Danger hizo una pausa mientras dejaba su coche. Estaban en la casa de Kyros, y no estaban solos. Había un Ferrari rojo aparcado sobre la calle, junto con una motocicleta. Ella conocía bien al llamativo coche.
—¿Qué está haciendo Rafael aquí? —preguntó.
Alexion cerró su puerta.
—Muy probablemente Kyros intenta influir en él por su causa, tal como intentó hacer contigo.
Seguramente su amigo no era tan tonto. A ella le gustaba Rafael muchísimo y la última cosa que deseaba era verlo lastimado por esto.
—Eso nunca ocurrirá, ¿verdad?
Casi como en respuesta a su pregunta, la puerta de calle se abrió.
Un alto y apuesto hombre afro—americano salió de la casa. Su pelo estaba afeitado, dejando su cabeza calva para lucir el intrincado y enrollado tatuaje que subía desde su nuca hasta la corona de su cabeza. Rafael Santiago llevaba su característico largo abrigo negro de cuero, pantalones negros plisados, y una muy ajustada camisa negra tejida que hacía alarde de cada minúsculo detalle de sus trabajados abdominales.
Magnífico y mortal, el hombre era el epítome de la palabra "matón". Como humano, había sido conocido por cortar la garganta de cualquiera tan estúpido como para mirarlo mucho tiempo. Él no dejó que nadie escapase con algo. Su único lema en la vida era, “Hazlo a los otros antes de que ellos te lo hagan”.
Pero a pesar de toda su bravuconería y cortantes chistes rápidos, ella lo conocía como una persona adorable. Él mataría para proteger a aquellos a los que consideraba sus amigos, y era leal hasta equivocado.
Usaba un par de oscuras gafas de sol que oscurecían completamente la mayor parte de su cara, pero Danger conocía bien al antiguo capitán pirata. Había estado viviendo afortunadamente en Columbus durante los últimos sesenta y seis años.
—Rafael –le dijo como saludo mientras se les acercaba.
Él inclinó su cabeza hacia ella mientras se detenía a su lado. Se dio vuelta para mirar a Alexion. Incluso con las gafas de sol, ella podía sentir la intensa curiosidad de su mirada.
—¿Quién es tu amigo?
—Su nombre es Al —dijo ella, no queriendo decir "Alexion" en caso de que Kyros ya hubiera dejado caer esa bomba. Habría usado Ias, pero había sólo un Ias, y la última cosa que quería era a Rafael preguntándole sobre eso—. Es un griego antiguo.
Rafael ofreció su mano a Alexion.
—Nuevos Cazadores son siempre bienvenidos.
—Gracias —dijo Alexion mientras sacudía la mano ofrecida.
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Danger.
Rafael se quitó sus gafas de sol y puso los ojos en blanco.
—Había cinco de nosotros aquí al principio, pero los demás se fueron hace un tiempo. Kyros nos retuvo a mí y a Ephani un poco más porque, a diferencia de los otros mariquitas, no creemos su mierda.
—¿Qué mierda? —preguntó Alexion.
Rafael soltó un cansado suspiro mientras frotaba su mano sobre su musculosa mandíbula.
—Tiene la demente idea de que Acheron es un Daimon. Estoy seguro que es por eso que los llamó a los dos. Quiere intentarlo y convencerlos también. El hombre es un idiota. Me voy a patrullar antes de que patee al imbécil y me haga algún daño.
Danger se rió.
—¿Los demás lo aceptaron?
—Como a una puta barata en el muelle después de un largo viaje por mar.
—¿Qué te hace tan seguro que él no tiene razón? —preguntó Alexion.
—¿Alguna vez te encontraste con Acheron?
Danger ocultó su diversión mientras admiraba el modo en que Alexion mantuvo su compostura. Por no mencionar lo orgullosa que estaba de Rafael por no ser estúpido.
La cara de Alexion era completamente impasible.
—He encontrado al hombre una vez o dos.
—Entonces, ¿cómo puedes dudar de él? —preguntó Rafael—. Maldición, tu gente es estúpida. Conseguí irme antes de pegarles.
Alexion se puso rígido.
—Sabes, eso me ofende.
Rafael le dirigió una mirada amenazadora.
—Oféndete todo lo que quieras, eso no cambia los hechos —él miró a Danger —. Vamos florcilla francesa, restaura mi fe y dime que tú no lo crees.
—No, no lo hago.
—Buena chica —dijo él con un encantador guiño—, sabía que podía contar contigo.
Alexion sacudió su cabeza y se rió.
Rafael se inclinó para dar un rápido picotazo a Danger en su mejilla.
—Hasta luego, francesita.
Volviéndose a Alexion, que la estaba mirando de un modo que la puso un poco nerviosa, ella indicó la casa con una inclinación de cabeza.
—¿Vamos nosotros?
—¿Estás bien? —preguntó ella.
—Bien, ¿por qué?
—No sé. Estoy recibiendo una extraña vibración de ti. No estás celoso de Rafe, ¿verdad?
De pronto, él pareció sumamente incómodo.
—Deberíamos entrar.
Estupefacta, Danger tiró de él para detenerlo.
—¿Estás celoso?
Alexion rechinó los dientes por su pregunta. Sabía lo estúpido de su reacción, pero como Acheron diría, las emociones no tienen cerebro. Y él no debía tenerlo en absoluto. No había tenido ningún sentimiento por una mujer desde el día que su esposa lo había dejado morir en el suelo de su casa de campo.
Aún así, no había forma de negar lo que sentía en este momento. Y lo que realmente más lo molestaba era saber que cuando él se fuera, Rafael todavía podría ver a Danger, hablar con ella, mientras lo mejor que él podía esperar sería ver vislumbres de ella en la sfora.
Simplemente, no era justo. Y lo hacía enojar que tuviera que dejar ese algo especial que había encontrado con ella anoche. Eso podía ser egoísta y codicioso, pero deseaba más que sólo dejarla en unos días.
Eso es estúpido y lo sabes.
Él arrastró su mano por su pelo.
—Sí, bien, es cierto, estuve celoso durante un minuto. No me gustó el modo en que te miraba.
—Somos solamente amigos.
Eso no evitó que a una parte de él que le era desconocida le molestara, una parte suya que deseaba mantenerla para él.
—Lo sé.
Danger se levantó en puntillas y tomó la parte de atrás de su cuello antes de atraerlo para un abrazo.
—No tienes nada que temer, Ias.
Él atesoró aquellas palabras… el hecho de que ella usara su nombre. Había pasado mucho tiempo que nadie se había dirigido a él de esa forma. Eso lo hizo sentir humano otra vez.
Apretó sus puños contra la espalda de ella mientras su corazón latía violentamente y la ternura lo inundaba. Cerrando sus ojos, deseó poder quedarse justo ahí, en este momento con ella, para siempre.
Oh, tener ese poder. Para hacer que este instante durara una eternidad.
Pero demasiado pronto, ella lo liberó, y se dirigió a la casa de Kyros. Alexion hizo rechinar sus dientes mientras luchaba contra el impulso de llamarla y sostenerla sólo un ratito más.
Eso era estúpido. Tenían un trabajo que hacer.
Él tenía que salvar a Kyros.
Mientras se acercaban a los escalones, Ephani salió por la puerta, cruzó el porche y bajó la escalera para encontrarlos. La amazona era unos treinta centímetros más alta que Danger. Delgada y hermosa, era tan insensible y malhumorada como cualquier hombre podría esperar ser. Su flamígero pelo rojo caía por su espalda desde un pasador de plata que tenía en la coronilla de la cabeza.
—Acepta mi palabra, Danger —dijo con su fuerte acento griego, mientras se reunía con ellos—. Vete a casa y no te metas en este lío.
Él pudo ver, por la cara de Danger, que estaba aliviada de oír a la amazona decir eso.
—¿Entonces no lo crees tampoco?
Ephani soltó una profana maldición.
—Digamos que, simplemente, no quiero creerlo.
—¿Pero?
La amazona se encogió de hombros.
—No confío en Acheron. Nunca lo hice.
Danger rió.
—Tú no confías en ningún hombre.
La mirada de Ephani fue significativamente a Alexion.
—Y tú tampoco deberías, hermanita. Toma un pequeño consejo de una amazona. Móntalo en la tierra toda la noche, luego deslízale una cuchilla entre sus costillas al llegar la mañana.
Alexion arqueó una ceja ante el inesperado comentario.
—Eso es cruel.
—Así es la vida —Ephani levantó su cabeza como si de pronto hubiera comprendido lo que él estaba vistiendo—. No estás usando un abrigo blanco.
—Pasmosos poderes cognitivos que tienes.
Ella pareció menos que contenta por su tono seco.
—¿Tú eres el destructor?
—No —dijo él sin vacilación—. Ese título en realidad pertenece a una mujer. La reconocerás fácilmente. Ella es alta, rubia, y luce realmente enojada el noventa y cinco por ciento del tiempo.
Eso se acercó bastante… Ephani parecía como si pudiera matarlo.
—Él está aquí para ayudarnos —dijo Danger antes de que Ephani pudiera dañarlo de alguna forma. Cuando Alexion no habló, Danger se dio vuelta hacia él—. ¿No es cierto, cariño?
Él se encogió de hombros.
—Ephani sabe la verdad. No hay una duda verdadera en su mente. Ella escogerá sabiamente al final.
Danger suspiró con alivio. Siempre le había gustado la guerrera amazona y no quería verla dañada más que lo que hubiera querido a Rafael muerto.
La mirada fija de Ephani se estrechó peligrosamente.
—¿Estás haciendo esa mierda de fusionar la mente de Acheron?
—Sí —dijo él con una insultante sonrisa burlona—, y está bien que no puedas soportarme. No estoy aquí para hacer amigos.
Ella volvió la mirada hacia Danger.
—Abandónalo, hermanita. Tu hombre es un monstruo, y me tengo que ir mientras todavía me queden algunos poderes. Ya estuve aquí con Kyros y los demás demasiado tiempo —sacó sus gafas de sol de su bolsillo y se las puso—. Ten cuidado, Danger.
—Tú también.
Ephani inclinó su cabeza antes de dejarlos.
Danger se volvió hacia Alexion.
—¿Cómo vas a salvar a alguien si los estás provocando?
—Yo sólo estaba provocando a Ephani quien, como dije, no está en peligro de ser engañada. Son los otros quienes me necesitan.
Ella sólo esperaba que tuviera razón. La desconfianza de Ephani sobre Acheron, o cualquier hombre en realidad, no debía ser tomada ligeramente. Su amiga había sido conocida por arrancar de un mordisco la nariz por rencor en muchas ocasiones. Sólo esperaba que esta no fuera una de ellas.
Subió corriendo las escaleras con Alexion directamente detrás de ella.
Danger llamó a la puerta mientras él se mantenía apartado. Le tomó un par de minutos a Kyros abrir la puerta.
Su mirada se estrechó de forma ominosa cuando los vio.
—¿Qué haces aquí?
—Quiero hablar contigo —dijo Alexion.
—Ya he dicho mi parte.
—Sí, pero yo no he tenido la mía contigo. ¿Por qué me llamaste y me advertiste sobre el Caronte?
Kyros se encogió de hombros.
—Me estaba sintiendo sentimental. Pero el sentimentalismo se me ha pasado. Te di una advertencia, no habrá otra.
—Kyros…
—No lo hagas —gruñó él.
Comenzó a cerrar la puerta, pero Alexion lo detuvo.
—Déjame entrar en la casa, Kyros.
El rostro de Kyros se volvió de piedra.
—Tienes que irte a casa —él dijo cada palabra lentamente, con cuidadosa pronunciación.
—Necesito hablar contigo.
Un tic comenzó en la mandíbula de Kyros.
—Tú nunca escuchaste, muchacho —volvió a empujar a Alexion con una maldición—. Vete.
Cerró la puerta con un golpe.
Antes de que Danger comprendiera qué pasaba, Alexion había abierto la puerta de una patada. Vibró mientras era vuelta a arrojar contra la pared y se soltaban los goznes superiores.
Kyros pareció disgustado por el daño hecho a su casa.
—No me hagas patear tu trasero, Ias.
Viniendo de ninguna parte, un remolino de poder pareció unirse alrededor de Alexion. Un viento invisible azotó su abrigo y pelo. Se arremolinó a su alrededor, haciendo que el aire mismo alrededor de él crujiera con energía. Danger se obligó a quedarse tranquila en medio del caos mientras se unía a los hombres en el vestíbulo.
La puerta se cerró de golpe detrás de ella e instantáneamente fue reparada.
Los ojos de Alexion brillaban con un misterioso, sobrenatural verde.
—Los días en que tú pateabas mi trasero hace mucho se han ido, Kyros. Yo soy el que maneja el poder ahora.
—En realidad, eso no es enteramente verdad, ¿no?
Danger siseó cuando oyó la voz de Stryker. El Daimon se paseó saliendo de la sala para reunirse con ellos. Se detuvo al lado de Kyros y miró a los dos con odio.
El Daimon mostró sus colmillos.
—Parece que mi idea del Caronte fue una pérdida de tiempo. Dime, ¿qué orden has usado para dominar a Xirena?
El aire se calmó como si Alexion volviera a absorberlo dentro de él.
—No lo hice. Le gusté a Xirena.
Stryker se rió aun cuando no pareció particularmente divertido.
—Te daré crédito, eres un bastardo ingenioso. Pero hasta los bastardos ingeniosos pueden morir.
Alexion se rió de él.
—Estoy seguro de que tú lo sabrías.
Stryker se volvió hacia Kyros.
—Tu amigo es muy arrogante para un hombre que maneja poderes prestados. Pero, sabes, la diferencia en esto consiste en que cuando no son propios, son limitados.
Alexion resopló.
—Incluso limitados, son mayores que los tuyos.
—¿Lo son?
Un mal presentimiento atravesó a Danger. ¿Todo esto había sido un plan? Estaba empezando a parecerse a uno. Tal vez por esto era por lo que Kyros había llamado para advertirlos. Él probablemente sabía que si el Caronte fracasaba, entonces Alexion vendría a buscarlo para una explicación.
Stryker se movió para pararse justo frente a Alexion. No había ni la más pequeña porción de miedo en sus ojos. Pasó una divertida mirada sobre él.
—Es una cosa maravillosa ser la mano derecha del poder, ¿verdad?
Alexion se encogió de hombros despreocupadamente.
—No me quejo.
—No, pero quizás deberías.
Antes de que alguien comprendiera lo que Stryker había planeado, él hundió una daga directamente en el pecho de Alexion.
Alexion estalló en pedazos al instante.
Kyros maldijo.
—¿Qué diablos le has hecho a Ias?
Danger puso sus ojos en blanco.
—Eso fue una pérdida de tiempo.
Para corroborar sus palabras, Alexion se materializó de nuevo ante ellos. Pero mientras estaba comenzando a tomar forma, Stryker empujó su mano, que sostenía una roca de yeso de extraño aspecto, en el pecho de Alexion. Stryker apretó la roca, rompiéndola instantáneamente, luego sacó su mano de un tirón otra vez.
Alexion le dirigió una burlona mirada mientras volvía a crearse.
—Debías saber bien que...
Ella miró mientras una mirada de horror descendía sobre su cara. Su respiración se hizo desigual, trabajosa.
—¿Alexion? —preguntó ella, dando un paso hacia él.
Él tropezó hacia atrás mientras el dolor oscurecía sus ojos.
Le dirigió a Stryker una mirada incrédula.
—¿Qué me has hecho? —jadeó en un tono atormentado.
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