jueves, 16 de febrero de 2012

DSM cap 17

Ravyn se apoyó contra la pared con sus ojos cerrados. Su cabeza palpitaba por el cansancio y la tensión. ¿Cómo podía alguien atrapar a un funcionario público en el departamento de policía sin quemarse?

Aún si lo atrapaban, ¿Podrían limpiar el nombre de Susan? Él no estaba particularmente preocupado por sí mismo. Él podía ser transferido a una remota parte del mundo durante algunas décadas y después trasladarlo de nuevo aquí. Pero ella…

Él la olió en el mismo momento en que regresó al cuarto. Él mantuvo los ojos cerrados mientras saboreaba su aroma. No había nada apaciguador para él. Nada más suave. Sus pies apenas  hicieron ruido sobre el suelo cuando cruzó el cuarto y se arrodilló a su lado.

Ella le apartó el pelo de la frente, prendiendo fuego a su cuerpo con su toque cuidadoso. Y entonces presionó sus labios contra los de él. Ravyn siseó ante el sabor de ella cuando le devolvió el beso.

Pero cuando ella trató de alcanzar a bragueta, él atrapó su mano en la suya y la apartó.

Él abrió sus ojos para encontrarse con el ceño fruncido de ella.

- ¿Hice algo malo?
- No, amor. Pero no podemos tener sexo hasta que estés segura de que quieres emparejarte conmigo. Así es como sellamos el pacto. Una diminuta penetración, intencionada o no, y eres mía. Para siempre.

Ella le mordisqueó la boca con sus dientes.

- ¿Eso sería tan malo?

Él acarició los labios de ella con la lengua.

- No. De ningún modo. Pero ya te dije que quiero que tengas unos cuantos días para que realmente lo consideres. Una vez que estemos emparejados no hay manera de volver atrás-. Sin mencionar el hecho de que como Dark-Hunter él no se suponía que estuviese en absoluto emparejado.

- Vale- ella se echó atrás.- Así que ¿Cuál es nuestro plan de juego?
- Eso es en lo que he estado intentando pensar. Quiero decir, si tenemos razón, y estoy seguro de que es así, tenemos un motivo y un nombre. Esto explica por qué la policía está tan interesada en ahorcarnos y cómo se escaparon con todo esto.
- Y si tienes razón y sus hijos son ambos Daimons, él no quiere que ellos mueran como su esposa, lo cual explica por qué quiere limpiar Seattle de Dark Hunters.

Él asintió, entonces tuvo un mal presentimiento atravesándolo, haciendo que se incorporara.

- Tenemos que sacar a Erika de aquí.
- ¿Qué?
- Necesitamos que Erika se vaya. La primera cosa. No quiero que ellos la usen como rehén.
- ¿No están todos los escuderos en peligro?

Él negó con la cabeza.

- Piensa en ello, Susan. Yo maté a su esposa.
- Él quiere tu sangre más que los demás.
- Sí, y así es cómo vamos a cogerle.




Stryker entró en su estudio en Kalosis para encontrar el reloj que marcaba las horas humanas sobre su repisa. Pronto iba a amanecer y Trates no había regresado…

¿Qué podía haberle retenido?

No era que su segundo al mando se hubiese ido demasiado tiempo. Sintiéndose estúpido incluso por preocuparse, Stryker recogió el sfora de su escritorio y puso el pequeño orbe de cristal en la cuna de su mano. La palabra Atlante para “ojo” el sfora era una forma para que esos en Kalosis mantuviesen vigilados a los humanos o a cualquiera sobre la tierra o aquí.

- ¿Dónde estás, Trates?- masculló mientras lo buscaba.

Él no encontró nada.

Stryker frunció el ceño.

- Muéstrame a Trates,- ordenó al orbe mágico.

No había nada excepto remolinos de niebla roja y dorada.

Él agarró bola en su mano mientras conjuraba una imagen del Daimon que buscaba en su mente.
- Muéstrame lo que le ha ocurrido.

Él agarró el orbe con más suavidad para ver como la niebla se disolvía  en imágenes de Trates y Paul. Al principio parecían estar hablando… hasta que Paul lo apuñaló por la espalda.

Durante un completo minuto, Stryker no pudo respirar pasmado con incredulidad. Finalmente el entumecimiento que le dejó incapacitado se disolvió en furia. Con un profundo gruñido, arrojó el orbe contra la pared y este se rompió en mil pedazos.

Trates estaba muerto.

Un inimaginable dolor se desgarró a través de él y ni siquiera sabía por qué. Cierto era que Trates había estado con él durante miles de años y le había servido bien, pero él solo era un criado para Stryker. Nada más.

Aún así la pena que sentía le decía la verdad. Él había estado preocupado por el hombre. A pesar de todo, Trates había sido un buen amigo para él, y ahora se había ido.

Asesinado por una mano humana.

Si había alguna cosa que Stryker odiaba más que a un Dark-Hunter, era un ser humano. Él al menos podía respetar a los Dark-Hunters como dignos adversarios.

Pero los humanos…

Eran ganado para ser asesinados y comidos. Y ahora una de las vacas se había atrevido a atacarlos. Muy bien, esa era la manera en la que Paul quería jugar, entonces las reglas habían cambiado. La tregua se había terminado.

Su cólera encendida, él dejó su estudio y se dirigió hacia el vestíbulo, dónde convocó a sus soldados. En segundos el cuarto entero se llenó de Spathis.

Él dirigió la mirada hacia donde sus guerreros de élite, Iluminati, permanecían de pie a la izquierda de su trono mientras él ascendía por el estrado hasta quedarse ante su regio asiento. Por sus habilidades y su inclemencia, los miembros de sus Illuminati se habían ascendido en de rango para ser guardaespaldas para La Destructora. O, más exactos, para ser las Valquirias y el cortejo personal de Stryker.

- Davyn,- dijo él al varón que estaba en el centro de ellos.

Davyn había sido una vez un íntimo amigo para su hijo, Urian, antes de que Urian le hubiese traicionado y se hubiese puesto del lado de Acheron y sus bastardos Hunters.

Al igual que Urian, el daimon tenía el pelo rubio y largo, atado en su cuello con un cordón negro. Dando un paso adelante, Davyn colocó su puño derecho en su hombro izquierdo y se inclinó de modo ligeramente respetuoso.

- ¿My Lord?
- Eres mi nuevo segundo al mando.

Enderezando su columna vertebral, Davyn miró alrededor nerviosamente.

- ¿My Lord?
- Me has oído perfectamente. Todos lo habéis oído. Davyn será mi nueva mano derecha y todos le tratareis en consecuencia.

Davyn inclinó su cabeza con decisión.

- Gracias, My Lord. ¿Pero puedo inquirir en lo que se refiere a qué le ha ocurrido a Trates?

Stryker apretó sus  dientes cuando sus virulentas emociones amenazaron con alcanzarle. Pero él no mostraría debilidad ante su gente. Ellos confiaban en él para ser fuertes y él sería una sólida roca para ellos.

- Nuestro hermano ha caído a mano de los humanos.

Maldiciones y susurros de sorpresa llenaron la sala cuando las noticia se extendió ante la gente como un paño mortuorio.

- El experimento con humanos está cerrado. Si vamos a morir, entonces moriremos como soldados peleando contra el ejército de Artemisa, cara a cara con nuestros dignos enemigos. No moriremos siendo apuñalados por la espalda por ganado. Tan pronto como Acheron se marche de Seattle, será el momento de alimentar el zoológico, y empezaremos con Paul Heilig y sus hijos.
- Pero, My Lord,- dijo Arista desde su lugar con los Illuminati- Sus hijos son uno de los nuestros.
- Ya no. Demando venganza contra en el humano y su progenie. Quiero su cabeza y las vidas de sus hijos.

Él golpeó su mano derecha contra su pecho antes de sostenerla en alto en un saludo a Trates, quien había muerto cumpliendo con sus órdenes.

Su ejército siguió su ejemplo.

- Dormid bien,- les dijo él. - Y estad preparados para atacar.




Susan estaba cansada y más que lista para irse a la cama cuando dejó su pequeño cuarto para dirigirse cruzando el pasillo hacia el cuarto de baño. Todo lo que quería era una toalla para su cara para ayudarla a despertar de modo que pudiera formular un plan de ataque contra el Jefe Heilig.

Como este solo era usado por los dos que estaban en el sótano, no se le ocurrió tocar antes de abrir la puerta.

Ella se congeló instantáneamente. Acheron estaba de espaldas al espejo intentando aplicar un ungüento a lo largo de toda su columna vertebral. Pero fue la vista de su leonada, musculosa espalda  la que la mantuvo cautivada. Nunca en su vida había visto algo igual. Estaba en carne viva y sangrante, con crueles verdugones cubriendo cada pulgada de ella. Estos desaparecían debajo de su cinturón e incluso se curvaban alrededor de sus bíceps, pero en cierta forma habían evitado golpear su pequeño tatuaje del dragón.

- Lo siento,- se excusó rápidamente. Ella sabía que debería dejarlo con su privacidad y aún así sus pies todavía no la obedecían. Todo lo que ella podía hacer era clavar los ojos en su devastada piel y tratar de imaginar lo mucho que debía de dolerle.

Antes de que pudiera perder su coraje, dio un paso adelante y tendió la mano hacia el tubo.

Él se movió tan rápidamente que ella apenas le vio antes de él hubiese agarrado su camisa del toallero.

- Ash,- dijo ella, tratando de alcanzar el tubo otra vez. – Puedo ayudarte a aplicar eso.

Con su cara vacía de expresión, él enrolló su camiseta para ponérsela.

- Está bien. No me gusta que personas me toquen.

Ella se moría por saber qué le había ocurrido, pero debido a su conducta y el aura de “no te metas conmigo o te mato”- que llevaba alrededor de él como un guante, ella se contuvo de preguntar.

Había algo sumamente poderoso y al mismo tiempo altamente vulnerable en él. Más que eso, él exudaba una ola antinatural de sexo en estado puro. Él era completamente apremiante, cautivador. Y una parte de ella realmente buscaba tocarle.

Él se apartó del camino de ella como si conociese sus pensamientos y estuviese extremadamente incómodo por ellos.

Como se dirigió hacia la puerta, ella lo detuvo.

- ¿Ash?
- ¿qué?
- ¿Cómo castigas a un Dark-Hunter que quebranta las reglas?

Él frunció el ceño ante ella.

- Depende de la regla y las circunstancias. ¿Tienes algo en mente?

Ella cerró con fuerza su mano, asustada de que él pudiese ver su palma y la marca que allí se encontraba.

 - No. Solo preguntaba.
- Ya veo.

Otra vez, él se volvió para salir, entonces se detuvo en el umbral. Sus extraños ojos de plata ardieron dentro de ella.

- Pero sabes algo, Susan… yo personalmente no creo que alguien deba ser castigado por querer compartir su vida con alguien-. Su mirada se volvió vacía como si pensara en algo de su pasado. - Nadie debería tener que pagar por amar en carne o en sangre.

Y con eso, él la dejó sola para que pensara en lo que acababa de decir.

Ravyn tenía razón. Acheron era un hombre espeluznante. Y eso le hacía preguntarse qué precio debió haber pagado él para mantener esa visión.

Cuando trató de alcanzar una toalla para lavarse, ella oyó a Ash llamando a la puerta al otro lado del pasillo.

- Hey,- le dijo a Ravyn en ese extraño acento suyo.- Solo quería hacerte saber que tengo que irme ahora.
- Si acabas de llegar.
- Lo sé. Ya te dije que mi tiempo aquí era extremadamente limitado. Pero no te preocupes. Regresaré en pocos días.
- ¿No te preocupes?- preguntó Ravyn, su voz goteando con sarcasmo.- ¿Por qué habría de preocuparme? Sólo tenemos a los humanos y a los Daimons cayendo del cielo para asesinarnos. Nada inquietante acerca de todo esto.
- Sí, bueno, podría ser peor
- ¿Cómo así?
- Podrías ser emparejado con una humana.

El estómago de Susan golpeó el suelo ante esas palabras. Sus ojos abiertos desmesuradamente, ella se trasladó a la puerta para ver a Acheron dirigiéndose hacia el vestíbulo mientras Ravyn lo observaba irse con cara severa.

Ella rápidamente acortó la distancia entre ellos y esperó hasta que Ash hubiese desaparecido de su vista.

- ¿Crees que lo sabe?- susurró ella.
- No tengo ni idea.

Con el corazón martilleando, ella volvió la mirada hacia el vestíbulo para asegurarse que Ash realmente se hubiese ido. Él se había ido, pero esas palabras permanecieron dejándolos a los dos incómodos.

Hasta tal punto, que cuando el teléfono de Ravyn sonó dos segundos más tarde, realmente hizo que saltara.

Ravyn frunció el ceño cuando vio el número de Cael. Dadas sus anteriores palabras, él estaba bastante asombrado de que su amigo lo llamase tan pronto.
Abriendo el teléfono, contestó.

- ¿Sí?
- Oye, Rave. Tenemos un serio problema.
- Me doy cuenta de ello.
- No, leopardo, no eres tú. Yo solo acabo de tener una visita del jefe de policía, quien se dejó caer con dos Daimons.

Ravyn se volvió frío con temor cuando volvió a mirara a Susam, quien le miraba con curiosidad y el ceño fruncido.

- ¿Qué?
- Ya me has oído. Dejaron el lugar patas arriba y asesinaron a la hermana de Amaranda.

Ravyn se sobresaltó ante las noticias. Garantizar la protección de los apolitas nunca había sido una de sus órdenes, pero aún así odiaba ver que alguien era asesinado tan innecesariamente.

- ¿Qué acerca de ti? ¿Estás bien?
-  Estoy herido, pero sobreviviré.
- ¿Y tu esposa?

Cael hizo una pausa. Cuando volvió a hablar su voz estaba quebrada.

- Gracias, Rave.
- ¿Por qué?
- Por la amabilidad de preguntarme por ella sin veneno en tu voz.

Ravyn miró a Susan. Él realmente empezaba a entender la estupidez de Cael.

- Sí, bueno, quizás no me guste. Pero hemos sido amigos por mucho tiempo.
- Lo sé, por eso te llamo. Mientras estaban aquí descubrí algunas cosas interesantes.
- ¿Como que yo asesiné a la esposa del Jefe de Policía la cual era un Daimon?
- Si,- dijo Cael, su voz colmada de incredulidad.- ¿Cómo lo supiste?
- Simple suerte.
- Pues bien, esto mejora. Él te quiere a ti igual y no esperará a mañana.

Ravyn se imaginaba lo que vendría ahora, también.

- ¿Le dijiste dónde estaba?
- Tú me conoces mejor que eso. Le dije que estabas en el Last Supper Club. Supongo que él estará allí ahora, buscándote. El tipo no se detendrá hasta que estés muerto.

Ravyn se mofó de su tono directo.

- No creo que vaya a detenerse hasta que todos nosotros estemos muertos, Celta.
- Probablemente.

Ravyn apartó el teléfono y comprobó la identificación de llamada otra vez cuando las palabras de Nick y su anterior encuentro pasó a través de su mente.

- Solo por curiosidad. ¿Cómo sé que eres realmente tú?

Cael hizo una pausa antes de que él contestase.

- Porque sé que tienes tres guantes tejidos. Fue el último par que tu madre te hizo, y en la noche que cobraste tu venganza, encontraste el tercer guante que ella había hecho corresponder a los otros dos porque ella sabía que ibas a perder pronto el izquierdo. Por alguna razón, siempre perdías el izquierdo.

Era Cael. Él era la única persona que sabía que Ravyn todavía los tenía.

- ¿Oye, Celta?
- ¿Sí?
- Gracias por no haberme delatado al Jefe. Te debo una.
- No te preocupes. Solo asegúrate de asesinar al bastardo antes de que él asesine a alguien más.- y con eso Cael colgó el teléfono.





Amaranda clavó los ojos en su marido con el miedo sosteniéndola de cerca.

- ¿Estás seguro que eso fue lo correcto?
- Sí. Ravyn necesita saber quién lo está persiguiendo para darle caza. Y necesitamos que el jefe muera antes de que se de cuenta de que estamos vivos y le diga a alguien que él nos había matado a ambos.

Amaranda se introdujo a si misma entre sus brazos, dónde él al sintió temblar contra él.

- Siento tanto haberte hecho esto, bebé. Yo solo no quería verte sufrir.
- Lo sé.

Él recostó su cabeza de modo que pudiera descansar su mejilla contra su pelo y dejar que su toque apaciguara el miedo que él sentía también, acerca de un futuro que era incluso más incierto que el que habían tenido antes.

Todos estos siglos, él había sido el cazador. Ahora él iba a ser la presa.





Ravyn devolvió el teléfono a su bolsillo.

- ¿Qué pasa?
- Era Cael confirmando nuestras sospechas. Es el jefe e hirió a Cael y a su esposa intentando encontrarme.
- ¿Qué hacemos?- preguntó ella, su voz llena de preocupación.

Ravyn le frotó el brazo para darle ánimos.

- Le daremos lo que quiere.

Ella se vio consternada cuando apartó su brazo de golpe.

- No creo que esté siguiendo esta línea de suicidio que estás planeando. ¿De qué estás hablado?
- Voy a enfrentarme a él de una vez y por todas y acabar con esto.
- Whoa,- dijo ella, marcando el tono de él con una cantidad igual de determinación.- Espera un momento, Clint Eastwood. Esto no es algún espagueti wester con mala música sonando de fondo mientras te enfrentas a pleno sol. Hablamos del jefe de policía. Un hombre que puede arrestarte.
- Yeah.

Susan rechinó los dientes. Por su tono de voz ella podía asegurar que no la estaba escuchando.

Así que ella silbó.

Él se encogió como si eso le causase un inaguantable dolor.

- No hagas eso. Siendo ambos leopardo y Dark-Hunter, tengo los oídos doblemente sensibles.
- Bien. Ahora ya sé como obtener tu atención. Y volviendo a lo que estaba diciendo. ¿Qué piensas hacer?
- Ir a su casa.
- Oh, bravo. Ese es un buen plan. ¿Quieres enfrentarte a él con una pistola de malvavisco mientras estamos allí?

Él le dio una mirada de aviso.

- Deja el sarcasmo lo suficiente como para pensar acerca de ello. Si no voy, él no va a descansar hasta que me encuentre. No quiero que más personas inocentes mueran mientras me oculto de él. Soy luchador entrenado, Susan, con siglos de experiencia de batalla respaldándome. En cierta forma dudo que tenga mucho de lo que preocuparme.

Uh-hum. Los hombres y sus egos. . .

 - ¿Y quién estaba sentado en la jaula del gato cuando yo lo encontré?

Sus facciones se pusieron tirantes de rabia.

- Me atraparon por sorpresa. Esta vez la sorpresa estará sobre él.

Ella dejó escapar un irritado suspiro. Él era tan terco. Quería estrangularle, pero sabía de antemano que estaba peleando en una causa perdida. Él iba a hacerlo a su manera aunque ella discutiera

- Bien entonces. Voy contigo.
- No, no vienes.
- ¿Por qué no?- preguntó ella fingiendo inocencia.- ¿Por qué tal vez es una idea estúpida?
- Susan—
- No me digas Susan, no eres mi padre.
- No. Soy tu compañero.

Ella inclinó la cabeza ante su actitud.

- No hasta que hagamos el acto, tío. Y no lo hemos hecho, y si sigues así, no lo vamos, de ninguna manera, Sr. Flojo. Así que si tú vas, yo voy. Después de todo, entre nosotros dos, yo soy la única con el del hacha más grande para dejar caer… sobre la cabeza del hombre. Él me quitó todo lo que tenía, y maldito si no le pago con la misma moneda.

Ravyn quiso discutir, pero él conocía el determinado brillo en esos ojos azules. Además, ella era una luchadora condenadamente buena. Sería agradable tenerla a su lado, aunque el pensamiento de perderla era lisiante para él.

- De acuerdo, pero quiero que me prometas que si algo sale mal, saldrás de allí inmediatamente y regresarás aquí en busca de protección.
- Hecho. “Súper Susan se Convierte en El Conejo Aterrado. Corriendo a esconderse”
- ¿Qué es eso?
- Un titular absurdo. Finalmente parece que los hago bien, también. Leo va a estar impresionado.

Ravyn negó con la cabeza ante ella. No necesitaban un estúpido titular. Lo que ellos necesitaban ahora era un jodido milagro.

Y una caballería.

Desafortunadamente, decir caballería había sido subir las escaleras y más probablemente salir de la ciudad.

Pero de todos modos, de una manera u otra, esto estaba a punto de terminar.

Al menos para él.

Cuando subieron las escaleras, Ravyn se detuvo cuando se encontró cara a cara con su padre y Phoenix.

- ¿Nos dejas?- se burló su padre.- ¿Puedo aspirar a que sea permanente?

Él no respondió cuando se abrió paso entre ellos.

Susan se detuvo mientras observaba a Ravyn salir del cuarto. Incapaz de aguantarlo, se volvió contra el padre de él.

- Usted es un grosero bastardo.
- ¡Cómo te atreves!
- Oh, adelante,- lo incitó ella. - Pégueme, máteme. En realidad no me importa. ¿Pero como puede quedarse ahí como un santo y juzgarle cuando no ha hecho otra cosa que no fuese intentar encontrar a alguien a quién amar? ¿Cómo puede odiar a su hijo por eso?

Ella se volvió hacia Phoenix.

- ¿Su propio hermano? Dios mío, tú lo mataste. Y en lugar de odiarte por lo que le has hecho, él te ha perdonado. ¿Por qué no puedes corresponderle? ¿No crees que él también esté herido? ¿Qué cada mañana cuando se va a dormir, él ve esa noche lo mismo que vosotros lo haceis? Le he escuchado hablar de su madre y de su hermana, le he sostenido cuando las pesadillas le atormentaban, y sé cuánto las hecha de menos. Yo he perdido a todo el mundo que alguna vez ha significado algo para mí, y no sé cómo Ravyn ha aguantado todo este tiempo solo. Él va a salir ahora probablemente a morir. Y estoy segura de que eso no significa nada para vosotros, pero si lo hace para mí. Usted debería estar orgulloso del hijo que ha criado. Él es más hombre que cualquiera que alguna vez haya conocido.

- ¿qué sabes tú, humana?

Susan negó con la cabeza cuando las lágrimas llenaron sus ojos. Ella no podía soportar el pensamiento de que Ravyn fuese herido. De qué muy bien le podría ocurrir en las próximas horas. Ella ya había perdido demasiado en esta batalla.

- No sé nada, realmente. Solo sé que si yo tuviera un hijo… un hermano, pelearía cielo e infierno para mantenerlo a salvo, y estaría condenadamente agradecida de que, habiendo perdido tantos en mi familia, todavía tuviese uno más. Maldito si yo lo pierdo a él también.

Curvando los labios ante ellos, ella salió detrás de Ravyn.

Gareth entrecerró sus ojos cuando observó irse a la humana.

- Estúpida, humana.
- No, Papá.- dijo Dorian detrás de cuando dio un par de pasos saliendo de entre las sombras. – Creo que ella es más inteligente que todos nosotros juntos.

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