Geary estaba riéndose con Teddy y Scott cuando captó una sombra de reojo. Pensando que era Kat que se reunía con ellos, Geary volvió su cabeza para darle la bienvenida. Hasta que vio a Arik parado en el umbral—justo como ella se lo había imaginado aquella misma tarde. Un escalofrío de deja vu pasó la bañó y su buen humor se fue. No podía negar el hambre en sus ojos azules cuando la miraba. El brillo depredador. Todo lo que tenía que hacer era extender su mano hacia ella y todo sería como en su sueño.
¿Era todo aquello una premonición?
Tory captó la distracción de Geary y se volvió a mirarla. Al igual que Geary, ella se quedó muda, y el resto de la tripulación advirtió el comportamiento de las mujeres, ellos le siguieron el juego. De repente sus risas y su buen humor se habían convertido en un rígido y cuestionado silencio.
Geary se aclaró la garganta cuando se acercó a Arik, el cual no parecía estar preocupado o molesto en lo más mínimo por su silencio. “¿Qué estás haciendo aquí?” preguntó ella en un tono sin emoción.
Ignorando la tensión de los otros, él se encogió de hombros. “Sé cuanto significa esto para todos vosotros, así que quise unirme a vuestra celebración… eso, si a ti no te importa.”
Eso pareció calmar a todos los que estaban en la sala excepto a ella.
“Adelante,” dijo Teddy, tendiéndole a Arik una copa de plástico—Sip, es una manera barata para servir el mejor, pero ellos habían estado reservando el champán para este momento en particular. Geary tenía dos botellas más escondidas para cuando encontraran la prueba sólida de la localización de la Atlántida. Entonces comenzaría la verdadera celebración.
Eso era, lo que Geary esperaba, sólo para entrar en calor, con todo el mundo bebiendo excepto los submarinistas y Tory.
El equipo regresó a su fiesta.
Moviéndose hacia ella, Tory la tocó ligeramente en el brazo. “¿Estás bien?”
“Estoy bien” Dijo ella con una falsa sonrisa antes de que continuase su camino de Tory a Arik.
Scott chocó su taza con la de Arik. “Tío, no podemos agradecerte lo bastante el que hayas conseguido esos permisos. No tienes idea de lo que eso significa para nosotros.”
Arik inclinó su cabeza antes de que diese un sorbo de champán. Tan pronto como este tocó su lengua, él jadeó y farfulló, entonces comenzó inmediatamente a toser.
Scott golpeó a Arik en la espalda mientras Geary le quitaba la copa de la mano.
“¿Va todo bien?” preguntó Teddy
Tosiendo, Arik asintió. “No esperaba que esto tuviese un sabor tan…”—él curvó sus labios—“tan extraño”
“¿Extraño?” respondió Teddy, tragando saliva. “Esta es la mejor mierda que he tomado.”
Geary recordó lo que Solin había dicho acerca de la extraña educación de Arik. “¿Nunca habías tomado champán antes?”
Él negó con la cabeza.
Scott lo miró boquiabierto. ¿Dónde has estado viviendo, bajo una roca?”
Arik se aclaró la garganta. “No exactamente. Pero casi”
Geary dejó la copa de él a un lado. “Arik creció en la región rural de Grecia, lejos de la civilización.”
Scott se estremeció. “Tío, eso apesta. Yo fui allí una vez hace un par de años y fue suficiente para convencerme de que me gustaba la plomería americana, si sabes a que me refiero. Y ya que tú vienes de allí, sé que lo sabes.”
Teddy y Scott intercambiaron una horrorizada mirada antes de que Geary sacara a Arik de la sala de modo que pudiese hablar a solas con él. No es que tuviesen mucha privacidad en el pasillo, pero al menos no estaban directamente en la línea de visión y oído de los otros.
Ella cruzó los brazos sobre su pecho cuando entrecerró su agitada mirada en él. “Pensé que ibas a quedarte con Solin.”
Arik la miró lejos de excusarse. De hecho, el esta realmente encantado cuando le ofreció una desequilibrada sonrisa. “Quiero estar contigo, especialmente mientras eres feliz.”
Por un lado eso era halagador, pero por el otro lado la ponía nerviosa. No le gustaba la sensación de estar siendo acechada por él… gran parte de su malestar era debido al hecho de que ella había estado viéndolo en sus sueños en los últimos meses. No era culpa de él, pero aún así… “Gracias, aunque puedo apreciar eso, no me gustan los hombres pegajosos. Siempre he necesitado mi espacio personal, ¿ok? Quiero decir, realmente, apenas te conozco.”
Arik asintió mientras un fiero dolor se instalaba en su pecho por las palabras de ella. Éste oprimía su respiración y hacía que le doliese literalmente. ¿Qué era esa sensación? Él nunca había sentido algo así antes.
Extrañas emociones parecían estar agolpándose en su garganta estrangulándolo. Era un dolor físico y aún así no había allí ninguna razón física para ello. No lo entendía.
“Por favor, Megeara. No te enfades conmigo. No me queda mucho tiempo y no quiero—”
Geary inclinó su cabeza ante su imprevisto comentario“¿Qué quieres decir con que no te queda mucho tiempo?”
Él se tensó como si se le hubiese escapado algo que él no había querido decir. “Yo quise decir… nada. Olvídalo no he dicho nada.” Él empezó a alejarse de ella.
Ella tiró suavemente de su brazo para detener su huída. “Espera un segundo. Volvamos al comentario de “poco tiempo”. ¿Qué has querido decir con eso? ¿Vas a regresar a las montañas?”
Él ahora estaba avergonzado. No era el mismo hombre que había estado tan cómodo en tierra. Algo en su comportamiento le recordaba a un niño pequeño. “No”.
“¿Vas a volver con Solin o a tu casa?”
Él negó con la cabeza.
“¿Entonces que quieres decir exactamente?”
Él encontró su mirada y la angustia que vio allí hizo que le doliese el corazón por él. “No me queda mucho tiempo para estar aquí en este mundo. Tendré que irme de él pronto…muy pronto”.
En lo profundo de su mente eso era lo que ella había sospechado que él quería decir, pero que fuese él quien se lo dijera dolía más de lo que debía. Ella había perdido tantas personas que habían sido cercanas a ella que el pensamiento de que él muriese tan joven la destrozaba. “¿Me estás diciendo que vas a morir?”
Arik vaciló. Él no quería mentirle, pero en cierta forma aquello no era una mentira. Él dejaría de existir como humano en dos semanas y nunca volvería allí otra vez.
Al final, decidió ser completamente honesto. “A mi cuerpo le fue dada una fecha de caducidad”.
Geary se llevó una mano para cubrir su boca cuando una ola de compasión la atravesó. Parecía tan sano y en la flor de la vida. ¿Cómo podía un hombre como este estar muriéndose? Eso no tenía sentido. “¿Estás seguro?”
Él le dedicó una ligera, nerviosa sonrisa. “Sip. No podría estar más seguro.”
“Oh, Arik, lo siento mucho.”
“No lo hagas. Yo me alegro de tener lago de tiempo para estar aquí de algún modo.”
Esas palabras la tocaron profundamente. Que pudiera parecer tan positivo en ese momento y no estar enfadado o amargado por la injusticia hablaba enormemente de su carácter. Ella no podía imaginarse teniendo que decir que sólo le quedaba un tiempo de vida. Cuan tremendo tendría que ser.
“No entiendo por que me ayudaste a obtener los permisos cuando estoy segura que tienes cosas mucho mejores que hacer con tu vida.”
Las facciones de su atractiva cara se suavizaron. “Quería que tuvieras tu sueño antes de irme.”
Ella no podía entender su altruismo. Las personas simplemente no eran de esa manera. “¿Por qué?”
El se movió y encerró su cara en sus cálidas manos. “Tú vives tu vida igual que si fuese un raro tesoro para ser saboreado. Obtienes placer de la más simple de las cosas y nunca das nada por sentado. Vi el placer en tu cara y la vida en tus ojos cuando apretaste los permisos contra tu pecho. Nunca había visto nada más adorable. Realmente pensé que lloraría solo por el placer de tocarlos. He estado entumecido toda mi vida, Megeara, pero tu… tú sientes a un nivel que yo ni siquiera puedo imaginar y por un pequeño momento me gustaría sentir eso, también.”
Y ella ahora se sentía igual que si llorase al pensar en este amable, considerando hombre que se moría. “¿Cuánto tiempo tienes?”
La pena corrompió el brillo de sus ojos. “Dos semanas”
“¿Dos semanas?” repitió ella, su pecho encogiéndose todavía más. ¿Estás bromeando?”
“No”
No había error en la sinceridad de su mirada. El hombre estaba muriéndose realmente, o al menos él así lo creía. “Bueno, quizás tus médicos están equivocados. ¿Has buscado una segunda opinión?”
“No la necesito.” Respondió con una amarga risa. “Puedes creerme sobre esto. En dos semanas, yo ya no estaré aquí, al menos no con un cuerpo humano.”
Y él había venido a ayudarla en sus últimos días…
“Oh, Arik”, ella tomó aire antes de atraerle y abrazarle. “Lo siento tanto.”
Arik no podía respirar cuando sus senos se presionaron completamente contra su pecho. El calor lo atravesó, haciendo que todo su cuerpo se incendiase. Su ingle se apretó e hinchó mientras pensaba en las muchas veces que ellos se habían tocado de esa manera y aún así él jamás había sentido realmente esto.
“¿Hay algo que pueda hacer?
“Solo estar conmigo por un rato”
¿Por qué era eso tan importante para él? “¿No tienes novia o familia con la que prefirieses estar?”
“Solo Solin, y honestamente, él no es así de suave. Incluso si lo fuera, eso sería bruto.”
Sofocando una sonrisa, ella profundizó su abrazo sobre él.
Arik recostó su mejilla contra la cabeza de ella e inhaló la dulce esencia de mar y mujer. Había un ligero rastro de melocotón sobre su piel mientras su pelo le cosquilleaba en los labios. Cerró los ojos y saboreó la sensación de tenerla pegada a él. Era milagroso y maravilloso y lo dejaba frío ante la perspectiva de tener que dejar esto detrás y regresar a su estéril mundo otra vez.
Y ella estaría muerta por su culpa…
Él hizo una mueca de dolor ante el pensamiento. El pesar era algo que nunca había experimentado un Skotos, pero él lo sentía ahora y era un dolor profundo.
¿Qué he hecho?
La sola consolidación de lo que había hecho cuando volviese a la Isla Desvanecida , ya no tendría emociones humanas que lo llenaran. Ningún arrepentimiento o dolor.
Ni siquiera tendría los sueños de Megeara…
Un punzante dolor lo atravesó. Era crudo y abierto y hacía que quisiese gritar por su peso.
¿Cómo hacían los humanos para vivir con esos sentimientos todo el tiempo? Honestamente, había bastante como para desgastarle. Para hacer que tuviese miedo incluso de moverse por temor a que lo derribasen completamente.
Básicamente las emociones apestaban. Hades había estado en lo cierto. Los dioses habían hecho un favor a los dioses de los sueños haciéndoles insensibles. Y aún sabiendo eso, el todavía quería saborear sus emociones.
Megeara se apartó unos pasos de él y cogió sus manos en las de ella. La suavidad de su piel irradiaba a través del cuerpo de él. “Vamos. Volvamos a la fiesta y celebremos lo que nos has dado.”
Mientras ella permanecía de pie en la proa, Kat sintió un frío penetrante que no tenía nada que ver con el tiempo. Este susurraba contra su piel igual que un ligero beso, y era la última sensación que ella quería experimentar esa noche.
Desafortunadamente, sabía que aquello tenía que llegar.
"¿Qué infiernos está pasando aquí?"
Ella se volvió lentamente hacia la profunda voz de barítono para encontrar un excepcionalmente alto y guapo hombre cuyos ojos violetas eran cortantes incluso en la oscuridad. Su cabello rubio oscuro era azotado por el viento, entremezclado con tonos ligeramente más claros que sólo enfatizaban la masculina belleza de su cara. Zebulon, o ZT como prefería que le llamasen, era una criatura de extremo poder y malevolencia.
Igual que los otros de su clase, nadie sabía cuando o donde había nacido. Todo lo que sabían era que tenía el poder suficiente como para matar a un dios de un sólo movimiento. Asesinos de Dioses, o Chthonians como preferían que se les llamase, eran una raza extraña y ZT era uno de actitud diabólica.
Él estaba ahora de pie ante ella, vestido con pantalones vaqueros y una larga y floja camiseta marrón que tenía escrita la frase griega Σας πρoσέχω, είμαι φoβισμένoς. “Te estoy observando, témeme”, impresa en gris sobre ella.
Cuan apropiado, ya que era lo que él hacía. Hacía eones, él y sus hermanos se habían asociado como policías de los dioses. Ellos eran la comprobación-y-balance del sistema del universo.
Hasta que se volvieron unos contra otros por razones que sólo ellos conocían.
Ahora, el puñado de ellos que había sobrevivido observaba a la humanidad con ojo amargo y sin un auténtico líder. Aún así, eran el epítome de una guerra fría en donde ellos sólo se controlaban unos a los otros y raramente conseguían ir más allá—a menos que fuese para ir tras un dios que hubiese cruzado la línea que ellos habían trazado.
A causa de la hostilidad que se tenían, la tierra había sido dividida entre ellos para mantenerla a salvo y eran sumamente territoriales.
Grecia y sus alrededores pertenecían a ZT, y toleraba muy pocas veces que pisasen su césped, lo cual quería decir que cada vez que Kat se aventurara allí tendría una encantadora visita de aquel chiflado.
La primera vez que se habían encontrado, ella había sido una niña curiosa que sólo había buscado ver una carrera de carros. Su madre la había enviado con una acompañante. El sol había estado brillando cuando de repente ZT había aparecido de la nada y rápidamente la había asustado al decirle que si rompía la leí Chthonian, gustosamente la mataría.
Ella lo había “amado” desde entonces.
“Cuanto tiempo sin verte, ZT.” Sarcasmo total, ya que él mantenía una permanente vigilancia sobre ella siempre que estaba en la tierra. Sus caminos se habían cruzado hacía solo dos semanas cuando ella había estado en el supermercado y había estornudado, lo cual causó que sus poderes rompieran una ventana cercana. A ZT le había cabreado que hubiese estado a punto de traicionarse a sí misma y, fiel a su forma de ser, se lo había hecho saber.
“No te hagas la tímida conmigo, Katra. Sé lo de los permisos. ¿Cómo ha sucedido?”
Ella se encogió de hombros. “Fue un suceso imprevisto, pero lo tengo bajo control. No hay necesidad de que te preocupes.”
Sus ojos llamearon en la oscuridad cuando acortó la distancia entre ellos. Un crudo poder esotérico emanaba de él, poniendo de punta todos los vellos de su cuerpo. Él inclinó su cabeza como si estuviese sintiendo el éter alrededor de ellos.
“¿Un dios humano?” susurró él.
“Su tiempo allí es corto y no tiene poderes. De nuevo, no es nada que deba preocuparte.”
ZT curvó sus labios ante ella. “Yo decidiré que me preocupa. No tú.” Dejó escapar un malicioso siseo.
“Él está enredando con asuntos humanos.”
Aunque sabía que era una estupidez, ella bufó ante él. “Lo mismo que yo.”
“Por lo que estás en mi radar. No me gustan los juegos a los que juega Artemisa y menos aún el que tú formes parte de ellos.
“¿Entonces por qué no la detienes?”
Él soltó una amarga carcajada antes de dedicar a Kat una mirada cortante. “Eres tan ingenua.”
Quizás lo fuese, pero eso no cambiaba el hecho de que él estaba exagerando. “No tienes que preocuparte con esto, ZT. De veras”.
Un músculo se tensó en su mandíbula mientras miraba el agua oscura. Cuando habló, su tono era llano y sin emociones. “Te tengo a ti—un dios de herencia mixta—en una expedición que podría liberar a la Destructora de su agujero. Arikos, otro dios, en el mismo equipo camuflado como humano. El semidiós Solin, al cual tengo que andar vigilando constantemente de todos modos, que fue quien les dio los permisos. Megeara, una humana que es sensible y sugestiva a las voces de los dioses y a la de la jodida Diosa Apollymi, la cual hará cualquier cosa para liberarse y una vez lo esté, no vacilará en destruirnos a cada uno de nosotros.” Él volvió su mortal mirada hacia Kat. “No puedo imaginarme por qué me preocupa esto, ¿Y tú?”
“De acuerdo parece ligeramente malo cuando lo pintas de esa forma, pero puedo asegurarte que no les dejaré acercarse al sello de Apollymi.”
Su dubitativa mirada, estaba realmente empezando a fastidiar a Kat. “¿El nombre de Pandora tiene algún significado para ti? En el momento en que permites a un humano acercarse a una caja que no deberían abrir, ¿Qué es lo que hacen sin dudar?”
“Esta vez será diferente.”
El dejó escapar un molesto ruido de su garganta. “No seas arrogante, Katra. Estoy cansado de limpiar los estropicios que dejan los dioses que piensan que ellos pueden hacerlo mejor.” Él se volvió hacia ella y allí a la luz de la luna ella vio algo que nunca había visto antes en él. Una horrible cicatriz que iba desde la línea de su pelo hasta su cuello. Parecía como si alguien le hubiese rajado alguna vez la cara.
Pero tan pronto como la vio, esta se esfumó, dejándolo atractivo y sin cicatriz. “Mantén oculto el sello, Katra. Apollimy no puede quedar libre.”
Antes de que Katra pudiera responder, Tory subió a cubierta.
Ambos, Kat y ZT se congelaron cuando la chica se aproximó inocentemente a ellos.
Ella le frunció el ceño a Kat con curiosidad antes de acomodar las gafas sobre su nariz. “¿Va todo bien, Kat?”
“Bien, Tory. Solo tuve la visita de un viejo amigo, pero ya se iba.”
“Oh, vale. Geary quiso que te echara un ojo. Ella dijo que no parecías sentirte bien.” Y antes de que Kat pudiese decir algo, Tory tendió su mano hacia ZT. “Hola, amigo de Kat. Soy Tory Kafieri.”
Kat esperaba que el asesino de dioses golpease la mano de Tory o hiciese algún comentario repugnante. En vez de eso tomó su mano en la de él y se la estrechó amablemente. “ZT”.
“ZT. Que nombre tan guay.” Ella le sonrió. “Bueno, no os incordiaré más. Es obvio que queréis estar solos. Le diré a Geary que estás bien, Kat. Encantada de conocerte, ZT.”
“Lo mismo digo, Tory.”
Kat realmente jadeó cuando Tory se marchó dejándolos sin que ZT le hubiese hecho daño, Ella esperó hasta que Tory se hubo marchado antes de volver a hablar. “Puedes ser amable. ¿Quién lo diría?”
“Mi amabilidad tiene un nivel muy bajo y esa chiquilla acaba de dejarlo seco, así que no me presiones, Olímpica. No deseo que haya ni una sola piedra Atlante fuera de su sitio. Protégela con tu vida porque la próxima vez que venga aquí, ese será el precio que voy a exigir por tu incompetencia.”
Y antes de que pudiese protestar, él se desvaneció.”
“Encantada de hablar contigo, ZT,” soltó después de que se marchase. “Espero con ilusión tus visitas. La próxima vez haremos pasteles, ¿vale?”
Suspirando, Kat se frotó la sien. Este se había convertido en un hermoso día para ella. No podía espera para ver que iba a suceder al siguiente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario