Arik contuvo la respiración cuando ella pronunció las palabras que se había estado muriendo por oírle decir desde el momento en que había hecho su pacto con Hades. Una lenta sonrisa cruzó por la cara de Arik antes de que abanicar la mano para cerrar la puerta. No sucedió nada.
Él maldijo cuando recordó sus limitaciones humanas. Si quería cerrar la puerta, tendría que hacerlo a mano, lo cual realmente apestaba.
Una pérdida de tiempo. Arik corrió hacia la puerta y la cerró.
Megeara estaba frunciendo el ceño cuando él regreso a su lado. “¿Qué estás haciendo?”
“No voy a darte la oportunidad de que cambies de idea. Para cuando encontremos algún lugar, podría suceder algo que estropeara tu humor, y no tengo aquí nada de chocolate para tentarte con él.”
Ella se rió. “¿Vamos a hacerlo aquí como si fuésemos dos adolescentes cachondos?”
“A mi me vale.”
Ella observó la habitación algo avergonzada. Temiendo que ella se acobardara, la atrajo hacia él y bailó lentamente con ella. “Vamos, Megeara. Camina por el lado salvaje conmigo. Desnudémonos y arruinemos la tapicería de Solin. Esto servirá para dos propósitos. Nosotros seremos felices y a él le joderá.
Geary se mordió el labio indecisa. Arik era adorable cuando quería. Juguetón y encantador. ¿Cómo podría resistirse a él?
Ella echó una mirada alrededor de la habitación otra vez. “No hay ningún lugar cómodo aquí dentro.”
“Yo estaré sobre el suelo. Te lo prometo, seré un buen colchón.”
Era incorregible. “No hay nada que pueda decir para disuadirte de esto, ¿verdad?”
“Nop”. Él tomó su mano en las suyas y la presionó contra la cremallera de su pantalón de modo que pudiese sentir su hinchado pene en su palma. “Estoy demasiado desesperado por ti. Tendrías que compadecerte de mí.”
El corazón de Geary se aceleró cuando levantó la barbilla para recibir su beso. Oh, el sabía igual que la divinidad. Envolvió un brazo alrededor de su cuello cuando sus lenguas se enlazaron y lo frotó ligeramente a través del pantalón.
Arik jadeó cuando Megeara comenzó a mordisquear su mandíbula, bajando a su cuello mientras su mano le masajeaba con un irritante ritmo lento que sólo lo hacía anhelarla más. La caricia de su lengua sobre su piel era como recibir pequeñas descargas eléctricas una y otra vez. Cada parte de él se estremecía por la sensación. Sus terminaciones nerviosas estaban vivas y palpitantes.
Gruñendo, se sacó la camiseta por la cabeza de modo que no hubiese barreras entre su boca y manos sobre su piel. Él sólo quería sentir su tacto.
Ella jadeó ante la vista de su torso y extendió sus manos sobre su pecho desnudo.
Geary no podía creer las cicatrices que llevaba Arik. Estaban en todas partes. La mayoría débiles y decoloradas por el tiempo, ella no las había visto cuando lo rescataron del agua. Pero de cerca, eran extremadamente prominentes. “¿Qué te han hecho?”
Él recorrió su mano gentilmente en su cabello. “Ellos tratan de controlarme”
Era obvio que por la cantidad del daño, ellos habían errado repetidamente. Arik era realmente un hombre obstinado.
Él hundió su cabeza para besarla, pero ella se apartó. “¿Qué te harán por esta última acción?”
“No lo sé y ahora mismo no me importa.”
“A mí sí, Arík.”
Él frunció el ceño como si no pudiese entender sus palabras. “¿Por qué?”
“Por que nadie debería ser torturado. Está mal.”
“Así es como son las cosas. Rompes las reglas y hay consecuencias. Estoy dispuesto a pagar ese precio.”
Ella tembló cuando él volvió a hociquear su cuello. ¿Cómo podía ser tan indiferente a eso? Pero a juzgar por como se veía su cuerpo, era un suceso tan común que ni siquiera parpadeaba por ello.
Como había dicho, para él era normal. Pero a ella le importaba. No quería que lo hirieran, especialmente no por ella. Él era un hombre decente que se merecía mucho más que eso. No podía quedarse quieta ante el pensamiento de él siendo castigado sin más— la afligía igual que un dolor físico.
Arik estaba fascinado por la verdadera suavidad de su piel cuando la acarició en el cuello. Por la manera en que su cuerpo olía tan fresco y dulce. Ella deslizaba sus manos sobre su espalda mientras él le desabrochaba la camisa. Él había esperado que estuviese desnuda debajo de ella. En vez de eso ella llevaba…
Los pechos esclavizados. Echándose hacia atrás, frunció el ceño ante la cosa blanca que se envolvía alrededor de su pecho igual que un vendaje. “¿Qué es esto?”
Geary se rió cuando se dio cuenta de que en sus sueños ella nunca llevaba sujetador. Y a juzgar por su reacción, ella dedujo que nunca lo había llevado nadie. “Es un sujetador. ¿No has visto ninguno antes?”
Él pasó un dedo por el borde y curvó sus labios como si fuese la cosa más repugnante que hubiese visto. “No. ¿Para que es?”
“Para mantenerlas en su lugar”.
“Vale, pero yo no las quiero en su lugar. Las quiero en mis manos.”
En otro hombre, esa frase quizás la hubiese molestado hasta el punto de pegarle en cierta parte de su anatomía y largarse. Pero lo había dicho gruñendo con tal sinceridad que sólo podía hacerla reír. Se llevó las manos a la espalda y se soltó el sujetador. La mirada de Arik al ver el sujetador caer al suelo no tenía precio. Ningún hombre la había mirado jamás con tal satisfecha hambre.
Él levantó una mano, entonces vaciló como si temiera tocar sus pechos. Ella le cogió la mano y la dejó sobre ella. En el instante en que la tocó, ella gimió y se dolió hasta el centro de su cuerpo. Y todo en lo que podía pensar era en tenerlo duro y profundo dentro de ella.
A Arik se le cortó la respiración cuando ahuecó su pecho hinchado en su palma. Era tan suave… Nunca había sentido nada igual.
Pasó el pulgar sobre su erecto pezón y quedó encantado cuando ella se retorció literalmente. Gimiendo, hundió su cabeza para tomar ese pezón en su boca de modo que pudiera probarla. Ella dejó escapar un quejido al tiempo que acunaba su cabeza contra su pecho.
Oh sí. Eso era lo que él quería. Él gozaba con su sabor, con la manera en que sus apretados pezones se enroscaban contra su lengua. Pero todo esto no hacía otra cosa que incendiarlo pidiendo más de ella. Quería verla completamente desnuda.
Con ese pensamiento en mente, le desabrochó rápidamente los pantalones. Ella se sacó los zapatos mientras él le deslizaba los pantalones hasta sacárselos y después los lanzó por encima de su hombro.
“Más sorpresas, ¿huh?” preguntó el mientras estudiaba el pequeño par de bragas.
Geary no pudo hablar cuando él deslizó sus dedos entre sus piernas. Su contacto la hacía arder. Y todo en lo que podía pensar era en sus sueños cuando él la había lamido hasta hacerla gritar de placer.
Él la masajeó con el pulgar a través de la seda hasta que estuvo mojada y esperando por él. Ella enterró su mano en el pelo de él, mientras él continuaba con su implacable tortura.
Arik hizo a un lado la seda de modo que pudiese tocarla íntimamente. Ella ya estaba muy mojada y él se moría por probarla con su lengua. Enganchó su dedo en las bragas y se las quitó.
Él todavía estaba medio vestido, mientras que ella permanecía desnuda ante él. Dioses, era la mujer más hermosa que había visto jamás. No era flaca o delgada sino voluptuosa y curvilínea. Podía ver la línea del bikini allí donde la piel iba de un tono pálido a un color más intenso.
Pero eso no era lo que le mantenía cautivo…
Geary se lamió los labios cuando sus miradas se encontraron y engancharon. Arik tomó sus manos en las de él y las dirigió al centro de su propio cuerpo que dolía por su contacto. Usando los pulgares de ella, separó sus pliegues de modo que pudiese ver la parte más privada de su cuerpo.
Él pasó un largo dedo por su hendidura, enviando un ligero temblor a lo largo de su columna. “Eres mucho más suave de lo que pensaba” susurró él. “Más mojada.”
Y entonces hundió profundamente su dedo en ella, haciendo que casi se corriera de placer. Gimiendo desde lo profundo de su garganta, jadeó mientras él la exploraba. Sus dedos giraron y juguetearon hasta dejarla débil.
Justo cuando se acercaba a su liberación, él se levantó y sustituyó sus dedos con su boca. El shock de placer fue tan grande que la hizo ponerse de puntillas. Jadeó su nombre mientras la lamía con incomparable destreza. Abriéndose más, bajó sobre su boca mientras su lengua la lamía de dentro a fuera una y otra vez.
Incapaz de soportarlo, ella se corrió con un pequeño sollozo. Pero él todavía no había terminado. Continuó jugueteando y atormentándola con su boca y lengua hasta que estuvo remontando otro orgasmo.
Queriéndole dentro de ella más de lo que había querido nunca nada, enterró su mano en su cabello y tiró para separarlo de ella.
Arik estaba deslumbrado por su sabor y por el fuego en su sangre cuando ella se inclinó hacia el suelo y capturó sus labios con los suyos. Sus manos buscaron su cuerpo con incomparable impaciencia.
Ahora esta era la Megeara que él había conocido. Era implacable con su exploración. Implacable con sus besos. Empujándolo de vuelta al suelo, le quitó rápidamente las ropas de modo que pudiese pasar sus manos por su cuerpo.
Él separó las piernas cuando ella pasó el dorso de su mano sobre su saco. Realmente lloriqueó por el placer de esa sensación.
Sin mostrarle ninguna misericordia, bajó la cabeza y lo tomó todo en su boca. Arik arqueó su espalda cuando un inimaginable placer lo atravesó. Todo daba vueltas. En todas las veces que había tenido sexo, nunca había conocido nada como eso. Nunca sintió un placer igual a esto.
Él inclino su cabeza para mirarla y encontró su hambrienta mirada. El verla allí lo dejaba sin aliento. Él se inclinó para acariciarle la mejilla mientras ella se lo tragaba otra vez por completo. Su garganta le cosquilleó la punta antes de que se retirara para mordisquearla esta vez. Él estaba en el máximo cielo.
Megeara lo chupó con fuerza antes de retirarse otra vez y lo besó durante todo el recorrido hasta que fue capaz de montarlo a horcajadas. Cegado con el éxtasis, él levantó sus caderas cuando ella se empaló sobre él.
Arik gimió ante el calor de su cuerpo rodeando el suyo. Era todo lo que podía hacer para no correrse inmediatamente, aún así no quería que eso acabase tan pronto. Quería quedarse en su interior para siempre.
Geary sonrió ante el desinhibido placer sobre la cara de Arik mientras sostenía sus caderas en sus manos y la impulsaba. Y ella hizo lo que le había prometido. Lo montó con todo lo que tenía.
Rápido y duro, empujándolo tan profundo como podía y retirándose entonces hasta que casi estaba fuera. No había nada mejor que la sensación de su dureza dentro de ella.
Y mientras lo montaba, ella sabía que no tendrían un futuro juntos. Incluso aunque ella se sintiese tan cercana a él de lo que nunca se había sentido con nadie.
Era como si él fuese una parte vital de ella y por una vez no se sintió cohibida a su alrededor. Ella estaba totalmente cómoda con su desnudez y con su sexualidad. Totalmente cómoda con que él supiera lo mucho que lo deseaba. Ya no había barreras entre ellos. Ningún secreto.
Y cuando se corrió otra vez, ella realmente gritó en alto.
Arik gruñó al ver el éxtasis de Megerara. Este era tan intenso que propició el suyo. Él se enterró profundamente en su interior cuando su cuerpo se estremeció descontrolado. Un ciento de emociones y sensaciones lo atravesaron, robándole toda razón y pensamiento.
Todo lo que podía hacer era sentir. Sentirla a ella y el momento de pura dicha ininterrumpida, mientras su cuerpo se estremecía en el interior de ella.
Ella se inclinó sobre él para besarle los labios. Arik la mantuvo allí, dejando que sus sentidos giraran.
“¿Va todo bien?” preguntó ella, su frente arrugada por la preocupación.
“No lo sé.”, respondió él honestamente. “Creo que mi cuerpo justo se ha puesto al revés. No puedo entender por que Solin se aventura en los sueños si es mejor en un cuerpo humano. Debe de estar loco.”
Ella se rió ante la indignación de Arik.” Eso no es lo que estaba esperando oír. Pero me alegro de que hayas disfrutado.”
Él ahuecó su cara en las manos antes de besarla otra vez. “Podría beber en ti todo el día, Megeara. ¿Qué es este sentimiento que tengo en mi interior? ¿El único que duele con sólo pensar en no estar contigo? ¿El único que quiere estar dentro de ti otra vez incluso aunque ya te he tenido?” Él vaciló antes de susurrar su última pregunta. “¿Es esto Amor?”
“No,” respondió ella inmediatamente. Ella no creía en el amor a primera vista. “El verdadero amor lleva tiempo construirlo. Lo que sientes es sólo enamoramiento.”
“Pero no se siente temporal.”
“Nunca lo parece al principio. Es sólo en retrospectiva que nos damos cuenta de la diferencia entre enamoramiento y amor.”
Él no parecía aceptar su argumento. “¿Y qué si no?”
“¿Qué estás diciendo, Arik? ¿Qué me amas?”
Arik se quedó en silencio mientras lo consideraba. No había negado lo que sentía. Pero dado que sus sentimientos eran nuevos y expirarían en sólo unos pocos días. Quizás fuese amor ahora, ¿Pero como podía alguien seguir amando cuando no tenían emociones?
Quizás ella tenía razón. Quizás sólo era enamoramiento.
Pero incluso aunque lo pensaba, él lo sabía. La idea de volver a su vieja existencia lo atravesaba con un ardiente dolor que apenas podía permanecer en pie. Esto dejaba por los suelos cualquier castigo que hubiese conocido. Él quería quedarse con ella por toda la eternidad.
Temiendo perderla, la sostuvo más cerca, piel desnuda contra piel desnuda, e intentó olvidar lo pronto que tendría que marcharse.
Geary permaneció allí tendida, quieta, escuchando latir el corazón de Arik bajo su pecho. Qué extraño era estar con él ahora sabiendo como de finito sería su tiempo juntos. No había optimismo en la mayoría de las cosas, donde esperabas que duraran para siempre. De alguna forma ella tenía suerte. Sabía el segundo exacto en que acabaría su tiempo.
Pero también era una maldición saber cuando iba a perderlo—por que sospechaba que ya estaba enamorada de él. ¿Cómo podía no estarlo? Él era el único hombre que la había visto realmente. En sus sueños, ella le había contado todo. Sus esperanzas, sus frustraciones. Nunca se había refrenado con él. Nunca lo mantuvo atrás. Él la conocía de una manera que nadie más lo hacía.
Y eso era por lo que no podía dejarle ir.
“No hay ninguna manera de que te quedes aquí”
Ella no se dio cuenta de que había hablado en voz alta hasta que él le respondió. “Podría quedarme, pero no sería el hombre que está ahora contigo.”
“¿Qué quieres decir?”
“Podría recuperar mi divinidad, pero eso no cambiaría nada con la excepción de que me he convertido en mortal. Cuando mi tiempo se acabe, volveré de nuevo a lo que era. No tendré emoción alguna y no seré capaz de visitarte en tus sueños. No habría razón para que te rondara entonces.”
“No me lo creo. Tú tienes emociones. Sientes con mucha profundidad o no.”
“En los sueños, yo estoy sincronizado contigo. Todo lo que sentí venía de ti. Te prometo que si fuera a convertirme en mortal, eso pararía. No tendría si quiera el poder para sentirte más, ni psíquica ni emocionalmente.”
“¿Cómo lo sabes?”
“Es la maldición, Megeara. No hay cura para ello. Ningún dios puede alterar la maldición de otro. Estoy condenado.”
Todavía no podía aceptarlo. No estaba en su naturaleza sólo aceptar las cosas porque alguien lo decía. Era una científica y necesitaba probar su teoría. “¿Algún Oneroi ha sido libre?”
“No,” dijo él con énfasis. “Nunca ha habido una cláusula de libertad para ninguno de nosotros. Los pocos que lo intentaron fueron cazados y asesinados.”
“Eso no es justo. Deberías ser capaz de ser libre si quieres.”
Él suspiró mientras acariciaba un mechón de pelo sobre su frente. “¿Quién ha dicho que la vida es justa?”
“Quizás, pero voy a preguntarle a Tory acerca de esto.”
“Tory es sólo una niña.”
“Sí, y está obsesionada con la mitología griega. Si hay alguna manera de escape para ti, ella la sabrá.”
Arik adoraba el hecho de que Megeara fuera a intentarlo, pero él sabía que no había esperanza. Ningún humano sabía más de mitología griega que él. Megeara era humana y él era un dios maldito. Todo lo que podía hacer era encontrar algún lugar para mantenerla a salvo una vez que él se hubiera ido.
Mientras estuviesen con Solin tendrían un refugio. Solin les había dicho que tenía una tregua con los otros dioses. Ellos no entrarían sin invitación en su casa y él no los mataría. Pero Arik y Megeara no podía quedarse allí cada minuto del día. Y ella no se conformaría con vivir su vida entre esas paredes. Nunca le habían gustado las jaulas de ningún tipo.
Ella va a morir, así que sólo quédate y disfruta de su compañía hasta que sea hora de volver.
¿Volver a qué? ¿El vacío? ¿La frialdad?
Eso era una estupidez. No quería regresar a la Isla Desvanecida.
Entonces muere en su lugar.
Arik inclinó su mejilla contra la coronilla de su cabeza cuando ella se tendió contra él. La sentía tan bien en sus brazos. Tan bien con su piel desnuda rozando contra la suya. Preferiría estar muerto que vivir sin ella.
Eso era verdad, y ciertamente era la única solución que tenía sentido. El podía pasar su tiempo con ella y entonces entregarse a sí mismo a Hades. Hades lo torturaría y mataría, después todo el mundo sería feliz.
Tú no serás feliz, asno estúpido.
Eso era bastante cierto, pero incluso si la entregase y se fuese a casa, todavía sería torturado, por no mencionar que los Dolophoni lo querían matar de todas formas.
¿Así que, por qué no dejar que lo cogieran y acabar con ello?
“Vive tu vida con un propósito.”
Arik parpadeó cuando esas palabras le llegaron de un distante pasado para obsesionarlo. Esto había ocurrido en sus días como Oneroi cuando irónicamente había ido a ayudar a Trieg. Acheron, el líder de los Dark Hunter, lo había convocado para que pudieran discutir los problemas que Trieg había tenido sobre la muerte de su familia y como ayudarían mejor al hombre a hacerles frente.
Alto y de pelo negro, el Atlante había sido incluso más sabio que Atenea. Él había intentado hacer que Arik entendiera la mente y esencia humana. “Recuerda, Arikos, la llave para la humanidad es simple. Vive tu vida con un propósito. Ellos necesitan metas para esforzarse. Todas las de Trieg han sido tomadas por sus enemigos, así que necesitamos reemplazarlas con unas nuevas que le importen. Sin metas, la humanidad está perdida y un simple hombre no puede funcionar.”
Acheron había estado equivocado en una cosa. Sin metas, todo el mundo estaba perdido. Incluso los dioses.
Hasta ahora, las metas de Arik habían sido siempre de naturaleza egoísta. Como un Skotos, su meta había sido encontrar el placer más grande que pudiese tener. Como Oneroi había sido el hacer lo que le decían para no ser castigado. Nunca le había importado la vida o sentimientos de nadie.
Pero ahora él entendía como vivir con un propósito. Entendía el sacrificio. Había cosas por las que valía la pena morir. Las suyas eran simples. Megeara. Su única pena era que deseaba haber disfrutado más de su pasado. Debería haber saboreado cada segundo de su tiempo juntos.
Aún así, todavía le quedaban algunos días. Esos harían que valiesen la pena. Y cuando llegase el momento, se pondría la soga al cuello sin arrepentimientos.
Sí, claro.
De acuerdo, puede que se arrepintiera de una cosa—nunca vería o tocaría a Megeara otra vez.
Él podía morir con eso.
Y en lo recóndito de su mente estaba la misma voz sarcástica que se reía de él. “Créeme, chico, lo harás.”
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