domingo, 19 de febrero de 2012

BDSW Epílog

Dos Meses más tarde


Celena miró fijamente a Acheron, el líder de los Dark Hunter, cuando él le había explicado que para liberar a Raphael del servicio de Artemisa ella tendría que matarle.

-Tienes que estar bromeando.
- ¿Parezco estar de broma?

Ella le echó una ojeada desde su largo pelo negro pelo hasta el borde de su góticas botas de motorista hechas por encargo con hebillas de murciélagos. Y con sus dos metros seis de alto había mucho de él para ver, demasiado, pero cada pedazo de su largo, delgado cuerpo era mortalmente sincero, lo cual hizo que se le revolviera el estómago.

¿Cómo podía ella matar al hombre que amaba? ¿Qué clase de psicótica había instituido esa norma?
Entonces ella miró a Raphael, que estaba parado detrás de Acheron, en el vestíbulo. Su hermosa cara no dejaba ver otra cosa que confianza. Sus ojos negros eran buenos y gentiles, valerosos y eso hacía que el amor que ella sentía por él se inflamara.

- No puedo matarle.

Acheron dejó escapar un paciente suspiro.

- Él no morirá definitivamente. Simplemente haz que su corazón deje de latir, entonces mantén la piedra contra su tatuaje del arco y la flecha. Su alma dejará la piedra y volverá a su cuerpo.
- Puedes hacerlo, bebé.- dijo Raphael con ese acento decadente suyo. – Me dijiste la otra noche que querías extraerme la vida.

En vez de sonreír, ella hizo una mueca.

- Eso fue por acaparar el mando a distancia y no iba en serio. Esto es completamente diferente.

 Acheron se encogió de hombros.

- Bien entonces, él continuará siendo un Dark Hunter y el consejo te reasignará lejos de él.

Su corazón se detuvo ante el mero pensamiento de no verlo más.

- No puedes dejar que hagan eso.
- Yo controlo a los Dark Hunters. Los escuderos son cosa de ellos, no mía. Yo no tengo jurisdicción allí, lo cual es por lo que Jeff está ahora enfriando sus pies en la prisión de los Escuderos por escribir esa historia. Personalmente yo pienso que es divertida, pero el Concilio no tiene realmente sentido del humor, ¿verdad?

 Frustrada, Celena quiso discutir, pero sabía que no serviría de nada. Si ella y Raphael iban a tener tan siquiera una vida normal, él tendría que ser humano otra vez.
Ahora mismo, el consejo no sabía nada sobre su relación, pero tarde o temprano lo descubrirían y entonces ella tendría un infierno que pagar. A menos que ella y Raphael estuviesen ya casados. Entonces no habría nada que el Consejo pudiera hacer. No había ley que le prohibiese casarse con un varón humano. Esa era la única escapatoria que podían esperar.

- De acuerdo.- dijo ella con un decidido suspiro - Puedo hacerlo.

Esta vez fue Acheron quién vaciló.

- Hay una cosa más que tienes que saber.

Ella dirigió a Acheron una enojada mirada.

- ¿Y eso sería?
-La piedra en la que está su alma quemará tu piel el minuto que la toques, y no parará hasta que su alma ha vuelto a su cuerpo. Si dejas caer la piedra antes de ese momento, él será una Sombra.

Oh, ese era un agradable pensamiento. Liberarlo también podría significar el condenarlo a una eternidad de infierno. Las Sombras no podían comer, no se las podía ver ni oír. Era un destino mucho peor que la muerte.
Y ella podía ser la única que le regalase esa, oh, tan grata existencia.

Todavía la mirada fija de Rafael la quemaba.

- Deseo estar contigo, Celena. Como hombre.

¿Cómo podía ella discutir con eso? Más aún, ella también lo deseaba. Mientras siguiese siendo un Dark Hunter, no podrían tener hijos. Pero si ella lo liberaba. . . Podrían tener una familia. Podrían casarse y envejecer juntos.

Era todo lo que ella deseaba.

- De acuerdo - respiró ella. – Dime que tengo que hacer.

 Acheron sacó una larga, horrible daga de su bota y se lo dio.

- Atraviesa su corazón y deja la daga dentro hasta que esté inerte.

Él se quitó su mochila negra del hombro y sacó una caja negra del tamaño de una pelota de béisbol. Abrió la tapa para mostrar una piedra azul vibrante que estaba cincelada con extrañas marcas. Era un extraño, convincente objeto que parecía canturrear con vida.
Ella estiró la mano solo para que Acheron lo apartara de su alcance.

- Recuerda, esto quema. Te lo daré y entonces lo presionas a la marca de Artemisa.

Ella tragó saliva mientras miraba fijamente la piedra. Era difícil de creer que el alma de Rafael estuviese allí dentro.

- ¿Estás seguro de que esto funciona?
- Kyrian, Talon, Valerius…
- De acuerdo – dijo ella mientras Acheron enumeraba a los Dark Hunters que ella sabía que habían sido liberados. -Hagámoslo.

Raphael se quitó la camisa de modo que pudiera ver la marca de doble del arco y de la flecha en su hombro izquierdo. Su corazón latía deprisa, ella  sujetó la daga firmemente en su mano y encontró su mirada de obsidiana el amor que había allí la chamuscó.

- Puedes hacerlo – le susurró él. -Apenas finge que soy Jeff.

Ella deseó reírse de su broma, pero ni siquiera podía intentarlo. En lugar de eso, apretó los dientes e hizo la cosa más dura que había hecho en su vida. Ella intentó apuñalarlo, pero la daga no llegó a perforar su piel. Atontada, ella lo intentó con más fuerza, pero todavía no se hundía.

- ¿Qué va mal?- preguntó ella.

Acheron hizo una mueca.

- Maldición. Nos olvidamos de drenar sus poderes de Dark Hunter. No puedes matarle mientras sea inmortal… al menos no si dejas su cuerpo entero. 
- ¿Entonces qué hacemos?

Acheron se rascó la parte de atrás del cuello.

- Se supone que no iba a interferir, ¿Pero qué demonios? Por vosotros dos, haré una excepción.

Él tomó la daga de la mano de ella y la hundió en el corazón de Raphael hasta la empuñadura. Raphael dio un par de pasos atrás antes de resbalar lentamente hacia el suelo.

- Oh, Dios.- gritó ella horrorizada por lo que había hecho Acheron, cuando se arrodilló a su lado. La cara de Raphael estaba contorsionada por el dolor mientras un pequeño hilo de sangre caía por la comisura izquierda.

Instintivamente, ella alcanzó la daga para sacarla.

- Todavía no - dijo Acheron dijo, tirando de ella. - Él tiene que morir o no podrá ser libre.

Las lágrimas llenaron sus ojos mientras jadeaba junto a Raphael. Él cubrió su mejilla con su palma ofreciéndole una pequeña sonrisa.

- Está bien, Celena.
Ella solo esperaba que tuviese razón. Cubriendo su mano con las suyas, ella lo sostuvo firmemente mientras veía escapar la luz de sus ojos. Y dio un pequeño grito cuando la respiración fue exhalada de su cuerpo.
Acheron tomó la piedra de la caja y se la tendió a ella. Sus ojos de plata se clavaron en los de ella.

- No lo dejes caer.

Asintiendo, ella la tomó de él solo para dejar escapar un grito cuando un furioso dolor le quemó la piel. Esto quemaba más que cualquier fuego que pudiera haberse imaginado y hacía todo lo que podía para soportarlo. La única cosa que le evitaba lanzarlo era el conocimiento de que Raphael moriría si lo hacía.
Ella apretó los dientes mientras Acheron la ayudaba a colocar la piedra sobre la marca. Lágrima de dolor y miedo resbalaban por sus mejillas mientras esperaba que Raphael abriese los ojos.

Parecía que había pasado una eternidad antes de que Acheron sacase la daga de su pecho. Un instante más adelante, Raphael aspiró en profundidad y parpadeó abriendo sus ojos para mirarla.

Celena sonrió con sorpresa al ver que sus ojos ya no eran negros. Ahora eran de un luminoso marrón ambarino claro que chisporroteaban con vida humana. Él era incluso más guapo de lo que había sido antes.

Mordiéndose el labio, ella tiró de él a sus brazos y lo mantuvo cerca de ella.
Acheron se apartó y devolvió la daga a su bota.

- Gracias, jefe.- dijo Raphael poniéndose de pie.

Acheron te dedicó una especie de sonrisa.

- Ya no soy tu jefe,  Raphael. Lo es ella.

Raphael se rió.

- Eso no me molesta.

Acheron bufó.

- Yeah, me alegro de que seas humano ahora. No hay nada como que tengas que responder ante una única mujer durante once mil años para hacerte desear el fin de los tiempos.

Celena se rió otra vez.

- Gracias, Acheron.

Él asintió con un gesto de la cabeza.

- Divertíos, chicos.

Raphael bajó la mirada a la mujer que tenía en sus brazos y apretó su abrazo en ella.

- Confía en mí, lo haremos.

Y tan pronto como Acheron se había ido, Celena tiró de él para darle un beso feroz. La cabeza de Raphael dio vueltas ante el sabor de ella. Un sabor que él ahora podría pasar el resto de su vida saboreando.

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