Dos segundos más tarde, Alexion estaba otra vez en forma humana, de pie frente a Danger, quien esperaba con las manos sobre sus caderas.
Él palmeó su pecho como si no pudiera creer que había vuelto. Estiró su mano y la colocó sobre el escritorio de Danger.
—¿El alma dentro de ti se ha ido para siempre? —preguntó ella. Él cabeceó lentamente—. Bueno. Ahora puedes dejar de ser un idiota total —ella se dio la vuelta para marcharse.
Alexion la atrapó y tiró para detenerla. No podía creer que tuviera su cuerpo otra vez.
—¿Cómo sabías que había que hacer eso?
—No lo sabía. Sólo estaba adivinando. Pero fue algo que pensé mientras estaba abajo hablando con Rafe. La primera regla de ser un Cazador Oscuro es apuñalar al anfitrión del alma para liberarla. Stryker dijo que tenías que matarte, lo que haría que murieras permanentemente, él convenientemente omitió qué pasaría si alguien más “te matara”.
Alexion estaba todavía horrorizado. Eso era verdad. Siempre que un Cazador Oscuro apuñalaba a un Daimon y su cuerpo se desintegraba, las almas robadas siempre retornaban a su sitio de descanso.
Ella se rió amargamente.
—Soy una católica fiel. Mi madre solía distinguirse en pecados de omisión. Creciendo con ella, aprendí temprano a escuchar lo que decía, no lo que yo oía. Y sobre todo, a prestar atención a lo que no decía. Ya que Stryker puso el alma dentro de ti durante tu regeneración, quise creer que si otra persona volvía a apuñalarte y volvías a regenerarte, te liberaría. ¿Por qué otra cosa él habría dicho que tú tenías que apuñalarte?
Alexion estaba completamente anonadado a tantos niveles, que ni siquiera sabía dónde comenzar. Parte de él quería estrangularla, pero la otra estaba impresionada por el hecho de que ella hubiera deducido correctamente la lógica de Stryker.
—No estaba siendo un idiota —dijo él ásperamente, volviendo a su insulto anterior.
Ella le lanzó una seca mirada.
—Sí, lo eras.
—No —dijo él francamente—, sólo soy lo que soy. Estoy aquí para...
—Lo que eres, Alexion —dijo ella, interrumpiéndolo—, es un hombre cariñoso.
Él sacudió su cabeza, negándolo.
—Yo soy el Alexion. Mi único objetivo es proteger a Acheron.
Ella colocó su mano sobre su mejilla.
—No era una entidad fría, insensible la que durmió conmigo anoche y no fue un insensible “otro” el que pareció dolido cuando Kyros lo traicionó. Todavía eres humano.
—No —insistió él enfáticamente—, no lo soy.
Ella se puso en puntillas y atrajo su cabeza para poder besarlo. La frialdad de su piel inmediatamente desapareció mientras él le tomaba la cara en sus manos y besaba sus párpados.
Ella podía sentir los latidos del corazón de él aumentar mientras su lengua acariciaba la de ella.
Danger se retiró.
—No eres insensible o poco cariñoso. Dudo que alguna vez lo hayas sido.
La cabeza de Alexion giró ante sus palabras y en reacción a su beso. Era verdad. Cerca de ella, él era completamente diferente. Se encontraba sintiendo cosas que no había sentido en incalculables siglos. Para el momento en que ella había entrado en su vida, él había comenzado a dudar que pudiera volver, realmente, a sentir otra vez.
Con ella, lo hacía.
¿Cómo podía ser?
—Nunca podrá haber nada entre nosotros, Danger.
—Lo sé —él oyó el dolor de su voz—. Soy una chica grande, Ias, y puedo ocuparme de mí misma. Pero tú… tú tienes que terminar con esa actitud destructiva conmigo. No me gusta.
Él frunció el ceño ante sus palabras.
—¿Por qué me llamas Ias?
—Porque Ias es el hombre que considera a una demonio su hija y fue Ias quien me despertó esta noche haciéndome cosquillas en la mejilla con una rosa.
—Pero también soy el Alexion.
Ella le ofreció una risa que derritió lo helado de toda su existencia.
—Hay un lado duro en todos nosotros. Está agradecido; fue mi lado duro el que te clavó la daga hace unos minutos.
Él se rió de eso, y después se puso serio.
—No sé que sentir cuando estoy contigo.
—Sip, yo estoy confundida también. No puedo creer que esté a punto de ayudarte a colgar a mis amigos.
—No estoy tratando de colgar a nadie, Danger.
—¿No? ¿Entonces qué pasa con la lista de desahuciados que tienes ahí?
Él echó una mirada al papel donde había estado escribiendo.
—Esa no es una lista de nombres. Es una lista de reglas para Keller, así la demonio no se lo come.
Danger se rió de él. Déjenlo a Alexion para pensar en eso.
—Sabía que debería haber estudiado griego en la escuela. —Agradeciendo que él estaba otra vez casi "normal", ella tomó su mano en las suyas. Estaba todavía caliente—. ¿Somos amigos otra vez?
—Sí, creo que lo somos.
—¡Akri!
Ash se dio vuelta en su cama mientras oía a Simi corriendo por el pasillo fuera de su cuarto en Katoteros. Ella pasó como un rayo a través de la puerta, luego se lanzó en su cama.
Acheron gruñó cuando ella aterrizó sobre él para después sentarse pesadamente sobre su pecho.
—Estaba durmiendo, Sim.
—Lo sé, pero escuché a Alexion gritando otra vez. La Simi quiere ir a verlo, akri. ¡Déjame ir! Por favor.
Ash sintió el tan familiar nudo en sus entrañas mientras luchaba consigo mismo para no concederle ese deseo. Pero no podía.
Las últimas dos veces que había dejado salir a Simi sin él habían sido desastrosas. En Alaska, casi había muerto, y en Nueva Orleáns…
Eso era algo en lo que todavía no podía pensar sin que su mal carácter hiciera erupción.
—No puedo, Simi.
—¿Por qué no?
Él suspiró pesadamente.
—No puedo interferir con su destino. Sabes eso. Este es su momento y si le contesto probablemente haré todo lo que esté pidiendo. Entonces, por nuestro bien, he apagado su voz en mi cabeza y te aconsejaría que hicieras lo mismo.
Ella hizo un puchero mientras sacaba la sfora de su monedero rosa con forma de ataúd.
—Al menos has que funcione para que pueda verlo.
—No.
Ella le gruñó.
—Pero, ¿y si se ha hecho daño? ¿Si se muere? —la cara de ella palideció—. No puedes dejarlo morir, akri. No puedes. La Simi quiere a su Alexion.
Él se estiró hasta acariciar su largo pelo negro y retirarlo de su cara.
—Lo sé, edera —dijo él, usando la palabra cariñosa Atlante para "bebé precioso”—. Pero su destino está en sus manos, no en las mías. No lo cambiaré.
Su puchero aumentó.
—Tú controlas el destino. Todo el destino. Puedes hacer todo bien. Por favor, hazlo por tu Simi.
Eso era más fácil de decir que hacer. Él era un ejemplo vivo del desastre que venía de intentar interferir con el destino de alguien. Su vida entera, tanto como hombre como dios, había sido destruida a causa de gente que manoseó su "destino". Él nunca haría semejante cosa a alguien más.
—Sim, eso no es justo y lo sabes.
—No es justo oír a Alexion en mi cabeza y ser incapaz de ayudarlo. Él no se oye bien, akri. Creo que esa gente está siendo mala con él. Deja que la Simi vaya a comerlos.
Ash cerró sus ojos e intentó ver el futuro para Alexion y así poder darle alguna tranquilidad a Simi.
Pero no había nada para ser visto excepto negra niebla. Maldición. Odiaba no poder ver el destino de quienes amaba, más que lo que podía ver el propio.
Pensó en llamar a Átropos, quien era la diosa griega a cargo de cortar el hilo de la vida que gobernaba a los humanos. Ella sería capaz de decirle si Alexion moriría. Pero él sabía que no debía convocarla. Ella lo odiaba apasionadamente.
Ninguna de las Destinos griegos le diría nunca nada del futuro. Le habían vuelto sus espaldas hacía siglos. Para ellas él estaba, desde hacía mucho, muerto y olvidado.
—Sólo tendremos que esperar y ver qué pasa.
Simi frunció los labios y le lanzó un sonido vulgar, luego se levantó para irse.
Cerró la puerta con un golpe al salir.
Ash frotó su cabeza mientras el sonido rebotaba en el cuarto. Ya que sus emociones no estaban ligadas a los Cazadores Oscuros de Mississippi, él sabía quién de ellos viviría y quien moriría. Esto le entristecía enormemente, y todo lo que podía hacer era esperar que Alexion fuese capaz de apartarlos de sus destinos a tiempo.
Sólo su libre voluntad podría cambiar lo que él vio para ellos.
Eso fue por lo que había enviado Alexion a Danger. Desde el día que había comenzado a entrenarla, había tenido debilidad por ella. La pequeña francesa cubría su sensible corazón con una capa de arsénico para mantener a los otros a distancia, pero él sabía lo que ella ocultaba a los otros. Era una buena mujer a la que le habían jugado una mala pasada. La última cosa que él quería era verla muerta. Y aún así sabía en su corazón la inutilidad de desear lo que podría haber sido.
Los días de Danger estaban extremadamente contados, y a menos que ocurriera un milagro, no había nada que ninguno de ellos pudiera hacer para ayudarla.
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