geary, su corazón latía acelerado cuando la realidad la impactó.
            Arik se había ido.
            Él iba a matarte, su mente intentaba razonarlo. Pero la parte más aterradora era la parte donde a ella no le importaba. Le quería de vuelta sin importa cómo.
            Ella sintió que el barco se movía lentamente.
            Kat vino a cubierta y se acercó a ella lentamente. “¿Dónde está Arik?”
            Incapaz de explicar la desaparición de Arik, Geary rompió a reír de manera histérica hasta que empezó a llorar y gesticular desesperada hacia la proa. Honestamente se sentía igual que su estuviese teniendo un ataque de nervios. ¿Cómo podía contarle todo a Kat? La mujer pensaría que estaba loca, ¿Y quién podría culparla?
            ¿Dioses en el mundo real? Nada de esto sería creíble. Jamás.
            Kat frunció el ceño. “Cariño, ¿estás bien?”
            “NO,” dijo ella, intentando recuperar la compostura. “No, no lo estoy.”
            Kat inclinó la cabeza en un gesto que le recordaba a Geary al de Solin cuando él estaba “escuchando” algo sobrenatural.”
            “¿Qué estás haciendo?” preguntó Geary.
            Kat dejó escapar una poco común maldición. “¿M´Adoc estuvo aquí? ¿Cómo pudiste dejar que se llevara a Arik?”
            Eso sacó a Geary de su histeria.
            Seguramente, no…
            “Si me dices que eres uno de ellos, voy a alucinar.”
            La cara de Kat estaba mortalmente seria. “Entonces será mejor que alucines.”
            “Buen dios, ¿Es que nadie aquí son lo que parece? ¿Acaso es Kichka la diosa Egipcia Bast disfrazada?”
            “No, Kichka es una gata.”
            Uh-huh. ¿Se suponía que tenía que creerle después de la bomba que Kat acababa de dejar caer sobre ella? “Y déjame adivinar. Tú eres también una diosa, ¿verdad? ¿Cuál? ¿Atenea? ¿Hera? Oh, ¿Qué diablos? ¿Afrodita?”
            Kat la miró con fijeza. “No, no soy un dios. Soy sirviente de Artemisa.”
            “¿Artemisa?” Claro. Eso justamente sonaba mucho mejor… no. “La diosa de la caza, ¿huh?” Geary bajó la mirada a la cubierta de madera. “Debe de haber algún tipo de vapores saliendo del fondo del mar—igual que el oráculo de Delphi. Eso es por lo que estoy viendo y oyendo todas estas locuras.” Ella asintió, agradecida de cómo sonaba su argumento. “Estoy alucinando, ¿no es verdad?”
            “Oh, para el carro,” dijo Kat irritada. “Si puedes aceptar a Solin, Arik, y M´Adoc, puedes ciertamente aceptarme también a mí.”
            “Uno pensaría eso, ¿no? Pero te he conocido durante tanto tiempo para pensar que todo este tiempo me has estado ocultando un secreto como este.”
            “Y ahora sabes por que no me emocioné cuando encontraste la Atlántida y querías empezar a excavar alrededor de la ciudad.”
            Bueno, ya que lo ponía de esa manera, tenía sentido. “¿Y estabas enterada también de mi planeada muerte con Arik? ¿Fuiste la que asesinó a mi padre?”
            Los ojos de Kat relucieron de cólera. “¿Disculpa? No necesitas esparcir esas ridículas acusaciones. Yo no tengo nada que ver con la muerte de tu padre. Yo quería a ese hombre. Era raro y extraño, pero lo quería y habría hecho cualquier cosa para mantenerle a salvo. Mientras que tú estabas fuera en América, yo estuve aquí con él, haciendo todo lo que podía para ayudarle y mantenerlo con vida incluso aunque él estaba empeñado en matarse a si mismo.”
            Las lágrimas cayeron de los ojos de Geary ante la verdad. “Lo siento, Kat. Sólo estoy enfadada y no quería hablarte así.”
            Kat asintió. “No te ofendas, pero tú deberías ser perdonada. ¿Cómo pudiste dejar que M´Adoc se llevase a Arik?”
            “Arik iba a matarme.”
            “Difícilmente.”
            “Es verdad,” dijo Geary pasando el nudo de su garganta. “Arik lo admitió.”
            Todavía, Kat bufó. “Arik te ama, Geary. Eso es tan obvio que duele. Ningún hombre, dios o cualquier otra cosa, miraría a una mujer de la manera en que lo hace contigo y la dejaría morir, nunca pensaría en matarla. Eso es estúpido.”
            “Claro, él me ama ahora, pero cuando pierda sus emociones la semana que viene, ¿Entonces qué? M´Adoc dijo que él me mataría sin vacilar. Dijo que Arik no tenía emociones o elección pero haría lo que ellos le dijeron.” Allí, eso sonaba racional. De alguna manera.
            “¿Arik?” dijo Kat incrédula. “¿Eso el lo que te ha dicho? Por favor. El no ha seguido las órdenes de ningún dios en miles de años. Eso es por que es un Skoti.”
            Todos temores de Geary de que M´Adoc mintiera estaban regresando. “¿Qué estás diciendo, Kat?”
            “No te ofendas, chica, pero lo que te estoy diciendo es que acabas de enviar al hombre que amas a su muerte.”


[1] Relativo a Ivan Pavlov y sus experimentos. Pavlov es conocido por formular la ley del reflejo condicionado. Realizó el conocido experimento consistente en hacer sonar una campana justo antes de dar alimento a un perro, llegando a la conclusión de que, cuando el perro tenía hambre, comenzaba a salivar nada más oír el sonido de la campana.

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