viernes, 27 de enero de 2012

PN cap 2

Erin se fue despertando lentamente para encontrarse tendida sobre su espalda, fuera de su cubículo. Durante un segundo ella no pudo moverse en absoluto; entonces su cuerpo lentamente comenzó a funcionar otra vez.
Lo primero que vio fue el ceño preocupado de Chrissy.
Lo segundo, fueron dos paramédicos sentados al lado de ella. Su jefe, con varios otros compañeros de trabajo, se mantenía a distancia a un lado frunciendo el ceño hacia ella. La cara de John le dijo que el único pensamiento en su mente era cuanto trabajo administrativo él tendría que completar por esto.
—¿Qué pasó? —preguntó Erin.
—Te desmayaste —dijo Chrissy. —Fue como si estuvieras congelada o algo.
Erin se cubrió la cara con sus manos mientras se llenaba de vergüenza. Era su suerte, tener el sueño más erótico de su vida, delante de media oficina.
¡Oh Dios, me quiero morir!
—¿Cómo se siente? —preguntó el paramédico a su derecha  mientras la ayudaba a sentarse.
—Me siento… — Su voz se desvaneció. Ella se sentía increíble, en realidad. Mejor de lo que alguna vez se hubiera sentido antes.
—¿Señora? —insistió el paramédico. —¿Está usted bien?
Erin cabeceó, intentando desesperadamente agarrarse a la imagen de V'Aidan, pero se descoloró y la dejó sintiéndose extrañamente sola. —Estoy bien, en serio.
—No sé —dijo Chrissy. —Ella ha estado actuando muy extraño últimamente. No ha estado durmiendo. Tal vez una corta estadía en un hospital donde ella pueda dormir...
—¡Chrissy! —interrumpió Erin. —¿Qué intentas hacer?
—Conseguirte ayuda. Tal vez ellos tienen algo que puede hacerte dormir por la noche.
—No necesito dormir —dijo ella, asombrada ante la verdad de esas palabras. —Me siento completamente descansada.
El paramédico miró a Chrissy. —Sus signos vitales son normales. Si ella dice que está bien, está bien —. Le dio a Erin un formulario de liberación. —Firme esto y está por su cuenta, pero si yo fuera usted, iría a mi doctor sólo para estar seguro.
Chrissy le dirigió una mirada dudosa.
—Estoy bien, Chrissy —insistió Erin, firmando la liberación.
Aún así, John le dijo que fuera a casa y se tomara el resto de la semana.
Completamente avergonzada, Erin no discutió mientras los paramédicos se iban. Ella simplemente juntó sus cosas, luego salió del edificio rumbo al aparcamiento.
Chrissy la siguió al coche. —Escucha, lo que yo iba a decir antes de que John fuera por el café y tú golpearas el piso es que mi novio es un psicólogo que se especializa en desórdenes del sueño.
Erin se paró ante su Escort verde. Extraño que Chrissy no hubiera mencionado eso antes, pero explicaba por qué ella había estado tan interesada en los sueños de Erin desde que todo había comenzado. —¿En serio?
—Sí. Su nombre es Rick Sword y le estuve hablando sobre ti. Él piensa que puede ayudar —. Chrissy le dio una crujiente tarjeta de visita gris oscura. —Realmente pienso que deberías hacerle una llamada.
Erin estudió la tarjeta. Al momento, ella nunca se había sentido mejor en su vida, pero tal vez debería llamarlo por si acaso las pesadillas volvían.
—Gracias —dijo Erin, entrando en su coche. —Quizás lo haga.
Chrissy la miró desde afuera del coche y articuló la palabra, “Llámalo”.
Erin asintió, luego se dirigió a casa, pero mientras manejaba entre el tráfico del centro, no tuvo ganas de volver a su apartamento sola.
Honestamente, ella se sentía bastante extraña. Casi podía sentir la presencia de V'Aidan. Juraba que todavía podía oler el masculino olor a sándalo que se había adherido a su piel, lo sentía a él en sus pensamientos.
—Fue sólo un sueño —dijo en voz alta.
De todos modos, había sido un sueño increíble. Tan verdadero. Tan vívido y erótico.
Tan increíblemente satisfactorio.
Ella paró en una luz roja y echó un vistazo hacia la tarjeta sobre el asiento de pasajeros. Antes de cambiar de idea, agarró su teléfono celular y llamó al Doctor Sword.
Su recepcionista inmediatamente la comunicó con él mientras ella se dirigía con su coche hacia la autopista.
—Señorita McDaniels —dijo él con impaciencia. —Chrissy me ha hablando tanto sobre usted. Realmente me gustaría hablar con usted si tiene tiempo.
Algo la obligó para aceptar. —Bien, seguro. ¿Cuándo?
—¿Qué hace para el almuerzo?
Erin ser rió nerviosa. —Supongo que "encontrarme con usted” sería la respuesta correcta.
Su propia risa le contestó. —Le diré que. ¿Por qué no nos encontramos en público por primera vez? Encuentro que esto pone a la gente más a gusto. ¿Le gusta el Restaurante de Thompson en Five Points?
—Bien. ¿A qué hora?
—¿Qué le parece ahora mismo? Debería estar abierto durante el día.
—Suena como un plan. Estaré allí en aproximadamente media hora.
—Bueno. La estaré esperando.
Erin entró en la autopista y se dirigió hacia su cita.
Una vez que ella alcanzó la alameda, aparcó su coche fuera del pintoresco restaurante que se especializaba en música de jazz y comida Bohemia, y entró
Había sólo un puñado de gente en el oscuro interior, todos ocupando las mesas. Sólo entonces ella comprendió que había olvidado preguntarle al doctor su aspecto.
—¿Erin?
Ella se dio vuelta para ver a un hombre alto, distinguido al principio de los cuarenta años entrando por la puerta detrás de ella.
—¿Sí?
—Rick Sword —dijo él, extendiendo la mano hacia ella.
Ella extendió la suya. —Encantada de conocerlo.
—Sí —dijo él con una sonrisa agradable. —Sí, lo es.
Él consiguió una mesa al fondo del restaurante, y una vez que estuvieron sentados y hubieran ordenado, él escuchó mientras ella le explicaba sus pesadillas.
Erin se sintió un poco nerviosa al principio, pero como al explicarle él no apareció juzgarla, ella entró en más detalles.
—Y luego este tipo, V'Aidan, estaba allí y él llamó al monstruo serpiente un Skotos —. Ella hizo una pausa mientras movía su  pajita alrededor de su Coca Cola. —Usted probablemente piense que estoy chiflada ahora.
—Que va —dijo él, sus ojos azules sinceros. —De verdad, la encuentro fascinante. ¿Dígame, usted alguna vez había oído del Skoti antes?
—No, nunca.
—Hmmm, interesante.
Ella frunció el ceño mientras él hacía unas anotaciones sobre la libreta que había llevado con él. —¿Por qué?
—Bien, ellos son parte de la historia. ¿Dígame, usted alguna vez tomó un curso sobre la antigua civilización griega o de mitología en la universidad?
—No, no realmente. Es decir, cubrimos el básico panteón griego en el instituto y tuve que leer la Odisea y Edipo en la universidad, pero eso fue todo.
—Hmmm —dijo como si él encontrara eso interesante, también.
—¿Por qué lo pregunta?
—Yo sólo me preguntaba cómo la idea del Skoti fue implantada en su subconsciente.
Había una nota peculiar de su voz que la hizo sumamente aprensiva. —¿Qué está usted diciendo, que ellos son verdaderos?
Él se rió. —Eso depende de si usted realmente cree en los antiguos dioses griegos. Por que ellos eran parte de esa cultura. Ellos eran, a falta de un mejor término, demonios de pesadilla. Ellos, se decía, se infiltraban en los sueños de la gente y entonces podían chupar las emociones y la creatividad. Esto los hacía fuertes, si lo prefiere.
—¿Como vampiros de energía?
—Algo así. De todos modos, la leyenda dice que ellos visitaban un alma unas veces durante su vida y seguían adelante. Es como los antiguos justificaban sus pesadillas. Supuestamente, cada tanto un Skotos se concentra sobre una víctima en particular y vuelve una y otra vez hasta que la persona se vuelve insana por las visitas.
—¿Insano cómo?
Él tomó un sorbo de su bebida. —La teoría científica detrás de la leyenda sería que las visitas, sin importar lo que realmente eran, interrumpen el patrón normal de sueño, haciendo que la víctima nunca descanse realmente o rejuvenezca durante la noche, causando así la coerción mental. Si esto siguiera mucho tiempo, conduciría a la inestabilidad mental.
Un temblor bajó por su columna. Esto sonaba un poco demasiado como lo que había estado pasándole. —Entonces, cómo puede alguien deshacerse de un Skotos?
—Según la leyenda, no se puede.
—¿Puedo luchar con ellos?
Él sacudió su cabeza. —No, pero los Griegos antiguos creían en el equilibrio perfecto. Como usted tiene el demonio Skotos, de la misma manera usted tiene un benévolo Oneroi luchando por usted.
—¿Oneroi?
—Se creía que eran los niños del dios del sueño Morfeo. Eran los campeones de la gente y de los dioses igualmente. Incapaces de sentir emociones, ellos pasan la eternidad protegiendo a la gente en su sueño. Siempre que un Skoti elija a un humano y comience a agotar demasiado a aquella persona, el Oneroi entra y salva al humano de sus garras.
—Como hizo V'Aidan.
—Eso parecería.
—¿Y los Skoti, de dónde vienen?
—Ellos eran los niños de Phobetor, el dios de las formas animales. Su nombre significa “espantoso”, de ahí su dominio sobre las pesadillas.
—¿Entonces los Skoti y los Oneroi están relacionados?
Él asintió.
—Fascinante —dijo ella, sopesando sus nuevos conocimientos mientras pensaba en sus sueños.
Vagamente recordó las amenazas que el Skoti había hecho contra V'Aidan. ¿Era posible que de algún modo estos demonios realmente se hubieran infiltrado en su sueño? ¿Podían V'Aidan y los demás ser reales?
Eso era absurdo y aún…
Su cara ardió. Si ellos eran verdaderos, entonces ella acababa de tener una relación de una noche con un perfecto extraño.
—Doctor Sword —preguntó ella seriamente, —¿usted cree que ellos existen?
Su mirada azul clara se fijó en ella. —Joven, he visto cosas en mi vida que haría a algunos encanecer antes de tiempo. Aprendí hace mucho tiempo a no descontar cualquier posibilidad. Pero personalmente, encuentro la idea de dioses griegos infiltrando mis sueños, sumamente inquietante.
Su cara enrojeció aún más. —Le aseguro, no lo encuentra la mitad de inquietante que lo hago yo.
Él sonrió.  —Supongo que no —. Él sacó un pequeño estuche de cuero de su cinturón y sacó una Palm Pilot. —Le diré que haremos. ¿Por qué no programamos una cita para la semana que viene para monitorear sus sueños? Podemos conectarla a una de nuestras máquinas, inducirla a un largo sueño, y controlar sus ondas cerebrales. Tal vez eso nos dé una idea científica sobre lo que está pasando.
Ella asintió agradecida. —Eso suena mucho mejor que dioses griegos y demonios corriendo sueltos en mis sueños.
V'Aidan se sentaba alto por encima del océano, posado sobre una pequeña saliente que apenas acomodaba su gran cuerpo. Él había venido a este lugar, el más lejano que él podía recordar, desde que había sido un chiquillo, allá... al comienzo de los tiempos.
Aquí era donde él había venido después de sus palizas rituales, que habían sido diseñadas para quitar sus sentimientos y compasión. Aquí era donde había descansado, esperando que el dolor de su existencia disminuyera hasta que otra vez pudiera encontrar el entumecimiento para el que había jurado vivir.
Aquí sobre su saliente él podía oír el rugido de las olas y mirar fijamente la inmensidad del agua y sentirse, de una extraña manera, en paz.
Sólo que ahora la paz se había ido. Hecha añicos.
Algo extraño le había pasado cuando había hecho el amor con Erin. Fue como si hubiera dejado un pedazo de él con ella.
Incluso ahora, podía sentirla. Si cerraba sus ojos, hasta podría decir lo que ella estaba sintiendo.
Peor, él la ansiaba, de tal forma, que lo consumía. Quería estar con ella otra vez, sentir la suavidad de su toque sobre la piel. Nunca había sabido que tal suavidad existiera, y ahora que lo sabía...
—Has roto una regla, ¿lo sabes?
Él apretó sus dientes al oír la voz de Wink encima de él. Buscando, encontró dos grandes e inquisitivos ojos de plata que estaban fijos en él con interés.
Wink era el último dios que quería ver en este momento. El hijo de Nyx, la diosa de la noche, y Erebus, la encarnación de la oscuridad primordial, Wink era técnicamente el tío abuelo de V'Aidan y uno de los más viejos de los dioses; sin embargo, actuaba más como un humano pre-adolescente. Su cara juvenil estaba siempre radiante y brillante y llevaba su largo pelo castaño trenzado cayendo por su espalda.
La cosa más molesta sobre Wink era que le gustaban las bromas pesadas y siempre se reía de los niños de Myst.
—No hice nada.
—Oh, vamos, confiesa, V. Oí a tus hermanos hablando sobre ti. Ellos dijeron que les habías quitado a un humano y desaparecido. Ahora, cuéntamelo todo.
—Márchate.
Wink sonrió ante esto. —Entonces realmente has hecho algo. Oooh, y debe ser bueno, para ser tan reservado.
V'Aidan miró fijamente el océano que se arremolinaba abajo. —¿No tienes algo mejor para hacer? Como atormentar a los dioses que puedan estar irritados contigo?
Wink sonrió aún más abiertamente. —Sarcasmo. ¡Hmm!, alguien ha estado cerca de los humanos demasiado tiempo.
V'Aidan no respondió.
Él no tenía que hacerlo. Wink se acercó a su hombro y olió como un cachorro ante un par de calcetines sucios. Los ojos de Wink se ensancharon mientras se apartaba. —¿Estas irritado conmigo, verdad?
—No puedo sentir irritación y tu bien lo sabes.
Eso no funcionó. Wink volvió a flotar al lado de V'Aidan, sus ojos más grandes que platillos. Tomó la barbilla de V'Aidan en su mano y estudió sus ojos. —Puedo ver emociones ahí, girando, mezcladas. Estás asustado.
V'Aidan retiró su barbilla del asimiento de Wink y lo apartó. —Te aseguro que no. No le temo a nada. Nunca lo tuve y nunca lo tendré.
Wink arqueó una ceja. —Que vehemente negación. Tu clase nunca siente tal pasión cuando habla, y sin embargo tú lo haces.
V'Aidan miró a lo lejos, su corazón palpitando. Él sintió la extrañeza del pánico en su pecho. Y recordó una vez, eones atrás, cuando había sido un niño y se había atrevido a hacer la pregunta equivocada.
—¿Afrodita, por qué no puedo tener amor?
La diosa se había reído de él. —Tú eres el niño de Myst, V'Aidan. Ella no tiene forma, es deforme. Vacua. Lo mejor que puedes esperar es sentir efímeras, sordas emociones, pero amor… el amor es sólido, eterno, y más allá de tu entendimiento o capacidad.
—¿Entonces por qué puedo sentir el dolor?
—Por que éste, como tu, es un fantasma efímero. Como el gran océano baja y fluye, hinchándose en titánicas proporciones, luego disolviéndose en la nada. Pero  nunca dura mucho tiempo.
A lo largo de los siglos, había aprendido que la diosa estaba equivocada sobre el dolor. Eso, también, era eterno. Nunca se marchó.
No hasta que había tenido a Erin.
Cerrando sus ojos, él no lo entendía. ¿Qué le había hecho ella?
Wink lo pinchó con el dedo sobre el hombro. —Vamos, V, dime por qué estás en este estado.
Él alzó la vista hacia su tío abuelo. La confianza de cualquier clase era tan ajena a V'Aidan como el amor. De todos modos él necesitaba la experiencia de Wink. Wink había vivido más tiempo y sabía más que él. Quizás pudiera darle una idea. —Si te digo que pasó, debes jurarme por el Río Styx  no decírselo a nadie. Nadie.
Wink asintió. —Que Hades me encadene en Tartarus, juro por Styx nunca pronunciar una sola palabra de lo que me digas.
V'Aidan respiró profundamente y se preparó para la traición. —Yo tuve sexo con un mortal.
Wink arqueó una orgullosa ceja y sonrió. —¿Agradable, verdad?
—¡Wink!
—Bien, lo es. Altamente recomendable —. Wink hizo una pausa especulativa. —¿Era un hombre o una mujer?
—Una mujer, por supuesto. ¿Qué clase de pregunta es esa?
—Una muy entrometida y de acuerdo con mi encantadora personalidad.
V'Aidan puso sus ojos en blanco. Ahora entendía lo que querían decir los otros dioses cuando decían que Wink podía ser un gran dolor en el trasero.
—¿Entonces —continuó Wink, —estuvo buena?
Una ola de deseo atravesó a V'Aidan, perforando su ingle con excitación ante la sola mención de ella. De todos modos él rechazó contestar aquella pregunta. Era personal y a Wink no tenía que importarle.
—Juzgando por la mirada en tu cara, lo tomaré como un sí.
V'Aidan gruñó a su tío abuelo y trató de cambiar de tema. —De todos modos, algo pasó.
—¿Algo?
—Eso me cambió de algún modo.
Wink resopló. —Eso es estúpido. Si dormir con un mortal cambiara a un dios, no quieras saber lo que yo sería ahora. En cuanto a Zeus… muero de sólo pensarlo.
V'Aidan no hizo caso a sus palabras. La peor parte de todo era esta necesidad incesante que él sentía por ver a Erin otra vez. Sentir sus manos sobre él.
Ansiaba su ternura.
Ansiaba su calor.
Él tenía que tenerla.
—¡V'Aidan!
Wink palideció ante el sonido de la voz de Hypnos. Hypnos era un dios que tenía bajo su dominio a todos los dioses del sueño. Tarde o temprano, todos ellos respondían a él.
—Uh-oh —susurró Wink. —Parece loco —. Wink se desvaneció, dejando a V'Aidan solo para afrontar la ira del viejo dios.
V'Aidan alzó la vista sobre su cabeza para ver el ceño enfadado del anciano. Pero ya que nunca había visto ninguna otra expresión en la cara de Hypnos, no podía juzgarla. —Él me parece el mismo.
—V'Aidan —gruñó Hypnos. —No me hagas ir hasta donde tú estás.
V'Aidan resopló en respuesta. Si Hypnos pensaba asustarlo, tendría que intentar algo nuevo. V'Aidan había aprendido hacía mucho tiempo a no preocuparse.
Elevándose hasta las rocas de arriba, él fue a encontrar al dios que hacía que Skoti y Oneroi, por igual, temblaran de miedo. Sólo él podía darles una emoción verdadera.
V'Aidan no sintió nada mientras se acercaba al anciano.
—Has seducido a un mortal en su sueño.
La acusación colgó entre ellos mientras V'Aidan lo miraba fijamente.
—¿Qué tienes que decir por ti?
V'Aidan no dijo nada. ¿Qué podía decir? Él había cometido un acto prohibido. Otros dioses podrían tomar gente como quisieran, pero no su clase.
Él no era el primero de sus parientes en violar ese mandato. Sin embargo, no era lo suficientemente tonto para pensar durante un minuto que Hypnos sería misericordioso con él.
Él no era un hijo favorito.
—Tú conoces nuestro código —dijo Hypnos. —¿Por qué lo rompiste?
Por que quería ser abrazado. Solamente una vez.
Durante un momento en la eternidad, quise fingir que alguien me quería.
La verdad lo atravesó. Sin tener en cuenta lo que Hypnos le hiciera como castigo, había valido la pena.
Él nunca olvidaría que por un precioso momento había sostenido a Erin en sus brazos y ella había dormido plácidamente encima de él. Su aliento cosquilleando su pecho, ella había hecho algo que nunca nadie había hecho antes. Había confiado en él.
Su calor había rezumado en él, y por primera vez desde que había nacido, si no amor, había conocido la ternura. Y eso había sido suficiente.
Hypnos lo miró como si él fuera asqueroso. Vil. Pero claro, V'Aidan estaba acostumbrado a eso, también.
—Tómenlo —dijo el antiguo dios, empujándolo a las manos de sus verdugos. —Quiten la contaminación humana de su carne y asegúrense que nunca olvide el dolor de ello.

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