Nunca, en toda su existencia, Bride se había sentido más torpe. ¿Qué le decía una mujer a un hombre que la había salvado de uno de los peores momentos de su vida?
“Gracias” eran tan inadecuado para lo que ella sentía. Él era realmente un héroe para ella.
Ella dejó el apartamento y se dirigió de nuevo de regreso a su tienda mientras los trabajadores seguían descargando sus pertenencias.
Al principio no vio a Vane por ninguna parte. ¿Se había marchado?
Su motocicleta todavía estaba donde él la había aparcado.
Frunciendo el ceño, miró dentro de la tienda y lo encontró mirando un estante de vestidos muy ajustados que habían entrado más temprano esa mañana.
Él se detuvo ante un elegante vestido negro que había llamado la atención de ella. Estaba hecho de pesada seda con el corpiño armado que quedaría genial en alguien del tipo de Tabitha. Ella los había pedido por impulso porque sabía instintivamente que el vestido realmente haría resaltar el de la gargantilla que Vane había comprado para ella.
Ella al principio había pensado mostrar los dos artículos juntos.
Bride abrió la puerta y se dirigió hacia él. —¿Quieres probarte uno? —preguntó ella juguetonamente.
Él se rió de esto. Su cara entera se iluminó y sus ojos verdes brillaban. Dios mío, ningún hombre debería ser tan hermoso.
—No creo que tenga el escote para llevarlo y probablemente hará que mi trasero luzca realmente flaco.
Ella se rió.
Él sacó el más grande y se lo alcanzó. —En ti por otra parte... Hermoso.
—Oh no —dijo ella, acariciando la fresca seda con su mano—. Esto es demasiado ceñido para mí. Además, no me gusta nada mostrar mis brazos.
Él pareció confundido por sus palabras. —¿Por qué?
Ella se encogió de hombros. —No sé. Me hace sentir realmente tímida.
Él miró el vestido, luego a ella, como si se la imaginara en él. —Sí, probablemente tengas razón. Demasiados tipos te comerían con los ojos, entonces yo tendría que hacerles daño.
Él estaba serio. Asombrada por eso, Bride arqueó sus cejas mientras le quitaba el vestido y lo devolvía al perchero.
Vane la miró muy de cerca mientras su olor lo rodeaba. Pensando en ella en ese vestido...
Estaba tan excitado por ella que todo lo que podía hacer era estar parado ahí y no saltar. Él miraba fijamente la carne desnuda de su cuello, queriendo presionar sus labios allí y saborear la deliciosa piel.
En su hábitat natural, él no habría vacilado a tirarse encima de ella y besarla hasta que pidiera piedad. Pero los humanos que había visto no se comportaban así. Había protocolos en el noviazgo sobre los que no estaba seguro.
Ella se giró hacia él.
Vane la miró, temeroso de que ella pudiera sentir cuan terriblemente la deseaba. Cuan inseguro estaba.
En su reino, un lobo tímido era un lobo muerto. En el reino humano...
El tímido, ¿triunfaría o perdería?
Maldición, debería haber prestado más atención.
—¿Y entonces, que hacemos con la cena? —preguntó, intentando estar a medio camino entre el tímido y el poderoso. —¿Quieres que te dé un par de horas para que los trabajadores arreglen todo y luego vuelva?
Ella se mordió el labio. —No sé.
—¿Por favor?
Ella asintió, luego se ruborizó graciosamente.
Por alguna razón que no podía explicar, tenía ganas de aullar de triunfo. Él se estiró para alcanzar el vestido del perchero y tiró de la falda. —¿Podrías usar este? —preguntó esperanzado.
Bride lo miró dudando, pero la expresión en la cara de él hizo que ella lo tomara. Él había sido tan amable con ella hasta el momento...
—Sólo si juras que no te reirás de mí en él.
Su mirada la chamuscó. —Yo nunca me reiría de ti.
Ella tragó ante el feroz temblor que la atravesó por la profunda sinceridad de sus palabras. Él realmente era demasiado atractivo para su propio bien. —Bien. ¿A qué hora estarás de vuelta?
Él comprobó la hora en su teléfono de celular. —¿A las seis?
—Es una cita.
La satisfecha expresión en su cara envió una emoción desconocida a través de ella. Bride, no lo hagas. La última cosa que necesitas es de tener tu corazón roto por el Mr. BodaciousÀ.
Tal vez él sería diferente.
O tal vez será peor.
Ella no lo sabría a no ser que se arriesgara.
Respirando profundamente, ella tomó el vestido de sus manos. Bride McTierney nunca había sido una mujer tímida. De vez en cuando había sido estúpida, como cuando había dejado a Taylor usarla, pero nunca cobardemente.
Bride enfrentaba la vida y ella no iba a tener el miedo con Vane. —A las seis en punto —repitió.
—Te veré a esa hora —dijo Vane. Él se inclinó y le dio un beso sumamente casto sobre su mejilla.
Aún así, esto la excitó casi tanto como una caricia verdadera. Bride lo miró mientras salía de su tienda.
Afuera, él en realidad hizo una pausa para mirarla de nuevo y sonreírle antes de ponerse sus gafas de sol.
Silbando ante la espléndida visión de él, ella miró como encendía su moto, luego la sacaba de la acera, hacia la calle.
—Oh por favor, Vane —susurró ella sin aliento—. No rompas mi corazón, también.
Bride llevó el vestido al probador e hizo todo lo posible para no recordar lo bien que se veía Vane desnudo allí. Lo bien que lo había sentido dentro de ella. La imagen de suprema satisfacción sobre su cara mientras la mecía con cuidado entre sus brazos.
Ella colgó el vestido y fue a buscar los accesorios para complementarlo. No sabía a donde iba a llevarla, pero iba a lucir de lo mejor, aunque eso la matara.
Vane regresó a la tienda de muñecas donde había dejado a Ash.
Él tenía una cita.
Con Bride.
El pánico ya se estaba estableciendo. ¿Qué diablos hacían los humanos en una cita además de tener sexo?
Él había visto que la gente en el bar interactuaba uno con el otro, pero aquellos encuentros habían sido similares a los que los lobos tenían. Alguien entraba, miraba alrededor, encontraba la compañera que quisiera reclamar, y la llevaba a casa para acostarse con ella. Dev le había dicho desde la primera noche que ese no era el modo en que el mundo humano normalmente funcionaba. Que algunas cosas en El Santuario eran diferentes.
La otra, muchos de los humanos que iban ya estaban citados o casados el uno con el otro. Ellos por lo general parecían pasarlo bien... A no ser que pelearan. Pero Vane nunca les había prestado mucha atención.
Él no sabía nada sobre cómo debía actuar un humano “como” él, en realidad. Él había pasado los últimos cuatrocientos años de su vida matando a los que amenazaban a sus hermanos o intentando espantar al resto.
¿Qué haría que Bride se enamorarse de él lo suficiente como para que aceptase ser su compañera?
Después de estacionar su moto sobre una calle transversal, él volvió con Liza por algo de ayuda.
Vane vaciló al entrar en el cuarto delantero donde dos mujeres miraban la colección de muñecas mientras hablaban con Liza. Una de las mujeres era una copia exacta de Tabitha, excepto que ella no tenía la cicatriz sobre su cara.
Ella debía ser la esposa de Kyrian Hunter, Amanda. Vane se había cruzado con el ex Dark-Hunter de vez en cuando, pero nunca se había encontrado con su esposa. Marissa estaba en los brazos de Amanda, jugando con el cabello de su madre. La otra mujer, una morena bajita, la conocía bien. Era la Doctora Grace Alexander, la psicóloga humana que le dijo que nada ayudaría a su hermano hasta que Fang estuviera listo para ser ayudado. Grace sostenía a su hijo en sus brazos mientras Amanda se detenía en la mitad de la oración.
Las tres mujeres se dieron vuelta para mirar fijamente a Vane, quien vaciló justo al entrar por la puerta.
—Él está todavía atrás —dijo Liza, como si ella si supiera a quien buscaba.
—Gracias.
Él oyó a Liza explicar quien y qué era a Amanda mientras se dirigía al cuarto de atrás.
Vane pasó por las cortinas para encontrar que la demonio se había ido y Kyrian, Nick Gautier, y Julian Alexander hablaban con Ash.
Él conocía a Nick de todas las veces que el joven humano había ido a El Santuario a ver a su madre, Cherise. Nick era extraño, pero como servía a los Dark-Hunters y ellos amaban a su madre, los osos lo trataban como a otro de sus cachorros. Kyrian era ligeramente más alto que Julian, pero con el cabello rubio en un tono más oscuro. Incluso aunque ellos eran su mayor parte humanos, los dos hombres poseían suficiente autoridad y habilidad que Vane los respetaba.
—¿Que pasa, lobo? —preguntó Ash mientras se reclinaba sobre una mesa de trabajo que estaba cubierta con partes de muñecas y telas. Ash tenía su trasero apoyado sobre ella, con sus piernas estiradas delante de él y sus manos afirmadas a cada lado de su largo y delgado cuerpo.
Nick, Julian, y Kyrian estaban de pie formando un semicírculo entre él y Ash.
Vane vaciló. A él no le agradaba la idea de una consulta pública, pero ya que dos de los hombres estaban casados con mujeres modernas y Nick sabía mucho de citas, tal vez ellos podrían echarle una mano.
—Necesito asesoramiento sobre citas. Rápido.
Ash arqueó una sola ceja ante esto. —Soy inútil. Nunca he estado en una.
Los tres hombres humanos se dieron vuelta para mirarlo atónitos.
—¿Qué? —les preguntó Ash defensivamente.
Nick comenzó a reírse. —Oh hombre, esto no tiene precio. ¿No me digan que el gran Acheron es virgen?
Ash le echó una mirada cómica. —Sí, Nick. Soy blanco como una azucena.
—¿Cómo has pasado por la vida sin una cita? —le preguntó Kyrian a Ash.
—Eso no era una cuestión entonces —dijo Ash de manera cortante.
—Sí, bueno, esto es una cuestión seria a mí —dijo Vane, acercándose a ellos. —¿Julian, cómo conociste a tu esposa?
Julian se encogió de hombros. —Mi hermano el dios del sexo me maldijo y me metió en un libro durante dos mil años. Grace se emborrachó en su cumpleaños y me convocó.
Vane puso sus ojos en blanco. —Eso es inútil. ¿Kyrian? ¿Qué pasó contigo?
—Me desperté esposado a Amanda.
Vane podría trabajar con eso. —¿Entonces tengo que conseguir un juego de esposas?
—No en la primera cita —dijo Ash con una sonrisa satisfecha—. La asustarás de muerte si la esposas.
Kyrian se mofó. —Eso funcionó para mí en la primera cita.
Ash le echó una mirada aburrida. —Y también tener a un Daimon loco tratando de matarlos a los dos. Pero no pienso que Vane desee seguir ese camino.
—¿Qué hacen ustedes los lobos en una cita? —preguntó Nick.
—No tenemos citas —dijo Vane—. Cuando una mujer está en celo, luchamos por ella y luego ella escoge quien la monta.
Nick bostezó. —¿Estás bromeando? ¿No tienes que comprarle su cena? ¿Quieres decir que ni tienes que hablarle? —Él se dio vuelta hacia Acheron—. Demonios, Ash, hazme lobo.
—No te gustaría ser lobo, Nick —dijo Ash—. Tendrías que comer la carne cruda y dormir a la intemperie.
Nick se encogió de hombros. —Eso me suena típico de Mardi Gras.
—¿Qué más? —les preguntó Vane, interrumpiendo el relato de Nick de sus hábitos de Mardi Gras—. ¿Qué hacían muchachos, cuando eran humanos?
Kyrian pensó en ello antes de contestar. —Bien, en nuestros días —dijo él, mirando a Julian—, llevábamos a las mujeres a carreras de carros y juegos.
—Oh, Jesús —dijo Nick—. Usted chicos, son patéticos. Carreras de carros, mi culo —. Él dio un paso hacia adelante y pasó su brazo alrededor de los hombros de Vane. —Bien, escúchame, lobo. Consigues algo de buena ropa y la impresionas con mucho en dinero en efectivo. Tienes que llevarla a algún buen sitio para comer. Hay un lugar, bajando, en Chartres donde puedes conseguir una cena dos-por-uno...
—¡Nicky!
Todos ellos se dieron vuelta para ver a Amanda, que estaba de pie entre las cortinas, mirándoles airadamente.
—¿Qué? —preguntó Nick.
—No te atrevas a decirle qué hacer en una cita —Amanda vino y le dio su hija a Kyrian—. Han notado alguna vez notó que el Señor Suave raras veces tiene una cita dos veces con la misma mujer? Hay una razón para eso.
Grace cloqueó su lengua a los hombres mientras se les unía. —Juro, que deberíamos hacerles tomar a todos ustedes un curso básico sobre citas. Es increíble que se hayan casado.
Julian le ofreció una diabólica sonrisa burlona a su esposa. —No te oí quejarte cuando...
Ella cubrió su boca con su mano, luego le puso a su hijo en sus brazos. —Ustedes dos vayan a casa antes que te metas en más problemas.
— Y tu —dijo Amanda a Ash—, eres bastante viejo y bastante sabio como para hacerlo mejor.
—No hice nada —dijo Ash, pero había un destello en sus ojos plateados que desdecía su defensa.
—Sí, bien —dijo Amanda ahuyentándolo hacia la puerta.
Ash se paseó tranquilamente como si estuviera enormemente divertido por las mujeres.
Nick comenzó a seguirlo, pero Amanda lo agarró del brazo.
—Tu espera aquí.
—¿Por qué? —preguntó Nick.
Amanda le sacó un juego de llaves de coche del bolsillo de su camisa. —Porque le vas a prestar a Vane tu coche esta noche.
—Como el infierno. ¿Desde cuándo un lobo puede conducir un Jaguar?
Grace miró a Vane. —¿Puedes conducir?
—Sí.
—Eso está decidido, entonces —dijo Grace. Ella se volvió a Nick—. Lleva el Jaguar al lavadero y por todos los cielos retira todas las cajas de Cajitas Felices de McDonald de él.
—¡Hey! —dijo Nick, con cara ofendida—. Eso es un golpe bajo. Esas cajas son de colección.
Grace no le hizo caso. —¿A qué hora es tu cita? —le preguntó a Vane.
—A las seis.
Amanda le dio las llaves a Nick. —Bien, Nick, ten el coche en la casa a las cinco treinta.
—Pero, pero …
—Ningún pero, solamente hazlo.
Ellas obligaron a salir Nick, luego giraron para enfrentar a Vane con las manos sobre sus caderas.
Era algo bueno que Vane no fuera un ganso. Aún así, se sentía perfectamente cocinado cuando las dos mujeres lo miraron a él así. Él tenía un marcado sentimiento que estaban a favor.
—Bien. ¿Quieres una cita humana? —preguntó Amanda.
Él asintió.
—Entonces ven con nosotras y escucha bien.
Bride comprobó su reloj. Eran las seis y no había ninguna señal de Vane.
—Él estará aquí —se decía a sí misma mientras comprobaba su cabello y maquillaje otra vez en el espejo, intentando no mirar nada debajo de su barbilla.
Si lo hiciera, querría cambiarse de ropa, y le había llevado mucho tiempo controlar sus nervios para ponerse el vestido que a Vane le había gustado. Ella abrió la puerta de calle de su apartamento sólo para no encontrar señal alguna de ninguno de los dos Vane. Su lobo no había regresado desde que había huido de ella
Esperaba que no fuera una mala señal.
—Contrólate —se dijo a sí misma. No había estado nerviosa en años.
Pero por otra parte, no había estado chiflada por un hombre...
Nunca.
Alguien sonó una bocina delante de su puerta.
Bride miró con ceño fruncido al Jaguar plateado que había aparecido. ¿Ese era el coche de Vane? Ella agarró su bolso, cerró la puerta, y cruzó el patio delantero para ver a un hombre en el asiento del conductor que no reconoció.
—¿Puedo ayudarle? —preguntó mientras se acercaba.
Más o menos de su edad, el hombre era sumamente apuesto, con una barba de aproximadamente un día en su cara. Vestido en una burda camisa Hawaiana azul, tenía el cabello negro y una sonrisa burlona encantadora.
—¿Usted es Bride? —preguntó.
—Sí.
Él salió del coche y se quitó sus gafas de sol para mostrarle un par de hermosos ojos azules—. Nick Gautier —dijo, ofreciéndole su mano—. Soy su chofer, o casi.
—¿Mi chofer?
—Sí, Vane está retenido, y ellos me dijeron que metiera mi trasero aquí y me asegurase que usted estaría en el restaurante a tiempo y sin demoras. Él dijo que la encontraría ahí.
Nick caminó hasta el lado de pasajeros del coche y abrió la puerta para ella.
Bride entró y se ajustó el vestido mientras Nick volvía al otro lado.
—¿Usted trabaja para Vane? —preguntó mientras él cerraba de un golpe.
Nick se rió a carcajadas. —Nah. Pero he aprendido a no discutir con la esposa de mi jefe. Ella podría parecer muy agradable y dulce, pero es una cosa repugnante cuando usted consigue irritarla. Amanda me dijo que hiciera esto, así que no voy a enfadarla.
Él puso reversa el coche y casi le saca de lugar la cervical mientras daba la vuelta y pisaba fuerte el acelerador.
Bride de repente tenía otros pensamientos sobre estar en el coche con Nick. Él era un hombre extraño.
Que no podía conducir.
Él los condujo unas calles por Royal Street, que ahora estaba abierta al tráfico, y se detuvo frente al Restaurante Brennan.
Bride esperó que Nick se bajara otra vez y abriera la puerta para ella, pero él no lo hizo.
—Él dijo que él la encontraría dentro en cuanto pudiera.
—Bien —ella salió.
Nick partió, haciendo chillar sus neumáticos, al minuto que ella estuvo sobre la acera.
Bien… Él debe haber tenido algo más para hacer.
Bride ajustó su chal adornado con piedras alrededor de sus hombros desnudos y echó un vistazo dentro, esperando ver una señal de Vane.
No había ni una.
Juntando el coraje que le quedaba, abrió la puerta y entró. Una joven vestida con una blusa blanca y la falda negra estaba en el atril del maître. —¿Puedo ayudarla?
—Um, sí. Se suponía que me encontraría con alguien para cenar, Vane Kattalakis.
La muchacha revisó su libro de reservas. —Lo siento, no tenemos ninguna reserva para alguien con ese nombre.
El corazón de Bride se hundió. —¿Está usted segura?
La mujer giró el libro de reservas para mostrárselo. —¿Es con “K” correcto?
Bride comprobó los nombres. Su estómago apretado hasta que descubrió un nombre familiar.
Taylor Winthrop.
Ella quiso morirse justo ahí, en el vestíbulo. Brennan era su restaurante favorito y Taylor se había negado a llevarla allí. Él siempre decía que era demasiado caro para él y que no podía gastar esa cantidad de dinero en una sola comida.
Lo que había pasado es que no había querido gastarla en ella.
Ella era una idiota.
—Gracias —dijo Bride, alejándose. Ella envolvió sus manos en su chal mientras debatía que debería hacer.
De repente, pareció que tenía quince años otra vez, esperando que su cita de graduación apareciese.
Él nunca fue.
Había encontrado a alguien más para llevar y ni se había molestado en decírselo. Ella se había enterado de eso al día siguiente por un amigo. Y cuando Tabitha lo había averiguado, ella había puesto fuego líquido en el suspensor del tipo e hiedra venenosa en su ropa interior.
Bride amó a Tabitha ese día por eso.
Pero no había ninguna Tabitha aquí esta noche para hacerlo mejor. Seguramente Vane no sería tan cruel.
¿O sí?
¿Todo esto había sido una especie de puesta en escena?
No. Él estaría aquí.
Su estómago se hizo nudos, ella esperó diez minutos completos antes que la puerta se abriera. Bride se dio vuelta, esperando ver a Vane. En cambio, era Taylor con una mujer alta, de cabellera negra. Ella no era demasiado bonita, pero la mujer tenía cuerpo de gimnasio.
Taylor se acercó en el instante en que la vio a ella.
Bride tuvo un pequeño y malvado segundo de satisfacción al ver que tenía un ojo morado de su encuentro más temprano con Vane.
Él sacó a relucir una burla. —¿Te encuentras con tus padres aquí, Bride?
—No —dijo ella—. Espero a mi cita.
Él se inclinó y susurró algo en el oído de la mujer. Ella miró a Bride y se rió.
En aquel momento, Bride se sintió tan pequeña que todo lo que pudo hacer fue no salir corriendo del restaurante. Pero ella rechazó darle la satisfacción.
El maître se acercó desde la parte trasera del restaurante. —¿Puedo ayudarlo, señor?
—Sí, tenemos una reserva para dos para Taylor Winthrop. Y asegúrese que nos den una mesa romántica, aislada.
El maître comprobó su nombre en la lista y asintió. —Serán sólo unos minutos, Sr. Winthrop.
Taylor pasó al hombre una propina. El maître se giró hacia ella. —¿Puedo ayudarla, señora?
Ella sintió que su cara ardía. —Ha habido una confusión con nuestras reservas. Solamente espero que mi cita llegue.
El hombre asintió otra vez mientras Taylor se reía de ella.
—Eso es lo que pasa cuando te citas con perdedores —le dijo a la mujer que estaba con él.
El primer instinto de Bride fue devolverle el insulto, pero de verdad compadeció a la cita trofeo de Taylor. La pobre mujer no tenía ninguna idea con que serpiente iba a cenar.
Ella solamente esperaba que la mujer nunca lo averiguara.
Bride tiró su mantón más alto sobre sus hombros y se sintió tres veces más tímida. Desde luego, no ayudó que Taylor y su cita siguieran observándola, susurrando y luego rieran.
Ella quiso morir.
Justo cuando estaba a punto de marcharse, la puerta finalmente se abrió y entró Vane.
Él estaba devastador. Vestido con un traje de Armani negro, él había dejado su camisa negra abierta en el cuello, luciendo los poderosos tendones de su cuello bronceado. El color ébano realmente remarcaba el verde de sus ojos. Su cabello oscuro, ondulado caía suelto y su cara estaba afeitada.
Él nunca había lucido más peligroso. Más atractivo.
Sexy.
Bride oyó que la cita de Taylor contenía bruscamente el aliento al verlo.
Ella medio esperó que Vane mirara a la mujer. Él no hizo. Él tenía ojos sólo para ella.
Caminó directamente a su lado, colocando sus grandes y cálidas manos sobre sus hombros y besándola ligeramente en la mejilla. Ella se derritió al instante al inhalar el aroma masculino de él y su loción para después de afeitar.
Hizo todo lo que pudo para no ronronear.
—¿Por qué me estás esperando en la puerta? —preguntó mientras se retiraba ligeramente.
—No tenemos reservas.
Vane le frunció el ceño. —Nunca hago reservaciones. No las necesito —. Él tomó su mano y la condujo al mostrador.
El maître apareció al instante. —Señor Kattalakis —dijo, sonriendo—. Es tan bueno verle otra vez.
—Hola, Henri —dijo Vane, colocando su brazo alrededor de la cintura de Bride—. ¿Mi mesa está lista?
La risa se borró de Henri cuando su mirada se dirigió a Bride. Él giró al instante arrepentido. —Oh, no me di cuenta que ella era su cita. Ella dijo... —Él giró hacia Bride— Madame, por favor acepte mis más profundas disculpas por haberla hecho esperar. ¿Fue Tiffany quien la dejó esperando sin ubicarla? Ella es nueva, pero la reprenderé al instante por eso.
—Está bien —dijo ella, sonriendo felizmente a Vane mientras su corazón palpitaba con alivio.
—¿Estas segura? —preguntó Vane.
—Sí. No fue su culpa.
Henri suspiró con alivio. —Igual hablaré con ella y esto nunca volverá a pasar otra vez. Lo prometo.
La mujer con Taylor resopló fuerte. —¿Por qué ellos consiguen una mesa sin esperar, Taylor? Él no está en la TV.
Vane se dio vuelta hacia ellos con una mirada penetrante y frunciendo el ceño que los hizo callar a ambos inmediatamente.
—Por favor síganme —dijo Henri—. Tenemos su mesa en la terraza esperando.
Bride miró sobre su hombro a Vane mientras Henri les conducía por el restaurante. —¿Cómo consigue tan gran servicio?
—Es bueno ser rey —dijo él encogiendo los hombros mientras metía sus manos en sus bolsillos—. El Dinero habla y mucho dinero canta y baila.
Sí, pero aún así...
Los condujeron a una mesa en una esquina con una hermosa vista al patio inferior. Tenía una vista impresionante de la fauna y la flora. Henri sostuvo una silla para Bride, que se deslizó en ella.
Vane sacó su cartera y le dio varios billetes de cien dólares a Henri. —Hágame un favor. Aquel tipo abajo... Taylor. Déle la peor mesa en la casa.
Los ojos de Henri bailaron, divertidos. —Para usted, Señor Kattalakis, cualquier cosa.
Vane tomó asiento mientras Henri se iba.
—Eso es muy malo de ti —dijo ella con una sonrisa tímida.
—¿Quieres que lo detenga?
—Difícilmente. Yo simplemente te advertía que eso estaba mal.
—¿Qué puedo decir? Sólo soy un gran lobo malo —. Vane tomó su mano y le dio un dulce y entrañable beso en su palma donde estaba la extraña marca. Era bastante curioso que pareciera no notarla. —Luces lo bastante buena como para comerte.
El calor explotó a través de su cara. —Gracias. Luces bastante riquísimo tu mismo.
—Siento haber llegado tarde —dijo él, sacando una única rosa roja de su chaqueta y dándosela—. Me tomó un poco más de tiempo de lo que ellos pensaron tener mi traje listo.
—¿Te compraste un traje nuevo para nuestra cita?
—Bien, sí. No soy realmente un tipo de esta clase de traje. Soy más bien una bestia natural.
Dos camareros se acercaron a la mesa vestidos con chaquetas negras y corbatas. Uno era mayor, con una apariencia de caballero distinguido, por de corta estatura, con acento, y de color, Bride lo tomaría por un Cajún. El otro era un hombre más joven, al principio de los veinte años.
—Señor Kattalakis —lo saludó el más viejo—. Que agradable verlo con compañía para variar.
Vane le dirigió una cálida y ardiente mirada. —¿Sí, eso es agradable, verdad?
—¿Quisiera usted su vino habitual? —preguntó el camarero.
—Seguro.
Ellos miraron a Bride.
—¿Quieres algún vino? —preguntó Vane.
—No, agua está bien. En serio.
Él frunció el ceño mientras los camareros fueron a conseguir sus bebidas.
Bride recogió su menú y notó que Vane no se molestaba en mirar el suyo.
—¿Cuan a menudo vienes aquí?
Él se encogió de hombros. —Dos o tres veces a la semana. Ellos tienen un desayuno realmente bueno y me he hecho adicto a sus Bananas FosterÀ. ¿Y tu? ¿Viniste alguna vez aquí?
Ella aplastó el dolor que sintió al pensar en Taylor y su cita, y el rechazo de Taylor de traerla aquí. —No en mucho tiempo, pero sí, amo su comida.
Vane pareció aliviado por eso.
Bride intentó leer el menú, pero era difícil ya que él no quitaba sus ojos de ella. Había algo sumamente animal y poderoso en el modo en que la trataba. En la manera en que la miraba.
Era halagador y, al mismo tiempo, casi atemorizante.
Ella levantó la mirada hacia él. —¿Qué?
—¿Qué? —preguntó él de vuelta.
—¿Por qué me miras fijamente?
—No lo puedo remediar. Sigo esperando que no seas real.
Sus palabras la anonadaron.
Los camareros volvieron con sus bebidas. —¿Están listos para ordenar ahora?
Bride dejó su menú. —Tomaré la ensalada Brennan sin el queso, por favor.
Él lo anotó.
—¿Y? —preguntó Vane.
Bride alzó la vista hacia él. —¿Y qué?
—¿Qué más comes?
—Solamente la ensalada.
Vane frunció el ceño ante eso. —Bernie —le dijo al camarero —. ¿Por favor podría darnos un minuto?
—Seguro Señor Kattalakis. Tómese su tiempo.
Vane esperó hasta que ellos se hubieran ido antes de inclinarse hacia delante. —Sé que tienes hambre, Bride. ¿Qué comiste en el almuerzo? ¿Medio emparedado?
Su pregunta la sorprendió. —¿Cómo sabes eso?
—Es una conjetura ya que puedo oír retumbar tu estómago.
Ella puso su mano sobre su estómago. —No me di cuenta que yo era tan desagradable.
Él le gruñó. Bride se movió nerviosamente ante el sonido que no era muy humano.
—Mira, Bride —dijo él, su voz profunda y resonante —. Voy a ser honesto contigo. ¿No sé lo que hago esta noche, bien? Nunca he tenido una cita antes y me dijeron que a las mujeres les gusta que las lleven a algún agradable a comer. Grace y Amanda dijeron que debería ser yo mismo y no intentar impresionarte. Así que, aquí estamos, en mi restaurante favorito, pero si no te gusta podemos ir a algún otro lugar y comer lo que tu quieras.
Los ojos de Bride se llenaron de lágrimas ante sus palabras y lo que ellas significaban. —¿Le preguntaste a alguien como tener una cita conmigo?
Él soltó un suspiro y echó un vistazo hacia sus manos apretadas. —Genial. Ahora te he puesto triste otra vez. Lo siento. Esto fue una idea realmente mala. Solo te llevaré a casa y podrás olvidar que alguna vez posaste tus ojos en mí.
Ella extendió sus manos y tomó la de él entre las suyas. —Bien, seamos honestos el uno con el otro. Yo no sé lo que hago, tampoco. Hace una semana, yo sabía lo que quería. Era dueña de un negocio bastante exitoso, salía con un tipo al que tontamente pensé que amaba y con el que pensaba casarme algún día.
—Una tarde, mi vida entera se desplomó y luego de repente este gran tipo viene como un caballero andante en su brillante armadura. Él es magnífico, forrado, y me dice todas las cosas correctas. Él me hace sentir que puedo volar, y cada vez que aparece, él hace todo mejor. ¿No estoy acostumbrada a eso, okey? Y no estoy acostumbrada a estar con un tipo tan increíblemente atractivo que me hace sentir como premio al peor.
—Pienso que eres hermosa, Bride.
—¡Ves! —dijo ella, gesticulando hacia él—. Ahí estás siendo perfecto otra vez. Pienso que necesitas que te examinen la cabeza.
Él la miró sumamente ofendido por eso.
Bride se retiró y se sentó muy derecha. —Bien, vamos a intentarlo otra vez.
Ella le ofreció su mano. —Hola, soy Bride McTierney. Encantada de conocerte.
Su expresión dijo que pensaba que ella era quien necesitaba que le examinaran la cabeza. Él tomó su mano en la suya. —Hola, soy Vane Kattalakis y estoy hambriento. ¿Te gustaría cenar conmigo, Bride?
—Sí, Vane. Me gustaría.
Él se rió de ella. —¿Bien, entonces ahora viene la parte dónde compartimos historias sexuales?
Bride se echó a reír tan fuerte que varias personas cerca se dieron vuelta para mirarla. Cubriendo su boca, ella lo miró. —¿Qué?
—Eso es lo que Nick dijo que debería hacer para llegar a conocer a una mujer.
—¿Nick? —preguntó ella con incredulidad. —¿El que llevaba la horrible camisa, yo-no-puedo-encontrar-mi-salida-en-una-bolsa-de-papel-Nick?
Los ojos de Vane se oscurecieron. Peligrosos. —¿Él te ofendió cuándo te recogió? Di la palabra y lo mataré.
—No, pero si yo fuera tu, no pensaría en seguir consejos sobre citas de él.
—¿Por qué? Él consigue mujeres todo el tiempo.
—¿Sí, pero alguna vez conserva a alguna de ellas?
—Bien… No.
—Entonces no sigas sus consejos.
—Okey —Vane hizo señas a los camareros que esperaban cerca—. ¿Quieres compartir el Chateaubriand BouquetièreÀ conmigo? Ya que se supone que lo sirven para dos, ellos se asustan cuando lo devoro yo solo.
Ella se mordía para no reírse de sus palabras. —Me encantaría.
Vane alzó la vista mientras Bernie regresaba. —Comenzaremos con dos Crepes Barbaras como aperitivos, después el Chateaubriand Bouquetière.
—Muy bien, Señor Kattalakis. Muy bien.
Vane les entregó los menús, luego se inclinó hacia delante. —Y asegúrate de guardar espacio para el postre.
—No sé si puedo conservarlo, pero lo intentaré. Si quieres a una mujer que puede comer todo eso, necesitas tener una cita con mi amiga Tabitha.
Él tomó su mano otra vez y la masajeó como si fuera algo indescriptiblemente precioso. —No quiero una cita con Tabitha —dijo él, poniendo su mano contra su propia suave mejilla—. Sólo quiero estar contigo.
Bride nunca se había sentido así en toda su vida. Se sentía tan deseable cerca de él. Tan... femenina.
Él de algún modo hasta lograba hacerla sentir menuda.
—¿Y cómo es que un tipo como tu nunca ha tenido una cita antes?
Vane tomó un trago de vino mientras pensaba como contestar su pregunta. Él no quería mentirle, pero no podía decirle exactamente que él era un lobo que había crecido viviendo en los bosques, durmiendo en guaridas con otros lobos.
Esto podría asustarla un poco.
—Crecí en una especie de comunidad.
Ella parecía nerviosa ahora y le recordó a un conejo arrinconado. —¿Qué tipo de comunidad? No eres uno de esos locos religiosos que van a secuestrarme y lavarme el cerebro por mi dinero, verdad?
Vane sacudió su cabeza. Esta mujer tenía las ideas más extrañas. —No. Definitivamente no. Sólo crecí de un modo en que la mayoría de la gente no lo hace. ¿Y tu?
—Crecí aquí. Mis padres, ambos son veterinarios. Ellos se conocieron en la universidad y se casaron cuando terminaron la carrera. No hay realmente mucho para contar. Tuve una vida muy normal, común.
Vane intentó imaginarse tal cosa. En su mundo, donde ellos podían manejar la magia, los elementos, y hasta el mismo tiempo, normal realmente no era un factor. De alguna manera, envidiaba a Bride su mundo humano donde lo imposible no era realidad. —Eso debe haber sido agradable.
—Lo era —Ella tomó un sorbo de su agua—. ¿Y tus padres que hacen?
—Idean modos creativos de matarse el uno al otro —Vane se abatió por haber abierto su boca. Estaba tan acostumbrado a usar la frase que no pensó en ello hasta que se había oído decirla.
—No, en serio.
Vane miró a lo lejos, incómodo.
Bride quedó boquiabiertas cuando comprendió que él no estaba bromeando.
—¿Por qué ellos harían eso?
Vane en realidad se retorció un poco antes de contestar. —Eso es una larga historia. Mi madre se escapó no mucho después que nací y mi padre me quiere muerto, así que aquí estoy... contigo.
Ella no sabía que pensar de esto. —Este… Um… Esta locura en la familia, no es hereditaria, verdad?
—No lo parece —dijo él serio—. Pero si se acerca a mí, tienes permiso de pegarme un tiro.
Ella no estaba segura si quería decir eso o no. Por eso, repentinamente agradecida que estuvieran en un lugar público, ella decidió cambiar el tema por algo más seguro. —¿Cómo es que tienes tanto dinero? Después de lo que dijiste, no creo que tus padres te lo hayan dado, verdad?
—No. Hago inversiones. A veces vendo artefactos.
Ahora eso sonaba interesante. —¿Qué tipo de artefactos?
Él se encogió de hombros. —Esto y aquello.
Los camareros trajeron sus aperitivos. Bride se apoyó en la silla y miró como Vane empezaba a comer. Él parecía real y refinado mientras comía en la tradicional manera europea.
—Sabes, para alguien que creció en una comunidad, tienes modales impecables.
Una profunda y oscura tristeza se abatió sobre él. —Mi hermana me enseñó. Ella decía… bueno, ella sentía que la gente debería comer como la gente y no como animales.
Bride oyó como su voz se quebraba al hablar de su hermana. Era obvio que su hermana significaba mucho para él. —¿Dónde está ella ahora?
Su tristeza aumentó diez veces mientras tragaba. El dolor en sus ojos era tan profundo que la hizo sufrir por él. —Ella murió hace unos meses.
—Oh, Vane, lo siento tanto.
—Sí, yo, también —Él aclaró su garganta.
Su corazón se rompió por él, Bride extendió la mano y acarició con sus dedos su mejilla para ofrecerle consuelo. Él giró su cara hacia el brazo de ella y le besó el interior de su muñeca.
La imagen de sus salvajes ojos la hizo temblar.
—Eres tan suave —él suspiró, luego le besó su mano y se apartó ligeramente de ella—. Si sigo oliéndote, nosotros podríamos dar un espectáculo aquí esta noche.
—¿Qué tipo de espectáculo?
—Yo simplemente podría tirarte sobre mi hombro y llevarte de aquí para poder violarte otra vez.
Ella se rió ante la idea. —¿Podrías realmente?
Ella vio la cruda verdad, en sus ojos. —Si podría, si me hubieras dejado.
Bride se retiró a su lado de la mesa y pasaron el resto de la comida en una conversación ociosa, segura. Vane era ingenioso y cálido. Un raro placer.
Una vez que habían terminado la cena y el postre, ellos volvieron a bajar las escaleras donde ella vio a Taylor y a su cita sentados al lado de la puerta de la cocina. Ningún uno de los dos parecía contento.
—Eres muy malo, Vane —dijo ella otra vez, riéndose al verlos.
—¡Eh!, esto es amable comparado con lo que quiero hacerle. Al menos de esta manera, él todavía respira.
Henri les deseó buenas noches mientras se retiraban y emprendían el regreso hacia la casa de ella.
—¿Te importaría caminar? —preguntó ella—. Está realmente agradable esta noche.
—Caminar no me molesta.
Ella tomó su mano y le condujo hacia Iberville.
Vane miró la manera en que la luz de la luna jugaba con los rizos de su cabello castaño y se reflejaba sobre la gargantilla que le había comprado. Su vestido hacía resaltar sus curvas a la perfección y el borde del corpiño le recordaba lo fácil que debería ser deslizar su mano dentro de él y tomar su pecho con cuidado en la palma de su mano.
Su ingle se apretó. Una y otra vez recordándole como la había sentido. Cuan cálidas y sensibles habían sido sus caricias.
Él ansiaba eso ahora. El lobo en él aullaba por probarla.
Bride estaba un poco nerviosa bajo la intensa mirada de Vane. Había algo animal en ella. Devorador.
Había veces cuando estaba con él que se sentía como presa de su naturaleza predatoria.
Ellos no hablaron mucho caminaban de regreso a su apartamento. En la puerta, ella llamó a su lobo.
—No crees que ellos lo atraparon, verdad?
—No —dijo Vane—. Estoy seguro que está bien. Él probablemente está disfrutando de la noche.
—¿Lo crees?
Él sonrió abiertamente maliciosamente. —Sí, lo creo.
Ella suspiró. —Eso espero. Odiaría que algo malo le pasara.
Él la siguió hasta la puerta de su apartamento. Bride la abrió, luego vaciló.
Vane bajó su cabeza hacia la curva de su cuello donde inhaló su aroma. Él posó sus cálidas manos sobre sus hombros. —Quiero estar dentro de ti otra vez, Bride —Él levantó su cabeza y la ladeó de una forma que le hizo recordar al lobo Vane. —¿Me llevarás dentro?
Bride estaba desconcertada. ¿Ella lo quería también, pero qué tipo de relación era esa?
Ella comenzó a reírse de modo incontrolable.
Vane la miró con ceño fruncido. —¿Qué es tan gracioso?
—Lo siento, sólo que oí ese cliché horrible en mi cabeza “¿Todavía me respetarás por la mañana?”
Él la miró confundido. —¿La gente no se respeta el uno al otro después de que tuvieron sexo?
—Tu sabes, cuando dices cosas así, suenas como un ser del espacio exterior.
—Me siento como un ser del espacio exterior. Muchísimo.
Qué cosa extraña para decir. —¿Cuánto tiempo viviste en esa comunidad tuya?
—Toda mi vida. Hasta hace ocho meses.
—Oh, mi Dios. ¿E serio?
Él asintió.
No le asombraba que no supiera nada de citas. Ella no podía imaginarse viviendo aislada del mundo.
Él pasó su mano sobre su hombro. —Desde entonces he estado quedándome con... amigos, que son los dueños del Bar El Santuario en Ursulinas. Ellos me han enseñado mucho sobre como la gente se comporta, pero Amanda dijo que tu no apreciarías las frases y los movimientos con que los hombres en el bar suelen levantar a las mujeres que conocen allí.
Bride trató de no concentrarse en cuan cálida era su mano sobre su piel desnuda. Lo bien que sentía su caria. Esta enviaba escalofríos a través de ella, directamente a sus pechos, que se endurecieron, clamando por su contacto. —¿Amanda qué?
—Hunter.
Bride se dio cuenta del nombre. —¿La hermana gemela de Tabitha?
Él asintió.
¡Santo cielo!, Qué pequeño es el mundo. Pero si él conocía a Amanda, eso era un alivio. Amanda, a diferencia de su hermana gemela, no era una loca y por lo general, no andaba con sicóticos. Si Amanda realmente había ayudado a Vane, entonces él era probablemente muy seguro.
—Dijiste que nadie tenía citas en tu comunidad. ¿Qué hacías cuando encontrabas a una mujer te gustaba?
Él la miró un poco frustrado. —“Gustar” no tiene el mismo significado de donde yo vengo que para ti. En serio, no nos “gustaba” nadie. Si estabas atraído por alguien, duermes con él y luego sigues adelante. No dejamos que nuestras emociones se enreden con nuestros cuerpos de la manera que ustedes lo hacen.
—¿Cómo es eso posible? Es la naturaleza humana.
Vane suspiró. Eso podría ser la naturaleza humana, pero eso no era la naturaleza animal. —Solamente pensamos de manera diferente.
Ella se puso rígida con la indignación. —¿Entonces tu no piensas nada de dormir conmigo y luego seguir adelante a la siguiente mujer?
¡Mierda!
—No. Eso no es lo que quise decir —Él jugó con un rizo que rozaba su hombro desnudo—. Quiero estar contigo, Bride. Sólo contigo. Quiero que me aceptes.
—¿Por qué?
—Porque te necesito.
—¿Por qué?
Vane rechinó sus dientes. ¿Cómo podría explicarle el anhelo salvaje dentro de él por reclamar a su compañera? Esa locura infecciosa que no descansaría hasta que ellos estuvieran unidos.
Él nunca había entendido qué había llevado a su padre a atacar a su madre. Ahora lo hacía. Cada parte de él ardía a fuego lento por ella. Era febril y crudo y no estaba seguro de cómo controlarlo.
¿Cómo se emparejaba un lobo con una humana?
—Te estoy asustando —dijo él mientras olía su miedo—. Lo siento. Te dejaré sola ahora.
Él comenzó a alejarse de ella.
Bride tomó su mano. Era estúpida y lo sabía. Vane no había hecho nada para hacerle daño. Él había hecho el esfuerzo de hacerla feliz y había sido amable.
¿De qué tenía miedo?
El mero hecho de que él estuviera dispuesto a alejarse le había dicho a ella que él nunca le haría daño.
Antes que ella pudiera detenerse, bajó los labios de él hacia los suyos y lo besó profundamente.
Cada hormona en su cuerpo chisporroteó ante el sabor de él. Él la aplastó contra él, sosteniéndola con esos brazos acerados que ella recordaba tan bien.
Era abrumadoramente masculino.
Con su respiración desigual, él se apartó de ella. —Dime que me vaya, Bride, y lo haré.
Ella le miró bajo la luz de la luna y vio la sinceridad de aquellos ojos color avellana. —Quédate conmigo, Vane.
Su sonrisa hizo que sus rodillas se debilitaran mientras giraba su cabeza y soltaba un espeluznante aullido.
Antes de que ella pudiera moverse, él la tomó en brazos y la llevó a través de la puerta de su apartamento.
—Tenías razón. Ellos no están muertos.
Markus Kattalakis alzó la vista de la hoguera donde su manada de lobos estaba reunida mientras la furia se adueñaba de él. Durante los dos meses pasados, su manada había estado en los bosques de Nebraska, cuidando sus crías y esperando el tiempo hasta que los cachorros fueran los suficientemente grandes como para saltar períodos de tiempo bajo la luz de una luna llena.
—¿Qué? —le preguntó a su segundo en jerarquía, Stefan.
—Tus sentidos estaban en lo correcto sobre Vane y Fang. Yo fui a El Santuario por mí mismo y vi a Fang allí.
—¿Por qué no lo mataste?
—Él no estaba solo. Uno de los osos estaba con él. Su cachorra. Parece que los Peltiers le han dado la bienvenida. No puedo golpear a ninguno de ellos mientras ellos están allí. No a no ser que desees una contienda con los Peltiers.
Markus hizo una mueca ante las noticias. Era tentador. Pero lobos y osos...
Había pasado mucho tiempo desde que el clan Katagaria había luchado con el clan. Atacar a los osos, que eran renombrados por mantener uno de los pocos santuarios de Were-Hunters, era un suicidio. Si los osos y sus sinvergüenzas no mataban a su clan, lo harían los otros. Los Peltiers eran respetados por todos.
Emprenderla contra ellos sería romper su primera y única regla cardinal.
Maldición.
—Por una vez has mostrado buen juicio —le dijo a Stefan. Maldición, aunque él necesitaba a esos dos muertos. Él debería haber enviado alguien antes, quedarse esperando que los Daimons que había enviado por Vane y Fang volvieran con la noticia de sus muertes había sido un error.
Él había esperado que los Daimons simplemente se hubieran fugado con los poderes de Vane y Fang. Él debería haber sabido que no tendría tanta suerte.
—Tendrás que atraparlos fuera de los perímetros de El Santuario. Toma una patrulla y...
—Padre, no puedes.
Markus dio la vuelta para ver a su hija menor adoptada, Matarina, que estaba de pie detrás de él. Apenas cincuenta años, ella no parecía ser mayor que una adolescente humana. Ella era joven, y desesperadamente devota de sus dos medio-humanos hijos que una vez había engendrado con su compañera Arcadiana.
Matarina nunca creería que Vane y Fang representaban una amenaza para su manada.
Sólo él lo sabía, y tenía la intención de mantenerlo así.
—Ellos tienen que morir.
—¿Por qué? —preguntó ella, acercándose—. ¿Por Anya? Eso fue un accidente. Sé que Vane nunca le habría permitido morir. Él la amaba...
—¡Suficiente! —rugió Markus—. Tu no sabes nada de eso, niña. Nada. Ellos estuvieron encargados de ver que sus cachorros llegar a salvo a casa y en cambio les dejaron morir. No permitiré que tales abominaciones vivan mientras Anya y sus cachorros están en su tumba.
Por la mirada en sus ojos, él podía decir que ella sabía que él estaba mintiendo. La venganza por Anya era sólo uno de los varios motivos por los que necesitaba a Vane y a Fang muertos. Mientras Anya había vivido, él había tenido parcial control de sus dos hijos were-wolf.
Con su muerte ellos serían incontrolables. Imparables. Zeus tuviera compasión de ellos si Vane alguna vez volviera a casa.
Él se volvió a Stefan. —Toma una tésera y ve a terminar con su sentencia de muerte. Mata a cualquiera o cualquier cosa que intente detenerte.
—¿Y los Peltiers?
—Sólo si es necesario y nunca en su casa. Si matas a alguno, lo ocultas, pero no vaciles en hacer lo que sea necesario para terminar con esto.
Stefan inclinó su cabeza antes de salir para seguir las ordenes de Markus.
Markus suspiró, pero esto no le ayudó a relajarse. Cada instinto animal que poseía le dijo que tarde o temprano Vane volvería para exigir venganza sobre todos ellos.
Él era, después de todo, el hijo de su madre.
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