Ravyn se detuvo cuando quedó perdido en unos ojos azul claro que le chamuscaban. Por no mencionar el hecho de que su cuerpo estaba siendo amortiguado por las suaves curvas que él alguna vez había sentido, curvas que sólo se sentirían mejor si ella estuviese desnuda debajo de él.
La esencia de mujer mezclada con dulce llenó su cabeza y eso fue suficiente para silenciar a la bestia dentro de él mientras se preguntaba como habría ido a para ella a su casa mientras él dormía.
Le llevó unos completos diez segundos antes de que él recordara que esa no era su casa. Otro cinco antes de que recordara todo lo que había ocurrido desde la última noche. La mujer, Susan, lo había sacado del refugio de animales y lo había traído a su casa. Tan pronto como ella le había quitado el collar, su magia reprimida se había descontrolado.
Ahora él estaba… A punto de ser hecho papilla por la lámpara que ella levantaba para golpearle. Alejándose de ella, él fue a agacharse en el mismo momento en que Susan se lanzaba sobre él con su lámpara.
- ¡Hey, hey, hey! chasqueó él, parándola con el brazo. -¿Qué estás haciendo?
Ella obligó a retroceder con la punta de la lámpara.
-Mantén las manos en ti mismo, amigo.
Ravyn luchó para desenredar sus pies de una sábana rosada de las Super Nenas mientras esquivaba sus pinchazos. -Pon la maldita lámpara en el suelo-.
Ella se negó.
Demasiado con exasperado para discutir, Ravyn trató de desintegrarla con su mente. Desafortunadamente, todo lo que consiguió fue un punzante dolor de cabeza. Maldiciendo, él puso el talón de su mano contra su frente para combatir el dolor de cabeza. Él se dio cuenta de que había llevado puesto el collar demasiado tiempo, este le había drenado sus poderes. Él estaba completamente desprovisto de toda magia hasta que el tiempo la recargase. ¡Mierda!.
Así que en lugar de eso, él le arrancó con fuerza la lámpara de las manos e hizo un ademán de pegarle con ella – no es que fuera ha hacerlo, pero demonios, él estaba jodido, y la estúpida manta que parecía estar enredada en sus piernas no ayudaba. Irritado, él dejó la lámpara en el suelo detrás de él mientras conseguía finalmente desenliar sus pies.
La mujer parecía igual de enfadada con él cuando trató de recuperar su propiedad.
-Sabes, eso no fue barato. Quiero recuperar mi lámpara-.
Él la mantuvo alejada impidiéndole coger la lámpara. Finalmente, la forzó a retroceder, hacia el sofá de cuero color café.
-Sí, y la gente en el infierno quieren agua helada. Eso no quiere decir que vayan a conseguirla, especialmente cuando alguien no se puede dejar de pincharme con eso.-
Él recorrió la mirada alrededor de la sala de estar espartana, agradecido de que todas las persianas estuviesen cerradas para mantener fuera la luz del día. Toda la casa estaba hecha con simples, contemporáneas líneas con tonos tierra y sólo un mínimo de mobiliario. Era obvio que ella no estaba en nada demasiado exigente, poco adornada, o complicada.
- Es todavía de día, ¿no?
- ¿Tú que crees?
Apareció un tic en su mandíbula. Su suerte solo estaba mejorando a cada paso del camino.
-Hagas lo que hagas, no abras esas persianas-.
- ¿Por qué? ¿Vas a salir ardiendo en llamas o algo?
Él la miró con cierta gracia pero no contestó. Cómo desearía él tener el suficiente poder para conseguirse ropa por su cuenta. Pero eso, también, tendría que esperar, así que en lugar de eso rescató la nociva sábana rosada del piso y se la envolvió alrededor. Él hizo una mueca cuando se dio cuenta de que la palabra -Puff-[1] cubría su pene – fantástico, él se sentía realmente viril en ese momento.
- ¿Tienes un teléfono que pueda usar?
Susan se cruzó de brazos. Considerándolo todo, ella tenía que otorgarle crédito a Leo y Angie, el tipo era impresionante – aun con la infantil manta envuelta un poco más abajo alrededor de sus delgadas caderas. Su pelo negro hasta los hombros estaba despeinado pero se veía realmente bien con sus facciones taciturnas. Cuando se paso una mano por el pelo para colocarlo en su lugar, los músculos de su brazo y costado se flexionaron de una cautivadora manera.
Él tenía la voz más profunda que ella había oído alguna vez – del tipo que justamente resbalaba por su columna vertebral como una caliente caricia. Y él tenía la forma más intrigante de hablar sin abrir la boca más que un poco.
Verdaderamente el hombre era sexo en estado puro.
Ella no sabía dónde le habían encontrado, pero dado su constitución y belleza, ella había supuesto que probablemente fuese un stripeer de algún local. Eso explicaría por que estaría tan cómodo al estar desnudo delante de una total desconocida.
Pero ya que ellos se habían tomado tantas molestias, ella tan bien podía seguirle la corriente para ver hasta dónde podía llevar el Sr. Entusiasta la charada esta.
- ¿Un teléfono? ¿Para qué? ¿No puedes transformarte en chico gato o algo?
Él bufó ante ella con sarcasmo como si lo hubiese ofendido.
- ¿Simplemente cuánta tele ves?
- Muy poca.
Él parecía menos que divertido.
- ¿Así que puedo usar el teléfono o no?
- ¿A quién vas a llamar?
- A alguien que me saque de aquí-.
- Bueno, por qué no lo dijiste antes-. Ella le lanzó su teléfono móvil.
Ravyn no estaba seguro de si su rápida capitulación le divertía o lo jodía completamente. Decidiéndose por lo primero, levantó la tapa y marcó el número de Erika.
- Soy Erika. No puedo ponerme al teléfono ahora mismo, pero por favor deja tu nombre y número y te llamaré para que hablemos más tarde.
Él buscó con la mirada el reloj de la pared. Pasaba por de las cuatro de la tarde.
- ¿Demonios, Erika, dónde estás? No estás en clase y deberías estar en casa estudiando con tu teléfono encendido. Soy yo y necesito que me traigas algunas ropas y vengas a recogerme pronto. Llámame para que te de más indicaciones-. Asqueado con su caprichosa escudero, él apretó el botón CANCELAR.
Él marcó el número de Acheron.
Otro buzón de voz. Fantástico, simplemente fantástico. Él en realidad odiaba estas cosas. Colgando el teléfono, gruñó profundamente.
Él consideró llamar a los otros Dark Hunters de Seattle y advertirles sobre el levantamiento Apólita pero decidió que esperaría un poco. Fuese como fuese o estaban seguros en sus casas o ya estaban muertos. Si era esto último, entonces no había nada que él pudiese hacer por ellos.
Él recorrió con la mirada a la mujer que todavía le observaba con una extraña apariencia perturbada.
- ¿Supongo que no tendrás algo de ropa que me pudieses prestas, verdad?
- Lo siento. El hombre extra grande no es mi especialidad. ¿Además, no puedes simplemente hacer aparecer algunas ropas?
- No por el momento.
Ella le dirigió una traviesa mirada.
-¿Déjame adivinar, necesitas recargar tus baterías o algo por el estilo, no?
Ella era misteriosamente astuta.
-Sí.
La incredulidad en la cara de ella era casi cómica.
-Tengo un suéter rosa que quizás no te fuesen tan mal.
- Prefiero estar desnudo.
- Haz lo que quieras. No me molesta.
- Entonces estamos empatados-. Al igual que la paciencia, la modestia nunca había sido su virtud. Excepto por una cosa, odiaba estar alrededor de personas que no conocía. Si bien, tampoco le gustaba estar cerca de las que conocía. Él prefería con mucho la soledad – esto no podía traicionarle.
Ella inclinó la cabeza.
- ¿Así que cuánto tiempo hace que conoces a Leo, de todas formas?
- ¿Qué Leo?
- Kirby.
Él frunció el ceño ante ella. Él hacía años que conocía indirectamente a Leo. Al igual que su escudera substituta, Erika, Leo era uno de los humanos que servían a los Dark-Hunters. Empleados con salario, ellos ayudaban a mantener el mundo paranormal oculto del resto de la humanidad, quien más probablemente se aterrorizaría si alguna vez descubriesen que bestias inhumanas rondaban la noche, esperando para darles caza.
- ¿Eres una escudero?
- No, soy una Michaels.
Él puso sus ojos en blanco. Ella tenía que ser el asno más inteligente del planeta; bueno, quizás sólo inferior a Erika.
- Eso no es lo que yo quiero decir y que tú lo sabes. ¿Trabajas con Leo?
- Por supuesto que hago. ¿Por qué si no estarías tú aquí?
Ravyn asintió con la cabeza. Eso explicaba su mocosa actitud. Por alguna razón, la última generación de Escuderos parecía tener un problema con sus deberes. -¿Por qué no me dijiste que trabajabas para él?
- Dí por hecho que lo sabías.
- Si, claro. De la manera en que vosotros venís y os vais, es imposible acordarse de más de uno o dos a la vez-.
Ella asintió en acuerdo.
- Leo tiene una manera de agotar a las personas. ¿Así que cómo te convenció para meterte en esto?
- ¿En qué?
-Aparecerte aquí, desnudo para tirar de mi cadena.
Claro… como si Leo alguna vez pudiese haber hecho eso.
- Él no hizo. Yo supuse que él te había enviado a sacarme del refugio.
- Supongo que de una manera retorcida lo hizo. Pero dime, ¿Cómo has hecho el truco de antes?
Ravyn hizo una mueca.
- ¿Qué truco?
- La cosa del gato. ¿Cómo te transformaste?
¿Por qué los humanos siempre querían la respuesta a esa pregunta? Aun si se lo explicase, no era algo que ellos pudieran hacer.
- Es magia,- dijo él sarcásticamente. - Hago un hocus-pocus y lo siguiente que sabes, es que soy un gato.
Ella entrecerró sus ojos ante él.
- Supongo que es un paso adelante. El último tipo que tuve en mi casa sólo podía convertirse en un Cerdo bebedor de cerveza.
A pesar de sí mismo, él dio una corta risa ante su seco tono. Él tenía que otorgarle crédito, ella tenía un rápido sentido del humor, y él era lo suficientemente extraño como para apreciar eso en otras personas.
Repentinamente, él estaba exhausto. No había podido dormir desde que los Apolitas lo habían capturado – haberlo hecho habría causado que él volviese instantáneamente a forma humana, lo cual habría dado como resultado que le explotara la cabeza. Ahora él sentía la profunda necesidad de descansar.
- ¿Así que, puedo tener una cama hasta esta noche?
Sus ojos se abrieron de par en par.
- ¿Discúlpame?
- Necesito dormir. ¿Sabes? ¿Qué cosa de sacarme del refugio de animales no entiendes? ¿Tú dijiste que te envió Leo, no?
Ella puso las manos en las caderas y le dio una mirada bien definida que decía a las claras que ella no estaba de acuerdo con esa idea.
–Sí, pero no para dejarte dormir en mi cama. Ésta no es una pensión de mala muerte, ¿sabías?
Eso elevó su ira.
- ¿Qué pasa con el Código de los Escuderos? Recuerdo un tiempo cuando eso realmente significaba algo.
- ¿Qué código de escuderos?
- Despierta, pequeña. ¿No recuerdas la única cosa que has aceptado cuando entraste a trabajar con Leo?
Sus ojos azules ardían ante él.
- Leo no me hizo prometerle nada aparte de dejar mi cordura en casa.
Su disgusto se triplicó.
- Me lo imaginaba. Debe ser la primera generación-.
- ¿Y eso que tiene que ver con esto?
- Eso explica por qué no conoces mejor el trabajo que tienes que hacer.
Ella cruzó el piso para quedarse justamente delante de él como mirándole colérica.
- ¿Discúlpame? ¿No conozco mi trabajo? Al menos, no soy el único que permanece desnudo en la casa de un desconocido, agarrando firmemente una sábana para cubrir mis partes vitales-. Ella le dedicó una menos que halagadora mirada. - ¿Quién diantre eres tú para sermonearme a mi sobre lo que yo debería estar haciendo?
- Soy un Dark-Hunter.
Susan se puso rígida. Él lo dijo como si eso lo aclarase todo.
- ¿Y eso se supone que significa algo para mí?
Él frunció sus labios.
- Por supuesto debería. ¿Qué diablos han puesto en todos ustedes que ya no les importa cuidar de nosotros? ¿O de sus deberes? ¿Te han cogido los Daimons para trabajar para ellos, también?
¿De qué estaba hablando?
- ¿Quiénes son los Daimons? La última vez que lo comprobé, el periódico era propiedad de los Kirbys.
Él frunció los labios ante ella.
- Parece que no sabes quienes son ellos. Mira Susan, yo no tengo tiempo para tus estupideces. Necesito dormir algo antes de que anochezca. Vamos a tener mucho trabajo que hacer y necesitaré que le envíes un correo electrónico al resto de vuestro grupo y les hagas saber qué está pasando.
Tío, él era un neurótico. Ella nunca había visto alguien tan dominante y seguro de sí mismo. Especialmente dado el hecho que él estaba allí de pie medio desnudo.
- ¿Discúlpame? ¿Parezco tu secretaria personal o tu esclava? Uh… no. No eres mi dueño. Aún no sé quién eres y no me importa lo mono que te veas desnudo en mi sala de estar, no recibo órdenes de nadie. Así que ahí está la puerta.
-Sabes que no puedo salir ahí fuera. Es de día ahí fuera.
Ella le dedicó una irónica mirada.
- Bueno, eso es lo que sucede cuando la gran bola amarilla emerge sobre las montañas. ¿Asombroso, verdad?
Ravyn quería estrangularla. Y él estúpidamente había pensado que Erika era una pesadilla. Eso es lo que obtienes por pensar que no podría haber peor escudero que Erika en. . . otros quince años o así.
Y Acheron pensaba que salvar a los humanos de los Daimons no era nada. Dios lo librara a él de mujeres como estas dos.
Justo cuando abría la boca para hablar, llamaron a la puerta principal.
Ravyn intercambió un ceño fruncido desconcertado con Susan. Un pequeño escalofrío sobrenatural trepó por su columna vertebral. Desde que era de día, él sabía que no podía haber un Daimon o Apolita ahí fuera allí – la luz del día los freiría en el acto.
Aún así la sensación era parecida. No había negación o excusa para aquella inconfundible sensación. Lo que quería decir que tenía que ser un mestizo. Sólo un medio-Apolita sería capaz de despertar sus sentidos y caminar a la luz del día sin morir.
- ¿Señora Michaels? Una voz profunda, masculina llamaba a través de la puerta.
Susan empezó a ir hacia ella solo para que Ravin tirase de ella para detenerla.
- No.
- ¿No? preguntó ella, su voz muy fría. - Tío, yo no soy tu puta o tu sierva. Tú no me das órdenes. Jamás-. Susan se soltó de su agarre.
Ravyn maldijo ante su obstinación. Algo no estaba bien. Él podía sentirlo con cada sentido intensificado que él poseía.
Susan le ignoró cuando abrió la puerta para encontrarse a dos oficiales de policía uniformados en su porche delantero. Uno de ellos era increíblemente alto, probablemente alrededor del metro ochenta y seis poco más o menos, con corto cabello rubio y ojos marrón oscuro. El otro oficial era una morena que sólo era unas cuatro pulgadas más alta que ella.
- ¿Puedo ayudarles?
La morena miró al rubio como si él fuese el que estuviese a cargo.
- ¿Es usted Susan Michaels? preguntó el oficial rubio.
Ella asintió.
- ¿Ha estado en el refugio de animales de Seattle hace poco?
- ¿Hay algún problema?
El rubio le dio una sonrisa tan falsa como la de alguien que anuncia en los carteles la pasta dentífrica.
- Ningún problema. Usted simplemente dejó las instalaciones con un gato que no se suponía debía ser adoptado. Estamos aquí para recogerle.
Cada nervio en su cuerpo clamaba a sospecha. Por qué estarían dos policías…
Oh espera. Jimmy. Él probablemente los había incitado a esto solo para volverla loca. Susan clavó inexpresivamente los ojos en ellos. -No tienen ustedes chicos algo mejor que hacer, como investigar crímenes reales o algo?
- Esto es una cuestión de seguridad pública, señora,- dijo él serio. Ella tenía que darle crédito. Él era mucho mejor actor de lo que lo había sido Angie. -Ese gato es sumamente fiero y podría tener la rabia.
Seguro que sí.
- Bueno, me temo que ustedes llegan tarde. El gato ya se ha convertido en el Sr. Supermodelo y ahora ha decidido tomar como residencia mi casa. No sé qué cuanto os ha pagado Jimmy por esto tíos, pero fuese lo que fuese, estoy segura que no fue suficiente. Que tengan un bonito día, caballeros -. Ella cerró la puerta.
Pero antes de que ella pudiese apartarse, oyó una voz apenas perceptible a través de la puerta.
- Es ella y él está aquí en forma humana. Ella no le entregará, así que ¿qué quiere que hagamos?
Susan frunció el ceño cuando oyó una voz contestarle, pero ella no podía distinguir ninguna de las palabras.
-Sí, señor-. Hubo una breve pausa hasta que ella oyó el ruido de pasos en su porche.
Al principio, ella pensó que era la policía marchándose. Pero el sonido se hacía más cercano, no se alejaba.
- Él dijo que matáramos al Dark-Hunter y que llevásemos de nuevo a la mujer al refugio para interrogarla. Si ella nos da cualquier problema, la mataremos, también.
Su corazón se encogió ante esas palabras. Tenían que estar bromeando, ¿verdad? Esto no era real. No podía serlo.
- ¿Te dije que no respondieras, no es verdad? gruñó Ravyn mientras la separaba de la puerta.
Dos segundos después la puerta principal se abrió de golpe. Los dos oficiales uniformados los apuntaron con sus armas.
- No se muevan.
Ella levantó sus manos cuando el miedo la congeló. Ellos se estaban pasando de la raya en esta ocasión.
- ¿Qué significa todo esto?
Ellos no contestaron cuando ella vió a dos hombres más en ropa de calle entrando detrás de ellos. Grandes y rudos, cada uno de ellos parecía lucir orgullosamente una cicatriz en su cara.
Ravyn se debatía silenciosamente en como salir de esa. El rubio alto era medio Apolita sin duda alguna, pero los otros tres eran humanos. Según el código de los Dark-Hunter, él no tenía permitido dañar a los humanos. No obstante él nunca había vivido según el código de nadie que no fuese el suyo.
Por ahora, él tenía que moverse rápidamente para mantener a Susan a salvo y a sí mismo vivo.
- Susan…
Ella le miró mientras él reaccionaba instintivamente.
Él se lanzó hacia ella en el mismo momento en que los policías comenzaron a disparar sobre él. Ravyn maldijo cuando impactaron en su carne. Esto no le mataría, pero no quería decir que no doliese.
Susan quedó momentáneamente aturdida por lo que ocurría. Ésta no era una broma pesada. Estaban tratando de matarle a él y cogerla a ella. El horror de todo esto la mantuvo inmóvil cuando clavó los ojos en la sangre que salía a raudales del cuerpo de Ravyn mientras él la escudaba del disparo.
- Él todavía se mueve,- dijo uno de los gamberros al oficial rubio.
- Las balas no le matarán. Dispara hacia las persianas.
Ella oyó la maldición de Ravyn antes de que él respirase en su oreja
- Escapa por la puerta de atrás mientras yo les distraigo.
Él rodó desde ella cuando los hombres empezaron a echar abajo las persianas, causando que el sol de la tarde se derramara a través de la sala de estar.
Esta es mi casa, gilipollas . Quería gritarles ella, pero se lo pensó mejor. No parecían estar en el más razonable de los estados de ánimo mientras acribillaban su casa con más balas haciéndola trizas. Ella estaba asombrada de que no dispararan contra ella en tal caos.
Ravyn siseó cuando un rayo de sol atravesó su piel. Pero lo que más la aturdió a ella fue que su piel se llenase de ampollas y empezase a humear.
Eso no era normal y no era un engaño, especialmente no el hedor de eso…¿Qué estaba pasando?
- ¡Matadle!
Ravyn dejó caer la sábana y la tiró hacia la parte de atrás de su casa.
- ¡Vete!
- ¿Qué pasa contigo?
Él retrocedió cuando empezaron a dispararle otra vez. - Vete, Susan. ¡Huye!
Ella lo hizo pero no fue lejos. Ella corrió a su armario y sacó su bate de béisbol que conservaba allí solo en caso de intrusos. Y estaba definitivamente capacitada para usarlo. Lástima que no hubiese tenido tiempo de llegar a su arma antes de que todo eso empezase
Susan volvió corriendo a la reyerta. Ravyn se tiró sobre el duro suelo cuando ella dirigió el golpe al gamberro que tenía más cerca.
Ella le asestó en el brazo con tanta fuerza que causó que su arma cayese de sus manos. Después le asestó otro golpe con toda su fuerza, golpeándole en la cabeza. Él golpeó el suelo con dureza al caer. El oficial moreno se volvió hacia ella y la apuntó. Ella se agachapó cuando él descargó su arma contra la pared.
Ravyn estaba aturdido mientras su cuerpo ardía. La luz del día ahora le rodeaba casi completamente casi impidiéndole moverse.
Él vio que Susan dirigiéndole un golpe al otro gamberro cuando el oficial mestizo lo agarró por el tobillo y trató de arrastrarlo hacia la luz sobre el suelo. Cada fibra de su cuerpo dolía cuando él vio al oficial moreno agarrar a Susan desde atrás. El gamberro le sacó el bate de las manos y lo dirigió al estómago de ella. Ella gritó antes de doblarse en el dolor.
Maldita sea. Él estaba jugando con ellos. Como Dark-Hunter él se suponía que no podía atacar a los humanos, pero los humanos habían estado demasiado confiados acerca de esa seguridad y él estaba dispuesto a morir y dejar que esos bastardos hiciesen los que quisieran con Susan. Dolía aunque fuese ella, era una Escudera y eso conllevaba cierto grado de protección.
Sin mencionar, no estaba en sus genes quedarse de brazos cruzados y desde que uno de estos gilipollas era en parte Apolita… bueno, él sabía de una forma para de rejuvenecer sus debilitados poderes. A los Apolitas y a los Daimons les gustaba alimentarse de los Were Hunters a fin de que no solo roban su alma sinó que también reclamaban sus poderes psíquicos.
Ese canal funcionaba en ambos lados…
Su furia elevándose, Ravyn pateó al oficial que le sujetaba. Él sintió a la bestia en su interior revolverse cuando se elevaba para ponerse al mando. Su vista cambió de humana a un cruel depredador.
Agachando la cabeza, él ignoró las balas que lo acribillaban cuando se abalanzó sobre el medio Apólita y lo atrapó acerca de la cintura.
-Tú estúpido tonto,- gruñó él cuando le dio la vuelta al hombre dejando su espalda contra el pecho de Ravyn. -Deberías haber traído a un Taser.
- ¡Disparadme! gritó el oficial rubio a los otros dos que estaba todavía en pie. -¡Rápido!
Susan se congeló en su forcejeo cuando echó un vistazo a Ravyn. Él sujetó al policía rubio delante de él, pero no fue eso lo que la aturdió. Estaba el hecho de que sus ojos ya no eran negros. Eran de un rojo profundo, insidioso. Él inclinó su cabeza de regreso, abrió su boca a fin de que ella podía ver unos alargados incisivos. Los otros hombres en el cuarto se congelaron como si estuviesen igual de aterrorizados que lo estaba ella.
Y antes de que ella pudiese soltar el aliento reprimida, Ravyn hincó sus dientes en el cuello del oficial.
No creo en vampiros. No creo en vampiros… La letanía se repetía una y otra vez en su mente mientras observaba la sangre derramarse por la camisa del oficial mientras él luchaba para apartarse de Ravyn, quien sin esfuerzo alguno lo sujetaba con un brazo.
De repente, los dos gamberros comenzaron a disparar a ambos Ravyn y el policía que él sujetaba. Todo el cuerpo del policía se sacudió en respuesta a las balas golpeándole mientras sus ojos se volvían vidriosos y desenfocados. Ravyn se rió diabólicamente cuando soltó el cuerpo sin vida que lentamente se hundió a sus pies.
Él sacudió sus manos y alguna clase de invisible ola pasó a través del cuarto, derribando a los dos hombres. Sus ojos correspondían a la sangre roja que todavía chorreaba de su barbilla cuando la ropa negra apareció en su cuerpo.
-No deberías haber llamado a la puerta del diablo, chicos, a menos que queráis que él os conteste,- dijo él, su voz profunda y diabólica. Él se limpió la sangre de su barbilla.
- E- Ellos dijeron que no nos atacarías,- dijo uno de los gamberros en tono asustado.
- Os mintieron.
Alguna fuerza nunca vista la arrancó de los brazos del oficial que la sujetaba. Ravyn se ocupó del gamberro más cercano a él y le pegó tan fuerte que cayó a sus pies, a casi tres pies, contra su pared, la cual se hizo trizas cuando el gamberro impactó contra ella. El oficial moreno se abalanzó sobre Ravyn, quien se escabulló y conectó un poderoso golpe a su mandíbula. El sonido de huesos rompiéndose hizo eco en el cuarto cuando el oficial disparó más balas.
Los ojos de Ravyn se volvieron de un rojo aun más brillante antes de que él agitase su mano en el aire. Las balas se pararon en seco a la muerte en el aire, sujetándolas allí durante dos latidos antes de que se dieran la vuelta y regresaran a impactar al policía.
Susan no podía respirar cuando fijó su mirada examinando la carnicería de los cuatro hombres que habían entrado a su casa. Ahora el único que estaba en pie era… El striper.
-Por favor, por favor dime que estoy teniendo un ácido flashback.
Sus ojos volvieron a ser negros.
- ¿Te parece ácido?
Todo lo que ella pudo hacer fue negar con la cabeza mientras algún extraño frío invadía cada parte de su cuerpo. Esto no podía ser real. Ella no podía haber visto lo que ella justamente acababa de ver.
Estoy teniendo un episodio sicótico.
Quizás no estaban muertos. Quizás todo esto era todavía parte del bulo que Leo había perpetrado. Ella dio un paso que hacia el oficial rubio para tomarle el pulso… sólo que no había manera de presionar sus dedos contra la carótida de él desde que ya no estaba intacta. Había sido arrancada.
Y eso no era maquillaje. Era real. Horrible y real. Alguna que otra vez, ella había estado sobre los ataques de la policía y había visto su justa parte de cadáveres. Ésto no era un bulo. Su stripeer había matado a cuatro hombres en su casa, lo cual la haría cómplice si ella no daba parte de esto.
-Tenemos que ir a la policía,- dijo ella en un tono extrañamente sereno. -Decirles lo que ha ocurrido
Él negó con la cabeza.
- No podemos ir a la policía. Ellos están metidos en esto-.
- No, ellos no estarían –-
-Susan,- la interrumpió, estremeciéndola ligeramente. -Mírame.
Incluso aunque ella quería salir corriendo, ella se quedó allí y encontró esos ojos oscuros.
- Ésto no es un juego. ¿No oíste lo que tu amiga estaba tratando de decirte más temprano? Hay algo que seriamente apesta en todo esto. Ahora que sé lo que está pasando, puedo cuidarme, pero tú eres otra cuestión. Tenemos que llevarte a un santuario antes de que más de ellos vengan en tu búsqueda. ¿Lo entiendes?
- Pero no hice mal nada. Yo no los maté. Tú lo hiciste.
- ¿Bobby? ¿Alan? ¿Qué está pasando? ¿Todavía no tenéis a la mujer?
Ella contuvo el aliento cuando oyó la radio del oficial. ¿Había más de ellos fuera esperando para entrar?
- ¿Bobby? Responde. -¿Adelante?
Ravyn maldijo cuando oyó fuertes pisadas afuera.
- Hay dos hombres más viniendo por el pasillo-.
- ¿Cómo lo sabes?
Antes de que él pudiese contestar, su puerta se abrió de golpe. Ravyn la apartó de un empujón hacia la cocina antes de que él alzase sus manos y lanzase al suelo a dos varones humanos. Él dio un paso adelante sólo para darse cuenta de que estos dos eran más listos que los demás… tenían el único arma que lo dejaría incapacitado. Un Taser. Un disparo y la electricidad rebotarían a través de sus células, volviéndole de gato a hombre una y otra vez sin control. Su magia estaría anulada y él estaría indefenso contra ellos.
A pesar de que lo odiaba, era hora de retirarse. Transformándose a la forma del gato, él corrió tras Susan, quien iba camino a la puerta de atrás.
- Tenemos que llegar a tu coche.
Susan se congeló como ella oyó la voz masculina dirigirse a ella y vio al pequeño leopardo de regreso en su casa.
- Por favor dime que estoy teniendo alguna clase de alucinación inducida por la tensión nerviosa-. Era lo mejor en lo que podía pensar para no perder el juicio por completo.
Pero loca o no, ella necesitaba salir de aquí hasta que averiguase lo que estaba pasando. Desde que no había manera de llegar a la puerta principal sin enfrentar a los dos recién llegados, ella tomó el manojo de llaves de repuesto del coche de la pequeña percha al lado de la puerta trasera. Ella salió precipitadamente por la puerta mientras las balas impactaban en la pared al lado de ella, eludiéndola por poco.
Demasiado asustada para volver la mirada atrás, ella corrió hacia su camino de acceso sólo darse cuenta de que la habían bloqueado. Maldición. Se oyó otro disparo antes de que la ventilla de pasajero de su Toyota se destrozase. Susan rodeo el coche en cuclillas, para alcanzar el lado del conductor. No se atrevió a volver la vista atrás hasta que tuvo abierta la puerta del coche.
Ella no podía ver nada hasta que el pequeño leopardo salió por la puerta en dirección a ella. Antes de que ella pudiese moverse, llegó de un salto a su coche y se metió en el asiento trasero.
Optando por no discutir, ella entró, cerró con fuerza la puerta y puso en marcha el motor.
- ¡Agáchate!
Normalmente, ella no obedecía las órdenes de nadie, nunca le prestaría atención a ninguna voz en su cabeza, pero dada la excentricidad de ese mismo día, optó por no discutir o vacilar. No mientras estuviese bajo esas balas que acribillaban su Toyota.
- ¡Esto es ridículo!
Furiosa por el daño infligido a su coche, condujo hacia el camino de acceso y aguijoneó el motor a medida que les disparaban. El coche dio bandazos como atravesó patio de su vecino, pasando sobre la pequeña verja blanca del huerto.
- Jenna va a Matarme. Pero ya se encargaría de su vecina después, en caso de que sobreviviera a esto y hubiese un después.
Con el corazón a cien, se enderezó de modo que pudiese ver por dónde iba. Fuera a lo lejos, oyó el sonido de las sirenas. La parte más cuerda de sí misma quería dirigirse hacia ellas, pero se lo pensó mejor. Esos policías habían estado ante su puerta…
Jimmy había estado aterrorizado de sus compadres de uniforme. Por dios santo, ¿Y si la parte de su psicosis había sido real? Ella sabía más acerca de policías corruptos que nadie, y aunque ella siempre había pensado que la policía de Seattle podía ser mucho más honesta que otros, muy bien podía haber más que una manzana podrida en el barril.
- Necesito hablar con Jimmy,- dijo ella en voz baja. Él era el único policía en quien podía confiar.
- Dirígete a Pioneer Square.
Allí estaba otra vez… esa profunda voz masculina en su cabeza que ahora reconocía como la de Ravyn.
- ¿Por qué? Oh, buen cambio, ahora estaba comprando la cosa esa del gato parlante. Fantástico.
- Solo confía en mí. Trescientos diecisiete First Avenue Sur. -
¿Claro, por qué no? Pensó ella
- ¿Y quién está allí, la familia Addams?
- Sí.
Por supuesto. ¿Quién más viviría allí?
- Todo este infierno es una alucinación que estoy teniendo. Todo lo que puedo decir es que espero que si acabo en coma no termine con algún daño irreversible.
- Desde que soy el único todas las heridas de bala, no quiero oír eso de ti.
- Déjame en paz, Gato con Botas. Estoy teniendo un día realmente malo .
-Ya somos dos.
Decidiendo escuchar a su propia conciencia, se dirigió de vuelta hacia la clínica.
- Éste no es el camino a Pioneer Square-
- Sí, voz en mi cabeza, lo sé. Pero voy a hacer las cosas a mi manera, así que calla la boca.
Al menos ese era el plan hasta que llegó al refugio de animales y lo vio rodeado con cinta amarilla de advertencia. El corazón se le subió a la garganta dejándola sin aire cuando vio al médico forense, periodistas, oficiales y la gente congregada.
¿Qué había sucedido?
Parte de ella quería averiguarlo, pero dado el hecho de que su coche estaba actualmente lleno de agujeros de bala, esa podía no ser la cosa más prudente a hacer hasta que se descubriese que estaba sucediendo y por qué la policía parecía ir tras de ella. No, ella necesitaba salir de aquel infierno. ¿Pero a dónde podía ir?
Leo.
Él era…
- Oh, no lo digas,- susurró ella. No podría creer que él, de todas las personas, fuese su salvavidas. Pero ella no podía pensar en nadie más que supiese que estaba haciendo la policía en ese refugio. Sacando su teléfono su bolsillo, presionó el 3 y esperó mientras sonaba.
- ¿Diga?
Nunca en su vida había estado tan emocionada oír esa voz -mentecata de niñito- de él.
- ¿Leo?
- ¿Susan? ¿Eres tú?
- Sí, y soy yo--
- Escucha,- él dijo rápidamente, interrumpiéndola. -No hables-. Su tono brusco la irritó, pero por una vez que ella no discutió. - Han estado pasando una serie de sucesos extraños esta tarde. ¿Has tenido alguna oportunidad de ver a tu amiga Angie hoy?
- Sí. ¿Por qué?
Él guardó silencio durante un completo segundo.
- ¿Dónde estás ahora?
- En el coche.
- ¿Tienes todavía al gato?
Si había alguna duda de que Leo estuviese involucrado en la broma, eso la eliminaba. ¿Cómo sino habría sabido él que se había llevado a casa un gato del refugio de animales?
- Sí. Gato con Botas está a salvo.
- Oh gracias a dios-. Había una cantidad injustificada de alivio en su voz. -Hagas lo que hagas, no dejes que ese gato se aleje de tu vista.
- ¿Por qué?
-Simplemente confía en mí-. Ella oyó un sonido apagado cuando Leo cubrió completamente el teléfono con su mano. -Diles que solo un segundo-. Luego volvió con ella. - Tengo que irme. Tienes que dirigirte al trescientos diecisiete Sur de First Avenue. Quédate allí y yo acabaré tan pronto como pueda-. Él colgó el teléfono.
El trescientos diecisiete Sur de First Avenue. Tenía que ser esa dirección otra vez. ¿Qué pasaba con ese lugar?
Decidiendo que eso debía ser importante para su engañosa mente, ella finalmente sucumbió y se dirigió hacia allí.
Susan realmente deseaba saber que pensar mientras se abría paso por el tráfico relativamente ligero de Seattle. Ella podía oír al gato moviéndose en su asiento trasero de vez en cuando, pero la mayor parte del tiempo, él estaba quieto.
Hasta que ella finalmente alcanzó Square Pioneer.
- Gira hacia la parte trasera del muelle de carga -
Convencida de que estaba completamente loca, hizo lo que dijo la voz incorpórea, después aparcó el coche. Sus nervios estaban demasiado disparados para el momento en que abrió la puerta del coche y salió. Ella mitad esperaba que el gato saltase fuera, pero se yacía sobre el asiento trasero… completamente cubierto de sangre. Su corazón se encogió ante la visión.
¿Estaba muerto?
Aterrada, abrió la puerta trasera. Tocó el hombro del gato sólo para hacer que le siseara a ella.
- Cálmate,- dijo ella, dando marcha atrás.
El gato se levantó lentamente de manera que pudiese bajar cojeando del coche, hacia el muelle.
- ¡Oye! un guapo joven con el pelo negro corto la interceptó. -No puede aparcar…- su voz se apagó cuando divisó al gato.
Su cara se volvió instantáneamente pálida antes de que gritase hacia el interior de la puerta.
- ¡Mamá, tenemos a Ravyn aquí fuera! Código Rojo-. Él agarró una gruesa manta gruesa de una pila amontonadas en el borde del muelle, luego bajó de un salto para envolverla alrededor del gato.
Cuidadosamente, él recogió el gato, acunándolo en sus brazos, entonces lo llevó de regreso al muelle de carga.
Insegura de que debería hacer, Susan cerró su coche (e inmediatamente se preguntó por que se tomaba la molestia de hacerlo ya que la ventana estaba totalmente acribillada por fuera y el resto de coche parecía como si hubiese sobrevivido a una zona de guerra – pero entonces los viejos hábitos nunca mueren) y los siguió al muelle, el cual conducía a un pequeño cuarto de almacenaje. Tan pronto como el chico cerró la puerta y depositó al gato en el suelo, Ravyn regresó su forma humana. Él apoyó una mano ensangrentada y con ampollas contra la pared de la derecha y mantuvo inclinada su cabeza como si estuviera exhausto.
¿Claro, por qué no? Él realmente era el gato. Hecho que tenía tanto sentido como el resto de su día. Y hey, si ella tenía que estar desilusionada, al menos él tenía el mejor trasero desnudo que ella había visto alguna vez, excepto por el hecho que había numerosos balazos acribillando casi cada pulgada de expuesta carne.
Pero entonces él solo estuvo desnudo unos breves segundos antes de que un par de pantalones vaqueros y una camisa playera apareciesen sobre él. No tardó mucho en estar la camisa totalmente ensangrentada.
Susan se encogió de miedo en la vista de eso. ¿Cómo podía estar todavía vivo, sin mencionar el que estuviera de pie? Simplemente sígueles la corriente, Sue. ¿Qué diablos?
-Él necesita una ambulancia,- le dijo ella al chico.
Ravyn levantó su cabeza para mirar sobre su hombro. Había un poco de sangre en sus labios, y por primera vez ella vio sus colmillos cuando él habló.
- Estaré bien. Solo necesito dormir algo.
-Y yo tendré que empezar a tomar medicación,- le respondió entre dientes -Al menos por supuesto que tengas una explicación para todo esto-.
Una puerta en el lado opuesto del pequeño cuarto de almacenaje se abrió de golpe para mostrar a dos personas que entraban corriendo. Un joven de aproximadamente la edad del niño y una mujer alta, de pelo oscuro a mitad de los cincuenta. La mujer mayor se detuvo tan pronto como vio a Susan.
- ¿Quién es usted?
Ravyn se restregó su brazo sangrante.
- Ella está a conmigo, Patricia.
Patricia la miró con sospecha pero no discutió.
- ¿Qué sucedió? le preguntó a Ravyn, moviéndose a examinar la herida de bala que él tenía en su bíceps derecho.
- Los Daimons nos han declarado la guerra y tienen a algunos del departamento de policía de su lado. No sé como lo consiguieron o cuántas tienen, pero es suficiente para garantizar nuestra total atención. Afirmaron que mataron al menos un Dark-Hunter, no dijeron a quién, y casi me atrapan. Necesitamos advertir a los demás, lo antes posible.
El color se desvaneció de la cara de la mujer mayor.
- ¿Cómo es posible?
Ravyn negó con la cabeza.
- No lo sé. Pero vienen tras de nosotros uno por uno.
Patricia se volvió hacia la chica detrás de ella, quien era una versión más joven de ella – obviamente su hija.
- Alicia, empieza a llamar-. Luego se volvió hacia el tipo que los había encontrado en el muelle. - Jack, necesito que te asegures que alguien va a advertir a Cael. Desde que él vive con Apolitas, él está probablemente esté en grave peligro, y nunca he he sabido que el hombre contestase su teléfono celular hasta que el sol se haya puesto.
- De acuerdo, Mamá-. Jack salió corriendo inmediatamente para obedecerla.
Susan estaba completamente perpleja por lo que la mujer estaba diciendo. ¿Apolitas? ¿Qué era eso? ¿Algún tipo de dieta? ¿Y qué diantres era un Daimon? La única vez que ella había oído ese término fue cuando su e-mail se reenvió con un trailer-Daimon adjunto a esto.
Alicia le dio a su madre más vendas antes de que saliese a cumplir con los mandados.
Tan pronto como estuvieron solos, Patricia se movió a buscar un pequeño maletín médico.
- Necesitaremos sacar esas balas fuera antes de que puedas curarte-.
Claro, ¿Y por qué no simplemente le daba un trozo de cuero para morder por el dolor también, mientras se ocupaban de ello? ¿Cómo de atrasadas eran esas personas?
- Él necesita un médico - insistió Susan.
Patricia la ignoró mientras comenzaba a trasladar sus suministros a una mesa cercana mientras Ravin se sentaba en un taburete.
- ¿Estás seguro que ella es un escudero?
Ravyn se encogió de hombros.
- Ella dijo que trabajaba con Leo.
Patricia se detuvo
- ¿Con… o para?
- Para,- dijo Susan.
Eso obtuvo la completa atención de Ravyn cuando se volvió con esos profundos ojos negros enfadados hacia ella.
- ¿No eres un Escudero?
Antes de que ella pudiese contestar, la puerta volvió a abrirse.
- Mamá,- dijo Jack. -Tenemos un serio problema-.
- ¿Qué?
Jack sostuvo en alto un monitor portátil de televisión marca Sony que emitía -las últimas noticias-.
El corazón de Susan se congeló como ella vio las cámaras de los reporteros entrando en su pequeña casa Cape Cod.
- De acuerdo con la policía, tres hombres sin identificar y dos oficiales locales fueron asesinados mientras intentaban arrestar a dos personas de las que se sospecha asesinaron a una veterinaria local, su marido y un dependiente hace unas horas de esta misma tarde en un refugio local-. La incredulidad la llenó.
La escena cambió hacia uno de los hombres quién había expulsado a Susan de su casa. Él estaba cubierto de sangre y con un vendaje alrededor de su cabeza.
- Sabía que debería haberle desgarrado también la garganta- masculló Ravyn.
- Esto es una locura,- dijo el hombre ante el micrófono. - Nosotros solo estábamos intentando vender suscripciones de la revista y tan pronto como llamamos a la puerta, nos arrastraron al interior y mataron a mi amigo. Pensé que estaba muerto. Realmente lo hice. Si no hubiese fingido que estaba muerto, me habrían matado, también. Están locos, tio, locos .
La escena volvió a la locutora.
- Como ustedes puede ver, éste es realmente un suceso inquietante. Las autoridades anuncian en carteles una recompensa por cualquier información que los conduzca al paradero de Ravyn Kontis y Susan Michaels, los dos sospechosos de asesinato. Si usted ve cualquiera de ellos, por favor no trate de retenerlos, ellos son considerados altamente peligrosos. Llamen al teléfono especial 555-1924 y comuniquen su paradero a la policía.
Susan se quedó boquiabierta cuando emitieron una vieja foto suya y un retrato robot de Ravyn. Eso fue seguido por un corte de ella saliendo del refugio de animales con la jaula del gato. Jimmy había tenido razón. Había una conspiración policial.
Su vista se oscureció cuando su corazón comenzó a correr desbocado. Esto no la podía estar ocurriendo. No podía ser.
Pero esa conmoción no fue nada, nada comparado con la siguiente imagen que mostraron.
Era el refugio animal otra vez con toda la cinta amarilla de advertencia que mantenía el recinto alejado de curiosos.
- Finalmente tenemos los nombres de la pareja asesinada… Angela y James Warren. James, o Jimmy como se le conocía, había estado casado con Angela durante los últimos cinco años y era sabido que visitaba a su esposa a menudo en la clínica…
Susan retrocedió pasmada hasta que la pared la detuvo. ¿Angie estaba muerta? ¿Jimmy?
Y ella era buscada por sus asesinatos
Desde la parte más profunda de su alma, los sollozos emergieron destrozándola.
Ravyn se encogió cuando oyó el sonido de las lágrimas – él nunca había podido soportar las lágrimas de una mujer. Se desgarraron a través de él y le hicieron recordad un pasado que había olvidado pronto.
- Ya hemos visto bastante, Jack.
Jack miró con compasión a Susan antes de que apagase el monitor y se marchara.
Patricia se movió hacia Ravyn, pero él la detuvo.
- ¿Danos un momento, vale?
Ella asintió antes de dejarlos solos.
El corazón de Ravyn se dolía por el dolor que oía en los profundos sollozos salidos del alma de ella. Más que nadie, él entendía esa clase de agonía. El tipo de pérdida que te impactaba tan profundamente que todo lo que podías hacer era aguantar y no lanzarte a una histérica rabieta de furia.
Él había sido criado en esa clase de sufrimiento. Para la vida de un were-hunter lo mejor era sepultar a su familia.
La de él había sido incluso peor que eso.
Él quería decirle que todo iría bien, pero no era lo bastante despiadado como para entregarle esa mentira. En la vida, no había habido nunca otra garantía que no fuese la que decía que cuando estás hundido y derrotado, alguien vendría definitivamente a patearte.
Así que en vez de eso, él hizo algo que no había hecho en incontables siglos, él la jaló en sus brazos y la sujetó. Ella le rodeó con sus brazos mientras continuaba sollozando. Ravyn apretó sus dientes como las harapientas emociones se desgarraban a través de él. Al igual que ella, él había perdido todo cuando había sido mortal…
Incluso su vida.
Ella necesitaría sacar todo eso fuera. Dejar salir toda la rabia y la agonía hasta que ella estuviese agotada. Todo lo que él podía hacer era ofrecerle su algún consuelo. Tan insignificante como era, era mejor que nada.
Y era más de lo que alguien alguna vez le hubiese ofrecido a él.
Apoyó su cabeza contra la de ella y cerró sus ojos mientras ella se pegaba a él.
Susan quería gritar cuando los incontables recuerdos de Angie y Jimmy la llenaron. Eran sus amigos. Sus mejores amigos. Los dos. Ella había conocido a Angie desde que eran niñas, jugaban a las casitas y se vestían juntas. Por lo que respecta a Jimmy, Susan había sido el que los había presentado. Incluso la habían hecho -padrino- de su boda como agradecimiento.
¿Cómo podían haberse ido ahora? ¿A quién beneficiaba esto? ¿Quién podía haberlos herido?
-¿Por qué? sollozó ella, queriendo alguna clase de paz. Alguna clase de respuesta.
Pero no había ninguna. Esto no era un sin sentido y estúpido, y la hería tan profundamente que quería arañar para sacarlo de su interior.
¿Por qué no había creído a Jimmy? ¿Por qué? Nunca debería haber dejado ese refugio sin que ambos estuviesen con ella.
Ahora estaban muertos.
¡Y era su culpa por ser tan estúpida!
Desde la parte más profunda de su alma, emergió la rabia cuando recordó el anterior temor de Jimmy. Esa rabia le permitió sobreponerse, y cuando eso sucedió se dio cuenta del hecho de que estaba fuertemente abrazada a un completo desconocido.
Retrocediendo, ella se quedó mirando perdida en esos ojos obsidiana.
- Qué diablos está ocurriendo aquí y no me mientas. Quiero la verdad acerca de lo que sucedió hoy.
Él aspiró profundamente antes de que respondiese. -¿No eres un Escudero, verdad?
Su frustración remontó.
- Fuiste tú quien insistió en llamarme así. ¿Qué es un Escudero ?
Él la miró de mala gana ante su pregunta.
Su mirada fija cayó a las heridas de bala en su pecho, el cual ya no sangraba. Estaba por todo, sus brazos, su cuello, y los sangrientos agujeros en su camisa negra dejaron ver todos los lugares donde había recibido los disparos en su pecho y espalda. Pero él actuaba como si no le molestaran.
Susan tocó la herida de bala en su brazo que había a través de su músculo y tejido. No era maquillaje o algún efecto especial, era real y estaba ensangrentado.
- ¿Qué eres tú?
Un tic surgió en su mandíbula antes de que le diese una cortante respuesta.
- En forma resumida… la única esperanza que tienes.
[1] Se refiere a -The Power puff Girls-, el nombre original de las -Super Nenas-. En el contexto, hace referencia a que está -desinflado-.
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