martes, 21 de febrero de 2012

DMC cap 6


Sin agarró a Kat contra su cuerpo antes de que pudiera alcanzar a Damien Gatopoulos y apuñalarlo en el corazón.
─Quieta, Kat.
Los ojos de Damien se abrieron mucho al saltar hacia atrás de una manera que recordaba a un sube y baja. Pero rápidamente recobró la compostura al darse cuenta que de Sin no iba a soltar a Kat y permitir que ella lo matase.
─¡Es un Daimon! ─gruñó ella. Damien le lanzó una mirada indignada.
─Sí ─dijo Sin lentamente, apretando el agarre sobre ella─ y es el gerente de mi casino.
Kat se quedó floja contra Sin mientras lo miraba a la cara. El total asombro coloreaba sus pálidas facciones mientras lo miraba con la boca abierta. Aunque ella aflojó el agarre que tenía sobre el cuchillo, Sin continuó sujetándola por la muñeca para evitar que de nuevo fuese por Damien y les estropeara a ambos la noche.
─¿Cómo dices? ─preguntó.
─Es el gerente de mi casino.
Su enfado volvió y empezó a retorcerse otra vez. Aunque no debería, el roce de su cuerpo frotándose contra el de Sin lo hizo arder. Era difícil concentrarse en algo distinto a cómo de besables eran sus labios cuando sus mejillas estaban ruborizadas por la ira.
─¿Tienes a un Daimon trabajando para ti?
Sin inclinó la rodilla para evitar que ella chocara más contra su entrepierna, antes de reírse ante su enfado.
─Un par de ellos, en realidad.
─No te preocupes ─dijo Damien, alisándose la chaqueta con un ligero tirón de las solapas─. Sólo como humanos que se lo merecen.
Eso realmente no ayudó mucho.
Kat torció la cara disgustada al desviar la mirada de Damien para volver a observar a Sin.
─Y pensar que estabas empezado a gustarme. No puedo creer que soportes que un Daimon trabaje para ti.
Él realmente no había esperado que ella lo entendiese, pero no tenía ningún problema con Damien o alguno de los otros que trabajaban para él. Eran hombres y mujeres cuyas vidas se habían visto arruinadas por la ira de un dios griego. Para él, eran almas gemelas. Apolo había maldecido a la raza de los Apolitas porque un antepasado lejano había matado a la amante y el hijo del dios griego. Aunque trágico, no debería haber conducido a que Apolo maldijera a cualquiera que naciese de esa raza a morir dolorosamente a la edad de veintisiete años. Además, el dios los había excluido de la luz del día y los había forzado a vivir sólo de la sangre de los otros. Era algo severo y poco apropiado por parte de un dios que debería haber mostrado más compasión por la raza que había creado, y a la que le dio la espalda.
Además, lo que Damien había dicho era cierto. Ni él ni ninguno de los otros que trabajaban allí se alimentaban de humanos decentes. Sólo destruían las almas de gente que se merecía morir. Y los dioses sabían que había muchos humanos en este mundo que necesitaban ser aniquilados, y era apropiado que fuesen víctimas de un noble depredador. Que, por una vez, el destino les hubiera dado una sentencia justa.
Sin le sonrió a Kat.
─Sí, pero es increíblemente honesto. Desde que tomó el control, nadie intenta hacer trampas. Si lo hacen, se los come.
Ella hizo una mueca ante las palabras de Sin.
─Oh, ambos sois repugnantes.
Damien dejó escapar un sonido de profunda irritación.
─Sabes, realmente no me gusta el hecho de que me juzgues basándote en un hecho desafortunado. Sinceramente, no soy un mal tío.
Ella no se lo tragaba.
─Te comes las almas de la gente. ¿Cómo no puedes ser malo?
─Créeme, esa no es gente a la que quieras ver reencarnada. El tipo que me comí ayer abusaba y pegaba a las mujeres. Un alma buena y fuerte… en un ser humano podrido.
Sin tuvo que obligarse a no reír cuando fue evidente que a Kat no le parecía divertido. Pero sabía con certeza que Damien tenía razón. Sólo tomaba las vidas de aquellos que merecían morir, y mientras hiciese eso, Sin no tenía ningún problema con él.
Kat sacudió la cabeza.
─Y si comes demasiadas almas de esas, empezarán a corromperte hasta que te vuelvas uno de ellos. Todo el mundo lo sabe.
Damien se mofó.
─Sólo si eres un estúpido. Tengo doscientos años, y todavía no me he convertido. Simplemente tienes que aprender a canturrear un montón para no escuchar sandeces resonándote en la cabeza. Se vuelven más ruidosas y desagradables cuanto más se acercan a su muerte. Pero entonces comes un alma nueva y normalmente acaba con la vieja, así que no hay verdadero peligro de volverse malvado.
Ella intentó de nuevo soltarse del agarre de Sin.
─Me das asco.
Damien se lo tomó con calma.
─Como si tú no tuvieses ninguna costumbre repugnante.
─No como gente.
─Técnicamente, yo tampoco. Sólo trago sus almas. Lo que, debo añadir, deberías probar algún día… están para chuparse los dedos.
Ella soltó un chillido antes de abalanzarse sobre él.
Sin le rodeó las caderas con los brazos y la levantó del suelo, lo que fue un movimiento realmente estúpido, porque entonces ella procedió a golpearle las piernas.
─¿Por qué no vuelves al piso de abajo, Damien? Te llamaré cuando tenga un minuto.
─Claro, jefe.
Sin esperó hasta que la puerta estuvo completamente cerrada antes de soltar a Kat. Ella se dio la vuelta hacia él con las fosas nasales ensanchadas y los ojos verdes echando chispas.
─No me vuelvas a impedir teletransportarme.
─¿Por qué no? Tú me lo hiciste a mí.
Kat se calmó un poco al darse cuenta de que tenía razón. Ella se lo había hecho. Curiosamente, no le había parecido una invasión personal hasta que le había sucedido a ella. No era de extrañar que estuviera tan enfadado en Kalosis. Pero eso no cambiaba el hecho de que estaba equivocado en lo que a Damien concernía.
─¿Cómo puedes justificar lo que ese hombre hace para estar vivo?
─¿Yo? Yo no soy el que tiene un tío que se volvió loco contra una raza entera inocente. Si no fuese por Apolo y su condena y maldición, ninguno de los Daimon siquiera existiría.
─Mataron a su hijo y su amante ─dijo ella, como si eso justificase la poco razonable ira del dios.
─Tres soldados mataron a su hijo y su amante ─le recordó Sin─. El resto de ellos eran completamente inocentes. ¿Cuántos niños Apolitas mató Apolo el día que se volvió loco contra ellos? ¿Siquiera le importa? Oh, espera un segundo, me olvidaba. ¿Cuántos de los Apolitas eran hijos y nietos de su propia sangre, a los que condenó a muerte? ¿Le importó que fuesen condenados por algo en lo que no habían participado? Mató a más familiares estando encolerizado que los tres soldados que mataron a su amante y su hijo. A muchos más.
Kat se encogió. De nuevo, Sin tenía razón. Stryker que servía a Apollymi era el hijo de Apolo. En un principio, Stryker había tenido diez hijos que habían sido maldecidos junto con él. De esos diez, todos se habían vuelto Daimon y los habían matado.
A todos.
─Dime algo, Kat ─dijo Sin, con la voz profunda y tensa─. Si fueses a morir a los veintisiete y alguien te mostrase cómo vivir un día más, ¿realmente elegirías la vida de un completo extraño por encima de la tuya?
─Por supuesto que lo haría.
─Entonces eres mejor persona que yo. O tal vez simplemente no has tenido que luchar por sobrevivir, por lo que realmente no puedes entender lo que es mirar a la muerte a la cara, y tenerla devolviéndote la mirada fijamente. ─La pasión en su voz le envió un escalofrío por todo el cuerpo.
Aún así, ella no se inclinó hacia su lado.
─Eres inmortal. ¿Qué sabes de morir?
Una fría expresión apareció en sus rasgos al tiempo que el dolor brillaba en las profundidades doradas.
─Los inmortales pueden morir. Algunos lo hacemos más de una vez.
Ahí había algo… algo sobre lo que ella necesitaba conocer la respuesta.
─¿Y alguna vez has tomado la vida de un inocente para vivir otro día?
Los ojos de Sin eran duros y fríos.
─A lo largo de mi vida he hecho muchas cosas que no quería. No estoy orgulloso de ellas, pero todavía estoy aquí y tengo la intención de quedarme mucho tiempo. Así que no te atrevas a juzgar a la gente cuando no has estado en su situación.
Kat estiró la mano para tocarlo, aún sabiendo que no debería. En el instante que lo hizo, sintió la crudeza de su pena. Pero más que eso, lo vio con su hija, gritando su nombre mientras era asesinada por demonios. Su cabello negro estaba aplastado por el sudor contra su oscura piel. La sangre fluía por su cara contorsionada de furia y su cuerpo, en hilos carmesíes.
Pudo verlo acunando a Ishtar contra su cuerpo, y sentir un dolor abrasador que la hizo jadear.
Entonces Kat sintió el dolor agudo y vívido de algo atravesando su corazón.
Bajó la vista, atragantándose en lo que parecía ser su propia sangre, esperando ver una herida. Pero no fue su cuerpo el que vio. Fue el de Sin. Había una espada clavada atravesándolo, que quemaba como los mismos fuegos del infierno. Cada latido de su corazón enviaba más agonía golpeando por todo su cuerpo, hasta que quiso gritar por ello.
Y no era el único recuerdo doloroso que Sin mantenía enterrado. Kat estaba en un pasillo largo y abierto, claro y bien ventilado, con finas cortinas blancas balanceándose con la brisa. La luz del sol se derramaba por ellas mientras Sin caminaba hacia la parte de atrás de su templo en Ur. Había un sentimiento de felicidad en su corazón, hasta que los sonidos rechinantes de sexo lo interrumpieron. La alegría se transformó en ira cuando entró en su habitación. Se acercó a la cama de la esquina y apartó las pesadas cortinas rojas.
Lo que vio allí la sacudió, haciendo que soltara el brazo de Sin. Kat jadeó al apartarse conmocionada.
No podía respirar. No podía ver o escuchar nada más que la increíble agonía que la invadía. Dolía… dolía… Una y otra vez las imágenes continuaron destellando por su mente. Los recuerdos de Sin. Vio a su mujer en los brazos de otro hombre. Vio a su hijo, Utu, y a su hija, Ishtar, mientras morían luchando contra los demonios que el propio padre de Sin había creado.
La agonía era insoportable…
¿Cómo podía soportar Sin todo lo que le había sucedido? ¿Cómo? Se habían reído de él y lo habían avergonzado.
Después habían muerto y lo habían dejado completamente solo…
Kat quería paz, pero no podía encontrar ningún consuelo. Todo lo que podía ver era las amargas imágenes que la consumían. Amargas imágenes de culpa y traición.
─Ayúdame ─susurró, mientras su corazón se rompía.
Sin se puso en pie al lado de Kat, viendo cómo se estremecía. Su parte sádica disfrutaba al verla así. Era lo que se merecía por entrometerse en sus emociones y recuerdos.
Pero no era el bastardo que quería ser, y la alegría sólo duró un milisegundo antes de que la rodease con los brazos. Ella sollozó contra él.
─Sh ─susurró mientras la mecía─. Déjalos ir. No son tuyos para que sufras ─cerrando los ojos, la acunó contra su pecho y se extendió con sus poderes para aliviar el dolor que había tomado de él.
Kat continuó temblando incontrolablemente mientras las imágenes se desvanecían. Sintió el consuelo de los brazos de Sin, que luchaban contra las emociones residuales que continuaban hiriéndola.
Había tanto dolor dentro de él. Tanta traición. ¿Cómo podía soportarlo?
Pero entonces lo supo. Era lo que impulsaba su lucha contra los gallu. Canalizaba la rabia y el dolor y los usaba para fortalecerse.
También era lo que lo mantenía apartado de todos los que lo rodeaban. Incluso Kish y Damien. Y finalmente entendió lo que le había dicho antes.
─Hay más de un tipo de muerte ─susurró.
─Sí ─dijo Sin en voz baja, y esa simple palabra contenía más emoción que un poeta enfermo de amor─. Los cobardes no son los únicos que mueren mil muertes. Algunas veces los héroes también lo hacen.
Era cierto. Ella lo había visto de primera mano, y ahora entendía mucho sobre él.
Kat se inclinó hacia atrás para poder tocarle la cara. Era hermoso bajo la tenue luz. Sus oscuras facciones eran perfectas. Aún así, todavía podía ver en su mente la sangre en su piel, la angustia en sus rasgos…
Y por encima de todo, quería aliviarlo.
Sin contuvo el aliento cuando vio la compasión en los ojos de Kat. La comprensión. Había pasado tanto tiempo desde que alguien lo había mirado así. El odio, la ira y el disgusto, los podía manejar. Pero esta mirada era suficiente para debilitarlo.
Tocaba una parte de él que ni siquiera conocía. Y lo ablandaba. Nunca había estado tan desnudo contra alguien. Ella había visto su pasado y no se mofaba de él por ello. Era refrescante y aterrorizante.
Ella le trazó los labios con los dedos, lo que encendió una chispa profundamente en su interior. Había pasado tanto tiempo desde que una mujer había…
No, nunca se había sentido así con una mujer. Ni siquiera su esposa lo había atraído de la forma que Kat hacía. Había algo en ella que era contagioso e invitador. Su humor, su valentía. Todo ello.
Y tenía muchísimas ganas de probarla, que sólo podía pensar en desnudarla y hacerle el amor hasta que se acabara el tiempo.
O al menos hasta que un Dimme se los comiera…
Kat vio las emociones que barrían el rostro de Sin. Su deseo era directo y caliente en esos ojos dorados, y sin ni siquiera usar sus poderes, supo lo que él sentía.
Contuvo el aliento a la espera de su beso.
Él apretó su agarre un instante antes de tomar posesión de su boca. Ella le puso las manos en la mejilla para poder sentir los músculos de su mandíbula trabajando mientras su lengua danzaba con la suya. Sabía a vino y a hombre. A consuelo y calidez. No sabía por qué, pero encontró una extraña sensación de paz con él. El deseo la abrumó.
Sin gruñó ante la sensación de su lengua frotándose con la suya. Parte de él esperaba que Apollymi los volviera a separar con una explosión, pero con cada segundo que pasaba y sintiendo únicamente la cálida caricia de Kat, se relajó. Allí no había nadie que los fuera a separar. Nadie que se interpusiera entre ellos.
Eso lo hizo mucho más feliz de lo que debería.
Dioses, era tan dulce. Tan suave. El cálido aroma de su piel lo embriagaba. Casi había olvidado lo bien que se sentía al agarrar a una mujer que supiera quién y qué era. Por otro lado, ella había visto una parte de él que nadie había visto nunca. Era una parte de sí mismo que ni siquiera quería saber que existía.
Le acunó la cara con las manos mientras sus sentidos se arremolinaban. Todo lo que quería era sentirla desnuda contra él. Tener sus largos y elegantes dedos acariciándolo. Tener sus largas piernas rodeándole las caderas mientras se perdía profundamente en su cuerpo.
Pero en vez de eso, ella se separó para mirarlo. Sus húmedas pestañas brillaban cuando lo miró a través de ellas.
─Lamento lo que has sufrido.
─No lo hagas. Tú no provocaste eso.
Kat tragó ante su tono vacío. No, ella no había provocado todo eso, pero, ¡maldición!, toda su familia estaba metida en ello.
Había sido a su abuelo Archon al que había visto en la cama con la mujer de Sin. Kat se preguntó si Apollymi había sabido que su marido le era infiel. Si lo sabía, explicaba otra razón por la que odiaba tanto a los Sumerios.
Las políticas de los dioses eran siempre complicadas. Y normalmente dolorosas, pero nunca tanto como en este caso.
Inclinando la cabeza, le tomó la mano con la suya y miró fijamente las quemaduras y cicatrices de batallas. Su piel era tan oscura en comparación con la suya. Había tanta fuerza allí. Pero era la soledad que había sufrido lo que más la hería.
─Fuerza en la adversidad ─Era lo que una vez le había dicho el Chthonian Savitar cuando le había preguntado por qué alguna gente tenía que sufrir semejante contienda─. El acero más fuerte es forjado por los fuegos del infierno. Es machacado y golpeado antes de ser puesto de nuevo en el ardiente fuego. El fuego le da poder y flexibilidad, y los golpes le dan fuerza. Esas dos cosas hacen que el metal sea flexible y capaz de resistir cada batalla a la que es llamado.
Le había parecido tan cruel cuando era una niña. Aún a veces le seguía pareciendo cruel.
Pero Sin lo había resistido con gracia.
Levantándole la mano, besó la peor de las cicatrices de quemaduras de la parte posterior de su muñeca izquierda.
Sin tembló ante la ternura de las acciones de Kat. Sinceramente, no sabía cómo manejar eso. Los insultos y los ataques los podía manejar.
La dulzura…
Lo aterrorizaba.
─Creí que me odiabas.
Ella dejó escapar una risa breve que envió una ráfaga de aire sobre su piel.
─Lo hago. ─Levantó la vista para mirarlo con una franqueza que lo asustó─. Sabes que no deberías consentir tener a Daimons trabajando para ti.
─Mi puñado de Daimons no han destrozado ni de lejos tantas vidas como tu madre y tu tío, pero me doy cuenta de que todavía los quieres.
Tenía razón.
─Sólo la mayoría de los días. ─Kat se aclaró la garganta y se separó de él─. Ibas a entrenarme para luchar contra los gallu.
Incluso mientras decía las palabras, vio la imagen de la hija de Sin en su mente. Ishtar había sido rasgada por los demonios. Literalmente desgarrada. Y por la mirada en su rostro, Kat podía decir que él estaba pensando lo mismo.
─No te preocupes ─le aseguró ella─. Puedo ocuparme de ellos. Nací de dos dioses.
Él se mofó de su bravuconería.
─También Ishtar.
Sí, pero Ishtar no era ella y no tenía la misma estructura genética.
─Mi padre es el Presagio de la muerte y destrucción. Mi abuela es la Gran Destructora. Mi madre es la diosa de la caza. Creo que estaré bien.
─Sí ─susurró él, retrocediendo un paso alejándose de ella─. Tienes una historia de absoluto terror y crueldad en tus venas.
Ella le guiñó un ojo.
─Recuerda eso si alguna vez te interpones entre mi tableta de chocolate y yo.
─Lo intentaré. ─Su tono era todo menos convincente. No tenía buena opinión de ella como luchadora, pero ya aprendería. Le mostraría exactamente de lo que estaba hecha.
─Así que, ¿cuántos Daimons tienes en tu casino? ─le preguntó.
Él se encogió de hombros.
─No estoy seguro. No los observo lo suficientemente cerca como para preocuparme. Damien los mantiene a raya. Si comen al turista equivocado, los mata.
─¿Y estás de acuerdo con eso?
─Confío en Damien más que en cualquier otra persona.
Eso no tenía ningún sentido para Kat. Pero por otra parte, su abuela controlaba un ejército entero de Daimons y no decía nada de las vidas y almas que tomaban para poder seguir vivos. Por supuesto su líder, Stryker, ahora estaba planeando su muerte, pero ese era otro asunto.
A Kat le llevó un minuto darse cuenta de por qué le molestaba tanto la tolerancia de Sin. Era porque estaban en el mismo plano que los humanos. Stryker y su ejército tenían que venir a este plano a alimentarse, y ella nunca los había visto haciéndolo. De algún modo, parecía más malo abrigar a Daimons justo en el corazón de la humanidad.
─Pensé que no confiabas en nadie ─dijo ella.
─Nunca dije que confiara en que Damien me guardara las espaldas o mi vida. Sólo mi dinero.
─¿Y aún así confías en mí para protegerte las espaldas?
─No completamente. Te vas a quedar a mi lado de modo que pueda vigilarte. No pienses ni por un minuto que he olvidado que tienes la cara y la voz de la mujer que quiero matar por encima de cualquier otra.
Era demasiado esperar que superase eso. Pero por otra parte, si alguien le hubiese quitado su divinidad, ella estaría bastante enfadada.
─Entendido. Así que, ¿cuál es el plan de juego además de evitar a Deimon y a mi madre?
─Tenemos que encontrar el Hayar Bedr.
Kat frunció el ceño ante el término desconocido.
─¿Y qué viene a ser eso?
La Luna Abandonada.
─¿Y es animal, vegetal o mineral?
─Animal. Definitivamente animal.
¿Por qué eso la sorprendía? Ah, espera, porque era completamente normal referirse a un animal como la luna abandonada. Sí…
─¿De verdad? ¿Qué tipo de animal se llamaría la Luna Abandonada?
─Mi hermano gemelo.
Kat se quedó aturdida por la revelación. Eso era algo que no había visto en el interior de él.
─¿Hay dos de vosotros?
Las facciones de Sin se oscurecieron.
─Se puede decir así. En un principio, fuimos tres los que nacimos de una madre humana. Ella era una campesina con la que mi padre se encaprichó y a la que dejó embarazada. No éramos más que unos niños cuando se anunció una profecía que decía que destruiríamos el panteón. Iracundo, mi padre mató al mayor de los trillizos; después vino por mí y por Zakar. Aunque sólo tenía diez años, era el más fuerte, por lo que oculté a Zakar en el dominio de los sueños y luché con mi padre por el derecho a vivir. Le conté que ya me había ocupado de mi hermano y absorbido sus poderes.
─Pero no lo hiciste.
─No, pero la idea de que poseía el poder para matar a mi propio hermano asustó a mi padre lo suficiente para hacer que se detuviera. Aunque todavía me quería ver muerto, decidió que, como la profecía había presagiado que los tres causaríamos la destrucción, dejar a uno vivo estaría bien. Así que tomé mi lugar en su panteón y la mayoría del tiempo Zakar permaneció oculto. Los humanos lo conocían, pero cada vez que lo mencionaban, le decía a mi padre que era yo el que estaba en sus sueños usando el nombre de mi hermano.
─¿Y te creía?
Él le lanzó una sonrisa maliciosa.
─Uno no se mete con un dios de la fertilidad si quiere estar vigoroso.
Cierto. Los dioses de la fertilidad podían causar reveses que arruinarían las noches de la mayoría de los hombres.
Y sus egos para siempre.
─Así que, ¿dónde está ahora tu hermano? ─preguntó Kat.
Sin dejó salir un suspiro cansado mientras la soltaba para acercarse al mueble bar y servirse un whisky.
─No tengo ni idea. La última vez que lo vi fue después de que Artemisa me quitara mis poderes y me dejara para morir. Zakar me ayudó a liberarme de la red, pero no se quedó alrededor demasiado tiempo después de eso. Me dijo que había algo de lo que tenía que ocuparse, y se desvaneció.
─¿Y no tienes idea de adonde fue?
Se acabó la bebida de un trago y vertió otro vaso.
─Ninguna. He intentado convocarlo. Llamarlo, lo que se te ocurra. Ni una postal ni un susurro durante miles de años. Una parte de mí se pregunta si no estará muerto.
─Si lo está, ¿dónde nos deja eso?
─Básicamente, totalmente jodidos. ─Se tomó otra bebida─. Fue su sangre la que usamos para atar a los gallu la última vez. Lo que significa que necesitamos su sangre para atarlos de nuevo.
─Si sois gemelos, ¿Por qué no podemos simplemente usar tu sangre para volver a atarlos?
Él le ofreció una bebida, pero ella declinó negando con la cabeza.
Sin dejó el vaso a un lado antes de responder a su pregunta.
─No soy un Caminante de Sueños. Zakar lo es. En sueños, una vez combatió con el demonio Asag, el padre genético de lo que se usó para crear a los gallu. Durante su lucha, Zakar absorbió alguno de los poderes del demonio. Es por eso por lo que puede aguantar contra ellos solo, y que yo no puedo. Los entiende y conoce sus debilidades. Fue a través de Zakar que conseguí controlar y luchar contra los demonios.
─Entonces, ¿cómo es que Ishtar murió a manos de ellos?
Esta vez no se molestó con el vaso. Bebió directamente de la botella antes de responder.
─En cuanto fui negado y Zakar desapareció, estaba sola luchando contra ellos. La escuché gritar pidiendo ayuda, y me apresuré hacia ella aunque sabía que no tenía poder para combatirlos.
Tragó mientras el dolor le inundaba los ojos.
─Fue demasiado tarde. No tienes ni idea de lo que se siente al coger a tu propia hija en brazos y verla morir. Saber que si todavía tuvieras tus poderes, podrías haberla salvado ─su mirada la atravesó─. Podría haberle perdonado a Artemisa lo que me hizo. Es la muerte de mi hija la que nunca superaré. Si alguna vez tengo oportunidad de matar a esa perra, créeme, la aprovecharé. Y al demonio todas las consecuencias.
Un escalofrío recorrió a Kat ante sus sinceras palabras. No podía culparle por ello. Había visto el dolor de la muerte de Ishtar a través de sus ojos, y había sentido su horror y cólera.
Ningún padre merecía ese recuerdo.
Tragándose el nudo que tenía en la garganta, dio un paso hacia delante.
─Sin…
─No me toques. No necesito consuelo, especialmente no de la hija de la mujer que me lo quitó todo.
Kat asintió. Entendía eso, y le dolía por él.
─¿Qué pasó con los poderes de Ishtar cuando murió?
Sin se acabó la botella de un último trago.
─Antes de morir, me pasó los suficientes para evitar que el universo se desenmarañase. Es por ello que ahora puedo luchar contra los gallu y derrotarlos. Tras su muerte, el resto fueron liberados, lo que dio lugar a una tremenda erupción volcánica. Entonces Afrodita entró en nuestro panteón como la diosa del amor y la belleza para reemplazar a Ishtar, y poco tiempo después, mi panteón pasó a ser historia. Literalmente.
Kat tragó al recordar a los dioses griegos hablando de ello. Afrodita había usado los celos como un arma para enfrentar a los Sumerios los unos contra los otros, hasta que no confiaron en nadie cercano a ellos. La tía de Kat había sido insidiosa como manipuladora. Todavía le sorprendía a Kat que la gente que se había conocido desde hacía tanto tiempo hubiera estado tan dispuesta a escuchar las mentiras de una recién llegada.
Lo dispuestos que habían estado a dejarse llevar por una emoción tan negativa hasta el punto de hacer lo que fuera para ir contra otro, sólo para ver caer a su inocente enemigo.
Al final, todos habían pagado un precio excesivo.
Pero eso era el pasado y no podía solucionar su actual dilema. Lo que necesitaban era a alguien que pudiera…
Ella se detuvo al recordar algo que Sin había dicho.
─Tengo una pregunta. ¿Por qué no puedes hacer lo que hacía Zakar? Si sois gemelos, ¿no puedes luchar contra Asag en un sueño y entonces obtener el mismo tipo de poderes demoníacos?
Sin se limpió la boca con el dorso de la mano.
─Si tuviese todos mis poderes y no la mitad de los de Ishtar, habría un montón de cosas que podría hacer… como matar a tu madre, por ejemplo.
Kat había caído directa en ese comentario. Eligiendo ignorar su rencor, probó con otra idea.
─¿Qué me dices de los Oneroi? ─Eran los dioses del sueño del panteón griego─. ¿Podemos coger a uno para que encuentre a Asag y luche contra él?
─Podemos intentarlo. Por supuesto, no tenemos ni idea de cómo les podrá afectar el veneno de Asag, ya que pertenecen a otro panteón. Podría ser muy interesante. O funcionaría o se convertirían en un nuevo tipo de demonio que tendríamos que aprender a matar. ¿A quién deberíamos escoger para que hiciese de conejillo de indias?
Kat torció la cara ante su sarcasmo. Tenía razón, por supuesto. No podían saber cómo esa cosa podría afectar negativamente a uno de sus primos.
─Parece que Zakar es nuestra mejor apuesta.
─A menos que puedas persuadir a la perra de tu madre para que libere mis poderes, sí.
Ella estrechó la mirada.
─Bueno, eso es un poco difícil, ya que ni siquiera puedo persuadirla para que te perdone la vida, ¿eh? No te has hecho querer exactamente.
─Oh, perdona mi total falta de modales. ¿Deberíamos llamar a Mamá querida e invitarla a tomar el té? Prometo comportarme con mis mejores modales cuando la estrangule hasta dejarla sin vida.
─Vaya ─dijo Kish con una risa al entrar a la habitación a su derecha─, ¿qué es esto? ¿La batalla entre el Sarcástico y la Cabreada? ¿Debería hacer palomitas? Olvídate de American Idol, tío. Esto es mucho más entretenido.
Sin fulminó a su sirviente con una mirada asesina.
─¿Hay alguna razón para tu último comentario irritante, Kish?
─Tuve un repentino deseo de morir. Sentí la necesidad de subir hasta aquí para que me congelaras de nuevo. Me gusta ser una estatua… al menos mientras no me coloques en un parque de algún sitio y dejes que las palomas me caguen encima.
Kat tuvo que reprimir una risa. Oh, si las miradas pudiesen mutilar, Kish sería un kish kebab[1].
─Vale ─dijo Kish, alargando la palabra─, la razón de mi visita es que hay un hombre abajo esperando para hablar contigo. Dice que es urgente.
─Estoy un poco ocupado.
─Ya le dije eso.
─Entonces, ¿por qué me estás molestando?
Kish estiró su puño cerrado.
─Quería que te diera esto.
Sin tuvo que luchar para no poner los ojos en blanco hacia su sirviente.
─No acepto sobornos. ─Pero cuando Kish dejó caer un pequeño medallón en la mano de Sin, su agitación se evaporó. Era una antigua moneda babilonia─. ¿Por casualidad mencionó su nombre?
─Kessar.
Kat frunció el ceño ante el nombre que nunca antes había escuchado.
─¿Kessar? ─repitió.
Sin no habló mientras un frío temor y cólera hundían su estómago.
─Es para los gallu lo que Stryker es para los Daimon ─explicó.
Sin otra palabra, agarró un bastón de la pared y se dirigió al ascensor para bajar al casino.


[1] "Kish" es una palabra muy parecida a Shish, un tipo de kebab (similar a la brocheta o pincho moruno).

No hay comentarios:

Publicar un comentario