miércoles, 1 de febrero de 2012

SN EPILOGO

Un año más tarde


—Miren al pobre bastardo —dijo Kyrian, sentado dentro del Café Pontalba con Amanda, Grace, Julian, Bill, y Selena, cenando—. Debería haber sido bueno y matarlo cuando tuve la oportunidad.
A través de la puerta a su derecha, podían ver a Tabitha y Valerius caminando hacia la Catedral de St. Louis.
Las mujeres fruncieron el ceño mientras los observaban.
—¿Qué? —preguntó Amanda.
—Está tan arruinado —dijo Bill antes de tomar un trago de su cerveza—. Me pregunto qué hizo mal esta vez.
—¿De qué están hablando? —preguntó Selena.
—Conozco ese modo de caminar a lo Devereaux —dijo Kyrian, sacudiendo la cabeza—. Es el andar de “no obtendrás nada esta noche, compañero, así que ni siquiera preguntes”.
—Oh, sí, demonios —concordó Bill—. Alégrate de haberte casado con la única de las hermanas que no te torturará en un arranque de furia, Kyrian. Realmente tuviste suerte.
—¿Discúlpame? —Selena miró enojada a su esposo.
Kyrian rió.
—Si fuera tú, no me reiría —dijo Amanda, con la voz tensa mientras veía a Tabitha decirle a Valerius con el gesto “no te estoy escuchando”.
Entonces ella continuó caminando delante de él, mientras Valerius la seguía y hacía gestos para apaciguarla.
—Realmente odio ese andar —murmuró Bill.
—Creo que ambos verán ese andar de cerca esta noche —dijo Julian antes de extraer su teléfono Nextel. Buscó entre los nombres antes de presionar el botón para hablar—. Hey, ¿Otto? ¿Dónde estás?
—En el Café Du Monde. ¿Por qué?
—¿Puedes ver a Valerius y Tabitha? Parece que se dirigen por el Pedestrian Mall hacia ti.
Otto hizo un sonido de asco.
—Sí, necesitan conseguir una habitación.
—¿Perdón? —preguntó Julian.
—Están besándose como dos adolescentes calientes.
Amanda y Selena miraron indignadas y furiosas a sus maridos.
—De ningún modo.
Kyrian se levantó y salió corriendo por la puerta, con Bill sólo un paso detrás de él.
Caminó toda la calle para ver a Tabitha y Valerius detenidos frente a la tienda de Selena.
Efectivamente, estaban besuqueándose.
—¿Discúlpenme? —dijo Bill—. Saben, hay leyes de decencia pública aquí.
Tabitha se burló de Bill.
—¿Recuerdas lo que te sucedió la última vez que intentaste decirle a una Devereaux cuáles eran las leyes de la ciudad?
Bill se puso pálido.
Tabitha rió y luego regresó a lo que había estado haciendo antes que Bill la interrumpiera tan rudamente.

 FIN

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