viernes, 27 de enero de 2012

PN cap 4

Erin se despertó al sonar su teléfono. Gimiendo en voz alta, ella se dio vuelta para contestarlo.
Era Chrissy. —Qué tal, pollito. ¿Cómo estás disfrutando tu mañana libre?
Ella estaría disfrutando de ella mucho más si alguien no hubiera interrumpido su sueño mientras estaba intentando encontrar a V'Aidan para poder desnudarlo completamente y arrastrarlo al agua con ella.
—Está bien —dijo Erin, sofocando su agitación.
—¿Te desperté?
—Sí, lo hiciste.
—Oh, lo siento. ¿Estabas teniendo otra pesadilla?
Erin sonrió ante el recuerdo. —No, no una pesadilla.
—¿En serio? —preguntó Chrissy sin creerle. —¿Ni una muy pequeña?
—Nop. Ahora si me perdonas, realmente me gustaría volver a dormir.
—Sí, seguro —dijo Chrissy con una extraña nota en su voz. —¿Por qué no lo haces?
Erin estuvo en la cama durante una hora entera, intentando volver al sueño para encontrar a V'Aidan, pero esto no funcionó.
Ella se sentía tan bien desde su tiempo juntos que no tuvo más opción que levantarse.
Irritada por no tener más control sobre su capacidad para volver a dormirse, vagó por toda la casa.
A última de la mañana, se encontró ante su ordenador, mirando fijamente su informe de comercialización.
Mientras trabajaba, las palabras de V'Aidan, sus palabras alentadoras le daban vuelta por la cabeza. Y antes de saber lo que estaba haciendo, cerró su hoja de cálculos y abrió el procesador de texto.
Erin se sentó allí durante horas, tipeando furiosamente. No fue hasta última hora de la tarde que paró.
Completamente feliz por primera vez en años, Erin miró fijamente lo que ella había hecho. Orgullosa de su logro, deseaba compartirlo con alguien.
No, se corrigió. Ella deseaba compartirlo con V'Aidan.
Imprimió las páginas, luego las llevó hasta el sofá. Se acostó, agarró los papeles a su pecho y se ordenó dormirse con la esperanza de verlo otra vez.
Ella lo encontró de pie en un prado. Estaba vestido todo de negro hasta sus botas de motorista de cuero. Sus jeans abrazaban sus duros muslos, y su camiseta negra lucía deliciosa al estirarse sobre un pecho tan delgado y tonificado que sólo podía ser verdadero en sus sueños.
La brisa fresca movía su pelo flojo, y sus ojos plateados brillaban a la luz del día.
—Estaba buscándote —dijo ella feliz.
Él pareció perplejo por sus palabras. —¿En serio?
—Sí.
Ella se sentó en medio de su prado de verano con hermosas mariposas en tonos brillantes a su alrededor. Después de su discusión la última noche, Erin había estado intentando soltar a su artista interior. Ella llevaba una ligera blusa campesina y una falda floja que subió por sus muslos cuando se sentó.
Lo mejor de todo, fue que ella conjuró una caja de Nutter Butter Bites[1].
V'Aidan se acercó. —¿Qué estás comiendo?
—Nutter Butter. ¿Quieres unas?
Él se cayó de rodillas a su lado. —¿Qué son?
Ella hundió su mano en la caja roja y sacó un puñado para mostrarle los círculos color tostado. —Galletitas de manteca de maní. Son realmente buenas, y la mejor parte de todo, en sueños, no tienen ninguna caloría.
Él se rió de eso. —¿Me dejarías comer una?
Más nervioso que lo que ella podía comprender, ella sostuvo una galletita para él. Él lamió su dedo al tomar la galletita en su boca. —Es delicioso. Tu dedo, quiero  decir.
Ella le sonrió y lo besó en la mejilla.
Él pareció tan atónito que fue cómico.
—¡Hey! —dijo ella, dejando de lado la caja y agarrando los papeles que había traído con ella. —Estarás orgulloso de mí.
Él arqueó una ceja.
—Hoy escribí. Por primera vez desde la universidad.
—¿En serio?
Ella cabeceó. —Casi tengo terminadas diez páginas. ¿Quieres ver?
—Por supuesto que quiero —. Él tomó las páginas de sus manos y se sentó frente a ella para leerlas.
Erin observó su mirada barriendo la página. Ansiaba extender y pasar sus manos sobre su cuerpo glorioso. Él era musculoso como un atleta. Mejor todavía, su gusto era más adictivo que el chocolate.
Cuando él terminó, alzó la vista y la orgullosa, alentadora mirada en su cara le quitó el aliento. Él era tan devastadoramente hermoso, tan cálido, que la dejaba débil.
—¿Vampiros? —preguntó él.
Ella sonrió abiertamente. —Sé que es un tema extraño, pero yo sólo intento canalizarlo. Lo que me gusta es que estos son tan diferentes de otras historias de vampiros.
—Me recuerdan de algunas personas que conozco.
Erin quedó boquiabierta. —¡Vamos! ¿Tú conoces vampiros?
—Conozco a muchos de ellos.
—¿Me estás haciendo una broma? —preguntó ella con desconfianza, todavía no segura si él era serio o no. —¿Existe realmente tal cosa?
Él no contestó. En cambio dio vuelta las páginas. —Eres muy talentosa, Erin. No deberías dejar que esto se desperdiciara.
Oyéndoselo, ella casi podía creerlo. — ¿Tu crees?
—Sí, lo creo.
Él dejó las páginas de lado y la miró fijamente.
La blusa de Erin comenzó a desatarse. Ella tembló ante la oscura, hambrienta expresión en la cara de V'Aidan mientras la miraba. Despacio, poco a poco, los cordones salieron de los agujeros. Sus pezones se endurecieron por la expectativa. Entonces, la abertura se ensanchó, desnudando un solo pecho.
—¡Hey! —protestó ella.
Él rió sin arrepentirse. —Mi parte favorita del sueño. La ropa es opcional.
Erin siseó mientras él ahuecaba su pecho en su mano; entonces ella le hizo su propio hechizo.
Él miró su ropa nueva con un fruncimiento de ceño. —¿Qué es esto?
Ella se mordió el labio ante su traje. —Luces muy bien como pirata.
Él se rió. —Iujuuu, compañera —, dijo él, acostándola sobre la hierba. —La proa de mi barco necesita un puerto.
Ella gimió cuando él la besó. —Mi puerto necesita la proa de un barco.

Ellos hicieron el amor por una eternidad. Erin tuvo a V'Aidan de cada manera que una mujer podía tener a un hombre. Ella lo tomó bajo ella, sobre ella, y detrás de ella.
Ella pasó horas recorriendo con sus manos y boca toda su gloriosa piel oscura hasta que conoció su cuerpo mejor que conocía el propio. En el final, ellos se elevaron al cielo, donde hicieron el amor mientras las estrellas centelleaban alrededor de los dos.
Erin yacía tranquilamente en sus brazos, simplemente escuchando el latido de su corazón bajo su mejilla.
—¿V'Aidan? —preguntó ella, sentándose para mirarlo. —¿Dónde vas cuando no estás en mis sueños? ¿Visitas a otras mujeres?
Su mirada caliente la chamuscó. —No. No deseo a ninguna otra mujer.
—¿En serio?
—Lo juro.
Ella le levantó la mano y besó su palma. —¿Entonces qué haces?
Sus ojos brillaron. —Pienso en modos de hacer el amor contigo.
Ella se rió a carcajadas al pensarlo. —¿Sabes lo que quiero hacer?
—Después de la noche que hemos tenido, honestamente no puedo imaginármelo.
—Quiero mostrarte un parque de diversiones. ¿Has estado alguna vez en uno?
—No.
Cerrando sus ojos, Erin los deseó a una feria estatal.
V'Aidan estaba horrorizado en su mundo. Las luces brillantes y música…
Acostumbrado sólo a visitar a la gente en sus pesadillas, él nunca había oído música antes. El sonido era maravilloso y cálido.
Había sólo un puñado de gente alrededor y él le dejó tomar su mano y alimentarlo con algodón de azúcar, manzanas acarameladas, torta funnel[2], y corn dogs[3].
Entre comida y comida, subieron a toda clase de juegos que hicieron que su cabeza diera vueltas. Pero no tanto como ella misma se lo hacía.
—¡Hey! —dijo ella al acercarse a otro puesto.    —Vamos a hacernos una foto. Siempre quise tener una foto de los viejos tiempos. ¿Qué dices?
—Lo que te haga feliz.
V'Aidan le permitió disfrazarlo con un equipo del Viejo Oeste mientras ella se vestía como una muchacha de salón, pero su parte favorita fue cuando ella se sentó en su regazo donde él pudo abrazarla. Mejor todavía, el vestido que ella llevaba cayó sobre ellos, por lo que sus muslos desnudos descansaban contra su bajo vientre. Lo asombroso fue cómo de rápido su cuerpo saltó a la vida.
¿Cómo podía desear hacer el amor con ella cuando él ya había pasado horas perdido en su cuerpo? Aún así no había forma de negar el fuego que sentía. El deseo que tenía de liberarse de sus pantalones y presionar su caliente, mojado cuerpo bajo él.
—¿Estás bien? —preguntó ella, mirándolo sobre su hombro.
Él cabeceó, aun cuando su ingle ardía como el infierno.
En la primera foto, ellos estaban mejilla con mejilla. La segunda fue con ella acunada en sus brazos, y para la última ella se inclinó y besó su mejilla en el último minuto.
Erin tomó las fotos de la máquina y frunció el ceño. —Oh, por Dios! —resopló ella. —Me parezco a un premio al ridículo.
—¿Perdón?
Con ojos tristes, ella le dio las fotos. —Tú estás tan increíblemente hermoso y yo estoy regordeta, redonda, el término medio de nada.
V'Aidan sintió como si ella le hubiera pegado. —Erin —dijo, su voz espesa. —Tú no eres, nada. Eres la persona más hermosa que alguna vez he conocido.
Ella sonrió débilmente. —Eres tan dulce.
V'Aidan la detuvo y la dio vuelta para que lo mirara. —No, no lo soy. ¿Quieres  saber lo que yo veo cuando te miro?
Erin tragó, su mirada recorriendo su cara. —Claro.
V'Aidan le dio las fotos otra vez.
Mirándolas, Erin jadeó ante lo que veía. Su pelo castaño ratón brillaba con toques de luz dorada. Su cara tenía un cutis perfecto y sus ojos marrón oscuro eran brillantes y vivaces. Ella lucía impresionante.
Y así no era ella.
—¿Esto es lo que ves? —le preguntó a V'Aidan.
Él cabeceó, su cara severa. —Es lo que eres para mí.
Erin se estiró para abrazarlo, pero antes que pudiera hacerlo, hubo un extraño zumbido.
V'Aidan desapareció instantáneamente.
—¡No! —gimió ella mientras se despertaba con el sonido de alguien tocando su timbre.
Decepcionada al punto de la violencia, se levantó y abrió la puerta.
Ella parpadeó incrédula. Chrissy estaba del otro lado.
—¡Hola! —dijo Chrissy alegremente. —Lamento molestarte pero John quiso que yo te pasara más datos para el informe.
Intentando con fuerza por no ser brusca, Erin abrió la puerta y tomó los discos de la mano de Chrissy. —Gracias. Lamento que tuvieras que hacer todo el camino hasta aquí.
—Ningún problema —. Chrissy la miró con el ceño fruncido. —¿Estabas dormida otra vez?
Erin se ruborizó. —Sí, lo estaba.
—¿Estas segura que estás bien?
—Positivo.
—¿Pesadillas?
—Completamente idas.
—Oh —dijo Chrissy, su voz extrañamente desinflada. —Me alegro de oírlo. ¿Entonces son sueños normales?
Erin frunció el ceño por lo entrecortada y extraña que era la conversación. —Sueños Maravillosos, en todo caso.
Chrissy asintió. —Ah, pues, eso es bueno. ¿Te veo luego, si?
—Gracias otra vez —dijo Erin mientras cerraba la puerta.
Ella apoyó su cabeza contra la puerta y maldijo. ¿A quién o a qué iba a tener que matar para tener un día sin interrupciones con V'Aidan?

En los siguientes días, Erin comenzó a temer aún más por su salud mental. Ya no debido a sus pesadillas si no porque no quería estar despierta.
Cada noche V'Aidan venía a ella. Ella lo llevó a bailar y le mostró todas las clases de sitios y cosas que él nunca había visto antes.
Peor, ella se enteró que él tenía algún grado de control cuando ella se dormía. Él le había dicho que él podía tomar prestada la niebla de su Tío Wink y, mejor que el Sandman[4], la niebla de Wink podía inducir el sueño.
El viernes por la tarde cuando ella sintió que le sobrevenía una severa ola de cansancio, ella supo lo que V'Aidan había hecho.
Él se volvía más y más impaciente esperando que ella cayera dormida y en el fondo de su mente ella se preguntaba si un día él la empujaría a su reino y no la dejaría ir.
Cuando ella abrió sus ojos, lo encontró yaciendo a su lado, sus ojos quemándola con su intensidad.
—¿Estás enfadada conmigo? —preguntó él, remontando su mejilla con su mano.
—Debería estarlo. Realmente quería mirar esa película.
—Lo siento —dijo él, pero su cara le dijo que no tenía ni una pizca de remordimiento.
—No, no lo sientes.
Él le sonrió. —No, no lo hago, pero no quiero que estés enfadada conmigo por eso.
Ella se rió de él. —Eres malo.
Su diversión murió instantáneamente. —¿Por qué dices eso?
Ella frunció el ceño por la mirada herida que no entendió. —Estaba bromeando, V'Aidan.
Su mandíbula se crispó con ira bajo su mano. —Nunca quiero que pienses que soy realmente malo.
—¿Cómo podría?
V'Aidan bajó sus labios a los suyos, probándola, queriendo devorarla. Él la necesitaba y cuanto más estaba con ella, peor se hacía. Él nunca conoció nada más dulce que esos labios. Nada más precioso que su cara pequeña, en forma de corazón.
Erin estaba abrumada por la pasión en sus besos. Cada uno parecía ser aún más posesivo que el anterior.
Entonces él movió sus labios más abajo, sobre sus senos, donde hizo una pausa para tomarse su tiempo saboreando cada pico. Mientras jugaba con ella, pétalos de rosa blancos se cayeron del cielo, cubriéndola.
Erin se rió. —¿Qué es eso?
—Mi regalo para ti —dijo V'Aidan. —Quiero bañarte en rosas.
—¿Por qué blancas?
—Por que, como tu, ellas son puras y hermosas.
Entonces él la besó más abajo, a través de su estómago, su cadera, bajando por su pierna, y luego subió por el interior del muslo hasta que la besó donde ella ardía.
Erin gimió al sentir su boca contra ella, su lengua arrastrándose por su centro, y después bajando a donde ella palpitaba. Él gruñó, y el sonido vibró, atravesándola.
Él parecía encantado de brindarle a ella su placer primero. Él nunca tomaba el suyo hasta que ella hubiera culminado al menos dos veces antes que él.
Ella tembló con las convulsiones de su primera liberación. Cuando ella estaba acabando, V'Aidan se retiró con una burlona sonrisa diabólica que lo hizo aparecer infantil. —Adoro tu sabor. El modo en que hueles.
Ella le sonrió cálidamente. —Adoro ser tuya. Ni siquiera deseo volver a despertarme. Sólo vivo momento a momento, deseando estar dormida y esperando hasta poder verte otra vez.
Una sombra oscura cruzó sus facciones.
¿Esas palabras lo habían lastimado? Ella no podía imaginarse como o por qué habrían, es más... —¿V'Aidan?
Él se alejó de ella y su ropa negra inmediatamente volvió a cubrir su cuerpo.
—¿V'Aidan, ¿qué es eso?
V'Aidan no contestó.
Lo que él estaba haciendo estaba mal, y no sólo porque estaba prohibido. Él no se preocupaba por las reglas.
Lo que lo preocupaba era Erin.
Y cada vez que la empujaba a su reino él la privaba de los placeres de su propio mundo. De su vida.
Eso estaba mal, y por primera vez él entendió exactamente cómo de malo era.
—¡V'Aidan! —. El impresionante grito resonó a través de los árboles que los rodeaban.
Él conocía ese tono enfadado. —Debes marcharte —dijo él, dejando un beso rápido sobre sus labios.
—Pero…
No le dio tiempo a discutir antes de que la enviara de regreso a su mundo y diera una vuelta sobre su espalda para parecer despreocupado.
Ella apenas había desaparecido antes que M'Ordant apareciera parado sobre él. Vestido en la misma ropa negra, M'Ordant lucía muy similar a V'Aidan. El mismo pelo negro, los mismos ojos azules plateados. Lo único en que se diferenciaban era la altura. V'Aidan medía unos diez centímetros más y tenía la mirada de un depredador mortal.
M'Ordant se parecía a una persona que los humanos llamaban Boy Scout.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó M'Ordant.
—Estoy tirado en el sol —dijo V'Aidan, colocando sus manos detrás de su cabeza. —¿Tu?
—¿Esto es un intento de humor?
V'Aidan se encogió de hombros mientras alzaba la vista hasta su hermano. M'Ordant era uno de los más viejos de los Oneroi y era uno de los hijos más favorecidos de Morfeo. —¿Si esto fuera un intento, estaría desperdiciado contigo, no es cierto?
—¿Más humor?
V'Aidan suspiró. —¿Por qué estás aquí?
—He oído noticias dolorosas sobre ti.
—Y pensar que pensé que todas las noticias sobre mí apenaban.
Eso abrumó a su hermano e hizo que M'Ordant apartara la vista de él. —¿No aprendiste nada de tu castigo?
Sí; él había aprendido a ser más cuidadoso al ir en busca de Erin. A no contar a nadie el tiempo precioso que ellos pasaban juntos.
—Me aburres, M'Ordant. Márchate.
—Tú no puedes estar aburrido.
—Y una buena cosa, también, ya que yo sin duda fallecería por eso mientras estoy en tu compañía.
M'Ordant lo miró inexpresivamente. —Estoy aquí simplemente como una cortesía. Desde este momento, la mujer está etiquetada. Convócala otra vez, y tratarás conmigo.
—Bien, seguramente no sería la primera vez que tú y yo nos hemos cruzado.
—Verdad, pero tengo permiso de Hypnos para que sea la última vez si interfieres con ella otra vez.
Erin fue a dormir aquella noche y esperó que  V'Aidan se presentara.
Él no lo hizo.
Cuando se despertó por la mañana, ella tembló perdida y preocupada. ¿Le habría pasado algo?
Él había actuado de una manera tan extraña ayer. Y ese grito…
¿Qué podía haber pasado? ¿El Skoti podría haberlo encontrado? ¿Hecho daño porque la protegió?
—V'Aidan —susurró ella. —¿Dónde estás?
 V'Aidan sufría al oír la súplica en la voz de Erin. Estaba de pie a su lado, tan cerca que todo lo que tenía que hacer era moverse ligeramente y la tocaría. —Estoy aquí, Erin —susurró. —He estado aquí toda la noche.
Ella no lo oyó.
Él se había quedado en su cama todo el tiempo que ella durmió, mirándola. Asegurándose que ninguno de los Skoti la encontraba. Estaba seguro que Krysti'Ana estaba detrás de la aparición de M'Ordant.
V'Aidan era todo lo que estaba entre Erin y Krysti'Ana. Mientras él visitara sus sueños y ellos estuvieran juntos, su hermana no sería capaz de reclamar a Erin.
La mente de Erin estaba llena de felicidad y creatividad. Sus sueños eran vivos y cálidos y rebosantes de emociones. Cualquier Skotos sería atraído a ella.
Y ahora él no podía ni protegerla, ni…
Sus pensamientos se dispersaron mientras ella lloraba.
El dolor laceró su pecho al ver su pena. Ella sollozó como si su corazón estuviera roto.
¿Por qué?
Pero peor fue la impotencia que él sintió. Él sufría por ella. —Por favor no llores, akribos —susurró él, intentando tomarla en sus brazos.
Eso no funcionó.
Él no era de su mundo. Nunca podría ser parte de su mundo. Apretando sus dientes, maldijo su existencia sin forma.
Erin lloró hasta que sus ojos se pusieron pesados. Hasta que estuvo tan agotada y tan cansada, que no pudo moverse.
Y mientras ella volvía a dormirse, pensó por un instante haber captado una vislumbre de V'Aidan en su cuarto.
Lo siguiente que supo, fue que se encontraba en lo alto de una montaña, mirando el océano.
La hierba acariciaba sus pies desnudos mientras las olas se estrellaban sobre el oleaje a lo lejos, abajo. El viento azotaba su pelo, pegando su blanco vestido de verano a su cuerpo.
Ella aspiró el aire crujiente, limpio y escuchó al graznido de las gaviotas. ¡Qué pacífico!.
Justo cuando ella pensó que su sueño no podía mejorar, sintió dos fuertes brazos envolverse a su alrededor. —¿Te gusta estar aquí?
Ella tembló ante el acento profundo de la voz de V'Aidan en su oído. —Sí, me gusta.
Se dio vuelta en sus brazos para ver su caliente mirada fija en ella. Ella tembló por su aspecto preocupado, por las hermosas líneas de su cara.
—Dime por qué llorabas —exigió él.
—Tuve miedo que algo te hubiera pasado.
—¿Y eso te pone triste?
Ella asintió.
V'Aidan tembló al saberlo. Él se inclinó y descansó su barbilla contra su hombro e inhaló el dulce olor de su piel. Ella se sintió tan bien en sus brazos.
Ella se había preocupado por él. Eso era increíble.
—¿Dónde estabas?
—Estaba contigo —suspiró él. —Sólo pensé que querrías una noche libre.
Ella se rió de eso. —Dices eso como si estar cerca de ti fuera un castigo.
—¿Lo es?
Ella pareció horrorizada por la idea misma. —No. Nunca.
—¿Por qué te gusta estar cerca de mí?
—Tú me haces feliz.
Él frunció el ceño. —Te hice llorar.
—Sólo un poco.
—¿Y aún así quieres estar conmigo?
—Por supuesto que quiero.
La mujer era la mayor idiota en la historia.
Él sabía que no tenía mucho tiempo antes que M'Ordant los encontrara. La había traído a su tierra para ayudar a enmascarar lo que él había hecho, pero esto no los protegería permanentemente.
Pero antes de devolverla, quería compartir una última pieza de él con ella antes de que le dijera adiós para siempre.
V'Aidan se alejó y señaló el horizonte, hacia donde su elevado lugar especial miraba. —¿Sabías que puedes ver el borde del mundo desde aquí?
—¿Cómo dices?
Él sonrió. —Es verdad. ¿Ves ese oro destellando en la luz del sol? Eso es donde el mundo humano comienza.
—¿Dónde estamos nosotros?
—Esta es la Isla Desaparecida. Los marineros griegos solían creer que vendrían aquí cuando murieran para poder estar siempre cerca del océano.
—¿Y por qué ellos la llaman la Isla Desaparecida? —preguntó ella.
—Por que sólo puedes verla durante unos pocos minutos cuando el sol sale y se pone. Como el punto de oro en el final de un arco iris, tu puedes intentar alcanzarla, pero nunca lo harás.
Ella alzó la vista hacia él. —¿Tú eres realmente un dios griego?
—¿Te asustaría si lo fuera?
—¿Tu quieres que yo te tema?
V'Aidan vaciló ante su pregunta. Fue la respuesta lo que realmente lo sorprendió. —No, no lo quiero.
Ella sonrió de una forma que sacudió su corazón. —¿Es esto dónde vives?
—A veces.
—¿Por qué sólo a veces?
—Hay ciertos momentos del año que tengo prohibido estar aquí.
Sus cejas se unieron en un preocupado ceño. — ¿Por qué?
—A los otros dioses no les gusta mi clase. Soy un paria.
—¿Por qué ellos sentirían así? Tú eres un campeón.
—No realmente. Soy un maestro del sueño y no lo que tú ves. No soy nada más que la imagen que te has hecho de mí, pero en realidad no tengo ninguna sustancia. Ningún sentimiento.
—No creo eso. Un hombre sin sentimientos nunca me habría ayudado del modo en que lo has hecho.
Él tocó su mejilla. —Eres tan ingenua. ¿Son todas las mujeres como tu?
—No —dijo ella con un destello diabólico en sus ojos. —Me han dicho muchas veces que soy sumamente insólita.
V'Aidan bajó su cabeza y tomó posesión de su boca. Erin suspiró mientras apretaba sus manos en los pliegues de su camisa negra. —Tú sabes como el cielo —suspiró ella.
Él necesitaba dejarla ir. Era tiempo.
Pero…
Él no podía hacerlo.
Que Zeus tuviera compasión de él, no podía enviarla de regreso. No cuando todo lo que realmente quería hacer era aferrarse a ella por el resto de la eternidad.
El aire alrededor de ellos chisporroteó con electricidad mientras el cielo sobre ellos se volvía oscuro. Erin tembló en sus brazos.
—¿Qué es eso? —susurró ella.
Eso era su muerte.
—No te preocupes, akribos —dijo él, —te protegeré —. La emoción detrás de las palabras lo atontó más que nada. Él las pensaba, y por primera vez él las entendió.
De repente uno de los relámpagos de Zeus golpeó la tierra, separándolos.
Erin se cayó a varios metros de V'Aidan.
V'Aidan intentó alcanzarla, pero antes de que pudiera, diez demonios Skoti aparecieron y la rodearon.
En su forma de serpiente, Krysti'Ana se rió, una risa estridente, más fuerte que el trueno. —Dime, humana —ceceó ella. —¿A qué le temes más? ¿Morir tu misma o verlo morir en tu lugar?
—Déjala ir —dijo V'Aidan, parándose. Él convocó su negra armadura para protegerlo y sacó su espada del aire alrededor de ellos.
—Nunca —dijo Krysti'Ana riendo. —Necesito sus ideas. Necesito su mente. Mírate. Mírame. ¿Ves lo que nos ha hecho? Tú no la hiciste más débil por liberar su creatividad. La hiciste más fuerte. Nunca ha sido tan poderosa.
Eso era cierto. La mente de Erin, su profundidad de espíritu, era un tesoro. Uno que él había jurado proteger a cualquier precio. —Libérala, o te mataré —. Él atravesó a cada uno de los Skoti con una mirada asesina. —A todos ustedes.
Krysti'Ana se rió aún más fuerte de eso. —Tienes prohibido tomar mi vida.
—Prohibido o no, te mataré antes de verla lastimada.
Erin vio con horror como el Skoti atacaba a V'Aidan. Él luchó contra ellos con su espada y brazos, pero él era superado en número. Fue en vano. Ellos volaron hacia él, rasgando su piel con sus garras, haciendo trizas su armadura.
La mujer-serpiente lo agarró con su cola y lo arrojó contra un árbol.
El cuerpo entero de V'Aidan palpitó cuando intentó empujarse sobre sus pies. En su forma humana, él no tenía una posibilidad contra tantos de ellos. Él no podía tele-transportarse y dejar a Erin, y sin tocarla él no podría tele-transportarse con ella.
—¿Qué pasa, hermanito? —se burló Krysti'Ana. —¿Por qué no cambias para luchar conmigo?
V'Aidan echó un vistazo a Erin y supo por qué. Él no quería asustarla. Él sólo quería…
Él sólo quería su amor.
El pensamiento lo atravesó. Él nunca iba a saberlo. Estaba fuera. Pero de todos modos la necesidad estaba allí. El dolor. El anhelo.
V'Aidan luchó por respirar. Él podía vivir y perder la posibilidad de su amor para siempre o podía ser lo que ella pensaba que él era y morir en esta forma humana.
Y si él moría, ella no tendría a nadie para protegerla…
Perdido e inseguro, hizo lo que nunca había hecho antes.
Pidió ayuda. —¡Hypnos!
La respuesta del dios vino en forma de M'Ordant.
El Skoti se echó atrás, rodeando a Erin y Krysti'Ana en un círculo protector.
M'Ordant se acercó a él despacio, su cara completamente desprovista de cualquier emoción. —¿Qué crees que tendría Hypnos que hacer, V'Aidan? ¿Lo harías ofrecerte piedad por tus crímenes? ¿Dime, hay alguna regla que no hayas roto?
—Yo… —. Él contempló a Erin mientras ella luchaba contra el Skotos que la sostenía. Él sabía profundamente en su corazón cual sería la respuesta de Hypnos. Él no era nada para los dioses. Nada para nadie.
Pero al menos de esta forma, Erin sería devuelta a su mundo y ella estaría libre del Skoti para siempre. —Protégela por mí.
M'Ordant arqueó una ceja ante eso. —¿Por ti? Mi trabajo es protegerla a ella de ti —. M'Ordant se volvió para enfrentar al Skoti. —Él es el tuyo para hacer con él lo que te dé la gana. La mujer, sin embargo, me pertenece.
V'Aidan sintió la extraña sensación de lágrimas en sus ojos mientras miraba a Erin.
Ella estaba a salvo.
En cuanto a él…
Él no quería vivir sin ella de todos modos.
Cayendo de rodillas, dejó caer su espada y esperó que el Skoti realizara su sentencia.
Erin gritó cuando comprendió que los monstruos tenían intención de matar a V'Aidan. Ellos daban vuelta alrededor de él como leones hambrientos acechando la presa.
—Vamos —dijo el hombre desconocido, tomándola del brazo.
—Ellos van a matarlo.
—Si ellos no lo matan, yo lo haré.
—¿Por qué?
Él no contestó. Erin sintió el familiar empuje del Oneroi tratando de enviarla a casa.
Pero ella no iría. Ella no se marcharía dejando solo a V'Aidan para enfrentar a los monstruos.
Soltándose de M'Ordant, corrió hacia el Skoti y se hizo un espacio entre ellos.
Encontró V'Aidan sobre la tierra, cubierto de sangre. Con su armadura hecha pedazos a su alrededor, él yacía indefenso.
V'Aidan sintió que alguien tiraba de él. Las desesperadas, avariciosas manos le hacían daño, aún más mientras lo hacían rodar sobre su espalda. Alzó la vista, esperando ver a Krysti'Ana, serena, terminar con su vida, pero en cambio encontró los celestiales ojos marrón oscuro.
Erin se envolvió alrededor de él, protegiéndolo con su cuerpo mientras se forzaba a despertarse. Él oyó sus ruidosos pensamientos gritando en su cabeza.
Él quiso decirle que se fuera pero no podía.
Sin fuerza, V'Aidan no podía hacer nada más que envolver sus brazos alrededor de ella y acunarla dulcemente. Sus lágrimas hacían arder sus heridas y quería decirle que no llorara por él. Que no lo merecía.
Nunca había sido merecedor de nada hasta que ella le había enseñado bondad.
Él oyó a M'Ordant tratando de pasar entre los Skoti para empujar a Erin hacia atrás, pero el Skoti se negó.
—Los tendré a ambos —gruñó Krysti'Ana. —La vida de él y la mente de ella.
Cerrando sus ojos, V'Aidan convocó el último de sus poderes. Besó a Erin en los labios, luego la envió a casa.
Mientras ella destellaba dejando su mundo, V'Aidan se sintió deslizarse, bajar deslizándose hacia un agujero profundo. El mundo cambió y giró. Demasiado débil para resistirlo, él se permitió ir a cualquier parte que esto lo llevara, y estaba seguro que ese lugar sería Tartarus.
No es que eso importara. Cualquier día sin Erin en su vida era el infierno.
Erin se despertó de su pesadilla con un espasmo y un grito atorado en su garganta. Ella no podía haber vuelto, no sin V'Aidan. Ella se había concentrado profundamente dentro de ella y se había sujetado a él con todo lo que poseía.
Sus ojos estaban fuertemente apretados. No quería abrirlos aún.
No quería saber que lo había dejado detrás para morir.
Tenía que haber algún modo de volver a él. Algún modo de salvarlo.
Con su corazón palpitando, sintió moverse algo bajo ella.
Abriendo sus ojos, comprendió que estaba devuelta en su cama… y acostada sobre un desnudo y sangrante V'Aidan.


[1] Famosas galletitas de mantequilla de maní, del tamaño de un bocado.
[2] Torta tradicional de Pensilvania; consiste en una pasta vertida por una boquilla sobre aceite hirviendo, a la que se le va dando una forma redonda y se fríe hasta que toma un color dorado oscuro. Se sirve espolvoreada con azúcar.
[3] Corn dog: comida tradicional del estado de Texas. Consiste en una salchicha cubierta por una masa de harina de maíz y frita en aceite o cocida al horno.
[4] Sandman: Personaje de cuentos de hadas y folklore, que hacía que los niños se fueran a dormir rociando arena sobre sus ojos.

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