V'Aidan se despertó con un agudo chillido que sintió como si le rompiera los tímpanos.
Gimió ante el terrible sonido mientras Erin se movía encima de él.
—¿Qué es eso? —preguntó.
—Mi despertador —dijo ella, levantándose de él para precipitarse a su dormitorio.
No fue hasta su vuelta que ambos comprendieron qué había pasado.
Nada.
—¿Tuviste algún sueño? —preguntó él.
Ella sacudió su cabeza. —¿Tu?
—No —dijo él, sonriendo.
—Tú crees…
Su sonrisa se apagó. —No. Ellos pueden encontrarnos. Tarde o temprano, lo harán.
Erin cerró sus ojos y maldijo al pensar en eso. —Tal vez ellos no se tomarán la molestia —. Ella vio la duda en los ojos de V'Aidan.
Queriendo animar su hosco humor, ella tiró de sus brazos para que se levantara. —Vamos. Tomemos una ducha y luego llamaré para avisar que estoy enferma para ir a trabajar.
—No puedes. ¿Y si te despiden?
Ella se encogió de hombros. —Encontraré otro trabajo.
Él sacudió su cabeza. —Eres asombrosa.
Ella le sonrió.
Erin llamó al trabajo sólo para que le recordaran que el informe de comercialización había estado previsto para el viernes, y que ella se había olvidado al quedarse dormida.
—La reunión es al mediodía —le dijo John.
—Bien, estoy yendo para allá con él.
—¿Algo está mal? —preguntó V'Aidan cuando colgó el teléfono.
Ella sacudió su cabeza. —Tengo que llevar algo a la oficina. ¿Quieres venir conmigo?
—Seguro.
Ellos no hablaron mucho mientras ella conducía a través de la ciudad. V'Aidan sostuvo su mano todo el tiempo y Erin tuvo que admitir que le gustó la fuerza de su mano enlazada a la suya.
Una vez que ellos llegaron al edificio, Erin condujo a V'Aidan por el laberinto donde estaba su cubículo. Él observó el ajetreo y alboroto de una corporación con una mirada desapasionada.
Erin fue a la oficina de John, sólo para encontrarla vacía.
Con V'Aidan directamente detrás de ella, dejó caer el informe en la bandeja de entrada de John, luego giró para marcharse.
Chrissy estaba en la entrada con Rick Sword detrás de ella. Los dos dieron un paso entrando en la oficina y cerraron la puerta.
Erin oyó la maldición de V'Aidan.
¿Qué demonios estaba pasando?
—¿Qué están haciendo aquí? —preguntó V'Aidan, su voz llena de cólera.
—Esperando por ti —. Chrissy dio un paso, rodeándolos y cerró las persianas. — ¿Tu no nos desafiarás a luchar en su lugar de trabajo, verdad, V'Aidan? Todo lo que tenemos que hacer es hacernos invisibles a la gente y ellos no verán u oirán nada de esto excepto a ella. Y ella será encerrada en un asilo en cuanto nos hayamos ido.
Erin todavía no entendía que estaba pasando. Pero tenía el mal presentimiento de que había sido engañada desde el principio de todo esto.
Si V'Aidan podía ser real, entonces ellos también podían serlo.
—¿Qué es esto? —exigió Erin.
Los ojos de Chrissy se volvieron amarillos y fue entonces cuando Erin supo la verdad.
Chrissy era la mujer-serpiente de sus pesadillas.
—No te metas en esto, humana —dijo Rick. —Trataremos contigo después de que terminemos con él.
V'Aidan empujó a Erin detrás de él.
—Que dulce —. El tono de Chrissy fue de burla. —Uno pensaría que eres un Oneroi por el modo en que la mimas.
—Él es Oneroi —disparó Erin en respuesta, su cuerpo entero temblando de pánico. ¿Cómo podrían ella y V'Aidan luchar aquí? ¿Así?
Rick se rió de sus palabras. —¿Esa es la mentira que le has dicho?
V'Aidan contuvo el aliento. Él no quería que ella averiguara eso. —Erin, yo… —. Sus palabras vacilaron cuando él se dio vuelta para ver la confusión pintada en su cara.
Él no quiso decirle la verdad. No quería ser lo que era nunca más. Ella le había mostrado algo mejor y él no quería volver a ser lo que había sido.
—¿Qué quiso decir? —preguntó Erin.
—Él es tu dragón —dijo Krysti'Ana despiadadamente. —Con el que luché la primera noche que nosotros nos encontramos en tus sueños.
—No —. Erin sacudió su cabeza. —Es una mentira. V'Aidan, dime que es una mentira.
Él quería, pero no pudo. Había mentido tantas veces que no debería haberle importado. Pero le importaba.
—Soy un Skotos, Erin.
Sus ojos se llenaron de lágrimas. —¡Eras tu! ¿Tú, el que me aterrorizaba tanto que no podía dormir? Tú el que me perseguía y... y… —. Ella ni siquiera podía comenzar a recordar la tortura que él le había hecho vivir esas pocas primeras semanas. Ella había pensado que estaba enloqueciendo. —¿Por qué me hiciste pensar que eras un Oneroi? ¿Sólo para poder alimentarte de mí?
—Al principio, sólo deseaba alejarte de Krysti'Ana. Yo sabía que no irías con el dragón, entonces me presenté ante ti como un hombre. Y luego, más tarde… —. Su voz se desvaneció mientras sus ojos se apagaban.
—Me mentiste.
—Lo sé.
Ella se alejó de él. La agonía en sus ojos lo laceró.
V'Aidan apretó sus dientes mientras la pena lo llenaba. —Te necesitaba, Erin. Y yo no sabía como más mantenerte conmigo —. Se estiró hacia ella.
Ella se encogió y el gesto lo atravesó. Ella no deseaba que la tocara.
Como todos los demás, ella, también, lo rechazaba.
El dolor de la traición sobre su rostro lo hizo sentir más bajo que cualquiera de los insultos que los demás alguna vez le hubieran dirigido.
—Yo debería haberlo sabido —susurró ella, —alguien como el que tu fingiste ser realmente nunca hubiera deseado a alguien como yo.
V'Aidan se estremeció ante el dolor de su voz. —Erin, no digas eso. Eres la persona más maravillosa que alguna vez ha existido.
—¿Esta es otra de tus mentiras?
V'Aidan cerró sus ojos. No había nada que él pudiera decir para arreglar esto. Él se había equivocado desde el principio.
Todo el que podía hacer ahora era asegurarse que ningún otro de su clase le hiciera daño.
—¡M'Ordant! —llamó, convocando a su hermano.
El Oneroi apareció entre Krysti'Ana y Rick Sword.
V'Aidan suspiró. —Iré con ellos tranquilamente si tú los mantienes alejados de ella.
—¿Es mi trabajo, no?
V'Aidan cabeceó. Ese era el trabajo del Oneroi, ayudar. El trabajo del Skotos era usar y destruir.
Él se dio vuelta para mirar a Erin, pero ella se negó a encontrar su mirada. A juzgar por las lágrimas contra las que ella luchaba, se diría que había hecho su trabajo muy bien esta vez.
Su última visión de ella fue cuando M'Ordant pasó su brazo alrededor de ella del modo que él anhelaba.
Krysti'Ana y Rick Sword lo agarraron para llevarlo a casa.
—Lo siento, Erin —susurró V'Aidan mientras ellos destellaban del reino humano al suyo. —Lo siento mucho.
Erin no se movió. Sabía que V'Aidan se había ido. Ella había oído la sinceridad en su disculpa cuando él desapareció. Pero por dentro ella estaba en carne viva. Cruda traición. Ella seguía viendo al horrible dragón. Sintiendo las garras escamosas sobre ella.
¿Cómo eso podía ser el mismo hombre que había hecho el amor con ella? ¿El mismo hombre que la había hecho amarlo?
La traición de eso laceró su corazón. ¿Por qué? ¿Por qué la había hecho creer en él?
—No entiendo nada de esto —dijo ella a M'Ordant.
—Shh —dijo él, apartando el pelo de su cara. —Krysti'Ana y Rick Sword te querían para ellos, pero V'Aidan te tuvo primero. Cuando ella averiguó que él te había sacado, estaba lívida.
—¿Pero cómo me encontró él?
—Algo en tu subconsciente llamaba por él. Se suponía que te daría una sola pesadilla y seguiría adelante, pero no lo hizo.
—¿Y Chrissy?
—Cuando ella no pudo alejarte de él, llamó a su compañero, a Rick Sword. Fui alertado poco después para protegerte. Le dije a V'Aidan que te dejara. Él se negó.
Su cabeza flotaba con la información de M'Ordant y por el miedo y dolor dentro de ella. —¿Por qué se negó a abandonarme?
—No lo sé. Supongo que por lo que él es. El Skoti absorbe las esperanzas y sueños de otros. Supongo que él quiso jugar al héroe contigo. Fortaleciéndote, él podía hacerte más daño.
Erin se sintió tan tonta. Tan traicionada. ¿Cómo podía haber estado tan ciega?
Los ojos, pensó con un sobresalto. Ella debería haber comprendido que los ojos eran del mismo color.
¿Estaba realmente tan desesperada por un héroe que aceptaría a un demonio disfrazado?
De pronto, se sintió enferma.
Afligida, se dirigió a casa, queriendo olvidar que alguna vez había oído de V'Aidan.
Erin se sentó sola el resto del día, pensando, recordando.
—Tu deberías ser escritora —. La voz amable de V'Aidan se repetía en su cabeza.
No era al demonio el que ella recordaba mientras se sentaba sobre su sofá, apretando una almohada por el medio; era al hombre. Y mientras se sentaba sola en su departamento, comprendió que nunca lo vería otra vez.
Nunca poder compartir su día o sus pensamientos.
Más que nada, ya no podría contarle sus sueños. V'Aidan podría haber empezado para alimentarse de ella, pero en el final le había dado mucho más.
Había sido su amigo tanto como su amante.
La pérdida la atravesó.
¿Pero qué podía hacer? Él estaba de vuelta en su mundo y ella estaba en el suyo. Estaba terminado.
No había nada más.
Al final, el Skotos había ganado después de todo. V'Aidan había agotado toda su felicidad, todas sus esperanzas, todos sus sueños. Lo que quedaba era una cáscara de dolor, vacía que no quería nada más de este mundo o el otro.
Cuando los días fueron pasando, el dolor de la traición comenzó a disminuir y Erin recordó más de sus sueños.
Cuanto más recordaba, más quería ver a V'Aidan una última vez. ¿Ella podría haber sido tan estúpida de dejarlo a él hacer una completa tonta de ella?
Ella no lo creía.
V'Aidan no era cruel. Había visto cosas en él que desafiaba lo que sabía que él era. Sus palabras volvieron a ella. Palabras de protección. Le había enseñado a liberar su creatividad para mantener lejos al Skoti.
Y ahí en el final…
—Iré con ellos tranquilamente si tú los mantienes lejos de ella.
No, esas no eran las palabras de un monstruo. Esas eran las palabras de un hombre que se preocupó más por su seguridad que por la propia. Ese hombre, a pesar de lo que M'Ordant le había dicho, no era completamente malvado.
Desesperada, Erin se fue a dormir, intentando encontrar a V'Aidan otra vez. No funcionó.
Erin se despertó en medio de la noche, aterrorizada. ¿Dónde estaba V'Aidan y por qué no venía a ella?
Por más de una semana intentó todo lo que podía pensar para alcanzar a V'Aidan. Nada funcionó. Y con cada día que pasaba, ella sufría más.
Tenía que haber algún modo de ponerse en contacto con él.
Desalentada y afligida, Erin se sentó en su escritorio, aturdida. Apenas había dormido en días y estaba muy fatigada.
—V'Aidan —susurró. —¿Por qué no me hablas más?
—Erin —dijo John desde la puerta. —A mi oficina. Ahora.
Por el tono de su voz calculó que estaba en un problema serio. Sin duda él iba a despedirla por faltar tanto al trabajo.
¿Qué le importaba, de todos modos? En este punto, sólo se dejaba llevar por la vida. Nada era importante para ella ahora. Había perdido la única cosa que le dio significado a su vida. Al único que había creído en ella.
Deprimida, se levantó y caminó la corta distancia a la oficina de John.
—Cierra la puerta. Siéntate.
Ella hizo lo que él ordenó.
Él se sentó ahí, durante varios minutos, bebiendo a sorbos su café, leyendo su correo electrónico.
Ella se preguntó si él la habría olvidado. Entonces se dio vuelta, bajó sus anteojos por el puente de su nariz, y la miró fijamente. —¿Es horrible, verdad?
—¿Qué?
—Amar a un inmortal.
Erin tuvo el impulso repentino de limpiarse a fondo sus oídos. —¿Perdón?
—Oh, vamos, no juegues a la inocente conmigo. ¿Por qué piensas que Chrissy trabajaba aquí? —. Él señaló el tatuaje de un delfín sobre su antebrazo izquierdo. —Soy un oráculo para los dioses griegos. Que es por lo que estoy tan malditamente cansado e irritable todo el tiempo. Ellos tienen el hábito más molesto de interrumpir cuando uno menos lo espera —. Él suspiró con indignación. —Al menos ellos podrían hacer que me pagaran, pero oh no, fui lo suficientemente afortunado para haber nacido así. Y las ventajas… —él resopló. —No duermo, no cobro, ninguna paz. Tengo que amarlo.
Ella no hizo caso de su diatriba. —Entonces, ¿eres como el Oráculo de Delphos? Creía que eran todas mujeres.
—Esos oráculos particularmente lo son, pero no todos somos hembras. Obviamente. Somos simplemente canales humanos a varios dioses.
Totalmente confundida, ella lo miró fijamente, preguntándose si tal vez esto era un sueño también, o si el Gran Jefe se había vuelto, él, loco. Algo no estaba bien, por lo menos.
—Bien, entonces eres un oráculo. ¿Quieres decirme por qué empleaste a Chrissy si sabías que ella era un monstruo chupa-sueños?
Él se encogió de hombros. —Ella es un dios y no tengo opción excepto servirla. Ella quería una posibilidad de alcanzar objetivos humanos. Simplemente le proporcioné una cubierta segura.
—¿Tu me vendiste?
—No —dijo él, su mirada severa volviéndose amable. —No se suponía que ellos te agotaran como lo hizo V'Aidan. Confía en mí. Lo que él hizo estuvo mal. Y puedes descansar segura de que él está siendo adecuadamente castigado por ello.
Su corazón se paró ante el amenazante tono de su voz. —¿Castigado cómo?
—¿De qué te preocupas? —preguntó él, volviendo a subir sus anteojos por su nariz. —Te has librado de él. ¿Correcto? No más Skoti en tus sueños. Tienes tu vida otra vez.
—Quiero saber —. No, ella tenía que saber qué le había pasado.
John tomó un trago de café. —¿Por qué?, ellos lo enviaron a Tartarus, por supuesto.
Erin no entendió el término, y en ese momento deseó haber prestado más atención en la escuela. —¿Es eso como una cárcel?
—Oh, no, querida. Es el infierno. Ellos lo mataron al minuto que lo llevaron a su reino.
Erin no podía respirar mientras las lágrimas llenaban sus ojos. El peso en su pecho era insoportable. Eso no era verdad. Eso no podía ser verdad. —¿Ellos lo mataron?
—¿No lo sabías? —preguntó él simplemente. —¿Él no te dijo lo que ellos iban a hacerle? V'Aidan nunca fue de los que jugaban según las reglas. Ya le habían prohibido hace siglos que tomara forma humana y había sido desterrado de este reino.
—¿Por qué?
—Por que él fingía ser humano. Se supone que un Skoti no tiene ningún tipo de creatividad propia. No se supone que deseen el amor. No se supone que quieran algo más que una sola noche de paseo por los sueños, saltando de una persona a la siguiente. Él se había comportado durante siglos, hasta que te encontró. Incluso después de que ellos le quitaron toda la piel de su cuerpo inmortal, él no pudo estar lejos de ti.
John suspiró. —Hypnos ya había prohibido sus poderes de transformación, entonces decidió que no había nada más que hacer con él. Y ya que V'Aidan no lo obedecería, ellos le enviaron a Tartarus por toda la eternidad.
—Pero él no me hizo daño. No realmente.
—¿No lo hizo? Tú luces horrible desde aquí. Has estado llorando por meses. Y juro que has perdido al menos cinco kilos desde que todo esto comenzó.
—Eso no es su culpa.
—¿No?
—No. No quiero que él sufra debido a mí.
Con su mirada buscando la suya, John sacó un sobre de su cajón del escritorio y se lo dio.
—¿Qué es esto?
—Ábrelo.
Frunciendo el ceño, Erin hizo lo que dijo y vio las tres fotos de ella y V'Aidan en la feria. Su mano tembló mientras la pena y la agonía se arremolinaban en su corazón. —¿Dónde conseguiste esto?
—M'Ordant te los envía. Él pensó que podría gustarte tenerlas como recuerdo.
Ella miró fijamente la hermosa cara de V'Aidan. El amor en sus ojos.
—Tengo que verlo —insistió ella.
John sacudió su cabeza y suspiró otra vez. —Bien, me temo que es demasiado tarde ahora.
—No puede ser. Por favor. Tengo que verlo otra vez. Por favor, dime que hay algún modo en que puedo alcanzarlo.
John estrechó los ojos y le lanzó una intensa mirada. —Eso depende de si tú realmente lo amas o no.
Erin todavía no podía creer lo que ella estaba haciendo. Había permitido a John a tele-transportarla al Inframundo, donde le había dicho que M'Ordant estaría esperando para guiarla a V'Aidan.
No es que ella realmente creyera en el Inframundo, pero en este punto…
M'Ordant se materializó delante de ella. —¿Estás segura sobre esto?
—Sí.
Asintiendo, la condujo por una profunda y oscura caverna, que le recordó mucho a la que V'Aidan había usado para atormentarla. Ellos anduvieron por lo que parecieron millas antes de llegar a una pequeña cueva.
Una luz estaba brillando dentro y ella podía oír la voz de un hombre hablando. —¿Estás pensando en ella otra vez, verdad?
Ella miró dentro y vio al una vez orgulloso dragón yaciendo débilmente sobre el suelo con su espalda hacia ella. Alguien había encadenado su cuello a una gran roca. Sus hombros estaban caídos, sus alas yacía rotas e inútiles sobre el piso de tierra. Su piel rojiza tenía un aspecto ceniciento, deshidratado y cada centímetro de su cuerpo estaba cubierto de cardenales sangrantes.
Erin tragó ante la vista. ¿Podía ser realmente ese monstruo el hombre que ella amaba?
—¿Cuál es su nombre? —preguntó el hombre. —¿Elise? ¿Erika?
—Erin —chirrió el dragón, su voz a la vez familiar y aún así, extraña. —Su nombre es Erin.
—Ah, sí, Erin —. El hombre sacudió su cabeza. —¿Dime qué clase de idiota sin valor deja la inmortalidad por una mujer? ¿Sobre todo por una mujer que lo lanzó tan rápidamente a su muerte?
—Ella valía la pena.
—¿Lo valía? M'Ordant me dijo que ella estaba soñando con un hombre anoche. Uno del tipo rubio-dorado. Imagínate que si ella sueña con alguien más tan pronto, probablemente ya lo ha elegido y está lista para dormir con él. Apuesto que ella le está dando alto y duro aún mientras estamos hablando.
El dragón soltó un grito angustiado que la desgarró.
El hombre no pareció preocuparse. Él vertió comida y agua en dos contenedores y los alejó del dragón. —Harías bien en apresurarte. No creo que puedas alimentarte antes que tu comida se haya evaporado —. Luego, se desvaneció.
Erin miró como el dragón luchaba por alcanzar la comida y el agua. Sus heridas sangraron de nuevo mientras cojeaba, tirando contra la roca que sólo apenas se movería. Él sostenía algo sobre su corazón, y cuando ella vio qué agarraba, su propio corazón se partió por el dolor.
Era aquella estúpida corona de flores salvajes que ella había hecho.
V'Aidan se derrumbó justo adelante del agua, su garra extendida, desesperado por alcanzarla.
Con lágrimas corriendo por su cara, Erin corrió a donde él estaba. Ella agarró el agua, notando que la mitad ya se había perdido, y cuando tocó el contenedor, supo por qué. Estaba al rojo vivo. Le quemaba las manos, pero no le importó.
V'Aidan necesitaba el agua.
Arrodillándose, ella lo ayudó a sentarse lo suficiente para que pudiera beber.
V'Aidan jadeó al sentir que el líquido calmaba su garganta reseca. Sus ojos estaban tan hinchados por sus palizas que él no podía ver quien lo ayudaba. Todo lo que él sabía era que por fin tenía un momento de paz para su ardiente sed.
—Gracias —respiró, dejando caer su cabeza hacia atrás.
—De nada.
Él se congeló al oír la voz que se había quedado con él todas estas semanas. La voz que tanto lo calmaba como lo torturaba.
Entonces sintió su suave toque contra su carne escamosa.
Erin se lamentó por lo que ellos le habían hecho. Ella pasó su mano a lo largo de su carne débil, incapaz de creer que lo hubieran reducido a semejante estado.
Él intentó apartarse de ella. —Vete. No quiero que me veas en esta forma espantosa.
Erin apoyó su mejilla contra la suya y lo acercó a ella. Ahora entendía lo que él había querido decir esa noche en la feria. —No me importa a que te pareces, V'Aidan. Te amo como eres.
Esas palabras se derramaron sobre él. —Tu no eres real —dijo él, su voz regañándola. —Mi preciosa Erin no puede amar a un monstruo. Nadie puede. Ella es bondad y luz, y yo… yo soy nada.
Él alzó la vista y rugió al techo, —¡Maldito seas Hades! ¡Cómo te atreves a burlate así de mí, bastardo! ¿No es suficiente para ti que sufra cada minuto de cada hora por ella? Sólo déjame sufrir en paz.
Erin se negó a dejarlo. —Esto no es una ilusión, V'Aidan. Quiero que nos vayamos a casa. Juntos.
Las lágrimas se derramaron de sus ojos hinchados, ardiendo despiadadamente. Era una mentira cruel. Él nunca había tenido una casa. Nunca tuvo amor.
Él tiró contra la cadena que lo ahogaba, deseando durante un momento poder estar con Erin otra vez en sus sueños. Ese había sido el único tiempo en la eternidad que había conocido la felicidad. —Estoy condenado aquí, Erin. No tengo ningún poder. Nada para ofrecerte en absoluto. Debes irte. Si te quedas aquí demasiado tiempo, ellos no te dejarán marchar.
Erin miró alrededor su fría, oscura prisión que apestaba y se deslizaba. Ella nunca había visto un lugar más inhospitalario. Su peor miedo había sido estar atrapada en esta cueva con el dragón.
Pero si era esto lo que costaba tener a V'Aidan, entonces ella estaba dispuesta a hacerlo. —No voy a abandonarte otra vez.
Él levantó su cabeza y ella entendió que estaba intentando verla. —¿Qué dices?
—Estoy diciendo que si no puedes ir a casa conmigo, entonces me quedaré aquí contigo. Para siempre.
V'Aidan quedó boquiabierto. —No sabes lo que estas haciendo —. La empujó con su garra. —¡Vete!
Ella no se movió. —No te abandonaré.
Él la tomó en sus brazos y sostuvo cerca. —Si realmente me amas, Erin, no te quedarás. Yo nunca podría soportar saber que estas aquí debido a mí. Por favor, amor, por favor vete y nunca mires atrás.
Erin se sentó indecisa, sosteniendo su garra en su mano. ¿Cómo podía abandonarlo aquí, así, sabiendo que nadie más lo ayudaría, lo consolaría?
M'Ordant avanzó y la separó de V'Aidan, luego la llevó a la entrada, donde él la hizo esperar.
Durante varios minutos, V'Aidan no se movió en absoluto. Entonces él levantó su cabeza e intentó mirar alrededor.
—¿Erin? —preguntó tranquilamente. —¿Estás todavía aquí?
M'Ordant le hizo señas para que guardara silencio. —Ella se está yendo ahora.
Los labios de V'Aidan temblaron por la tristeza. —¿La llevas a su casa?
—Sí.
—Gracias —. Él se tendió como si toda su fuerza lo hubiera abandonado.
—Dime —dijo M'Ordant. —¿Por qué no has querido que se quedara contigo?
—Tú no lo entenderías.
—¿Entender qué?
—Amor.
M'Ordant resopló. —¿Qué sabe un Skotos del amor?
—Absolutamente nada… —. Él suspiró. —Y todo. Yo no podía pedirle que se quedara aquí cuando sé cuanto la asusta este lugar.
—¿Pero tu querías que ella se quedara?
V'Aidan cabeceó débilmente. —Más de lo que quiero mi libertad. Ahora, déjame, hermano.
Erin limpió las lágrimas de su cara mientras miraba fijamente a M'Ordant. Ella le dirigió una mirada esperanzada.
—¿Puedo quedarme? —susurró para que V'Aidan no la oyera.
Con cara impasible, M'Ordant sacudió su cabeza y la sacó del cuarto. —Eso no lo decido yo.
—¿Entonces quien?
Él se negó a contestar. —Tienes que marcharte.
—No lo abandonaré —dijo ella con voz firme. —Y nadie me hará hacerlo.
Erin averiguó que esas eran las famosas últimas palabras cuando se despertó otra vez en su oficina. Cuando se negocia con dioses griegos, la voluntad humana no valía mucho.
Afligida, lloró, pensando en V'Aidan, en su infierno y en el hecho que ella era la causa de eso.
Lo peor de todo, era que no había absolutamente nada que ella pudiera hacer para ayudarlo. Nada.
—V'Aidan.
V'Aidan apretó sus dientes al oír la voz de Hypnos. Él metió la corona de Erin bajo una roca cercana para impedir que el dios la viera y se la quitara como había hecho con las fotos.
Esto era todo lo que V'Aidan tenía de ella y él no podía soportar siquiera pensar en perderla.
Él se forzó a enderezarse y aclaró su garganta de la pena que lo ahogaba. —No me di cuenta que era tiempo para más castigo.
Hypnos resopló. —No puedo quebrarte, ¿verdad?
Él sintió al dios moviéndose a su alrededor.
—Tu sabes —dijo Hypnos con irritación, —que he intentado desde el alba de los tiempos hacer que me temieras. Y nunca lo has hecho. ¿Por qué es eso?
—No puedo sentir emociones, ¿recuerdas?
—No. Lo que eres, es irrespetuoso, irreverente, y sarcástico. Nunca has calzado con nosotros. Y lo que siempre me hacía ponerme más loco contigo era que tú nunca, siquiera lo has intentado.
V'Aidan se rió débilmente. —Un Skotos malo hasta los huesos, imagínate eso.
—Bueno, ahí está tu problema. A diferencia de los demás, tú nunca lo fuiste. Yo nunca pude matar ese último diminuto trozo de bondad en ti. Ese último trozo que era capaz de honor. Capaz de sacrificio.
V'Aidan frunció el ceño.
—M'Ordant me dijo que has hecho con Erin. Tanto en la Tierra como aquí. Por consiguiente, Hades me ha informado que él no puede mantenerte en Tartarus. Sólo las almas que son completamente incapaces de amar pueden quedarse aquí.
Una ardiente sensación comenzó en el cuerpo de V'Aidan, y con cada latido del corazón que pasaba, él se sintió fortalecerse.
—Me parece, muchacho, que tienes una decisión que tomar.
Erin abrió la puerta de su departamento. El familiar agujero en su corazón ardía mientras ella se imaginaba cómo sería venir a casa, sólo una vez, y tener a V'Aidan aquí.
Ella había estado haciendo mucho esto últimamente. Soñar despierta. Ella nunca había soñado despierta antes. Y había estado escribiendo. Pero no había nadie con quien compartirlo.
Eso lastimaba más que todo.
Sacándose los zapatos, dejó las llaves sobre la chimenea y vio un pétalo de rosa blanco sobre la alfombra. Ella frunció el ceño mientras notaba varios más.
Parecían formar un camino que conducía a su dormitorio. Ella lo siguió.
Cuando llegó a la entrada, su corazón se detuvo.
V'Aidan estaba dormido en su cama. Su liso pelo negro estaba extendido sobre las almohadas, la ropa de cama enredada en sus largos, oscuros miembros.
Él era la cosa más magnífica que ella hubiera visto en su vida.
Erin se rió mientras las lágrimas se agolpaban en sus ojos. ¿Cómo? ¿Cómo podía él estar aquí?
Precipitándose a su cama, cayó sobre sus rodillas e intentó despertarlo.
Él no se movió.
Sin importar cuanto lo intentó, él no despertaba.
—¿V'Aidan? —dijo ella, tragando con miedo. —Por favor, mírame.
Nada.
Aterrorizada, ella vio una pequeña nota sobre la mesa de noche.
Levantándola, leyó:
Es por el amor verdadero que todos los milagros son realizados. Si tú realmente me amas, Erin, besa mis labios y habré nacido en tu mundo como un hombre mortal. Si no, te esperaré sólo en tus sueños.
Tienes hasta la medianoche para decidir.
V
Ella no necesitó hasta la medianoche para decidirse. Tomando su cara en sus manos, ella lo besó con todo el amor en su corazón.
Su pecho se elevó bruscamente mientras sus brazos se envolvían alrededor de ella y la mantenían apretada.
Erin se rió feliz mientras V'Aidan profundizaba su beso. Su cabeza flotando por su calor, su pasión, ella nunca quería dejarlo ir.
Mordiendo sus labios, él se apartó para sonreírle. El amor en sus ojos azul plateados azules la chamuscó. —¿Lo tomo como que quieres quedarte conmigo?
—Amigo, tú inténtalo y déjame y te seguiré al final de la tierra y más allá para encontrarte y traerte a casa.
V'Aidan se rió. Ella ya se lo había probado.
Erin tembló mientras él desabotonaba su camisa. —Creo que sé lo primero que quieres hacer como un hombre mortal.
Él corrió su lengua sobre su garganta, subiendo hasta su oído, donde su aliento la hizo estremecer. —Créeme, amor, tu no dormirás esta noche.
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