lunes, 9 de enero de 2012

R cap 18

Jess se reiría si no fuera tan malditamente irónico. Uno de sus poderes era la capacidad de
saber cuando estaba a punto de ser emboscado. Y la guarida en la que estaban tenía un inhibidor
para los poderes psíquicos. No es que él y Ren los tuvieran en este momento, ya que los habían
estado agotando el uno al otro durante los últimos días.
A lo sumo, los poderes estaban trabajando sólo a media asta. Y no habría importado si no
hubieran estado. Aún así se habría metido de cabeza en esto.
Por una simple razón.
Había estado tan obsesionado con llegar hasta Abigail y asegurarse de que estaba a salvo,
que había estado ciego a todo lo demás.
Oh, bueno…
Muere y aprende.
Ahuecándole la cara y sumergiéndose en ese brillo de sus ojos, apoyó la frente contra la suya
y se tomó un momento para inhalar el dulce aroma de su piel. Sí, esto le daba fuerzas.
—Umm, ¿chicos? —dijo Sasha a su lado—. Lamento lanzaros agua helada sobre vuestro
estado de ánimo, pero tenemos un problema aquí, y es posible que deseéis alzar la vista y
prepararos o estornudar o algo así. Simplemente lo comento.
Jess no tenía que mirar hacia arriba. Podía sentir cada par de ojos en él. Los tres estaban de
pie en el centro de una gran estancia redonda profundamente en el interior de una caverna.
Prístino blanco y adornos en negro, las paredes a su alrededor le recordaba a un palacio. El tipo de
lugar que jamás había pensado en volver a ver en la vida real desde el día que dejó de ser humano.
Las cosas cambian. No siempre para bien y no siempre para mal.
Sasha estaba a su izquierda y Abigail en el frente. Debido a sus lesiones, Choo Co La Tah no
estaba con ellos, y Ren parecía haber desaparecido por completo.
Una vez más.
Había seis Daimons que venían hacia ellos. Tres por la derecha, cuatro por la izquierda. Y
una manada de ellos por el túnel de atrás.
Ah infiernos, había tenido peores probabilidades.
Y eso fue justo ayer.
Abigail se tomó un segundo más para mirar a los ojos oscuros que la obsesionaban. Se alzó
de puntillas, y le besó la punta de su deliciosa nariz.
—Gracias por venir a por mí.
—Es un placer.
Ella lo abrazó.
—Y en caso de no salir con vida… Te amo, Jess Brady. Sólo quiero que lo sepas.
Jess sintió que el corazón se le inflamaba con las palabras que nunca había pensado escuchar
de otro par de labios y que prendieron fuego a su mundo.
—Yo también te amo.
Ella sonrió.
Hasta que Sasha gritó:
—Están atacando.
Jess saboreó la sensación de su piel contra la suya durante un segundo más.
—Apunta al corazón.
Inclinando la cabeza para hacerle saber que ella le entendió, extrajo las dos armas de las
fundas que llevaba detrás de la cintura. Apuntó a los de delante.
Se dieron la vuelta en sincronía y abrieron fuego contra sus enemigos. El primero al que él
impactó, giró y cayó a sus pies. No llegó a explotar, por lo que dedujo que no estaba muerto o era
uno de la nueva generación de máquinas asesinas.
Los Daimons llegaban hasta ellos desde todas las direcciones. Le recordó el videojuego de
Alien. Cuanto más disparabas, más de ellos aparecían. ¿La única diferencia? Los Daimons no caían
del techo.
Aún.
A saber que poder desarrollarían más adelante. Cada vez que se los encontraba a mitad de
camino, descubrían algo nuevo, como que comían Gallu para aumentar sus poderes. ¿A quién
demonios se le ocurría eso?
Probablemente al mismo hijo de puta enfermo que vio a un pollo disparando a un huevo en
el Inframundo y dijo: “Ey, vosotros, creo que me voy a freír eso y comérmelo. Deseadme suerte. Si
enfermo, que alguien busque a un médico”.
Abigail disparó su última ronda e hizo volar a uno de los Daimons en polvo. Tenía una grave
crisis de conciencia acerca de matar a la gente por la que habría muerto por defender hacía una
semana. Pero el hecho de que estuvieran tan decididos a matarla, el asesinarlos se le hacía un poco
más fácil.
Se giró hacia la derecha y se congeló cuando vio a Jess luchando. Disparó una ronda con la
escopeta, luego usó la acción para aplastar a otro. Girándose en un arco lleno de gracia, disparó
otra vez a un nuevo objetivo, se agachó, se deslizó al suelo sobre las rodillas para alcanzar a otro
tipo malo al que atizó con la culata, luego lo apuñaló. Se movía tan rápido que ya estaba dos pasos
por delante de ella antes de que hubiera hecho absolutamente nada.
Increíble.
Otro Daimon blandiendo un hacha atacó. Completamente calmado… monstruosamente
tranquilo, Jess inclinó la cabeza hacia atrás según el balanceo, dejando que el filo del hacha evitara
su cuello.
Aún así, había estado tan cerca que no sabía cómo él podía confiar en no haber calculado mal
el balanceo.
Gracias a Dios no lo hizo. De lo contrario, ella estaría recogiendo su cabeza ahora mismo.
A medida que las municiones se agotaban y los Daimons seguían llegando, Jess se puso entre
Sasha, quien se encontraba en la forma de lobo y ella. Le encantaba el fuerte protector en él.
Siguió luchando como un Ninja. Estaba muy impresionada. Y si decía la verdad, se
sorprendía de haber sido capaz de aguantar la posición ante él cuando habían luchado. Hasta
ahora, no había comprendido exactamente lo dotado que estaba él.
Este chico tenía unas habilidades demenciales.
En poco tiempo, las rondas se acabaron y se retiraban a la parte trasera de la caverna sin
dejar de abatir Daimons tan duro como podían.
Jess estaba empezando a perder su habilidad para recargar sus armas. Y generarlas. Malditos
sus poderes drenados. Haría las cosas más fáciles, sobre todo porque Coyote no tenía nada aquí
que se pudiera utilizar como arma.
Hijo de puta.
—¿Puedes oír la liberación de las almas humanas cuando los matas? —preguntó Abigail.
—No.
Pero por la expresión en su cara, él podía decir que ella si lo hacía.
—¿Puedes aguantarlo?
Ella asintió con la cabeza.
—No —dijo, contradiciendo el gesto afirmativo—. Sigo pensando en el hecho de que el alma
de mi madre fue tomada y consumida por un Daimon. Nadie la liberó.
—Lo siento.
—No es culpa tuya.
Tal vez, pero de todos modos se sentía mal por ella.
Sasha tenía los poderes limitados como amortiguados estaba lo suyos. Estaban luchando con
las manos a la espalda y todos los Daimons tenían sus capacidades psíquicas al completo.
Abigail comenzó a entrar en pánico a medida que más Daimons se presentaban. Proliferaban
como las cucarachas.
—Vamos a morir, ¿no?
—Espero que no. Tengo un nuevo episodio de Los Increíbles Powell descargado en mi
ordenador que no he tenido la oportunidad de ver todavía. Sería una lástima perdérselo. Podría
tener que lastimarles si eso sucede.
Ella negó con la cabeza.
—Tú no estás nada bien. —Pero eso era lo que le gustaba de él.
Estaban reculando a través de la cueva y rápidamente quedándose sin lugares a donde ir.
Cuando llegaron al final, formaron un pequeño círculo.
Sasha suspiró.
—Así que esto es todo, ¿eh? No pensé que terminaría así. —Miró las paredes
extremadamente verdes que rodeaban la caverna—. Bueno, al menos seremos menta fresca cuando
nos vayamos.
—¡Psss!
Sasha se dio la vuelta en redondo, buscando la fuente del sonido.
Jess arqueó una ceja ante Abigail.
—Yo no lo hice.
Ellos miraron a Sasha.
—¿Qué? ¿Un ruido algo anormal se produce y culpáis a los perros? Eso no es correcto. Lo
siguiente será culparme por tirarme un pedo. No lo hice.
—¡Pss! ¡Abby!
Abigail se congeló cuando reconoció la voz de Hannah. Se dio la vuelta para encontrarse a su
hermana en un pequeño hueco en la pared. Vestida completamente de negro, parecía la muñeca
Barbie Espía. Si la cuestión era amedrentar, fallaba miserablemente. Hannah era demasiado
pequeña, demasiado rubia y demasiado dulce para provocar miedo a alguien.
—¿Qué estás haciendo aquí, H?
—Salvarte el culo. Vamos.
Abigail la siguió sin reservas.
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—Mantened las voces muy bajas —advirtió Hannah en un susurro—. Algunos Daimons
tienen el oído muy bueno y las paredes son delgadas.
—¿Sabes dónde está Ren? —preguntó Jess.
Ella asintió con la cabeza.
—Se está pensando en sacrificarle a la medianoche. En este momento, Coyote le esta
torturando.
Abigail frunció el ceño. Hannah actuaba como si estuviera en casa y sabía la programación
para todo. Lo mejor de todo, conocía el pasadizo secreto.
—No lo entiendo ¿Cómo los chicos se involucraron con Coyote?
—Jonah.
Esa respuesta inesperada la sobresaltó tanto que tropezó.
—¿Qué?
—¿Te acuerdas de cómo Jonah hizo todo lo posible por tratar de investigar una cura para
nosotros?
Abigail asintió con la cabeza. Todos los que habían conocido una vez a Jonah conocían la
historia. Había encontrado un texto oscuro que hablaba sobre una tribu nativa de Nevada que
había escondido un suero en las montañas que podía curar cualquier enfermedad y transformar el
ADN de una persona con la estructura perfecta.
Jonah había asumido que significaba que repararía cualquier daño fisiológico que Apolo les
hubiera hecho a ellos cuando los maldijo.
Tanto ella como Hannah creían que era una imposición, pero Jonah había insistido y desde
hace años hacía viajes de noche al desierto en su búsqueda.
—Jonah no encontró el suero. Se encontró con Coyote, quien le dijo que la leyenda era real y
que si él ayudaba a Coyote a buscar las dos vasijas que lo contenían, Coyote lo compartiría.
Todavía estaban buscándolo cuando… —Pasó una dura mirada sobre Abigail—. Jonah murió. De
todas formas, han estado trabajando juntos durante décadas. Por eso, cuando Coyote llamó a Kurt
y le pidió que reuniera Daimons para matar a un Dark-Hunter, nosotros vinimos.
El corazón de Abigail dejó de latir.
—¿Nosotros?
—Tomé sangre Gallu con Kurt. No quiero matar gente, Abby, pero no quiero morir tampoco.
Me imagino que nadie echará de menos a un demonio.
Agradecida por su compasión y humanidad, Abigail la abrazó.
—Te quiero, hermanita.
—Yo también te quiero. Es por eso que no podía dejar que te mataran. Incluso si estás con el
enemigo. —Hannah sacó una pequeña caja de la chaqueta y apretó un botón.
Jess dejó escapar un suspiro de alivio. Había apagado el inhibidor.
Hannah bajó la cabeza.
—Me siento como si hubiera traicionado a un miembro de la familia por otro.
Abigail negó con la cabeza.
—No has traicionado a Kurt. Él no me quiere muerta, ¿verdad?
—No lo sé. Está muy enfadado y es difícil de decir. Especialmente cuando se trata de Jonah.
Sabes lo unidos que estaban. Pero yo no quiero vivir así. Se necesita mucha energía para odiar.
Prefiero seguir con mi vida que acosar a los demás.
Jess se aclaró la garganta.
—Perdón por interrumpir, pero tenemos que encontrar a Ren.
—Probablemente esté en la cámara inferior.
Abigail arqueó la ceja. Hannah había respondido sin vacilar.
—¿Cuánto tiempo llevas aquí?
—Demasiado. Coyote… —Hannah hizo una pausa como si buscara el adjetivo adecuado
para él.
—¿Qué? —incitó Abigail.
Ella se retorció, como solía hacer cuando era una niña cada vez que pensaba que había hecho
algo por lo que sus padres podrían castigarla.
—Prométeme que no me vas a odiar si te digo algo.
Abigail se quedó helada de terror. ¿Qué era lo que estaba mal ahora?
—¿Decirme el qué?
—Prométemelo primero.
Oh, podría estrangular a su hermana pequeña cuando jugaba a estos juegos estúpidos.
—Está bien. Te lo prometo.
Hannah se lamió los labios y miró a su alrededor con nerviosismo.
—Coyote fue quien mató a tus padres.
La noticia la impactó con la fuerza de unos vientos huracanados y la dejó tambaleando.
—¿Qué?
Ella asintió con la cabeza.
—Quería a tu madre, pero ella no quería tener nada que ver con él. Había acudido a verla
con diversos disfraces y trató de seducirla. No importa lo que hiciera, ella ni lo miraba. Al parecer,
la última vez ella dijo algo que no debería haber dicho, y los mató por ello.
Abigail se quedó pasmada. Lo habría negado, pero todo esto tenía sentido ahora. No había
sido Jess el del espejo. Fue Coyote llevando su piel.
—¿Cómo sabes esto?
—Jonah. Se emborrachó una noche cuando estábamos saliendo y me lo contó todo. Estaba
allí con Coyote cuando lo hizo.
Al parecer era justo lo que había pasado en su casa. Por eso la voz le había resultado tan
familiar a ella.
—Debería habértelo dicho cuando me enteré, pero Kurt y los demás estaban encantados con
la idea de convertirte en su propio Terminator para matar a los maléficos Dark-Hunters. Es de
todo lo que hablaban. Te veían como el arma perfecta contra nuestros enemigos.
Lo triste de todo, es que ella lo había sido.
Y Abigail no sabía que decir a eso. Crudas emociones luchaban dentro de ella. La ira, el odio,
la traición. E incluso el alivio. Al menos por fin sabía la verdad sobre la noche en que sus padres
murieron.
—Gracias, Hannah.
—¿No estás rabiosa?
—No contigo. —Kurt y los otros, podría matarlos a todos ellos.
Por encima de todo, quería la sangre de Coyote. Esa necesidad era tan acuciante que hervía
por dentro como un volcán.
—Ey, ¿Jess?
Jess se volvió hacia Sasha.
—¿Sí?
Señaló a Abigail.
Jess la miró, entonces realmente saltó cuando vio su apariencia.
Joder. Apenas parecía humana en estos momentos.
De hecho, los tres dieron un paso atrás al ver sus ojos. No eran solo de color rojo. Tenían
franjas de color naranja entrelazadas atravesándolos.
Sus dientes se alargaron y había un aura maldita a su alrededor que transmitía que estaba a
punto de activarse.
Jess se acercó a ella despacio. Cualquier movimiento repentino podría hacer que le
destripara.
—¿Nena?
Abigail le puso la mano en el pecho para que dejara de acercarse.
—Esta vez no, Jess. —Su voz sonaba como si reverberaba—. Quiero la sangre de Coyote y no
me detendré.
Normalmente, la habría detenido de todos modos. ¿Pero sabes qué?
La venganza es una zorra y está sobrecargada. Si ella quería arrancarle la cabeza a Coyote y
jugar al baloncesto con ella, él traería la canasta.
—Te apoyaré, Abs.
Sasha retorció el gesto.
—Vas a hacer que la apoye yo también, ¿no?
Le ofreció una mirada jocosa al lobo.
—¿Quieres vivir?
—Algunos días. —Sasha dejo escapar un gemido largo y cansino—. Está bien. Seguiré
aunque me cuesta la vida, y mejor que no.
Cuando Abigail se encaminó hacia la cámara inferior, Hanna se colocó en la fila para ir con
ellos.
En cuanto Abigail se dio cuenta de que se deslizaba detrás de Sasha, la detuvo.
—Quiero que te mantengas al margen.
Hannah frunció el ceño.
—No lo entiendo.
—Si alguien ve que ayudas a un Dark-Hunter…
—Estoy ayudando a mi hermana.
La oferta conmovió a Abigail. Pero sabía exactamente que tipo de repercusiones tendría
Hannah. De todos y cada uno.
—Harán de tu vida un infierno, e incluso te expulsarían de la comunidad.
Hannah suspiró.
—Está bien. Cuídate. —Era una frase de la chica de su película favorita, Pretty Woman.
Abigail la abrazó otra vez.
—Cuídate. —Entonces soltó a su hermana y accedió a la parte que todavía era extraña y
aterradora.
El demonio.
Jess intercambió una mueca cautelosa con Sasha. Al vaquero de la vieja escuela en él no le
gustaba dar a una mujer tan pequeña la iniciativa en algo tan peligroso. Su deber consistía en
proteger a la mujer que amaba. No ponerla en la línea de fuego.
Pero sabía que si decía eso en voz alta, ella se haría una joya con sus muchachos y le haría
pagar una eternidad por su forma machista. Así que se mordió la lengua, pero se mantuvo
vigilante en lo que a ella concernía.
Si alguien venía a por ella, iba a responder ante él.
Y los destriparía por ello.
No sabía como ella lo hizo, pero fue directamente a donde Coyote retenía a Ren como si
hubiera vivido aquí durante años.
Jess se estremeció cuando vio la celda donde Ren estaba atado a una barra de metal. Coyote
le había puesto unas bobinas de Tesla que enviaba descarga tras descarga sobre Renegade, que
gritaba cuando lo golpeaban.
Sí, ese era el inconveniente de ser inmortal. Si alguien quería torturarte, no podías morir para
escapar de ella.
Jess abrió la boca para preguntar a Abigail cual era su plan, pero no tuvo la oportunidad. Su
exaltada mujer irrumpió en el espacio de trabajo de Coyote y sin preámbulos agarró al antiguo por
la garganta. Cuando Coyote se revolvió para luchar, le propinó un revés tan fuerte que melló la
pared.
Recuérdame no hacerla enojar.
Jess se abalanzó para apagar el suministro eléctrico en la celda de Ren y detener el dolor de
las descargas.
Sasha se alejó del conmutador y del espacio.
—No me electrifiques, hombre. —Esto tenía consecuencias realmente desagradables para los
Were-Hunters.
—Controla a Ren.
Sasha resopló.
—¿En el cubículo electrificado? ¿Qué clase de psicópata eres?
—Sasha…
Mostró los dientes en un gesto puramente canino de desafío.
—Está bien. Me sorprendes, es mejor comprobar los zapatos antes de ponérselos. —Se fue a
obedecer.
Jess se apresuró a mirar a Abigail limpiar el suelo con Coyote.
—¿Cómo pudiste matar a mi madre? ¡Hijo de puta! —Golpeó la cabeza contra el suelo en
varias ocasiones.
Coyote se retorció y la lanzó por los aires.
—Sólo quería que ella me amara.
—¿Así que la mataste cuando no lo hizo? Eso no es amor. Estás enfermo.
Coyote lanzó una patada a través de la cámara.
—No te atrevas a darme lecciones. Pensé que su alma era la tuya. Tú. Tú eres quien me
traicionó.
—No tengo ningún recuerdo de ti, y estoy agradecida por ello.
La furia en sus ojos era abrasadora.
—No puedes matarme.
Abigail miró hacia donde Sasha estaba ayudando a Ren.
—La tortura me vale. Además, ya he matado a un Guardián. ¿Qué es uno más?
Él empujo la mesa de laboratorio hacia ella.
Abigail la atrapó y la envió volando de vuelta a su cabeza.
Jess abrió los ojos desmesuradamente, pero sabiamente se mantuvo apartado.
—Eres un animal —gruñó ella—. No has hecho más que destruir a todos los que te rodean.
—¿Yo? —preguntó indignado Coyote—. Yo no soy el animal. —Miró airadamente a Ren—.
Es él.
Abigail se sacó un cuchillo de la bota.
—Sí, bueno, donde yo llamo hogar, sacrificamos a los animales rabiosos.
Snake entró en la estancia al mismo tiempo que Coyote corría.
Todo lo que Abigail podía ver era al asesino de su madre alejándose. Sin pensarlo dos veces,
lanzó el cuchillo hacia la espalda que huía.
Un segundo estaba allí.
Al siguiente, había cambiado de posición con Snake, al igual que había hecho con Ren. El
cuchillo se clavó directamente en el corazón de Snake.
¡No!
Snake palideció mientras miraba hacia abajo y veía el cuchillo sobresaliendo de su pecho.
Con dificultades respiratorias, le ofreció una mirada tan triste y patética que se le retorció el
corazón.
—Lo siento mucho.
Él dijo algo en un idioma que ella no entendió, luego cayó al suelo. Abigail corrió hacia él
con Jess un paso por detrás.
—No te mueras, Snake. Te podemos ayudar. —Miró a Jess—. ¿No podemos?
Pero ya era demasiado tarde. Sus ojos se opacaron y su último aliento lo abandonó.
Abigail se cubrió los ojos cuando el horror le rasgó atravesándola.
—Pensé que los Guardianes eran inmortales. ¿Cómo he podido matar a otro?
—Ellos no mueren por causas naturales. —Solo antinaturales.
Ella apretó los dientes con frustración.
Sasha condujo a Ren hasta ellos. Ren se desplomó en el suelo y se apoyó contra la pared.
—No fue culpa tuya, Abigail. Confía en mí. Me mató de la misma manera. Coyote es un
tramposo. Es lo que hace.
Jess gruñó cuando su propia sed de venganza lo abrumó.
—Lo encontraremos.
Ren negó con la cabeza.
—No. No lo harás. Durante un tiempo. No hasta Reiniciar el Fin de los Tiempos. Estará en la
clandestinidad ahora. Tramando alguna manera para conseguir recuperar a Butterfly.
—No le dejaré.
—Lo sé, pero no le impedirá intentarlo. —Ren metió la mano en el bolsillo y sacó un collar.
Se lo entregó a Abigail.
El corazón le latió con fuerza al ver el collar que Jess le había dado a su madre el día de su
muerte.
—¿De dónde lo sacaste?
—Se lo arranqué del cuello a Coyote, mientras estábamos luchando. Creía que lo querrías
recuperar.
Ella asintió con la cabeza mientras lo apretaba contra el pecho.
—Gracias.
—Diría que no hay problema, pero en realidad lo hay. —Ren dejó escapar un largo suspiro y
cerró los ojos.
Jess maldijo.
Abigail tenía demasiado miedo de preguntar.
—¿Qué?
—Es el amanecer —dijo en sintonía con Ren.
Jess suspiró.
—Hemos pasado el plazo de la ofrenda.
Abigail gimió al oír las temibles palabras.
—¿Qué hacemos ahora?
Para su consternación, tanto Jess como Ren comenzaron a reír.
Jess la apretó contra él.
—Haremos lo que siempre hemos hecho. Nosotros protegemos…
—Y luchamos —terminó Ren—. Pero sólo después de una siesta, preferentemente lejos de la
electricidad y la luz del día.
Sasha le ayudó a levantarse.
—Vamos, jodido Dark-Hunter. —Miró a Abigail—. Cogeré a este y tú te encargas del tuyo.
—Trato hecho.
Ella vio como Sasha y Ren se alejaban cojeando. Luego se volvió hacia Jess.
—¿Se acabó?
—Por ahora. Has detenido el primer Apocalipsis. Deberías estar orgullosa.
—Estoy demasiado cansada para sentirme orgullosa.
Él se echó a reír.
—Conozco ese sentimiento. —Sacó el teléfono del bolsillo y llamó a su Escudero.
Abigail se quedó en silencio mientras escuchaba a Jess gestionar un regreso a casa para ellos
en algo que no los haría estallar en llamas. Por lo que escuchó, Andy no estaba dispuesto a
trasportarlos a ningún lugar ya que todavía estaba dolido por su destrozado Audi.
Después de unos minutos de pedir cortésmente y luego amenazar a su Escudero con
lesionarlo, Jess colgó el teléfono.
—Andy estará aquí en cualquier momento.
Sí, claro… Ella podía ver a Andy tomándose su tiempo para llegar aquí y quejándose a cada
centímetro del camino. Tendría suerte si no los dejaba morir de hambre antes de que él llegara.
La mirada de Jess pasó más allá de ella para ver algo que hizo que su mandíbula se aflojara.
El estómago se le contrajo por el temor. ¿Qué tan grave es esta vez? Más concretamente,
¿cuántas cosas estaban a punto de atacarlos?
No del todo preparada para otra ronda, se volvió para encontrar…
Su propia mandíbula golpeó el suelo.
¿Este era Choo Co La Tah? Atrás quedó el anciano y en su lugar estaba la versión más joven
que había visto en las visiones del pasado. Era extraño que no hubiera notado el hombre tan guapo
que había sido. Llevaba el pelo negro largo y suelto sobre los hombros y caminaba con la
arrogancia de un depredador.
Este era un guerrero en la flor de su juventud y ese hecho era evidente en todos los músculos
abultados y sobre todo en una postura que indicaba que podía matar en un instante.
Jess se puso entre ellos como para protegerla.
Choo Co La Tah sonrió.
—Retírate, Jess. No estoy aquí para haceros daño a ninguno de los dos. —Extendió las manos
a los lados para demostrar sus intenciones—. Sin embargo, tengo que decir “gracias” a nuestra
Butterfly.
Abigail frunció el ceño.
—¿Cómo?
—Al parecer no nos pasamos del plazo que nos temíamos. Cuando nos atacaron antes y me
protegiste, perdiste algo de sangre en el suelo de la cueva. A causa de ello los sellos todavía siguen
intactos.
No estaba segura de si estar agradecida o indignada con él. Un día, tendrían que hacer algo
con la inclinación de Choo Co La Tah por retener detalles importantes.
—¿Esa era la ofrenda que se tenía que hacer?
Él asintió con la cabeza.
—También me devolvió la salud y la juventud. Por eso, queridos míos, os ofrezco una deuda
de rotunda gratitud. No me he sentido tan fuerte durante siglos.
Jess se hizo a un lado mientras ella avanzaba para mirar al ancestral Guardián con respeto.
—No lo entiendo —dijo Jess arrastrando las palabras—. ¿Por qué tú y Old Bear envejecisteis
mientras que Snake ni Coyote lo hacen?
Choo Co La Tah bajó los brazos.
—Se necesita mucha energía para no ceder ante El Oscuro al que ellos decidieron servir.
Luchar contra él y permanecer fiel a nuestras obligaciones se cobra su tributo. Es otra razón por la
que nuestros puestos son finitos. Sólo tienes tiempo de contenerlos antes de que el cuerpo se
desgate y te deje indefenso. —Arrastró la mirada hasta donde Snake yacía muerto en el suelo. Un
profundo dolor destelló en sus ojos oscuros—. Has sido un tonto, amigo mío. Nunca saliste del
mal camino y de veras que lo siento. Que tu alma encuentre la paz que tu cuerpo no pudo. —Miró
de nuevo a Abigail—. Puedes apartar el temor, hija. Lo detecto, incluso desde aquí. Los antiguos
jamás te responsabilizarán de la muerte de Old Bear ni la de Snake.
Sus palabras la confundieron.
—No lo entiendo. Tú dijiste…
—Insinué y tú dedujiste. Eras simplemente la herramienta que Coyote utilizó para sus
propios fines. Los antiguos son capaces de ver más allá del acontecimiento para detectar las causas
verdaderas y la ejecución. Las cuales conducen a Coyote, a sus acciones y su codicia. Tal como yo
traté de usarte a ti y a Sundown para atraerlo al Valle para que pudiéramos atraparlo. Sabía que él
te seguiría. Pero lamentablemente, él escapó otra vez.
—Podemos seguirle una vez que se ponga el sol —ofreció Jess.
Choo Co La Tah suspiró.
—No lo encontraremos. Es inteligente así que se esconderá para lamerse las heridas y
planear su próximo movimiento.
Abigail sintió un hormigueo de esperanza por dentro ante sus palabras mientras se le ocurría
otra idea.
—¿No se ha restaurado el equilibrio ahora que Snake está muerto?
—En teoría.
Ella no se preocupó por su tono de voz que le decía que nunca sería tan fácil.
—¿Teoría?
Choo Co La Tah se quedó en silencio durante un rato como si estuviera pensando en la mejor
manera de responder.
—El equilibrio es una cosa delicada. Aunque Coyote y yo podemos contenernos el uno al
otro, todavía nos faltan dos Guardianes. Las vasijas no están abiertas, pero sus sellos están
debilitados por la muerte de sus Guardianes. La Vidente del Viento podría liberarse de vez en
cuando para perseguir al Espíritu Gris ella sola. Si se uniera a él, derramarían un infierno
apocalíptico que impresionaría incluso a Sasha.
Genial. Pero ella no estaba dispuesta a renunciar.
—¿Y Jess y Ren? Ellos eran los Guardianes originales, ¿cierto? ¿No pueden tomar cartas en el
asunto y sustituir a Old Bear y Snake?
Él negó con la cabeza.
—Hasta la Reiniciación, no se permite nombrar a nuevos Guardianes.
Jess frunció el ceño.
—Ren me dijo antes que las acciones de Coyote habían provocado que se acelerase.
—Lo han hecho. Y tendremos que oponernos con fuerza contra él para evitar que el Oscuro
reine durante el próximo ciclo.
—Estoy listo —dijo Jess con convicción.
Choo Co La Tah sonrió.
—Aunque lo aprecio, el último capítulo no lo escribirás tú.
—¿Qué quieres decir?
—Esto es ahora entre Ren y su hermano. Su obligación consiste en detenerlo antes de que
reclame a Butterfly y contamine su linaje. Tú lo has hecho e impediste que reclamara la magia de
Old Bear.
Abigail estaba aún más confundida por sus palabras.
—Me contamine, ¿cómo?
—El pueblo de Butterfly fueron los Guardianes del alma. Nacieron del Pálido, mientras que
el Coyote y Cuervo son del Oscuro que cubre el alma y la convierten al mal. Aunque ellos, como
todos nosotros, se sintieron atraídos por la magia y la belleza de Butterfly, jamás fue suya para
poseerla. Butterfly puede ser capturada, pero nunca reclamada. Su amor es un regalo que sólo ella
puede otorgar a su escogido. —Señaló los petroglifos en la pared donde había una mariposa
volando en torno a un búfalo blanco—. Los Buffalos eran los guerreros más fuertes alguna vez
conocidos. Intuitivos. Descarados. Ellos eran muy valientes. Su trabajo consistía en proteger a todo
el pueblo, especialmente a los guardianes de nuestras almas. Es por eso que los dos siempre os
sentisteis atraídos, estabais destinados a unir las dos líneas de sangre. Pero en la primera vida,
Butterfly era demasiado débil para permanecer con Buffalo. Tenía que aprender a luchar por ella
misma. Para alzarse y que el mundo supiera que no tenía miedo. —Se giró hacia Jess—. Buffalo era
arrogante y egocéntrico. Tuvo que aprender a poner a Butterfly por delante de sí mismo y darse
cuenta de que ella era la parte más vital de él —hizo una pausa—. Los dos lo habéis logrado.
Entendéis que aunque sois fuertes por vuestra cuenta, lo sois mucho más juntos. Siempre y cuando
estéis unidos, nadie puede destruiros.
Abigail tragó saliva.
—Todavía estamos malditos.
—Sí y no. Vosotros dos os habéis enfrentado a Coyote por encima de su mal y tú ya no tienes
sangre humana en ti. La maldición de Coyote sólo era efectiva siempre y cuando fueras humana.
Lamentaba seriamente aquella decisión. Si tan sólo ella pudiera volver…
—¿Qué pasa con el demonio dentro de mí?
—Tú lo controlas, y tienes a Jess para que te ayude.
Lo hacía sonar más fácil de lo que era. Incluso ahora podía sentirlo dentro de ella, salivando.
Quería alimentarse y era difícil negar el deseo.
—Pero cuando quiere comer… ¿Qué debo hacer entonces?
—Harás lo que todos nosotros hacemos cuando el mal llama. Luchas, lo sometes y lo vences.
Eres lo suficientemente fuerte como para tener éxito. Lo sé.
No estaba segura de que le gustara la respuesta.
Choo Co La Tah acortó la distancia entre ellos y les tomó las manos entre las suyas.
—El pueblo de Buffalo tenía un dicho. Hay un propósito en todas las cosas sin importar lo
arbitrario que parezcan. La Madre Fortuna está siempre vigilando y siempre trabaja para
ayudarnos. —Miró a Jess—. Tú madre fue la última de su pueblo. Ella sabía que Coyote te quería y
es por lo qué ella nunca le dijo quien eras realmente. Te ocultó tu verdadero linaje y se casó con tu
padre, esperando que tu estirpe pasara desapercibida y te diera oportunidad de luchar para
cumplir tu destino. —Apretó sus manos—. Lo consiguió y por el sacrificio de tu madre, te
convertiste en lo que tenías que ser. Es por lo que estuviste realmente cerca de casarte con tu
Butterfly entonces. Lamentablemente, ella no había cambiado lo suficiente. Matilda era demasiado
débil para acompañarte. —Conectó con Abigail—. Ahora ya está lista.
Él junto sus manos entre las suyas.
—A pesar de todos los enemigos que quieren destruiros, vosotros dos os habéis reunido otra
vez. Como Tsalagi diría, el futuro es el camino que vosotros decidáis seguir. El viaje que hagáis
hasta él. Los dos habéis llegado muy lejos en esta vida y las anteriores. Yo sé que esta vez tendréis
la vida que siempre habéis soñado. —Apretó sus manos y luego los liberó—. Ahora tengo que ir a
descansar. La lucha entre el Oscuro y el Pálido está sobre nosotros. Vamos a necesitar de todas
nuestras fuerzas para la batalla que se avecina. —Con esas palabras desapareció.
Abigail se quedó allí durante varios latidos de corazón, asumiendo todo lo que había
sucedido. No sabía lo que le deparaba el futuro y la aterraba. Para una mujer que había tenido toda
la vida trazada, tenía miedo de estar aquí sin ninguna ruta clara a seguir. Había elegido el camino
equivocado tantas veces que no estaba segura de confiar ya en sus instintos.
Pero confiaba en Jess.
Miró las manos unidas. ¿Quién lo hubiera pensado? Mientras buscaba a su enemigo, había
encontrado a su mejor amigo.
—Entonces, ¿dónde nos deja esto?
Jess se congeló en una palabra que no había pensado en mucho tiempo.
Nos. Dos seres unidos.
Por primera vez en más de un siglo, no estaba solo.
Miró los delicados huesos de sus dedos. La forma en que su toque lo caldeaba. Era una
sensación, que no quería volver a perder jamás.
—Espero que nos deje juntos.
—¿Es eso lo que quieres?
—Absolutamente. —¿Cómo podía dudarlo ella?—. Cásate conmigo, Abigail y te juro que
esta vez, con maldición o sin ella, llegaré a ese maldito altar. Incluso si tengo que arrastrar al diablo
conmigo para estar allí a tiempo.
Ella le ofreció una sonrisa.
—Definitivamente me casaré contigo, Sundown Brady. Y esta vez, mataré a cualquiera que
trate de impedir que llegues a ese altar.
Él se inclinó y le dio el beso más dulce de su vida. Y cuando él se apartó, los labios todavía le
ardían.
—Así que dime… —le susurró—. ¿Qué hacemos para liberarte del servicio a Artemisa?

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